viernes, 1 de abril de 2016

Brisas celestinas


La imagen puede contener: cielo, nube, árbol, crepúsculo, planta, exterior y naturaleza

Las brisas madrugadoras 

acariciaban los rostros de los caminantes;

la oscuridad  arrullaba 

a quienes duermen plácidamente al amanecer

facilitando el acercamiento corporal 

de quienes caminan como excusa para conocerse;


el suave viento 

que trepaba sigilosamente por la cañada del río, 

despertó en los dos caminantes

 las larvas que dormitaban;


en él, dispuestas a mantenerse en el mismo estado,
y en ella, dispuestas a convertirse en mariposas.


Cual celestinas

 el viento con sus brisas pactaron con la oscuridad 

facilitar un romance a escondidas.


Un romance consumado en un hotel 

legalizado en una Iglesia

prolongado en un hijo

y eternizado en el tiempo.


El amor florece 
unas veces a primera vista,

otras, con la ocasión, 

incluso con la obligación.


El amor envuelve cual la neblina, 

aparece cual la brisa, 

brilla como el amanecer,
persiste como las piedras 

ilumina, cual  llena luna,

cuando brota y se dona como el aire, 

como la gota de roció a la planta seca, 

como la semilla a la tierra,

como la caricia de una madre al bebe,

como la mirada de un niño 

a la madre que lo amamanta, 

el amor es la brisa que nos acaricia 

y prodiga sentido a la existencia.





La Margarita, octubre de 2015 

domingo, 27 de marzo de 2016

La casa de barro que se desposó con el olvido


En una casa como esta
yo si tuve esa dicha
De nacer y de vivir

De tomarguarapo y chicha.

La cocina era de paja
El perol en fogonero.
Y con leña de arrayán
Aprendí a ser cocinero.

Es mi orgullo ser veleño,
pero nací en Guavata
De allá eran mis abuelos,
mi padre y y mama.


(Estas coplas escribió,  Ignacio Hernández.  Cómo no incluirlas, si me  dejaron con el sabor a barro en las entrañas¡¡¿)

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Casa de adobe.
Esta casa abandonada hace mas de 25 años es de todos y es de nadie. Quienes la construyeron, el señor murió en 1928 y la esposa en 1957. La heredera murió en 1964 y los herederos la vendieron años después a Tobías González (http://naurotorres.blogspot.com.co/2014/12/tobias-fue-un-campesino-santandereano.html) en donde vivió los últimos años junto con Rafaela Velandia. La casa fue levantada en un lote de unos tres mil metros y los últimos herederos no hicieron juicio de sucesión, razón por la cual ninguno de los 40 herederos le pone mano a la casa que fue en su tiempo una posada y guarapería. Hoy el viento y la lluvia la viene demoliendo. La casa esta en medio del trayecto entre los corregimientos de Providencia y Quebrada Negra en Puente Nacional. En esta casa, en la pieza de adobe que esta a la derecha con una ventana de madera, quien escribe esta historia nació un 15 de septiembre de un año cualquiera de la década del cincuenta del pasado siglo. (foto de Nauro Torres 2016).




Era una casa de hadas en medio del bosque protegida con cimientos de piedra blanca como las nubes, estaba cerca a un arroyo con aguas cristalinas en el que jugaban las guabinas y nadaban decenas de sardinas. Había sido levantada un siglo atrás al margen derecho de un camino real en el que hacían camino los viajeros para ir y regresar al mercado,  los peregrinos y familias a hacer sus pagamentos.

 El frente de la casa  era de adobe y teja de barro, miraba al oriente para contemplar cada amanecer y daba la espalda al atardecer. Como las casas vecinas, hacían ángulo recto con el camino y estaban metidas varios metros con verde  césped  en el que pastaban  equinos y asnos con los que bajaban y subían los caminantes, ya con carga o aperados para disminuir el cansancio de las largas y extenuantes jornadas entre vallados, matorrales, cultivos, montes y potreros.
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Casa las Palmas en la que Abrahán Ortiz y sus esposas levanto a la familia. Esta ubicada por el camino que une a Quebrada Negra con el Morro en Puente Nacional(Foto de Nauro Torres). Los dueños la abandonaron en la década del setenta del siglo pasado, aquí nació el curandero ( http://naurotorres.blogspot.com.co/2016/02/desiderio-ortiz-el-curandero.html). En tiempos del camino real, era un sitio obligado para descansar e hidratarse con un buen guarapo. Hoy la parcela esta a la venta.


