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martes, 3 de septiembre de 2019

"El medico que salvó una partera": PEDRO GUZMAN BUELVAS



Mi madre, con 88 años vive sola en el campo. Dice que de la casa, la sacan con las patas pa´lante el día que se muera.

Celina Buelvas, nació el 12 de enero de 1.928. Empezaba 1.952, un año bisiesto. El 5 y 6 de diciembre del mismo año en Ciénaga, Magdalena, unos tres mil  campesinos entre varones, mujeres y niños cayeron bajo las ametralladoras guindadas en las esquinas de la plaza operadas por  300 soldados colombianos que recibían ordenes de proteger los intereses de la empresa gringa, Unitet Fruit Company que se había apoderado de miles de hectáreas para la siembra del banano y había reclutado obreros de diferentes partes del país. Los trabajadores con sus familias estaban en la plaza del pueblo en una huelga general reclamando, entre otros, los siguientes derechos: Seguro colectivo obligatorio, reparación por accidentes de trabajo, habitaciones higiénicas, descanso dominical, pago semanal, cesación de prestamos por medio de vales y mejor servicio hospitalario. Los saldados recibieron la orden de disparar por tres veces. Sobre la cantidad de victimas, unos cuentan de tres mil, para las cifras oficiales, fueron entre 15 y 20. los sobrevivientes narraron que los muertos los treparon al tren del banano y los botaron al mar.

En una distante finca  de la tierra bautizada con el nombre de la Virgen de los conductores, una humilde familia empezaba a celebrar el nacimiento de un nuevo heredero de la miseria. Fue un día ardiente del verano  de febrero. El calendario gregoriano tenía marcado el 16 de julio como la fiesta de la Virgen del Carmen estatuida desde 1.251.
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Vivió de milagro por la destreza de la partera.

La morena Celina estaba ya sobre los 270 días de embarazo; rompió fuente estando lavando los trastos y poniéndolos a secar en el tendal del rancho en la finca Sabaneta escondida en el corregimiento Bajo Grande del municipio del Carmen de Bolívar. Ya había entrado la noche que aparece por el lado opuesto que se oculta el sol. Israel, dos años menor, montó la burra y se perdió en la noche rumbo al rancho de  miciá  Mercedes Suarez, la partera de la región. La comadrona, acudió en un santiamen mientras el dueño del predio rural, asustado, con el gañote seco y la lengua pegada al paladar,  atinaba a hablar menos sin  preguntar, pero si, a orar en silencio a San Miguel, su arcángel custodio.


Registro de la juventud como estudiante en la ENSIN

La morocha Mercedes era corpulenta, alta y dicharachera. Reconocida en el territorio por curar, sobar y ayudar a dar a luz a chinos que como gallinas finas, se reproducían para ayudar en las parcelas, unos; y otras, serían cocineras. Había aprendido el don de sus ancestros. La busabuela, abuela y madre  prestaban el servicio de acompañar, auxiliar y atender a las parturientas en la comarca. Las parteras, aun son necesarias en los rincones colombianos en los que los hospitales están a días y horas en lancha, o a pie, de los hogares de la gente trabajadora que labora en las montañas del país.

Acomodó a Celina  sobre el cuero que hacía de colchón en el catre de cedro en cuyo marco, cuidadosamente habían tratado, secado y tejido con cuero de bovino que, al tocarlo con un palo, sonaba cual tambora. La palpó. Se persignó y entre dientes dijo una oración con fe, anunciando luego que la criatura venia de culo y séria un parto muy doloroso lento y peligroso para el angelito que pedía pista  en la puerta del horno.

Israel le aprontó a la mano de Mercedes una botella de ron caña con alcohol. La partera se desinfectó las manos y elementos usados para facilitar el parto. Celina  estaba en  el trabajo de parto; Mercedes usando sus manos  fue ayudando a acomodar la criatura para ir sacando con calma y destreza, primero los pies, las piernas, las manos, los brazos, y finalmente, la cabeza. Cortó  y amarró con destreza el cordón umbilical  El chino venía de nalgas y  estaba  amoratado.  Algunos lo dieron por muerto, mientras los hombres jartaban ron caña.  Mercedes, con la criatura envuelta en un cobertor caminaba con ella, en el rancho, haciendo con sus pasos una cruz, mientras le soplaba la mollera. Había nacido con piel tostada y a la sombra; rezaba jaculatorias a sus dioses africanos y a las deidades que los evangelizadores habían inculcado a sus mayores. Dos horas después del parto, el chino abrió los ojos y tocio frunciendo las cejas.

La alegría familiar  fue compartida con un sancocho de gallina  preparado por una comadre ese lunes de luna llena y ventarrón. La familia estaba contenta; había nacido el segundo varón en los  Guzmán Buelvas. Israel, celebraba y chicaneaba al tener otro hijo macho. Continuó celebrando con otra botella de ron. La tomó con sus manos callosas; la destapó ante la mirada de los vecinos que empezaban a llegar a congratularse con el nacimiento. 

Se echó el primer trago.

¡ mierda¡. Gritó avisando a los presentes.

–¡Esta joda es agua¡

y mirando inquisidoramente a Mercedes, balbuceó:

-¡No joda negra, tu no te desinfecta`te las manos para recibir al chino¡ El alcohol es el que me empecé a jarta´c.

-¡Se va a morir de una infección, ya la vieja, o el chino¡ vaticinó.

Los padres de la naciente criatura acordaron solicitarle el favor  al amigo, Pedro Fernandez y la señora Gilma, la esposa,  que mandaran cristianizar el churumbel en la fiesta de la Virgen del Carmen el siguiente 16 de julio.  Ya  estaban de acuerdo en los apelativos. Tendría el nombre del abuelo paterno y sería presentado a la Virgen bajo la protección del Arcángel San Miguel.

