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lunes, 18 de junio de 2018

Graciela Pereira de Gómez, cantera de versos


Maestra de principio a fin

Contar en versos una historia solo lo hacen los poetas,
contar en versos la historia personal,
solo lo hacen las personas que narran en versos
su trasegar existencial,
sintiendo y viendo las maravillas de la vida
creciendo cada día en sabiduría
para quererse mas y amar a los demás
siendo feliz al respirar y servir a los demás.


Intentaré narrar sin versos
la historia de una mujer que escribe versos.

Intentaré poner mi alma en cada letra
para que el lector
se enamore de los versos.

Intentaré desnudar el alma de la poeta
para que el lector
se enamore de la vida
y en ella encuentre la esencia existencial.

Intentaré contar pasajes de la vida de Chela
en párrafos que muestren su influencia
en la juventud de San Gil, Santander.


En 2008 recibí de manos de la autora, una “Cantiga del agua”, manantial de versos, con una sencilla dedicatoria: “Para Nauro y Familia, con cariño y amistad, estos versos que descubren mi alma….Ojalá que su lectura dé alas a sus sueños, nostalgia e ilusiones…Los abrazo con el corazón”. La dedicatoria estaba firmada con un nombre que esta en los recuerdos de los niños que tuvieron la fortuna de haber estudiado y están estudiando desde el preescolar en el colegio, El Principito, hoy Colegio Santa Cruz de la Nueva Baeza de San Gil.

 Chela es el nombre que esta esculpido en el alma de los niños, que ya siendo adultos y profesionales, regresan en ocasiones al colegio, para que ella, la cofundadora del colegio, les lea o les recite los poemas, rondallas y canciones con los cuales los enamoró: del estudio, de la vida, la familia, la ciencia, la paz, la patria, el terruño donde se ha nacido y de vivir el día día para ser felices. Y desde luego, enamorarlos de la poesía.  Otros regresan a leer los primeros versos que compusieron aprendiendo a escribir, poemas de los niños que cada año componen; y ella, la maestra de vocación, arma en tomos marcados con el año que le fueron entregados, luego de ser pulidos con el cincel de la rima y el ritmo de la pedagoga que desde niña, por ser la mayor de una familia con 14 hermanos, debió asumir responsabilidades económicas y formativas para ayudar en la faena del hogar junto a su madre, Rosa Delia Sánchez, mientras el padre, el maestro José Antonio Pereira (http://naurotorres.blogspot.com/2017/04/un-maestro-ebrio-de-amor.html) hacia maromas con el tiempo y con  varios oficios para traer el pan a la mesa en la que siempre hubo canciones y cuerdas por tocar.

 Graciela Pereira Sánchez es su nombre de pila; hija de José Antonio Pereira Arenas, escultor, músico y compositor sangileño, quien la impregnó con la música y la interpretación de la guitarra; y  la profesora Judith Luengas del grado cuarto de primaria, la indujo en la poesía al asignarle la tarea de declamar el poema “suave leyenda” que, luego de interpretarla, sintió un extraño impacto de la poesía.

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Graciela Pereira de Gómez en la oficina de la rectoría del colegio Santa Cruz de San Gil. (Foto de Nauro Torres. 2017).

En su pubertad y adolescencia cuadernos varios llenó con acrósticos y coplas. En la universidad, en la soledad de una habitación bogotana compuso sus primeros poemas dedicados a su familia, y como sus escritos del bachillerato, se olvidó de ellos por su labor como maestra, pero en el ejercicio de la profesión se dio cuenta del escaso material poético para niños y se dedicó a escribir poemas para sus alumnos, y los alumnos a su vez, poemas para sí.

Su infancia, juventud y enamoramiento, su vida de mujer, maestra, esposa y madre fueron sus fuentes de inspiración en los versos que empezó a plasmar en poemas desde la década del noventa del siglo XX  que fueron recopilados en el título # 38 de “Poetas del nuevo milenio” editado por Apidama ediciones, libro con 76 poemas organizados en siete capítulos publicado en abril de 2008 con el título, “Cántiga al Agua”. En 1996 había publicado un poemario que tiene como título: “Amor y ternura…60 maneras de expresarlo”, una selección de poemas de maestros y alumnos del colegio que aún regenta. Pero su acción pedagógica y poética  no se limita a la comunidad educativa de su colegio, siembra semillas poéticas en un ámbito mas amplio en el que hace su ofrenda como lo reza este poema:



Ofrenda

Quiero ser
una mujer sabor a luna
fulgor de sol
madura
profunda


Símbolo de promesa
motivo de esperanza
ansiedad guardada
amor que se desborda
mujer hecha canción.


Con sus canciones, sus poemas, su capacidad comunicativa, su liderazgo femenino, su pedagogía siempre a flor de labio en cada palabra, Chela es una colombiana que siente desangrar a su país pero que siembra esperanzas en los corazones de los niños, a quienes anima a aprenderse y recitar el siguiente poema de su cosecha de anhelos, añoranzas, preguntas y propuestas.
  
Escúchame Colombia

Permite que esta noche
en nombre de los niños yo te hable
y te pregunte y te cuente cosas
que tal vez tu ni te imaginas ni tu sabes.


Desde este mi San Gil que tanto quiero
desde este rinconcito de mi patria,
empezaré a hablarte de tus ríos
ya casi ni se cantan ni te bañan,
pareciera que el tiempo se ha llevado
murmullos de cascadas en sus aguas.

Los árboles que amaban los abuelos
han doblado sus gajos y sus ramas,
ya no pueblan sus copas muchos nidos
ya no hay pájaros mariposas y cigarras.

Las flores ya no se miran en tus campos
hay que ir a las plazas a mercarlas
y ya por tus caminos polvorientos
ya no encontramos campesinas de alpargatas,
pues si las hay, seguro que andan
sin sonrisas sin trenzas y descalzas;
y a que no sabes por qué?
por no hacer ruido;
ellas sienten la muerte que amenaza
escondida detrás de los barrancos
disfrazada de bomba o de metralla.


Los verdes cafetales de otros tiempos
ya sembrados de coca y marihuana
difícilmente pueden convencernos
de que el azúcar sale de la caña
o del pan servido en nuestras mesas
es un producto también de tus entrañas.


se perdió la memoria
camino a tus aldeas
cuando el agua era fresca y cristalina
tomada en tus arroyos y quebradas.


El aire en las campiñas yo no es puro
ya no huele a romero ni a azahares,
ni a trapiches, ni a huertos, ni a jazmines;
y casi el arco iris, ya no sale.


Ya no se oyen bambucos ni guabinas
al compás de las bandolas y guitarras.

Y sin embargo
así te lucho yo patria querida,
con ese traje triste de nostalgia,
de negro por el luto de tus hijos,
de rojo por su sangre derramada.

?Sabes-Colombia- mi paloma virgen?
todos los niños hemos de vestirte
el blanco de la paz no mancillada,
el azul de tus mares y veleros.

