naurotorres.blogspot.com

viernes, 13 de enero de 2017

Jesús Esteban Cruz, el desplazado seputurero.

Nació en el departamento donde se gestó las FARC. En el departamento colombiano reconocido por la lechona y el tamal. Sus padres, oriundos de Jesús María, Santander, huyeron muy jóvenes de la vereda Cachovenado para esconderse de la violencia entre liberales y conservadores en la inspección de Policía de Planadas en el departamento del Tolima, Colombia.

DANZA FOLCLORICA EN JESUS MARIA SANTANDER COLOMBIA. - YouTube

Juan de la Cruz y Rosalbina, caminaron dos días con sus noches desde el cucurucho donde nacieron hasta la estación del tren conocida como Garavito que estaba en la boca de la montaña para tomar las tierras planas y fértiles  del departamento de Boyacá. El poblado, compuesto por casas construidas en madera, unas, y otras tantas en adobe, fue en épocas pretéritas, punta de montaña, a la que llegaban colonos con recuas de mulas cargadas con maderas finas que intercambiaban por sal, carne, arroz, pastas, arveja, maíz blandito, papa pastusa y criolla, habas, nabos e ibias; mercaban aperos, ropa, petróleo, velas, cebo y manteca. Y luego de un día con su descanso nocturno para guarecerse de la brisa del río Saravita y del Páramo de Saboyá, retomaban el camino de regreso a las tierras que fueron dominio de los caciques, Saboyá y Tisquizoque.

Cachovenado esta en  las faldas de las planadas boyacenses. Vista desde la vecindad boyacense, se observa abajo, hundido, como si naciese de las entrañas de las peñas, que al contemplarlas desde lejos, se aprecian como dentaduras sin labios en cuyas cavidades se esconden los misterios de las entrañas de la tierra, el resguardo de las comunidades indígenas que las poblaron y los cuerpos de las victimas de los enfrentamientos de los hombres, ya por dominios, por colores, o  simplemente por venganzas cocidas en las tiendas y poblados en los que la chicha y el chirrinchi eran las bebidas proferidas por los pobladores.

Juan de la Cruz Velandia y Rosalbina Fajardo, estaban mozos cuando se gustaron saliendo de misa en la parroquia de Jesús María. Y como en la cacería, donde pusieron el ojo, pusieron el tiro, y antes de comerse la presa, hablaron con los taitas que estuvieron de acuerdo. Luego de seis meses de serenatas y atenciones entre las dos  familias de los enamorados, se casaron posteriormente como Dios manda y con el gusto de los hombres: con una parranda de tres días con sus oscuranas.        

Las diferencias entre los políticos colombianos, que desde entonces han manejado al país como una colonizada hacienda, se esparcieron como plaga agresiva, surgiendo a finales de la década del cuarenta del siglo XX la confrontación entre liberales y conservadores que afectó hasta los tuétanos a las familias campesinas colombianas. La amistad entre los Velandia y los Fajardo se vino a pique. Unos defendían a la familia, la propiedad y la religión, y los otros, la familia, la propiedad y la libertad de pensamiento.

Entre Juan de La Cruz y Rosalbina, esas ideas no calaron. Para ellos primaba el gusto por quererse, por compartir, por sentirse uno del otro, pues ya crecía en el vientre de la mujer, el primogénito.

Huyendo de las diferencias familiares, de las diferencias entre credos, y con las ganas de empezar una nueva vida, empacaron sus pocas pertenencias en costales y en mula  arribaron a la estación de Garavito para tomar luego el tren de pasajeros que los dejó en la estación de la Sabana, en Bogotá, y de allí tomaron la flota “ Rápido Tolima” y a Planadas fueron a dar, luego de un día largo de viaje.

Se acomodaron en una pensión un par de noches mientras se enteraron para que lado estaban las puntas en la que iban las familias paisas, huilenses y santandereanas, buscando tierras para descuajar montañas, sembrar maíz, yuca y plátano, para luego, convertir en potreros,  y reclamar posteriormente posesión y la correspondiente titulación en esa inspección que en 1966 fue reconocida como municipio.

