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miércoles, 30 de agosto de 2017

EL OCULTO PODER DE TUS PALABRAS






Hay que tenerle más miedo a las palabras que a los cañones. Las palabras, como las piedras, ruedan. De la abundancia del corazón habla la boca. las palabras edifican o destruyen. Las palabras pueden ser vitaminas o infecciones para el ser humano; entonces hay que pensar para hablar y no hablar para pensar.


El termino palabra, proviene del latín: parábola;  y, expresa uno de los elementos imprescindibles de cualquier lenguaje. 

Una madre guardará el recuerdo de la primera palabra balbuceada por el niño. Pero, en el tiempo que vivimos se habla más y se comprende menos; se ve más y se comparte menos; sin embargo, en todos los tiempos en las culturas que tienen un sistema de lenguaje, el poder de las palabras, no radica en su significado superficial, sino en sus cualidades ocultas.image
Toda palabra encierra conocimiento e intención.


El conocimiento es una esponja con capas de experiencia


La magia del conocimiento se ve reflejada en el poder de cada término o palabra. Con unas pocas palabras es posible reunir muchas capas de experiencia de quien las pronuncia. 

Por ejemplo, al oír o pronunciar la palabra seno nos evoca la ternura de la madre cuando nos amamantaba o nos evoca una función trigonométrica, o nos señala el origen de algo.

 Otro ejemplo del conocimiento que tiene cada palabra se refleja en el bagaje y erudición que tienen las personas que gozan del hobby de la lectura; entre más léxico tengan, más fluidos son cuando hablan o escriben, y por ende, son más convincentes.

El conocimiento es una esponja con capas de experiencia. 

La experiencia nos permite pensar ordenadamente en forma consciente y eficaz. Entre más se aprende más dominio del conocimiento hay.

En nuestra lengua, las palabras son ricas pues nos abren pasadizos secretos de significado y conocimiento. Pero es la intención la cualidad más poderosa de la palabra, pues cuando nos la dicen, nuestro cerebro acude a recuerdos y actúa inconscientemente. 

Por ejemplo, cuando yo le ordeno a mi hijo, venga a cenar, a dormir, a descansar; él ya sabe cuál es mi intencionalidad de cada uno de esas palabras.

Las palabras encierran conocimiento e intención; por lo tanto, enmarcar una intención en palabras es el primer paso para cerciorarse de que se haga realidad.

 Un par de ejemplos es la oración implorando a Dios curación física o psicológica; o afirmar, soy muy bueno para las matemáticas.image
Siempre que una palabra está respaldada por una intención, entra en el campo de la consciencia en forma de mensaje o petición. Dice el motivador Deepak Chopra: “el universo está siendo notificado de que tenemos un determinado deseo. No se necesita más que eso para que los deseos se hagan realidad, porque la capacidad de ejecución de la consciencia universal es infinita. Todos los mensajes son escuchados y obedecidos”.

En el sendero del mago, el libro de Deepak Chopra, hablando del poder de las palabras, cita al mago Merlín en la página 84, quien dice: “Los mortales están envueltos en palabras, de la misma manera que las moscas quedan atrapadas en la tela de la araña”. “sólo que ellos son a la vez araña y mosca porque se aprisionan dentro de la misma tela”.

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En otras palabras, cada uno utilizamos nuestro propio léxico para establecer hábitos que permiten que la vida continúe inconscientemente; pero si estas palabras no se utilizan para crear disciplina y entrenamiento, entonces caemos en una paradoja, al ser víctimas de ellas mismas.


Es con las palabras como nosotros hacemos que las personas se sientan bien o mal, se vean buenos o malos. Si aceptamos esta verdad, hay dos expresiones muy poderosas que cualquier persona puede utilizar. Son el y el no. Estas dos silabas pueden levantar fronteras o eliminarlas. 

Todo aquello que creemos lleva implícito un sí pronunciado por un progenitor, un maestro, una fuente de autoridad. Y todo que lo crees que no puede ser, lleva un escondido, proveniente de la mismas fuentes.

