viernes, 2 de agosto de 2019

"el cartagueño de la sonrisa amable", OSCAR LEMUS LOPEZ



Nació en “la ciudad del sol más alegre de Colombia”, también conocida como la Villa de Robledo fundada en 1.540 a la que llegaron pequeños asentamientos de españoles animados por Jorge Robledo, un 15 de junio de 1.950 siendo el segundo en una familia valluna con 10 hijos, convirtiéndose en el primogénito al morir el hermano. La familia Lemus López, ante el recrudecimiento de la violencia bajo el gobierno de Laureano Gómez, y el surgimiento de las guerrillas liberales en los llanos orientales, decide abandonar Cartago desplazándose a Belén de los Andaquies, otrora tierras de los indígenas andakíes, diezmados en la época de la explotación del canelo, la quina y el caucho. Luego llegaron las etnias embera katios, los naza y los misak.



Oscar Lemus y la familia actual.

Tuvo 6 hermanas. Perdió a la progenitora, Rosa Emilia López en 1.999, y al padre, Carlos, en 2.007. Contrajo nupcias con una colega de la licenciatura, Luz Dary Serna, el 15 de julio de 1.975, y de esa unión nacieron 5 varones y una mujer.

Oscar tenia 7 años cuando sus padres compraron una tierra apta para la agricultura y posteriormente la venden para comprar una de mayor extensión apta para la ganadería. Hace la primaria en la vereda ganando beca para iniciar el bachillerato en la Escuela Industrial de Florencia donde cursó hasta 4º. Y junto con otros tres caquetenses, llegan a Zipaquirá a continuar estudios, gracias a una beca anunciada por el rector de la escuela Industrial de donde provenían. Él, en mecánica industrial. En esa travesía desde el Sur hasta los Andes la hizo en compañía de José Antonio Ospina y Jorge Segura.

En ese entonces, ir a estudiar lejos, era de persistentes y con resultados académicos satisfactorios. Oscar se graduó en 1.972 y en enero del siguiente año le vincularon como profesor “todero” empezando con el inglés, bajo la modalidad de “educación contratada” para zonas de misión bajo la regencia del Vicariato de Florencia, siendo nacionalizado en 1.980. Se retiró en el 2.015 luego de prestar servicio docente en más de un decenio de colegios en los que se desempeñó en lenguas, pues se licenció en Lingüística.  Actualmente vive en Neiva.
             La primera familia de Oscar Lemus. 

En breve entrevista con Lemus sobre la estadía en Zipaquirá, afloraron los recuerdos de lugares y circunstancias vividas en los años de internado en la ENSIN. La casa extensa de paredes gruesas y frías con ventanas y puertas de madera y duchas de donde caía el agua helada y semisolida al bañarse en las mañanas.  Esa vieja casona, fue el dormitorio de pocos por pocos dias  y para otros, por tres años.

La capital salinera esta a 2.650 metros sobre el nivel; estar en ella, recién llegado proveniente de tierras bajas, demandaba horas de descanso y adaptación porque era usual el “mal de altura” a quienes venían de tierras calientes raceras al nivel del más. En las madrugadas, el agua era tan fría y penetrante que calaba los huesos y producía dolor de cabeza al bañarse. Los internos aprendieron a bañarse las axilas, los pies y los rostros como hacen los gatos, si se bañan. De esa casona vieja y misteriosa los internos fueron trasladados al nuevo internado cerca a los comedores, otrora talleres de la empresa salinera. Y en ese traslado, el recordado catre de metal con malla que se doblaba con facilidad para cargarlo, como una tabla, terminó mojado con agua que tenía algún químico que dejó oxidado el camastro de rodachines.

Quienes vivimos de estudiantes internos junto con mas jóvenes, en ese entonces, se dormía en piltras con estructura de tubo y malla flexible. Catres que se quedaron con los primeros sueños eróticos de los estudiantes y amortiguaron las eyaculaciones de coitos soñados, y desvelos causados por los resultados académicos.
                          Oscar Lemus con la esposa actual

La cara de buena gente del caqueteño fue motivo para que la compañera Carmenza Poveda, esa niña con ojos de tomate chonto y tez de arepa de maíz cariseca de la especialidad de dibujo  que se casó estando estudiando, facilitara que la familia le arrendase una habitación en 1.971, año en el que se acabó el internado y a los becados les pagaban el auxilio del Estado, en efectivo, mes vencido, lo que facilitó que entre paisanos se organizasen para convivir en apartamentos o casas.

Los caqueteños andaban en manada. Ospina con su carita lampiña y caminadito de ganso era el mas exitoso en las conquistas en el Liceo. Jorge Segura, el ejemplar hermano indígena, se bebía hasta las tapas. Era de una personalidad misteriosa, un caminado de conejo y una cara aplanada que irradiaba suspenso. Lemus con su hablado valluno y su peinado de Elvis Presley con rostro de canelo era bien hablado y diplomático con las féminas.

Al preguntárselo a Oscar por los amigos que recuerda, disparó con una punto 30. A los hermanos Guarnizo, por lo rebuscadores e incorruptibles y por los dedos llagados por el trabajo que hacían en la planta de soda; a Mario Peluffo, por el intercambio de copas de aguardiente por clases de cálculo; a Pedro Guzmán, a quien apodaban, “vulvas”; a los dos, por las charlas sobre chicas, a cambio de aclaraciones sobre las tareas de inglés. Al suscrito porque vivía de ilusiones.

Jorge Segura, luego de graduarse, trabajó en Avianca varios años de donde lo despidieron. Luego se vieron en Florencia ejerciendo otra forma de ganarse la vida, vendiendo ilusiones haciendo amarres amorosos, curando lo incurable y estableciendo contacto con los espíritus inhalando la harina de lo hoja sagrada de los Incas.

Tres cuartas partes de la vida la invirtió en el magisterio, el cual alternaba con el ajedrez, la lectura y en la administración de algunos negocios que fue heredando a los hijos, y otros, fue cerrando por rentabilidad. Por diez años estuvo con el transporte urbano usando buses, pero los colectivos, los taxis y las motos, lo sacaron del negocio. Incursionó en el comercio, acopiando queso y enviando a la capital del país, pero la heterogeneidad del producto, lo obligó a salir del mercado. Con los hijos, se dedicó a registrar sucesos sociales y complacer a los clientes con álbumes fotográficos, pero la humedad tan alta de Florencia, generó hongos que acabaron con los lentes de la cámara costosa que tenia al servicio. Finalmente introdujo en la ciudad las comidas rápidas; por la novedad, aseo y sabor acreditó COLPINCHOS, negocio que luego dejó a un hijo, y alrededor del cual, surgió la zona de comidas rápidas en Florencia.

Y, al igual a quienes ejercimos en zonas de conflicto armado, y en especial, a Oscar por ejercer en zonas rurales, el sobrevivir, fue de prudentes. Se repitió en él, lo vivido por sus padres. Oscar fue amenazado en cinco ocasiones, ya por la guerrilla, ya por los paracos. Estos últimos, con un testaferro, le pagaron lo que  ofrecieron por la finca en la que había forjado los sueños en el retiro laboral y en la que había invertido en una mansión para vivir con alguna comodidad. El predio esta en la vereda en la que las AUC convirtieron en zona de operaciones, ajustamientos y desapariciones.

Somos un país de desplazados. Quienes crecimos en las zonas marginales, vimos como nuestras familias que fueron victimas de la violencia, y todos, tenemos algún familiar que vivió el horror de la guerra no declarada; sin embargo, ¿se pregunta por qué un nutrido número de colombianos apoyan y votan por quienes fueron los verdugos?

Oscar Lemus, fue un maestro por oportunidad, mas no por elección, confiesa. Sin embargo, considera que es recordado por sus alumnos por haber despertado en ellos, el gusto por la lectura, por ser un maestro exigente e intransigente en cuanto a las obligaciones académicas, pero un buen ser humano.

POSDATA: Si este relato fue de su agrado, agradezco dejar un comentario, ya sobre el escritor como sobre el personaje. Y si fue compañero de él, adicione anécdotas que enriquezcan la historia. Gracias.

San Gil, julio 27 de 2.019
#NAURO TORRES

jueves, 1 de agosto de 2019

" El nono", NORBERTO CUBIDES SALAS



Él, es la mezcla del agua de panela y la mazamorra. Es el cocinado de yuca con papas. El plátano y la alverja verde. Nació en la cresta de la cordillera que es lindero entre los departamentos de Santander y Boyacá. En los amaneceres, el sol boyacense le acariciaba los cachetes, y en el ocaso, el sol lo arrullaba mientras se despedía por el occidente santandereano. Si el guambito miraba al sur, contemplaba el alto de mazamorral, y si se explayaba con la mirada al norte, sus ojos se obnubilaban con los paisajes veleños que, en las noches, los poblados acantonados en él brillaban como guacas melodiosas de guabinas y torbellinos.
Norberto Cubides Salas, bachiller motorista, oriundo de Puente Nacional, Santander.

