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viernes, 27 de mayo de 2016
El suicida se viste sin ropa
domingo, 22 de mayo de 2016
Jacobo Velasco Torres, el poeta del Opón.
No soy un poeta
quiero utilizar las letras
expresar mis sentimientos
el poema que llevo dentro
lo que aprendí en el tiempo
y en el álbum de la experiencia.
Todo es un poema
la noche oscura,
la luciérnaga, la soledad,
el sol, la luna, el viento,
el rio, la palmera, la flor,
la alegría, la quimera,
la sonrisa de un niño,
el canto de un ave,
la ternura, la nostalgia,
el amor,
la mujer es un poema.
Nació el 18 de octubre de 1951 en la vereda Guaduales del corregimiento de Santa Rita Opón, municipio del Guacamayo en una familia colona que tuvo 12 hijos; su padre fue el paceño Ismael Velasco y la madre, una contrateña, Carmen Rosa Torres.
Cursó los primeros años de primaria en la escuela rural mas cercana distante una hora de camino del rancho de madera y palma nacuma. Tenia 19 años y se ganaba el sustento como jornalero usando la peinilla y el hacha, cuando se enteró por radio que el señor cura vicario de Vélez, visitaría a la parroquia de La Aguada, en ese entonces orientada por las Hermanas de la Presentación que habían decidido abandonar los colegios para hacer pastoral rural con los marginados. Luego de cinco horas caminando por trochas y lodazales, llegó al vecino municipio y se entrevistó con el sacerdote promotor de las Pastoral social en la provincia veleña. El señor Vicario Gustavo Martínez frías, natural de San Vicente de Chucurí y quien conocía el duro trajinar de los colonos. Al observar el interés del joven, le recomendó, por la edad, que se fuese a estudiar al Instituto de Liderato Social del Páramo, Santander que tenía un programa de formación y educación para adultos, en el que en un año lectivo, se cursaban dos, estudiando interno.
Con tres mudas de ropa, un par de zapatos grulla, unos tenis Croydon y un par de pantalonetas que a la vez le sirvieron de pijama, empacó en una mochila y partió a pie hasta Guacamayo y de allí al Socorro para posteriormente llegar al destino pasando por San Gil, luego de ocho horas de viaje en chiva.
Al Instituto del Páramo llegó al atardecer y a la primera hora del día siguiente se entrevistó con el rector, el reverendo Cesar Flaminio Rosas, eminente sacerdote de la orden Vicentina, quien le negó el ingreso por haberse presentado dos semanas después de iniciar el año lectivo. Jacobo, rogó a su modo, pero el reglamento primó sobre el anhelo del deseoso estudiante.
El agua que conduce al río
incansable llega hasta el mar
en banderas blancas
vuela hacia el sol
toca las cosas de Dios….
¡Oh¡ Señor, tócame a mí,
toca mi vida, mi mente, mi ser
toca mi corazón
y déjame tocar y vivir
las cosas de Dios.
Jacobo pernoctó esa noche en el Páramo, y en la mañana siguiente asistió a la misa de la madrugada. Luego se fue en peregrinación a la gruta de la Virgen de la Salud en donde un bañó a la cabeza y el rostro se dió pidiendo intercesión para no tener que regresarse a Guaduales.
Se presentó a penas abrieron la puerta del Instituto y solicitó nuevamente hablar con el rector, quien lo recibió en la amplia y voluminosa biblioteca que tuvo el centro de formación para adultos.
Recuerda Jacobo que le imploró lo dejara estudiar, y el levita le inquirió su persistencia calificándolo de torpe, pero pudo mas la esperanza del campesino que el reglamento, y fue desde ese momento alumno del grado 5o. de primaria convirtiéndose en pocas semanas en uno de los líderes del grupo estudiantil en ese año.
Los maestros del Instituto despertaron su conciencia dormida y como niño y joven preguntón, décadas después escribió estos versos:
El diagnostico es grave;
el examen salió positivo
sus órganos están afectados
tratamiento no hay curativo,
lo detectó el ignorante
lo afirma la ciencia y el sabio.
