“El recuerdo
es el diario
que todos cargamos
con nosotros”
Oscar Wilde
Poema 266
07/02/2023
Para no quedarme en el rancho barriendo y lavando platos
cargando la múcura llena desde el ojo de agua al tendal,
mi madre me mandaba al oficio de cabestro para ayudar al
gañán.
Los novillos de tiro los encerrábamos al atardecer
con buen pasto imperial, salvado, cachaza y sal
para que cogieran las fuerzas ayuntados en la madrugada.
Aprontábamos los arreos:
el yugo cornal para uncir los bueyes,
el perdigo, el timón y lanzadera,
los tirantes para atar el yugo a los cuernos,
la mediana y la clavija para asegurar el perdigo al yugo
y la lanzadera afilada para horadar la tierra,
aperando con premura la yunta de bueyes de tiro.
Ya en el tajo del solar o en la labranza anual
aunábamos los bueyes, atábamos con la coyunta
el yugo y la lanzadera y empezábamos a arar
la tierra y barrancos desde el amanecer hasta el ocaso.
El gañán que amansó sus bueyes, con pericia en su mano
derecha
empujaba el timón, mientras con la izquierda a los novillos de
tiro
chuzaba con la picana para disminuir la tarea y descansar al
sol desteñirse.
Y yo, en mi oficio de cabestro con un largo varejón
reposado en la mediana, guiaba la yunta de bueyes
para un lado, para otro surqueando a la misma distancia
facilitando el apaleo fragmentando los terrones y barrancos
removiendo el suelo, zanjeando en contra de la escorrentía.
Hoy se extinguen los gañanes, los cabestros son historia,
a los novillos castrados no se amansan, no se ayuntan;
son contados los labranceros que acarician la tierra con
azadón;
hoy los niños, no trabajan, van a la escuela, no a jugar,
les informan que la rusa es oficio de iletrados y bestias
y desde muy jovencitos a la ciudad van a dar
a ranchar en las lomas en casuchas de madera.