El, es una historia caminante. Sabe de nosotros, como Pedro Guzmán de todos. Nació un año antes de estallar la violencia entre “cachiporros y godos” cuya mecha se prendió el 9 de abril de 1.948 con el asesinato de Gaitán. Fue recibido por una partera en la estribación santandereana “del Alto del Mazamorral”, reconocido como patrimonio material colombiano, pues allí, el 21 de febrero de 1.902 ocurrió la “batalla del mazamorral” de la “guerra civil de Los Mil días” que enfrentó al partido liberal con el gobierno nacional apoyado a hurtadillas por los conservadores. La guerra civil ocurrió entre el 17 de octubre de 1.899 y el 22 de noviembre de 1.902 entre un ejército gubernamental anarquiquico y unos civiles mal armados liderados por el Barichara Aquileo Parra, nombre que lleva el ITIS de esta población, declarada “el pueblito más lindo de Colombia” ubicado a 20 minutos de la capital turística de Santander, otrora la villa de San Gil y la Nueva Baeza.

Es hijo de la boyacense María de Carmen Salas, hija de un cultivador de caña de azúcar del municipio San José de Pare, quien fue conquistada por un jornalero santandereano que, cada año, por la misma época, llegaba a la finca de los Salas a pelar caña, cuyo nombre fue Norberto Efraín Cubides Malagón, quien formó familia en las fértiles tierras de Urumal en el sector “mochilero” de la cordillera que separa los dos departamentos por cuya cresta existió en camino indígena reconocido como “el camino de la miel”, pues por él, trepaban sendas recuas de mulas cargadas de miel en zurrones rumbo a los municipios fríos cercanos al valle de Leiva en Boyacá, y de regreso, bajaba los cereales, granos y tubérculos de tierra fría para las tierras cálidas del mismo departamento.

Norberto Efraín, nació en 1.914 y murió en 1.998. María del Carmen, nació el 17 de julio de 1.917 y partió en 1.982 un 13 del mismo mes que fue alegría al nacer en el seno de sus padres.

“El nono” vio la luz del día en Santander y lo ungieron con agua bendita, para borrar el pecado original, en Santa Sofia, Boyacá, lugar al que nos llevaban nuestros padres al culto católico porque por haber nacido en tierras pobladas por godos que se quedaron con las tierras cercanas al maza morral, luego de la guerra civil de Los Mil Días, no podían bajar a Puente Nacional, tan liberal como el Socorro en donde empezó la masonería en Colombia, por el estallido de la segunda violencia más fratricida en Colombia, que vivimos de niños, muchos como desplazados como lo pude contar José Antonio Ospina u Oscar Lemus, cuyos padres huyeron al Caquetá en la década del cincuenta del siglo XX.

Norberto Cubides, le conocí en la estación del tren de Providencia, en Puente Nacional. Fue un medio día de enero del año upa. Le vi llegar por el camino real del Urumal en un caballo moro con todos los atuendos de hijo de hacendado, en equino, brioso y con paso trotón. Y cual Quijote sin Sancho Panza, ató a su rocinante al botalón que servía de cruz a las reses que cada martes y sábado sacrificaban para expender la carne, los peseros: Salvador Lancheros, el solterón y mujeriego Patrocinio Gamba y Teodolindo Velandia, un vecino de la mocedad del padre del personaje de esta crónica.

Él, tomó el tren que se descolgaba cual serpiente serpeando por las montañas cundiboyacenses a tierras agrestes y bravas, como sus habitantes, conocidas como “el Gran Santander”. Y yo, había arribado a la misma estación, despeñándome con cuidado por “el camino real de las ollas” trazado por nuestros hermanos antepasados, los Muiscas que cada tiempo bajaban desde Zipaquirá a intercambiar la sal, las papas y granos con los  indígenas Guanes y Caribes que entregaban, a cambio, algodón, pescado seco, yuca, naranja y plátano en el sitio conocido, en ese entonces, como Sorocotá sobre el río Saravita. En la época de la Colonia, los españoles liderados por Gonzalo Jiménez de Quesada treparon desde Santa Marta por el río grande de Colombia tomando el río Opón en su desembocadura para llegar al altiplano, fundar Vélez, Tunja y Bogotá.

Los invasores, con entrañas asesinas aventureras ambiciosas y dominantes, sufrieron la pérdida de 720 hombres, arribando unos 80 al hoy, Chipatá, y allí un cura dominico, celebró la primera misa ocurrida en los Andes Americanos en 1.536. Unos de los tenientes de Jiménez, perdió su caballo al atravesar el río Saravita, y con rabia, empezó a llamarlo el rio “Suarez” que era el apellido del lugarteniente y cofundador con Galeano, de Vélez, y Cite y otras capitales ya citadas. Igual hicieron con la tarabita sobre el rio, cambiaron el nombre Sorocotá por el de Puente Real, posteriormente en la colonia le bautizaron con Puente Nacional.

Norberto, ese día de enero,  bajaba al casco urbano para estudiar motores en la Escuela Industrial de Puente Nacional, y yo, tomaba el tren de la sabana a estudiar en la Escuela Industrial San José de Mosquera, artes gráficas. Nos reconocimos en 1.971 en la ENSIN, y por el tiempo que compartimos en esa institución, conservamos una grata amistad que, yo mancillé por una embarrada- ya no la recuerdo- con ocasión del reclutamiento para obtener la libreta militar.

El “nono” nos gana en sabiduría, en experiencia y nos lleva varias narices al estar un piso más alto. Por las iniciativas empresariales, por la diversidad de estudios realizados y por las experiencias afectivas vividas, Norberto semeja un Yogur griego. Es bachiller técnico en motores. Fue nombrado como profesor de dibujo en marzo de 1.973 en su pueblo natal en donde ejerció por dos años, solicitando luego, traslado a una capital para estudiar, a la vez. Llegó a la ciudad blanca desde el día de mis cumpleaños en 1.974 hasta 2.013  se desempeñó como profesor de dibujo en la secundaria y en diseño industrial en universidad privada.

En los 39 años vividos en Popayán, recibió el CAP del Sena en Administración. Se licenció en sociales en la UNICAUCA. Profundizó en pedagogía en la USTA y se convirtió en psicólogo social en la UNAD recientemente, profesión que ejerce actualmente en la capital del país y la ciudad que lo acogió en ese lapso laboral como pedagogo.

Norberto es el tercero en la familia con 4 hijos. Por ser el único varón, ya imaginan las prelaciones que tuvo. No le conocí novia en Zipaquirá, -bueno no lo recuerdo-. Ese relato que lo hagan otros- pero si, muchas pescadoras; pero él, dueño de la red, no les dio a probar su pescado. Por su donaire, origen, estatura y ojos negros escondidos y vivarachos, fue exquisito en enlazar féminas. Y como cazador de palomas, fijó sus ojos azabaches en las niñas más bonitas de mi vereda. Si me hubiese descuidado, me hubiese dejado como “el ternero… mamando”.
Norberto, de pie, en medio de sus primeras mujeres: Marleny, la paisana y las hijas del amor entre paisanos.

Enamoró a una niña bien dotada en la guardia como en la retaguardia. Gozaba de unos carnosos labios, cual merengue; una cabellera negra que contrastaba con la Crin del caballo moro. Tenía una sonrisa angelical, y a la vez, provocativa como el batidillo que las tías le llevaban de presente desde San José de Pare. Gozaba de un caminar tan fino y pegadito, cual fino equino colombiano sobre tablas en una feria de exposición. Ella, fue mancorna de mi Margarita. Pertenecía a una familia minifundista, cuya madre derivaba el sustento amasando y horneando arepas de maíz, mientras el viejo era armero. Eran tan crocantes y sabrosas las arepas que, al recordarlas, se me salen las babas. Fue la primera de esa familia en estudiar Normal, y una manera de asegurar la enlazada, Norberto logró que la nombrase el MEN en el ITIS de Popayán. Marleny era su nombre. Y aunque no ha muerto, para Norberto, sí. Convivieron 17 años, y ella, lo premió con dos hijas radicadas actualmente en Miami, una de ellas le dio el placer de ser abuelo a nuestro “nono”. Y como no nacimos para estar solos, no hay segundo intento malo, hasta no vivirlo y evaluarlo. Se volvió a organizar con otra profesora sellando la unión con una hija, regresando luego a la independencia para vivir actualmente en la capital de país con sus hermanas.

En la agenda de sus recuerdos, tiene registrados varios nombres de compañeros con los cuales formamos la gallada,  que he bautizado para estas crónicas, como “los celmiros”. De Rafael Álvarez le recuerda por su porte, el bigote y su habilidad para envolver a las niñas bonitas, en especial, por la conquista que atrapó en una fiesta en Nemocón, y como prueba del amor que recibió a borbollones el empresario del hoy, acogió como detalle una ruana que sirvió de colchón cualquier domingo acompañada con un anillo de 21 quilates que, meses más terminó empeñado en un local de la Jiménez en Bogotá. Desde entonces comprendimos que, en asuntos del amor, si es sincero, intenta ser  puro. La persona generosa resultó ser un travestí; quienes le acompañaron a la mencionada fiesta, aún recuerdan con sarcasmo un flechazo de cupido. Cualquiera de la promoción 72, recuerda a Raúl Sánchez por la mezcla revelada en su lenguaje, jocoso y serio; por lo estudioso y responsable en el estudio. Al dúo de las ciencias exactas -Léase Pedro Guzmán y Mario Peluffo- los recuerda con particular admiración por las habilidades matemáticas y sencillez en explicar a los compañeros la química y el cálculo a cambio de un perico. -Aclaro, un café con leche, o una copita de aguardiente-. Y evito citar a “carracas” en sus escondidos gustos por “el porro” que, nunca confundieron los becados del Carmen de Bolívar, región cuyos habitantes se deleitan bailando porro, vallenato o fandango.
Norberto con la hermana Anta Victoria y Diana Carolina, la hija menor.

