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jueves, 13 de noviembre de 2014

La niña de los cachumbos.






La niña de los cachumbos



Transcurrían los años últimos del la década del sesenta, época azotada por la violencia partidista y el esfuerzo de la Iglesia católica por disminuir el impacto de la guerra por colores entre compatriotas.

El sacerdote Rangel era el párroco en Puente Nacional. Llegó y asumió la misión de iniciar la construcción de un nuevo templo con ladrillos a la vista y en la veredas mas pobladas y muy generosas, una capilla para facilitar el proceso pastoral en el que estuvo empeñado. La vereda Jarantivá es extensa y larga, tiene variedad de climas. Los reunió y lanzo la idea de levantar una capilla. Y con delegados de los sectores junto con el párroco hicieron el recorrido por el camino real desde Brazuelito hasta el Morro, en la vereda Montes. Por mayoría decidieron levantar la capilla en el cruce de los caminos al Urumal, Muralla, el Morro y la vereda Montes en predio de propiedad de Alfonso Bohórquez el cual estaba dividido por el cruce de caminos. Los creyentes de los sectores medio y templado deseaban que la capilla fuese levantada en la vereda Jarantivá. Y los creyentes de los sectores frios, que fuese en la vereda Páramo; quienes, por mayoría ganaron.  La capilla, por la generosidad de los paramunos, la convirtieron en templo.  Los feligreses de Jarantivá, descontentos, instaron al párroco a apoyar la construcción de la capilla en la estación de Providencia, construcción que levantaron con ladrillo blanco en señal de paz sobres las cenizas de una casona que habían incendiado en 1.948 por ser los dueños liberales, incinerada por fanáticos godos de la vereda ganadora en la votación.  Los dos sectores entraron en una sana competencia de consecución de recursos económicos para iniciar la construcción de los templos. 

Providencia era ya un corregimiento con historia, mientras que Quebrada Negra fue fundada con donación de un lote para la Iglesia por los Hermanos Bohórquez, una familia que en esa época era terrateniente, y alrededor de la incipiente construcción del hoy imponente imponente  templo, los mismos Bohórquez vendieron lotes a quienes se unieron al sueño comunitario.



EL REINADO EN LA ESCUELA


Y la forma en ese entonces de hacer dinero para obras de interés comunitario, eran los bazares, los rosarios en las casas y los reinados. Se organizó entonces un reinado en Providencia y entraron a competir para recaudar recursos dos hermosas niñas, muy amigas entre ellas.

Una se llamaba Yaneth Cifuentes.  Era blanca de ojos claros y cabellos en forma de cachumbos, portaba esbelta figura acompañada de cierta gracia femenina y vestidos muy juveniles, que otras de su edad escasamente soñaban, y se  diferenciaba de las demás chicas de la época por su encanto y coqueteo.

 Era hija de una señora Helena, conocida como la médica, pues  vivía de hacer recetas con hierbas y era muy visitada en su casa por personas con algunas dolencias. Esta señora, junto con su hermosa hija y su marido paisa, llegó por alguna razón a la vereda y se instaló precisamente en la casa que existía en la finca llamada Agua blanca de propiedad de Darío González, ubicada en las tierras que se insertan entre las corrientes de las quebradas Agua Blanca y la Negra.

Y la otra niña, de nombre Margarita, era la hija del inspector de policía de Providencia, que cursaba el tercero de primaria en la escuela del mismo nombre, y que si bien no tenía mucha ropita, pintaba ser agraciada y dinámica.

Las familias se ubicaron a bando y bando según la amistad de cada quien. Y las actividades empezaron de lado y lado con el único objetivo de recaudar dinero para iniciar la construcción de la capilla en Providencia.

 Las  diversas actividades se hacían los fines de semana en las veredas circunvecinas y en las casas de familias amigas. Adultos, jóvenes y niños participaban y colaboraban para alcanzar el objetivo, que era convertir a Providencia en un centro para que allí llegaran los vecinos a hacer el mercado.

Después de varias semanas de fiestas, francachelas, parrandas y competencias, el reinado culminó con  un bazar de tres días de 24 horas cada uno. Y al llegar el conteo de los fondos recaudados no gano la reina de la simpatía que era para nosotros los jóvenes, la niña Janeth, sino la que había recogido mas dinero, la hija de Darío González, la niña odiosa que había llegado del pueblo a   estudiar en la vereda.

Que me recuerde, fue la primera vez que oí hablar de fraude. Lo cierto es que las dos reinas se hicieron muy amigas y entraron a competir en equipo por la admiración de los niños y jóvenes de quinto. Ellas, juntas eran una dinamita. Aparecían en todas partes y eran reconocidas como las reinas de la escuela. Las que bailaban cualquier ritmo y con quien las sacara a bailar, pues esa era la enseñanza que les quedaba del reinado, tener la capacidad de defenderse en cualquier escenario.

En el álbum rojo de nuestro primer colectivo familiar, reposa una foto en la que aparece Margarita en una actividad en los Robles, estación del tren ubicada en la vereda Montes del municipio de Puente Nacional.

Pasaron muchos años para que la gente olvidara ese reinado y sus protagonistas, unas niñas de escasos once años que terminaron siendo amigas de verdad. Hoy con motivo de los 14 años de la muerte de una de sus protagonistas, rindo homenaje a esa niña, quien, sin saberlo, trabajó siendo una niña para lograr fondos con los cuales se iniciaron las bases de la capilla de Providencia, edificación hoy que se pierde en el follaje de un potrero cercano a lo que fue una estación pujante del tren que, desde Barbosa trepaba lentamente como culebra por las ramas, hacia el altiplano de Bogotá, transito que se suspendió  desde 1976.


Janeth, la hija de la supuesta médica quien la ofertaba al mejor postor para esposarla, resultó casándola rápido, pero el destino se ensañó contra ella, quedando viuda muy joven y con niños: la última vez que junto con Margarita la buscamos por iniciativa de ella para ayudarla, la encontramos en oficios varios en el Hotel Agua Blanca. Era la intención traerla con nosotros, pero no la hallamos. Dice mi padre que murió muy pobre y sus hijos se los quitó el Bienestar Familiar. Su madre murió de un mal que ella tampoco  curó, y su padre, desaparecieron de la región de la misma forma como habían llegado.

Gilberto Elías Becerra Reyes nació, vivió y murió pensando en los otros.

      ¡ Buenas noches paisano¡ ¿Dónde se topa? “ En el primer puente de noviembre estaremos con Paul en Providencia. Iré a celebrar la...