En el colegio los buscaban para hacer las planchas de dibujo técnico para obtener, sin esfuerzo, buenas notas, pero lo miraban con desdén por venir todos los días desde Villa Hermosa, pintoresca vereda que goza del sol desde el alba hasta el ocaso, mirador natural para contemplar el horizonte verde de los mantos de kicuyos y árboles que adornan los campos y praderas del municipio de la Belleza, Santander en Colombia.
La casa de los padres quedaba a 40 minutos, a buen paso, del casco urbano, recorrido que hacia cuatro veces, de lunes a viernes, mientras cursó la primaria y el bachillerato. No tuvo morral Totto para llevar sus escasos útiles a la escuela, pero si una bolsa plástica que canjeó con un primo por cargar un ladrillo que había que llevar como aporte a la construcción del templo de la localidad, bolsa que usaba para proteger el cuaderno y el lápiz, sus herramientas para acceder a la información en la escuela.
Gozó de un padre carpintero que le permitió con el retal de la madera, imaginar carros y construcciones diversas y agudizar la puntería, pues donde ponía el ojo, ponía la bala o el dardo.
Gozó de un abuelo que apoyó cualquier emprendimiento y le demostró que, lo mejor de la vida es ganarse lo que se desea. Gozó con una familia numerosa en hermanos y primos para conformar equipos de fútbol: Los Bareño y Los Martínez, pero los primeros conocían la debilidad de un Martínez que se encabritaba cuando le llamaban la “fiera” perdiendo la cordura, y por ende, Los Martínez siempre eran los perdedores del partido.
Gozó de un abuelo que apoyó cualquier emprendimiento y le demostró que, lo mejor de la vida es ganarse lo que se desea. Gozó con una familia numerosa en hermanos y primos para conformar equipos de fútbol: Los Bareño y Los Martínez, pero los primeros conocían la debilidad de un Martínez que se encabritaba cuando le llamaban la “fiera” perdiendo la cordura, y por ende, Los Martínez siempre eran los perdedores del partido.
Fue el mayor de once hermanos- 6 varones y 5 mujeres-. Por ser el primogénito llevó la responsabilidad de cuidarlos, madrugar a ordeñar y dar de comer a las aves.
Al medio día, luego de almorzar, apartaba los terneros y aprontaba la leña para el día siguiente. Y los fines de semana, ayudar con la higiene ganadera, aprontar la leña al horno, ayudar a amasar y cargar el canasto ofertando el pan en tiendas cercanas.
Por su condición, sufrió algunas veces de matoneo psicológico y verbal en la escuela y en el colegio por algunos compañeros de grados superiores. Otras veces el molido o el pedazo de arepa de las onces con la botella de leche, fueron la merienda de quienes le defendían o de quienes tenían un balón.
Por entrar al salón con los tenis mojados, por hacer las tareas a algunos compañeros, fue castigado con vara y con regla en espalda y manos por algunos maestros y maestras en la escuela que recuerda con afecto.
Por entrar al salón con los tenis mojados, por hacer las tareas a algunos compañeros, fue castigado con vara y con regla en espalda y manos por algunos maestros y maestras en la escuela que recuerda con afecto.
EL TRABAJO, FORMA EMPRENDEDORES
Para poder tener sus primeros guayos, debió trabajar 12 sábados con don Pablito, el abuelo, cuya paga sumó $ 60.00 de los $65.00 que adeudaba a Reinaldo Téllez, uno de los dueños de los pocos almacenes que había en la población, y quien amablemente fió a un escuelante, reconocimiento que contribuyó a fortalecer el autoestima de negociante en potencia.
Pero, para lograr cumplir a la confianza dada por el señor Téllez, debió a sus escasos seis años, pues solo hacia primero de primaria, convencer al abuelo de que él podía trabajar, asunto que debió conciliar con el padre y obtener el permiso para laborar, cual labriego en los menesteres que don “Pablito”, uno de los hacendados de la vereda, quien le fue dando cada sábado una jornada hasta alcanzar la cifra cercana a la deuda total de sus primeros guayos.