La casa de barro, vista desde el camino, semejaba una casa de chocolate con barras de crema de leche sus paredes y tejas de cacao la cubierta. Había una ventana cuadrada que estaba abierta de día y trancada de noche por donde entraba la luz del día y el aire para ventilar él dormitorio de quien usualmente vivió allí, igual sus descendientes. Al dormitorio se accedía por una pieza mas grande que servía se sala y dormitorio para los viajeros cuando los aguaceros y la oscurana impedía ver el camino. Al lado derecho de la pieza grande había otra pieza de menor área que se usaba como bodega, guarapería y despensa, y muy pegada,   compartiendo cimiento estaba otra pieza  igual,   hacían estas tres habitaciones, escuadra con un viejo y hermoso horno levantado con el mismo material de las paredes de la casa en el que se cocinaban las almojábanas, las colaciones y se tostaba el cacao y  los granos para la mazamorra y el chucula.

Se accedía  a las habitaciones de la casa de barro por un largo corredor cuyo techo descansaba en tres vigas de arrayán talladas con zuela que mantenían el color de los años. En el corredor había un par de perezosas de pino pintadas con los hongos y el polvo que se levantaba cuando se barría dejando mas desnuda la tierra que servía de piso. En ese corredor se tejían las mantas, se remendaba la ropa, se atendía a los visitantes, se albergaba al desconocido y se hilvanaban los sueños de quienes allí habitaron. Era el espacio para caminar de un lado para otro para hacer la digestión de las comidas que preparaban en vasijas de barro.

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La casa del ultimo tejedor.
Esta casa abandonada hace varios décadas fue sede del ultimo tejedor de lana que hubo en la comarca. Esta construida en una loma con una vista de 180 grados desde se divisan los cuatro poblados de igual numero de municipios en los que la guayaba, la guabina y el tiple se mezclan en manos de los habitantes para hacer de la vida campesina, un placer con tranquilidad. (foto de Nauro Torres 2016).

El dormitorio principal tenía en sus esquinas una tabla cuadrada atravesada y entreverada con los adobes que servían de repisas. En una de ellas, estaba siempre el cuadro de la Virgen de Chiquinquirá al que todos los primeros viernes y domingos, se le veneraba con una veladora que la prendían con cerillos de uso religioso exclusivo. Las velas y las veladoras mas apetecidas por su pureza eran las que se fabricaban con cebo de res. Hubo en la habitación dos camas de pino, una semidoble y una sencilla pintadas con tapón, y en ellas, esteras; de junco una, y la otra, con vástago seco de plátano. Las dos, siempre tenían unas cobijas de lana teñidas con colores naturales antes de ser tejidas por manos de vecinos que fueron los últimos tejedores  que murieron llevándose el arte de hilar y teñir  lana, costumbre muisca. 

La casa quedó sola en julio de 1964 cuando la ultima hada madrina murió de vieja en una cama del hospital San José de la capital. Esta hada provenía de una familia de hadas  que estuvieron en el mundo para hacer felices a los humanos. Los antiguos la recuerdan como Ernestina Gómez, quien murió siendo señorita.

El tiempo borró el nombre de esta hada madrina, así como el viento y las manos de los hombres barraron la casa de barro. Los niños que la conocieron la recuerdan con lagrimas de felicidad, pero esos niños hoy con el montón de años que alcanzó a tener esa hada madrina, la recuerdan con nostalgia.

María Cristina Martínez vivió su niñez con el hada madrina, y desde entonces hasta hace un par de años, regresó al camino y a la montaña donde estaba la casa de barro.

No encontró el camino, había sido convertido en carretera. No regresó en tren, éste ya no estaba en los recuerdos de los nuevos habitantes de la región. No encontró la casa de barro, había sido borrada por el viento y la mano de los hombres, así como desapareció el cimiento de piedra color nube que rodeaba la casa. Había sido saqueada a hurtadillas para ser convertida en cimiento de una casa levantada en bloque cocido. No encontró el naranjo grey para los remedios. No encontró la mata centenaria de coca, su follaje que en otrora era utilizado solamente para calmar las dolencias, fue raptado en las noches por manos juveniles con fines económicos hasta dejarla sin vida.

