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jueves, 14 de mayo de 2015

Helmer Martinez, el estudiante que usó el lápiz para convertirse en diseñador de maquinas ultrasónicas, comercializador de tarjetas prepago y ahora corredor de finca raíz en los E.U.

Helmer-Indiana 1988

En el colegio los buscaban para  hacer las planchas de dibujo técnico para obtener, sin esfuerzo, buenas notas, pero lo miraban con desdén por venir todos los días desde Villa Hermosa, pintoresca vereda que goza del sol desde el alba hasta el ocaso, mirador natural para contemplar el horizonte verde de los mantos  de kicuyos y árboles que adornan los campos y praderas del municipio de la Belleza, Santander en Colombia.

La casa de los padres quedaba a 40 minutos, a buen paso, del casco urbano, recorrido que hacia cuatro veces, de lunes a viernes, mientras cursó la primaria y el bachillerato. No tuvo morral Totto para llevar sus escasos útiles a la escuela, pero si una bolsa plástica que canjeó con un primo por cargar un ladrillo que había que llevar como aporte a la construcción del templo de la localidad, bolsa  que usaba para proteger el cuaderno y el lápiz, sus herramientas para acceder a la información en la escuela.


Gozó de un padre  carpintero que le permitió con el retal de la madera, imaginar carros y construcciones diversas y agudizar la puntería, pues donde ponía el ojo, ponía la bala o el dardo. 

Gozó de un abuelo que apoyó cualquier emprendimiento y le demostró que, lo mejor de la vida es ganarse lo que se desea. Gozó con una familia numerosa en hermanos y primos para conformar equipos de fútbol: Los Bareño y Los Martínez, pero los primeros  conocían la debilidad de un Martínez que se encabritaba cuando le llamaban la “fiera” perdiendo  la cordura, y por ende, Los Martínez siempre eran los perdedores del partido.


Fue el mayor de once hermanos- 6 varones y 5 mujeres-. Por ser el primogénito llevó la responsabilidad de cuidarlos, madrugar a ordeñar y dar de comer a las aves


Al medio día, luego de almorzar, apartaba los terneros y aprontaba la leña para el día siguiente. Y los fines de semana, ayudar con la higiene ganadera, aprontar la leña al horno, ayudar a amasar y cargar el canasto ofertando el pan en tiendas cercanas.

Por su condición, sufrió algunas veces de matoneo psicológico y verbal en la escuela y en el colegio por algunos compañeros  de grados superiores. Otras veces el molido o el pedazo de arepa de las onces con la botella de leche, fueron la merienda de quienes le defendían o de quienes tenían un balón. 

Por entrar al salón con los tenis mojados, por hacer las tareas a algunos compañeros, fue castigado con vara y con regla en espalda y manos por algunos maestros y maestras en la escuela que recuerda con afecto.


EL TRABAJO, FORMA EMPRENDEDORES


Para poder tener sus primeros guayos, debió trabajar 12 sábados con don Pablito,  el abuelo, cuya paga  sumó $ 60.00 de los $65.00 que adeudaba a Reinaldo Téllez, uno de los dueños de los pocos almacenes que había en la población, y quien amablemente fió a un escuelante, reconocimiento que contribuyó a fortalecer el autoestima de negociante en potencia.


Pero, para lograr cumplir a la confianza dada por el señor Téllez, debió a sus escasos seis años, pues solo hacia primero de primaria, convencer al abuelo de que él podía trabajar, asunto que debió conciliar con el padre y obtener el permiso para laborar, cual labriego en los menesteres que don “Pablito”, uno de los hacendados de la vereda, quien le fue dando cada sábado una jornada hasta alcanzar la cifra cercana a la deuda total de sus primeros guayos.

Desde entonces comprendió y asumió algunos de los dichos del abuelo: “el que trabaja, no come paja”. “El que madruga Dios le ayuda”.


RECOLECTOR DE MORAS

Para poder invitar a una chica a tomar perico en la única cafetería que tenía la población, debía coger, por el camino al colegio, unas cinco libras de mora, las que vendía a quien compraba todo lo que en la región se producía para transportarlo y llevarlo a Bogotá. Cuando el suscrito  fue traslado del Colegio donde estudiaba, el negocio de la venta de planchas de dibujo técnico, expiró, razón por la cual la recolección de moras nativas, junto con los trabajos en la finca del abuelo cada sábado, se convirtió en la fuente de ingresos hasta que terminó el bachillerato.