Desde entonces comprendió y asumió algunos de los dichos del abuelo: “el que trabaja, no come paja”. “El que madruga Dios le ayuda”.
RECOLECTOR DE MORAS
Para poder invitar a una chica a tomar perico en la única cafetería que tenía la población, debía coger, por el camino al colegio, unas cinco libras de mora, las que vendía a quien compraba todo lo que en la región se producía para transportarlo y llevarlo a Bogotá. Cuando el suscrito fue traslado del Colegio donde estudiaba, el negocio de la venta de planchas de dibujo técnico, expiró, razón por la cual la recolección de moras nativas, junto con los trabajos en la finca del abuelo cada sábado, se convirtió en la fuente de ingresos hasta que terminó el bachillerato.
La recolección de moras le permitieron comprender que en el camino de la vida hay diversas oportunidades, pero solo las ven, quienes con tesón y persistencia aman lo que hacen.
Pero un 23 de abril de 1975 , día el idioma, cuando hacía primero de bachillerato, todo cambio para él, por ser una persona con mentalidad abierta, curiosa e innovadora.
En el primer descanso, mientras corría por el pasillo del nuevo Colegio, escuchó pronunciar su nombre, varias voces, pero estaba primero el juego de pelota, que averiguar la razón de los murmullos que corrían de voz en voz.
Calculó unos minutos antes de que sonara el pedazo de riel que servía de campana para ir al baño, arreglarse un poco y correr al lugar donde escuchó por primera vez su nombre a hurtadillas.
Una acción de reconocimiento público puede catapultar a un niño.
El largo pasillo que unía las tres aulas del costado occidental del colegio, desde un mes antes, tenía colgado en la pared una cartelera del tamaño de una hoja de triplex, material que usaba el padre de Helmer para los trabajos de carpintería.
La hoja prensada de madera, debidamente enmarcada, tenía una cama de papel periódico formada por hojas pegadas sobre si mismas con engrudo, las cuales estaban forradas en lanilla del color opuesto al cielo que era el que representaba el partido político de quienes habitaban la localidad. La cartelera era la vitrina del periódico mural que el profesor de lengua castellana, religión y dibujo técnico, usaba para dar a conocer las creaciones de los alumnos. Cartelera que fue el resultado del trabajo de los alumnos del grado quinto de bachillerato, que era el último grado que en ese año, había en la institución.
“El campeche” como le tildaban los compañeros que vivían en el poblado que no tenía alcantarillado y los desechos humanos corrían a la par que las calles, se limpió de nuevo el frío sudor del clima. Miró las secciones del periódico mural. Y se fijó en la ultima, por el titulo que la encabezaba. La sección tenía un cabezote que decía: “Los mejores delineantes del Don Bosco”.
Por su estatura no debió pararse en la punta del tenis Croydon color azul que usaba para venir al colegio. Miró de arriba abajo como miran los maestros a los alumnos cuando revisan la formación en una izada de bandera. Desplazó su mirada de arriba a bajo como buscando esmeraldas en el río Minero. La sorpresa fue mas grande que su tamaño corporal. Sus nombres y apellidos estaban en la cartelera. Ocupaba el segundo puesto en la lista de los mejores delineantes del “Don Bosco” en 1975.
”MEJORES DELINEANTES DEL “DON BOSCO”
Raúl Heberto Puentes: Curso 1ro.
Hélmer A Martínez: Curso 1ro.
Alfonso A. Burgos: Curso 1ro.
Tomó aire. Levantó la cabeza. Frotó sus manos para secar el frío de la alegría. Miró a todos lados, y sintió que era el centro de las miradas. Y desde entonces comprendió que él era el amo de su destino y el capitán de su alma.
El estar en la lista de los mejores entre cinco grados, siendo él, del grado primero, y confirmar, luego que su maestro de dibujo había mostrado su cuaderno de dibujo como ejemplo de orden, limpieza, trazo, equilibrio, en el último grado del colegio, lo empoderó. Le catapultó la autoestima. Y desde entonces se propuso ser el mejor, no solo en dibujo, también en matemáticas convirtiéndose en el primer mejor bachiller del Colegio. Y desde entonces asumió que el ser creativo implica huir de lo obvio de lo seguro y lo previsible.