Haremos que en tu rostro campesino
se dibujen sonrisas de confianza,
que por tus veredas se ande sin temores
que en las ciudades el progreso marche
y en la orillas de tus ríos crezcan
otra vez pomarrosas, gualandayes.

Y nos vuelva el repique acompasado
de las campanas al caer la tarde
y el sol entre por todas las ventanas
para que siempre en las mañanas cante.

¡No te mueras¡ -Colombia- ¡no desmayes¡
que las huérfanos, las viudas y los niños,
curaremos las heridas de tus males,
te regalaremos nuevos sueños
una feliz comparsa
y un mapa limpio de soñados viajes.


Por favor mi Colombia
no dejes que te acaben;
todos los niños hemos decidido
¡y juro que lo haremos¡
construirte, un mañana mas amable.

Patria querida, mi Colombia linda;
déjame que esta noche,
en nombre de los niños
que viven en los campos y ciudades
con un poema yo te diga un canto,
y con mi corazón, una alabanza

Desde este San Gil que tanto quiero
donde a diario sembramos esperanza. 

Como mujer, como poeta, como esposa, Chela Pereira propone un ideal de varón que va sembrando en sus charlas y orientaciones pedagógicas en los niños y jóvenes que pasan por el colegio en el preescolar y el bachillerato.

Savia

El hombre que "yo" admiro
es vital

El hombre que "yo"espero
sabe esperar

El hombre que "yo"sueño
sabe soñar

El hombre que "yo" amo
sabe amar

El hombre que me regocija
es mi único amor
sin tiempo.

El amor en todas sus manifestaciones, un amor henchido de esperanzas, un amor como la fuente del manantial que brota de las montañas es, su inspiración, su desvelo, su propuesta y su canto.

Encuentro

Nuestra cita es el amor
y algo mas

El reloj no se detiene
un cuarto cálido
"ese" cómplice compañero habitual

Y la urgencia de nuestros anhelos

Mi valor,
tu alegría;
mi nostalgia,
mi mirada.

Mis historias,
tu sonrisa;
mi perfume,
Monte blanco;
(Presencia de una mujer intensa)

El cabello lavado
que se riega en mi mejilla

El temor de perderte
en un instante

Y mi certeza:
hoy llamaras ansioso
a nuestra puerta

El amor en todas sus expresiones es, su desvelo, su propuesta y su exaltación; ella enseña que amar es una tarea diaria entre las parejas que hacen y viven en familia;  por eso exalta el  amor a vivos versos.

Amarte no es fácil
es vivir en volcán
y no quemarse

Es tomar tu amor
y no embriagarse

Es seguir contigo
cuando te has ido

Si amarte no es fácil
perderte sería un morir

Impregnarme
de tu luz alucinante

Ojalá nunca pase
en el canto ni este deseo
de amarte
una y otra vez




Chela, la maestra que nació para ser maestra

creció entre bambucos y poemas

entre hilos de fique y madejas

entre notas musicales y los bocados del cincel

entre muñecas de trapo y tonadas

abrigada por los besos de Rosa Delia

y arrullada por las canciones de José Antonio.


Por ser la mayor en la familia, fue su tarea ser pedagoga, cuidar y orientar a sus hermanos, pues entre ella y la ultima transcurrieron 17 años; además, asumir los oficios de la casa en la que había 15 bocas que alimentar, no hubo ingresos para dar comida a otra boca para ayudar; fue  ama de llaves y dama de compañía de sus siete hermanas con quienes estudió en la escuela Normal Departamental de Señoritas de San Gil.  Chela debió convertirse en el espejo para las hermanas, y en el apoyo moral, incluso económico para que cada cual lograse estudiar, al menos el bachillerato.

Se hizo normalista en la institución regida por Hermanas de la Presentación, graduándose con honores. Con una referencia rectoral  le permitió conseguir un primer trabajo en un colegio privado de la misma comunidad religiosa en la capital colombiana; luego fue vinculada por un colegio de los sacerdotes claretianos , mientras empezó  estudios de sociales en la Universidad Nacional.

Graciela Pereira, como cualquier matrona santandereana, es de un solo amor desde el mismo momento que apareció por  primera vez en su corazón. Un diciembre de 1966, sus padres le permitieron pasar una semana de vacaciones con una compañera en  Villanueva.  Gladys Gómez fue esa amiga quien le invitó a la naciente población, por amistad, y en especial, por sus dotes musicales. 

Graciela y Gladys arribaron a la población en una chiva de Cotrasangil, un viernes en la tarde. Al aparecer el ocaso coronando la montaña que protege la llanura de la localidad, ya en casa de la amiga, Chela irrumpió el silencio del atardecer con un par de bambucos con notas de su guitarra. Las campanas alzaron vuelo anunciando el primero para la misa de seis, y entre notas folclóricas y campanadas, un joven alto, fornido y apuesto arribó al portón azul.

El muchacho de ojos negros y profundos que brotaban como aljibes de un rostro armonioso, estaba vestido de pantalón negro  poblado con manchas de tabaco con formas diferentes. Con sus pasos, le acompañaba un aroma a chicote que expelía  una camisa blanca de algodón con mangas largas cuyo conjunto era el  uniforme de los chicos que en vacaciones trabajaban bulteando cargas de tabaco descargándolas de los mulares  a las bodegas de la empresa Colombiana de Tabaco.

Al joven le fue presentada Chela, por su amiga Gladys. Él, un seminarista, la saludó con respeto y curiosidad. Él se había graduado en el mismo año que ella, pero desde que se conocieron esa tarde en Villanueva, solo se volvieron a encontrar en la Universidad Nacional  en la capital colombiana en el primer paro de estudiantes que debieron vivir como provincianos en el claustro del conocimiento. Él, estudiaba filosofía, y ella, psicología, pues no había logrado encontrar la licenciatura en sociales en esa universidad publica.

Para lograr estudiar, Graciela trabajaba como profesora de biología en un Colegio Claretiano; y como maestra normalista, concursó para ingresar al sector oficial en el Distrito. Estando en consulta medica con el galeno Álvaro Gómez Niño (q.e.p.d.), en las vacaciones de mitad de año en San Gil; éste, luego de auscultarla, le felicitó por haber aparecido su nombre en el diario El Tiempo, periódico liberal de amplia circulación Nacional. Ella sorprendida, le preguntó que por qué le felicitaba? y en donde estaba el periódico con esa información?. El medico, como otros de esa época, leían el periódico con regularidad, y ese ejercicio diario incluía los avisos publicitarios, y entre ellos, estaba la lista de maestras que habían pasado el concurso para trabajar en la capital. Graciela se curó de la dolencia que le aquejaba, y solicitó cortésmente al medico, el pedazo del periódico con el cual viajó el  domingo a presentarse a primera hora en la Secretaria de Educación de Bogotá.

