La huella que dejó en los feligreses de numerosas parroquias de la Diócesis de Socorro y San Gil, son imborrables. el rastro que ha dejado en la historia con sus publicaciones sobre algunos municipios donde laboró, prevalecerá como referente. Las señales que dejo en la recuperación de la historia de San Gil en el libro “San Gil 300 años”, el origen de la cultura santandereana lo plasmó en el libro, “El pueblo de los guanes”, así como otras en tantos libros, son y serán de consulta obligada para quienes, buscan en las paginas del olvido los hechos que nos remontan al pasado para encontrar algunas explicaciones del presente y a la vez, encontrar los orígenes de nuestra identidad cultural.
Sus publicaciones serán recursos de consulta para historiadores, antropólogos, sociólogos y politólogos, y quienes, en una palabra, se inquieten por el origen de nuestra cultura santandereana, pues al sacerdote escritor le debemos el rescate del origen, evolución y fin de la cultura de nuestros ancestros, los Guanes que vivieron entre los ríos Suarez, Fonce y Chicamocha, etnia que hablaba el chibcha y que describe un cronista que vivían en unas treinta mil casas.
Para contribuir con lo que hay en la red sobre este insigne Zapatoca que ofrendó su vida con el sacerdocio a los católicos de la jurisdicción eclesiástica donde nació y estuvo incardinado, escribo esta crónica. Con esta motivación sigo escribiendo sobre personajes que han dejado huellas en las comunidades donde laboraron.
Le conocí en 1978 y en agosto de 1983 le entrevisté para el periódico JOSE ANTONIO en la edición 41, pagina 13. En ese entonces, escribí:
Desde niño jugaba con sus hermanos a celebrar la misa y hacer procesiones con ocasión de la semana santa; jugaba a ser explorador yéndose al campo a buscar piedras con formas de animales que fue coleccionando desde entonces, y luego de mas de medio siglo después se exhiben en el museo Guane que él mismo organizó y dejó como prueba en el corregimiento de Guane, que la regiones del Guanentá, Socorro y Vélez hasta Leiva en Boyacá fue mar hace millones de años.
VIDA Y OBRA SACERDOTAL
Mientras que en Colombia los liberales por primera vez fueron mayoría en el congreso, y el presidente Laureano Gómez declarara la paz interior y guerra en la frontera contra El Perú, y Guillermo León Valencia es nombrado presidente del congreso y se publicaba el libro de Fernando González, “Don mirocletes” que fue excusa para ser excomulgado por el arzobispo de Manizalez, y Charles Chaplin se casaba; Isaías Ardila Díaz era ordenado sacerdote en la Diócesis de Pamplona.
En los municipios de Cincelada y Coromoro lo recuerdan con cariño; y en Puente Nacional, aun lo lamentan, pues fue el cura que dirigió la parroquia por pocos días, ya que algunos liberales, conociendo el origen y talante del cura, ordenaron poner un petardo en la casa cural en la que descansaba el levita, viéndose obligado a salir a hurtadillas para proteger su integridad protegido por soldados.
Los mogotanos lo veneran pues fue el párroco que propició el desarrollo del municipio con la construcción de tres colegios: Don Bosco, el agropecuario y la normal, además la casa del anciano, la casa de la comunidad, el teatro, el Hogar de Nazareth y el Amparo de Niños, y, la conformación de la cooperativa de ahorro y crédito, entre otros, en el transcurso de 15 azarosos años de trabajo pastoral que cambiaron el rumbo de este municipio fiquero.
En Zapatoca, su tierra natal figura en la palestra de los reconocidos hijos de la ciudad levítica. Allí también dejó huellas. Dio por terminado el Ancianato, arregló el campo santo, fomentó la fe cristiana y contribuyó en las soluciones de los problemas que aquejaban a los campesinos en esa época.
Escribir sobre este insigne historiador es pertinente citar a los miembros de su familiar, personas con destacados logros en Santander. Fueron 14 hermanos en el hogar de don Leónidas Ardila y doña Ana Josefina. El Dr. Benjamín Ardila Duarte, fue alcalde de Zapatoca, San Gil Y Barrancabermeja; Isnardo fue director del Instituto de desarrollo urbano del Distrito; Gerardo Ardila Díaz es el gestor de Ferretería Al Día; y fueron dos hermanas religiosas dominicas.