La recolección de  moras le permitieron comprender que en el camino de la vida hay diversas oportunidades, pero solo las ven, quienes con tesón y persistencia aman lo que hacen.


Pero un  23 de abril de 1975 , día el idioma, cuando hacía primero de bachillerato, todo cambio para él, por ser una persona con mentalidad abierta, curiosa e innovadora.

En el primer descanso, mientras corría por el pasillo del nuevo Colegio, escuchó pronunciar su nombre, varias voces, pero estaba primero el juego de pelota, que averiguar la razón de los murmullos que corrían de voz en voz.

Calculó unos minutos antes de que sonara el pedazo de riel que servía de campana para ir al baño, arreglarse un poco y correr al lugar donde escuchó por primera vez su nombre a hurtadillas.

Una acción de reconocimiento público puede catapultar a un niño.

El largo pasillo que unía las tres aulas del costado occidental del colegio, desde un  mes antes, tenía colgado en la pared una cartelera del tamaño de una hoja de triplex, material  que usaba el padre  de Helmer para los trabajos de carpintería.

La hoja prensada de madera, debidamente enmarcada, tenía una cama de papel periódico formada por hojas pegadas sobre si mismas con engrudo, las cuales estaban forradas en lanilla del color opuesto al cielo que era el que representaba el partido político de quienes habitaban la localidad. La cartelera era la vitrina  del periódico mural que el profesor de lengua castellana, religión y dibujo técnico, usaba para dar a conocer las creaciones de los alumnos. Cartelera que fue el resultado del trabajo de los alumnos del grado quinto de bachillerato, que era el último grado que en ese año, había en la institución.

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“El campeche” como le tildaban los compañeros que vivían en el poblado que no tenía alcantarillado y los desechos humanos corrían a la par que las calles, se limpió de nuevo el frío sudor del clima. Miró las secciones del periódico mural. Y se fijó en la ultima, por el titulo que la encabezaba. La sección tenía un cabezote que decía: “Los mejores delineantes del  Don Bosco”.

Por su  estatura no  debió pararse en la punta del tenis Croydon color azul que usaba para venir al colegio. Miró de arriba abajo como miran los maestros a los alumnos cuando revisan la formación en una izada de bandera. Desplazó su mirada de arriba a bajo como buscando esmeraldas en el río Minero. La sorpresa fue mas grande que su tamaño corporal. Sus nombres y apellidos estaban en la cartelera. Ocupaba el segundo puesto  en la lista de los mejores delineantes del “Don Bosco” en 1975.

”MEJORES DELINEANTES DEL “DON BOSCO”
Raúl Heberto Puentes:  Curso 1ro.
Hélmer A Martínez:       Curso 1ro.
Alfonso A. Burgos:     Curso 1ro.

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Tomó aire. Levantó la cabeza. Frotó sus manos para secar el frío de la alegría. Miró a todos lados, y sintió que era el centro de las miradas. Y desde entonces comprendió que él era el amo de su destino y el capitán de su alma.

El estar en la lista de los mejores entre cinco grados, siendo él, del grado primero, y confirmar, luego que su maestro de dibujo había mostrado su cuaderno de dibujo como ejemplo de orden, limpieza, trazo, equilibrio,  en el último grado del colegio, lo empoderó. Le catapultó la autoestima. Y desde entonces se propuso ser el mejor, no solo en dibujo, también en matemáticas convirtiéndose en el  primer mejor bachiller del Colegio.  Y desde entonces asumió que el ser creativo implica huir de lo obvio de lo seguro y lo previsible.

En una región de colonos. En un poblado sin luz eléctrica. En un lugar con un colegio semi-rural en  conformación. No era conocido el dibujo técnico como una lúdica, pues era propia esa asignatura de Escuelas Industriales, en ese entonces. Pero fue esa asignatura la que le permitió perder el sobrenombre de “campeche”, y desde entonces, le llamaron Helmer , su nombre de pila.