A la pareja de santandereanos en Planadas, Tolima, le abundaban las aves como los cerdos; igualmente fueron premiados por media docena de hijos, mitad féminas y mitad cachifos. Los demás colonos comentaban de la amabilidad y juicio de los santandereanos, quienes se ganaron la confianza  de las familias en la vereda que fueron conformando.

Pero el hado maligno del odio y la envidia que crecen en la ignorancia, patrocinada por quienes ostentan el poder político y económico; en la región tolimense se sintió la persecución estatal, y los campesinos que se atrevieron a defender con fuego sus ideas, se organizaron para huir, y vengarse del Estado que los acorraló por tierra y por aire. Otros huyeron selva adentro cruzando el páramo para empezar de nuevo en tierras planas del llano o en el pie de monte, y muy pocos, terminaron en la capital del país. 

Juan de la Cruz y Rosalbina, decidieron quedarse; pues ya habían huido de Santander. Pero una oscura noche, los perros no cesaron de latir. Los viejos, recordaron lo vivido por sus padres en tierras del cacique Tisquizoque, y, se imaginaron lo peor. Decidieron, entonces los dos, huir a la madrugada con los hijos que esa noche estaban en el rancho. Pero al amanecer, fueron despiertos por el olor a quemado y el humo que entraba por las rendijas de la puerta y la ventana. Con precaución, Juan de La Cruz, destrancó la ventana y empezó a abrirla lentamente, y con sigilo, observó al exterior. Sus ojos se abrieron mas, su ceño se encogió, su boca quedó muda y su cuerpo empezó a temblar. Rosalbina, sorprendida y asustada igual, quiso verificar con sus propios ojos para identificar lo que había enmudecido a Juan de la Cruz. Ella intentó gritar, quiso despertar a sus tres  hijas y al varón que dormían en el cuarto de al lado. Pero, prefirió quedarse en estado similar al del esposo, tratando de pensar qué hacer.

Fuera del rancho ardía la ramada donde estaban los aperos de las bestias, la troja del maíz, el molino de piedra. Los perros latían huyendo, y las gallinas huían volando del gallinero. Rosalbina alcanzó a observar unos enmascarados que regaban petróleo frente a la ventana, e imaginó lo que estaban haciendo los aparecidos. Sin cruzar muchas palabras con Juan de la Cruz, despertaron a los hijos, e intentaron salir por la única puerta del rancho, sin lograrlo. La puerta había sido sujetada con alambre en la armella que ellos mismos habían colocado para asegurar sus pertenencias cuando se iban todos a misa los domingos.

Del rancho de los Velandia quedaron las columnas y la viga central que fueron consumidas lentamente por el fuego. Los cuerpos de los integrantes de la familia que descansaban esa noche, los encontraron calcinados los siete junto a la puerta de tabla de cedro que ya estaba convertida en cenizas.

Esa semana en el pueblo, las campanas del templo no dejaron de tañir. Hubo varios entierros colectivos. Fueron varias las familias que esa noche perdieron sus vidas bajo las llamas asesinas de la noche encendidas por quienes intentaban apagar las llamas del descontento campesino. Por ser los muertos campesinos colonos, y por ocurrir las masacres monte adentro, los hechos no fueron noticia en los diarios de la capital.

Los patrocinadores de los facinerosos lograron su cometido: un nutrido grupo de colonos huyó de Planadas. Unos monte adentro, otros regresaron a sus lugares de origen, y otros regresaron a la capital, y de ahí, tomaron la Flota macarena y a la zona del mismo nombre, fueron a dar.

