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sábado, 8 de septiembre de 2018

Reflejos de una cultura campesina creadora de riqueza

Si dono el diezmo a la Iglesia,

cuánto invierto para la familia y mi vejez?

 

 

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Alfonso González, un campesino, escogía de cada cosecha de maíz, frijol, arracacha y papa, los granos y tubérculos de mayor tamaño que resguardaba en la troja para sembrar en la siguiente cosecha. Fue padre de diez hijos quienes se levantaron sin necesidades alimentarias y fueron buenas personas.

Lorenzo Roso no conoció a los padres, pero se crió en una familia campesina metódica que le  enseñó el arte de trabajar para reservar para el mañana. Acumuló, mas de cincuenta, hectáreas en pastos y fue un campesino con mas cabezas de ganado en la vereda Jarantivá, en Puente Nacional.

Y al igual que Alfonso, fue padre de una decena de hijos, los cuales, también fueron ganaderos doblando, unos, y triplicando otros, la herencia.

   Nacidos en las veredas, Jarantivá, Montes, Urumal, Alto Capilla, regresaron 50 años después a la Escuela donde cursaron la primaria a dar gracias el profesor José Manuel Suarez-de azul, al fondo de pie- por su labor en la década del sesenta del siglo XX.

María de Velandia,  sacaba la mantequilla a la leche para usarla en la cocción y horneada de alimentos, y el suero de la cuajada como alimento para levantar y engordar  cerdos. Fue quien tuvo la tienda mas surtida en Providencia, una de las cuatro estaciones del tren que tuvo Puente Nacional;  y sus hijos, lograron ser profesionales.  

Victoria Ruiz, madre soltera, levantó sus dos hijos haciendo amasijos de maíz, almojábanas, y chucula que vende cada lunes en el marcado de la localidad. Vive sirviendo a quien lo requiera en la vereda. Ya supera los setenta años y deriva el sustento con honor y sudor.  

Clementina Pacheco sacó a la camada de  cuatro hijos amasando mogollas de trigo rellenas de cuajada, cosechando moras y tomate de árbol, y, aunque ya los hijos trazaron sus propios caminos, ella y su esposo Pedro Torres, que ya suman mas de siglo y medio, trabajan y viven felices en la parcela ordeñando  vacas normandas.

Manuel Gómez fue criado por quienes no fueron sus padres en un  runchadero en San Ignacio de Opón. Hoy, tiene mas de dos mil cabezas de ganado y varias fincas.

   Paseo anual de tres familias ganaderas por tierras del medio Magdalena. 2.018.

Giovanni Cruz, nació en la Paz, Santander, y sus padres solo le heredaron el amor por el trabajo; su primer juguete fue un bordón para arrear ganados de un municipio a otro y aprendió a negociar. Hoy tiene cincuenta años y cuenta entre sus activos quinientos vientres que le producen, además de una cría al año, dos mil litros de leche diarios.

Eduardo Garavito, nació en las tablas, pero con el trabajo tesonero y el ahorro e inversión, fue un finquero que fue dueño de las tres mejores fincas del Carare Opón en Santander, hoy con planos pastizales en las vegas del Minero en Cimitarra.

Guillermo Beltrán fue el mayor de una camada de hermanos cuyo padre no les dio el apellido y solo aportó el semen para engendrarlos al natural; debió empezar a trabajar desde niño como mandadero en parcelas, y cuando ya estaba volantón con solo la primaria fue jornalero y andariego hasta que se enroló en la Policía Nacional de Colombia. Por las necesidades padecidas en el hogar y con el empeño de contar con algo propio, empezó ahorrar e invertir en  bovinos y en tierra. Se pensionó a los 40 años, y desde entonces con el mismo método sumó una riqueza con los años representada en centenares de hectáreas y cabezas de ganado que le permiten vender semanalmente 12 novillos gordos cada semana.

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En ellos, hay una constante: pocos alcanzaron a  cursar el tercero primaria. No había mas grados en la escuela de la vereda donde crecieron, pero todos fueron educados en el trabajo, la honradez, la responsabilidad, el amor a la tierra y el anhelo por asegurar, tranquilos, una vejez sin premuras y con recursos en caja para afrontar los achaques de la salud en  el ocaso existencial.

 

Alfonso González sembraba legumbres y granos para alimentar  a los hijos. Lorenzo Roso, ahorraba del jornal diario y lo invertía en un ternero que entregaba al aumento a algún finquero que ganaba su confianza. María de Velandia reservaba el producto de la venta de la mantequilla y fue comprando tierra para que pastasen mas vacas. Victoria Ruiz trabaja  holgadamente para velar por su hijo menor, Down.  Clementina Pacheco vive su vejez con el producto de sus vacas normandas que pastan en fértiles tierras acompañada por su Pedro amor. Manuel Gómez ha engendrado diez hijos en tres uniones maritales y  a cada uno los ha apalancado para que tengan su propia finca. Giovanni Cruz, de arriero de lotes de ganado, es hoy, un prospero comerciante de bovinos con mas de mil hectáreas en sus haberes.  Eduardo Garavito, a quien le mataron una hija para extorsionarlo, abandonó la región de San Ignacio en Santander y en sus ochenta años es un prospero ganadero en el magdalena medio. Guillermo Beltrán tiene en sus haberes fincas ganaderas en tres departamentos y puntos comerciales en una capital del Caribe colombiano.