Su nombre significa ingenio, astucia, mensajero. Por la fecha de su nacimiento es una persona emotiva que ama lo que hace y lo  defiende con firmeza. Ama el color y las proporciones. Ama lo complejo y lo elevado. Ama lo que siente y presiente.  Se expresa en linea recta y brinda atención en los detalles. Helmer  es un emprendedor nato, como pocos que encontré en las aulas en mi labor como maestro.
En reciente misiva enviada afirmó que el asunto de la pobreza no es dar el pescado. Es enseñar a pescar y esa enseñanza es función de los padres de familia y los maestros. Por eso si se desea un país en desarrollo, en el magisterio deberían estar los mejores bachilleres.

Helmer encontró estudiando, un trabajo que muchos maestros castigan, y colegios califican en el manual de convivencia como una prohibición.

 Él, en las noches, a la luz de tres velas, replicaba planchas de dibujo y paginas del cuaderno de la misma asignatura a estudiantes de todos los grados. Empezó cobrando 3 pesos y la demanda del servicio, lo instó a incrementar el servicio a 5 pesos.

Con los ingresos por el trabajo a escondidas encargó la caja de instrumentos y el libro guía del maestro de dibujo y se enfrentó en los tiempos libres a convertir los minutos en pesos que pagaban los estudiantes de los diferentes grados que les daba pereza usar el tiempo como inversión a su favor e intentar hacer las planchas de dibujo.

Su maestro de dibujo, que siempre supo que él hacia las tareas a los compañeros, nunca le recriminó por la sencilla razón que ese maestro, cuando estudió, lo logró hacer con el fruto se su propio trabajo que hacía precisamente en sociedad con el colegio, haciendo papelería impresa, gracias al profesor de tecnología y taller.


  Estas imágenes forman parte de la historia de quienes integraron la primera promoción del Colegio Don Bosco de la Belleza, Santander. En la primera, un grupo de amigos celebrando el grado. Y en la segunda, los graduandos posando con el diploma que el mismo Hélmer Martínez Barbosa, hizo a mano, pues no había recursos en las familias para mandar tipografiar los cartones.


Hélmer Martínez Barbosa se hizo bachiller en la primera promoción del Colegio Don Bosco de la Belleza en 1980. Se convirtió en el primer estudiante de  esa institución en iniciar estudios de arquitectura en la Universidad Nacional de Colombia.



En la foto, la primera promoción del Colegio de la belleza. De pie, de izquierda a derecha: Luz Dary Santamaría (Primera Promoción) Nancy Ariza (Estudiante del Don Bosco) Luz Marina Sánchez (Primera Promoción) Mariana Ariza  (Estudiante del Don Bosco) Darío Alfonso Ariza (Primera Promoción) Nuria Leonor Perez (Primera Promoción) Adolfo Quitián (Estudiante del Don Bosco)






En la fila sentados y de izquierda a derecha están: Hélmer Martínez (Primera Promoción) José Manuel (Profesor del Don Bosco) Josué Orlando Villamizar R. (Rector del Don Bosco) Tito Julio Mateus (Primera Promoción)
Una imagen del recuerdo en la que Helmer Ramiro Martínez Barbosa, aparece, como en otras, sonriendo, pues siempre ha visto la vida con entusiasmo.


Helmer, desde los E.U. se puso en la tarea de encontrar a quienes integraron la primera promoción del colegio de la Belleza, con quienes logró donar un computador para la institución y armar el siguiente directorio que uno a esta publicación para mostrar que todo lo que se propone el hombre, lo logra cuando se hace como amor.

Dario Ariza..................... 320 200 7305 
José E. Ariza.................  320 857 1047 
Flor Forero..................... 319 271 5615  
Cecilia Franco................ 310 318 5689 
Rosa Gutiérrez............... 312 446 8329 
Wilson Marín.................. 320 343 6878
Hélmer Martínez............. 847 456 7686 
Tito Mateus......................320 277 8433 
Nuria Pérez.................... 310 884 4516  
Nilsa Quitian….. ........... 312 442 1595  
Luz Marina Sánchez.......315 385 2145 
Luz Dary Santamaría.....311 535 9304  
Nauro Torres Quintero...317 857 2848  ( fui incluido en esta lista como deferencia de Helmer)
Arnulfo Bareño M.......... 319 324 7735 
Ever Pineda.................... 314 447 2737 
Gerardo Piñarte..............312 386 1478 
Argemiro Gaitán.............320 274 0118 


Estudiaba con empeño y con sacrificio, pero tenía una responsabilidad familiar  por ser el mayor de la familia. Responsabilidad que se incrementó al caer la madre a la cárcel de Berlín, sindicada de un homicidio. Se la ingenió para venir a visitar a la madre cada mes. Y cuando lo hacía, iba hasta Charalá y compraba miel de abejas que vendía en las calles de Bogotá para cubrir los gastos de viaje y dejar algún dinero a su progenitora.

