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sábado, 26 de septiembre de 2020

¡BRINDEMOS CON UN CHIRRINCHI ¡: Poema de Nauro Torres Quintero


  

¡Un tapetusa ¡

¡un barzalero ¡

¡un don Juan ¡

¡un mano de gancho ¡

¡un viche ¡

¡un ñeque ¡

¡un palito ¡

y para mí, un ¡chirrinchi ¡

Alambique usado en 1.990

Brindemos por usted y por mí;

                       por la vida, brindemos;

hasta que nos la preste Dios.

 

Cada vez que se visitaban, 

los compadres brindaban,

con un aguardiente artesanal

que en cada vereda y poblado

una familia destila para conservar la tradición

de beber un par de chirrinchis 

después de la oración,

para empezar la jornada

con salud, ánimo y buen humor.

 

En la peregrinación,

en los pagamentos,

en las fiestas de mi pueblo,

en las parrandas veleñas

y en cualquier ocasión,

                   con un chirrinchi brindamos

como escusa y celebración.

 

Es que nosotros los veleños,

por todo celebramos;

la vida es tan cortica

que no todo es trabajo y rezo,

hay que echar una cana al aire

en cualquier parrandón.

 

Con zupias de un guarapo

curado en un porrón,

endulzado con miel de caña

y anís por montón,

esta alista la materia prima

para destilar el licor.

 



En un alambique muisca

destilamos el brebaje;

usamos una olla 100

de barro bien cocinado;

en ella el guarapo echamos

tapándolo con otra olla desculada

cortada como tambor.

 

 Unimos con papelón

sellando con ceniza mojada

para conservar y destilar el vapor.

 

A la olla tambor

un hueco se hace con mañita,

y cual glande de chin

sin nudos en su interior,

se penetra el tambor;

al igual que las dos ollas,

se faja con ceniza y papelón

                       en la punta de la caña,

se coloca lana blanca en mechón.

 

En las orejas del tambor

esta la cuchara colgada

para recaudar el vapor

y por el chin al interior,

y gota a gota se enfría 

al escurrir al botellón.

 

Corona el tambor

una paila de cobre

bien ayuntada a la jeta

y evitando vapor su fuga;

y para ello, lo mejor,

es la ceniza mojada sobre el papelón.

Alamique 2.020
 

Con la olla desposada

sobre tres piedras de quebrada,

entre sus piernas se prende el fogón;

atizar con arrayan para llamas a montón;

y con el despunte del día

y el cambio frecuente del agua en el pailón,

el vapor del alcohol

gota a gota se desprende por la lana

para reposar en el botellón.

 

Al gusto del destilador,

a la demanda del consumidor

se endulza y aromatiza el licor

para jartar con más gusto

en cualquier ocasión.

 

En botellas transparentes se añeja el barzalero

pues aún toca destilarlo a escondidas

por el miedo que dejaron los chirrincheros de azul

 que iban visitando casas rompiendo el porrón,

y deteniendo a las pailas

que se perdían en la inspección.

 

Si usted regresa a fiestas al pueblo

y a la vereda donde nació,

jártese un par de chirrinchis,

¡y brindemos los dos ¡


domingo, 20 de septiembre de 2020

El perfume de mi maestra: Poema de Nauro Torres Quintero

 

“Cada niño debería tener en sus vidas un adulto que se preocupe por ellos. Y no siempre es un padre biológico o un miembro de la familia. Puede ser un amigo o un vecino. A menudo es un maestro”.  (Joe Manchen)      

     

El olor a mejorana

inundó el salón,

una señorita recién graduada

pisó el dintel;

cuarenta inocentes ojos

la contemplaron sin cuartel.


                        
Nos llegó por fin la maestra,

ya en abril;

¿Qué importaban los meses transcurridos

sí maestra teníamos, al fin?

 

Nos saludó a cada uno en el pupitre

y yo me sentí acariciado, al fin;

nunca ocurrió con mi padre

que no conozco aún,

menos mi madre que por trabajar,

a mi abuela le endosó mi crianza

y con ella vivo, sin vivir.

 

Cuando su derecha posó

                      en mi hombro suavemente,

creí en los ángeles

por primera vez.

 

Su perfume, esta vez;

lo sentí mío;

era la mezcla de fragancias

del jardín de mi abuela

que yo cuidaba a diario

 para ganarme el pan.

 

Contemplaba el capullo de la mazorca,

igual al pelo de mi maestra

izado lo miraba en la caña del maíz.

 

Sacaba la mata de yuca

para el almuerzo del otro día,

y del seno de la tierra

brotaban las piernas

del ángel que me acarició

por primera vez.

 

Azucenas llevaba cada día a su salón;

las cortaba con cuidado cada lunes;

era la excusa perfecta

para empezar semana

inhalando su olor a mejorana,

mirando desde lejos el vaivén

de las olas que formaban

sus negros cabellos bailarines

que protegían su tersa piel.

 

Una aureola posaba sin posar

en su cabeza hermosa

tallada similar al rostro

de Afrodita ataviada

cual ninfa en el paraninfo

en el que cada día

los veinte, acudíamos sin faltar. 

 

Con las vocales empezó su encanto:

pintó la A y nos habló de amor;

enjalbegó la B y nos narró del bien;

trazó la E y contó del origen 

de la existencia humana;

perfiló la I y nos afirmó que somos imagen de Dios;

coloreó la O y nos contagió del orden;

encaló la U y nos dijo que creaturas somos del universo nuestro.

 

Al oler la albahaca, evoco a mi maestra;

al olisquear la hierbabuena, la recuerdo;

al husmear los jazmines, revivo su presencia;

al olfatear las gardenias, rememoro sus enseñanzas;

al notar las glicemias,

agradezco el apostolado de mi maestra.

 

Mi madre no me aguantó y se fue;

mi abuela, a regañadientes, me cuidó;

las maestras cuidan a los niños sin ser suyos;

trabajan sin descanso de sol a sol;

son amas de casa, amantes y señoras,

y aun, les queda tiempo para amar a veinte más

que no son de su sangre ni de su descendencia.

NAURO TORRES

2.020

D.R.A.



El parasitismo del plagio intelectual

  El apropiarse de los méritos de otro u otros, el copiar y usar palabras e ideas de otros y sustentarlas o escribirlas como propias y usa...