jueves, 12 de septiembre de 2019

TEODOBALDO RICO HERNANDEZ, "El vaquero Rector"


Le pusieron nombre de un personaje secundario  de Romeo y Julieta, la obra insigne de Chakespeare. Por haber nacido en medio de dos hermanas, tuvo que cuidarlas de niño hasta que lo llevaron al Banco, Magdalena a cursar tercero primaria.  Aprendió a ordeñar desde los 9 años, oficio que hizo, mientras estuvo en la finca, desde las cuatro hasta los ocho de la mañana todos los días. Jugó con las majadas de las vacas por lo grandes y fáciles de rodar. Enlazar becerros fue uno de sus hobbys de infante. Encorralar las vacas y apartar los terneros, traer la leña y atrapar las aves para el almuerzo fueron oficios diarios. En la vereda Hato Viejo del corregimiento de Guamal, Magdalena, en ese entonces, no había escuela. La señora mas letrada, recibía después de los oficios del hogar, los fines de semana, a los niños de los vecinos para enseñarles a leer en la cartilla “Alegría de Leer” y con las cuatro operaciones que le enseñó el padre, Teodobaldo Rico Hernandez llegó a hacer 3o. primaria al Colegio San Pio X al puerto en el que el General que no tenia quien le escribiera, e iba todos los días a esperar la pensión prometida por el gobierno por haber luchado en la Guerra de los Mil días.

De la vereda a la burocracia.

Pantaleón Rico Ospina pudo dar educación básica a los 9 hijos con el desclime de las vacas y la venta de los becerros. Murió tranquilo el 25 de mayo de 2.007. Ofelia Hernández Maya se fue a acompañarlo dos años después el día que supuestamente  nació el Niño Dios. Siete varones tuvieron la misión de perpetuar el apellido, uno de ellos ya se fue tras los padres. Alvaro, uno de los hijos mayores, logró que lo nombraran profesor de matemáticas en la ENSIN, convirtiéndose en el tutor de Teodobaldo que cursó todo el bachillerato técnico en la misma institución. El profesor Alvaro Rico Hernandez, murió en agosto y fue despedido con honores en Guamal, Meta, municipio de donde debió salir  por la violencia.   Empezó con la especialidad electricidad, pero las fases, los cables, los probadores, las redes, las cambió por los moldes, los tipos, las lineas, interlineas y lingotes, la gasolina, los trapos y la tinta en el taller de Artes Gráficas. Fue alumno de tipografía del profesor Hincapié y de teoría de Germán Arias, un tolimense oriundo de Espinal.

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Por recomendación política consiguió la beca en el bachillerato. Con la misma estrategia obtuvo el primer trabajo en la Imprenta Nacional. Por sus estudios, lo enviaron al SENA a estudiar Lulo y Linotipo, convirtiéndose en digitador veloz.

El Lulo fue una maquina para hacer títulos en plomo. El  linotipo fue una maquina de origen alemán de estructura pesada, alta con tantos brazos y teclas como letras, signos y números de 1 a 9 sumaban la lengua castellana. El linotipista era una persona culta; dominaba léxico, composición, ortografía, redacción y justificación para armonizar la presentación de los textos en el marco y paginas de los moldes a usar para la impresión. La materia prima era el plomo; entraba a la maquina en estado solido, en el horno se convertía el liquido y mediante una mezcla con el medio ambiente, de la maquina brotaban lingotes con las lineas del texto o las rayas para los cuadros que terminaban como moldes puestos en cama fija que, al movimiento de las maquinas tipográficas, la cama móvil presionaba  la hoja de papel que entra armónicamente entre las dos camas para salir o sacarse impresa por una cara. El linotipo fue un mejoramiento que superó la composición manual de los moldes tipográficos, pero en su operación producía un ruido agudo y persistente que terminaba afectando el oído de los operarios que trabajan en las noches para hacer posible los diarios cada día.

Estudio trabajando.

Por el exceso trabajo nocturno, Teodobaldo debió buscar otro trabajo para lograr terminar la carrera nocturna en filología e idiomas. Por recomendación politica ingresó como mecanógrafo a la Registraduria Nacional de Colombia. Allí lo formaron como dactilocopista. Por sus relaciones en la burocracia gubernamental, le solicitaron gestionar, de un dia para otro,  un duplicado de una cédula requerida para estudios en el exterior de un funcionario del MEN. Gestión que hizo con diligencia y fue invitado a almorzar para entregar el documento a la persona que viajaría a estudiar a Sao Pablo en una delegación del Estado. Quien requería el documento era, en ese entonces, el director de educación media del MEN. Agradecido por la gestión inmediata, el funcionario indagó sobre la vida del dactiloscopista tan eficaz. Teodobaldo le contó que hacia seis meses se había licenciado, y como respuesta, días después,  recibió la oferta de una rectoria en un instituto de educación social, ya en la Plata, Zitaquirá o El Peñón, Magdalena. Teodobaldo que nació con la habilidad de descubrir cuando puede ganar la partida, muy cortes le agradeció la oferta, pero la condicionó a que fuese cerca a la capital. El funcionario acogió la solicitud, y mas luego, fue notificado mediante telegrama que había sido nombrado como coordinador de talleres del ITIS en Espinal, Tolima desde el 4 de diciembre de 1.981, cargo que desempeñó hasta el 11 de julio de 2.016.

