cara de muñeca, sonrisa de reina,
cabellera negra y cuerpo de gacela,
allí, abundaban las margaritas.
escondía su escultural figura;
en su brazo, un
canastillo de amores
resaltaba su exótica ternura.
Nos mirábamos, nos hablábamos;
a la escuela juntos caminábamos;
a
los rosarios, a los velorios
con
nuestras familias nos encontrábamos.
En
la navidad de un bisiesto
nos
enamoramos,
juntos
caminamos
de
la mano, andamos.
Novios
fuimos mientras estudiábamos,
esposos
fuimos mientras trabajamos
amantes
fuimos mientras juntos respirábamos
compañeros
de oficio fuimos mientras a los hijos criamos.
Mi
novia, la vecina,
un
noviembre al zenit voló;
en
rayos del sol y luz de luna, surcó,
en
auroras y arreboles, se transformó.
Fugaz
fue su existencia,
con
una misión me dejó:
ampliar
su gambita y su arcabuco,
el
paraíso donde nació.
Ella
revolotea en las auroras,
canta
en cada amanecer,
aletea
en cada atardecer
difuminándose
al anochecer.