Desde entonces, se le conoce como Pedro Miguel Guzmán Buelvas.

En la vida, el tiempo mas feliz es la niñez.


Entre la casa y el corral, la huerta y el caño, el patio bajo el zapote, Pedro empezó a caminar luego de entrenarle sentado en un caminador elaborado con saco de fique acomodado en un bejuco tejido cual calzón que pendía de  una de las bigas de la casa de bareque. Dar de comer a las gallinas, corretear los patos, buscar los huevos de las gallinas sabaneras, traer el agua, correr por los potreros cual adán desbocado,  construir carros de cartón y tapas de cerveza y jugar con ellos en el patio, fueron actividades que lo entretenían bajo la protección de Celina y las enseñanzas de Israel y los padrinos que ocasionalmente visitaban a los Guzmán con sendos presentes para el ahijado. Con los años, recuerdos de ellos, no prevalecen. Fueron personas mayores que no le brindaron apoyo y guía. Murieron unos años después.

Como cualquier niño del campo, en ese entonces, usó zapatos de piel y pantalones invisibles. Una gallina copetona le hizo el milagro de que le pusieran pantaloneta. Estaba dando maíz a las aves de corral, la copetona le picoteo el pipí dejandoselo como un boom boom. En la costa colombiana es  señal que el chivato esta creciendo y hay que vestirle con pantalones.

El perfume de la maestra 

Ella vestía jardineras de colorines. En esos años de la década media del siglo pasado, la mujer no vestía como los varones. Era de tez blanca, pelo lacio, ojos claros, manos suaves y voz encantadora. Pedro estaba muy pendiente de esperarle en el camino que terminaba en la casa de adobe y teja de zinc pintado de rojo que los lugareños habían construido comunalmente para educar a los hijos. Usaba un suave y agradable perfume que Pedro recuerda cada vez que aprecia las rosas.  Irene se llamaba. Fue su primera maestra. A ella, le fueron entregados los primeros regalos, eran las onces del niño admirador.



Es el tercero de seis hermanos. Cuatro de ellas, mujeres. Terminó la primaria en un colegio privado en el pueblo. Cursó la básica secundaria en la Escuela Industrial del Carmen de Bolívar. Los profesores le escogieron electricidad  como  especialidad. Semanas después, Israel enterado del oficio que le enseñarían en la escuela técnica, luego de empujarse unos rones en la despensa de un compadre, con machete al cinto se fue a la institución anunciando su presencia  trinando el machete  contra el anden. Iba a exigir que le sacaran al crío de ese taller. No quería ver a Pedro en el piso amoratado a como estuvo cuando nació. Días antes, el pueblo estuvo de luto. Un carmelano había muerto al intentar colgar de la red eléctrica un cable para tomar a hurtadillas el fluido eléctrico para el rancho. El director del taller de electricidad, quien debió atender al padre preocupado y ofuscado, cortesmente y con mesura dio las explicaciones de los cuidados e importancia de esa especialidad para el desarrollo del país. Sería el motor del crecimiento económico de numerosos colombianos emprendedores. Israel aceptó las explicaciones y regresó a la finca mas tranquilo y orgulloso de su muchacho que estudiaría para no quedarse en el pueblo. Fue tan buen electricista que le dieron el titulo de experto dos veces. Y en ese oficio empezó a atrabajar el 23 de diciembre de 1.972, un día después de haberse graduado como bachiller técnico, en la planta de soda de Betania, cerca al ciudad donde cursó en bachillerato técnico.



Pedro Miguel y Nauro Torres en  2019 en el consultorio

 LA ENSIN Y LA OFERTA DE BECAS A LOS MEJORES ESTUDIANTES

Zipaquirá a mediados del siglo XX se había convertido en zona industrial nacional. Estaban asentadas empresas insignes colombianas como Peldar, Malterias Unidas, Salinas de Colombia, planta del Acueducto de Bogotá, Purina, y varias empresas petroleoquímicas. El gobierno liberal de Carlos Lleras Restrepo se caracterizó por impulsar el desarrollo del país a partir de la educación, tarea encomendada al MEN que a finales de la década del sesenta implementó la formación de maestros para las áreas técnicas de las escuelas e institutos industriales encargados de formar la mano de obra para la industria que requería el país. La escuela industrial nacional de la localidad la transformó en Escuela Normal y por una década formó a jóvenes de las diversas escuelas técnicas dispersas en la geografía nacional que hubiesen ocupado los dos primeros lugares en el grado 4o. a quienes les ofrecía una beca que incluía estadía y costos educativos.

El oficio del ofrecimiento llegó en noviembre de 1.969. El profesor de la especialidad Esteban Sierra, comentó a los dos mejores del curso.  El rector Rodolfo Lindarte Bustamante les notificó de la beca en  la clausura del año lectivo, junto con los diplomas de reconocimientos académicos y comportamiento, a los jóvenes, Mario Segundo Peluffo y Pedro Miguel Guzmán Buelvas, con  un oficio que los convertía  en  merecedores para continuar estudios técnicos en la ENSIN.

Becados y en avión para la capital.

Tras si, dejo los recuerdos y partió para el interior del país en compañía de Mario Peluffo, otro becado. Viajaron a Cartagena donde tomaron avión para Bogotá. Con tristeza  dejó a su hermano -que nunca le presto el jumento para otros menesteres, sino para cargar la leña-, y a sus hermanas y padres.  Ya no tendría que quedarse mudo cuando tronara porque en las capitales, Dios no manda los truenos y la lengua no se la cortaría con los dientes como esperaba que no ocurriera mientras vivió en el Carmen. Dejó el periódico mural del colegio en el que cada lunes colgaba recortes de prensa con fotos y noticias deportivas, y escribía otras a mano mientras los demás jóvenes jugaban futboll.