Decía que las palabras son una paradoja porque ellas nos dicen quiénes somos, pero de todas maneras somos más de lo que ellas pueden expresar, porque nosotros las personas tenemos el potencial de cambiar, y como las palabras, tenemos poder, ellas pueden crear algo nuevo sin ningún límite.
Recomiendo que debemos reconocer por qué somos así, y por qué no nos va bien en muchas acciones. 

Es necesario vaciar nuestro cerebro y nuestro lenguaje de malos deseos, de malas palabras, de expresiones negativas, de desesperanzas para dar paso a un estado de positivismo, a un estado de confianza en uno mismo y en el universo y las cosas se darán a la medida que nos merecemos.

Lic. Nauro W. Torres Q.San Gil, agosto 30 de 2017






















lunes, 28 de agosto de 2017

El cielo es de chocolate

 
El día sacaba la cabeza sobre el techo de mi casa. Mi madre me despertaba con amor para ir al colegio. Mi padre recibió una llamada. Una llamada que transformó su rostro alegre de cada mañana, en una cara de tristeza, y en sus ajados ojos, aparecieron lágrimas, muchas lágrimas. De su boca oí, “Gracias Señor por la vida y obra de mi padre”. Comprendí entonces que mi abuelo había muerto, luego de tres meses de una agonía larga y dolorosa en una cama de hospital, lugar al que nunca fue en sus 88 años.

En ese momento, no lloré. No pregunté. Simplemente regresé a mi habitación y di rienda suelta a mis recuerdos; tenía seis años. Como un espejo al frente, recordé los breves momentos que viví con mi abuelo. Me enseñó a caminar por el prado, por las piedras, por las laderas y por el bosque. Fuimos los cuatro a mirar sus ganados. Él, mi abuelo; yo; corbatín y chocolate; el perro de la abuela, y el perro del abuelo.
 
 
Fue un ocho de mayo de 2011 cuando junto con mis padres y hermanas menores estuvimos en Puente Nacional  admirando la celebración del grito comunero que cada año se celebra en esta fecha en la municipalidad.
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Ilustración de Domingó, tomada de internet.

Mi padre había enviado un carro para que mis abuelos bajaran al pueblo. Estuvimos los siete juntos viendo las presentaciones teatrales callejeras que los estudiantes realizan para recrear la primera victoria comunera en suelo americano contra los españoles. Pero, mi abuelo se desmayó estando con nosotros. Nos preocupamos todos y le llevamos al hospital. Allí lo estabilizaron. Y todos nos regresamos. Ellos, mis abuelos, a la finca la Esperanza en la vereda Jarantivá; y nosotros, regresamos a San Gil. Fue la última vez que vi a mi abuelo.
 
 
Mi abuelo murió en una clínica de Bogotá, ese año. Chocolate, su perro, desde que al abuelo, mi padre llevó a la capital, no volvió a comer, ni a latir. Fue un 4 de agosto de 2.011 cuando vi a mi padre llorar por la muerte de mi abuelo.
 
 
Cuenta mi abuela que ese mismo día, y a la misma hora que murió mi abuelo, chocolate también murió entre las herramientas con las que mi abuelo labraba la tierra.
 
 
Chocolate y mi abuelo están felices en el cielo. Un lugar tan bello y tranquilo como las praderas por las que mi abuelo me enseñó a contemplar la belleza natural que hay en los campos.
 
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Algún día, junto con manchas, mi perra, nos reuniremos con chocolate y el abuelo, en el cielo, esa pradera verde con amanecer eterno, pues el cielo es de chocolate, y a él, regresaremos, luego de nuestro aprendizaje por la tierra.
 
 
San Gil, marzo 30 de 2017






















Gilberto Elías Becerra Reyes nació, vivió y murió pensando en los otros.

      ¡ Buenas noches paisano¡ ¿Dónde se topa? “ En el primer puente de noviembre estaremos con Paul en Providencia. Iré a celebrar la...