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martes, 24 de mayo de 2022

Pactaré, pactaré: Poema de Nauro Torres Quintero

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24/05/2022

Puedo pactar

con la luna, una noche sin estrellas,

con el sol, un día sin rayos solares,

con el mar, una noche sin olas,

con la tierra, amaneceres sin auroras,

con el viento, brisas sin rostros.

 

                                                          fotografía del maestro Domingó

Puedo pactar:

con los indígenas del amazonas,

con "los nadie" de Colombia,

con los desplazados de sus ranchos,

con los guerrilleros amnistiados,

con las mujeres del burdel.

 

Pero no nunca pactaré:

con flecheros del ser,

con piratas del ciberespacio,

con infanticidas y feminicidas,

con mosén que se escuda en Dios 

para doblegar al otro,

con arcabuceros de la otredad.

 

Nunca me reconciliaré :

con fusileros de sus hermanos,

con e cocidas, feminicidas e infanticidas,

con aprovechados de los dineros públicos,

con desmemoriados de los falsos positivos,

con despojadores de las tierras campesinas,

con los tierreros que estafan 

desplazados en la ciudad,

con los que desprecian a los nadie,

con los que usan la violencia para gobernar,

con los que siembran injusticias para gobernar.

 

Pacto con los seres de buena voluntad:

con las personas que siembran equidad,

fraternidad, igualdad, justicia y solidaridad;

pactos con los humanos que siembran hermandad.   

lunes, 23 de mayo de 2022

El retrato de la tatarabuela

 

El viejo relator de historias murió a los 88 años en una cama de hospital extrañando su estera de papelón, a su perro capitán, al camino por donde anduvo sin descanso y sin final. Murió en la capital a donde lo llevaron buscando una cura de un mal que no tenía cura porque el cáncer viajaba cauteloso en cada gota de sangre que irrigó sus brazos atenazados y sus piernas de can acosado por los años.

No murió en el lugar que siempre quiso morir. Una pieza de adobe y techo de caña atada con cuan sobre unas tablas de pino acerradas con su serrucho cuatro manos, herencia del abuelo que nunca conoció y del padre que solo recordaba vagamente, pues solo tenía 4 años cuando lo dejó junto a su hermano, el mayor cuando despuntaba los 24 años.



Por años añoró tener una fotografía de su padre, Miguel, para imaginar el rostro de quien lo engendró. Ya era volantón cuando murió su abuela, Ana Rosa Gómez. Al fiado logró que su prima, Trinidad, le hiciera una fotografía al rostro de los restos mortales de su abuela paterna, Ana Rosa.

El retrato lo mandó enmarcar en madera de zapan. Inicialmente lo colgó en la pieza que fue su refugio de joven, recamara marital y la pieza en donde parió por primera vez su enamorada, Custodia; una boyacense de rostro angelical, pelo cuchumbeado y un genio irascible.

El rostro de la muerte fue el retrato principal en la sala de su casa que construyó adobe por adobe con su eterna novia en la que pasa el mayor tiempo su Custodia que rondó los 90 años para reencontrarse con su viejo, el viejo relator de historias.

Las mujeres viven más años que los varones; pero Custodia dobló el promedio nacional. Fueron 15 años de viudez solitaria masticando los recuerdos de su viejo, sus espacios, sus construcciones materiales e imaginarias.

El rostro de Ana Rosa yaciendo en un ataúd es la fotografía de la muerte. El pelo ya no lo es; semeja un ovillo de fique sin cardar. Los surcos de la piel esconden la vanidad del existir. Los parparos apagados esconden la miseria humana. Las pestañas de la vieja revelan lo banal de la belleza facial. Las fosas nasales semejan, los misterios de la vida. El angulado ataúd en el que reposa el rostro de la tatarabuela recuerda al observador lo limitado que somos en el universo. Hoy somos, mañana no seremos.

Eco posada La margarita, diciembre de 2.021

Gilberto Elías Becerra Reyes nació, vivió y murió pensando en los otros.

      ¡ Buenas noches paisano¡ ¿Dónde se topa? “ En el primer puente de noviembre estaremos con Paul en Providencia. Iré a celebrar la...