En el camino de la vida, la muerte nos insta a reflexionar y aterrizar para reconocer para que hemos nacido, y que, de la pelona, no hay escape. Citó Cubides en la entrevista a Jaime Vera el oficial novio de Nayibe, esa chica buena gente que nos hacia los trabajos a máquina con las normas Icontec, con los insumos a cargo del erario municipal. Tenía Nayibe dotación vertical con torneadas columnas que se fundían en una cadera proporcionada en la que guardaba muy bien el cofre del amor. Tenía un rostro geométricamente armonioso y una cabellera semicrespa que alborotaba la libido de los costeños, activaba las glándulas salivales de los llaneros, despertaba las glándulas sexuales de los de faca, obnubilaba a los caqueteños y motivaba el señorío de los santandereanos, mientras los tolimenses, al verla, imagiban un suculento tamal tolimenese.  El compañero Vera se infartó al intentar alcanzar, a la carrera, al ladrón de una cadena hurtada del cuello de la esposa, un sábado de 2.011, momentos antes de partir al club de tejo liderado por el nono. Tenía 48 años, llevaba 5 años de casado y dejó un niño de 4 años.
Norberto Cubides Salas, cariñosamente le decíamos “el abuelo”, y sin temor a equivocarme, todos le recordaran por lo “buena papa” que, aun es. Ustedes perdonaran lo extensa de esta crónica, pero como el tipo nació en el “mochilero”, yo tenía “enmochilada” esta historia en homenaje a mi compañero y vecino de la juventud que, luego de 47 años, volveré a ver próximamente.


POSTADA: Si usted formó parte de la promoción, favor dejar un comentario a continuación, o adicionar algun hecho relevante vivido con Norberto Cubides. Su opinión prevalecerá en el tiempo y será leida por cibernautas que gustan dejar huellas en internet.

#naurotorres
San Gil, julio 23 de 2019.

JOSE ANTONIO OSPINA

EL PROPONENTE DEL ENCUENTRO ENSIN 72.

Muchos le temen al número 13, como al 66. Al primero porque representa la carga negativa y conserva un agüero, aunque para los mayas, el 13 era sagrado; y el 66 significa el del amor incondicional, pero si le agregas otro seis, es el numero de la bestia.

Transcurría 1.952, año bisiesto, y en el seno de una familia de origen tolimense desplazada después del Bogotazo a Montañitas, Caquetá, la cigüeña – en ese entonces, esta ave procedente de parís, tenía oficio- trae el 13 de febrero, al único hijo macho de una familia con 4 hermanas más.
El chino Ospina en la flor de la niñez por una de las calles de Zipaquirá. Resalta la melena crespa y poblada, su caminado bailarín y su mirada pescadora con cejas recogidas de joven serio y atractivo. 

José Antonio fue el tercero en la camada de la familia Ospina Ortiz. Juan Ospina Barrero, el padre, quien se desempeñó como “pesero”, oficio con el cual, levantó y dio hasta el bachillerato a sus hijos, murió a los 84 años en 1.984, y la progenitora, de nombre bíblico, Eloísa, murió de 66 años, dos años después. La soledad y la perdida de Juan agudizaron el cáncer que padecía.

Al chico, como era tradición, le bautizaron con compuesto nombre: JOSE ANTONIO. El primer nombre para que no olvidase al putativo padre que aceptó ser el padre de Jesús y para que fuera ejemplo de santo varón. Y Antonio para conservar el nombre de alguno de sus ancestros que, según los griegos, significa, valiente.

Como toda familia colombiana desplazada por los liberales, o conservadores, el varón tenía el privilegio de estudiar cursando hasta titularse como experto en metalistería en la Escuela Industrial de Florencia. Por nacer en zona de colonización y por sus resultados académicos, fue becado para continuar estudios técnicos en la ENSIN y a Zipaquirá llegó en 1.970, titulándose tres años después como técnico metalista.

Al empezar el año lectivo en 1.973, como alumno agradecido, visitó al rector del ITIS en Florencia, quien lo postuló al MEN para copar la vacante que existía para el taller de metalistería; y allí, por el amor a su departamento y al trabajo, ha laborado por 46 años, y aspira cumplir medio siglo en el mismo oficio de la maestranza. Desde que se acabó la especialidad, es el profesor de tecnología, luego de estudiar zootecnia, profesión que usó para dar asesoría a ganaderos.

Ospina Ruiz es un varón parco en el amor. Contrajo nupcias en 1.976 con Lucia Ferro con quien convivió hasta 1.993, luego de 17 años de experimentar incompatibilidad de caracteres. José Antonio, se restauró y de su costilla sacaron una segunda esposa con quien convive desde 2.003. Una mujer 13 años más joven y con la profesión para consentirlo y velar por el, en los años dorados.

Proveniente de la Amazonía colombiana en cuyos paisajes el día nace antes y se duerme mas temprano para contemplar el ocaso del sol, el compañero José Antonio, recuerda con agrado el frío de la mañana, la neblina y las caricias de la llovizna propia del altiplano cundiboyacense cuando estudiaba en Zipaquirá. Por eso buscó las caricias de una mujer que le humectara el rostro al amanecer y lo arrunchará al anochecer que, fundidos en un solo cuerpo se bañasen de sudor cada día en la temperatura caliente de la capital caquetuna.

En el cuaderno de los recuerdos tiene fijados los nombres de sus compañeros del juego de billar: a Luis Fernando López, “el chulo”, natural del Líbano Tolima. Al “sapo” Quesada, sobrino del coordinador del área técnica de apellido Villamizar. El del “gordo” Castro, de origen bogotano. Al pereirano James León, radicado en Cali y que tiene su propia empresa.
De derecha a izquierda: Jorge Eliecer Pinto, El profesor Malagón, Mario Pelufo, James Cárdenas, Jorge Pinto González, El profesor de internos, Silva; y Eduardo Paris.
Como todo maestro, en su misión, usa métodos y estrategias para dejar huellas en sus educandos. Ospina ha constatado que sus exalumnos lo recuerdan por ser humano tranquilo, comprensivo y acogedor, cualidades que le han permitido aguantar sumados ya 67 calendarios.

Para aguantar tanto tiempo en el aula, Ospina ve la vida como un helado e imagina siempre estar abrazado de la enfermera de su vida.
Y como otros maestros pensionados y trabajando aun, aprovecha las vacaciones para viajar. En uno de sus viajes por la república de los “manitos”, en el Tour viajaba una familia natural de San Martín, Meta. Por Félix Enciso sabía que Plácido Montenegro trabajaba en esa ciudad llanera. Juan Antonio, le preguntó por este docente a la familia sanmartinera que conoció en el tour. Esta le informó que un profesor de nombre Plácido tenía en arriendo una vivienda de su propiedad. El tolimense nacido en Alvarado, dejó en un papel su número de contacto, y en el 2018, Montenegro le contactó, y telefónicamente se pactaron proponer  organizar el encuentro ENSIN 72, tarea que empezó a principios de julio y en el que esta empeñado en realizar en diciembre del presente año. Con paciencia, pero seguro y con la participación de los integrantes, viene uniendo con los recuerdos a los egresados mediante un grupo de Wassap al que me he unido sumando contactados para presentarlos en mi blog narrando anécdotas de sus vidas y reconociendo su labor pedagógica y empresarial en Colombia en el trienio final del siglo XX.
Mario Segundo Pelufo y Jose Antonio Ospina, ambos profesores, se encuentran ocasionalmente. El primero trabajo en Pasto.

Postata: Luego de informarse, será grato para el personaje leer un comentario al final del blog o enterarse de algún recuerdo que usted tenga para colgar en esta historia que ya forma parte del mar de información que hay en la red.


#naurotorres
San Gil, julio

miércoles, 31 de julio de 2019

RAUL SANCHEZ NOVA



EL SEÑOR DE LA PROMOCION ENSIN 72

Nació y gateó en la “Leal y noble Villa de Santiago de Chocontá”, conocida como “la ciudad satélite” en tierras cundinamarquezas propicias para el cultivo de fresa, papa, arveja y explotación de ganado normando. Pero aprendió a caminar y correr en Villapinzón, otrora denominado Hato Viejo. Estudió en la escuela urbana y empezó el bachillerato en la Escuela Industrial de la misma localidad y fue a iniciar el 5º. Bto. en 1.970  en la ENSIN obteniendo el título de bachiller técnico en Mecánica industrial en 1.972.

Es la cuba de una familia con 9 hermanos, y las dos únicas mujeres, ya están gozando de la paz celestial. Pablo Enrique fue su padre. Murió en el año del inicio de la nueva Constitución Política Colombiana. La madre, Alejandrina Nova, murió dos años después.

En 1.981 contrajo nupcias con Lola Ruth Quecan Ortiz, profesora del Distrito, y como fruto de esta unión, llegaron dos varones. Uno se desempeña en negocios informáticos en Alemania, y el otro, es medico especializado que ejerce en Barcelona, España.



