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sábado, 7 de marzo de 2015

La vitrola de Miguel

Crónica veleña

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Mis primeras parrandas y mis primeros bailes llegaron a mí gracias a una caja de música. La victrola. No era eléctrica ni trabajaba con pilas; lo hacía dándole cuerda impulsando con una manivela que siempre vi en el lado izquierdo del pesado mueble que había que cargar entre dos adultos montado sobre dos varas y se transportaba cuan guando como se llevaban los muertos al cementerio.

Usaba discos en acetato de 45 revoluciones por minuto que siempre se limpiaban antes de ponerlos a dar vueltas sobre sí mismos impulsados por la cuerda que había que dar a la victrola unas tres veces en cada canción.

La victrola de Miguel estuvo en cuanta serenata hubo, como enamorados. Con ella y bajo noches oscuras o iluminadas iban jóvenes de ambos sexos con sus linternas de pilas Eveready devorando caminos y desechos para llegar furtivamente a casas colgadas en las montañas y praderas del campo a despertar a sus dueños y flores de la floresta con tres discos, al cabo de los cuales, era decisión de los despertados, abrir y atender a los trasnochadores.

La Víctor era su marca y Miguel su dueño. La trajo en tren a las tierras frías de Puente Nacional. Fue traída desde Caicedonia, Valle, con el fruto del trabajo como cosechero del café. El dueño anunció la llegada de la victrola con parranda en cada tienda donde contaba las aventuras por tierras del Quindío al son de la música montañera mojada con Bavaria y uno que otro chirrinchi.

La victrola fue novedad hasta 1925 cuando apareció la radio, pero en la tierra que gocé de niño solo fue conocida en 1963. Hoy es un objeto de museo.


La victrola de Miguel fue arrinconada por su mismo dueño cuando en 1964, luego de retornar en un diciembre de las mismas tierras del Quindío, arribó con un tocadiscos activado con pilas.

El joven Miguel fue hijo único de una familia con ocho hermanas. Retornaba en el tren que desde Bogotá iba hasta Barbosa, Santander. Él, llegaba vestido cual Juan Valdés hoy. Con cotizas, pantalón de dril color caqui, camisa blanca, poncho de hilo y sombrero aguadeño. Con cartera gorda de billetes, cigarrillos piel roja y una botella de aguardiente antioqueño.

Su estatura era menuda, de cuerpo delgado y tez chocolate. Tanto de día como de noche sus dos dientes de oro brillaban al contraste con sus dientes y color de piel.

Miguel, fue cosechero de café por el viejo Caldas, Antioquia y Santander. Conoció pueblos, bares y prostíbulos por doquiera que iba. No fue a la escuela por cuidar a sus hermanas y ayudar con dinero a sus padres quienes vivían en una humilde casa de adobe a la vera del camino real que unía a Puente Nacional con Saboyá.

En ese entonces hubo muchos Melquiades por doquier que llegaban al pueblo o a las veredas mostrando novedades que fueron motivo de alegría y sorpresa para quienes fuimos niños en medio de las discordias entre liberales y conservadores.


San Gil, diciembre 31 de 2014

lunes, 2 de marzo de 2015

La leyenda de la “trestires” y otros presagios en tierras de Puente Nacional


Siempre fue en un atardecer, cuando el sol se ocultaba que se oía en la hondonada, su canto lastimero y triste. 

Mi padre, cuando oía ese trinar, tres veces seguidas, en un lapso de unos quince minutos, empezaba a orar e implorar clemencia a Dios por el alma del cristiano que acaba de fallecer.

Su trinar era un  misterio que retumbaba al anochecer entre los arboles de galapo, guamo y café. Quien lograba escuchar a esta ave de mal agüero, encontraba en su canto el misterio de un anuncio  que obligaba a tejer oraciones a favor de cada una de las personas de la familia que estuvieran lejos. El mismo canto en tres tonos diferentes obligaba al oyente a iniciar una reflexión sobre lo vano y efímera que es la vida  quedando a la expectativa de una noticia no deseada.

Su nombre en Colombia no aparece registrado en los inventarios de aves, al menos eso pude verificar, pero en los campos de Santander la Trestires es un ave que con su canto anuncia la muerte. La muerte de un familiar o conocido. En otras latitudes al ave la identifican como tres pies, cuco rayado o pájaro sin fin. 

Del tamaño de un cernícalo o garrapatero de tierra  media, con plumas negras con el pico y patas, de  tamaño similar a los ciotes o síllaros. Los habitantes del campo lo identifican  con un nombre similar a su canto en tres tonos: triste, quejumbroso y  misterioso.

EL CANTO DEL BÚHO A PLENA LUZ DEL DÍA

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Igual presagio tiene el canto del “currúco” o búho cuando se le escucha en cualquier momento del día. Esta ave benéfica por su función nocturna que cumple al alimentarse de insectos, murciélagos y víboras, es usual que se escuche su canto cuando cae la noche o se avizora el amanecer, pero cuando un cúcurrucú se oye a plena luz del sol, deja en quien lo oiga la preocupación del fallecimiento de un ser querido.