Isaías Ardila Díaz murió pastoreando a los pobres a quienes instaba a ahorrar en vez de tomar guarapo y son precisamente esos pobres y sus descendientes que lo recuerdan como un cura con talla y talante, con brío y con autoridad de taita, con conocimiento y sencillez, con juicio y el don de servir sin condiciones.
EL PUEBLO DE LOS GUANES
Turistas nacionales e internacionales al visitar Barichara han contemplado la cristalización de las aspiraciones del padre Isaías Ardila: El museo Guane en el corregimiento del mismo nombre. Fue este lugar donde pudo culminar sus investigaciones sobre los indios Guane plasmadas en el libro “El pueblo de los guanes”.
Reza este histórico libro: “ DE LA CONQUISTA ESPAÑOLA.
"El primer conquistador que penetró en territorio de los Guanes fue AMBROSIO ALFINGER,, por orden del Emperador Carlos V, que a principios de 1528 celebró un tratado con los alemanes concediéndoles la conquista de las tierras comprendidas desde el límite de la gobernación de Santa Marta hasta Marcapana, hoy Venezuela. Es extraña esta concesión a los alemanes porque los españoles se creían dueños absolutos de todas las tierras comprendidas más allá del descubrimiento de Colón. En ese entonces Alfinger era agente en Santo Domingo de los grandes banqueros Welter y recibió de la Corona el nombramiento de Gobernador de las tierras cedidas a los alemanes.
Nació Alfinger en Thalfinger, población cercana a ULM (Alemania); el nuevo gobernador pronto empacó maletas ilusionado por las noticias que se tenían de que los indígenas se bañaban en oro; con este pensamiento se hizo a la vela el 24 de febrero de 1529 llegando a Coro, en Venezuela, fundando en junio, de ese mismo año la población de Maracaibo. Después de casi un año de permanencia en Coro, emprendió, el primero (1º) de septiembre de 1531, el proyecto de llegar a los confines de Guane en compañía de Pedro Gutiérrez, soldado que impulsó a Alfinger a esta conquista, como también el valeroso capitán Bartolomé Hernández de León, que más tarde sería alcalde de Guane; en compañía de 40 jinetes, 120 hombres y muchos indios esclavos y después de muchas penurias y de encarnizadas luchas con los naturales que iban encontrando a su paso, llegaron al valle del Río de Oro, cruzaron sus aguas y ascendieron a la meseta de Bucaramanga, en los dominios de Guane.
La opinión más común y aceptada es que el reino de los Guanes cobijaba también el oriente de toda la meseta de Bucaramanga, ejerciendo dominio sobre Floridablanca, Piedecuesta y Lebrija. En su periplo por querer dominar las tierras del dominio Guane, encuentran inicialmente la belicosidad de los Yariguíes, que en encarnizadas batallas quedan muertos varios indígenas por la diferencia en armamentos de los expedicionarios al frente de los naturales; siguen su camino llegando a la laguna, que después se llamó de San Mateo; en este valle encontraron muchos caracoles y moluscos que hicieron las delicias de los expedicionarios, dándose a la llanura el nombre de “Valle de los Caracoles”.
Por las penurias de este viaje sin sentido, Alfinger ordenó a uno de sus más valientes capitanes, Estéban Martín, fuese a inspeccionar un pequeño caserío de indios que habían divisado desde uno de los montes cercanos, con el fin de conseguir provisiones. El capitán se dirige al pueblo llamado “Elmene”, los naturales corren a defender sus tierras desatándose una carnicería que, como siempre, la ganan los invasores. Alfinger, al enterarse de la abundancia de los frutos hallados en Elmene, resuelve girar hacia esta región. Los indios, al enterarse, prendieron fuero a los bohíos antes de huir, lo que obliga a los expedicionarios a refugiarse allí con bastante incomodidad, permaneciendo cinco días; reanudando la marcha escalando la cordillera, hasta llegar a las altas cumbres del páramo; el frío mortal y la soledad de esos terrenos dificultaron el paso de Alfinger y de sus huestes causando la muerte a muchos de los indios cargueros y a no pocos soldados. Después de muchas y penosas jornadas llegaron a Servitá en los dominios de Los Laches; allí descansaron unos días después de haber perecido muchos indígenas que llevaban como esclavos, como también muchos de los expedicionarios.
