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sábado, 13 de diciembre de 2014

Tobías, el tejedor y pastor.



TOBÍAS EL TEJEDOR Y PASTOR

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Las quebradas Jarantivá y Agua blanca que irrigan las tierras de las veredas de la cabecera municipal de Puente Nacional, en Santander, Colombia eran los  límites de las tierras que sus mayores dejaron a su cuidado. Y en ellas, los rebaños de ovejas y ganados pastaban entre huertas de yuca, plátano y cultivos de caña de azúcar.

Cuidaba con esmero los campos y los payos que adornaban los potreros semiplanos y quebrados divididos entre sí con vallados o profundas zanjas que se usaban como linderos naturales, así como las cercas en piedra natural que aprendió de su padre a mover con bueyes y a colocar una sobre otra en total armonía que aun dan la sensación de haber sido construidas por hombres musculosos y altos.

Los payos producían payas y los champos, champas, frutos nativos con aroma y dulce que fueron apetecidos por los niños y jóvenes de entonces, y que hoy, solo consumen las aves que abundan en las cosechas anuales. Solo de los payos se aprovechaba sus payas y la sombra y el follaje porque sus tallos no eran útiles para cercas ni como energía para los fogones.

Para nuestros antepasados los nombres de las personas eran colocados por alguna motivación de origen religioso o por ciertas  características. Mi personaje de hoy es Tobías cuyo nombre en hebreo significa “quien le debe la vida a Dios”; persona independiente, sociable y reflexiva, recordado por ser buen amigo con una energía positiva que contagiaba a otros pues fue capaz de hacer varias actividades a la vez con las cuales acumuló un capital. Era emotivo, amable, condescendiente, suave, cordial y sagaz gustándole la lisonja y el reconocimiento. Fue un hombre eminentemente práctico, y aunque vivió cerca de cuarenta años dejó una estirpe prolífica a la cual rindo homenaje con este escrito.

En la fotografía, de izquierda a derecha, el señor Darío González Pacheco, el último hijo quien tenía dos años cuando murió Tobías en 1926, miembro de la estirpe González en la segunda generación, y quien gracias a él, en sus noventa años, fue posible reconstruir este pedazo historia familiar; y al centro, el primero de la tercera generación, el ingeniero Cristian I. Torres González, posando con sus abuelos maternos. Al lado derecho, la señora Helena Gamba de González, quien siguiendo el ejemplo de la suegra, también tuvo diez hijos. Los tres  en registro tomado el 24 de diciembre de 2011 en Bucaramanga.


Tobías fue conocido en veredas de la comarca santandereana y pueblos del reino. Las familias santandereanas provenían de Jesús María y  Puente Nacional y las familias  del reino provenían de los municipios boyacenses que fueron cristianizados por las comunidades dominicas y franciscanos y que rendía culto a la Virgen de Chiquinquirá, los primeros, y la Virgen de la Candelaria, los segundos.

Tobías fue un tejedor de lana con la que confeccionaba cobijas y ruanas. La lana la obtenía de sus rebaños que el mismo esquilaba, pero el tratamiento de esa mataría prima se la hacían en las tierras cálidas de Puente Nacional en donde abundaban las plantas de las que obtenían los variados tintes que coloreaban las cobijas a cuadros, pues las ruanas blancas, negras o moras eran tejidas con lana del mismo color natural.

Tobías González Moncada provenía de la vereda Peñitas, municipio de Puente Nacional.  Se casó de 40 años  con una joven y esbelta, delgada y alta mujer llamada Margarita quien poseía  ademanes de mujer con padres con modales y gustos refinados. Vivió unos setenta años, muriendo en 1926, al cabo de los cuales, murió de una  enfermedad  en la próstata, hoy cáncer. En su corta vida engendró diez hijos, y Rezura fue su única hija, quien murió muy joven por causa desconocida.

Tobías fue un cerquero   de piedras, oficio que heredó a su cuarto hijo llamado Antonio quien dejó sus tierras con linderos de piedra. Tobías fue tejedor de lana, oficio que heredó y murió en la familia con su segundo hijo, quien llevaba su nombre, Tobías. Fue un ganadero, oficio que heredaron sus hijos Segundo y Darío, los hijos menores; pero también fue un pastor de ovejas, oficio que desapareció cuando su esposa, quien debió asumir las responsabilidades del hogar siendo muy joven, murió a los 83 años en la casa que construyó con su esposo detrás de una loma para guarecerse del frio y cerca de un aljibe de agua pero con una vista al frente desde DONDE aún se aprecia los cascos urbanos de Vélez, Guavatá, Barbosa y Puente Nacional.


Tobías fue el padre de Los González Pacheco, nueve varones que se propagaron como conejos en honor a sus padres, cuya descendencia superan los doscientos  dispersos Bogotá, El Valle del Cauca, los llanos Orientales y Santander. Tobías fue el bisabuelo materno de mis hijos, cuya madre  llevaba el mismo nombre de la bisabuela, Margarita. Y desde entonces, la descendencia de Tobías es conocida entre propios y extraños como los conejos. 


Gilberto Elías Becerra Reyes nació, vivió y murió pensando en los otros.

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