“Los bosques preceden a las civilizaciones;
los desiertos las siguen”
René de Chateaubriand
Poema 320.
24/04/2023
Cómo extraño la
rotación sincrónica de la tierra,
cómo extraño el
acoplamiento de las fases de la luna
y el aprestamiento
de la tierra para la labranza,
el beneficio y las
cosechas abundantes
y el descanso
sabático en rastrojos y barzales.
Cómo extraño la
interpretación de mis ancestros
de las señales del
sol, la luna, las lluvias y los vientos
cómo extraño los
periodos, según el Bristol
para desbrozar,
sembrar, abonar, cosechar y entrojar
granos para la
familia, los vecinos y las mingas.
Los mayores
veneraban cuidando los montes
y las tierras para
las cementeras,
sembraban y
protegían el agua y sus cañadas
confiaban en Dios y
sus manifestaciones en la tierra
que prodigaba con
trabajo y honra el alimento en abundancia.
Sembrábamos en
cosecha y en traviesa:
el maíz, la batata, el frijol, la arveja, el
haba,
las hibias, los
cubios, chiguas, ahuyamas,
arracacha, guayaba,
ají y guamas.
Cosechábamos en
familia, en minga;
compartíamos la
pobreza y las fiestas,
el dolor, las
alegrías y la tristezas;
importaba disponer
de alimentos para vivir,
ir a la romería,
pagar las promesas
y dar gracias a
Dios y a la virgen con albricias.
La codicia que nos
heredaron los invasores,
el desprecio por la
tierra exprimiendo plata,
el creerse ombligo
del universo omitiendo al creador,
el lucro y la
concentración en pocas manos,
la contaminación y el
uso de combustibles fósiles,
rompieron la
sincronía biogeográfica
y los cambios
climáticos revelan
signos de la
hecatombe humana.
Hoy, añoro la
sincronía terrenal;
hoy, deploro el
desprecio
por los conocimientos ancestrales;
de los denominados
civilizados
que cercenaron la
civilización
de quienes sindicaron
incivilizados.