La mayoría de los ninis varones abandona la escuela secundaria,
no para jugar videojuegos o ver la televisión,
sino para ganar dinero.
Ninis, unos los señalan,
vándalos los sindican
el gobierno y “la gente de bien”.
Ellos, los ninis,
no trabajan, no estudian;
no tienen nada que perder.
Condenados desde su nacimiento,
despreciados por “la gente de bien”,
ignorados por el gobierno.
Imputados por el Smad,
inculpados por el régimen,
ignorados por Duque.
Unos, asesinados,
otros, desaparecidos,
unos, retenidos,
otros, incomunicados.
Son los jóvenes de Colombia,
los jóvenes de primera línea,
y las brigadas que los acompañan
que con muertos han logrado
lo que los viejos no se atrevieron
a reclamar a presidentes que gobiernan
siempre para “la gente de bien”.
Esos que suelen llamarse,
“gente de bien”;
son racistas y excluyentes
explotadores y elitistas;
predicadores del lucro;
apóstoles de la violencia;
propaganditas del odio;
hienas del bien común;
chulos del erario público.
Esa “gente de bien”,
patrocinadores de la ilegalidad, son;
practicantes del “vivo vive del bobo”
del “haga lo suyo que yo hago lo mío”;
compran todo con dinero,
jueces, testigos, cargos y votos.
Los jóvenes que reclaman ser oídos
unos inmolados, son,
los tratan como vándalos,
los persiguen sin
miramientos;
los jóvenes son sacrificados,
los de primera línea, expiados.
En el 2.021 los jóvenes colombianos
intentaron por todos los medios
cambiar la historia de la Nación
escrita por “la gente de bien”:
los racistas, excluyentes
explotadores, xenófobos,
utilitaristas y traquetos
en gustos y presentación.
Los ninis de Colombia
sueñan con un país en el que quepan todos
en el que no haya niños ni ancianos
ni familias enteras con una comida diaria.
Anhelan una Colombia justa y equitativa
con oportunidades para los jóvenes
en el que el capital humano
prime sobre el capital financiero,
la solidaridad sobre el lucro
la comunitario sobre el individual,
en bien común sobre el bien personal.