Le informaron que la
rana lo había sindicado de sapo. Efraín González Téllez, había llegado en la
tarde a la vereda. Pernoctaría en la casa de Pedro Nel Bohórquez en la finca
Gambitas. Agustín estaba informado. Envió un mensaje con un simpatizante del
bandolero. Solicitaba audiencia para cruzar unas palabras.
El permiso fue
concedido. Lo recibiría sobre las siete de la noche. Era un jueves del mes de
la virgen de 1.964. Agustín se aprovisionó de armas, munición y piquete. Citó a
los obreros leales. Les dio armas e instrucciones donde ubicarse y estar
pendiente de la señal que diese el niño.
Una canasta de
cerveza, un canasto con un balay con dos gallinas y carne asada cargaba
Agustín. Junto a él, el niño con la capotera terciada cargaba en ella, las armas.
Ambos reservistas, se
saludaron con respeto y se sentaron a mojar la palabra charlando. Agustín fue
al grano. Justificó que era un hombre de palabra y no tenía empeño en
entregarle a la fuerza pública. Tenía una tienda, y a ella, podía llegar
cualquier persona a solicitar un servicio. Era punto obligado para refrescarse
a la vera del camino real. Anunció que
estaba dispuesto a aclarar lo que para él estaba claro. Deseaba conocer el
modo, tiempo, y lugar donde pudo ocurrir la supuesta deslealtad.
Efraín era un tipo
agradable y buen conversador. Dijo, con una irónica sonrisa, no conocer
señalamientos. Mejoró el ambiente en el rancho de bareque y teja de cinc.
La rana fue el apodo a
una de las amantes del bandido. Había abandonado a los niños en la escuela de
la misma vereda, por seguir los pasos de Efraín. Rita Pardo fue su nombre. Años
después murió en su ley. Mataba a los jóvenes campesinos de los que se enamoraba[ntq1] , seducía y asesinaba en el mismo lugar donde los
poseía, cual perra en celo. (https://naurotorres.blogspot.com/2015/01/rita-la-maestra-asesina.html)
Llegaron más
parroquianos con el mismo presente. Comieron, bebieron. Se rieron y hablaron de
política, mientras el niño con la capotera terciada jugaba con los gatos en el
patio, sin fijarse en la conversación, pero si, en los movimientos del
personaje agasajado, cual felino a la presa.