En una región de colonos. En un poblado sin luz eléctrica. En un lugar con un colegio semi-rural en conformación. No era conocido el dibujo técnico como una lúdica, pues era propia esa asignatura de Escuelas Industriales, en ese entonces. Pero fue esa asignatura la que le permitió perder el sobrenombre de “campeche”, y desde entonces, le llamaron Helmer , su nombre de pila.
Su nombre significa ingenio, astucia, mensajero. Por la fecha de su nacimiento es una persona emotiva que ama lo que hace y lo defiende con firmeza. Ama el color y las proporciones. Ama lo complejo y lo elevado. Ama lo que siente y presiente. Se expresa en linea recta y brinda atención en los detalles. Helmer es un emprendedor nato, como pocos que encontré en las aulas en mi labor como maestro.
En reciente misiva enviada afirmó que el asunto de la pobreza no es dar el pescado. Es enseñar a pescar y esa enseñanza es función de los padres de familia y los maestros. Por eso si se desea un país en desarrollo, en el magisterio deberían estar los mejores bachilleres.
Helmer encontró estudiando, un trabajo que muchos maestros castigan, y colegios califican en el manual de convivencia como una prohibición.
Él, en las noches, a la luz de tres velas, replicaba planchas de dibujo y paginas del cuaderno de la misma asignatura a estudiantes de todos los grados. Empezó cobrando 3 pesos y la demanda del servicio, lo instó a incrementar el servicio a 5 pesos.
Con los ingresos por el trabajo a escondidas encargó la caja de instrumentos y el libro guía del maestro de dibujo y se enfrentó en los tiempos libres a convertir los minutos en pesos que pagaban los estudiantes de los diferentes grados que les daba pereza usar el tiempo como inversión a su favor e intentar hacer las planchas de dibujo.
Su maestro de dibujo, que siempre supo que él hacia las tareas a los compañeros, nunca le recriminó por la sencilla razón que ese maestro, cuando estudió, lo logró hacer con el fruto se su propio trabajo que hacía precisamente en sociedad con el colegio, haciendo papelería impresa, gracias al profesor de tecnología y taller.
Estas imágenes forman parte de la historia de quienes integraron la primera promoción del Colegio Don Bosco de la Belleza, Santander. En la primera, un grupo de amigos celebrando el grado. Y en la segunda, los graduandos posando con el diploma que el mismo Hélmer Martínez Barbosa, hizo a mano, pues no había recursos en las familias para mandar tipografiar los cartones.
Hélmer Martínez Barbosa se hizo bachiller en la primera promoción del Colegio Don Bosco de la Belleza en 1980. Se convirtió en el primer estudiante de esa institución en iniciar estudios de arquitectura en la Universidad Nacional de Colombia.
En la foto, la primera promoción del Colegio de la belleza. De pie, de izquierda a derecha: Luz Dary Santamaría (Primera Promoción) Nancy Ariza (Estudiante del Don Bosco) Luz Marina Sánchez (Primera Promoción) Mariana Ariza (Estudiante del Don Bosco) Darío Alfonso Ariza (Primera Promoción) Nuria Leonor Perez (Primera Promoción) Adolfo Quitián (Estudiante del Don Bosco)
En la fila sentados y de izquierda a derecha están: Hélmer Martínez (Primera Promoción) José Manuel (Profesor del Don Bosco) Josué Orlando Villamizar R. (Rector del Don Bosco) Tito Julio Mateus (Primera Promoción)
Una imagen del recuerdo en la que Helmer Ramiro Martínez Barbosa, aparece, como en otras, sonriendo, pues siempre ha visto la vida con entusiasmo.
Helmer, desde los E.U. se puso en la tarea de encontrar a quienes integraron la primera promoción del colegio de la Belleza, con quienes logró donar un computador para la institución y armar el siguiente directorio que uno a esta publicación para mostrar que todo lo que se propone el hombre, lo logra cuando se hace como amor.