A primera hora de ese lunes de un mes cualquiera de 1970, la seleccionada, buscó la oficina de personal en la Secretaria de Educación Distrital. Un cortes cachaco le  indicó que por el corredor, a mano derecha, al fondo estaba la oficina. Allí acudió presurosa y  expectante. Entró, y entre muebles, escaparates y archivadores, observó cuatro señores cuarentones que, sentados alrededor de una mesa de madera redonda color mugre, platicaban y hablaban de vacantes…alumnos…maestros. La provinciana interrumpió y preguntó por la persona encargada de los nombramientos de las maestras en la ciudad. Los señores vestidos de paño negro, eran rectores. Cada uno, por curiosidad masculina le interrogaron y preguntaron  de su origen, de sus habilidades pedagógicas y algunos aspectos de la prueba para el concurso. La maestra, entre inocencia y ganas de trabajar, solo atinó a explicar su empeño por la formación de los niños. Los maestros de negro le  dieron la oportunidad de escoger escuela. Y ella, se inclinó por la que le ofreció un rector que fue afable con ella.  Terminó trabajando en el barrio Molinos a la espalda de la cárcel La Picota. La escuela carecía de pupitres y abundaban los niños hambrientos por estudiar. Por el lugar pasaba todos los días el director del penal, y la joven maestra, una vez informada de quien era  el director, lo abordó un día para solicitarle  unas canecas con las cuales improvisó pupitres y sillas, que posteriormente un grupo de presos convirtió en bancas escolar


Raúl Gómez Quintero fue el zagal que la conoció una tarde de diciembre en Villanueva, gracias a su hermana Gladys quien la había invitado a pasar unas vacaciones.  Raúl inició estudios de filosofía en la Universidad Nacional, labor que hacía en una jornada, animándose a estudiar a la par, derecho en la otra jornada.

El paro universitario, facilitó el encuentro de paisanos estudiantes, quienes compartían tardes y domingos yendo al cine, visitando la biblioteca o departiendo en empanadas bailables en casa de algún compañero de universidad. Fue en esos espacios y oportunidades que Raúl Gómez le propuso amores a Graciela Pereira, convirtiéndose en esposos en 1972, mientras él, estudiaba, y ella, trabajaba y estudiaba. Como maestra ella empezó ganándose $ 2.200.oo; el salario mas alto que un maestro podía tener en ese entonces en Colombia. Raúl se graduó en filosofía en 1972 y ese mismo año fue seleccionado, por concurso, como profesor de la facultad de filosofía de la Universidad de Nariño con un salario de $ 6.000.oo. Por la diferencia salarial, Graciela, ya madre del primogénito, bautizado con el nombre de Delgzar Raúl -en homenaje al nombre de un amigo y como costumbre de todo santandereano de colocar  a un hijo en nombre del padre-, abandona su carrera universitaria y el trabajo y viaja a Pasto tras su esposo. En esa capital, Raúl continua estudios de derecho; ella consigue un trabajo como maestra en el Jardin infantil Nacional y empieza estudios de pedagogía en la misma universidad de Pasto.

Siendo de decano de filosofía y profesor de la misma materia en la facultad de derecho, Raúl se gradúa como abogado, desempeñándose como decano de filosofía hasta  finales de 1977, regresando con su familia a la capital de Santander como funcionario de la Procuraduría General de la Nación. Ya en el departamento que los vio nacer, visitaban con regularidad a San Gil, lugar en el que nacen los tres siguientes hijos: Vladimir Ilich el honor al primer y máximo dirigente de la URSS en 1922; Istar Jimena en honor a la diosa egipcia del amor, Isis;  y Rut Tatiana en honor a la excelente mujer del Antiguo Testamento. Raúl, posteriormente abandona el trabajo público y empieza a litigar con oficinas en Bucaramanga y la Perla de Fonce, radicándose posteriormente en esta ultima en 1979.

Graciela  es nombrada maestra en la Normal donde curso los estudios secundarios. Reanuda estudios en ciencias sociales graduándose en la Universidad libre de El Socorro estando embarazada de su segundo hijo. Con dos hijos pequeños, y detectando una carencia en la formación preescolar en San Gil, Graciela Pereira se une con Elsa Beatriz Plata y constituyen el preescolar que se llamó El Principito,  en 1980.
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Siendo Graciela Pereira, estudiante en la Nacional, fue a la biblioteca de la universidad a solicitar un libro para leer un fin de semana. Ella solicitó el texto de Maquiavelo, titulado “El Príncipe” recomendado por un maestro con la intención que la estudiante recibiese del libro las enseñanzas para ser una buen líder en el campo de la política y adquiriera pautas de comportamiento para liderar grupos humanos; pero el bibliotecario le entregó “El Principito” escrito por le aviador francés Antoine de saint-exupéry,  sin que ella hubiese encontrado la diferencia en el volumen y tamaño del texto. La estudiante al leer a “El Principito” encontró un manantial de conocimientos y consejos, sin tiempo y sin lugar, que convierten al niño lector en un buen ser humano, pues lo insta a descubrir el poder del amor y el valor en  lo simple de la vida. Su lectura, ratificó su vocación de maestra para dedicarse a la educación y la formación en lo esencial, pues “lo esencial es invisible a los ojos”.

Graciela es el clásico ejemplo de las mujeres que nacieron entre las décadas del cincuenta y ochenta del siglo XX. Las hijas  que nacieron en ese periodo en Colombia llegaron con un decálogo de obligaciones y metas. Aprendieron los oficios y artes de las progenitoras; la cocina y los oficios de la casa que aprendieron desde niñas, las convirtió en esposas, novias, amantes y  reconocidas amas de casa; habilidades propias de la mujer santandereana en ese entonces, quienes a la postre, tienen la ultima palabra en la familia. Fueron mujeres que se apropiaron del derecho a la igualdad de genero; estudiaron con sacrificio y se convirtieron en profesionales cumpliendo triple jornada: estudiaban, trabajaban, eran amas de casa y además docentes pues  transmitieron la axiología que diferencia los miembros de cada familia en la vereda o barrio de Santander.

Escuchar a Raúl Gómez Quintero, un abogado defensor de causas perdidas -de grupos humanos estafados por políticos y negociantes de las necesidades de vivienda de familiar que debieron abandonar el campo por causa de la guerra para vivir en San Gil-,  hablar de Chela, su esposa, es oírlo elucubrar su admiración por las diosas del olimpo y por los personajes de la literatura rusa. Resalta el significativo aporte de Graciela Pereira, desde el colegio a la sociedad sangileña, cimentando los valores familiares en los niños de las familias que confiaron a los hijos en la formación axiológica y académica al “Colegio Santa Cruz de la Nueva Baeza” cuyos egresados son el espejo de profesionales santandereanos vinculados a nivel nacional e internacional a empresas reconocidas.

 
Villa El Parnaso, casa de la familia  Gómez Pereira que, con los años será un museo por su arquitectura y el arte pictórico y escultor que adornan la casa construida en y sobre piedra en una de las lomas que circundan la ciudad que posa como un mirador sobre el valle del rio Fonce. Foto de Raúl Gómez Quintero(2017), tomada de internet.

