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martes, 17 de noviembre de 2020

De la cuna a la cama doble

Me regalaba dulces que mis padres no me podían comprar. Me obsequiaba tenis que yo soñaba en usar, en vez de chancletas. Le daba a mi madre dinero para que me comprara vestidos, jardineras y ropa interior para ir al colegio. Me trataba con dulzura y cariño que mi padre me negaba o no podía ofrecerme. Algunas veces, notaba que teníamos hambre y dinero le suministraba a mi madre sin que ella lo solicitara. A mis hermanos, ocasionalmente los auxiliaba económicamente.

Carlos se fue metiendo en nuestras vidas, y mas en la mía, sin darnos cuenta. Era mayor que yo, veinte años.

Era muy bien hablado, instruido y respetuoso. Mientras ocurría mi niñez y pubertad no le vi trabajar ni supe donde lo hacía. Él decía que era trabajador social y la pasaba viajando en asuntos de negocios, reuniones con sindicatos y obreros de industrias.

Transcurría 1.970, año en el que le robaron las elecciones al general ® Rojas Pinilla. Estaba cursando noveno grado. No había cumplido los catorce años, ni me había llegado la menstruación por primera vez, pero soñaba con Carlos y anhelaba sus bondades y detalles; en especial, las galguerías que me ofrecía ocasionalmente.


Me propuso que si podíamos ser novios. Por curiosidad, le dije que sí. Meses después, él hablo con mi madre solicitando mi mano para casarnos. Y ella, mi madre, tal vez para ahorrarse un comensal menos en casa y menos gastos en el colegio, accedió a la petición.

Él dijo que lo habían trasladado a barranquilla. Y como mi madre ya había consentido el matrimonio, yo me fui con él a esa ciudad. Allí nos casó un cura amigo. Y al año, ya tenia mi primera muñeca. Una muñeca, pero de verdad.

Vivíamos en una pieza. Yo me dediqué a muñequear mientras Carlos trabajaba. Nunca supe en qué. Y nunca le insistí en saber cómo cuando le conocí en Bucaramanga. Me importaba que trajera dinero para el mercado y nos prodigara el vestido y lo necesario para cuidar a María Paz.

Carlos tenia mucha experiencia, en todo. Me enseñó de todo. Desde cocinar hasta vestirme. Desde bañarme hasta ponerme bonita. Me instruyó como ser una buena novia, ama de casa, una esposa, y una apasionada amante.

Un año después llegó mi segunda muñeca, sin estarla esperando. Le registramos como Vanesa. Él me insistía en que debía cuidarme, y yo pensaba, él es el mayor; es quien debe cuidarme. Después me hizo saber que debía cuidarme en quedar nuevamente embarazada. Y así lo hice cuando ya teníamos dos bellas alcancías.

Diez años después, Carlos no regresó una noche a la casa. Pasaron varias semanas para enterarme que estaba en Ecuador. Había huido a escondidas porque las fuerzas militares del Estado lo estaban buscando. Fue entonces cuando supe que era un cuadro del M-19.

No tuve otra opción que seguir sus pasos, pues el movimiento me continuó ayudando con los gastos de las niñas, que las confié a mi madre. Recibí formación política y militar y estuve en el monte varios años, ya en Santander y en Cauca.  Vi morir a compañeras y compañeros como yo que luchábamos por un sueño de ver a Colombia regida por una autentica democracia cuyo gobierno actuara en pro de todos.

Ha transcurrido medio siglo. Mis hijas crecieron en el exilio. Y yo, ya amnistiada conseguí un trabajo estable; terminé el bachillerato, me profesionalicé y ejercí como madre cabeza de familia.

Fue con los años que comprendí que no tuve adolescencia, menos juventud. Me maduré a golpes y fui madre, tal vez igual, o tal vez, peor que mi madre. No hubo un ser humano que me explicase que una niña crece durmiendo en una cuna y luego de hacer la primera comunión, si los padres están empeñados en formar a una mujer, tiene el derecho de dormir en una cama sencilla y sola. Pero una es víctima de sus decisiones. Yo pasé de la cuna a la cama doble. Y hoy, 50 años después comprendo que no viví las mejores etapas de la vida de una mujer: la preadolescencia y la adolescencia. No me preparé para ser esposa; menos madre. Y en la vida, uno recoge lo que siembra. No todo en la vida es sexo y diversión. Ambos, con los años dejan de ser importantes. Lo son mas los recuerdos gratos, y lo son menos. los sinsabores y desatinos.

 

Puente Nacional, Ecoposada La Margarita, noviembre 02 de 2.020

NAURO WALDO TORRES QUINTERO

T.P. 4650 DEL MEN

El parasitismo del plagio intelectual

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