Dario Ariza..................... 320 200 7305 José E. Ariza................. 320 857 1047
Flor Forero..................... 319 271 5615
Cecilia Franco................ 310 318 5689
Rosa Gutiérrez............... 312 446 8329
Wilson Marín.................. 320 343 6878
Hélmer Martínez............. 847 456 7686
Tito Mateus......................320 277 8433
Nuria Pérez.................... 310 884 4516
Nilsa Quitian….. ........... 312 442 1595
Luz Marina Sánchez.......315 385 2145
Luz Dary Santamaría.....311 535 9304
Nauro Torres Quintero...317 857 2848 ( fui incluido en esta lista como deferencia de Helmer)
Arnulfo Bareño M.......... 319 324 7735
Ever Pineda.................... 314 447 2737
Gerardo Piñarte..............312 386 1478
Argemiro Gaitán.............320 274 0118
Estudiaba con empeño y con sacrificio, pero tenía una responsabilidad familiar por ser el mayor de la familia. Responsabilidad que se incrementó al caer la madre a la cárcel de Berlín, sindicada de un homicidio. Se la ingenió para venir a visitar a la madre cada mes. Y cuando lo hacía, iba hasta Charalá y compraba miel de abejas que vendía en las calles de Bogotá para cubrir los gastos de viaje y dejar algún dinero a su progenitora.
Pero en el país del Sagrado Corazón, nadie es inocente hasta que no se pruebe. Y para probar se requiere de un profesional en derecho, expertos en aprovecharse de los sindicados.
Helmer acudió al político mas cercano, quien le pidió unos millones, no imaginados por el duplicador de planchas.
Pero cómo conseguirlos para probar la inocencia de la madre?.
No había que vender. ¡Oh si¡, no había en la familia interesados en hacerlo.
Acudió al tío materno que era su referente, quien le propuso que se fuese con él a trabajar a E.U. Allí trabajaría por horas, obtendría el dinero necesario para pagar un abogado defensor y continuaría sus estudios.
Por las buenas notas en el colegio y en la universidad, logró la visa de estudiante, ingresando becado a una universidad de Miami en donde debió cambiar de carrera empezando la ingeniería de diseño de maquinas y trabajando haciendo sándwiches, logrando en pocos meses enviar la millonada al abogado, quien demostró la inocencia de la madre ante el jurado de conciencia en los estrados judiciales en el Socorro, Santander.
Elmer viene trabajando desde casa en los últimos 25 años en diseño de maquinas ultrasónicas que inspeccionan las partes de los satélites que La NASA y BOEING envían al espacio para usos diversos y para empresas diversas, (http://www.da-lite.com/ http://www.haumiller.com/aerosol-machinery.html http://www.sonoscan.com/ https://www.youtube.com/watch?v=AxSd1QNGX2U&list=PLFwbwKb4BloFIay0A8x8JHL866RVC1Jer&index=5 https://www.youtube.com/watch?v=PoPMa-eif58).
Compartió sociedad en una empresa para igual fin, siendo luego único socio. A principio del presente siglo incursionó por estática en el mercado de venta de tarjetas para minutos que ha diversificado con el diseño y venta de aplicaciones para la venta por recargas en varios países tercermundistas. En la crisis de la burbuja inmobiliaria que se dio hace unos años en los E.U. identificó otra oportunidad de negocio y esta incursionando en la finca raíz como consultor con licencia para orientar a los latinos en la adquisición de vivienda en el país del norte. Desde 2.017 trabaja para Amazon, siendo el único latinoamericano en la planta principal.
Quien es agradecido, atrae bendiciones.
Hace diez años, sobre las nueve de la noche de un domingo cualquiera, entró una llamada internacional a mi residencia. No acostumbro contestar llamadas a desconocidos. Pero esa noche entraron dos llamadas que recibió mi hija María Paz que, a la segunda, me instó a contestarla porque era el mismo señor que llamada desde Chicago. E.U.
Por curiosidad contesté la llamada que se originaba en la tercera ciudad mas poblada de E.U. Escuché una voz con un lenguaje español pausado.
-Soy Helmer Ramiro Martínez Barbosa - dijo.