Los egresados del colegio son personas con  ética humanista en la que prima el bien común sobre el bien particular; muestran certeza que lo mas brillante de la vida no se compra con dinero, que la acumulación de capital ciega a las personas de la belleza, y el  prójimo no se valora por lo que tiene, sino por lo que es; son responsables de lo que cuidan, y tienen como principio conocerse a si mismo para saber hasta donde pueden llegar asumiendo el amor no como un mirarse uno al otro,  sino como mirar juntos en una misma dirección.
 
De los padres de familia que confiaron sus hijos al Colegio de la familia Gómez Pereira, se escucha admiración y respeto. De los docentes que en el colegio brindaron su fuerza laboral y sus habilidades pedagógicas, la recuerdan con reverencia y afecto. Los egresados de la institución educativa solo hablan de agradecimiento, y para los niños de el preescolar, Graciela Pereira es la héroe de carne y hueso, que mientras estudian, a la entrada y salida del colegio se desplazan en fila a saludarle y despedirse en la oficina de la rectoría.


Así como el amor es eterno para Chela Pereira, también lo es la amistad; y su misión como maestra que empezó en el hogar de sus padres siendo muy niña, continuara hasta el fin de sus días, mientras recibe cada amanecer con  una oración de agradecimiento, vive el día como si fuese el ultimo y acoge la noche como una plegaria a Dios por la jornada.


Posada Agroturística La Margarita, Puente Nacional. Junio 09 de 2018.
NAURO WALDO TORRES Q.
Esp. Alta Gerencia, UIS. Lic. en Educación y filosofía, USTA










 

















martes, 30 de mayo de 2017

Domingó, un cultor de conciencia


Luis Domingo Rincón Benítez,  una acuarela de valores artísticos



Es un diamante tallado que nada entre  verdades y mentiras de las redes sociales, en particular, en Facebook que esta controlando lo que  ven y piensan los seguidores,  despertando  sensibilidad con la imágenes con significado trascendente, con textos e informaciones que suscitan el ser social y despiertan la conciencia.


Es el ultimo plumillísta de principios del siglo XXI en Santander. Es el caricaturista social y político omitido por los pulpos impresos colombianos. Es el ilustrador educativo en el que confían las organizaciones no gubernamentales. Es el publicista de las empresas cooperativas que aun no han perdido el sentido humanitario del origen solidario. Es el sensible fotógrafo que recorre los pueblos del departamento captando la belleza de la cotidianidad para mostrar la riqueza arquitectónica de cada lugar y los entornos naturales únicos e incomparables. Es el pintor que da energía a las líneas para recordarnos que las cosas mas importantes y vitales, pasan desapercibidas a la vista y al corazón del hombre de hoy que vive con afanes. Es el dibujante que tiene el poder de conmover y estimular los espíritus creando espacios de pensamiento y reflexión, sembrando semillas sociales  de esperanzas de paz, de justicia, de equidad, de igualdad, de respeto por las diferencias propiciando seres humanos sensibles y dialogántes con el otro y el entorno. Es el investigador cultural que recurre al pasado y a los mayores, a las calles abandonadas, a las casas de barro, a los altares de los pueblos y a las fachadas de los templos para recordar al lector que somos el resultado de la interacción entre la familia, la escuela y el entorno, y que cada época es una gota de tinta que muestra el valor cultural que debe conservarse sin ser reemplazada por collages .  Es el blogguero que semanalmente ilustra cuentos en el diario Vanguardia y ocasionalmente resalta, explica y enseña las bondades de las obras de artistas santandereanos. Es ahora el ser humano que regresa al campo a vivir fotografiando los  atardeceres, cual acuarelas coloridas que sorprenden al lector con su agudeza al captar instantes en que la luz contrastada evoca el paraíso en el que vivimos y estamos empeñados en desconocer, incluso, destruir. 


Es el maestro Domingó, reconocido en el ámbito cultural de Santander por sus aportes a la estética.  Es, ese ser humano que nace una vez cada siglo, y en esta ocasión,  en una vereda marginada  de Contratación, quien tuvo la suerte de recibir la influencia de un par de sacerdotes  alemanes y otros italianos, todos  salesianos provenientes de Turín, Italia,  que lo enamoraron, sin proponérselo,  de la música, los libros y el arte y le permitieron asistir cada día a la biblioteca del colegio masculino cumpliendo el horario de clase sin acudir a ellas.


De su nombre artístico, recuerda, lo tomó de un compañero ganguetas que estudiaba con él en la escuela, quien tildaba las escasas palabras que pronunciaba. Y desde entonces, lo que pinta, lo que expresa es como un grito silencioso de protesta contra quienes no aceptan la diferencia y se jactan del bollyng verbal para destruir y burlarse del débil.


Llovía en la perla de Fonce. Las ceibas milenarias del parque la Libertad coqueteaban amorosas  con la llovizna que ahogaba el concierto bullanguero de las chicharras de ese martes ultimo de abril de 1980. Yo, frente a la maquina Remington tecleaba con frescura las noticias ocurridas en el mes que saldrían como novedad regional y como grito existencial en la segunda edición del Periódico José Antonio, el vocero de los pueblos del Sur de Santander. En una brizna de sol, apareció el cartero de Correos Nacionales en mi oficina ubicada al lado derecho de la entrada al segundo piso de la vieja casona colonial que vio nacer, crecer y morir a SEPAS como ente comprometido en la difusión y promoción de la doctrina social de la Iglesia catapultada por el Concilio Vaticano II en la esquina adyacente a la catedral de San Gil. El cartero llevaba la correspondencia, abultada por primera vez, con muchas cartas para el medio escrito de la pastoral social de la Diócesis de Socorro y San Gil. Omar Garnica, quien hacia los oficios varios en la oficina dirigida por el sacerdote Ramón González Parra. -Si le interesa conocer del este sacerdote-. (http://naurotorres.blogspot.com.co/2015/06/ramon-gonzalez-parra-gestor-de-un.html) me entregó la correspondencia. Y en ella, venía un sobre blanco tamaño medio oficio marcado con tinta negra a mano con una caligrafía estéticamente armónica y diferencial. Y, dentro del sobre, una sencilla nota de presentación junto con tres caricaturas como colaboración al mensuario que carecía de ellas en su primera edición. Estaban firmadas con la palabra: Domingó.



Me comuniqué en ese momento con el párroco de Contratación, el salesiano  Gonzalo Carreño, oriundo de San Juan Bosco de Laverde, para preguntarle de su conocimiento de la persona que firmaba dibujos tildando la ultima vocal del día sagrado, en ese entonces, entre los católicos. Su respuesta positiva fue acompañada con información adicional. Era un joven de origen campesino, hijo único, que hacia carteles, avisos, póster y arreglos ocasionales en las fiestas patronales a solicitud del párroco. Me habló de su conducta y disponibilidad para aprender trabajando al buen estilo salesiano. Consulté con el director de Sepas, y usando el mismo canal, lo contactamos, y desde la segunda edición correspondiente a mayo de 1980, el joven Luis Domingo Rincón Benítez, se convirtió en el reportero gráfico, en el ilustrador, dibujante, publicista y diagramador del JOSÉ ANTONIO, el vocero de los pueblos  de Santander.