Cual Juan tenorio, abundan los gratos recuerdos de ellas.
Recuerdos en la ENSIN

El tono  verde de las sabanas del altiplano, la gigante ciudad de la capital del país, el frío y la ropa de lana y paño, El arroz con lentejas y papas saladas, el agua helada de las duchas, el amor a Flor, la zipaquireñita que vivió en el barrio Concepción para la salida a Pacho, que le buscaba en el portón del internado cada vez que podía viniendo de regreso del trabajo en la gran ciudad; el conocer los catres y aprender a tender y colgar la ropa, la rígida disciplina del internado, las aventuras vividas en el trayecto entre el internado y los talleres, y  el paro de 1.972; el segundo amor arrebatado en franca lid por Jorge Segura; -de ella, tiene presente que tenia una caries en una de las persianas frontales en la que guardaba comida para los hambrientos internos-; el señorío de la señora Elvia Garzón, directora del MORER al que vinculaba jóvenes del internado para alfabetizar a los presos y desarrollar el ser social de los estudiantes que por voluntad propia acudían a la casa de la filantropa, en cuyo espacio afloraron el gusto por la declamación, el teatro, el canto y la narración que hacia de las fiestas de las Mercedes, un grato día para los reclusos de la cárcel municipal, y para los estudiantes, la oportunidad de mostrar habilidades estéticas y pedagógicas; fue monitor en contabilidad y comercio escogido por el coordinador académico, Carlos Caicedo. El uso del debe-haber-saldo- en la ecuación de un balance, fue pan comido para el protegido del arcángel San Miguel.   Son recuerdos que afloran al evocar los tiempos en la ENSIN.


En la vida estudiantil, hay amigos que prevalecen en los recuerdos. Mario Segundo Peluffo, el paisano y competidor académico, es recordado por lo patán y espontaneo; inventó el “pelufómetro”. Tenía los pies tan grandes que era el encargado de hormar los zapatos de los internos. En una de tantas borracheras, sin un zapato quedó. Se acomodaba las prendas que otros ya no usaban. Nauro Torres por creerse de la jai lingh y por el peinado ondulado de medio lado cual Oscar Golden. El caminado arrastrado de Norberto, el nono de la promoción 72. Por la ingenuidad de Marcos Guarnizo el electricista; trabajó con él en la planta de soda, luego en Peldar: Se enamoró. Dió estudio a la esposa, y en la universidad se la parcelaron. Félix Enciso Velasquez, el orador y compositor juvenil. Fue quien le ganó en composición póstuma con el panegírico que hizo al compañero interno que un fin de semana se fue a casa y murió ahogado en la laguna de Fuquene.

Pedro Miguel no fue una deportista como otros tantos de la promoción. Era atleta y jugaba ajedrez. Participó en competencias del juego ciencia en Nemocón y Zipaquirá. En San Gil fue el campeón, derrotó al profesor Raul Remolina, colega del Colegio Guanentá. 

El titulo de bachiller era lo máximo en ese entonces.

En ese entonces, el ser bachiller equivalía hoy a una especialización. Se conseguía trabajo con relativa facilidad. Todos los egresados 1.972 salieron con el empeño de trabajar para obtener ingresos para cubrir las necesidades básicas y enviar dinero al hogar para aliviar las deudas y las necesidades básicas familiares.

Pedro Miguel, junto con los demás técnicos electricistas ingresaron a trabajar a la planta de soda en Betania. Él, trabajó dos meses y con los $ 1.300,oo mensuales que recibió de salario, pagó la libreta militar, compró un par de pintas, y giró dinero a Celina. En la jornada de reclutamiento Pedro Miguel fue diagnosticado con “frotis pericardiaco”. Ademas de la pena y el haber pagado porque lo viera el medico empeloto, el bachiller quedó atónito con el diagnóstico. Tenía el corazón grande y  pegado a las costillas y los años de vida estaban contados si no lograba conseguir un  donante. Ya tenía la libreta militar gracias a que pudo pagarla y a un diagnóstico que justificó el “no apto para el servicio militar”. Ese día los calzoncillos se le mancharon, primero por la vergüenza y segundo por el diagnostico médico.

Profesor por necesidad, oficio fugaz

A finales de enero de 1.973, a la casa paterna le llegó un telegrama. Había  sido nombrado profesor de electricidad del Colegio Guanentá de San Gil. Los demás colegas de la especialidad, para probarlo, lo asignaron para los grados décimo y once. Tenía 21 años. En este colegio nacional estuvo algunos años ejerciendo como docente, profesión a la que llegó por necesidad personal y familiar. Necesitaba cubrir los gastos personales y enviar dinero a Celina. Pasó en la UIS en medicina junto con dos discípulos, estudios que terminó a principios de la década del ochenta, gracias a una mecenas que, por amor, lo sostuvo hasta el final.


En el consultorio, los pacientes y colegas le celebraron un cumpleaños vegetariano.
Entre aventuras y anecdotas, sabanas y camillas

Entre camillas y sabanas, corredores y caminos, trochas y avenidas, veredas y municipios veleños, ha trascurrido la vida de este profesional que, de carmelano le queda el hablado coteño. 38 años en la provincia mas folclórica y musical de Colombia lo convirtieron en un puentano mas.   A la tierra del compositor Lelio Olarte llegó a hacer “el ruralito”. Fueron dos meses en el hospital atendiendo toda clase de urgencias. Solo logró salir una vez a Bogotá a cumplir una furtiva cita de amor con una bella mujer ajena. La provincia estaba una invernada y la ampliación del vía a Bogotá estaba en construcción. Graduado como médico, solicitó a la Secretaria de salud de Santander lo nombrase en donde hubiese vacante. Estaba Cimitarra y Sucre. En la primera población un político nombró a un recomendado y al carmelano lo nombraron al lugar en donde otros no habían aceptado.