En su desesperación por lo agreste del terreno, Alfinger resuelve regresar a Coro, en Venezuela, poniendo fin a la idea de querer dominar a los Guanes. Decidió a atravesar el Páramo del Almorzadero, llegando al valle que después se llamó del Espíritu Santo, donde más tarde sería fundada la ciudad de Pamplona. Desciende por las orillas del río, donde hoy se encuentra la ciudad de Chinácota, guiándose siempre en busca del lugar de dónde habían salido a esta heroica, pero loca expedición.
Pero los enfurecidos Chitareros impidieron el paso del, ya mermado pero intrépido grupo de Alfinger y después de una encarnizada lucha lograron clavar una de sus flechas en el cuello del jefe enemigo, Alfinger, quién murió días después. Sus compañeros, afligidos por la muerte del caudillo sepultaron piadosamente su cadáver junto a un frondoso árbol, colocando el epitafio siguiente: “En Alfinger fue nacido una ciudad de Alemania. Tierra bárbara y extraña tiene mi cuerpo escondido en medio de esta montaña. Muerto de crueles manos de los placeres humanos no llevó mejor placer que morir donde ha de ser habitación de cristianos.”.
Es muy difícil hacer un juicio imparcial y justiciero de este varón, a quien muchos historiadores llaman “el cruel de los crueles”, culpándolo de atrocidades con los indios, pero es justo reconocer que fue un hombre de una intrepidez asombrosa; a su actitud cruel, causa común a todos los conquistadores unió rasgos de verdadera nobleza, que para concluir, podemos decir que, “persona bien nacida y eminente, y cuya dirección y valentía se puede bien decir, ser excelente”".
MARTIN GALEANO CONQUISTA LA PROVINCIA DE GUANE
Ambrosio Alfinger fue ciertamente el primero que con sus huestes puso el pie en las tierras de los Guanes; pero la historia, con toda verdad, consagra el nombre del Capitán MARTIN GALEANO, como el verdadero descubridor de los dominios del gran Cacique GUANENTÁ; después de la cruel muerte infligida a su jefe Alfinger por los Chitareros, Martín decide salir a la conquista de los Guanes y el 21 de enero de 1540 inicia su marcha llegando tres días después al pueblo de POASAQUE donde encuentran al Cacique CORBARAQUE. Galeano finge amistad con los naturales, para así apoderarse de sus tierras, condicionando la amistad al vasallaje al Rey y a la entrega de los tesoros de aquellos, logrando hacer con ellos mutuas promesas de paz, siendo las condiciones siempre desiguales, con la balanza pegada al suelo para los indios, que perdían su libertad y juraban obediencia a un señor de ultramar, conocido solamente por las humillantes cargas que les imponían sus representantes. Galeano, siempre en camino hacia la tierra de los Guanes, se encuentra con el Cacique BABASQUEZA y más adelante con el Cacique POIMA que, como el primero, lo recibe amistosamente y obsequia a los invasores con el fruto de sus campos y le brinda el vino generoso de los Guanes; en todas las tierras iban tomando posesión a nombre del Rey y les ofrecía buen trato a los naturales, si se sometían; de lo contrario, se les amenazaba con arrasar sus pertenencias y llevarlos a la muerte.
Galeano, con sus infantes, desciendo luego por el cauce del Río Mochuelo (hoy llamado el Fonce), encontrándose con un poderoso y rico Cacique llamado MACAREGUA, jefe de una poderosa tribu que, ante la noticia de la llegada de los españoles, se habían convertido en un poderoso ejército, que bien ordenados y ardidos de furor no retrocedieron ante sus atacantes, sino que les hicieron frente logrando dar muerte al español Pedro Vásquez, que presuntuoso se adelantó a lo demás con el ánimo de ensartar en su lanza a uno de los más valientes indígenas; los indios arrastraron su cadáver y lo llevaron, como señal de triunfo hasta la puerta de la mansión del cacique.
