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viernes, 1 de julio de 2016

Camino a potrero largo

La vida es como una gota de agua en el mar. Es como una brizna de aire en un ojo. Es como un grano de  arena en la playa. Es como un punto negro en una pared blanca. Es como un átomo en el universo. sin embargo, quienes la tenemos creemos que es eterna, y muchas veces, la desperdiciamos en el camino, olvidando que “caminante no hay camino, se hace camino al andar”, pues no hay camino cierto, cada uno vamos configurando nuestro camino, nuestro sendero con  piedras y llanos, con senderos de felicidad,  con pendientes de tranquilidad, con sorbos de placer y  tragos amargos.

 

Porque….

“todo pasa y todo queda

pero lo nuestro es pasar,

pasar haciendo camino,

camino sobre el mar

 

Caminante son tus huellas

el camino y nada mas

caminante no hay camino

se hace camino al andar

 

Al andar se hace camino

y al volver la vista atrás

se ve la senda que nunca

se ha de volver a pasar”.

Los labriegos al referirse a las distancias por caminar comparan lo lejos de un destino con un potrero largo y el tiempo para recorrerlo con tabacos,  por eso desde antaño la vida se compara con un largo camino  con varios tabacos por trasegar.

Titán era el macho rucio de Rodrigo que lo acompañó desde joven hasta entrada la edad mayor. Fue titán el medio para acortar la jornada en los caminos  recorridos por Rodrigo. Fue su jumento para aliviar la carga al mercado, fue su bestia para cargar la leña a la casa, fue el mular en el que sus hijos  aprendieron a cabalgar, fue el dócil animal que sirvió por treinta años a la familia de Rodrigo.

El pelo de titán se tornó grueso, hosco y largo, su blanco color de joven jumento, con los años, se tornó gris y áspero. Sus molares y dientes se le cayeron  y sus orejas que siempre fueron erguidas se mostraban flácidas y decaídas. Sus cascos no volvieron a ser herrados ni a  campanear en los pedregales. Sus bríos  de juventud fueron reemplazados por la lentitud de la vejez. Sus descomunales fuerzas con 12 arrobas sobre el espinazo se redujeron a cargar un par de arrobas, y sus dientes, se fueron cayendo como granos de maíz colgado en tusa sobre una fogonera.  Titán no volvió a ser bañado con jabón de tierra, ni curado sus heridas causadas por el peso desequilibrado de las cargas de caña, después de cada jornada. No volvió a recibir el premio de una panela a pedazos en la jeta. Su dueño, al notar la poca utilidad del rucio, lo soltó al camino real para que pastara a su gusto de cabo a rabo, y el fiel y manso animal  buscó un bocado de pasto  en potrero largo hasta que murió de inanición e infección siendo comida para los buitres.

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Juan, Pedro, Raúl, Ramón, Laureano, Gilberto y otros… fueron curas que desde su juventud sirvieron al pueblo de Dios desde sus jurisdicciones eclesiásticas en la que estuvieron incardinados. Hicieron votos de obediencia a su pastor y por más de medio siglo, trabajaron sin descanso en las parroquias donde fueron designados, sin pensar nunca que los años se acaban como las fuerzas del cuerpo. 

Ninguno quiso ser maestro oficial porque se hicieron sacerdotes para pastorear, no para dar clases, y con los escasos ingresos por estipendio en las parroquias donde laboraron, aportaron a la seguridad social para recibir, a los 62 años de edad, una pensión igual a un salario mínimo legal vigente.  

Como ya no tienen la vitalidad de antaño, no les volvieron a asignar parroquia y viven de arrimados a cualquier parroquia en donde los asignan como colaboradores  a cambio de la comida y algún peso por celebrar alguna misa extra. Como no fueron curas religiosos no forman parte de una comunidad que responda por ellos. Fueron votados en potrero largo.

Fernando y Carlota fueron novios estudiosos logrando graduarse y conseguir un trabajo que les generaba ingresos limitados para cubrir los gastos de la familia con tres hijos que formaron y por quienes hicieron ingentes esfuerzos porque ellos tuviesen mejores comodidades que las que les dieron a ellos, sus mayores. La pareja vivió para trabajar y la crianza de los hijos se la delegaron a las guarderías y señoras del servicio, pero ellos amaban a sus hijos, sin medida; pero no tenían el tiempo que requerían los niños en sus primeros siete años, periodo en que se forma la conciencia, el pensamiento, las habilidades y los valores.

 

Fernando Y Carlota trabajaron más jornadas que sus padres, cuyas madres, siempre estuvieron en el hogar. Pasó el tiempo y se pensionaron, mientras que sus hijos estudiaron y se hicieron profesionales, formaron una familia y siguieron el circulo que los padres trazaron. Carlota y Fernando pasaron de los setenta años y los últimos treinta estuvieron poco visitados por sus hijos y nietos. Los viejos se fueron convirtiendo en una carga para los hijos que los visitaban cada domingo a la hora del almuerzo, pues Carlota siempre se caracterizó por tener  buena sazón. Los hijos decidieron internarlos en un ancianato; a los hijos les era más costoso, pero como no tenían tiempo  para cuidarlos, ni tuvieron la voluntad de contratarles una enfermera.

 

La suerte del macho titán, la suerte de los curas Juan, Pedro, Raúl, Ramón, Laureano, Gilberto y otros, y la de Fernando y Carlota, fue la misma. 

Hay cada vez más guarderías en ciudades y campos, pero también hay más casas o centros geriátricos. Hoy la gente vive trabajando para tener y tener más y votan a sus mayores al potrero largo, a los ancianatos, mientras los niños crecen sin el afecto fraternal alimentando una sociedad cada vez mas materialista y ausente de valores   olvidando que la vida es un camino que se hace “golpe a golpe, verso a verso y se hace camino al andar”

Con los años, habrá más personas viviendo solas, más niños en las guarderías y  más ancianos en centros de la tercera edad,  en un circulo en que los jóvenes y adultos de hoy no se percatan que están en él, mientras la familia se desmorona sin piedad ante la indiferencia de todos.

 

 

San Gil junio 17 de 2016.

NAURO TORRES QUINTERO

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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