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martes, 5 de mayo de 2015

Los zurrones de Agustín,

La formación en el trabajo trae beneficios
Resultado de imagen para niños trabajando
El termino zurrón se refiere, según Vikipedia, al recipiente en pellejo o cuero que usan los pastores para guardar y llevar comida. Significa cualquier bolsa en cuero, y en Santander se califica de zurrón a la persona indolente, perezosa e irresponsable. 
Los zurrones son recipientes elaborados en cuero de res, que luego de salados y secos al sol, se trazan cual camisa y se cosen con cabuya o tira del mismo cuero como aparece en las fotografías. Se usaban para embasar y transportar la miel de caña en mulas o en el tren.
La miel fue un producto que se producía en tierras templadas y se comercializaba en tierras frías entre los cultivadores de papa, trigo y cebada.
En la vereda Jarantivá de Puente Nacional hubo cuatro trapiches para extraer la miel, y en todos se produjo miel que salía a los mercados, ya fuese en mula o en tren.
A un zurrón de miel le cabían 8/4 de miel, y una carga de miel era  equivalente a 1/3 de miel, que en medidas de peso hoy serían 10 arrobas en los dos zurrones.
En ese entonces se usaba el zurrón porque no existían las canecas, ni los botellones. Claro aun existen los zurrones como recurso para portar paquetes o algún liquido, pero con otro fin y con otro nombre, como los morrales o maletas para usar a la espalda.
Pero el termino zurrón, en la provincia de Vélez, es usado para calificar a un joven perezoso, maula y grosero que sirve para lo que sirven las tetillas de los varones.


Agustín fue un campesino que renunció a la Policía Nacional para iniciar su familia como pajolero o trabajador en tierra ajena, y con el producto de la liquidación compró una yunta de mulas, que junto con otro par alquilado, se inició en el negocio de la miel transportándola  desde Puente Nacional hasta Santa Sofía y Sutamerchan en Boyacá.
LA ESPERANZA E LCASA DE MIS PADRESLa Esperanza, la tienda de Agustín
En un viaje  semanal de ida y regreso en  tres días con sus noches, Agustín y un niño de compañía  comerciaron en miel hasta lograr un capital para comprar tierra para sembrar café, del cual vivió junto con la familia por varias décadas logrando comprar otros pedazos de tierra para tener ganados y diversificar los ingresos, junto con una tienda con panadería y alambique para sacar aguardiente.
        
Agustín tuvo una vida económica activa hasta el día de su  muerte ocurrida al cumplir 88 años forjando con su esposa una familia con 4 hijos. Supo retirarse a tiempo del negocio de la miel y del café, y cuando el tren dejó de transitar hasta Barbosa, la proveedora que surtía dos veces por semana fue muriendo entre las telarañas del olvido.
AGUSTIN TORRES 2005
Al funeral de Agustín fueron a despedirse mas de 300 ahijados y numerosas familias que fueron desplazadas a la ciudad por una sola razón, el campo dejó de ser  negocio. Fueron muchos los y las comerciantes y ganaderos que lo acompañaron al  entierro, pues ellos aprendieron a trabajar desde niños al lado de Agustín.
Agustín es otro colombiano que enseñó con amor el arte de trabajar. Enseñó con el efecto, con el aprender haciendo, con mire y aprenda, con la identificación de la causa del error, convirtiendo en el error en oportunidad para mejorar. Aunque usó  los zurrones en el trabajo, siempre predicó y enseñó para que los niños y jóvenes no fueran unos zurrones.
Los tiempos cambian, como el agua del rio. Igual la formación y educación, tanto en los hogares, como en el aula. En la década del cincuenta del siglo XX era normal que los padres confiasen a los hijos a alguien conocido que le enseñase un oficio, un arte o simplemente el habito del trabajo, sin contraprestación  en dinero, si en especie. y había agradecimientos, tanto del aprendiz como de los progenitores.
Hoy enseñar a trabajar a los niños es visto como un abuso, sin embargo esta probado que las`personas que aprenden a trabajar solas o en equipo, siendo niños o jóvenes, ya adultos cosechan mas éxitos  y son mas emprendedores, mas autónomos y mas comprensivos con los demás y con la realidad.
Si usted es padre o madre de familia, esta bien que regale zurrones a los hij@s pero evite que se conviertan en zurrones. Así no serán una carga en la adultez ni en la vejez.