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Como cualquier caricaturista que se respete se ponen un nombre artístico rimbombante; y el nombre artístico “Domingó”, no fue la excepción. Cuenta Luis Domingo, que lo tomó porque así le llamó uno de los niños de la escuela, quien en el proceso de aprendizaje del lenguaje, tildaba la vocal final de las palabras; y luego de mirar los dibujos que había realizado para el profesor y demás compañeros, no fueron del agrado de muchos, pero el niño se refirió a ellos: “ ..tán bonitós lós dibujós de Domingó”.



“La estancia vieja de nuestra señora del  Virgen del Carmen”, hoy El municipio del Carmen, Norte de Santander,  limita por  el norte con Venezuela. Por el sur con Ocaña. Por el oriente con Convención y por el occidente con el departamento de Cesar. Fue fundado en 1686. Y en esa parroquia nació Ramón Rincón; un  campesino que aprendió a la sombra del padre, un ocañero montañero, el cultivo del café; la cría, manejo y venta de ganado. Creció detrás de las colas de las reses y apretando, muy a la madrugada, las tetas de las vacas en las arrugas de la cordillera oriental que se extienden en las llanuras del Cesar hasta el Caribe. Por sus ancestros conoció de la ruta que unía al centro del virreinato hasta la costa caribe. Por eso tortuoso camino que recorrió varios años, compraba y vendía ganado, convirtiéndose, en pocos años, en reconocido negociante que, además del sombrero vueltiao, portaba un carriel de piel de nutria que bajaba por las estribaciones colgado del hombro derecho  de Luis Ramón, mofletudo de billetes y arribaba al pie de la sierra, como un fuelle sin viento, pero cuyo portador, junto con arrieros, caminaban lentamente con un lote mixto de terneros destetos y vacas vacías, que vendía en las haciendas del valle, para retornar por el mismo camino a su predio rural ubicado en El Carmen en el que florecía el café, el plátano, los cítricos y se multiplicaba el ganado de levante. 

 

Fue un 16 de julio que bajó con sus hijos y esposa a Ocaña a expresar su devoción a la Virgen del Carmen. Ramón Rincón y su hija mayor, habían notado, sin preocupaciones, que la  carne  de algunos de sus dedos se desmoronaba; a uno, del pie derecho y ella de la diestra. Por eso en esa fecha, peregrinaron hasta el templo a pedir cura a la virgencita del Carmen. La familia llegó  temprano al pueblo pero no alcanzaron acercarse al cuadro milagroso.

Ramón Rincón y su hija mayor fueron detenidos por unos guardias que buscaban enfermos. Fueron retenidos desde entonces y aislados, desde ese momento, de la familia. Los bienes le fueron confiscados y los hijos menores sanos, pasaron al cuidado del Estado. De inmediato y con otros contagiados fueron trasladados amarrados  a una mula hasta Bucaramanga, y de allí, por el camino a Jordán Sube, hasta Oiba, y posteriormente, a pie por las montañas, hasta el nuevo asentamiento para ese fin  que constituyó el gobierno  nacional en los confines de la selva sobre un pequeño valle rodeado de colinas que, en ese entonces, se veían, desde un imaginado avión, como  verdes tapetes que se esfumaban, en los mañaneros días, en las riberas del río Magdalena que se apea serpenteando hasta el caribe colombiano.


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Desde 1900 el gobierno colombiano, por exigencias internacionales para exportar, estaba empeñado en perseguir, recoger y aislar a los enfermos del Hansen; una enfermedad traída por los europeos a américa con el exterminio indígena desde 1.500 y que se había propagado recientemente en algunas regiones del país, en virtud a los desplazamientos campesinos causados por la guerra de los mil días; una guerra entre un ejercito regular de tinte conservador, y una guerrilla liberal desordenada y anárquica, de la cual, aun en  Colombia hay muestras de sus efectos.

El concepto médico, en ese entonces, era que la lepra era una enfermedad de la pobreza rural asociada a las guerras que generaban desplazamientos forzados, hambre y miseria, en particular, en los climas templados.

En 1904 el presidente Rafael Reyes, mediante oficio al Congreso de la República, solicita prioridad de inversión sobre la construcción de los ferrocarriles nacionales para conectar al país, dando prioridad a la salud publica, ya que en los Estados Unidos se difundió un informe que Colombia era el país con una población creciente de enfermos de lepra. Citaba el informe que sobre una población de cinco millones, había sesenta mil leprosos. El gobierno logró asignación presupuestal para  crear  tres lazaretos que funcionarían como una isla-cárcel  cuyos habitantes tendrían una cédula diferente, una moneda diferente, una ración diferente, un trato social especial confiado a la comunidad religiosa salesiana y hermanas de María Auxiliadora, oriundas de Italia.  Se constituyeron, el leprosorio de Cartagena, el de  Agua de Dios, y el tercero, en Contratación, Santander; y en cada lugar surgieron en poblaciones cercanas, los asilos juveniles para cuidar, formar y educar a los niños sanos.


Ramón Rincón y su hermana, junto con otros leprosos de Cúcuta, y de la costa caribe, fueron tratados como escoria humana viviente desde su detención hasta el arribo al primer “cordón sanitario”,  que era un reten en el que controlaban el ingreso y salida de personas del lazareto. Contratación tuvo ocho retenes, dos por cada  punto cardinal que se abría entre las montañas. Cada reten tenia un calabozo para retener a quienes intentaban volarse o intentaban entrar sin la debida cédula del “Vivandero” que el leprosorio, por medio del administrador, entregaba a quienes entraban y sacaban mercancía con permiso de un día para otro.




Un nuevo documento de identidad que incluía  la fotografía, el nombre y apellidos, la fecha y lugar de nacimiento, la enfermedad y el control al que asistían, recibieron Ramón Rincón y su hija mayor, quienes empezaron a vivir en la población, en vivienda asignada por el Estado, junto con otras viviendas de lisiados provenientes de Boyacá.

Todos los enfermos, mensualmente recibían una “ración” o un subsidio como se conoce hoy, que cobraban en la administración del lazareto que fue aislado con cerca de alambre sobre paredones de adobe protegido con teja de barro que hacia engorroso volarse y facilitaba caer en manos de los guardias que se escondían en matorrales cercanos a los retenes para cazar a los atrevidos. Los infectados que eran trasladados contra su voluntad, cambiaban el dinero nacional por la moneda que circulaba únicamente en los lazaretos, que pos su baja denominación, le acuñaron el nombre de “coscoja” para expresar, “poca cosa”. Las monedas tenían en una cara el rostro de San Lázaro y en el anverso, la cuantía que representaba.

La rabia y el dolor se mezclaron con la impotencia y la soledad. Ramón Rincón y su hermana permanecieron juntos para vivir de los recuerdos en la abundancia y ahogar la ira que causaba el perderlo todo por una infección que no venia de sus ancestros. Pero como ellos, otros centenares de campesinos y pueblerinos sentían lo mismo, cuyos dolores los fueron mitigando los sacerdotes salesianos y las hermanas de María Auxiliadora, con un humano aseo, desinfección y cuidado y la siembra de la paciencia, la tolerancia, la esperanza y como distracción, la oferta de nuevos oficios en que ocupar el tiempo libre.