En honor al venezolano, José Francisco de Sucre y Alcalá, el gran mariscal de Ayacucho, por decisión de la duma departamental de Santander, el 3 de agosto de 1.892 se creo el municipio de Sucre. Empezó la vida jurídica en las tierras altas y planas del hoy corregimiento de la Granja por solicitud de Gonzalo Sánchez, pero la casa municipal fue incendiada una noche por habitantes del mismo municipio que trasladaron la documentación a la vereda de Cúchina, de cuyos parajes varones conservadores armaron “el batallón de chuchineros” que enfrentó a los cachiporros en la guerra de los mil días.

Guzman Buelvas, en plena juventud se entregó con vida y alma al trabajo. Diagnosticaba, hacía cirugías, prestaba primeros auxilios y recorría los 600 kilómetros cuadrados de la municipalidad, unas veces en carro, otras a pie y lo mas común, a caballo. Por la fidelidad al principio hipocrático, auxilió a guerrilleros, campesinos y citadinos con igual diligencia. Por formarse como medico integral, hizo cirugías complejas salvando vidas, unió trompas y recetó anticonceptivos para regular la población. De sus acciones hablan los pobladores de Puente Nacional, Sucre, Jesús Maria, Florian, Bolívar, Guavatá que han sido pacientes.

Recordar es vivir. Y vivir es disfrutar la vida como se va presentando. Pedro no fue la ultima palabra en su hogar; tampoco en la escuela, menos en las relaciones furtivas que  aparecieron  por doquier. En la ENSIN alcanzó a sumar un amor en cada punto cardinal de Zipaquirá.  Pero si lo es, en  el hospital. Es reconocido como una autoridad medica,  aunque en asuntos de faldas es un marinero que registra en la agenda existencial las anclas al mar olvidando cada vez que son elevadas para partir a otro puerto. De niño, cuando le purgaban con quinopodio, debía ir con frecuencia al matorral, y las gallinas tras si, se peleaban las lombrices que arrojaba el purgado. Ya con pelos en el pecho, las féminas hacían fila tras él, como las aves de corral.

En Zipaquirá probó el pistilo de una Flor, perdiendo en un santiamén,  la pureza del estambre, -sin el beneplácito de Carlos Silva-. Ella, pagó el hotel. La segunda conquista tenia el nombre hebreo que significa “señora”. Estuvo enamorado por tercera vez. Ejerciendo la docencia, una tunjana le parceló totalmente el estambre, y ella, por las gracias y frecuencias  con que lo hacía, lo apalancó financieramente para terminar la medicina en la décima universidad ranqueada en Colombia. Lo visitaba, según el alboroto de las hormonas. Un hotel reconocido, un almuerzo en pezcocentro y las energías recargadas con los mariscos quedaban exprimidas de regreso a la UIS. Otra tuvo nombre galés que significa “mujer alegre” y en la historia hay homónimas de pintora y actriz gringa; ya era madre y esposa. De profesión afín. Tenía cuerpo de palmera, tez de zapote, piel aterciopelada, labios carmesí, mirada sensual, pasión de felino y riesgo acróbata. El escenario, una habitación del Quiratama en Bogotá. Había tanta conexión entre los amantes que una noche era una corta eternidad. Fueron nueve eyaculaciones en las cortas horas de la jornada tibia y húmeda. La noche fue tan embriagante que en la ciudad de los parques; si no había dinero, solo para el periódico El Tiempo, como pareja acudían a inmobiliarias cercanas interesados en un apartamento. Pedían las llaves para conocer el inmueble y como cualquier gallo kiko fornicaban sin descanso sin leer el diario extendido en el piso.

Solterito y a la orden

No es un varón de compromisos nupciales. Es padre de dos hijos varones, uno abogado y otro administrador hotelero. Y como un colibrí, vuela de flor en flor, sin pensar en la soledad de la vejez.

Estaba recién graduado de médico. Tomó unos días de descanso regresando al pueblo en donde ya vivían los padres. Les tocó vender la finca. Encontró a Celina enferma. La trasladó a Bucaramanga y la puso bajo observación de algunos de sus maestros. Le ordenaron exámenes. Éstos revelaron  un linfoma difuso. En palabras sencillas, un tumor en un ganglio. Pedro Miguel recibió el diagnóstico como el agua fría de las mañanas en la ducha de la ENSIN. Los colegas afirmaron que ya no había nada que hacer. La madre, quien siempre confió que su hijo médico la curaría de toda enfermedad, murió en los brazos del uno de los mejores bachilleres de 1.972. Falleció el 4 de septiembre de 1.979. Tenía 54 años. Israel, el padre, fue tras ella dos años después, el 11 de agosto de 1.981. El hermano mayor, años mas tarde falleció de leucosis. .  Desde entonces como ser humano y medico asumió que la muerte es una compañera de la vida, y los médicos, una vez conocidos los diagnósticos, deben velar porque los pacientes lleven una vida tranquila, sin olvidar que en la vida solo tenemos algo seguro: la muerte. Pedro Miguel nació y vive con una estrella. Los nonatos hoy, si la madre no se le opera para sacar al bebé, éste muere.