El balay de Francisca


El balay tiene forma de un platón pero no sirve para transportar líquidos. Su radio es variable pero no supera los 60 centímetros. es tejido a mano, en bejuco o en caña de castilla. Es usado para guardar o transportar sólidos, incluso se usa para decoración, pero en esta historia  es usado para  cargar y proteger piquetes o puntales. 
Piquete Veleño Vélez Santander Colombia Foto Luis Danilo Grandas ...

El piquete es un entremés entre el desayuno, que se sirve a las cinco de la mañana y el almuerzo, que se sirve al medio día;  pero en la provincia de Charalá, se llama puntal y lo sirven con yuca, carne y guarapo.  El piquete veleño se remonta a la época de la conquista cuando los curas doctrineros que implantaron la religión católica en la Provincia de Velez que en ese entonces incluía a las demás provincias del Sur de Santander, para que los indígenas muiscas expiaran sus culpas, cambiaran sus dioses, asumieran la sumisión sin protestar para ganar el paraíso y no al purgatorio ni al infierno, debían, a cambio de sus pedidas, hacer los pagamentos, yendo en peregrinación hasta el convento del Eccehomo en Santa Sofía, a la Virgen de la Candelaria a Raquira, o a la Virgen de Chiquinquirá en la ciudad del mismo nombre. Los creyentes en sus largas caminatas por los caminos que primero se conocieron como de la miel y la sal, luego como reales, llevaban, ya en mulas o a la espalda, sendos canastos con viandas. Y en la primera jornada, luego del amanecer, hacían una parada en una chichería y sacaban el piquete acompañado de guarapo. 

Fueron las fiestas en las parroquias, luego, que el piquete se fue convirtiendo en un patrimonio gastronómico de los veleños. 

En los años en que el tren -1.926-1.976- era el transporte mas usado en Colombia, entre Barbosa y Bogotá, en las estaciones de La Capilla y Providencia, era usual ver campesinas con su atuendos ofreciendo balays a los pasajeros que los apetecían y valoraban como autentica comida típica.

En las ferias de Vélez, Puente Nacional, Jesús María y Bolívar es común ver a familias campesinas ofrecer a los visitantes un piquete que entregan en un balay. En él, hay un bojote o envoltijo con triple protección para que las viandas mantengan el calor y el aroma de la comida cocida con leña. 

En el bojote, externamente se aprecia un mantel de hilo con cuadros de dos colores con cuyas puntas atadas en diagonal, sobre si mismas, se hace el nudo, que sirve a la vez, como puerta para acceder al misterio gastronómico de quien nunca ha destapado un piquete veleño.


La  capa intermedia, que se incorporó en la era del plástico, es de este material, que al igual que el mantel, va amarrado sobre si mismo en sus puntas cuadradas y tiene el mismo fin que la primera: conservar el calor de la comida como si estuviese recién bajada la olla.

Y la ultima capa o sea la interior es de hoja de plátano pasada al calor sobre el fogón, que además, de servir para conservar el calor, profundiza los aromas y sabores de cada producto que integra el piquete.

Un buen balay  contiene: Yuca sata, papa, bore, plátano cocinado y asado y arracacha; carne cocida, carne azada, chorizos, falda de res cocinada y una gallina campesina dorada a la brasa;   huevos cocidos, mazorca, arepa y nutrido ají chivato con cebolla, tomate chonto, huevo cocinado y cilantro.
andandoporbogota: LA CHICHA MALDITA

Francisca vendía en la estación del tren, entre tres y cinco balay al día a los pasajeros: los freneros y maquinistas eran los clientes asiduos que los consumían con totumadas de chicha de maíz o millo que una abandonada mujer, conocida como mana Pía,  fermentaba en una casa del color de la noche, levantada con reciclaje de la misma empresa del ferrocarril. El cuchitril estaba armado detrás del tanque de lamina gruesa que posaba sobre un templete de cinco patas de riel de la misma linea férrea. Al tanque llegaba por tubería galvanizada de cuatro pulgadas tanta agua como se bebiera cada locomotora para seguir por la ruta de dos rieles trepando hacia las tierras frías.