Todos,  fueron criados en la cultura campesina del ahorro y con la norma: “coma hoy, y guarde para mañana”, “siembre y coseche amando la tierra, ella es generosa y prodiga”. “Invierta en tierra, ella se valoriza todos los años”. “Invierta en ganado, ganado es”. “ De grano en grano, llena el buche la gallina”. “ Pague el diezmo cada año, pero guarde e invierta el triple para mañana”. Todos podemos llegar a ser ricos: “trabajando y ahorrando”. “El que madruga, Dios le ayuda”. “ A Dios rogando y con el mazo dando”. “ La vejez no viene sola, no sea una carga para sus hijos”.

En esta cultura del ahorro campesino que, aun persiste en las veredas y municipios productivos y productores de la provincia de Vélez, Santander, florece la generosidad, la solidaridad,  la ayuda mutua que afloran en cada comunidad, el incremento patrimonial, y un bienestar creciente de las familias reflejado en tranquilidad y felicidad por lo que se hace, a diario, con la tierra y con los frutos de ella.

Pero esta costumbre de ahorrar una parte de la cosecha, ya en semillas o en dinero producto de cada cosecha, también florece en la ciudad entre las personas con origen campesino.

Sin abandonar el credo religioso y la costumbre de dar el diezmo, las personas ahorran, con esfuerzo, un porcentaje mayor para invertir en un lote, el cual, empiezan a construir, en el tiempo, con tantas piezas como miembros hay en la familia, y como si fuese una finca, la parcelan asignando a cada integrante, un habitación en la que se acomodan con la nueva familia, y que abandonan, una vez también logran tener  los ahorros para comprar un lote y empezar a construir la casa propia.

Con los años sumados y a la espalda, usados para observar e identificar la axiología que iluminó a los personajes citados en este ejercicio de escribir haciendo el bien, inferí unos valores que contribuyeron a “crear riqueza familiar” desde la cultura campesina veleña.


Los valores de la cultura campesina veleña.

La sencillez: Son personas sencillas, amables que observaron que las gallinas, de grano en grano, llenan el buche. Los padres fueron solidarios entre si y tienen un solo bolsillo y no cada quien con su baúl. Y los hijos, se ayudan y apoyan entre hermanos cuando surgen emprendimientos individuales.

La confianza: Los padres  delegaron en el hogar, tareas y funciones a cada hijo. Fue el sendero seguro para convertirlos en personas responsables y seguras de si mismos.  Generaron confianza convocándolos a formar parte de las decisiones que afectaban la unidad familiar. Les  enseñaron  a pescar y no les dieron el pescado. Al dar el pescado, hay cena para un día. Enseñándoles a pescar, tienen cena todos los días.

La paciencia: Es el arte de darle tiempo a las ilusiones. Son los peldaños que hay trepar para alcanzar la meta. Las esmeraldas como los diamantes se acrisolan con los siglos. La riqueza se amasa con el ahorro programado, la inversión en activos productivos o en finca raíz, y con  el control de los gastos. La paciencia es darle al tiempo, tiempo. Hoy que todo corre vertiginosamente, las personas crecen en años, pero quieren conseguir dinero fácil para escalar en la vida social, sin importar los medios y el cómo hacerlo, quebrantando los cimientos de la ética y el buen proceder, dando prioridad al bien particular sobre el bien común aceptando con normalidad la corrupción que se  fermenta en los administradores de la cosa publica.

La bondad, la enseñaron con el ejemplo. Los padres que dan sin condiciones aplican la ley del Dar. Y el dar trae consigo el recibir, pues todo lo que sube, baja; y quien es bondadoso con los demás, recibe igual o mas, pues la bondad es el espejo de la ley de la compensación. Padres bondadosos forman hijos bondadosos.

La legalidad, son personas rectas, confiables; serias en los negocios. Para ellos, la palabra es una escritura. No toleran la mala fe en las personas. No admiran a quienes se enriquecen en poco tiempo en dudosos negocios. Son referentes de una cultura de la legalidad.

El cariño, lo expresan con los miembros de la familia; con los amigos y conocidos. valoran la amistad y son solidarios con los conocidos. Son personas que gozan de una alta autoestima y muestran orgullo, sin rayar en la jactancia. Se aman a si mismos.

La familia. Los veleños están atados a sus  antepasados y guardan con espero los recuerdos de sus ancestros. Las familias se reúnen con frecuencia y comparten ocasionalmente entre hermanos, tíos y primos.

Amor a la tierrita. Los veleños añoran los parajes y el terruño donde nacieron y crecieron. Y quienes viajaron a lejanas tierras para colonizar o hacer emprendimientos, regresan ocasionalmente a la vereda,  y tienen como costumbre visitar a los conocidos; jugar tejo, jugar a los gallos, montar a caballo y hacer el paseo de olla a la quebrada; sin faltar, a las ferias y fiestas navideñas de la población donde fueron bautizados.

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En el hogar y en la escuela se forjan los valores que mantienen viva la cultura campesina. Y los campesinos, en su mayoría marginados en Colombia, trabajan con dignidad para tener el pan en la mesa y no dependen de las migajas del Estado, pero si requieren vías de acceso para comercializar y asistencia técnica para mejorar y producir mas llevando al mercado productos frescos y naturales.



Puente Nacional, vereda Jarantivá, Posada Ecoturística La Margarita, junio 12 de 2018.

Nauro Torres Quintero

Esp. Alta Gerencia. UIS. Lic. en Filosofía y Letras. USTA. Colombia.

 

 

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