Juan Esteban y su hermano Serafín, hijos de Juan de la Cruz y Rosalbina, se salvaron de morir calcinados porque esa noche estaban durmiendo en una ranchería monte adentro en la estaban tumbando monte para un colono que los había contratado por semanas. Juan Esteban tenia, en ese entonces, 18 años. Y su hermano, Serafín, empezaba los dieciséis. Escondiendo la rabia entre el dolor, y agradeciendo a los vecinos de la vereda la colecta, estuvieron en el funeral familiar de los Velandia Fajardo. Y sin regresar a la finca que habían hecho junto con sus padres y hermanas, huyeron en la madrugada en el primer bus que iba para la capital del Tolima, y de allí, terminaron en Bogotá, para embarcarse luego a la punta de lo trocha en la sierra de la Macarena, en el Meta.

En la región de la Macarena los hermanos Velandia Fajardo se ganaban honestamente el pan diario, trabajando en el campo. Y como sus padres, avanzaron montaña, la tumbaron y convirtieron en cementera, y posteriormente, en potreros.

Juan Esteban Velandia antes de cumplir los cuarenta años hizo su finca y vivía con su familia, de los cultivos de pan coger y de la leche que producían algunas vacas sanmartineras. Pero en el 2003, Luego de iniciar el gobierno de la “seguridad democrática”, una noche le robaron las vacas con sus crías, y en el establo, encontró un panfleto con un mensaje escrito con lapicero de tinta negra sobre una hoja de cuaderno rayado: “ Tiene 48 horas para abandonar la región. Usted es colaborador de la guerrilla”.

Se acordó de lo que vivieron sus abuelos en Santander. Revivió lo que vivieron sus padres en el Tolima. Tuvo mas claros los motivos por los cuales huyeron, jóvenes sus padres, de la tierra de Efraín González, y, murieron calcinados en una vereda de Planadas, Tolima. Y sin pensarlo dos veces, huyó con su familia al casco urbano de la Macarena que ya era cabecera municipal.

Puso en conocimiento de lo ocurrido al alcalde, quien prometió ayudarle con algún trabajo. Fue contratado a destajo para limpiar a machete el cementerio. Estando en la limpieza, la misma autoridad le solicitó abrir fosas para enterrar unos cristianos sin nombre. Y desde ese día no dejó de abrir fosas y enterrar desconocidos. Y para hacerse merecedor del jornal completo, el alcalde le pidió ayudar al medico legista  a tomar datos de cada occiso, a arreglar los cuerpos, a colocarlos en el féretro, abrir la fosa, a enterrar a cada victima que tiraban en el improvisado anfiteatro del cementerio de la Macarena.

El cementerio de La Macarena | Colombia, guerra y paz

Eran tantos los muertos que abandonaban en bolsas negras en el anfiteatro, que el medico legista renunció y abandonó la región. Y desde el 2004 hasta el 2008, Juan Esteban cumplió el oficio de  legista y sepulturero encomendado por el acalde que le dio una mano cuando llegó desplazado por segunda vez.

 - Cuenta Juan Esteban que los muertos llegaban como arroz al anfiteatro. Los traían los soldados, ya en jeep o en helicópteros. Eran jóvenes menores de 23 años. Sus cuerpos escondían las balas de la legalidad, y llegaban casi siempre, vestidos con uniformes de la la guerrilla.

Juan Esteban debió, a finales del 2008, abandonar la Macarena. Fue señalado por la guerrilla como colaborador del ejercito. Junto con su familia, llegó a una de las invasiones de Villavicencio, y, desde entonces, trabaja como vendedor ambulante, oficio que debió dejar por solicitud de la actual alcaldía de la Macarena. Por exigencia de la Fiscalía General de la Nación, Juan Esteban regresó al cementerio de la Macarena, a explicar cada uno de los registros que hizo de cuerpos enterrados como NN pero que fueron cuidadosamente registrados con señales por el sepulturero,  y contribuir de esa manera a identificar a mas de tres mil cuerpos  jóvenes que perdieron sus vidas bajo las balas, unas legales, y otras, ilegales, y contribuir a colmar el dolor de familias que desde entonces, buscan a sus seres queridos que fueron reclutados a la fuerza o sacados de la misma manera de sus hogares.

Exhumación de NN en Colombia - Archivo Digital de Noticias de ...