Entre lo publico y lo privado

A la par con el trabajo oficial se desempeñó como rector en el Colegio cooperativo. En 1.998, mediante licencia no remunerada fue secretario de educación municipal por un año. Por 8 meses, fue rector en el 2.006 en el ITIS de la misma localidad. En 2.013 fue nombrado por seis meses rector en un colegio agrícola en Ortega, Huila Y en el mismo año asume la rectoria del colegio en el Alto de Rompe en donde ejerce hasta 2.015, regresando al espinal a una vereda donde fue notificado del retiro forzoso. Pero a diferencia del Coronel Aureliano Buendia, Teodobaldo sigue frente al cañón laboral. Ejerce como rector  de un colegio privado en CAJASUR.


A diferencia de los hijos de los egresados de la ENSIN, los graduados en 1.972 adquirieron nupcias en la misma década que se graduaron. Rico lo hizo en 1.976 con Raquel Mondragón Medina con quien fueron padres de dos varones y convivieron un cuarto de siglo. Uno es ingeniero eléctrico y trabaja en E.U. Y el otro, ingeniero de sistemas tiene una empresa de servicios en Colombia usando drones. Años después, Raquel enfermó y fue tratada en la capital del país en donde se radicó junto con los hijos. Las extenuantes jornadas laborales, el calor del Espinal, el exceso del consumo de pescado acorralaron a Teodobaldo para mitigar la soledad, estableciendo una relación paralela, de la cual hay dos nuevos retoños. Una niña que estudia psicología y un chico que trabaja en una caja de compensación en el mismo lugar del trabajo actual del progenitor. Y en honor al apellido y a su mocedad, Teodobaldo convive actualmente con la segunda compañera en el pueblo  testigo de su desarrollo profesional como maestro y directivo.

Al referirse a Zipaquirá, afloran los recuerdos en el internado; las escapadas de la vigilancia del profesor Valderrama y las exigencias del profesor Silva. Yudy Silva fue la niña que le parceló el corazón cuando cursaba el 4o. de bachillerato y la motivación para las voladas por la tapia en las jornadas de matiné, y antes del sermón nocturno de cada día antes de apagar la luz en el dormitorio. Pero tantas veces va el cántaro al agua que al fin se rompe; fue sancionado con no regresar al internado el siguiente año. Y como a quien a un buen árbol se arrima, el hermano profesor abogó por él, tranzando entre profesores un castigo físico al alumno infractor, consistente en hacer cuclillas desde la entrada al internado hasta el fondo donde estaban los baños. Tarea que Teodobaldo se esforzó en hacer desde las 9 hasta la media noche, sin que los demás internos se percataran del castigo al enamorado.


Junto con otros compañeros de internado, desde el lunes esperaban el sábado y el domingo, días en que las niñas del servicio de la ciudad y capital, usaban el descanso dominical para visitar la mina de sal, ir a misa a la catedral, y rumbear al matiné de Armonías zipaquireñas. Desde tempranas horas, en el parque Villaveces, cual pescadores, perfumados con alhucema y el pelo brillante con fijador masculino, usando pantalón de terlenka de bota ancha y camisa manga larga de colores y cuello abierto bajo los sacos de lana virgen o ruanas,  los internos de la ENSIN aprontaban lo piropos, las miradas furtivas y el riesgo para conquistar parroquianas que caían extasiadas al ser pretendidas por los futuros maestros técnicos del país.


Junto con otros, cuyos apelativos son secreto, los internos provenientes de la costa, el llano, el Tolima, Caquetá, formaron un clan para extraer “comiso” y abrir baúles en los atardeceres de los domingos, cuando los internos de los poblados cercanos, regresaban cargados de viandas, frutas y panecillos y dejaban a buen recaudo en sus baúles de madera y candados baratos, -mientras se iban a dar la vuelta al parque-, abiertos con facilidad por algún estudiante de metalisteria amante de la percusión y la parranda en donde se fabricaban las llaves maestras para extraer y colmar, en algo el hambre que se sufría en la juventud estando lejos del hotel mama.