Ecoposada La Margarita. Puente Nacional, agosto 7 de 2019.
Otra historia sin contar.
#Nauro Torres 












martes, 27 de agosto de 2019

Plácido Montenegro Castro "El llanero boyaco"

Maestro de día,  maestro de noche

En las vegas del río Orotoy, en la vereda que lleva el mismo nombre, en el hoy municipio de Acacias, Meta, en un amanecer llanero, nació un varón en una familia colona  proveniente de Sutatenza, Boyacá que  había llegado a la región en 1.936. Fue el quinto de una  docena, de los cuales, ocho fueron propicios para trabajar en la finca con el machete, con el rejo, con las mulas y el azadón.

Placido, el llanero.

Por lo apacible y tranquilo que era el guambito, el padre, quien siempre determinaba los nombres de los varones, le mandaron quitar el pecado original bautizándolo como “Placido”. Había nacido el 24 de septiembre de 1.948 en pleno surgimiento de la segunda violencia partidista en Colombia.  En esa región de los llanos orientales  surgieron, y otros llegaron  a sumarse,  un año después, las guerrillas liberales liderados por Guadalupe Salcedo y Omar Aljure con el apoyo financiero de Carlos Lleras Restrepo para enfrentar a los “Chulavitas”, paridos bajo el gobierno de Ospina Pérez, luego del bogotazo, y que por cinco años, sembraron terror en zonas liberales desplazando a los labriegos mas a las montañas, y en otras partes de Colombia, fueron los conservadores  los desplazados por la chusma liberal.


Plácido Montenegro, 1.972.

Hijo de padres colonos

Nació en la finca Morotoy, en ese entonces, estaba a cuatro horas de camino a caballo desde el incipiente poblado de Acacías que se había constituido en 1.920 sobre la recién vía al llano como punta de colonización fundado por un liberal  con el nombre de Boyacá, población adscrita a San Martín.  A principios de 1.950 los conservadores se apropiaron de la región de Acacias, y  la familia Montenegro Castro, de origen liberal, para proteger la vida,   se vieron obligados a vender la parcela en $ 12.000.oo y se desplazaron a boca de monte, en la vereda Irete donde iba la colonización en la región de Granada.  Compraron un terreno baldío  ondulado de 150 hectareas que debió a hacerse a hacha y machete. Para intentar dar la educación primaria a la tracalada de chinos, con $ 500.oo compraron en el naciente caserío de Granada, la única casa con techo de teja de barro y anden de cemento. Recuerda el chivato de meros dos años que el dinero alcanzó para comprar una vaca de leche, y de los amigos del partido, fueron recibiendo ganado al aumento en la medida que surgían pastadas sobre las cenizas de los montes arrasados por las hachas.

Primera comunión de Placido Montenegro.

Trabajando primero para ir a estudiar luego.

Plácido  fue del primer grupo de niños que dieron origen a la escuela pública de Granada y formó parte del primer quinto de primaria  en 1.959 de la historia educativa de Granada. Desde sus once años y hasta los 17 debió dedicarse a los oficios varios del conuco, alternando con el ordeño y la separación de los terneros, la limpieza de potreros con peinilla. En 1.966, mediante beca nacional ofrecida a los mejores estudiantes de los quinto de primaria, la familia lo apoyó y envió a estudiar a la Escuela Industrial de Facatativá hasta obtener, junto con otros 19 compañeros, el titulo de expertos que,  en su mayoría, continuaron becados en la ENSIN de Zipaquirá para titularse él, en 1.972, como técnico en Electricidad.

Maestro por oportunidad, maestro por vocación

A los pocos días de graduarse, gracias a un inspector nacional que le había conocido  como alumno,  fue nombrado profesor de electricidad en Garagoa, Boyacá, y en 1.974, a principios, fue trasladado con el mismo cargo al Instituto Técnico Central de Bogotá. A la par, inició estudios nocturnos, licenciándose en 1.979 en la Universidad Gran Colombia en  matemáticas y física y, posteriormente cursó una especialización en pedagogía de las matemáticas. En jornada contraria y en la nocturna, desde 1.980, se convirtió en docente del IMPAO, sumándose a la iniciativa para modificar el nombre y la misión de la institución, surgiendo la Universidad de los Libertadores en la que trabajó por 42 años; adicionalmente, dado el éxito profesional como maestro, ejerció por 15 años en la universidad Buenaventura, en Bogotá en la formación de docentes. Luego de 42 años al servicio de la educación técnica en el Instituto técnico Piloto de la capital, se pensionó en el 2.004 y desde entonces, se ha dedicado a viajar, a disfrutar la vida, luego de ese lapso con tres jornadas laborales diarias.
Placido Montenegro con Hector Gonzalez, 1.972

Trabajo, trabajo, trabajo

El acertado nombre del padre, ademas de tranquilidad para afrontar jornadas de 14 y 16 horas diarias en aulas de secundaria y universidad, el llanero nació afortunado, como el alcaraván, esa ave viajera que siempre busca el alimento en  los mismos parajes de la geografía nacional. No valieron los matiné en Armonías zipaquireñas, ni las fiestas en el instituto donde estudiaba, ni las tentaciones ofrecidas por los compañeros del curso. Plácido, el tranquilo, se casó con la niña que parceló su corazón cuando cursaba la básica secundaria en Facativá.  Martha Otálora ha sido su eterno amor, de cuya unión, hay dos hijas. La oftalmológica pediatra, Martha Beatriz, y el publicista Carlos. Tienen dos nietas que se han convertido en el oxigeno de Plácido para la pareja de padres.