Pero en el país del Sagrado Corazón, nadie es inocente hasta que no se pruebe. Y para probar se requiere de un profesional en derecho, expertos en aprovecharse de los sindicados.

Helmer acudió al político mas cercano, quien le pidió unos millones, no imaginados por el  duplicador de planchas.

Pero cómo conseguirlos para probar la inocencia de la madre?.
No había que vender. ¡Oh si¡, no había en la familia interesados en hacerlo.

Acudió al tío materno que era su referente, quien le propuso que se fuese con él a trabajar a E.U. Allí trabajaría por horas, obtendría el dinero necesario para pagar un abogado defensor y continuaría sus estudios.

Por las buenas notas en el colegio y en la universidad, logró la visa de estudiante, ingresando becado a una universidad de Miami en donde debió cambiar de carrera empezando la ingeniería de diseño de maquinas y trabajando haciendo sándwiches, logrando en pocos meses enviar la millonada al abogado, quien demostró la inocencia de la madre ante el jurado de conciencia en los estrados judiciales en el Socorro, Santander.

Elmer viene trabajando desde casa en los últimos  25 años en diseño de maquinas  ultrasónicas que inspeccionan las partes de los satélites que La NASA y BOEING envían al espacio para usos diversos y para empresas diversas,  (http://www.da-lite.com/    http://www.haumiller.com/aerosol-machinery.html  http://www.sonoscan.com/  https://www.youtube.com/watch?v=AxSd1QNGX2U&list=PLFwbwKb4BloFIay0A8x8JHL866RVC1Jer&index=5  https://www.youtube.com/watch?v=PoPMa-eif58).

Compartió sociedad en una empresa para igual fin, siendo luego único socio. A principio del presente siglo incursionó por estática en el mercado de venta de tarjetas para minutos que ha diversificado con el diseño y venta de aplicaciones para la venta por recargas en varios países tercermundistas. En la crisis de la burbuja inmobiliaria que se dio hace unos años en los E.U. identificó otra oportunidad de negocio y esta incursionando en la finca raíz como consultor con licencia para orientar a los latinos en la adquisición de vivienda en el país del norte.  Desde 2.017 trabaja para Amazon, siendo el único latinoamericano en la planta principal.

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Quien es agradecido, atrae bendiciones.

Hace diez años, sobre las nueve de la noche de un domingo cualquiera, entró una llamada internacional a mi residencia. No acostumbro contestar llamadas a desconocidos. Pero esa noche entraron dos llamadas que recibió mi hija María Paz que, a la segunda, me instó a contestarla porque era el mismo señor que llamada desde Chicago. E.U.

Por curiosidad contesté la llamada que se originaba en la tercera ciudad mas poblada de E.U. Escuché una voz con un lenguaje español pausado.

-Soy Helmer Ramiro Martínez Barbosa  - dijo.

-Su alumno de dibujo técnico del Colegio de la Belleza en 1975 y 1976 -agregó.

-Lo llamo para agradecerle todo lo que hizo por mí siendo su alumno. – Afirmó.

-Necesité 31 años profesor para comprender el efecto de esa inyección de autoestima me me diste al colocar mi nombre en la cartelera re-conociéndome como el segundo mejor dibujante del colegio- Reiteró.

Me sorprendió el lugar desde donde se originaba la llamada y el motivo de la misma.

Habían transcurrido tres décadas , pero reconocí, por el tono de la voz, a quien me hablaba con entusiasmo por haberme ubicado, pues llevaba varios años intentándolo por internet, hasta algún fin de semana, llamando a un hotel de la ciudad de San Gil, preguntó a la recepcionista, si me conocía, recibiendo una afirmación, pues quien le contestaba, también había sido alumna en esa ciudad. Ella suministró mi numero personal.

