“La vida no es un párrafo
y la muerte no es un paréntesis”.
La Chica del tren-Paula Hawkins
En occidente se nos predicó desde niños
el derecho a aferrarnos a la vida,
nos hicieron creer que somos para siempre;
poco nos hablaron de la muerte
para llevar una sana vida.
El cristianismo enseña a prepararse
para después de la muerte;
habrá un juicio personal
accediendo a la vida eterna,
hasta el juicio final;
después recuperaremos
el cuerpo, es la promesa.
En oriente a los niños se les catequiza
que la muerte es parte de la vida;
se nace, se crece, se muere,
sin traumatismos, sin dramas.
El Judaísmo tiene la certidumbre
que solo se tiene el aquí y el ahora;
el hombre usa el libre albedrío,
el miedo a la muerte, no existe;
estamos destinados a morir.
En el islamismo la muerte es parte de la vida terrenal
no hay que pegarse a lo material,
vivir la vida a plenitud haciéndonos el bien,
igual al prójimo,
priorizando la vida espiritual.
En África a los niños se enseña con el ejemplo
que la vida es una mezcla de canto, llanto, alabanza y baile;
por nueve días se alaba cantando,
bailando frenéticamente al
difunto.
En América creíamos
que la muerte era la continuación de la vida en otro lugar;
el muerto no se enterraba solo;
las ofrendas de la familia y las amistades
acompañaban al difunto en el viaje
a un paraje igual o mas bello
que donde creció y murió;
con una fiesta con los suyos
se despedía y daba sepultura al difunto.
En el budismo la vida no se acaba con la muerte;
nos reencarnamos hasta alcanzar la iluminación;
para ellos la transmigración es obvia
y, por ende, la muerte es necesaria.
En el cristianismo el pecar y arrepentirse, empata;
En el budismo la sinceridad genera satisfacción plena;
En el hinduismo la muerte no es el final,
siempre se es eterno,
se es raro en la tierra;
se existió antes.
Los cristianos buscan la eternidad,
los hinduistas anhelan liberarse de la existencia terrena.
Para los tibetanos
la muerte es un estimulante para el desarrollo del hombre,
reconocen los cambios permanentes del universo,
asumen la transitoriedad de la vida
y encuentran en el aquí y el ahora,
lo único seguro que existe.
El corona-virus 19 acecha,
no escoge creyentes.
Desde cada religión
devotos lo enfrentan y asumen,
sensatos en el auto cuidado
viendo al otro infectado;
desechando alimentos procesados,
ingiriendo alimentos saludables,
fortaleciendo el sistema inmunológico,
cautos desechamos ansiedad, miedo y congoja.
El corona-virus llegó para quedarse,
incluso para modificar los rituales al finado;
usar tapabocas, asearnos,
guardar distancia social.
no acariciar y saludar de mano,
adaptarnos es la determinación
para afrontar el acecho viral.
El estar en casa es la prioridad,
asumir la soledad cual compañera,
la tristeza y el dolor como pasajeros;
el llanto como escape y duelo.
Luego, nada será igual,
hay que empezar de nuevo;
reinventarnos, ser mas primitivos,
asumir la muerte como parte de la vida.
el nacer trae en la leche materna
la muerte como biberón.
Estar alerta,
no se conoce el día ni la hora,
tener las lamparas y el aceite listos;
nada se logra siendo vírgenes
si necio somos e indiferentes recibimos cada amanecer,
somos pasajeros y nos acecha el virus con corona
sin importar tener mas o menos de 19.
San Gil, agosto 1º de 2.020
NAURO TORRES