El traslado temporal del internado a una casona cercana al teatro Éxtasis y frente a la Normal esta en los recuerdos de los internos becados de la ENSIN en 1.971. Aprovecharon el traslado y los internos establecieron las ubicaciones de los catres, y en ellos, se distribuyeron estratégicamente los mas burleteros o mamagallistas. Luego de apagar las luces, el director de internos, caminaba silencioso y con oído de tísico por los pasillos de las filas de catres, y cuando llegaba a un extremo, al otro extremo de largo salón, voces del ultratumba retumbaban en las paredes dejando un eco….”pate chicle”.  El profesor de internos, volvía sobre sus pasos con la intención de identificar a los graciosos. Pero pasaron noches de junio, julio y agosto sin que el sacrificado profesor lograse pescar a autor de las voces de burla.


En el mismo lugar, varios entrevistados recuerdan las lluvias de zapatos que ocurrían los fines de semana pasadas las nueve de la noche. Quien dejara los zapatos por fuera del baúl y del armario, debía buscarlos muy temprano en la calle a donde eran botados por quienes le caían sobre la humanidad mientras descasaban. Varios dueños, en diferentes mementos, no encontraron un zapato y debieron ir en tenis a clase y ganarse un llamado de atención en la presentación personal.


Cada entrevistado cita momentos gratos vividos en el trascurrir existencial. Teodobaldo recuerda la restauración del colegio Alto de Rome que logró hacer como rector con el apoyo de la municipalidad y la misma comunidad. Logró para el colegio una sala de computo con pcs portátiles, construcción de campos deportivos y un kiosko desde se podía apreciar el nevado del Ruiz los 360 alumnos provenientes de las veredas cercanas.

Como todo profesional actual, para mantenerse vigente profesionalmente, esta estudiando otra especialización sobre educación incluyente para comprender, orientar la formación de niños con discapacidades.


Fuimos inmigrantes arriesgados por lograr ser bachilleres técnicos. Y en la ciudad que nos acogió, cada quien logró conquistar una corazon femenino que, ademas de amor y colmar la soledad, unas se convirtieron en mecenas. Consuelo Galeano fue la zipaquireña  que le ayudó a superar las deficiencias académicas, le enseñó el mundo de las caricias y remplazó la ausencia familiar con amor desinteresado brindado por los progenitores de la benefactora afectiva, magia que se rompió cuando Alvaro, el profesor de Matemáticas, enamoró y raptó a la hermana de Consuelo, y con ella, terminó de docente en Puerto Carreño, mientras Teodobaldo perdió la entrada a la casa Galeano, las chocolatadas y los espacios para pasar los domingos en las tardes.

Teodobaldo se ha caracterizado por vivir feliz haciendo lo que le gusta hacer, mandar. Pero como toda persona hemos vivido momentos tristes, dolorosos, incluso finales. Tuvo muerte súbita por 5 minutos por hipertensión arterial causada por auto medicarse contra el ácido úrico. Compañeros lo revivieron y por 22 días estuvo en cuidados intensivos, en Bogotá, en donde le dieron de alta regresando a espinal sufriendo otra recaída siendo trasladado a cuidados intensivos en Ibague por 25 días mas,  ganando la primera batalla contra la pelona, luego de seis meses aprendiendo a caminar nuevamente.  Cuenta que estuvo en el túnel, y una mujer vestida de blanco, mientras flotaba, lo agarró de la mano y no lo dejó ir. Y los compañeros que le ayudaron en la segunda recaída, por revivirlo, le rompieron una costilla, pero le salvaron la vida.


Es en el dolor en donde nos encontramos y vemos nuestras limitaciones. la muerte de los padres, del hermano mayor, y recientemente del Alvaro, nuestro profesor de calculo, ha apachurrado el corazón e impregnado los cachetes con lagrimas.

Cada quien recuerda a los amigos. Teodobaldo recuerda a Luis Carlos Reina, otro tipógrafo con quien se volaban del internado para ir al matiné en armonías zipaquireñas. Cita a Luis Carlos Miller, el caqueteño que le pasaba a tintas las planchas de dibujo. A Luis Maria Rodrigues, natural de Chocontá, quien los fines de semana iba a casa y regresaba al internado cargado de mecato que compartía con algunos compañeros en el internado. El, fue profesor en el ITIS de Florencia y una bala le cegó la vida. Describe a el  “camajá”, el negro Abel Robles, el del paso bailarín y los dientes con recipientes para guardar comida, natural de Barrancabermeja junto con Alam Muñoz.

Recordamos a Teodobaldo por el gusto por el atletismo. entrenaba por la vereda san José con Rafael Baracaldo, quien brilló en esa época en el atletismo nacional. Y él desea que se recordado por el amor a sus esposas y por sus hijos por ser un padre excepcional; por los amigos, por la lealtad, y en los trabajos por la persistencia en el cumplimiento de metas. 


Ecoposada la Margarita. Puente Nacional, septiembre 02 de 2.019.
#nauro torres.  



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