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jueves, 2 de julio de 2015

EN LAS RUINAS ARQUEOLOGICAS DE LA CIUDAD DE TERMESSOS , LA UNICA QUE NO LOGRO CONQUISTAR ALEJANDRO MAGNO

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Entre más se conoce, mas uno se sorprende de las maravillas de la naturaleza y de la capacidad de creación de los humanos cuando ante las adversidades se levanta como el ave Fénix para protegerse y dejar para las civilizaciones posteriores, vestigios de épocas florecientes plasmadas en piedra, el único elemento que hasta ahora soporta las inclemencia de la naturaleza y las guerras de los hombres, al menos en la antigüedad.

En esta cuarta entrega compartiré con usted nuestra excursión al yacimiento arqueológico de la legendaria ciudad de Termessos[1] [2]a cuyas ruinas llegamos luego de tres horas de viaje en auto y luego de ascender por una carretera angosta como las de Santander y pavimentada como ninguna de las de nuestras hasta el parqueadero vigilado por tres guardabosques, uno de ellos, con buen manejo del ingles, quien nos orientó suministrándonos un mapa que fue nuestra brújula por los senderos de esta escabrosa montaña hasta alcanzar los 1050 metros de altura y adentrarnos en las huellas de lo que fue la cuidad más famosa en su época por ser la única que no pudo conquistar Alejandro Magno2 en su expansión imperial por Asia menor.


Esta ciudad antigua logró su apogeo en las épocas helenística y romana, cuando el municipio logró tener sus propias leyes, pues en ese entonces, cada ciudad era autónoma y sus gobernantes centraban sus acciones políticas en convertir sus ciudades en únicas entre las demás de la influencia griega.

En el lugar siempre caminamos por senderos recién desmatonados pues las huellas de un pasado glorioso están derrumbadas en medio de la espesa vegetación como resultado de los numerosos temblores que intentaron enterrar la ciudad construida en los picos de la cima y que obligaron a sus habitantes a abandonarla en el siglo V de nuestra era.

La Acrópolis[3] como otras tantas de esta legendaria tierra está construida armónicamente en piedra negra y mármol negro en particular. En la medida que trepábamos encontramos rastros del sistema de senderos en piedra que atravesaban la ciudad, del sistema de captación de aguas lluvias que data del siglo II y la red de agua y sus depósitos en numerosas cisternas armónicamente distribuidas para colmar las necesidades de los pobladores que gozaban de estadio para las competencias atléticas, coliseo para diversos espectáculos y un gigante teatro cuyos ingenieros lograron colgar en un ápice de una de las montañas desde el cual se observan los abismos que sirvieron para levantar las paredes en piedra del colosal centro cultural en el que los juglares, poetas y teatreros extasiaban a los habitantes que asiduamente acudían a expandir sus espíritus en un ambiente natural que simula sentirse en un paraíso situado en las caídas de los picos de montes mellizos diferenciados solo por la vegetación, pues mientras que en el que se irguió la Acrópolis es de un color verde oliva, el adyacente es gris por su composición rocosa.


Nos enajenamos en la Necrópolis[4] admirando los sarcófagos y sepulcros hermosamente tallados por doquier con sus tapas rectangulares con remate en triangulo con epitafios e ilustraciones que denotan la importancia social de quienes están en sus restos mortales. Al caminar en ella, sentí la sensación de hacerlo por cajas de bocadillo esparcidas después de derrumbarse de un montículo.

Estuvimos en los restos del gimnasio que aún se puede apreciar e imaginar su apogeo donde la cultura física era parte de la formación de niños y jóvenes. Nos perdimos entre los restos de los siete templos que gozó la Acrópolis.

Nos fotografiamos en el templo de Zeus[5] y nos sentamos en la puerta del templo de Artemisa en la que leímos la inscripción de la familia donante.

El estar en el Teatro de Termessos permite gozar de una energía inigualable y de una paz profunda que el hambre no florece y el tiempo pasó sin darnos cuenta que la noche asomaba en el horizonte. Este coloso tiene estilo helenístico y disponía de 4.200 doscientos asientos que demuestran lo poblada que fue esta ciudad.

De regreso por la ruta preestablecida por una de las paredes de la montaña vimos en el trascurrir de la misma, numerosas tumbas talladas en ella, unas abiertas y otras conservadas para dejar en el visitante el deleite de la imaginación de una época gloriosa de una civilización a que todavía hay mucho que aprender.

Como soportes de esta sencilla crónica están las fotos que encontrara a continuación.

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Autografiándonos en el parqueadero de Termessos, listos para tomar el sendero que nos conducirá a la Acrópolis de estilo helenístico que data del siglo I.

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Al fondo se puede observar las ruinas de depósitos construidos en piedra negra. Detalle los arcos en piedra colocados y sostenidos sin adherente alguno. (Foto de Cristian Torres, abril 2012).

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Al fondo las Ruinas del templo de Artemisa. (Foto de Nauro Torres abril 2012). En primer plano el ingeniero Cristian Torres, quien trabaja para una compañía española en el sector eléctrico de Turquía.

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Así colgado en lo alto de la montaña están las ruinas de este gigante teatro para 4.200 personas construido entre cerros para dar un mejor eco en las presentaciones y extasiarse con la inconfundible belleza de la naturaleza. El teatro de estilo helenístico fue construido en el siglo I de la presente era. (Foto de Cristian Torres, abril 2012).

