Poema 315
17/04/2023
Sinagoga de la grandilocuencia,
colegiata de la lírica recitación,
mezquita de la declamación,
pagoda colombiana de la poesía,
santuario de versificadores y rapsodas.
Catedral de literaturas versadas,
parroquia de juglares, aedos y poetas,
ermita del declamador Félix Calvo;
parlamento de la juntanza de bardos,
espacio colombiano para la verbosidad.
Acrópolis del culto a la elocuencia,
la declamación y el arte escénico;
meca de la peregrinación poética castellana.
En la ciudad salsera y rumbera colombiana
yergue en su entraña,
nívea cúpula,
zenit de liricos clásicos,
costumbristas
y tejedores de versos libres, peregrinos
en romería a la basílica cultural caleña
reconocida por neófitos y transeúntes
como el centro cultural de Cali
templo acogedor de poéticas promesas
de creyentes y predicadores del genero lirico.
Aquí se canta, se recita, se declama;
aquí se revive y se venera la poesía;
aquí somos uno y nos hermana la lírica;
aquí fusionamos los ayos, las plegarias
de eruditos, neófitos
y postulantes
para rendirle culto a la lírica cantada,
recitada y declamada con alma homérica,
con corazón de Safo y de Lope de Vega
y al cordón umbilical ancestral amerindio
marcado por tragedias, breves victorias
y resistencias creadoras manifiestas en
ruanas y sombreros poéticos tejidos
en las montañas andinas americanas.
El capitolio, el centro cultural de mis anhelos;
oasis para beberme lo más preciado de las composiciones declamadas
en las voces de cultores castellanos.