Raúl Sánchez Nova, cuando estudió en la ENSIN era de constitución fornida, estatura mediana, tez blanca, voz gruesa y hablar pausado. Usaba gafas que le hacían ver un intelectual con cara de ejecutivo por el saco de paño que usualmente usaba. Caminaba erguido, tranquilo, y solo corría, si el profesor de educación física lo exigía. No se quejaba ni por el catre y sus rodachines, ni por la comida, igual todos los días, en el internado, ni por la pequeña porción que dejaba a los demás internos con las tripas chillando. Usaba colores oscuros y trajes de paño de fina lana que combinaba con camisas blancas de manga larga de mancornas. De estudiante tenia una voz profunda que combinaba con sonrisas suaves que se perdían entre los cerrados cachetes.

Su porte de señor inspiraba respeto, pero el don de comunicarse con facilidad lo convirtieron en un recordado amigo de los egresados de la promoción 1.972 que no sufrió resequedad financiera, usual en los estudiantes. Igual fue becado como nosotros, y usó el dinero que pagaban por beca para irse del internado y junto con otros, ingresó a la casa de la familia Amaya y formó parte de “los Celmiros” que por dos años fueron arrendatarios de doña Celmira de Amaya, madre de tres niñas; la mayor de nombre de virgen de las Mercedes, y las dos menores, recuerda, tenían rostro de reinas. En casa de Celmira, cuenta él, compartió pieza con Norberto Cubides y José Valbuena. En la pieza de al lado, vivía Manuel Mahecha. Ambas habitaciones fueron, ocasionalmente los fines de semana, hotel gratis para quienes, por carencia de dinero procedente de los hogares, continuaron viviendo en el internado. Raul fue muy apreciado por la dueña de la casa. Fue un celestino que facilitó, junto con Celmira que Norberto fuese colmado de la resequedad sexual por la señorita de Nemocón que trabajaba en Tejidos Santana en Betania y que parceló el corazon del santandereano nacido en el Urumal, en Puente Nacional.

Antes de vivir donde Celmira, compartió habitación en una casona cerca al internado junco con Marco Antonio Pinzón, quien, años después, le dio la mano para salir del atolladero como desempleado al abandonar las obras civiles que dirigía por el acoso de las fuerzas oscuras que sembraron violencia en el país del Sagrado Corazón durante el gobierno de Pastrana.

Como estudiante, poco se le vio solo caminar por las calles coloniales de Zipaquirá. Formó parte de grupos informales e integró el MORER, organización no formal que nos expidió la constancia que invertimos el tiempo exigido alfabetizando requerido por el MEN para titularnos como bachilleres. En el aula fue un alumno prudente, sobrio que si el profesor preguntaba a los estudiantes, él no levantaba la mano, pero si le interrogaban, tenia la precisa respuesta.

Como deportista, lo fue de corazón mas no de competencia. Gozaba e iba a Bogotá a aprender karate do. Intentaba con el ajedrez, pero solo hasta ahora esta recibiendo clases de un maestro del juego ciencia. En sus ocasionales viajes a Villapinzón pasaba por Tibitó, de donde hubo dos compañeros que bien recuerda como los Hermanos Lozano de piel blanca y cuyos padres trabajaron en Peldar. Allí nació el deseo por aprender natación, deporte que aprendió después de los sesenta dominando los cuatro estilos con relativo dominio de las aguas y la respiración.

Junto con el combo de “los Celmiros” al cual estuve anexo por aquello de cuidar los intereses del compañero Jesús Alberto Correa, formé parte del grupo de amigos de Raul Sánchez Nova. Los tres años vividos y compartidos con los integrantes de la promoción ENSIN 72, fueron para él, gratos, fiesteros e inolvidables. Esa vida de estudiante, cómo olvidarla? estudiar, jugar, asistir al taller, aprovechar la jornada contraria para visitar a amigas y garlar con los compañeros del grado, adicionando las fiestas, las empanadas bailables, las parrandas, las visitas furtivas, las ilusiones amorosas, los sueños de los compañeros y las despertadas agitadas mientras se dormía, forman parte del álbum de los recuerdos inolvidables de nuestro compañero y amigo Raul, y de varios de nosotros.

Sanchez empezó su vida laboral en la empresa que purificaba y adicionaba químicos a la sal. Recuerda ese lapso corto por estar la empresa adyacente a Tejidos Santana, y porque en ella trabajaron los hermanos Guarnizo que iban a clase con las manos laceradas por los químicos. Allí trabajó el periodo de prueba ingresando luego a la burocracia con la Gobernación de Cundinamarca por 12 cortos meses, espacio que usó para solicitar ingreso, por concurso, como profesor de dibujo en el Instituto técnico central, dirigido por los Hermanos Lasallistas en donde laboró un quinquenio mientras se profesionalizó en Ingeniería civil en 1.979. En el siguiente año fue nombrado para ejercer la profesión en el Instituto Nacional de salud en el Chocó en donde diseñó, dirigió acueductos veredales, regionales y municipales por medio año. Por la experiencia fue vinculado al ICCE en donde ejerció por 12 años, desvinculándose para convertirse en contratista en obras civiles con el Estado a finales de la década del los noventa del siglo pasado. En los primeros años sobraron las licitaciones y contratos directos, y luego llegó la època en que tanto los paracos como los grupos guerrilleros se desmadraron, y las coimas y extorsiones lo obligaron a deteriorar los materiales de algunas obras, y en varias de ellas, no pudo volver obligandose a abandonar la profesión antes de terminar el siglo, recogiéndose en el hogar, y por mutuo acuerdo con la esposa, se dedicó a ser amo de casa, oficios que desempeñó con amor y cuidado con los dos hijos, conviertiendose, con los años, en la época mas bella y recordada por los retoños, hoy profesionales.

Cuenta que en ese lapso ajustaron los cinturones para vivir con el salario de la esposa maestra, y un buen día, después de lavar la loza de un almuerzo, se acordó de su buen amigo, Marco Antonio Pinzón, compañero de la ENSIN, quien se graduó en 1.971, y que se desempeñaba como profesor, y luego, rector de la Universidad Distrital. Le visitó, le contó sus cuitas, y él, le asignó cátedra para luego ganarse, por concurso, el puesto de profesor universitario,  dos años después. Allí se pensionó en el 2.012 siendo maestro de dibujo y descriptiva. Actualmente ejerce como docente invitado en dos universidades de la capital de país.

 San Gil, Julio 31 de 2.o19
NAURO TORRES










































RAFAEL ANGEL ALVAREZ PIMIENTO.

LA PIMIENTA ANGELICAL DE LA PROMOCION ENSIN 72:

Nació en un equipo de fútbol con un cambio, un solo capitalista y director técnico. Jugó de medio en el equipo mixto en partes iguales, y en el partido transcurrido, ya no cuenta con dos hermanos. Abrió los ojos por primera vez en Tipacoique, Boyacá, nombre inmortalizado más de un siglo por la obra narrativa y modelo para escribanos artesanos, como yo, escrita por Eduardo Caballero Calderón, bogotano de nacimiento y primer alcalde de esta población. Pero el personaje de esta crónica, lo “humanizaron” con agua bendita del páramo de Santurbán en Soatá, -que en lenguaje chibcha significa, labranza del sol-, reconocida tierra boyacense en las estribaciones del rio Chicamocha por la que pasó Bolívar y ofrendando varios hijos a la causa libertadora que este año, se conmemoran 200 años. De niño jugó en el parque Juan José Rendón bajo las palmas datileras, cohobos y almendros de esta población Santandereana.

Los padres, Jesús Álvarez Romero y Ana Rosa Pimiento ya cumplieron la misión terrenal, y de ellos, solo afloran los agradecimientos. A Zipaquirá provino de la Escuela Industrial de Garagoa en donde fue proclamado experto en mecánica industrial. En. 1.970 con otros tantos compañeros, entró al ENSIN para titularse en el grado séptimo, dos años después como Bachiller técnico en la misma especialidad.

 Rafael Alvarez, Norberto Cubides, en el encuentro del 24 de julio de 2019, luego de 47 años.

El compañero del bigote que semejaba frenada de triciclo logró en su trasegar existencial el prototipo del colombiano medio que se construyó con tesón, dedicación, experimentación, praxis y actualización tecnológica logrando entronizarse en el mundo empresarial con radio nacional.
Norberto Cubides y Rafaél Alvarez, brindan en Bogotá, luego de encontrarse 47 años después, augurando un primer encuentro de egresados de la ENSIN 72 colmado de alegrías y abrazos.

Rafael, a diferencia de la mayoría de la promoción INSEIN 72 empezó la vida laboral en la industria poniendo en práctica los conocimientos técnicos en mecánica industrial. No retornó a Soatá, Santander. Se radicó en la capital colombiana y fue vinculado como asistente de ingeniería de mantenimiento en un laboratorio alemán en donde laboró por 18 meses, iniciando luego, estudios en economía y filosofía en la INCCA; pero los ahorros, y la carencia de un trabajo, lo dejaron por fuera de las aulas universitarias. Retornó a la profesión, esta segunda vez, como tornero fabricante de repuestos para maquinaria agrícola, ganando experiencia y precisión con la cual fue enganchado en una tercera empresa que fabricaba grúas de levantamiento, y allí, fue tornero y fresador siendo ascendido como asistente de mantenimiento laborando por un quinquenio en esa empresa.

Y, así como gozaba estudiando y parrandeaba los fines de semana, en la jornada contraria trabajó como profesor de matemáticas en colegio privado en la capital salinera de Colombia, decidió retomar el riesgo de independizarse y con la experiencia acumulada, montó la primera empresa que le facilitara llegar al cielo primero que nosotros. Por 4 años fabricó veladoras, velas y velones para colmar la demanda de los creyentes que pedían milagros a sus santos, prendiendo luces en los altares de cada templo colombiano.

