La formación en el trabajo trae beneficios
El termino zurrón se refiere, según Vikipedia, al recipiente en pellejo o cuero que usan los pastores para guardar y llevar comida. Significa cualquier bolsa en cuero, y en Santander se califica de zurrón a la persona indolente, perezosa e irresponsable.
Los zurrones son recipientes elaborados en cuero de res, que luego de salados y secos al sol, se trazan cual camisa y se cosen con cabuya o tira del mismo cuero como aparece en las fotografías. Se usaban para embasar y transportar la miel de caña en mulas o en el tren.
La miel fue un producto que se producía en tierras templadas y se comercializaba en tierras frías entre los cultivadores de papa, trigo y cebada.
En la vereda Jarantivá de Puente Nacional hubo cuatro trapiches para extraer la miel, y en todos se produjo miel que salía a los mercados, ya fuese en mula o en tren.
A un zurrón de miel le cabían 8/4 de miel, y una carga de miel era equivalente a 1/3 de miel, que en medidas de peso hoy serían 10 arrobas en los dos zurrones.
En ese entonces se usaba el zurrón porque no existían las canecas, ni los botellones. Claro aun existen los zurrones como recurso para portar paquetes o algún liquido, pero con otro fin y con otro nombre, como los morrales o maletas para usar a la espalda.
Pero el termino zurrón, en la provincia de Vélez, es usado para calificar a un joven perezoso, maula y grosero que sirve para lo que sirven las tetillas de los varones.
Agustín fue un campesino que renunció a la Policía Nacional para iniciar su familia como pajolero o trabajador en tierra ajena, y con el producto de la liquidación compró una yunta de mulas, que junto con otro par alquilado, se inició en el negocio de la miel transportándola desde Puente Nacional hasta Santa Sofía y Sutamerchan en Boyacá.
En un viaje semanal de ida y regreso en tres días con sus noches, Agustín y un niño de compañía comerciaron en miel hasta lograr un capital para comprar tierra para sembrar café, del cual vivió junto con la familia por varias décadas logrando comprar otros pedazos de tierra para tener ganados y diversificar los ingresos, junto con una tienda con panadería y alambique para sacar aguardiente.
Agustín tuvo una vida económica activa hasta el día de su muerte ocurrida al cumplir 88 años forjando con su esposa una familia con 4 hijos. Supo retirarse a tiempo del negocio de la miel y del café, y cuando el tren dejó de transitar hasta Barbosa, la proveedora que surtía dos veces por semana fue muriendo entre las telarañas del olvido.
Al funeral de Agustín fueron a despedirse mas de 300 ahijados y numerosas familias que fueron desplazadas a la ciudad por una sola razón, el campo dejó de ser negocio. Fueron muchos los y las comerciantes y ganaderos que lo acompañaron al entierro, pues ellos aprendieron a trabajar desde niños al lado de Agustín.
Agustín es otro colombiano que enseñó con amor el arte de trabajar. Enseñó con el efecto, con el aprender haciendo, con mire y aprenda, con la identificación de la causa del error, convirtiendo en el error en oportunidad para mejorar. Aunque usó los zurrones en el trabajo, siempre predicó y enseñó para que los niños y jóvenes no fueran unos zurrones.
Los tiempos cambian, como el agua del rio. Igual la formación y educación, tanto en los hogares, como en el aula. En la década del cincuenta del siglo XX era normal que los padres confiasen a los hijos a alguien conocido que le enseñase un oficio, un arte o simplemente el habito del trabajo, sin contraprestación en dinero, si en especie. y había agradecimientos, tanto del aprendiz como de los progenitores.
Hoy enseñar a trabajar a los niños es visto como un abuso, sin embargo esta probado que las`personas que aprenden a trabajar solas o en equipo, siendo niños o jóvenes, ya adultos cosechan mas éxitos y son mas emprendedores, mas autónomos y mas comprensivos con los demás y con la realidad.
Si usted es padre o madre de familia, esta bien que regale zurrones a los hij@s pero evite que se conviertan en zurrones. Así no serán una carga en la adultez ni en la vejez.