A unos los bautizan con el nombre de cruz. A otros les cargan una cruz. A otros los obligan a poner cruces; y a la mayoría de colombianos de a pie que quisieron convertir los campos en un edén de paz, les pusieron una cruz, la cruz de la violencia hasta por tres generaciones, pero esa misma mayoría de victimas ha expresado su intención de perdonar para que las nuevas generaciones conozcan la violencia  leyéndola en los libros, y cesen por siempre los forzados desplazamientos y reclutamientos.

 

 

Enero 12 de 2017. Puente Nacional, finca la Margarita.

NAURO TORRES QUINTERO

16 comentarios:

  1. Muy buen relato esa es la triste historia de miles de colombianos los Ultimos 60 años

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Cordial saludo. Linda semana tenga. Gracias por su presencia anónima en el blog; pero reconfortante para el suscrito.

      En mis recorridos por Colombia, por mis trabajos en el sector rural, por la historia de mis ancestros, el desplazamiento campesino empezó en 1.948, y aun continua en los departamentos marginales del país. Conozco casos que el desplazamiento se ha dado ya hasta la cuarta generación, pero los hermanos campesinos, en vez de irse a la ciudad, buscan otro extremo para empezar vida, la vida que aprendieron de sus mismos ancestros, tumbar selva y empezar de nuevo.

      Eliminar
  2. PROFESORA GRACIELA RODRIGUEZ

    Es una historia muy triste, pero real de lo que viven los campesinos que queriendo ganarse la vida honradamente no los dejan y siendo Colombia un país tan rico está vuelto nada por el hambre de poder y tener N

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Esta historia no contada en los anales de la historia, es un viacrucis el que ha vivido el campesino colono, colombiano.

      En mis viajes por el Catatumbo, Putumayo, Arauca, uno se encuentra con dramas desgarradores generados por el reclutamiento, el desplazamiento y la marginación.

      Eliminar
  3. PROFESORA YENNY ZARIT BAUTISTA

    Interesante y triste historia que revela el tinte desgarrador de la guerra.

    Gracias por compartir.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Colega Zarit. Mi narrativa a olor a tierra también revela el drama del hombre del campo que lucha por sobrevivir, por tener una familia, por hacer patria. Pero a la vez, es mostrar esta Colombia diversa, compleja y sin un rumbo claro desde dos siglos antes.

      Como quisiese dedicarme a la poesía y no dejarme interpelar por el drama humano y solo reconocer que lo que importa es la belleza y la contemplación; pero mis raíces, como las cabras, me tiran al monte, pues en esos parajes nací, y a ellos regreso cuando puedo. Conocí esta familia hace años y en 2.016 les visité en la Macarena.

      Eliminar
  4. Hermes Miguel Garcia Ruiz

    Historias como las de Jesús Esteban Cruz son miles y que nunca son ni fueron contadas para la desgracia de muchas víctimas.

    Nunca habrá paz sin justicia , verdad, perdón y reparación y lo veo muy remoto por que la justicia está contaminada, hay un basto sector que no quiere que se sepa la verdad, pues se han venido beneficiando políticamente, económicamente para seguir gobernándonos a su antojo desde décadas.

    ¿ Hasta cuándo ?

    ResponderEliminar
  5. Triste asumirlo, pero hay tantas cruces de madera en los cementerios de poblaciones marginadas como desplazados en nuestro país. Desplazamientos que empezaron en 1.947 y aun se producen en los departamento periféricos colombianos.

    Nosotros incluso, Hermes, sufrimos desplazamiento.

    Pero el proceso de paz, con los defectos que puede tener, no es una armisticio, sino un acuerdo para parar la guerra, para conocer las causas de la guerra, identificar a los determinadores, reconocer a las victimas y restaurarles derechos. La JEP y la comisión de la verdad, tienen esa tarea.

    Pero hay fuerzas, cada vez mas explicitas que buscan las trucuñuelas juridicas y las marrullerías en los estrados del poder para impedir que la verdad sea conocida.