No ganó dinero ni acrecentó el patrimonio familiar, pero si ganó indulgencias. Regresó, en un cuarto, intento a la metalmecánica fabricando repuestos a granel para la empresa automotriz, Chrysler. Lo hizo en sociedad, y de ella, se independizó, seis años después constituyendo la tercera empresa en la que fabricaba piezas y ofrecía mantenimiento a la gran empresa colombiana; entre sus clientes estuvo Ecopetrol, Bavaria, Paz del Rio y la represa del Guavio.

Creía que ya había ganado  la ascensión al cielo con la fábrica de veladoras, justificando su segundo nombre-Ángel-, y para agilizar la trepada al mundo sideral, transformó el objetivo de la empresa y la bautizó como INMETATC dedicada a la fabricación, venta y alquiler de equipos de elevación para la industria de la construcción y alquiler de ascensores de carga y grúas verticales en el mercado nacional. La empresa que apareció en el mercado en el 2.000 la transformó en sociedad simplificada por acciones, SAS, cuyos accionistas, directivos y operadores son los integrantes de la familia.

Rafael, una vez se graduó en la ENSIN, olvidó la poligamia y monógamo se volvió. Fue en 1.979 que lo acompañaron al altar y desde entonces pertenece a María Elena Mendoza, oriunda de Duitama. Del matrimonio hay 4 hijos, y como desde siempre fue calculista estableció una razón y proporción 3 a 1. El primogénito, y único varón, lleva su nombre y es ingeniero mecánico. La segunda, Jenny Marcela es ingeniera industrial. Carmen Elena es ingeniera electrónica, Y Angela Bibiana es enfermera profesional. Carmen Elena esta radicada en el coloso del norte y en los tiempos libres hace operaciones de mercadeo con China para afianzar las operaciones de la empresa familiar en Colombia.

La ventaja de un mecánico es que puede producir piezas individuales y en línea. Como visionario mi buen amigo Álvarez, quien tenia piedad de mis necesidades afectivas, sobrados me dejaba para colmar, en parte, la soledad en Zipaquirá; al cuantificar las operaciones de la empresa familiar e identificar las necesidades del mercado en el sector de la construcción vertical, y sin haber ejercido como maestro, constituyó una segunda empresa de formación para “hacer un trabajo seguro en las alturas”. Con la unidad familiar constituyeron una segunda SAS identificada con el nombre comercial: ESOFORTEC RM. Registrada en 2.015 en el Ministerio del Trabajo y certificada por el Icontec. En esta escuela, los maestros, rusos, arquitectos, ingenieros, pintores, pierden el miedo a trabajar en alturas superiores a 1. 5 metros.

Rafael es un manantial de recuerdos y será quien nos saque de la amnesia que sufrimos algunos. De los hechos gratos que dejaron huellas como recuerdos que evocan nuestra juventud, a él también el internado en el parque Villaveces le produjo buenas amistades al compartir en el comedor con compañeros provenientes de diferentes ámbitos nacionales sentados a la mesa con compañeros más. Recuerda la cola para entrar y los afanes para salir a hacer lo mismo: hablar, caminar, evocar a las dulcineas y agradecer a los celestinos que abundaban entre los amigos.

Por culpa de la huelga en 1.972 terminamos graduándonos en diciembre 22 de ese año. Pero la época de cese académico, en todos, nos dejaron sorpresas, admiración, se despertaron deseos ocultos, contemplamos unos lo nunca imaginado y supimos de los gustos de otros compañeros, así como de sus locuras. Por disponer de mas tiempo, la libido era incontrolable; seguíamos hasta una escoba con naguas. Y los más atrevidos, experimentaron el amor por los animales, en particular el gusto por montar, sin silla, una “mariacasquitos”. Unos nos volvimos solidarios, y como en los primeros cristianos que compartían el pan; compartíamos las novias, sin recato y celos como los hippies que nos antecedieron en la década.

Recuerda con deleite las fiestas, ya con los Hispanos, ya con los Graduados que se organizaron para recaudar fondos para ir a la excursión, evento del cual estuve ausente, supongo porque no tenia ni la ropa adecuada, ni el dinero requerido para el paseo. Fueron las primeras fiestas celebradas en el gran salón de la ENSIN que nos entrego el ICCE. Y en ella, recibí ejemplos de cómo azotar baldosa, como solicitar una pieza a una chica, y como bailar música tropical con una chica sin amacizarla.

Rafaél recuerda con detalles la transición del internado a la independencia económica individual. Nos pagaban en efectivo la beca, y de ese ingreso, pagábamos el almuerzo, unos en restaurante, otros en alguna casa, y sobraba dinero hasta para ir al cine y tomar tinto para chicanear con alguna niña que cedía a la invitación. Por esa acción de manada, santandereanos y compañeros de faca y el llano, tomaron un lujoso apartamento en el barrio “in” de la ciudad.

Para reencontrarlos, les he llamado en esta serie, el clan de “los celmiros”, pues vivían en la casa de dos pisos de doña Celmira, viuda muy atenta con Cubides, y muy confiada porque me permitió inducir a la hija mayor, una niña adolescente, cuyo nombre intento no recordar para no herir susceptibilidades de algún compañero. Ese apartamento fue testigo de borracheras versos clases de cálculo; de jornadas de estudio y disfrute del tiempo libre. Fue escenario del diseño de estrategias para conquistar alguna estudiosa del liceo femenino, o tararear canciones de la época y probar pasos gogó y yeyé.

La ventaja de trabajar en las alturas y de tener la tranquilidad del nono es que ambos son un oasis de recuerdos que, al entrevistarlos, me contagiaron reviviendo hechos ya narrados y los que faltan por contar, como el citado por el personaje de esta crónica, cual fue la fusión que se dio, como experimentación entre el Liceo femenino y la ENSIN, llegando por primera vez, niñas a las aulas, hasta entonces, exclusivas para los varones.

Álvarez recuerda a la señora filántropa que gustaba vincular a los jóvenes al MORE, un movimiento educativo para ayudar a rehabilitar a los presos; y a ese grupo llegamos por cuenta propia “los celmiros”. Íbamos a alfabetizar a la cárcel municipal, teníamos un distintivo y varios nos enfrentamos por primera a una clase. Recuerdo en esa faena a Raúl Sánchez, Norberto, Rafael…

Fue del combo de “los celmiros” y de algunos de los integrantes, le brotan recuerdos. Cita a Raúl Sánchez por su señorío y entereza en estudiar. A Norberto por su tranquilidad al tomar decisiones. A Jorge Segura, por rostro andaquí, su contextura delgada y cara aplanada que sobresalía de los hombros rectos de los cuales siempre le vimos con sacos caqui. Estando Rafaél en su primera experiencia laboral, al taller entró una vez una persona semejante  de calle que, luego identificó como Jorge Segura, a quien auxilió y ayudó; había perdido el trabajo como mecánico en AVIANCA.  Pero, así como las hojas del calendario se las lleva el viento, No volvió a saber de Jorge Segura que  muy seguramente regresó al Caquetá.

Álvarez, quien actuó como pimienta, y a la vez, ángel en la promoción, dejó de practicar el voleibol, hace natación para mantenerse activo. En las empresas familiares hace presencia, y no falta su asistencia en los negocios gruesos en trabajo y utilidades. A su edad, muy similar a la nuestra, tiene tiempo para hablar con los amigos y está expectante para el encuentro, el cual desea, se realice antes del mes último del presente año.

POSTADA: Si usted, apreciado lector fue compañero del personaje de este relato, o, familiar de alguno de los mencionados en el relato, seria grato para mi,  confirmar que ustedes deja un comentario al terminar la lectura en el blog. Puede agregar anécdotas compartidas en el pasado con Rafaél Alvarez, expresar alguna emoción generada con la lectura, o, saludar a quienes en la historia, fueron personajes secundarios.


San Gil, julio 24 de 2019.

#NAURO TORRES

domingo, 28 de julio de 2019

RETAZOS DE MEMORIA DEL ITI DE ZIPAQUIRA

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Tras el rastro de los integrantes de la promoción técnica 1.972




En la década del sesenta y setenta del siglo XX, pocos en Colombia podían iniciar y terminar en bachillerato, y más difícil, graduarse como técnico, pero el MEN creo un programa de becas orientadas a los dos mejores estudiantes del grado 4o. en las escuelas industriales implementadas desde Zipaquirá, cuyo rector desde 1.969 empezó a difundir la información con los rectores de las escuelas industriales, y a la Escuela Industrial de Zipaquirá, llegaron jóvenes de lugares recónditos del país a continuar estudios técnicos. 


La educación técnica en Colombia empezó en 1.873 en Medellín bajo la sotana de los salesianos quienes empezaron la escuela de Artes y oficios con maestros traídos de Italia y España. En 1.905 abre las puertas el Instituto Técnico Central, regentado por Hermanos lasallistas en Bogotá.

En 1.946 surge en Colombia el bachillerato técnico industrial con seis años para graduarse. Y en 1.959, para lograr ser bachiller técnico, se requerían 7 años en el bachillerato. En 1.966 se reorganiza la educación técnica a nivel medio. En 1.970 nacen los INEM y en el mismo año, aparece en el país la educación privada que, con los años ha venido desplazando la educación pública.

