EL
TRABAJO, EL AHORRO Y LA INVERSION
Desde que tengo conciencia, empecé
a trabajar desde muy niño, pero en los trabajos de mi niñez y primeros años de
juventud, simplemente eran de colaboración para la familia. Sin embargo, mi
madre me decía que no servia para nada. Que era un manilimpio y que me gustaba
vivir sin esfuerzos. Pero el tiempo se encargo de demostrar que las tesis de mi
madre carecían de fundamento.
MIS ESTUDIOS
Fue precisamente los trabajos que hacía de estudiante los que
me dieron libertad para pensar, decidir y fraguar mi destino. En los últimos
años de la técnica de artes Graficas, estudiaba en la jornada de la mañana
hasta el medio día. A las dos de la tarde ya estaba dando clases de educación
física y desde las 3.30 de la tarde hasta las 7:00 de la noche trabajaba en
sociedad del director del taller, quien me facilitaba los medios para hacer los
trabajos para hacer papelería que contrataba en el comercio los días sábados.
Era de los pocos estudiantes
independientes y con algún dinero, pues los costos de la comida los asumía con
la beca del Ministerio de Educación Nacional que había obtenido en el grado
cuarto de bachillerato con meritos académicos y buscando apoyo a mis deseos por
estudiar.
En casa de mis padres, siempre
se hacia lo que mi madre decidiera. Ellos, mis padres, superan los ochenta años,
y las decisiones no han cambiado de mando. Sin embargo, doy gracias a Dios por
ellos y por su existencia. A ellos visito cada mes saludándolos con un presente
que no es otra cosa que mercado para las semanas venideras.
En 1969 no regresé al Instituto
Técnico de Mosquera donde cursaba el bachillerato bajo la orientación de los
padres y hermanos salesianos. Allí además del estudio académico, se aprendía el
oficio de las artes graficas y se recibía preparación religiosa para ser hermano
salesiano laico. Pero pudo más la
atracción natural por el sexo opuesto que el orgullo familiar por la sotana.
Abandoné la educación religiosa
por definición conjunta entre el rector y yo. Inicie estudios del cuarto
bachillerato en la Escuela Normal Industrial Nacional de Zipaquira. Institución
que acogía a jóvenes becados de todo el país que cursaban estudios técnicos y
de normal, pues allí se formaron los únicos normalistas y licenciados técnicos
que producía el país en la década del setenta del pasado siglo.
MIS INTENTOS POR TRABAJAR EN LA
CAPITAL
Ya siendo técnico bachiller, me
dispuse a conseguir trabajo en Bogotá
que era una ciudad en crecimiento. Presenté muchas hojas de vida y en tres
meses de estar en la capital y gracias a los buenos oficios de mi padre como
político conservador, conseguí mi primer trabajo como dictador de estilo, que
no era otra cosa que leer el original para que el corrector de estilo hiciese
su trabajo. Mi primer puesto de trabajo fue en ANDIGRAF, una editorial de la
familia Gómez Hurtado, baluartes del partido conservador en el país. Allí conocí
en persona al extinto estadista Álvaro Gómez Hurtado, masacrado por sus ideas,
sin que a la fecha se sepa los autores intelectuales de su muerte.
Pero lo que ganaba, que supongo,
hoy que era el mínimo, no me alcanzaba para cubrir mis gastos de alimentación,
transporte y hospedaje, razón por la cual abandone el trabajo, pues mi jefe
inmediato me triplicaba en edad y su salario era el doble de lo que recibía, y
no veía futuro en esa editorial.
En mi época de juventud, la
máxima aspiración era ser empleado de Estado. Se ganaba poco, era seguro y lo
pensionaban joven, para salir luego a hacer lo de uno. Así decían quienes
trabajaban en la capital y llegaban a la vereda con la cartera llena a jugar
tejo, gallos y tomar cerveza y enamorar. Eran precisamente ellos los referentes
y personas a imitar.
Intenté buscar trabajo en la
Empresa de teléfonos de Bogotá, también en la Energía de Bogotá, en la EDIS que era la empresa de los
escobitas que aseaban la ciudad, en el DANE y desde luego en Ferrocarriles Nacionales.
En esta ultima logré pasar las tres entrevistas, pero ya en la cuarta que era
para conocer el sitio del trabajo, fui descalificado por proceder de un pueblo
reconocido en la época como muy violento. Es Puente nacional. En otras
palabras, disque por ser liberal, y lo que mi padre me había insistido era que
los “cachiporros” eran muy malos.
AL MAGISTERIO SANTANDEREANO
Regresé entonces a Santander a
probar suerte con los políticos con algún poder en Santander. Mi padre logró
que el diputado Pedro Franco Pinzón (q.e.p.d.) me hiciese nombrar como maestro
de la escuela urbana del corregimiento de la Belleza, municipio de Jesús María.