-Le saludé por el nombre. Platicamos horas. Y desde entonces, cada año, por  marzo a diciembre recibo desde  Illinois, una llamada de mi alumno Helmer Ramiro Martínez Barbosa, llamada, que se sabe cuando principia, pero no cuando termina.


HELMER, UN SER HUMANO QUE TRASCIENDE
Casado con barranquillera, padre de una doctora, Helmer lleva en su alma los paisajes y las comidas de su tierra, La Belleza, Santander, a la cual volveremos, con la licencia del Creador con motivo de los 50 años del colegio a entregar a nombre de la primera promoción un computador, la herramienta  que reemplazó el cuaderno y el lápiz en el mundo conectado y  globalizado que estamos viviendo.

Helmer es una persona excepcional en todas sus dimensiones, razón por la cual difundo su historia en pocas palabras porque como él, hay colombianos que hacen patria desde donde se encuentran, y aunque sus paisanos no lo reconozcan aun, es una persona que ama a su patria chica a la que regresará solo por el gusto de compartir unas horas con los compañeros de la promoción, tomarse un tinto con natas, desayunar café con leche y envuelto, almorzar gallina con arracacha y tomarse un par de jugos de mora natural, pues media libra de esa misma mora proveniente de México le cuesta la módica suma de 15 dólares.

En su ultima llamada telefónica por mas de tres horas hablamos de su vida con sus luchas y logros. Confesó que él es el resultado de la formación recibida con los abuelos, del amor de los padres, de sus maestros, y en especial, de su empeño por ser un buen ser humano.

De nuestras charlas  plasmo las siguientes enseñanzas.





  • El fin de todo trabajo no el dinero. 
  • Es la satisfacción por lo que se hace.
  • El tiempo es oro. 
  • Es pobre quien no sabe aprovechar el tiempo.

  • La mejor inversión  de los padres con los hijos 
  • es apoyar a los hijos en la educación.

  • Todo lo que se haga, que se ejecute porque gusta y produce 
  • satisfacción. El  dinero llega por añadidura.

  • El cambio es una ley permanente. 
  • Quien no cambie desaparece sin dejar rastro.

  • Las universidades forman empleados. 
  • La vida forma emprendedores.

  • Hay que suscitar  eventos de creatividad en los niños y jóvenes y empoderar a quienes no hacen lo mismo.


  • Hay que formar desde el hogar al niño para trabajar en equipo. Para trabajar en comunidad. 
  • Es la dimensión del hombre la que nos hace seres de la historia.

  • Es rico quien comparte la riqueza, dejando que los otros ganen.
  • Toda acción de emprendimiento que surja de los niños o los jóvenes debe apoyarse. No castrarse.

  • Para reconocer el impacto de las enseñanzas de los padres y 
  • los maestros, se requieren décadas. 
  • Pero las buenas acciones perduran en el tiempo.

 NOTAS:
Si usted tiene una historia por contar, ya sea suya o de un conocido, con gusto la escribo para compartirla.

Si usted, al leer esta historia, le produjo alguna emoción, comparta, y por  favor, deje un comentario en el blog y de una valoración con los click que aparecen al final de cada relato.

 Su opinión ayuda a mejorar los próximos relatos.

Nauro Torres, mayo de 2.014































domingo, 10 de mayo de 2015

JOSÉ ANTONIO BELTRÁN, MÁRTIR DEL OPÓN

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José Antonio Beltrán

de algún lado llegó,

este levita bueno,

con un evangelio de piedra rúchica

vivo, en la médula espinal,

del alma.



Sus palabras de ruda fuerte,

hicieron mella,

como un martillo de verbena

sobre el rudo borde del alma bellezana

acostumbrada

a una vida de kikuyo,

sin sentido,

encerrada

en un túnel de ajenjo

devorándose así misma.



Aquí también se hizo carne,

pensando con las manos de poleo,

alguna vez debió decir,

para sus adentros de arena lavada,

en agua y canto:

las semillas para reforestar el cielo

tenemos que llevarlas de la tierra.



Con afán de caminante

sembró la semilla

de un roble en el corazón del pueblo

lo hizo humildemente

y desapareció en lontananza.


Del escritor y poeta Pedro A. Mateus Marín.