ORIGEN, EXPANSION Y DESAPARICION DE LA ENSIN

La ENSIN en la que terminamos el bachillerato técnico la promoción 72 , es el resultado de una simbiosis, que se transformó de lo general a lo particular, siempre bajos los principios del saber. “saber ser”. “Saber hacer”, “Saber tener”.

En 1948, por Ley Nacional se crea el Instituto Pascual Bravo en Medellín, con el fin de formar profesores para cubrir la demanda de profesores para las escuelas y e institutos técnicos.

Un año después, en 1.948, el director de las escuelas urbanas del barrio Santiago Pérez de Zipaquirá, solicita al administrador de la empresa estatal Salinas de Zipaquirá,  que en los talleres de la empresa que funcionaba en el parque Villaveces, fuera la sede de la escuela industrial. Pero fue el presidente Mario Ospina Pérez, natural de Medellín, y minero de profesión, en visita a las Salinas, acoge la solicitud de crear la escuela Industrial, y, esta empieza a funcionar en lo que conocimos en 1.970  como el internado, y a la vez, asignó recursos para empezar la construcción del edificio para la institución en el barrio Eusebio Caro en donde venían funcionando los talleres para el entrenamiento escolar a nivel técnico.

La Escuela Industrial en Zipaquirá,  empezó a funcionar en febrero de 1.950 con 40 alumnos, pues el 24 de diciembre del año anterior, el gobierno nacional, delegó la administración y dirección a los Hermanos de las Escuelas Cristianas de la Comunidad San Juan Bautista de La Salle. Ya, en 1.951 ingresaron 90 alumnos que se distribuyeron en tres grupos con acceso a las siguientes especialidades: Ajuste y torno, Motores eléctricos, Electricidad, forja, y dibujo.

En 1.953 la Institución es bautizada como Escuela de Artes y Oficios Tulio Ospina dirigida por el MEN y se adicionaron tres especialidades más: Sastrería, ebanistería y mecánica automotriz.

En 1.964, mediante decreto 1295 la Escuela Normal Industrial que funcionaba en el Instituto Piloto  de Bogotá, es trasladada a Zipaquirá para fusionarse con la Escuela de Artes y Oficios, surgiendo una nueva institución que conocimos como ESCUELA NORMAL SUPERIOR INDUSTRIAL -ENSIN-. Esta institución educativa, creada para formar a los maestros de talleres de las escuelas e institutos industriales que fueron establecidos en ciudades intermedias y capitales,  empezó a funcionar en lo que fueron los talleres de  Salinas de Colombia, lugar al que llegamos muchos, becados, procedentes de diferentes partes del país. Y como tal, tenía una nueva misión institucional: “capacitar y perfeccionar a los profesores que requería la educación técnica del país”, y para lograrlo, ofreció becas a los dos mejores estudiantes de las escuelas industriales.
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Hubo cinco promociones  para profesores destinados a dirigir las especialidades de las escuelas e institutos técnicos nacionales creados para tal fin por el MEN; Tres promociones con dos años de normal, cuyo único requisito para ingresar era ser “experto industrial”. Una promoción con tres años de Normal cuyo único requisito era ser bachiller técnico industrial. Y otra cuyo requisito era haber cursado 4 años de estudio y haber cursado el bachillerato clásico.

Como Normal Nacional, continúo dando cursos de actualización y perfeccionamiento a los profesores del área técnica convirtiéndose, a nivel nacional, en centro de capacitación y actualización pedagógica. Y aunque hubo varios intentos para que alguna universidad los titulase como licenciados a los profesores de las especialidades, fueron infructuosas las gestiones y la ENSIN, bajo la tutela de la Universidad pedagógica nacional, desapareció como tal.


DE ESCUELA NORMAL INDUSTRIAL NACIONAL A INSTITUTO MUNICIPAL

Como una oblea a una niña admirada en alguna calle de la bella Zipaquirá, continuo narrando hechos históricos, episodios escolares y recuerdos de algunos estudiantes para ponerle arequipe a la primera reunión de egresados de la ENSIN promoción 1.972.

Como mayores que somos, las amistades escasean, pues la mayoría dedicamos el tiempo a los alumnos, y no cultivamos los amigos que demanda la soledad de la vejez. La idea central de estos serie de escritos, es restaurar la amistad y tener ocasión para hacer reminiscencias, reír y estrechar, a la distancia, nuestra amistad de mozos.




Nuestra normal Industrial, en menos de 30 años, sufrió una metamorfosis. Paso de ser escuela, a normal, y regreso a ser Instituto. Tuvo un papel protagónico a nivel nacional como centro de formación de maestros técnicos a regresar a servir a la población local en el campo industrial como establecimiento municipal.
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Tras los rastros de los estudiantes de la promoción 1.972

En 1.969 ocurrió la primera promoción de bachilleres técnicos. En este año el ICCE inició la construcción de las aulas y sede administrativa adyacente a los talleres. En 1.970, siendo rector, Carlos Ariza Páez, y el pastusito, Carlos Caicedo como coordinador académico, y coordinadores técnicos: Luis H. Gonzalez, Epimenio Cortes y Gonzalo Villamizar, fueron quienes velaron por la construcción  de las aulas, y el uso de éstas. Siendo ministro de educación,  Luis Carlos Galán Sarmiento, en 1.971 nuestra ENSIN fue recibida en administración por la Universidad Pedagógica Nacional, y ésta, logró desaparecer el nombre que aún tenemos grabado en nuestra memoria.

Al  retornar esta universidad, al MEN, empieza a llamarse Instituto Técnico Industrial para uso de las practicas de los estudiantes de la mencionada universidad y el bachillerato técnico. Y por aquello de la descentralización administrativa, pasó en 1.991 bajo la administración del municipio, y desde entonces se denomina ITIZ.

Es de grata recordación el rector Carlos Ariza Páez y el rector Luis Antonio Gelvez Contreras, quien nos graduó, siendo él, el primer rector designado por la UPN.

Los ENSIN 72, integramos las escasas promociones técnicas que tuvieron la oportunidad de convertirse en docentes en cada especialidad en los talleres técnicos que surgieron en escuelas e institutos dispersos por la Nación, y a varios de ellos, fueron nombrados un nutrido grupo de compañeros de la promoción 1.972. Pocos terminaron vinculados a la industria, otros lograron continuar estudiando, y muy pocos fueron emprendedores de sus propios negocios.

APRENDIENDO A SER MAESTROS

De los egresados 1.972 como bachilleres técnicos de la ENSIN, me atrevo a firmar, ninguno tenia en sus sueños, ser docente. A una nutrida mayoría les propusieron ser maestros, y fueron nombrados por EL MEN pocos meses después de graduados.

Con el objeto de  ubicar en el tiempo al lector egresado, y a la vez, descubrir qué fuimos conejillos para experimentar la propuesta de formar maestros para el área técnica en escuelas e institutos, sin darnos pedagogía y tener practicas docentes, y algo preocupante, sin estar informados previamente.

Esta experiencia de la ENSIN no alcanzo a un decenio, y ésta poco se encuentra escrito.  Elucubrando, la desaparición de esta experiencia educativa,  pudo ser decisión política al inyectar mayor presupuesto al Sena que había surgido en 1.957, institución que recibe flujo presupuestal de los empresarios y trabajadores, mientras que la inversión estatal en la dotación de herramientas, maquinaria y materiales en  los talleres de las escuelas técnicas fue mínima, convirtiéndose en espacios anquilosados y desactualizados que facilitasen la actualización, tanto de los docentes como de los estudiantes que siempre rotaron desde el grado sexto hasta el 9o.

Del grupo de los graduados de ambas jornadas, pocos mostramos habilidades pedagógicas, pero en casa y en el aula aprendimos a aprovechar las oportunidades. Se expandían los INEM, las escuelas se convertían en Institutos, y profesores para el área técnica, demandaba el Ministerio de Educación, pues el país entraba en la era de la industrialización que, aún continua, pero con mas mano de obra barata y más calificada.
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En el transcurso de 1.973, la mayoría quienes nos hemos reencontrando, convocados por José Antonio Ospina, actual docente del ITS de Florencia,  para asistir a una primera reunión de egresados 72, terminamos nombrados como maestros, sirviendo al país  en puntos estratégicos de Colombia. Y así, como lo comentó Norberto Cubides Salas en nuestra primera conversación, luego de 47 años, “Terminamos enamorados de la profesión, una vez transcurridos los primeros años de nuestro desempeño laboral”.

Al leer los bocadillos escritos por algunos en el  grupo de WhatsApp. -No todos son expresivos- encontré que varios  han mantenido alguna relación, por ser egresados de una misma escuela, o por ser docentes técnicos a nivel nacional convocados ocasionalmente por el MEN para eventos de integración y actualización. Aunque muchos, que haya averiguado,  no probaron los fracasos y logros de emprender “su propio negocio”, continúan laborando, y posiblemente lo harán hasta los 70 años. En el grupo se percibe el “gusto por compartir el saber”. Y en otros, el gusto por tener un descampadero sin afanes.
Placido Montenegro y José Antonio Ospina degustando un tinto, deciden convocar a los integrantes de la promoción 1.972  



SOMOS UNA ENSALADA RUSA




Los estudiantes de la ENSIN, 1.970-79 fuimos parte de una experiencia pedagógica que pretendia calificar y profesionalizar a los maestros requeridos para la área técnica de escuelas e industriales. Por causas, aun no identificadas ni plasmadas en documentos,  lastimosamente, se esfumó, y la ENSIN solo esta en los recuerdos de quienes por allí estudiamos becados por el Estado.

