Nació el día y hora
que empezó el bogotazo en una bahía camino al morro en el seno de una familia
que alternaba la siembra de papa con la ganadería de leche y la atención a los
campesinos que trepaban o descendían por el camino que unió a Puente nacional
con Saboyá.
Para cursar la primaria, caminaba cada día 10
kilómetros. Fue el segundo en una familia con 6 hijos que perdieron al
padre, siendo niños. En cien años, fue el único del territorio que cursó la
carrera militar y alcanzó el grato de capitán. Fue llamado a calificar servicio
por no tener vara en la jerarquía militar.
Remplazó el sable por
la macheta; el fusil por el azadón; la munición, por las semillas; el bastón de
mando, por el rejo; la cachucha militar, por el sombrero de fieltro; las botas
militares, por La macha; la alimentación en los casinos, por la caserita;
las fiestas sociales, por las reuniones de la Junta Comunal; la ciudad, por el
campo; el morral militar, por una capotera; la ostentación militar, por la vida
apacible del campo.
Era flaco como un
garabato; alto como un vástago de plátano tocaimero; Tenía nariz de estribo
español; y hablaba mojando las palabras como notas de un saxofón. A pie trepaba
a las carreritas y bajaba con afán: A caballo tomaba el camino como si fuese el
desfile militar. Y en carro, saludaba a quienes encontraba a su paso como si
fuese rey de carnaval.
Perteneció al
batallón de ingenieros del Ejército Nacional. Su ejercicio militar se reflejó
en las carreteras, puentes y alcantarillas que contribuyó a abrir y construir
para conectar a los marginados campesinos con los cascos urbanos municipales.
Siendo teniente efectivo fue comandante de reclutamiento, facilitando la
libreta militar a quienes hablaban con la sencillez de un nacido en el campo.
Finca la Esperanza, vereda Páramo. Esta a la vera del camino indígena por el que treparon los comuneros en 1.781 rumbo a Zipaquirá. Aquí nació y murió el militar.
En uso de buen
retiro, regresó a vereda Páramo, donde nació. Acompañó a Zenaida, la madre y veló por sus
hermanos menores. Retomó las costumbres productivas del padre que perdió siendo volantón; implementó la división de potreros para aumentar la carga bobina y
amplió el área de pastos para mejorar el ingreso de la pensión con los ocasionales
ingresos por ganadería y papicultura.
Se juntó en la acción comunal veredal y contra
viento y marea, abrió carretera con su propio peculio hasta predios lindantes a
los del terreno de sus ancestros conectando la región con la vía a Peña Blanca
y la carretera central para facilitar la movilidad con la capital del pais por Robles.
Con el contacto de
Alberto Segura, lograron del alcalde Yuri García, de origen liberal, una góndola
de las usadas por el tren de oriente, sobre la cual, el capitán calculó y dirigió
la construcción de puente sobre la quebrada Jarantivá facilitando la conexión
con otras veredas y Boyacá, por el paraje sabanetas.
Los vecinos del
camino, al mirarlo descapotando, terraplenando y cuneteando para la carretera,
corrían las cercas de alambre imaginando que los carros treparían como vacas en
manga. Y el capitán, en el mantenimiento de la carreteable, levantaba los
estacones, hasta que los propietarios, comprendieron la pertinencia de la vía
para el transporte automotor rural cuando fueron las mujeres las que empezaron a
salir a los convites comunales.
Con los años, la vía
fue conectada con la 45A. Más luego, usada por empresas de gas y petróleo y en
medio de conexión con Boyacá y Bogotá.
Pedro fue su
nombradía y Alarcón su impronta de cuna. Nunca tuvo carro, pero los vecinos, y
otrora enemigos de la carretera, son los únicos con automotores años despues.
Al capitán lo
recuerdan en el territorio porque el uniforme y las armas no le quitaron la
sencillez y don de gentes. Ni el uniforme, ni las armas usó para ejercer
dominio del otro. Ya a pie, ya en carro, el capitán Alarcón siempre terció su
capotera, ya con el mercado, ya con las pertenencias.
El capitán, se
infartó una oscura y lluviosa noche de abril, en la misma fecha que nació. Sus
hermanos gestionaron para que algún locomotor viniese por él para llevarlo al
hospital más cercano. Ningún vecino se ofreció a prestar el servicio. Murió
sobre las tres de la madrugada en la habitación que lo acogió en su existencia
campesina.
La capotera, hoy solo usada en tierras guajiras.
Los campesinos no lo recuerdan por el trazado
de la vía y cálculo del puente sobre la quebrada Jarantivá, ni por su aporte
pecuniario para trazar la carretera, pero sí, como el capitán capotera, un
militar que murió en el 2.008 con la tristeza que muere un soldado que sirvió a
su patria y se fue con su honorabilidad y patriotismo al pais del olvido.
Jarantivá, Junio 8 de
2.022