Por inhóspitos caminos, por senderos recién abiertos, entre quebradas y bosques, valles y sierras, llegó la esposa de Ramón y un par de hijos menores. Y como ellos, otros tantos familiares de otros leprosos, quienes fueron descuajando montaña, haciendo ranchos, sembrando huertas, talando bosques, suscitándose la colonización de la región del Opón desde El Guacamayo hasta Santa Helena, desde Contratación hasta El Carmen de Chucurí, desde San Ignacio hasta la Paz.


Los despojados Rincón, a hurtadillas talaron una limitada parcela en la falda de  una de las montañas por donde se ocultaba el sol. Allí levantaron una choza sobre varas y techo de palma nacuma , abrieron labranza y empezaron una nueva vida cargada de necesidades. Cada domingo bajaban al pueblo, y con los debidos permisos, visitaban al padre y hermana, quienes participaban parte de la ración mensual que recibían, y con las coscojas, mercaban lo que no producía la tierra.



Antonio Julián Rincón, hijo de Ramón, llegó con su madre tras el rastro del padre desplazado y hacinado para no contagiar a otros. Para ayudar a la progenitora, vivía del jornal que vecinos contrataban al día. Julián Antonio Rincón nació en la abundancia allá en el Carmen en Norte de Santander. Tuvo oportunidad de ir a la escuela, aprender música e interpretar la flauta y disfrutar de la lectura, pues recibió los cuidados de una familia acomodada.

Las dificultades como los recuerdos fueron quedándose en el olvido que trae cada atardecer. Ramón Rincón murió en el sanatorio. Años después, igual fin tuvo la hermana mayor. Las múltiples tristezas de la madre y viuda aligeraron las cargas de sinsabores, dolores y tristezas, y sus restos hicieron compañía a los Rincón en un rincón del  cementerio de Contratación.


Antonio Julián  Rincón, se hizo mozo trabajando en el baldío y continuó como jornalero. Por el camino al lazareto conoció a  María Mercedes Benítez, joven campesina, oriunda de Socotá, Boyacá, un municipio enclavado entre los poblados de Pisba, Jericó, Sativa y Mongua. El señor padre resultó con lepra y por orden del gobierno, fue confinado en el lazareto de Contratación. Tras él, y furtivamente se vino su joven esposa, quien estaba empezando a criar a María Mercedes Benítez. Era tan pequeña que la escondió en  una cesta con tapa tejida con paja de arrabal con facilidad para cargarla y esconderla a la vista de los guardias.

Tomó bus en Tunja, y sin saber donde quedaba Contratación, terminó en el Socorro, debiendo regresarse hasta Oiba para iniciar el sinuoso camino hasta el punto escogido por los quineros para celebrar  contratos de búsqueda y entrega de la demandada planta medicinal de quina en Europa. En esta planicie, en una de las estribaciones de un cerro que forma la serranía de los yariguyes, se fue formando un puerto seco que la gente empezó a denominar “ contratación”, y como si la historia estuviese escrita, en ese lugar levantaron el leprosorio en donde el Estado hizo un contrato con los infectados para que estuviesen aislados y separados allí, en Contratación a cambio de asistencia.

Antonio Julián y  María Mercedes, ambos sanos, entablaron una amistad para sobrellevar el pasado del despojo y el desarraigo y vivir el presente, en lo posible. Con los años se enamoraron y recibieron la bendición del cura, sin omitir las responsabilidades con los padres que fueron infectados con lepra; esa enfermedad infecciosa mencionada en el antiguo testamento, y señalada erróneamente, en la edad media por la Iglesia como una enfermedad contagiosa, cuyos  infectados debían aislarse dándoles una muerte social en vida. La lepra producía ulceras cutáneas, daño neurológico y debilidad muscular. La bacteria se propagaba en el aire cuando una persona inhalaba pequeñas partículas estando con un infectado que tosía o estornudaba o tenía contacto con líquidos nasales de un portador de la bacteria.

Los jóvenes enamorados cumplieron el mandato que los hijos entierran a los padres. Continuaron viviendo en la casa de adobe que levantaron los aislados provenientes de El Carmen. La parcela fue sembrada de café caturra, cuyas pepas el mismo Antonio Julián, trajo de El Carmen, municipio al que iba regularmente tres o cuatro veces al año, a trabajar y traer dinero, y de paso, fue trayendo semillas de plátano, frutales, tubérculos, especies nativas y flores que, además de sembrar en lo propio, propagó entre las familias que fueron llegando bajo la sombrilla de los arboles, los escondidos matorrales y los recovecos del terreno embarzalado,  tras sus mayores. Rodeaba la casa de adobe y teja de barro, un solar que, juntos labraban para cosechar lo necesario para comer, y en libertad, levantaban gallinas y camuros, y confinados, conejos y curíes.



En la semana que surgió la primera protesta social en occidente que hasta la fecha se tenga noticia, ocurrida en Londres cuya marcha duró tres días hasta la localidad de Aldermaston. En el año que Colombia tiene la primera reina de belleza universal. En la fecha que nace Carlo Magno, rey de los francos y emperador romano de occidente; en el día que el rey de España ordena enseñar el castellano a los indígenas y  Estados Unidos acuña por primera vez el dólar; y se publica un poemario de Federico García Lorca en Nueva York; y Charles Chaplin, regresa otra vez al país del norte, luego de ser tildado de comunista, y en Jerusalén, un comando palestino asesina a 48 personas; nace en Contratación el 2 de abril de 1958, Luis Domingo Rincón Benítez, hijo único de Antonio Julián y María Mercedes.


Criado a punta de leche materna, verduras, legumbres y proteína agroecológicas, la encarnación de un amor que creció silvestre, lo bautizaron con un nombre compuesto que, para los padres tenía un profundo significado: Le llamaron Luis en honor al santo de Gonzaga, Italia; y por ser primogénito, y porque le vieron al niño un naturaleza emotiva y clarividente que con los años se vio reflejada en su perseverancia, concentración, suficiencia y clemencia, y además, amor a lo oculto, a lo que es y puede ser; y gusta de ser admirado. Y Domingo por haber nacido en el día de descanso después de una semana de trabajo para rendir honores a Dios, y en honor a  Domingo Sabio, el niño santo de Italia que no alcanzó los 14 años de vida y que es el dechado de virtudes que muestran los salesianos a los niños, y cuyo nombre tenia la escuela a donde iría a aprender a leer y escribir bajo la tutela del profesor Abelardo Marín, a quien recuerda con particular afecto, porque enseñaba con alegría, daba movimiento a las vocales y musicalización al abecedario y mostraba animo en cada logro de los niños, y de los cuales, les hablaba a los padres en las reuniones.