El sacrificio de Vásquez enardeció a los españoles trabándose entonces una de las más terribles batallas, en las cuales las armas españolas obtuvieron la victoria; en el campo de combate quedaron muchos indios muertos y muchísimos heridos, y como botín para los intrusos mucho, pero mucho oro, tanto que les permitió herrar sus caballos con “oro bajo”. De todas maneras la belicosidad de los naturales al mando de MACAREGUA y de las gentes de las tribus vecinas hizo que los 3 conquistadores se vieran obligados a cambiar de ruta.
Galeano y su gente se dirigen entonces hacia el suroeste llegando a un pueblo de nombre GUANENTA; toda la confederación de cacicazgos de Guane estaba enterada de la invasión de los españoles, y los indios, justamente enfurecidos, lucharon con enloquecido arrojo comandados por el CACIQUE GUANE o GUANENTA. Los Guanes tocaban sus trompetas de caracoles, levantaron una espantosa gritería y además de disparar sus dardos y flechas envenenadas, arrojaban grandes piedras hacia la hoya del río, para impedir el avance español. Estos, al ver el ardor de los indígenas, tan bien atrincherados, se unieron en un solo escuadrón y resolvieron hacer a los naturales, muy inferiores en armas y en estrategia militar, una artera jugada: dejaron en el frente de batalla unos pocos soldados con algunos indios amigos, y el resto de los arcabuceros y toda la caballería dieron la vuelta y sorprendieron a los indios por la espalda, atacándolos con tanta crueldad que quedaron tantos muertos y heridos que fueron pocos los que escaparon. Luego los vencedores recogieron todo el botín, particularmente varias piezas de oro que traían los muertos. Allí cayó el gran CACIQUE GUANENTA, quien ofrendó su vida en defensa de los suyos, marchando con ellos a la vanguardia para infundirles valor y como el más esforzado y mayormente preocupado por el bien y el honor de su raza. Nuestro gran poeta curiteño y guanentino, Ismael Enrique Arciniegas, idealizó con brillante pluma y viva imaginación el fin glorioso de este gran señor: “Después de tres combates iba en derrota. El día brillaba en Macaregua como una llamarada y contra pedregones, en la árida hondonada el Chicamocha, en blancas espumas se rompía".
Guanentá con su gente el peñascal subía haciendo rodar piedras, la ira en su mirada; Galeano y sus soldados siguieron la jornada por entre los barrancos de la agria serranía. Ante los arcabuces, su fila ya deshecha subió el Cacique a un risco bañado en resplandores; Y cuando ya en su aljaba faltó la última flecha, su airón de rojas plumas despedazó bravío el arco de macana lanzó a los invasores y de un salto, sobre ellos, precipitóse al río”. Terminada la hetacombe, el grupo de Galeano y sus caballeros marcharon a otro pueblo llamado BUTAREGUA, de fértiles tierras y con agua abundante y tan bien repartidas en acequias, que llamó mucho la atención de los hispanos. Los indios butareguas no esperaron a los españoles, pues ya sabían de la crueldad que habían mostrado con sus vecinos de Guanentá; abandonaron sus chozas y se fortificaron en la parte alta, en las cuevas y salientes de la peña de Butaregua".
Los españoles, con táctica malévola, simularon subir hacia ellos, y estando ya cerca de la parte alta, se devolvieron, haciendo creer a los indios que lo hacían por temor a ellos. Así lograron que éstos descendieran en su persecución hacia la parte baja, donde era más fácil combatirlos; Galeano y sus acompañantes los embistieron sacrificando muchos indígenas: los pobres indios, viendo los estragos sufridos entraron en concierto de obligada paz con Galeano, quien los prometió dejarlos en usufructo de sus ricas tierras. Este pacto de amistad fue pronto conocido por los cacicazgos vecinos, que recibieron muy bien a los invasores. Debemos anotar que ninguno de los historiadores mencionan víctimas españolas en estas batallas, a no ser la de Pedro Vásquez; pero sí cuentan de los numerosos indios que murieron en defensa de sus tierras y de sus derechos naturales y sacrosantos, entre ellos el inmortal Cacique Guanentá y señor de las tierras Guane".