Esta enferma la piel de la tierra,
el aire respira cansado,
del mar se secan sus venas
y en ellas los peces contados
las aves casi extinguidas
ya no lucen arriba en el árbol,
ya no cuelgan en ellos sus nidos,
agoniza su aleteo y sus trinos.
Continuó estudios en el Instituto de Agropecuario de Zapatoca en donde cursó hasta el 4o. de bachillerato. Regresó a su vereda, fue nombrado el primer maestro de la escuela en 1983, y luego de trabajar nueve meses de servicio al departamento, recibió todos los salarios en una sola paga en diciembre de ese año, mes en el que se casó con Elda, la niña que aun ama desde la primera vez que la miró.
Desde la primera vez
que me miré en tus ojos
me volví analfabeta y
en espejos transparentes
escribo pensamientos
tableros reales me persiguen
tablas, piedras, arboles, arena
todos los objetos…
en ellos escribo cuatro letras: Elda
Como estudiante, como dirigente campesino, como maestro, Jacobo Velasco aún muestra sus dotes de declamador, poeta y líder. Bajo la apreciación de que “todo es un poema”, a sus alumnos enseñó a rimar, a hacer esquelas y cartas románticas; les animó a declamar y les avivó el amor por el campo.
Terminó el bachillerato en Santa Rosa de Simití. validó la Normal en Aguachica y se licenció en filología e idiomas en la Universidad Libre seccional Socorro. Trabajó como maestro en una vereda de Onzaga, posteriormente en un centro rural en el Playón en donde se vio avocado a renunciar para asumir su defensa.
Explica el maestro ajeno a las aulas que negros pensamientos tuvieron unos compañeros de trabajo que junto con el abuelo de una menor de edad, lo sindicaron de acoso sexual.
Negro es el dolor
de negro se viste la viuda
negro es el nubarrón
que presagia el aguacero,
negro es el cáncer maligno,
el beso traicionero,
el mordisco del perro,
el vampiro es negro
el diablo lo visten de negro…
El odio, puñal afilado
como garfio
veneno de cobra,
aguijón de araña,
lacra podrida,
curare maligno de los humanos
demonio escondido
en la saña
que ataca al asecho
hiere, maltrata y daña.
Una carta romántica sin remite y sin destinataria que había leído en el aula a sus alumnos, un pañuelo blanco que la esposa le había regalado en los cumpleaños, unos dulces y una chocolatina que había comprado en la tienda cercana al centro, fueron las evidencias que entregó el denunciante a la fiscalía que encontró merito para sindicarlo, y el juez lo encontró culpable pagando la pena en la cárcel de Bucaramanga. Allí escribió:
Me duelen los ojos
de mirar al horizonte
un horizonte cercano
pero limitado, inalcanzable…
Me duele el alma
al ver las golondrinas
y siento envidia
de todas las palomas
que a diario recogen las moronas
y en la altura anidan los pichones,
a sus hijos; los míos están lejanos,
¡Si me prestaran esas alas¡…
Me duelen las manos,
de tocar las ásperas paredes,
me duelen, al no poder tocar
la humana porcelana…
Me sangra el corazón;
de mis lindos hijos,
la sonrisa esta callada,
de pensar, si en la mesa
tienen pan
se rompen las fibras
de mi alma.
El domingo es día de visita,
afuera hacen fila las mujeres,
ansiedad que espera;
yo sin esperanza
miro hacia la puerta
y cada abrazo, cada beso
mueven mis sentimientos
y un agónico suspiro
quema las fibras de mi pecho.
Entre los últimos…
los míos no llegan;
se agranda mi dolor
cuando llegan las abuelas,
abrazan a sus hijos, a sus nietos…
un puñal traspasa su existencia…
¡mi madre no vendrá¡
no viene aunque quisiera
tiene sus ojitos muertos.
“La cárcel es la escuela del crimen”, escribió Pedro Antonio Mateus Marín, el poeta de Moravia, pero Jacobo trató de no aprender esas lecciones, al contrario, miró y calló, observó y escribió, “un preso es la imagen de los muertos”.