Mana Pía siempre vestía de negro y cuidaba con esmero los diferentes ures colmados de guarapo con diferentes niveles de alcohol, unos, y otros, con chichas. Chicha de arracacha, de maíz, de millo y hasta de corozo.

Las bebidas que demandaban los freneros, pasajeros y transeúntes se servían en totumas. Una totuma era medio  fruto seco de la mata de calabazo, o de la mata de calabazo. Había totumas de 250 cms, 500 cms y 1.000 centímetros, según el bolsillo y la sed del comprador.

Francisca fue hija de un segundo matrimonio del padre en el que hubo dos mujeres mas y un varón. Tenía  ojos café grandes adornados  con  párparos en forma de domo y pestañas negras  largas que  convertían a sus ojos en un bello misterio. Gozaba de una nariz aguileña que cubría la boca, un poco redonda, con labios carnosos que escondían una dentadura completa con un diente con  corona en oro de 24 quilates que brillaba como una estrella, cuando sonreía. La cara era armoniosa con piel blanca en la que resaltaban escasas pecas con huellas de haber sido una mujer muy hermosa desde niña.

Francisca debió casarse muy niña para cumplir el compromiso que hicieron sus padres. Cuando cumplió los 18 años ya tenía tres hijas, y un año después quedó viuda. Su esposo, un chiquinquireño murió en el camino que unía a Providencia con Peña  blanca. Fue victima de un disparo que salió de un matorral en la época en que liberales y conservadores se  mataban por defender los trapos azules o rojos.


Debió Francisca asumir todas las responsabilidades del naciente hogar. Ver por la pequeña finca de cinco hectáreas en las pastaban vacas de leche de cuyo producto hizo durante su larga existencia, almojábanas y amasijos, que al igual que el balay, vendía en el tren.

Con dignidad y con trabajo educó a sus hijas, aunque la menor, que tenía cinco años, debió dejarla bajo la protección de la suegra, quien quiso casarla sin consentimiento, viéndose la niña a sus 14 años regresar volada en el autoferro para buscar ayuda en el que fue su hogar inicial. Sus dos hijas mayores siendo volantonas debieron ir a la capital a buscar trabajo que lograron sin espera por la belleza que heredaron de la madre. Y ya ellas con trabajo y con esposo se llevaron a la menor, quedando Francisca con el sol y la luna y las aves como  compañía.


Por el trabajo, por la soledad, por el calor de un varón, Francisca fue madre de dos jóvenes que la acompañaron hasta la pubertad. Uno se convirtió en técnico electricista, y el menor, es hoy un reconocido decorador dueño de una empresa de muebles con ventas en tres países que opera desde Bogotá.
En Boyacá, se descubrirá “la Ruta de la Almojábana”
  
Francisca hizo almojábanas y amasijos hasta sus últimos días. Estuvo con sus hijas e hijos en Bogotá en donde murió con una sonrisa en la cara con la alegría que siempre vio su vida desde semanas después que un godo cegara la vida de su joven esposo por el hecho de confesar que era liberal y pendenciero.

DSC00014 las hijas de Francisca en 2015


Franciscas hay por doquier. Trabajan de sol a sol para criar y dar mejor vida a los hijos. Son anónimas, mientras otras del mismo genero las miran con denuedo, ellas cual hormigas cambian las historias sin que la historia las registren como dadoras de vida y sembradoras de afecto, solidaridad y sentido de responsabilidad. 

Ecoposada La Margarita. Puente Nacional, junio 24 de 2.015

NAURO TORRES Q. 

El parasitismo del plagio intelectual

  El apropiarse de los méritos de otro u otros, el copiar y usar palabras e ideas de otros y sustentarlas o escribirlas como propias y usa...