En el decreto de nombramiento rezaba, “en reemplazo de Margarita González- mi
primera esposa (q.e.p.d.), quien no aceptó el nombramiento”. Ella ya estaba ejerciendo la docencia en el
corregimiento de Providencia, municipio de Puente Nacional. Había sido nombrada
tres meses antes que yo por ilustre puentano y reconocido político liberal
Eduardo Camacho Gamba, quien fue el primer parlamentario de la provincia
santandereana en haber estudiado en Londres.
Como maestro vengo ejerciendo
con nombramiento oficial desde agosto de 1973, de los cuales 28 años los
trabajé en comisión del Ministerio de Educación en la Diócesis de Socorro y San
Gil en el campo de las comunicaciones masivas escritas y radiales.
Hoy a los 60 años de vida puedo
afirmar que soy un adicto al trabajo. Siempre ejercía varias funciones y
responsabilidades al tiempo. Trabajaba como docente y a la vez como director
ejecutivo de una Fundación editorial. Y en las noches y fines de semana
entregaba muebles del negocio de la familia. Y desde el año 1998 dicidí
invertir los descansos de fin de semana en afianzar el hobby de la ganadería
para iniciar los ahorros con los cuales he podido enviar a tres de mis hijos a
estudiar en el exterior.
El trabajo permanente, la
cultura del ahorro y el uso del ahorro como inversión a largo plazo podría
afirmarse que han sido las bases del patrimonio familiar. Pero el mayor activo
del trabajo de Margarita González y mío, es el presente y futuro que viven y
tendrán los hijos testigos de este escrito.
Vi el trabajo como una diversión y disfrute
haciéndolo cada vez mejor, pero desde 2004 cambié mi visión, pensé más en los míos
y en qué hacer, una vez cumpliese el tiempo de jubilación y orienté mis ahorros
a la inversión en el campo en el renglón de la ganadería como un hobby y como
una forma de realizar el sueño final de mi esposa Margarita, quien murió en el
ambiente de la finca donde ella nació y creció, precisamente el lugar donde hoy
hago esta remembranza.
Sin embargo, aunque fui un
adicto al trabajo y lo vi como una
diversión, una de las causas de mi despido en el segundo trabajo que tenía, “fue
la falta de idoneidad”. Quien gesto mi salida de la Fundación EDISOCIAL, hizo
nombrar en mi reemplazo una ingeniera industrial sin ningún estudio y
experiencia en las artes gráficas. Las funciones que desempeñaba en la
Fundación fueron asumidas por tres personas, dicen que es una forma de generar
trabajo.
Me despidieron del segundo
trabajo argumentando 112 causas, ninguna
de las cuales figura en el Código Sustantivo del Trabajo, no se me aplicó el debido
proceso, no se me liquidó sobre el tiempo trabajado y no se tuvieron en cuenta
las bonificaciones permanentes que venía recibiendo sobre los resultados financieros
de cada año, los cuales permitieron convertir una Fundación con cero patrimonio
a cerca de 800 millones al cierre del año 2008 en 20 años de vida jurídica.
Creo que la vida no se queda
con nada. Uno cosecha de lo que siembra. Lo anterior ha dado merito a una
demanda laboral cuya cuantía supera los ingresos que recibiría si me hubiesen
dejado trabajar hasta jubilarme. Pero en el mundo estamos y los resultados
de la demanda no se esperaron que se dieran. Conciliamos la
parte laboral y la penal, y la indemnización fue generosa.
Este año ha sido considerado
como el peor de la crisis financiera global, la cual será mayor que el año de
la gran depresión en 1929. Pero a Colombia le fue bien económicamente hablando.
Ahora los gurúes de la economía han acuñado una nueva definición de riqueza. Se es rico en la medida que tengas para
vivir tantos meses sin percibir ingresos laborales. Creo que con mi
trabajo, los ahorros y las inversiones, podría continuar viviendo sin premura
por varios años mas mientras llega la pensión por los años laborados con los
curas de la Diócesis de Socorro y San Gil. Pero las crisis traen oportunidades,
y una nueva opción me ofrece la vida y es incursionar en el comercio
internacional y ya con una participación en una sociedad limitada se podrían
generar ingresos superiores a los que venia percibiendo.
Fueron necesarios cinco años
para hacer posible la iniciación de este sueño, que por su retraso, estas vacaciones
como docente, fueron inmóviles en casa a la espera de la primera importación de
productos para facilitar el proceso educativo que todo niño debe tener: la juguetería
didáctica y que potencie la creatividad
en los infantes del mañana.