ENCUENTRO CON EL VALEROSO CHANCHON
"Prosiguieron de Bócore hacia arriba, pero no con el mismo éxito obtenido en los pueblos últimamente recorridos. Los indios de CHAGUETE y BOCORE no opusieron resistencia, sino que prometieron sumisión dando muestras de generosa amistad. Los YANACONAS anunciaron a los conquistadores que se acercaban a un gran pueblo de un poderoso y temido Cacique: CHANCHON".
"Galeano envió una embajada de veinte soldados y seis de caballería, para anunciar a los chanchotes que llegaban en son de paz y amistad; muy diferente parecer tuvo por entonces Chanchón, pues no sólo no vino de su voluntad, como los demás, a tratar de paz con los españoles, sino que despreció la embajada con arrogancia, atacando a los expedicionarios con palos y piedras, respondiendo los españoles con demasiada crueldad con espadas y lanzas no escapando ninguno, capturando al Cacique, que maniatado hizo compañía a los demás llevándolo hasta la presencia de Galeano, apaciguándose por el momento como un león enjaulado, el valeroso e imponente Cacique. Los españoles, ante las promesas y obsequios de todos los caciques anteriores y ante el prudente silencio de Chanchón, creyeron tener ya completamente dominada toda la provincia de los Guanes".
"Cumplido ya el objetivo que se habían propuesto, Galeano y sus acompañantes resolvieron regresar a Vélez por la banda izquierda del Saravita (Suárez). Fray Pedro Simón cuenta que a su regreso de Guane, fueron “tan bien recibidos por el buen suceso de dejar la tierra de Guane en paz, sin haber perdido más que un soldado, ni peligrado ninguno”.
Es triste recordar que únicamente el español Pedro Vásquez fue muerto, y en cambio, fueron muchos los indígenas sacrificados bajo las lanzas y los caballos de los invasores.
Los indígenas nunca en su vida habían visto un caballo y mucho menos alguien montado en él, de modo que la sorpresa fue mayúscula, de tal modo que algunos los consideraban “dioses” y no tenían, por supuesto, la idea de cómo liberarse de ellos. Esta circunstancia y la gran diferencia en armamento fue la consecuencia de la mortandad de los naturales en relación con la de los españoles.
Lo que no se imaginó Galeano fue que al dejar vivo y libre de movimientos al Cacique Chanchón, él se vengaría, y en qué forma la humillación y muerte de sus hermanos.
Cuando Galeano marcha hacia Vélez, deja al encomendero Alonso Guasón al mando de la encomienda constituida con Chanchón y sus subordinados; Chanchón finge amistad con el encomendero y logra escapar a sus antiguas tierras, que para ese entonces se habían encomendado a Jerónimo de Aguayo, quien la administraba desde Vélez. Aguayo no quedó satisfecho con el tributo que pagaba el monarca indio y sus vasallos, y resolvió enviar a tres soldados, para que de todas maneras, cobraran mayor impuesto al Cacique.
"El jefe indio los recibió con aparente mansedumbre y los alojó en una de sus viviendas y luego, sin que éstos lo advirtieran, reunió a cuatrocientos de sus vasallos, que se lanzaron de noche sobre los tres españoles, cuando éstos se creían más seguros.; naturalmente todos cayeron ultimados por los indígenas; el orgullo español se sintió profundamente herido al conocer, por medio de uno de los yanacones, que pudo escapar del asalto, la muerte de los tres soldados".
"En Vélez, a Galeano le causó gran revuelo esta noticia, angustiosa para los hispanos, pero satisfactoria, sin atreverse a manifestarlo, para quienes tenían que soportar la dura carga de los tributos reales y envió otro grupo mas numeroso de soldados, al mando del Capitán Juan de Rivera, quien hizo la guerra lo mejor que pudo con más excesos de rigor, que blandura; Chanchón y los caciques del territorio de los Guanes continuaron en su rebeldía contra los españoles y se negaron a pagar los tributos que se les exigían".
CACHER, nombre propio del gran Cacique Chanchón, previó la venganza española: reunió a todos los Caciques vecinos con huestes numerosas para tratar de resistir la furia de los españoles y aún alejarlos definitivamente del territorio Guane; el Capitán de Rivera envía un fuerte destacamento al mando de Pedro de Ursúa y al hallar a los indios listos para defenderse con un ejército de miles de guerreros, se lanza enfurecido sobre ellos, y con la superioridad incomparable de sus armas, y la majestuosidad de sus caballos, logra derrotarlos.