El novio eterno

La llanura, los caños, el río, los peces, las garzas, los micos, los caballos, los becerros, las mamonas y las sarabiadas están en el imaginario de los niños llaneros. En la entrevista, el profesor de la triple jornada recuerda con alegría los juegos de la época infantil: el trompo, las canicas, los mararayes, la coca; y a sus primeros maestros que le brindaron afecto, sin recibir paga alguna del municipio o del Estado. De la vida de estudiante en Zipaquirá, evoca con sonrisas los chicos de tejo y billar con Alvaro Helvez  y  Alfonso Vélez. Cuenta entre las satisfacciones profesionales, el haber gestionado para el Instituto Técnico Piloto, un laboratorio de electricidad mejor que el que usó en el Técnico Central. En las universidades, cita que logró convertir a las matemáticas en una área agradable para los estudiantes; y en las especializaciones a los maestros, suscitó el trato digno y justo con los estudiantes  para generar sinergias que redunden en el desarrollo de los talentos individuales. Destaca las satisfacciones en el hogar: la eterna vida de pareja, el amor incondicional a los hijos y nietas y el cultivo de la amistad en la familia. En los años dorados, goza contemplando a la familia, viajando y restaurando las amistades distantes por asuntos de trabajo.


El profesor Montenegro con la esposa e hijas.

Los compañeros recordados

Cuenta Plácido que los años compartidos y vividos en Zipaquirá, en el internado, en los talleres y en las aulas, están en su diario, sin escribir, con los folios mas recordados en la agenda de su existencia. De los compañeros de estudio, recuerda a su paisano Feliz Encizo, quien fue un punto de apoyo en los estudios y lecturas literarias, área que disfrutaba leyendo y escribiendo el también maestro de San Martín, Meta. Evocó en nombre de Luis Alberto Correa, oriundo de Facatativá, quien fuera novio de Mercedes Amaya, hija de Celmira de Amaya, cuyo padre, Marcos, falleció arrollado por un tren en la red vial que pasaba por el barrio Algarra. Tiene especial afecto por Rafael Alvarez, posteriormente acudiente de uno de los hijos que estudió en el Instituto técnico Piloto de Bogotá, y facilitador para ingresar al mismo colegio a los hijos de los trabajadores de las empresas de Rafael. Mencionó a Hector Gonzalez, profesor de la Industrial de Barichara, compañero de la Escuela en Facatativá y Zipaquirá y ahora compañero de viajes. Y, a Raul Sanchez, por haber compartido espacios educativos en la ENSIN y en la Universidad Gran Colombia.

La vida, una cocción de sabores y sinsabores

La vida es una cocción de sabores y sinsabores. La muerte de los padres y suegros le apachurró el corazón y las lagrimas no se congelaron rápido en cada episodio de descencarnar. La tristeza lo embargó al ver retornar a un hermano, otrora reconocido empresario en Venezuela, con las manos vacías a como partió para empezar de nuevo luego de 40 años de vida laboral en el recién viacrucis que vive el pueblo venezolano como efecto del impacto de socialismo del siglo XXI que repartió la miseria, empobreció el aparato productivo y la burocracia convirtió las arcas del Estado en botín de reparto, cual español colonizador venido a américa.

Juntos para siempre

Plácido lo es todo para Martha, y ella para él. Es un modelo para los retoños y nietas y es un amigo para quienes fueron sus amistades en el colegio, en la universidad, en el trabajo y en la familia. 

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Junto con Jose Antonio Ospina, concertaron buscar y convocar a los egresados de la ENSIN 1.972 para citarlos a un encuentro en un punto intermedio del país, pues estamos dispersos en los cuatro puntos cardinales. La reunión será en Ibagué.

Ecoposada La Margarita, Puente Nacional, agosto 5 de 2.019
#nauro torres.
























sábado, 17 de agosto de 2019

MARIO SEGUNDO PELUFFO "El carmelano pastuso"

El maestro de las ciencias exactas

Nació en la sufrida región colombiana marcada en el mapa  de la violencia como Montes de Maria, en donde ocurrieron 57 masacres y más de 1.500 familias fueron desplazadas en el primer decenio del presente siglo. Fue el 12 de febrero de 1.953.  El mismo día que Francisco Orellana descubre el río Amazonas en 1.542. El mismo día que en 1.879 se inauguró en Nueva York el madison Square Garden. En Colombia, se reabrió el periódico Espectador en 1.891 censurado un año antes, y China adopta el calendario gregoriano en 1.912 y los Viet cong, en Vietnam libera a los primeros soldados gringos.

ORIGEN CAMPESINO

Le quitaron el pecado original en El Carmen de Bolívar en el mismo año que nació.   . Dio sus primeros pasos debajo de un palo de aguacate y convirtió la sombra del árbol en el teatro de sus aprendizajes infantiles, en el comedor de sus angustias, en la hamaca de sus sueños y en el espacio para las contemplaciones. Su madre no lo entretenía con un sonajero. Lo hacia con melodiosas canciones animadas por cañas de millo, acordeones, gaitas, tamboras y clarinetes. Ya volantón, jugando en la calle  fisgoneaba en las tardes en las tertulias de los viejos que jugaban dominó y tomaban ron blanco mientras se fresquiaban  bajo el follaje inmenso de  un zamán.


Proviene  de una familia numerosa en el campo donde se requería mano de obra barata, y tener hijos se competía, en cantidad con los felinos.  Tuvo “16 hermanos, 8 mujeres, 7 hombres, y “yo”, narra  a carcajadas, al otro lado del lugar donde me encontraba cuando le entrevisté. Por ser el menor, le registraron con los nombres del padre, un guayacán que murió de pie en 1.985. Y como era la costumbre a principios del siglo XX, los varones pagaban la dote y se casaban con niñas muy tiernas e inocentes. Silvia Ferrer lo hizo a los 14 años, y desde esa edad, veló por la camada y aprendió los oficios de la casa desde el 2 de febrero de 1.929 cuando nació escuchando  de niña los horrores de la masacre de las bananeras ocurrida en 1.928 en tierras donde nació el único nobel colombiano con sabor caribeño, cuyas obras debimos leer en el aula de clase mientras cursábamos el bachillerato técnico.


