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jueves, 29 de julio de 2021

Labán, el codicioso


Fue el hijo mayor de una trio, hijos de unos padres casados en segundas nupcias. Eccehomo, el padre delegó en él, la güianza y cuidado de los hermanos menores Abel e Irene, a quienes castigaba sin motivos ni razones.

A la escuela fueron los tres. Debian caminar unos cuatro kilómetros cada día. Labán, cazaba pleitos porque los otros niños no procedían como él lo determinara.

Terminaron la primaria, y los dos menores, a la capital partieron en búsqueda de oportunidades. Abel, logró un empleo en una empresa de vigilancia, formó familia y engendró tres hijos con una dama muy trabajadora. Irene, empezó a trabajar en una empresa farmacéutica como empacadora. Igual conformó familia con un joven trabajador de origen campesino.

Eccehomo murió de viejo a los 85 años. Su segunda esposa, Mercedes, diez años después, se fue tras él.

Labán continuo en la finca disfrutando de los reítos de la venta de las crías y venta de leche sin entregar cuentas a los hermanos residenciados en la capital por asuntos laborales.

Los fines de semana mostraba sus habilidades en el juego del turmequé con moñonas y embocinadas sucesivas en cualquier chico de tejo. A las galleras acudía chalaneando en el caballo rocinante canoso por los años que sirvió por 15 años a Eccehomo.

Las Farc hicieron presencia en el territorio anunciando su estadía con visitas ocasionales a las parcelas de los labriegos, quienes, en su natural espontaneidad, ofrecían alguna bebida o vianda a los intrusos. La parcela de Labán por estar a la vera de un sendero veredal, en varias ocasiones fue visitada por la guerrilla y atendida con una limonada.

Un jueves cualquiera del mes octavo de 1.983, un comando del ejército colombiano se enfrentó con la cuadrilla guerrillera que estaba haciendo el censo campesino. Hubo muertos y heridos en los alzados en armas, mientras que a las fuerzas estatales, les favoreció la sorpresa y la iniciativa.

Pocos meses después, la civil rondó por algunas parcelas campesinas sindicando a unos como colaboradores de la guerrilla. Alfonso Gómez, un solitario labriego resultó muerto en su rancho. Dicen que en una de sus huertas apareció un morral verde con objetos personales de un miembro de las FARC.

Labán fue sacado de su casa, sindicado de colaborador de la guerrilla. Se lo llevaron por delante como un ternero manso. En una planicie, le anunciaron que lo iban a soltar. Le dijeron que se fuera adelante a paso rápido para que no se dejara alcanzar del pelotón militar.

Ramiro, su medio hermano materno, bajaba por el mismo camino y se percató que le iban a aplicar la ley de fuga. Solicitó a un soldado le condujese al comandante del piquete militar. Le informó que Labán era uno de sus hermanos menores. Que no tenía nada que ver con los facinerosos. Que solo había ofrecido una bebida que no se le niega a nadie. El comandante, escuchó atentamente mientras revisaba los papeles de identificación que había entregado Ramiro mientras solicitaba piedad por Labán. El militar comprobó que Ramiro era reservista y le devolvió a su hermano con la condición de que se presentase en el puesto de comando en los Robles, con varias recomendaciones de buena conducta a favor de Labán.

A Labán no le hicieron cargos, muy usuales sin pruebas por las fuerzas regulares del Estado en zonas de guerrilla. Para evitar la suerte de su vecino, Alfonso Gómez, partió para la capital en búsqueda de acogida por sus hermanos menores.

Regresó a la vereda dos años después. Montó una cantina en Providencia, poblado que otrora fuera estación del tren. La música de carrilera, las rancheras animaban las tomatas de fines de semana en la casa de la loma que había sobrevivido al incendio de 1.948 causado por los godos para correr a los liberales.

Una noche de jóvenes borrachos, discusiones hubo entre ellos con disparos al aire. Labán logró cerrar la tienda con un par de labriegos en disputa. Un tiro desde la calle atravesó la puerta de pino y hacer carambola con la frente de Labán fracturándole el cráneo e hiriéndole de muerte.

Fue socorrido oportunamente y trasladado a Bogotá por su medio hermano Ramiro y vecinos comunales. Meses después regresó a la finca usando un gorro para disimular la cavidad que le dejó el tiro.

Años después, corrió del derecho herencial que tenía Ramiro para pernoctar en la casa paterna. Diez años luego de la muerte accidental de Abel, y la ausencia de Irene por asuntos laborales y de familia, Labán reclamó legalmente la posesión de la parcela, desconociendo los derechos de los descendientes de sus hermanos.

Ramiro vive en el terruño que compró con su trabajo y evita tener líos de linderos con su medio hermano, quien ha ido vendiendo la tierra por pedazos para cubrir los gastos de la vejez abandonado por sus hijos y la esposa que decidió regresar a la casa paterna por el maltrato frecuente de Labán que envejece mientras pasa los dias sentado en la vieja silla de madera que usó su padre desde la juventud.


Puente Nacional, julio 29 de 2.021

El parasitismo del plagio intelectual

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