116.
10/2021
María de Jesús, mi nonita,
muy joven quedó viudita;
era de piel canela
y cuerpo de gacela.
Ojos negros vivarachos
tenía mi abuelita;
unos brazos bien fortachos,
unas manos de nonita.
Un caminado menudito,
un rostro redondito,
una sonrisa de diosa,
una carcajada melodiosa.
Un sombrero negro cortico
un canasto de bejuco
un delantal de popelina
y falda negra brillantina.
De fique eran sus cotizas
tejidas en blanco algodón
las usaba para ir a las misas
las guardaba en almohadón.
Cocinaba en olla de barro,
en múcura el agua traía,
en ure el guarapo hacía
y los centavos en un tarro escondía.
Horneaba cada domingo
panes y mogollas de trigo,
panderos, roscones y mojicones
almojábanas y guasa panes.
En cada amasadita
mi nonita me guardaba
la cuba en cada horneadita
que consumía en la semanita.
En su muerte, lloré y lloré;
un vació nos dejó;
en su tumba, una cruz de palo,
mi padre con lágrimas talló.
Mi padre mientras vivió
a las benditas animas imploró;
la tumba de mi nonita,
flores siempre mostró.