…mientras al preso las esposas le maltratan las manos
en el hogar se abraza el dolor amargo
y se confabula la tristeza y la desesperanza
hay tristeza, debilidad, incapacidad humana,
mientras ellos conjugan su dolor
a él se le corroen los huesos,
en las membranas de la distancia.
Todo va pasando, todo va acabando, menos el tiempo
ni las noches largas en el tálamo que cansa
él es encerrado en este sepulcro abierto
donde no huele a muerto
pues son vivos los muertos,
un cementerio de muertos, muertos que lloran,
muertos que hablan, que suplican, que suspiran, que aman.
Al inicio del encierro hacen fila visitantes,
a menudo las llamadas, la comida, los detalles,
y el prisionero al igual que una tumba
al principio hay flores, arreglos, losa nueva, pintura, una cruz,
un hermoso epitafio, se elevan oraciones,
se pagan salves, desfilan amigos, familiares,
años después, la tumba abandonada….
Mientras en la tumba desaparecen las flores
al pobre prisionero se le esfuman sus amores
¡cómo se parece un preso a una tumba abandonada¡
En la cárcel compartió pupitre con un exgobernador y un exalcalde, allí no dejó de ejercer su profesión de maestro, en menos de tres años, a la calle regresó. Lo esperaban en la puerta del penal sus cuatro hijos, los maestros amigos, varios alumnos y padres de familia a expresarle aprecio, pero su Elda no lo esperaba, un joven gorrión ya cantaba en su ventana.
Jacobo Velasco Torres en libertad retomó el hogar con sus hijos y empezó de nuevo su lucha por la comida diaria vendiendo drogas naturistas y empezó por la tierra que lo vio correr por los potreros y cañadas, regresó al rancho donde aprendió a hacer familia, y allí encontró, soledad.
Las palomas se han ido,
las maracaiberas, ellas se fueron,
las alimentaba mi padre…
el voló para el cielo,
ellas alzaron el vuelo.
Se fueron los gritos, las risas,
los juegos, los hijos, los nietos,
los bellos diciembres
acompañados de luces,
de salmos, de rezos,
la bondad de mi padre,
de mi madre sus detalles,
sus bellos consejos…
todo se ha ido extinguiendo
menos mis lindos recuerdos.
Maestros y alumnos del Instituto de Liderato social de Zapatoca en 1977
Con Jacobo Velasco Torres, el labriego de versos, nos volvimos a encontrar 36 años después en un encuentro de exalumnos y maestros del Instituto Agropecuario para campesinos adultos de Zapatoca en donde fue mi alumno, encuentro ocurrido el 7 y 8 de mayo de 2016. Los años pasaron sin darnos cuenta, las tristezas se ocultaron y afloraron los recuerdos, se encendieron los abrazos, se cosecharon aprecios.
Compartimos alegrías, revivimos los afectos, pero en la entrevista para escribir esta historia, brotaron las lágrimas que se escurrieron por las arrugas que pueblan nuestros rostros, añoramos la guitarra y unos aguardientes y entre notas y canciones esconder los malos recuerdos que a cada quien nos acompañan, sin quererlos, pero asumiendo su creencia que en la vida, todo es poema. “Todo es un poema” es el nombre del libro que vende junto con medicamentos naturistas que promueve con canciones y versos desde el amanecer hasta el ocaso como todo labriego que labra la tierra para obtener el sustento.
Posdata: Los versos incluidos en la historia fueron tomados del poemario “Todo es un poema” publicado en el 2012 cuya carátula fue pintada por Cristian Velasco Hernández, el hijo mayor del autor Jacobo Velasco Torres, cuyo nombre fue tomado en honor al hijo mayor de quien escribe esta historia.
Puente Nacional, finca La Margarita, mayo 21 de 2016.
NAURO TORRES Q.
Gilberto Elías Becerra Reyes nació, vivió y murió pensando en los otros.
¡ Buenas noches paisano¡ ¿Dónde se topa? “ En el primer puente de noviembre estaremos con Paul en Providencia. Iré a celebrar la...
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