De niño fui muy feliz, cuenta Domingó. No tuve hambre. Mis padres me brindaban abrigo y comida natural. Mi padre me decía, mijo, hoy  con qué quiere el almuerzo: con gallina, con conejo o curí, cuenta. Vivíamos en la pobreza, pero una pobreza digna. No me avergonzaba calzar alpargates, usar pantalón corto, camisa remendada y sombrero. No teníamos luz eléctrica en la casa, pero contemplábamos el alumbrado del lazareto desde la montaña, cuando prendían el motor para generar energía y dar luz en las noches. Usábamos radio con pilas Eveready, pero los domingos, los festivos y de guardar, a la hora del almuerzo y la cena, escuchábamos música clásica que colocaba el padre Ruperto o el padre Pablo Giua en la torre del templo y que se escuchaba en todos los recónditos espacios de la villa del Hansen escondida entre peñascos santandereanos.


Como él, los niños sanos y enfermos que crecieron en las casas y en el lazareto, percibieron cuidado y guía de los padres salesianos. Acogieron una catequesis usando el cine como herramienta. Recibieron instrucción musical con instrumentos donados por alemanes. Tenían a disposición una biblioteca, abundante en literatura universal y arte. Disponían de campos deportivos y caminatas para admirar la naturaleza. Asistían a clases de dibujo, teatro y canto, carpintería, costura, sastrería, mecánica y motores, logrando nuevos imaginarios,  construcción del  pensamientos, entrenamiento de la razón y una ética centrada en el hombre como sujeto y actor de su propio destino en el cual, el pensar, el hacer y el tener deben estar en armonía para lograr vivir felices.

Antonio Julián murió de viejo sobre los 80 años, cargado de los contrastes que tuvo que vivir, sin superarlos con el alcohol. Aunque leía para aprender y olvidar, tocaba flauta para animar el diario transcurrir. No logró superar la tragedia familiar que lo empujó al aislamiento en el que los poemas, el periódico y la radio fueron sus intimas compañías.

María Mercedes se acerca a los 101 años. Continua viviendo en el casco urbano de  Contratación bajo la tutela de una caritativa vecina que cuida de ella. Nunca se le ocurrió ir a conocer El Carmen, tampoco Socotá, y de la vida solo tiene gratos recuerdos.


Con Luis Domingo Rincón, dejamos de trabajar juntos en 1987, cuando fui removido de la responsabilidad periodística del periódico. Perdí su rastro en 1991, cuando el periódico JOSÉ ANTONIO dejó de circular por asfixia clerical, por disminución de la circulación,  y resequedad financiera. Tal vez, por perdida del entusiasmo periodístico y desinterés de los destinatarios de los mensajes con los cuales apareció en los cascos urbanos y veredas de Santander.

Supe de nuevo de Domingó en 2016 cuando regresó a San Gil buscando espacios tranquilos para sus creaciones. Estaba en una conversación en la casa de la cultura de la ciudad en la que disertaba Jorge Velosa sobre la importancia del verso y la cantata en la cultura popular.


Además de las eras en el rostro producidas por la experiencia  sembradas y escondidas por  nívea barba que disimula los estragos del cigarrillo en sus dientes, el fotógrafo, disimula con sus siempre camisas de manga larga, una leve pansa que se pierde bajo el cinturón de cuero negro que ha asegurado el uso permanente del yin azul desteñido, desde que le conocí, hasta entonces.


El plumillista de Santander que ha plasmado en perfecto dibujo en tinta china sobre papel kanson, los templos y basílicas de los pueblos y ciudades insignes del departamento, se expresa con entusiasmo y seguridad para atraer la atención y mostrar aureola superior ante sus interlocutores que casi siempre se acostumbran a escucharlo por su mente y pensamiento convincente y porque se expresa como pensador con una alta responsabilidad moral con un apego manifiesto a la vida, a sus ancestros y a las comunidades en las que ha compartido trozos de su existencia.


El caricaturista que lo relajan las piezas musicales de Beethoven, Mozart, Stravinski que desde niño escuchó, lo atan a la tierra el rasgar de las cuerdas de un tiple o un requinto; lo vuelven un poso  de lagrimas el sufrimiento de un niño, el abuso a la mujer, la explotación del hombre por el hombre, el desplazamiento de grupos humanos y las secuelas de la violencia, cuyas reacciones, plasma en caricaturas con las que pretende crear conciencia sobre hechos que deshumanizan y cuestionan el origen y fin de la  vida humana. caricaturas que entre líneas expresivas muestran también la ruta del dolor vivida por los infectados con lepra que él vio y compartió con ellos, desde niño.


El publicista que lee, observa, escucha, estudia y profundiza sobre las emociones de las masas consumidoras, se compromete con una pieza o propuesta sin tener limites de tiempo para armar con paciencia un logotipo, una campaña cuya grafía muestre las bondades y diferencias de las empresas  o productos. Es el mismo que ha estudiado al lingüista Noam Chomsky y con certeza habla de las capacidades innatas de los niños para aprender y asimilar estructuras comunicativas y lingüísticas, gracias a la gramática universal que explica que el lenguaje humano es el producto de descifrar un programa determinado de nuestros genes que convierte al niño desde su gestación hasta los siete años en una esponja que recoge lo que ve, escucha y sienten sus progenitores.


El pintor de Contratación es el autodidacta  que aprendió a leer a descifrar y a contemplar desde niño la historia del arte desde Egipto hasta Grecia; desde Italia hasta España, desde el renacimiento hasta la posmodernidad. Es quien usando la línea, el color, el concepto y el objetivo, coloca sus pinturas, dibujos y caricaturas en la sala de exposición global para que los cibernautas, amantes de la belleza y la lúdica, se deleiten contemplando sus creaciones, sin pagar para verlas, sin identificar un costo, pero dispuesto a enviar sus obras a quien le interesen contactándolo para acordar la contraprestación monetaria por una obra original, digna de tener en un hogar, estudio u oficina.


El investigador cultural que aprendió haciendo, leyendo, viajando y contemplando formó parte de un equipo que desde COMPROMISO en Bucaramanga, realizó  entrevistas a victimas y victimarios  y acopió documentación sobre la violación de los derechos humanos, el conflicto armado interno y la violencia socio-política en algunas regiones especificas de Santander.  Es el mismo que visitó los cascos urbanos de Cabrera, Mogotes, y Onzaga haciendo un inventario cultural, reescribiendo su historia reciente y mostrando con su lente de artista, las expresiones particulares de sus espacios, ambientes y habitantes, cuyo trabajo fue publicado en una revista de reducida circulación.