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Detalle del arte helenístico se aprecia en las tallas, arcos y líneas de este nicho que aún prevalece en pie luego de varios terremotos ocurridos en el siglo V. (Foto de Nauro Torres, abril 2012).

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Al fondo la montaña gris gemela de la que fue base de la Acrópolis de Termessos. Al lado derecho un portal dórico de unas seis metros de alto. El yacimiento arqueológico reposa en medio de la vegetación. (Foto de Ximena León, abril 2012).

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Los resultados de un cataclismo, ante el poder de la naturaleza no hay belleza que prevalezca. Las ruinas nos muestran los alcances de una civilización de principios de nuestra era. (Foto de Nauro Torres, abril 2012).

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Estos son los rastros de un monumental teatro levantado todo en piedra en el hombro de un monte y que formaba parte de la ciudad de Termessos. (Foto de Cristian Torres, abril 2012).

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Un beso a la montaña, un beso al pasado, un beso a la paz que se sintió en este lugar, un beso a la vida que nos permitió impregnarnos de historia y de belleza natural y la gestada por civilizaciones pasadas ante las cuales rendimos reverencia con esta manifestación de amor. (Foto de Cristian Torres, abril 2012).

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Volar en la imaginación y en el lugar que alguna vez fue sede de una ciudad casi perfecta es un reto para todo visitante de Termessos. En la foto, la bumanguesa Ximena León salta para alcanzar un horizonte que toda persona debería tener para dar un mayor sentido a la existencia. (Foto de Cristian Torres, abril 2012).

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Entre sarcófagos en la necrópolis de la antigua ciudad de Termessos. Son numerosos las tallas en piedra de cajas mortuorias de personajes ilustres que reposan en este lugar escogidos para quienes dejaron huellas en su trasegar existencial. (Autorretrato de Cristian Torres, abril 2012).

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Sepulcros tallados en la roca de la montaña sobre el sendero de regreso del yacimiento de Termessos. (Foto de Ximena León, abril de 2012).

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Restos del templo de Zeus. (Foto de Nauro Torres, abril 2012).

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[1] Termessos se encuentra en lo alto de una cumbre del Güllü Dag, la Montaña Rosa, cuya cima alcanza los 1.067 m sobre el nivel del mar. A 11 km por la carretera general a Burdur e Isparta se debe tomar la desviación a Korkuteli, de la cual sale la carretera que conduce al yacimiento arqueológico. Esta desemboca en un aparcamiento en la base de la colina sobre la que se alza la acrópolis; desde allí un accidentado sendero asciende hasta la ciudad antigua, enclavada en un escenario de una belleza salvaje en lo alto de la montaña. Sus ruinas están casi cubiertas por la vegetación, y los antiguos muros y sarcófagos yacen por todos lados como en un grabado romántico. Aunque Termessos se encontraba dentro de los límites de la provincia romana de Panfilia, está realmente en Pisidia, cerca de su límite oriental con Licia. 2

(Alejandro III) Rey de Macedonia (Pella, Macedonia, 356 - Babilonia, 323 a. C.). Sucedió muy joven a su padre, Filipo II, asesinado en el

[2] a. C. Éste le había preparado para reinar, proporcionándole una experiencia militar y encomendando a clip_image028Aristóteles su formación intelectual. Con la conquista del Imperio Persa, Alejandro descubrió el grado de civilización de los orientales, a los que antes había tenido por bárbaros. Concibió entonces la idea de unificar a los griegos con los persas en un único imperio en el que convivieran bajo una cultura de síntesis (año 324). Para ello integró un gran contingente de soldados persas en su ejército, organizó en Susa la «boda de Oriente con Occidente» (matrimonio simultáneo de miles de macedonios con mujeres persas) y él mismo se casó con dos princesas orientales: una princesa de Sogdiana y la hija de Darío III.

[3] La palabra Acrópolis proviene del griego κρος, (extremo) y πόλις, (ciudad), y hace referencia a la parte más alta de una ciudad.1

En la actualidad se suele restringir el término a la parte más alta de las antiguas polis griegas, aunque también se puede utilizar para ciudades romanas y de otras civilizaciones.

Con la intención de disponer de una mejor defensa,[cita requerida] los primitivos pobladores emplazaban sus asentamientos en elevaciones naturales del terreno, preferiblemente con bordes escarpados. Con el tiempo, esta zona elevada se convertía en el núcleo a partir del cual iba desarrollándose el crecimiento urbano. Así nacieron ciudades como Atenas o Roma, la cual fue resultado de la unificación de siete poblados ubicados en sus respectivas colinas. Debido a la situación privilegiada, las acrópolis solían albergar los edificios más emblemáticos, como templos o plazas de reunión (ágora), y en ellas se reunían las personalidades de la ciudad o se celebraban actos importantes.

[4] Una necrópolis es un cementerio o lugar destinado a enterramientos. Etimológicamente significa ciudad de los muertos/cadáveres, pues proviene del idioma griego: necro, muerto o cadáver, y polis, ciudad. El término se emplea normalmente para designar cementerios pertenecientes a grandes urbes, así como para las zonas de enterramiento que se han encontrado cerca de ciudades de antiguas civilizaciones.

[5] Dios griego, padre de los dioses y los hombres.


Gilberto Elías Becerra Reyes nació, vivió y murió pensando en los otros.

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