El rostro de Mario se le recuerda porque tenía los dientes salidos por chupar dedo; usaba un peinado con linea 3/4 a la izquierda y capul que se extendía sobre el lado izquierdo de esa cabeza armónica que caía sobre la frente en forma de artesa. Tenia tez cobriza y se creía mas blanco que Pedro Guzmán. Al mirarle a la cara, se podía inferir la predicción por los números. Tenia el rostro forma triangular, nariz aplanada, sonrisa exagonal, cejas de borrador y ojos en el centro de paralelogramos. Con los años a la espalda, el rostro de todos, ha cambiado a tal punto que toca hacer un acto de fe y escuchar la voz de quienes fueron los compañeros de internado y aula para identificarlos plenamente. Como el caso de Peluffo,  vive desde 1.973 en Pasto ya tiene tez blanca, y las formas geométricas que tenia en el rostro sin acné, ahora son cabuyas en el bolsillo.

NIÑO TRABAJADOR Y ESTUDIOSO

Mario Segundo le apellidaban en el rancho de la familia. Simplemente Mario lo identificaban  en la droguería del pueblo donde fue, como sus hermanos, mensajero. Los cantos de vaquería, las parrandas vallenatas, las coplas, las chirimías, y el consentimiento por ser el “benjamín” del hogar,  Peluffo Ferrer, le facilitaron convertirse en  un niño prodigio, como muchos que nacen en las veredas colombianas, y que pocos maestros logran identificar, guiar, apoyar y buscar espacios para el desarrollo de las potencialidades para convertirlos  en “buenos estudiantes o buenos deportistas como es el caso del zipaquireño Egan Bernal, recién ganador del Tour de Francia 2.o19.

MAS CONDECORADO QUE EL CORONEL QUE NO TUVO QUIEN LE ESCRIBIERA.

Si Mario Peluffo guardase las distinciones y diplomas recibidos mientras fue estudiante, por la extensión, cubriría una vega del río grande de Colombia, sobrarían para techar tantos ranchos como hogares para sus  15 hermanos. Desde el desarrollo intelectual, el coeficiente, la capacidad de comprensión y analisis, fue un ejemplo para quienes fuimos compañeros de pupitre, de fiestas y de tragos en los años: 1.970, 1.971, 1.972.

CRECIO ENTRE PARRANDAS Y PARTIDAS DE DOMINÓ

Inició el bachillerato técnico en la Escuela Industrial de la ciudad inmortalizada por Lucho Bermúdez con la canción: “Carmen de Bolívar” (https://www.youtube.com/watch?v=qF7BYTnYPZA), tierra de cantadores, verseadores, copleros y acordioneros; de habitantes tejedores, ganaderos, agricultores y tabacaleros.

BECADO EN LA ENSIN

Al culminar el 4o. de bachillerato le titularon como “experto” en mecánica industrial de su pueblo natal y lo prepararon para trabajar  y ganarse el pan; pero le notificaron que continuaría con la beca que se había ganado al terminar la primaria, pero que, para continuar con ese beneficio estatal, debía trasladarse al interior del país a continuar los estudios en la Escuela Normal Industrial de Zipaquirá-ENSIN-, a la que llegó en un enero de 1.970 junto con el paisano y mancorna de la disciplina estudiantil, Pedro Guzmán Buelvas, actual médico general en Puente Nacional, Santander.

Con Pedro Miguel tomaron  el bus hasta la capital de Bolívar, y desde Cartagena, viajaron en avión hasta Bogotá, gracias a la donación del pasaje por el patrón, dueño de la droguería donde trabajaba en vacaciones.

DE ZIPAQUIRA A TUNJA, Y LUEGO A SAN JUAN DE PASTO. 

En Zipaquirá cursó desde el grado 9o. hasta el 12o. Inició en 1.973 estudios de ingeniería metalúrgica en la UPTC de Tunja, pero los usuales paros en universidades públicas, lo obligaron a declinar sus estudios, yéndose a Bogotá a buscar trabajo; convencido que conseguiría en el MEN, pues ya había tenido noticias de que le estaban buscando. Esa mañana que llegó al Ministerio, se encontró la lotería en el loby, estaba el rector de la ENSIN, Luis Antonio Helvez, quien nos entregó el 22 de diciembre de 1.972 el cartón de bachiller técnico. Jelvez lo presentó en la dirección de la educación técnica, y con un memorando dirigido al alcalde de Pasto, salió Mario Peluffo,  para que lo posesionase como profesor de dibujo técnico, responsabilidad que asumió en septiembre del mismo año y que ejecutó hasta 2.003, año en que fue pensionado por enfermedad general visual.

Un carmelano acostumbrado a caminar descalzo o con chancletas y vestir con  poca ropa, se aclimató rápido a la altura de la capital salinera de Colombia. Cambió la franela por la camisa de manga larga, la pantaloneta por el jeam, el sombrero voltiao por la brisa fría de los andes colombianos. Y al llegar a Tunja, cambió el suéter de lana por la ruana y el sombrero, y al arribar a San Juan de Pasto, remplazó el sombrero  por el chullo cuidando la cabeza mientras se calentaba frecuentemente con el “hervido” nariñense. 

PESCADO CON NASA

A Mario, en su época estudiantil, no se le recuerda atracción fija por una congénere. Invertía sus energías en comprender y explicar  matemáticas y  física, cuya paga exigía, se hiciera con guaro para mojar la palabra. Sin embargo, quienes nacimos en la década del cincuenta, alimentados con carne magra de cabros, ovejos y gallos viejos, desde la edad para la circuncisión, la libido mantenía alta, si no se invertía el tiempo en oficios físicos y psicológicos agobiantes, el catre y el colchón hacia la amortiguación. 

