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miércoles, 14 de enero de 2015

Del no regreso al colegio

 

 

 

Colegio 056

En los colegios fui docente en varias asignaturas. Desde profesor de dibujo, artística, matemáticas, emprendimiento, lengua castellana y filosofía. La foto corresponde a trabajos realizados por alumnos del Colegio Luis Camacho Rueda de San Gil en el 2009.

LA VIDA….UN EXAMEN DE CONCIENCIA

 

Hace tres años me escribió el escritor PEDRO ANTONIO MATEUS MARIN, natural de la Belleza, Santander y en su misiva  literaria hace una reminiscencia de lo que significa e implica regresar al colegio, y en mi caso, el no hacerlo, por la sencilla razón que es mejor retirarse a tiempo y no esperar a que lo retiren y lo arrinconen al cuarto de san alejo.

 

La misiva pongo presente, para con ella, anunciar mi retiro del magisterio santandereano, luego de 42 años de vinculación. Ocasión para AGRADECER al Estado Colombiano por la oportunidad de trabajo, a los padres de familia de los cuatro colegios en los que laboré, a la Diócesis de Socorro y San Gil, a la cual, estuve vinculado 28 años, a los ex alumnos que mostraron interés en mis clases y charlas de los viernes, a los colegas que me brindaron su amistad.

 

Colegio 043 Hoy en la aulas, muchos alumnos no usan cuadernos, se Expresan en los pupitres, por eso cada año, los colegios invierten dineros reponiendo pupitres que deberían cuidar responder los padres de familia, pero los rectores asignan esa responsabilidad a los directores de grado.

 

Agradezco a quienes en la Belleza se opusieron a mi labor como maestro y como emprendedor cooperativo. Gracias a ellos, llegué a trabajar con la Diócesis de Socorro y San Gil. Agradezco el acoso laboral del que fui victima de la actual rectora del Colegio Luis Camacho Rueda, pues me abrió la puerta para terminar mi labor en el colegio oficial de mayor proyección en San Gil, El Colegio Técnico Nuestra Señora de La Presentación, ranqueado entre los 900 primeros colegios de la Nación en las pruebas saber.

 

Agradezco a los padres de familia que en el 2014 se vinieron, lanza en ristre contra mí, por exigir a sus hijos un libro de lecto-escritura y un par de textos de literatura  para enseñarles técnicas de redacción y técnicas de comprensión de lectura. Ellos agilizaron mi decisión de retirarme al empezar el presente año lectivo. Esos padres de familia no tuvieron la oportunidad de ir al colegio, y aún no han comprendido que el estudio es una inversión a largo plazo, y que son ellos, los primeros maestros.

Colegio 077

Esta fotografía tiene alguna importancia histórica, por quienes allí posamos, personas emprendedoras en la década del noventa del siglo XX: directivos de Coopcentral, fundadores de EDISOCIAL, EL COMUN, UNISANGIL, LA COMETA.

Hay dispersos en el mundo personas con diferentes profesiones que tomaron la decisión de centrarse en  sus estudios en convertirse en emprendedores. Los hay desde obispos, sacerdotes, jueces, fiscales, empresarios, maestros, alcaldes hasta mensajeros. Y muchos de ellos me han hecho saber de alguna palabra o idea de mi boca que los animó a convertirse  en lo que hoy  son.

 

Estoy agradecido con la vida y con todas las personas por la bendiciones recibidas por mi labor. A cada uno mil gracias. Comparto con mis lectores esta misiva que he retomado ahora, pues su mensaje toma mayor vigencia al pasar al uso del buen retiro. Al reconocido escritor, gracias por sus libros que periódicamente me regala para recordarme que en los libros esta en conocimiento y el mejor compañero en la vejez que ya esta en mi puerta.

 

LA CARTA DEL ESCRITOR PEDRO MATEUS MARIN

 

Bucaramanga, enero 21 de 2012

 

Don Nauro José Waldo Torres Quintero

 

Gusto en saludarlo.