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Al comunero José Antonio Galán, el charaleño, lo martirizaron los españoles. El 13 de octubre de 1981 lo condenaron a muerte separando sus extremidades y cada de ellas fue izada en cada pueblo en donde anduvo para crear temor entre los indios, mestizos, negros esclavos, luego de las fallidas capitulaciones de Ziquirá firmadas entre el arzobispo Caballero y Góngora, en nombre del virrey, que luego desconoció generando, luego una persecución de los lideres comuneros.  

 Al sacerdote José Antonio Beltrán lo mató    un grupo minúsculo de esos que dicen luchar por el pueblo, y  que hoy, quieren sentarse a negociar la paz como lo están haciendo los otros,     que en mas de sesenta años han sembrado el dolor y provocado masivos desplazamientos en este nuestro hermoso país, que tanto esos, como quienes hoy    ostentan el poder político, siguen empeñados en seguir sembrando las diferencias y extirpando la ética de un merecido país civilizado.


Fue un sacerdote cuya alma se encarna cada siglo para propagar las enseñanzas de Jesús, el nazareno, con el  ejemplo, con el servicio y con visión de implementar con la educación y la convivencia, una nueva sociedad que supere la existente, ya carcomida por las bajas pasiones y egoísmos de los hombres.
 
En la tierra del músico Luis A. calvo, el grande de Gambita, Santander, siendo párroco el padre Beltrán como se le recuerda, trazó vías, logró la construcción de escuelas en cada vereda y propició la constitución del colegio de la localidad. Similar misión realizo en la Belleza, al sur del departamento de Santander en la década del sesenta del pasado siglo, en donde precisamente en la semana que comienza se celebran las bodas de oro del colegio     que con su empeño inició actividades académicas un marzo de 1965.
DSC02017 Esta vía que une a Cimitarra con el corregimiento de Rio Blanco, fue trazada por el padre Beltrán. La imagen muestra el viacrucis de los colonos en época de invierno.

En las inhóspitas tierras del Opón, trazó carreteras, logró la construcción de escuelas, fundó caseríos, dirigió la construcción de puentes y el arreglo de los caminos. En San Juan  de Laverde, fue el guardián de los intereses de esa olvidada    comunidad que fue asediada por la guerrilla, obligándola a conformar, entre algunos        de   sus   miembros varones, el primer grupo de autodefensa campesina del pasado siglo en Santander, y posiblemente en Colombia.
PUENTE MADERA SOBRE RIO BLANCO
Este puente colgante fue el resultado de sesiones del padre Beltrán ante la Gobernación de Santander para desembotellar ocho veredas de tres municipios que como piedras del fogón convergen en el río Blanco en el corregimiento del mismo nombre fundado por el mismo sacerdote.

Rayaba su estatura los 1.60 metros, su pelo no se doblegaba, así como su ser, que ante el sufrimiento de las comunidades abandonadas al ostracismo, persistía en despachos por horas para que los burócratas del gobierno y los políticos lo escuchasen buscando soluciones a necesidades básicas como vías y educación; hablaba pausada y tranquilamente como si estuviese siempre solicitando un favor para sí, pero todo era para sus feligreses.
Nunca ostentó el ser cura para lograr que el Estado cumpliera parte de su misión en los abandonados campos santandereanos en los que se entrañó la violencia partidista propagada a hurtadillas por el mismo Estado desde 1948, pero si usó su autoridad clerical para que las familias campesinas, no solo acudieran a misa, sino para que mandaran a los hijos a la escuela y al colegio, pues decía que un pueblo educado, puede construir su destino.
En el libro  El padre José Antonio  Beltrán “Un gigante en miniatura” escrito por el bellezano Pedro A. Matéus Marín, y quien fuera el escudero en las lides para lograr el colegio para la Belleza,   en cuya primera página está el poema con que empecé este relato, se narra la vida y obra de este ilustre sacerdote masacrado a tiros el 2 de octubre de 1991 por un reducto de facinerosos del ELN en la vereda Cocuchonal    del corregimiento de San Ignacio, municipio de Landázuri  del departamento de Santander. Así describe Mateus  al levita:

Era una persona con una inagotable capacidad de trabajo, persistente, rayando a la terquedad hasta obtener resultados a sus gestiones a favor de las comunidades en donde ejercía su     labor pastoral a las que se entregaba con generosidad y empeño
No fue un párroco ostentoso, incluso nunca la parroquia donde ejerció en curato, recibió ayuda alemana para tener un carro; él, siempre se movilizó en bus, y por los campos, siempre tuvo a una consentida, a una que no le dejaba caer ni en las oscuras noches, ni en los lodazales que los aguaceros inclementes caen en las tierras del Carare; una grande y mansa mula negra o vaya en la cual hacía sus intensas y extensas jornadas para visitar veredas y familias escondidas con el azadón, la macheta y la motosierra en las crestas y hondonadas tierras del Sur de Santander, haciendo finca para lograr una familia y un sustento, sin esperar subsidios de familias en acción, ni gratuidad en la educación para sacar adelante a los hijos, que hoy, muchos años después siguen cultivando la tierra y convirtiendo esas antiguas veredas en el olvido, en tierras productoras de comida para las urbes colombianas que como palomares copan los cerros,  cimas  y simas de las crecientes centros urbanos. 
Austero, al extremo, en su vestir y en los objetos de su pertenencia, no tenía reparo en ponerse unos pantalones remendados, o una camisa con cuello volteado; a los zapatos le sacaba el jugo hasta que dijeran ya no mas con un hueco en la zuela”.
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José Antonio Beltrán, “el mártir del Opón” fue un misionero secular. Jorge Leonardo Gómez Serna, el obispo emérito de Magangué, siendo pastor de la Diócesis de Socorro y San Gil, en el funeral ocurrido en la sede, hoy de la Diócesis de Vélez, dijo: “ Lo encontré de misionero en el Opón, lugar que había pedido para servir pastoralmente. Lo visité y misioné con él, compartí su vida, su amistad, su piedad y su trabajo. Repetidas veces le acompañé a las oficinas públicas a sustentar sus proyectos de desarrollo integral para el Opón. Lo admiré por su desprendimiento, su sencillez y su disponibilidad en su entrega misionera. Fue anegado y austero en su porte, luchador incansable por una mejor suerte para los campesinos: trazó nuevos caminos, fundó escuelas y colegios, promocionó a la niñez y a la juventud con la educación primaria y secundaria. Organizó a las comunidades, llevó nuevas técnicas para la agricultura. Enseñó a conocer y amar a Jesucristo, amó entrañablemente a la Virgen y encaminó a sus feligreses en su devoción. Entendió la evangelización como un todo integral, sin recortes y sin mutilaciones, sin falsos espiritualismos, encarnado en la realidad. Su martirio es una gloria para la Diócesis de Socorro y San Gil que seguirá luchando incansablemente para conseguir la paz. Su sangre derramada será semilla de una paz duradera”.
Cuenta Pedro Matéus en su libro “El pequeño gigante” que entre su morral de fique –lease capotera- cargaba, además del breviario y los utensilios para la misa, una armónica que hacía sonar por el camino con el gusto y la maestría que le eran propios; llevaba también un buen trozo de panela para la “chucua” de su mula, al igual que una navaja para pelar los cachipayes, y un rollo de cabuya por si de pronto había que remendar el apero. Al regreso de la vereda los bolsillos reventaban de cuescos tostados, signo inequívoco de que era una  de sus predilecciones. De igual forma, cuando salía de viaje a la ciudad, no era raro que a la vuelta trajera los bolsillos repletos de dulces o miriñaques como él los llamaba, parta repartir a los niños del catecismo, como premio al  buen comportamiento, puntualidad y rendimiento en el aprendizaje de la doctrina. Era enemigo acérrimo de la cerveza y el aguardiente, de doña “Cerveliona” y “Don Aniceto” como él los apodaba; nunca patrocinó bazares, reinados o fiestas que indujeran al consumo de estas bebidas embriagantes. A su modo de ver eran embriagantes para el bolsillo y la salud de sus feligreses, pero sobre todo porque después de unas pocas cervezas o unos cuantos aguardientes, la pelea era segura y el muerto casi una obligación. Los recursos para sus muchas obras de bien común los obtenía de la generosidad de los feligreses y de los auxilios del gobierno conseguidos atreves de los políticos.
Aunque nunca militó en grupo alguno, no dudó en apelar a quienes en el momento tenían en sus manos la cosa política y frecuentaban las plazas publicas de los pueblos en busca de votos en la época electoral. Esta posición, además de proporciónale recursos para sus obras, le creo mas de una incomodidad por parte de sus supuestos contendores quienes nunca mostraron reparo en contradecirlo, muchas veces, hasta el punto de hacer uso de la injuria y la maledicencia, a las que el padre Beltrán respondía con el silencio y la honestidad que le eran característicos en el manejo del dinero.
Cuando bautizaba a un niño exigía que que el nombre escogido por los padres fuese de algún santo, de lo contrario él se encargaba de imponérselo. Para los matrimonios y primeras comuniones escogía días especiales, convirtiendo la administración del sacramento en una ceremonia muy vistosa, con desfile desde la plaza hasta el templo, amenizaba con canción popular “que vivan los novios” que él mismo interpretaba magistralmente al son de la armónica”.
Fotografía tomada en 1955 en la Belleza. Cortesía de Gustavo Ardila.