La promoción 71-72, estuvo integrada por jóvenes provenientes de diversas partes del país. Nos correspondió estrenar el internado, la sede en el Julio Caro de la ENSIN y algunos docentes de la UPN. Recuerdo al profesor de Idiomas. Tenia un rostro con huellas del acné juvenil. Nos motivó a leer literatura, y fue para mí, una palanca para enamorarme de las letras. Igual viene a mi memoria la profesora, Gloria, -me parece que era el nombre-. Sus clases de sociales fueron un despertar para informarnos del abuso, que aún cometen quienes ostentan el poder. Esta profesora me instó a involucrarme en lo social, y que, con los años, fue mi tablero de operaciones.

Recordar es un ejercicio que se incrementa con los años, y a la fecha de escribir este texto, leo en mi cuaderno del pasado los nombre y origen de los siguientes compañeros:  el grupo de “llaneros” Con  Gutiérres, Felix Antonio Enciso,  Placido Montenegro. El dúo de  “costeños” del carmen de  Bolívar: Mario Pelufo y Pedro Guzmán Vuelvas. El grupo de “Faca” con Manuel Mahecha,  Jesús Alberto Correa, Raúl Sanchez, Hector González. Las opitas, hermanos Guarnizo. Los caqueteños, Oscar Lemus, Felix Antonio Ospina y Jorge Segura. Los santandereanos Norberto Cubides, Abel Robles, Oscar Allen, Carlos Silva,  y el suscrito, Nauro Torres. Los cundinamarqueses: Alvaro Tena, Guillermo Galeano, Hugo Fernandez. Los bogotanos, Rafael Alvarez, Alfonso Quesada, “el sapo”. El valluno, Carlos Amaya, bautizado “gonorrea”, y en el grupo, han citado los nombres de los siguientes compañeros: Luis Carlos Iglesias, nunca olvidado porque se casó el día del grado; Jairo Riaño; Pablo Lozano, Jorge Eliecer Pinto, Victor Sosa, Jaime Cárdenas, Luis Fernando Lopez, Miguel Ignacio Castro, Jeremías Durante. Y otros que seguramente recordare, una vez me llegue la lista que he solicitado al ITIZ. Y de grata recordación las niñas que llegaron a estudiar del Liceo femenino, y que todos “veíamos como las venus zipas”. Gladys Palacios, Miryam Chacón, Otilia Quiroga, Carmenza Poveda y Hortensia Diaz Salazar. Y bueno, en la medida que ustedes me ayuden, precisaré este relato, para la posteridad. O mejor, para tener una pieza para el encuentro. Y conste,  no escribí, un cuarto. Una pieza para reírnos en algún momento en la reunión en la capital folclórica de Colombia.

Si de diversidad se trata, nosotros fuimos una ensalada rusa: mezclamos el ñame con la papa. La mamona con las morcillas. Las almojábanas con las obleas. El ajiaco con el sancocho. La fritanga con la carne asada. La yuca y el plátano con los granos. El suero costeño con la cuajada; las obleas con las cocadas, el pan de arroz con el pan de maíz, el canelo con el limón, el café con la agua de panela, la leche con la cerveza. Y todos, por primera vez, aprendimos a comer vegetales cereales y granos. ¿Cómo no recordar la bandeja de pedernal, larga, blanca, inundada de arroz nadando en aceite y lentejas acompañada de una papa salada? En ese entonces era para nosotros un manjar de los dioses que colmaba el hambre que fue nuestra compañera inseparable en nuestra vida de estudiantes en la ENSIN.

Aprendimos, o al menos los diferenciamos, el porro con la cumbia. El vallenato con el vals. El bambuco con la guabina. El requinto con el tiple. La carraca con el cuatro. La música campesina con la ranchera, el twist con el joropo. El rock kan rol con el vals, el tango con el bolero, la balada con rumba criolla.  Recuerdo que “tirábamos paso” con los grupos musicales de esa época: Los graduados, Los Hispanos y Los Beatles. Tarareamos la canción, “por ese palpitar” (https://www.youtube.com/watch?v=gACJrEHfNuo) de Sandro de América; “Fuiste mía un verano” (https://www.youtube.com/watch?v=RrwjYOs7q0M) de Leonardo Fabio; “una flor para mascar” de Pablus Gallinazo; Igual nos fascinaban alguna que otra  canción de Harold como “Camino a la ciudad”; las de Oscar Golden, “la boca de chicle” (https://www.youtube.com/watch?v=I02Hso_HdC4) y “El cacique y la cautiva”;  y de  Vicki de Colombia, “El pobre gorrión”(https://www.youtube.com/watch?v=MBJmFFlohyg),  y “llorando estoy”.- Mientras escribo estos recuerdos, ganas sobran de escuchar las canciones citadas, y esta vez, no tomar coca cola, sino un buen vino con alguno de mis compañeros de promoción .

Logramos, en la diversidad, ser la suma de saberes. Unos, estudiosos matemáticos, como Mario Pelufo y Pedro Guzmán. pulcros dibujantes, como Manuel Mahecha, Jesús Alberto Correa, Vera y Raúl Sánchez. La prudencia y don de gentes con Norberto Cubides. La feminidad con Quiroga y Hortensia Diaz Salazar. La timidez con Gladys Palacios. Los caminos de la coquetería con Rafael Álvarez Y Oscar Lemus. La tranquilidad con Héctor González. La experimentación con Jorge segura y Guillermo Galeano.  Las ganas por trabajar con los Guarnizo. El paso para bailar con Robles, y Segura. El disfrute de la amistad con Placido Montenegro y Felix  Enciso. El arrebato por echarse obligaciones con Luis Carlos Iglesias. Y como los colibríes, el deleite del néctar de las flores, con Pedro Guzmán, Rafael Álvarez y yo, recogía los pétalos, Mientras que los caqueteños siempre estaban punteando. Y varios aportamos  monedas´para  iniciar incipientes emprendimientos para sufragar las obleas y el cine. Unos cobraban por las planchas de dibujo; otros por las clases de cálculo; otros en sociedad con maestros, usábamos los talleres para hacer uno que otro trabajo; varios trabajamos los fines de semana, en lo que fuera, con el fin de obtener “billete” para ir a la matiné o a las empanadas bailables. Y varios nos desempeñamos como maestros.

Por los apellidos y nombres; por la contextura y piel; por la forma de vérnosla con la vida, fuimos un ejemplo de esa mezcla genética que dejaron los españoles con los indígenas que, casi extinguen a los machos para  apropiarse de un nutrido grupo de féminas para reproducirse como ratas.

Unos contagiaron a otros, en los gustos y pasiones. Los costeños eran felices comiendo arroz con lentejas. Otros comprábamos, leche “Algarra” en botella como onces y desayuno. Otros eran buenos boxeadores. Recuerdo una vez que terminé noqueado en un “santiamén” en el césped que rodeaba un monumento existente en el barrio Julio Caro. Y,  la mayoría, como nos tocó leer “Juan Tenorio” de José Zorrilla,  se  creían el personaje malvado y mujeriego  teniendo una chica que admirar en cada barrio y colegio. Según el bogotano Rafael Álvarez y el carmeno, Pedro Guzmán. Yo, ya no lo recuerdo, pero Norberto Cubides  refrescó mi memoria,  Había una competencia entre costeños, santandereanos, llaneros, caqueteños y bogotanos. Competencia por gozar de mas admiradoras, ya en el Liceo femenino, o en la normal.

Y en sana competencia “tenoria”, y sin escenas de machismo, para uno los labios de una chica eran de almíbar, y para la mancorna, agridulces; y en los comentarios de corrillos, sin que se enterasen los tenorios, se comentaba, el olor de una dulcinea y aroma de la de conquistada; el aliento de menta, para otro, y de cañería para el despectivo.

Rafaél Alvarez botaba la baba por una compañera; ella tenia piernas torneadas, y él, las calibraba; para otro pretendiente, la joven tenia cara de niña con ojos verdiclaros perdidos entre las cejas. Para el primero los besos se ofertaban en el parque, y al otro, en la sala de la casa. Al final, recuerdan a la dama como “reverbero”.

Y en el grupo no faltó “el atrapacunas”, que simulaban ser preparadores para menesteres posteriores. Las pescaban en los grados sexto a octavo en el Liceo Femenino.

Han transcurrido 47 años sin vernos, muchos; y cada uno tiene un “diario” que, a diferencia del de “Ana Frank” no narraran las penurias de una familia judía escondida por tres años en una casa taller, hasta que son descubiertos por los nazis y los separan llevándolos a campos de concentración dispersos en Europa.

 Nuestros diarios, en sus primeras hojas narraran aventuras como estudiante. Otras páginas narraran nuestras decisiones en conformar una familia y en encontrar la profesión. Habrá un capítulo sobre nuestros logros personales. Los logros como maestro, Los logros como padre, los logros como ciudadano. Y, muy seguramente, como es mi caso, el diario tendrá la ruta del dolor y el sufrimiento como un proceso de aprendizaje para ser, con los años, más sabios, más justos, más placenteros, y más humanos, y más espirituales.