 

Gracias por su mensaje.  Ahí estamos, como ayer, al pié del cañón.

 

Otra vez el año escolar. Los muchachos al colegio. Con su morral a la espalda, su uniforme y sus intereses. Los profesores a sus clases. Vuelven los preparadores. Los observadores. El manual de convivencia. el consejo directivo. El Rector, el coordinador, la tienda escolar, las parejitas de enamorados, los besitos, las cogidas de mano..., el portero, el celador, la aseadora,  todo vuelve, es la rueda del sam-sara, el devenir;  al contrario de lo que dijo el filósofo Heráclito de Éfeso, otra vez nos bañamos en el mismo río. La rutina de siempre, dice la gente.

 

A estas alturas  de la vida, cuando ya poco vemos a lo lejos, o porque los ojos no dan más,  o porque no hay nada que nos interese en la otra loma. Volver al pasado, recuperar el tiempo perdido, hacer memoria... Eso es meternos en la eternidad. Porque no hay presente que valga. Ni futuro de dónde agarrarnos. Solo un eterno pasado, pasando a cada instante, la infancia, la juventud, todo llega a cada instante. Los lugares por donde uno ha andado después de haber pedido luz Dios para reconocer sus culpas, como decía el Catecismo del padre Astete. Ese era el examen de conciencia. Y la vida es eso, un examen de conciencia, con propósito de la enmienda, contrición de corazón y satisfacción de obra.

 

Qué bueno, qué reconfortante, a esta hora, un pequeño libro titulado "El gran arte envejecer", del monje benedictino Anselmo Grün.  Aprender a desprendernos de lo que ya no nos pertenece. La juventud. Los bienes materiales. El poder. La salud. La sexualidad. Aprender a ser lo que realmente somos: viejos. Viejos queridos.

 

Porque envejecer no es deteriorarse, dijo el otro. A no ser que nos amarre el complejo de "Peter Pan", o el de la Amparo Grisales que se niega a dejarse ver las arrugas. Qué tal, si ser viejo es bien sabroso. Se vive más y se duerme menos. Aunque nadie lo crea, la vida comienza a doblarse después de los cincuenta. Porque es  entonces cuando la vida comienza de la cintura para arriba y pasa a segundo plano de la cintura para abajo.

 

Y si no, léase esa historia trivial escrita por nuestro Nobel de Literatura, Gabriel García Márquez, que se titula "Memoria de mis putas tristes". Lo triste es que el viejito salió tan decepcionado que se le olvidó pagar la tarifa. Lo demás era obvio.

 

Ole, sí, también yo recuerdo el susto de la gente cuando se acercaba el año 60. Una oscuridad de tres días. El apronte de velas y fósforos benditos fue impresionante. Los curas no daban abasto a bendecir velas y confesar gente.

 

A propósito, estoy escribiendo una historia de algunos paisanos, amarrada a la leyenda de la aparición del cometa Halley en 1910. Eso sí que fue tenaz; todos creían que el mundo se iba acabar, pues los curas decían que cuando el cometa pasara cerca de la tierra la podía acabar con el barrido de la cola. Que no fuera más, cuatro años después, en 1914, estalló la Primera Guerra Mundial, cómo le parece. Fue el mismo que pasó en 1986, pero con menos expectativa, pero con no menos desastres, los horrores del narcotráfico con Pablo Escobar, la tragedia del Palacio de Justicia, la destrucción de Armero, el exterminio de la U.P. etc. etc.  Bueno, y como decíamos en una anterior, nos alegramos de ser protagonistas del comienzo de una nueva era, que no es poca cosa.

 

¡Amen, alleluja!

 

Por hoy, dejemos aquí la historia. Que Dios y su deseo de realización, le sean propicios, don Naurito. Un caluroso abrazo, y hasta pronto, mi querido amigo.

 

Pedro A Mateus M.     

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