El ilustrador Domingó tiene el talento de plasmar el espíritu de una obra literaria, la novedad del contenido de una revista, la esencia de un texto, mediante una ilustración que capta la retina del lector y lo insta a leer o contemplar un libro, una historieta, un cuento, como efectivamente el lector lo puede constatar en el siguiente link en el que ilustra poemas: http://poemasilustrados.blogspot.com.co/


Pero Luis Domingo Rincón, como firma sus escritos, en los últimos años viene incursionando en la argumentación periodística, oficio adicional al que llegó a llenar un vació dejado por alguien que no pudo enviar una nota cultural sobre arte al diario Vanguardia de Bucaramanga. Un amigo del arte lo empujó a escribir. Y a él, le gustan los retos. Hizo la nota y se la envió al provocador, quien luego de leerla y lograr que la publicaran, atinó a comentar que solo le había hecho un par de correcciones de estilo. Desde entonces tiene un blog cuyo texto se publica cada sábado en el mismo diario con el link: https://arteypintoresdesantander.blogspot.com.co/



Domingó es un luchador desde niño. Se abrió paso con sus talentos, inicialmente en un cabaret como iluminista, y luego como ya lo he contado. Es una persona de un solo amor. Conoció a Beatriz Silva un sábado en la tarde en el Bambi, un restaurante juvenil de la época que hubo en  San Gil cuando solo se  celebraba sus cumpleaños. Se la presentaron, y él, no le miró a la cara, estaba trazando en una etiqueta de Bavaria un boceto de una paloma de la paz. Llegó diciembre de ese mismo año, en un pueblo conocido como centro de peregrinación de la provincia guanentina. Allí estaban recluidos los agentes de pastoral social, y entre ellos, los dos; pero esa vez, Beatriz amaneció vestida de blanco, luego de saludar al fotógrafo, él le devolvió el saludo con un buenos días paloma. Y desde entonces, esa paloma ha cuidado de él, siendo su compañía  y paño de lagrimas. Ha sido su apoyo y su acantilado desde donde el artista ha luchado día a día consiguiendo el pan para los tres con su único heredero de sangre y de gustos estéticos, a quien bautizaron, Julián David, siguiendo la tradición familiar de retomar el nombre de un familiar que partió en un atardecer de los que actualmente registra magistralmente.


Platicar con Luis Domingo Rincón Benítez es someterse al gusto con la palabra, es disponerse a escucharle disertar sobre lo divino y humano de cualquier tema. Y como a Jesús en el Templo de Jerusalén, le enfadan las injusticias, los abusos y las diversas formas de violencia. Considera que la mujer es un ser sagrado a quien, en vez de violentar, debería venerarse por su capacidad de adaptación, por su fortaleza, por su empeño en reponerse de las adversidades, por su capacidad de amar y tolerar el sufrimiento. Insiste que en Colombia, el ser que mas ha sufrido la violencia armada, la violencia económica, el aislamiento y la agresión sexual y el desprecio por la vida,  ha sido y es, la mujer. Y aclara, es la mujer quien nos enseña tolerancia, nos enseña a superar el dolor, nos enseña con  el ejemplo, a recuperarse de los males que aquejan a la humanidad. Domingó es el artista gráfico  que despierta conciencia sobre la esencia e importancia de la mujer en la historia como lo puede evidenciar el lector  buscando sus trabajos gráficos en Facebook, digitando sus nombres y apellidos: Luis Domingo Rincón Benítez. 

Pronosticó que dos personajes le cambiaron el imaginario a los colombianos. Implementaron la cultura del “todo vale”. Afianzaron el machismo, pues para ellos el verdadero macho es aquel que siempre se sale con la suya y no le pasa nada; es el camorrista y ventajoso. Impusieron la imagen que solo hay tres caminos en Colombia: el odio, la desaparición o la dominación. Demostraron que el Estado es para robarlo, y propiciaron la corrupción, el chantaje y la extorsión armada para apropiarse de lo ajeno, de lo común, de lo comunitario. Cambiaron el concepto de la política como el arte de gobernar por el bien común, como el arte para apropiarse del erario publico.  Esos  personajes los han convertido un grueso de colombianos, en modelos a venerar, a no objetar, a no cuestionar, a imitar. Se refirió a Pablo Escobar Gaviria y a Álvaro Uribe Vélez, éste último quien ha polarizado al país, poniendo a los habitantes para que escojan entre la paz y la guerra. Entre el sí y el no. Entre las balas y la rendición.



Por lo ocurrido en la historia de Colombia, por lo que esta ocurriendo con el proceso de paz, por la derechización del país y la ausencia de un grupo mayoritario que haga un consenso creciente para defender el bien común, Domingó propone que se tipifique un nuevo delito en Colombia: El delito de la polarización, que por décadas ha sembrado los campos y pueblos de violencia como un amanera de gobernar. A la vez justifica esta escuela del mal como una manifestación de la filosofía  del Éxito que abunda en la publicidad y en las cátedras universitarias en donde la ética y las conductas de un buen hombre de negocios, se elimina en la praxis para resaltar la ética del vivo vive del bobo, del al caído, caerle, del todo vale, y los malos son los otros.


Domingó es un cultor de conciencia.  Usa el arte para evitar que los hechos mas impactantes, incluso vitales, no pasen desapercibidos, pues el arte tiene el poder de conmover y estimular el espíritu y facilita espacios para el pensamiento y la reflexión. Asume que el arte contribuye a mejorar las sociedades mostrando senderos hacia el pacifismo, hacia la creatividad, pues es un motivador para suscitar la reflexión y el despertar de la conciencia. Ve en el arte una energía que traspasa misteriosamente las alegorías y la simbología para llevarlo al terreno  de la serena comprensión de lo trascendente en el ser humano. Domingó usa el arte gráfico para transformar la apatía de las mayorías a la cotidianidad y a la historia trágica colombiana  suscitando una comprensión vital y nueva.


Domingó plasma en sus obras, sus sueños de sociedad:  Anhela una sociedad vitalizada por la participación. Una sociedad en la que la transparencia en los manejos de la cosa publica, sea norma de conducta que propicie una sociedad armónica con los demás, con el entorno y consigo mismo. Ambiciona una sociedad centrada en el hombre en el que el trabajo en equipo sean siembras en las familias, en las escuelas y universidades. Suspira por una sociedad en la que la mujer sea protagonista para enderezar los males que aquejan a la nuestra.

Las siembras gráficas de Domingó están a la merced de los cibernautas. Son tantas para contemplar y extasiarse que se requieren horas y horas para mirarlas e interpretarlas. Simplemente en Facebook se busca digitando LUIS DOMINGO RINCON. https://www.facebook.com/domingo.rincon.735

Domingó sueña que pronto le llegará su tiempo; el tiempo para pintar y escribir desde un rancho similar a donde nació, pues desde que abandonó su hogar para abrirse paso con sus talentos, ha invertido el tiempo luchado cada día para conseguir el pan y cubrir los gastos. Pero anhela con fuerza que su tiempo para proponer desde las habilidades y valores que fomenta, esta por llegar. Y este tiempo llegó. Vive en una vereda de San Gil a la que llegó una semana antes de la primera cuarentena por el covid-19 en Colombia, y cada tarde nos deleita con una fotografía desde un angulo de su paraíso provocándonos reconocer que ,aún es posible un cielo. 


Nota: las ilustraciones, fotografías y caricaturas que acompañan este texto fueron tomados de Internet y difundidas por el personaje de esta historia.



San Gil, mayo 30 de 2017
NAURO TORRES QUINTERO














































Gilberto Elías Becerra Reyes nació, vivió y murió pensando en los otros.

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