ALIVIANDO EL EQUIPAJE

Nuestras vidas semejan un tren en el que aún viajamos. En cada estación conocemos personas, hacemos amigos, tenemos amistades, pero en algunas estaciones, unos se bajan, otros suben. Y, algunos continúan con nosotros, y anhelamos que iguales  nos acompañen hasta la estación final.


Y como ocurre, con los años vamos aumentando el peso de nuestras maletas, pero ya al alcanzar el sexto piso, comprendemos que debemos ir aligerando nuestras alforjas, pues al mundo llegamos, y de él partimos como llegamos.

Los carmelanos se movilizaban en tren, como los santandereanos. Los llaneros lo hacían en su flota insigne “La Macarena”. Las opitas, caquetenses y facas, usaban flotas intermunicipales con marcas reconocidas en cada región. Y a Zipaquirá, unos lo hacían en Expreso Zipa, Rápido el Carmen, o Transpacho.

Mi maleta fue objeto de burla entre algunos allegados. Hoy se le reconoce como bullying. Llegué a Zipa proveniente de una escuela industrial salesiana con sede en Mosquera, Cundinamarca. Allí  iba todas las tardes al taller de Artes gráficas dotado con maquinaria alemana e italiana a prepararme en ésta especialidad. Gracias a mi cara de santo- léase, bobo-, creo yo, hoy- y gracias a mi profesor de 5º. Primaria, fui seleccionado para entrar a iniciar el bachillerato con los padres salesianos con la intensión intrínseca de convertirme en “hermano laico” y en el mejor del caso, en cura, si hubiese nacido ungido con esa corona.

Como no fui dócil ni generoso con el padre rector en una de sus asesorías espirituales en su aposento, y por haber mal escrito una carta de amor a una niña que miraba pasar todos los domingos a dos cuadras de la cancha de fútbol, no me volvieron a recibir en el San José de Mosquera. Pero mi ángel protector, un sacerdote misionero salesiano santandereano de apellido Cortés, me llevo y consiguió el cupo en la INSEIN, en donde ingrese a principios de 1.970 a cursar el 4o. de bachillerato.

Como campesino, a la primera institución llegué con baúl con mis escasos haberes, luego me doté de una caja de cartón en una mochila de fique. Posteriormente tuve una maleta de cuero con fuelle. Y en ella, empacaba lo poco que tenía. Con los años aprendí que debemos alivianar la maleta. Nacimos sin nada. Y nos morimos llevando lo que trajimos: Nada.

De nuestros compañeros, varios partieron más temprano; en el grupo han informada Carlos Silva, natural de Bucaramanga,  Jaime Vera quien murió a los 48 años en Popayan:  Y, ya subiendo las escaleras para séptimo piso, deseo restablecer las amistades que alguna vez, afloraron en el seno de la ENSIN. Las amistades de la niñez y la juventud prevalecen en nuestros recuerdos, y saber de cada uno de ustedes, me ha fortalecido las defensa, afilado la pluma y distensionando los dedos, dando mayor sentido al ocaso existencial.

Cada uno tenemos un baúl rebosado de  recuerdos. Algunos de ellos, picantes; otros agridulces, y muchos dulces; varios aparecerán en estas crónicas, si los entrevistados deciden contar sin tapujos y condiciones. Los primeros escritos tienen un tinte amplio para contextualizar y ambientar las razones del encuentro. Las segundas, intentaré desnudar el alma a cada entrevistado para mostrarlo, tal como los recuerdo, contando anécdotas, historias, logros y sinsabores para reescribir el cuaderno de la vida y ordenar el baúl, cuyas paginas primeras fueron escritas con la participación de los integrantes de los grupos de amistades en que nos movimos mientras nos graduamos y luego, nos perdimos mientras cada quien, se enfrentó a las oportunidades y circunstancias para seguir nadando en el mar de la existencia en el que aún no encontramos rumbo al puerto del ocaso existencias.

MIRÁNDONOS EN EL ESPEJO.


Muchos ya estamos en el sexto piso, y otros ya treparon al séptimo. Y, como yo, pocos volvemos la vista al pasado. Pero las oportunidades, si las identificamos y aprovechamos, sacamos provecho o sabiduría de ellas.

Gracias al médico Guzmán Vuelvas, estoy en el grupo de whatsapp. Y la ocasión me ha permitido mirar por el espejo retrovisor  para  intentar hacer una breve evolución narrativa desde 1.969.

Bajo el puente de estos 47 años que han transcurrido desde el 22 de diciembre de 1.972, día del grado, y que fue la última vez que les vi, han pasado aguas cristalinas, oscuras, unas; turbias, otras; y algunas veces, el puente no ha tenido bajo su estructura, agua.

Con quienes he tenido la fortuna de hablar por teléfono, hemos platicado, y sin darnos cuenta, cada uno ha narrado lo vivido en cortos y sustanciosos párrafos. Y yo, he logrado grabar para escribir una breve biografía de algunos de  mis amigos juveniles. Pero una biografía para que sea creíble, necesita evidencias gráficas, y pocos  tenemos la habilidad para subir fotos usando en teléfono o el pc. Eso lo he comprobado al no encontrar  a varios en Facebook. En conferencias de mercadeo digital, afirman “que, si no se está en internet, no se existe “. Inviertan el  tiempo libre, desempolven los álbumes, escojan, seleccionen, scaneen y tengan listas en el Pc esas fotografías que solicitaré, respetuosa y oportunamente.

Es con los años transcurridos que podemos verificar si fuimos buenos padres, mejores esposos, recordados profesores. Nuestros alumnos y los recuerdos que ellos tengan de nosotros revelan si realmente fuimos “parteros” de ideas, habilidades y despertamos amor por el conocimiento como lo hizo  el filósofo griego,  Sócrates. El amor, el respeto y la recordación que tengan nuestros hijos, revelan si fuimos buenos padres. Son los ex-alumnos y los hijos, los espejos de nuestra labor. Y entonces, cosecharemos en abundancia lo sembrado.

Es en estos años que nos deleitamos de nuestras siembras. Es el tiempo de las evaluaciones, y en el que los meses y los años pasan como las aguas mansas en el manantial de la vida. Lentos. Ahora somos más reflexivos. Mas tranquilos, y si se quiere, más sabios.

ANSIOSOS POR ENCONTRARNOS EN 2.019

Yo, fui una isla en el grupo por las circunstancias que cada uno enfrentamos. Me presenté a los INEM, y no pasé para trabajar como docente. En las escuelas industriales no me tuvieron en cuenta por la especialidad que tenía, Artes Gráficas. Y que en la ENSIN era el taller más anquilosado que existía en la industria gráfica nacional. Sin embargo, por la especialidad, me vinculé en Bogotá con una empresa gráfica de talla nacional como corrector de estilo. Recuerdo que se llamaba ANDIGRAF, de propiedad de la familia Gómez Hurtado; Enrique, el gerente, murió hace unos días. Lo que ganaba no alcanzaba para sostenerme. Recibía más dinero como estudiante, ya haciendo tarjetas, talonarios y dando clases de educación física. Renuncié y regresé a mi vereda en Puente Nacional, y estando allí., por influencias políticas fui nombrado por la Gobernación de Santander en primaria en un corregimiento con el nombre de la Belleza en el municipio de Jesús María, región en el que nació el bandolero Efraín González, en agosto 10 de 1973.

Y una vez cumplida la edad para sacar la cédula, un día después de posesionado como maestro de escuela, a escondidas de los progenitores, nos comprometimos ante un cura alcahueta con el amor de mi niñez en agosto 11 del mismo año con quien compartí 28 hermosos años en los que florecieron 4 hijos, y en ese lapso, por nueve, vivimos y sufrimos el principio, desarrollo y fin de un cáncer de mama que, afortunadamente detecte, acariciándola una noche húmeda y caliente del verano que precedió la promulgación de la Constitución Colombiana vigente desde el gobierno de Gaviria.

Cuatro lustros y siete años es la suma de la experiencia que hemos vivido, ya como padres, maestros, o empresarios. Y en este tiempo, cada cual ha tejido su propia historia. Pero ha llegado el momento de reunirnos para entregarnos a las reminiscencias de los mozos años que convivimos en la capital salinera de Colombia como estudiantes de la recordada y desaparecida ENSIN.

El encuentro convocado por Ospina será el preámbulo de nuestro ocaso existencial sin perder al esperanza de celebrar las bodas de oro de nuestra promoción. Y posiblemente sea Ibagué, la ciudad que nos permitirá regenerarnos evocando y compartiendo recuerdos juveniles, compartiendo experiencias laborales, sabores y sinsabores de nuestras vidas afectivas. Será la ocasión también para mostrarnos en el espejo de las realizaciones de nuestros hijos, y de compartir las cuitas y los sueños frustrados, los sinsabores y los logros sumados.

Hay que tener en cuenta factores convenientes para repensar el lugar del encuentro, ya sea para el primero o como para el segundo. Zipaquirá es la ciudad que nos permitiría recoger nuestros pasos. Regresar al colegio, recorrer las calles coloniales, volver a las salinas, ir a la catedral, viajar en tren, contemplar la ciudad, identificar las calles, casas y barrios en los que nos movimos; sería una ocasión para renovarnos, restaurarnos y reencontrarnos.

NAURO TORRES
San Gil, julio 18 de 2019












































































































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