En mi niñez y juventud, fui testigo de noticias confirmadas del fallecimiento de un familiar o amigo de mi padre, luego de oír el cantar de la tristires. Y del cantar del búho, un día cualquiera en un matorral a la vera del camino que anunció la muerte de un amigo entrañable de mi niñez, cuya noticia conocimos al atardecer que había sido asesinado por sicarios en Bogotá cuando se disponía a coger un bus para ir al trabajo. Su muerte produjo en mí, un dolor inmenso, pues ese joven militar me había salvado de morir ahogado siendo  niño cuando juntos, nos bañábamos en una quebrada un día lunes día de mercado en el casco urbano. Él, me sacó del profundo poso a topones, me arrastro a la orilla, me puso boca arriba y me espichó con fuerza el estomago para expulsar el agua, volviendo en sí, momentos después. ÉL, fue posteriormente mi concuñado y a quien llamábamos cariñosamente “merengue”.

EL SILBIDO DE LA CANDELA

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En contraste al canto de la tristires al atardecer y del búho en el día, el silbido de la candela, que no es usual, trae alegría a quienes tienen la fortuna de escucharlo. Es premonitorio el ruido de las llamas cuando se esta preparando algún alimento.

 Las personas creen que anuncia la llegada de algún familiar o el éxito de un negocio. Quienes anhelaban la visita de un ser querido, echaban a la candela, ceniza para que la visita llegara con presente. Así lo constaté en mi niñez cuando mi madre compartía esa alegría que la invadía cuando escuchaba el silbido de la candela. Llegaba luego a la casa de mis padres una visita; ya fuera de los llanos orientales, Boyacá o Bogotá. 

En San Gil tenía igual premonición al silbido de la candela, cuando se veía a una libélula o lava culos, merodear por los espacios de la casa.

EL TREBOL DE CUATRO
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Un signo de buena suerte se encuentra ocasionalmente en los pastizales, y es una hoja de trébol como la de la fotografía. Se cree que el encontrarla, transportarla con esmero y disecarla entre hojas de cuaderno o en entre páginas de un libro, trae buena suerte en los negocios y en el trabajo.

LA HERRADURA DE LA BUENA SUERTE
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El encontrar una herradura usada es un signo de buena suerte para quien la recoge y lleva a casa y la coloca como adorno detrás de una puerta. Se cree que quien proceda así, en casa del poseedor nunca faltará el dinero.

EL PEZ DE LOS CRISTIANOS

En la época romana, cuando surgía el cristianismo y los creyentes eran sacrificados por su credo, ellos para evitarlo acordaron como signo de identificación entre sí, un pez; pero los romanos aprendieron a identificarlos, razón por la cual se convirtió en mal agüero para naciente religión en occidente.
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LA URRACA SOBRE LOS CULTIVOS

En los campos, se cree que cuando una urraca o cuervo sobrevuela un cultivo es un signo que no habrá buena cosecha. El matarlos es una manera de evitar la premonición.

supersticiones
En mentes mágicas los búhos son aves agoreras porque cazan de noche y porque se creía que auxiliaban a los magos en la elaboración de las pócimas para los hechizos. En los campos cuando un búho negro se posa frente a la casa, anuncia la muerte de un ser querido. Quien lo vea; si quiere evitar esa tragedia, un miembro de la familia debe salir con dos cuchillos en forma de cruz y conjurar el anuncio. 

Los búhos  son benéficos en los campos porque se alimentan de roedores. En personas intelectuales, el búho representa la cultura.
creencias

LAS MARIPOSAS MERODEANDO EN CASA

Si una mariposa negra entra a la casa trae presagios pues se cree que encarna a alguna persona fallecida que ha regresado a despedirse de los familiares o que ha llegado a anunciar la muerte de algún miembro de la familia; pero si la visita es de mariposas de colores, la alegría inunda la casa. Se anuncia que se va a recibir una grata visita.
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Cuando en las noches algún perro aúlla lastimeramente se cree que vio una ánima. Para liberar al ánima y al perro de su lamento, la persona debe colocar el sombrero copa abajo en el suelo.

Hoy ya los niños citadinos no creen en ningún  agüero ni se les asusta con el coco, ni creen que los niños vienen de París; pero en las poblaciones intermedias, la leyenda de la pata sola, el jinete sin cabeza, la llorona, el silbón, y la compañía de las benditas almas a quien viaje de noche por enlodazados caminos, aun persisten entre los habitantes.

San Gil abril 21 de 2.013
NAURO TORRES  Q. 


El parasitismo del plagio intelectual

  El apropiarse de los méritos de otro u otros, el copiar y usar palabras e ideas de otros y sustentarlas o escribirlas como propias y usa...