No encontró las vasijas de barro, perdiéndose con ellas, el olor a mazamorra de maíz. No encontró los garabatos en donde se colgaban los canastos de caña de castilla para guardar el pan y los amasijos. Ya los árboles con sus gajos no formaban garabatos, y las matas de caña de castilla habían desaparecido de la región. No encontró las esteras, pues el junco como los humedales tampoco estaban ni en los recuerdos de quienes vivían cerca. No encontró el tendal con varas en donde se ponían las vasijas y la loza después de lavada. En lenguaje de los niños de la escuela mas cercana ya no estaba esta palabra. No encontró la fogonera erigida sobre  4 orquetas de arrayán y cuatro durmientes de la misma madera, y sobre ellos, varas de juco tapadas con greda amarilla mezclada con ceniza y miel de caña. Tampoco encontró las tres piedras que formaban el fogón en el que se preparaban los alimentos en ollas y chorotes de barro. No encontró la piedra donde se molía el maíz golpeándose con otra piedra de forma redonda o de balón de fútbol americano. No encontró el arroyo donde jugaban las guabinas.  No encontró el guayabo donde se alimentaban los azulejos. No encontró la mata de jite-chachafruto-  que cargaba el gigante frijol para los almuerzos ocasionales. No encontró las hiervas aromáticas, ni el horno de barro donde se tostaban las esperanzas; tampoco la ventana cuadrada que daba luz al dormitorio principal.

Los pastos enterraron las cementaras, las peinillas asesinaron a los arboles, y el ganado empezó desde entonces a apretar la tierra, y  los campesinos se volvieron citadinos, las casas se abandonaron.

Floreció la pobreza, pues los pocos habitantes que quedan en la región olvidaron amar la tierra cultivándola, y en vez de prosperar, la ganadería en los minifundios, es un signo de pobreza y miseria. Pobreza porque el litro de leche se vende menos de una sexta parte de un dólar; miseria porque la producción anual por hectárea no alcanza los cien dólares.

Como la casa de barro, son numerosas las que existen abandonadas en los campos de Colombia. La ganadería se incrementa en la proporción que desaparecen las labranzas y los montes. Y mientras tanto, proliferan las viviendas amontonadas en las pendientes y cimas de las montañas que rodean las ciudades, en las que hay niños que crecen  en cajas de cartón y adultos que no tienen tiempo ni para los recuerdos de una niñez feliz y placentera.

Así como la viruela, la peste negra,  la contaminación y el apetito por acumular capital y propiedades, impajaritablemente nos llega la vejez. Para los allegados, seremos trapo viejo, una carga y un estorbo.Para borrarnos como las casas de barro, un virus lo gestaran para suministrar a los ancianos y desaparecernos como las cenizas de una hoguera en una loma después de hacer la candelada del 7 de diciembre que anunciaba la pura y limpia.
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Cada amanecer surge una nueva esperanza.  Esta casa levantada en adobe en 1954 por una pareja de jóvenes campesinos recién casados se mantiene pintada y decorada por manos de una anciana de 85 años que enfrenta con amor la soledad que comparte con la manada de toches y guacharacas que cada mañana y al atardecer llegan a la clavellina a buscar gusanos y coquitos irrumpiendo el silencio con sus cánticos que acompañan a Custodia Quintero de Torres que se mantiene vigilante viendo pasar las horas sentada en una silla de pino que alguna vez, su esposo que murió un agosto de 2012, construyó con sus manos para ir moldeando el cuerpo para la posición horizontal que tomaremos todos cuando aligerada la maleta, regresemos a la vida de donde provenimos. La casa prevalece dispuesta a acoger a los caminantes que hacen camino por el camino que une a Providencia con Quebrada Negra. ( Foto de Nauro Torres 2016).

La Margarita, marzo 2 de 2016.
NAURO TORRES Q. 




   


Trastocado

    “ Cuando el poeta está enamorado es incapaz de escribir poesia sobre el amor. Tiene que escribir cuando se acuerda que estaba enam...