Maestros que dejan huella
LA ENSOÑACION,
UNA DIDACTICA QUE EMPIEZA EN EL VIENTRE DE LA MADRE Y DEBERIA TERMINAR CON LA
MUERTE
Si ensoñación es soñar despierto o desear
algo con pasión, y soñar es representar en la imaginación sucesos o escenas
estando dormido, o imaginar cómo real y verdadero lo no que no es; la tarea
de los padres de familia y los maestros es motivar emocionalmente a los hijos e
hijas desde el vientre de la madre hasta la pubertad para que, conscientemente anhelen ser personas
respetuosas, y honestas que logran todo con esfuerzo y dedicación y para que
sueñen convertirse en ciudadanos creativos, solidarios, persistentes y
proactivos.
Crecí en un hogar en el que soñar era un
signo de malos presagios y en el que no había tiempo para la ensoñación, pues
había que estar en permanente actividad física para evitar los malos pensamientos,
como si esos viniesen de uno. Sin embargo, tuve la fortuna de tener algunos
maestros en las cuatro etapas de formación académica, sembraron en mí anhelos
para tener sueños o utopías y luchar por alcanzarlos, además me animaron a
convertir los libros en mis amigos convirtiéndose en otra didáctica para
sembrar sueños.
Mi padre, Miguel Agustín Torres solo fue a la
escuela dos años, perdió a mi abuelo cuando tenía dos años de edad y asumió la
responsabilidad del hogar de mi abuela viuda, y el nuestro, a los 22 años. Sin
embargo, fue un narrador de mitos, leyendas y cuentos con los cuales nos
distraía en las noches mientras descocotábamos el café que sembramos con amor
en las paredes de una pequeña finca que bautizó la vega que no tenía de vega
sino un espacio poblado de gigantes piedras que yo convertía en mis monstruos. No tuvo libros, pero leía todo lo
que encontraba, en especial la prensa con la cual mejoró la lectura y la
caligrafía, no superada aún ni por los hijos ni por los nietos. Fue él, mi padre, quien convirtió mi vida en una ensoñación
permanente, gracias a su didáctica oral.
Sara Mosquera se llamaba mi maestra de
primero. La recuerdo porque decía: estudie mijo, estudie. No vaya a ser como el burro que come, duerme y
defeca en el mismo lugar. No vaya a ser como el burro que solo sirve para
trabajar y rebuznar.
Epifanía Pardo se llamaba mi maestra de
tercero de primaria. Leyendo cuentos y
narrando historias me indujo por los libros en cuyas páginas habría tantas
cosas nuevas, aun no imaginadas por mí, pero que podría conocer y viajar por el
mundo, estando en casa. Y desde entonces me escondo en ellos, hablo y comprendo
a los personajes, conozco tantas historias como libros leídos.
El sacerdote Ramón González Parra fundador de
SEPAS en San Gil, me regaló en la edad adulta tantas enseñanzas aún no
escritas. La más importante,
me enseñó a leer la realidad y a transformarla. Me enseñó a ser solidario
siendo cooperativista. Me enseñó que la
pobreza no es un obstáculo para el desarrollo económico, no es un castigo, sino
una oportunidad para vencerla con el conocimiento y la inteligencia. Me enseñó
que mientras uno NO vea al otro-el prójimo- como mi hermano, mi fe en Dios es
vana.
Albert Einstein fue un genio reconocido del
siglo XX y uno de los más célebres de toda la historia. Según uno de los más
brillantes científicos contemporáneos, César Nombela, con la Teoría de la
Relatividad formuló la última de las
grandes leyes físicas del mundo –si él lo dice ha de ser cierto-. Su capacidad
para explicar cómo la naturaleza no varía pese a la falta de destreza del
observador - lo que el observador no ve
-, lo hizo imaginar la curvatura del espacio-tiempo, que supuso una forma nueva de descubrir la realidad, un avance
extraordinario que transformó nuestra visión del espacio y del tiempo,
desplazando para siempre a la física de Newton.
Con Einstein se confirma la tesis que las
personas se hacen inteligentes, y como él, muchos pasan desapercibidos en el
sistema educativo. De pequeño fue considerado un niño intelectualmente “lento”.
La madre pensó que era un ser deforme-debido al tamaño y forma de su cabeza
enorme y angulosa-, y retrasado mental – por su lentitud para comenzar a hablar
-. Pero aquel niño, grueso y
ensimismado, callado y gris, con el tiempo empezó a poner en duda todo lo que
los demás decían.
Como muchos padres colombianos, el padre de
Albert no pudo estudiar porque los padres no contaban con recursos económicos
suficientes. Era un hombre opacado, influenciable, con poblado bigote- como
luego imitó su hijo- que fue de fracaso
en fracaso; fue bueno y pasivo que se acomodaba a las circunstancias; pero era
muy querido por muchos, de
gran corazón, y tendía a la ensoñación. El soñar fue la cualidad más importante
que transmitió a su hijo.
Albert confesó que fue “un niño solitario y
soñador, que no encontraba fácilmente amigos”. Evitaba las peleas y siempre
prefería los pasatiempos difíciles en solitario o los juegos de bloques de
construcción, es decir, cualquier cosa antes que empatizar con los demás. Hasta
los nueve años habló con fluidez. Quien lo cuidaba de niño lo llamó “padre del
aburrimiento”. No comunicaba sus sentimientos, pero sí, sus rabietas. En la
música fue el único medio que la madre encontró para que él expresar sus
sentimientos. El violín se
convirtió en su compañero más fiel. Con él pensaba, resolvía problemas, se
refugiaba.
La
educación fundamental de Einstein no provino de fuera de la escuela. Lo
rodeaban familiares adultos dedicados a las comunicaciones y la
electrotecnología, entonces a la vanguardia de la tecnología. Igual influyeron
en él los libros de divulgación científica que les facilitaba un judío estudiante
de medicina.
Pero qué hechos convirtieron a Albert
Einstein en un científico? Para demostrar la tesis del título de esta nota
escrita por mí mientras estaba en el aula de docentes del Colegio Luis Camacho
Rueda, los narraré:
1. Un profesor le dijo que valía para las matemáticas y
lo dejó ir a sus clases de oyente cuando
no había probado ni el acceso.
2. Un estudiante judío de medicina agradecido le dejó a
su padre, unos libros de divulgación científica que le apasionaron.
3. Se encontró con el cariño de una familia que adoptiva
que lo quiso, simplemente por ser una persona, sin autoritarismo ni protección.
Que estimuló en él la búsqueda de la verdad, la dignidad y la excelencia del
ser humano y su honradez.
4. Una escuela sin autoritarismo ni dirigismo, merecedora
de todos los esfuerzos y aciertos educativos.
5. Y una esposa, que junto a su amor, le dio la
motivación para trabajar por un fin más allá de sí mismo, y le supo acompañar
hasta el éxito.
Todos los niños podrían ser Einstein, si como él
encuentran la combinación que estimule su capacidad siempre desaprovechada y,
en la práctica, infinita. Este judío fue el resultado de la combinación de:
amor, estímulo, confianza y motivación, trabajo, ensayo y error.
Esa combinación debería estar en los padres, los
maestros y familiares. La combinación del amor, el estímulo, la confianza, el
trabajo, el ensayo y el error para aprender de ellos.
La mejor
enseñanza, sembrar sueños. El mejor apoyo, facilitar la ensoñación. El mejor
ánimo, usar las palabras para sembrar conocimientos colocando capas de experiencia en las
personas, y usarlas con positivas intenciones.