En honor al segundo nombre, Mario postergó el casamiento oficial hasta 1.985 con una pastusita que lo atrapó con nasa acariciando su espalda con un smith esson 38 corto para evitar el pleito por daños y perjuicios causados por 12 años, con un eterno amor, difícil de escriturar ante un cura.

Adiela Ordoñez, una trabajadora social, con la paciencia de Job, se ganó el corazón de Peluffo. Fueron padres de dos hijos varones: Uno se convirtió en psicólogo y lleva el nombre del padre pero no es el segundo;  labora en educación especial en un colegio privado de San Juan de Pasto, y Diego , matemático desde el biberón, tiene un postdoctorado que ejerce como investigador y profesor universitario en Ibarra, Ecuador.




Mario Segundo Peluffo y José Antonio Montenegro 2019.


RECUERDOS EN LA ENSIN
Imitando al abuelo, sin estar bajo la sombra del aguacate, relata historias de la niñez y la mocedad. De la vida compartida en el internado en la ENSIN afloraron gratos recuerdos. Relato algunos;  la excursión del curso 5o. a la Costa Caribe bajo la tutela de la profesora de matemáticas, Ligia Quevedo; las fiestas pro-excursión amenizadas por los Graduados y los Hispanos. Con la voz del  Loco Quintero, los primeros;  recuerdo las canciones; ( https://www.youtube.com/watch?v=ZCGuh3P87xU), “Sirvame un aguardientosqui”, y la “ballena de Jonas” (https://www.youtube.com/watch?v=ZCGuh3P87xU): Del cantante, Rodolfo Icardi. Aviva  la memoria la melodía de la melancolía, “cariñito” que Mario cantaba a su dulcinea…nunca me abandones cariñito… ( https://www.youtube.com/watch?v=IiHZ3XHvDx8). Recuerda, cómo se henchía su autoestima cuando en cada clausura y graduación era distinguido cómo el mejor del curso, en todo. En alguna ocasión un compañero hizo gestiones ante la Licorera de Bolívar para que le enviasen Ron Caña para distinguir al apreciado hijo carmelano que gozaba explicando física y matemáticas.

Las experiencias, las amistades y los momentos compartidos con los compañeros internos, brotaron hablando con Mario, calificando esos tres años, como gratificantes y placenteros en los que hicimos familia y como tales, convivíamos.

Cita con agradecimiento las invitaciones en vacaciones de medio año que le hicieron algunos compañeros. La estadía en Madrid, Cundinamarca, en casa de los padres de Hector Gonzalez, apodado el “burro”; la estadía en otras vacaciones en Libano, Tolima en la familia de Luis Fernando López, “el chulo”.

En el sendero de la existencia, cada quien vive momentos diversos. Para Mario, uno de ellos, fue la muerte del padrino de bautismo. En esa época cuando nacimos, los padrinos eran escogidos con mesura y esperanza por nuestros padres. Esa elección tenia como fin, encontrar un segundo padre, pues los padrinos, eran para nosotros,, tan importantes como nuestros progenitores, ya que asumian iguales obligaciones.


Del internado y en las aulas de clase surgen los recuerdos con los amigos de fiestas, clases, conquistas y tareas. “El burro” Gonzalez, el amigo madrileño. Lázaro Pinto, el compañero de la especialidad. Jorge Eliecer Pinto, el vallenato que es actualmente ferretero en Valledupar. A “Nerón”, Jaime Castro. Al otro Castro Miguel, fue docente en el ITIS de Puente Nacional. A Luis Carlos Iglesias quien fue “bebido” en el matrimonio el día del grado de todos. A el zipa y panadero Alfredo Rodrigues, cuyos padres fueron propietarios del establecimiento “La frella”. Y ya, trabajando en Pasto, estrechó amistad con José Rufino Navas, graduado en 1.971, profesor de electricidad. A mi me recuerda por “lo pingo y atravesao”, por los pantalones bota campana y las chamarras de tela, el peinado de medio lado y el olor a colonia barata.

Es natural que si entre los egresados de la ENSIN en 1.972, Mario Peluffo es de grata recordación, sus estudiantes de dibujo y ciencias exactas le recuerdan por los consejos que a la par con la instrucción, irrigaba a los muchachos, sin mirar a quien.

HACER LO MAS GUSTA Y PRODUCE SATISFACCION

Un maestro es recordado por sus alumnos, si logra identificar los talentos de sus estudiantes entre el mar de información que traen la áreas, muchas veces,  estéril para enfrentar el mundo real. Es sencillo descubrir que es lo que hacen y disfrutan haciendo los chicos, y empujarlos por esos senderos de búsqueda de identidad y desarrollo de los talentos. Peluffo es un ejemplo. Gozaba explicando los operaciones matemáticas  que a muchos de nosotros nos costaba enfocarnos en los procesos para encontrar la respuesta exacta.

Mario es maestro desde niño. Para él, el mundo de los números y las fórmulas, era pan comido. Ya en Pasto creó una academia de matemáticas que tuvo origen en las clases a domicilio que guiaba en la jornada contraria a la laboral. ESTUDIO FÁCIL,  es la marca de la academia en la que guía y asesora tareas a estudiantes  de la educación primaria, básica, media, técnica y universitaria desde 1.986. Por esta sencilla razón se licenció en matemáticas y física en la universidad pública de Pasto y ha dedicado la vida a la enseñanza de las ciencias exactas.

San Gil, julio 29 de 2.019
#NAURO TORRES.






El parasitismo del plagio intelectual

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