    Los tres poderes están contaminados. Bien lo afirma usted. Pero hay unas voces que creen que las nuevas generaciones merecen un país diferente en el que el odio, la guerra y el poder al servicio de unos pocos, sea el pan de cada día.

    Quienes escribimos desde el dolor de las grietas de la tierra, tenemos la tarea de mostrar con otra óptica los hechos que nos llegan con otros lentes desde los medios de comunicación.

    ResponderEliminar
  6. Jose Delgado

    Tristeza de ver correr sangre como si fuera un río!!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Cordial saludo, José Delgado.

      Usted se fue del pais a tiempo. Si bien debe extrañar su tierra al brotar los recuerdos, ha vivido a la distancia el drama nuestro, un drama que bien describe usted como un río de sangre. Hoy guardamos los viejos el derecho a conocer la verdad, a que haya justicia y reparación.

      En los últimos 20 años la suma de muertos, creo fue mayor a los últimos 50 años del siglo pasado. Claro hay una diferencia, en ese entonces, con los muertos se enterró el conocer la verdad y el reclamar la justicia.

      Eliminar
  7. Pedro A. Mateus M.

    Evocador relato..apreciado colega...

    A propósito, pienso que la historia de nuestros odios y malquerencias vigente aun, no se ha escrito, y ni siquiera se ha comprendido; para llamarlO de alguna manera se ha denominado "violencia"; no ha resultado fácil establecer culpables a diestra y siniestra, pero no hemos tenido el valor de reconocer la común responsabilidad que nos compete a los colombianos en esta endiablada danza de la muerte presente hoy como ayer...

    Cuando sucede un hecho lamentable salimos con los puños en alto, leños de rabia y deseos de venganza, a pedir "justicia" contra el o los culpables, cuando en realidad lo queremos es castigo sin entender mucho lo que significa justicia.

    Esa es nuestra tragedia, una historia siempre equivocada...

    ResponderEliminar
  8. Si. Igual tengo igual percepción. Tal vez que no hemos encontrado esas fuentes; pero "la historia de nuestros odios y malquerencias, alguien debe estar en eso, escribiéndolas para conocer las causas, los causantes, los victimarios...

    Tenemos el derecho a conocer la verdad, a que haya justicia y reparación. Y por lo leído en el acuerdo de paz, en eso se empeñaron los negociantes, garantes y partes en conflicto.

    Y pienso que esa verdad tendra que darse a conocer, para que todos hagamos catarsis y dejemos de "salirnos a puños en alto, leños de rabia y deseos de venganza a pedir justicia contra los culpables..."

    Compañero de aula, compañero de escribanias, compañero de los años del ocaso, compañero de anhelos y sueños frustrados en una país en paz y en justicia, prefiero ir al sepulcro guardando la esperanza que los nuestros nietos podrán vivir un país en lo social, mas justo y fraterno. Al menos nuestros hijos no vivieron las circunstancias que nos correspondió vivir en la niñez. Y hoy la contamos para que no haya repetición.

    Y si. es verdad, la historia, la historia de Colombia ¡siempre equivocada¡ Algún día alguien comprenderá lo que usted quiso hacer ver con esa frase final en el comentario.

    ResponderEliminar
  9. JORGE ARDILA BARRERA

    Sencillamente impactante y maravillosa. Muchas gracias por compartir. Saludos

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. CORDIAL SALUDO. Personaje, gracias por acompañarme con su lectura.

      Eliminar
  10. ABOGADA YAZMIN ANGARITA SAN GIL

    Un gusto leerle me agrada mucho. Un abrazo y lo espero un abrazo💕

    ResponderEliminar
  11. PROFESORA RALQUEL MONSALVE, SAN GIL

    Es la triste realidad que viven muchos compatriotas, que difícil es nuestro pais.

    ResponderEliminar

El parasitismo del plagio intelectual

  El apropiarse de los méritos de otro u otros, el copiar y usar palabras e ideas de otros y sustentarlas o escribirlas como propias y usa...