Los vencedores, orgullosos de su innoble victoria, se precipitaron sobre los pobres indios y efectuaron la matanza más grande y vergonzosa de toda la historia de la Conquista, en donde murieron cientos de miles de indios en la porfiada lucha, recibiendo la quebrada, frente a la cual se libró tan encarnizada batalla, el nombre de “LA QUEBRADA DE LOS CINCO MIL”, nombre que aún conserva, como un homenaje a estos antepasados nuestros. (Esta quebrada está localizada entre El Palmar y El Socorro)".
El historiador Rodríguez Plata escribe que Chanchón sobrevivió a esta masacre, que el aguerrido monarca continuó defendiendo a los Guanes y llegó a enfrentarse, en posteriores ocasiones, cuatro veces con los españoles. Estos, al fin, lograron sorprenderlo en una emboscada y dar fin a la sublevación de los Guanes, después de nueve años de lucha, matando a los jefes indígenas y a su máximo conductor, CACHER o CHANCHON. De esta forma, la sangre de los CHALALAES, MACAREGUAS, BUTAREGUAS, GUANENTINOS, CHUAGUETES, TAMACARAS y CHANCHONES, corrió hasta convertir en ríos de sangre el Saravita; saltó hasta enrojecer la “Quebrada de los Cinco Mil” y voló hasta confundirse con la sangre de nuestros patriotas, para teñir de rojo nuestro pabellón nacional.
Chanchón, consciente de sus derechos y de los todas las tribus circunvecinas, confiado en su fortaleza, en su voluntad resuelta hasta el heroísmo y en el número y fidelidad a toda prueba de sus vasallos que lo amaban y admiraban, desprecia primero a Galeano y sus soldados; luego resiste a la ambición de los españoles, sacrificando a sus emisarios; lanza luego un grito de alerta a todos los Caciques y tribus de esta región, se ciñe el penacho de jefe supremo de los Guanes, en reemplazo de Guanentá que había caído en defensa de su pueblo; se enfrenta a un ejército disciplinado y con buen número de soldados de caballería, y llora la derrota de miles de sus combatientes y la carnicería despiadada que hacen de ellos; pero él, no se siente vencido, continúa luchando contra los invasores, hasta que cae, enrojeciendo su manto real con la sangre del martirio, sellando para siempre el dominio español en la Provincia de Guane y los caciques sobrevivientes y sus gentes desposeídos de sus tierras, sometidos como esclavos a un rey desconocido que reinaba más allá de los mares y que se creía dueño y señor absoluto de todas las tierras conquistadas”.
El 13 de agosto de 1990 de dio a conocer el libro que el mismo sacerdote escribió con motivo de los 300 años de La Perla de Fonce.
La obra tiene el prologo del entonces presidente de la Corte Suprema de Justicia, Dr. Jorge Carreño Luengas, en cuyo texto dice. “ Leer esta obra constituye para los amantes de la historia y para quienes vivimos en San Gil, un verdadero deleite espiritual. En prosa castiza, pulcra, diáfana y fluida, expone el autor todo aquello que su espíritu de investigador ha podido captar sobre la formación, desarrollo, evolución y progreso de nuestra ciudad, tratando múltiples y complejos temas con sobrado dominio de la materia. Nos ilustra sobre el cacicazgo guane, la conquista del territorio por el español Martin Galeano, la fundación de la ciudad, sus primeros años de vida en la época de la colonia, su participación en la revolución comunera, su decisiva intervención en las luchas de la independencia, su vida en la primera república, su influencia cultural y religiosa, sus rivalidades con ciudades vecinas y hermanas, hasta el gran desarrollo social, cultural y económico que ha alcanzado la ciudad hasta nuestros días, resaltando el prestigio de tantas cosas que viven en el pasado, pero que evocan con reminiscencias y añoranzas, para resaltar los valores y virtudes de una raza”.
Se afirma que quien no conoce la historia, o no escudriña en ella, esta condenado a repetirla, y es en los libros en donde encontramos las diversas versiones sobre la historia, pues la historia se escribe, según la visión de cada historiador.
San Gil, junio de 2.012
NAURO TORRES Q.