En el año que en que nació Andrei Sarajov, el ruso que se opuso al comunismo y fue reconocido como premio de la paz en 1975,  el mártir del Opón nace en la vereda La Mojarra en el municipio de Cabrera, pero es bautizado en el Hato, Santander, el 17 de diciembre de 1921 en un hogar campesino compuesto por sus padres,  don Reyes Beltrán y doña Benita Monsalve, y sus hermanos: Joaquín, José María, Pedro Julio, Carlos, Luis francisco, María de la Paz, Evangelina, Amanda Y Ángel María, de los cuales el padre José Antonio ocupó el sexto lugar, sobreviviendo a la fecha, Evangelina. Fue ordenado diacono el 25 de julio de 1950 y como sacerdote  el 24 de julio de 1951. Fue vicario cooperador en la catedral de San Gil hasta 1953 siendo su primera parroquia, Gambita, desde ese año hasta 1964, y entre 1965 y 1969 fue el promotor del despegue urbano del olvidado corregimiento de la Belleza en donde fundó, a los dos meses de haber llegado el Colegio Don Bosco, institución que escogió la semana del 12 al 17 de mayo para celebrar las bodas de oro. Al salir de la Belleza fue nombrado párroco de la localidad donde fue bautizado y en ella ejerció hasta principios de 1984; y en ese lapso, en 1971, con el apoyo del padre Ramón González, director de SEPAS,  hizo estudios de cooperativismo en Israel. Luego de entregar la parroquia de El Hato, gozó de un año-1985-  sabático que uso para estar en la finca de sus padres en la vereda Roncancio en donde se  dedicó   al cultivo y mantenimiento del café, siendo posteriormente aceptada su solicitud de convertirse en misionero en la zona del Opón operando desde el abandonado y no reconocido, hasta ese entonces, corregimiento de San Juan de Laverde.
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Un atardecer de octubre del año en que se proclamó la Constitución de 1991 que reconoció la libertad de cultos, nos dio el derecho a la acción de tutela, se reconocieron los derechos de las minorías étnicas y equilibrio de genero y se inició la descentralización administrativa y se abrió la puerta a la participación política, una célula de las FARC, grupo guerrillero que dominó con miedo y terror la cresta de la cordillera de los cobardes, dio muerte a balazos al insigne sacerdote, luego de un supuesto juicio, acusándolo de auxiliar a los paramilitares de San Juan de Laverde, único rincón de Santander que se puso los pantalones para impedir que ese mismo grupo reclutase y extorsionase a los colonos que con Dios y sin gobierno, se constituyeron en corregimiento, desde donde, acompañados con el ejercito por tierra y por aire, sacaban sus productos y ganados al mercado del Carmen de Chucurí. Hoy 23 años después, de ese grupo guerrillero, en el Carare Opón no quedan ni los recuerdos, pero las palabras del mártir del Opón siguen vivas en cada familia que hoy lucha en comunión para evitar que la extensa zona se convierta en un campo abierto para la explotación de carbón en una área de 4392 hs como    consta en el contrato de Concesión para la exploración-explotación de yacimiento de carbón mineral No. FHD-161 celebrado entre el Instituto colombiano de geología y minería INGEOMINAS, y la sociedad C.I. Inversiones Martínez Leroy Ltda. de comercialización internacional firmada en febrero 7 de 2005.

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El parasitismo del plagio intelectual

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