-Su alumno de dibujo técnico del Colegio de la Belleza en 1975 y 1976 -agregó.
-Lo llamo para agradecerle todo lo que hizo por mí siendo su alumno. – Afirmó.
-Necesité 31 años profesor para comprender el efecto de esa inyección de autoestima me me diste al colocar mi nombre en la cartelera re-conociéndome como el segundo mejor dibujante del colegio- Reiteró.
Me sorprendió el lugar desde donde se originaba la llamada y el motivo de la misma.
Habían transcurrido tres décadas , pero reconocí, por el tono de la voz, a quien me hablaba con entusiasmo por haberme ubicado, pues llevaba varios años intentándolo por internet, hasta algún fin de semana, llamando a un hotel de la ciudad de San Gil, preguntó a la recepcionista, si me conocía, recibiendo una afirmación, pues quien le contestaba, también había sido alumna en esa ciudad. Ella suministró mi numero personal.
-Le saludé por el nombre. Platicamos horas. Y desde entonces, cada año, por marzo a diciembre recibo desde Illinois, una llamada de mi alumno Helmer Ramiro Martínez Barbosa, llamada, que se sabe cuando principia, pero no cuando termina.
HELMER, UN SER HUMANO QUE TRASCIENDE
Casado con barranquillera, padre de una doctora, Helmer lleva en su alma los paisajes y las comidas de su tierra, La Belleza, Santander, a la cual volveremos, con la licencia del Creador con motivo de los 50 años del colegio a entregar a nombre de la primera promoción un computador, la herramienta que reemplazó el cuaderno y el lápiz en el mundo conectado y globalizado que estamos viviendo.
Helmer es una persona excepcional en todas sus dimensiones, razón por la cual difundo su historia en pocas palabras porque como él, hay colombianos que hacen patria desde donde se encuentran, y aunque sus paisanos no lo reconozcan aun, es una persona que ama a su patria chica a la que regresará solo por el gusto de compartir unas horas con los compañeros de la promoción, tomarse un tinto con natas, desayunar café con leche y envuelto, almorzar gallina con arracacha y tomarse un par de jugos de mora natural, pues media libra de esa misma mora proveniente de México le cuesta la módica suma de 15 dólares.
En su ultima llamada telefónica por mas de tres horas hablamos de su vida con sus luchas y logros. Confesó que él es el resultado de la formación recibida con los abuelos, del amor de los padres, de sus maestros, y en especial, de su empeño por ser un buen ser humano.
De nuestras charlas plasmo las siguientes enseñanzas.
- El fin de todo trabajo no el dinero.
- Es la satisfacción por lo que se hace.
- El tiempo es oro.
- Es pobre quien no sabe aprovechar el tiempo.
- La mejor inversión de los padres con los hijos
- es apoyar a los hijos en la educación.
- Todo lo que se haga, que se ejecute porque gusta y produce
- satisfacción. El dinero llega por añadidura.
- El cambio es una ley permanente.
- Quien no cambie desaparece sin dejar rastro.
- Las universidades forman empleados.
- La vida forma emprendedores.
- Hay que suscitar eventos de creatividad en los niños y jóvenes y empoderar a quienes no hacen lo mismo.
- Hay que formar desde el hogar al niño para trabajar en equipo. Para trabajar en comunidad.
- Es la dimensión del hombre la que nos hace seres de la historia.
- Es rico quien comparte la riqueza, dejando que los otros ganen.
- Toda acción de emprendimiento que surja de los niños o los jóvenes debe apoyarse. No castrarse.
- Para reconocer el impacto de las enseñanzas de los padres y
- los maestros, se requieren décadas.
- Pero las buenas acciones perduran en el tiempo.
NOTAS:
Si usted tiene una historia por contar, ya sea suya o de un conocido, con gusto la escribo para compartirla.
Si usted, al leer esta historia, le produjo alguna emoción, comparta, y por favor, deje un comentario en el blog y de una valoración con los click que aparecen al final de cada relato.
Su opinión ayuda a mejorar los próximos relatos.
Nauro Torres, mayo de 2.014
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