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miércoles, 10 de febrero de 2021

CASTAÑOS OJOS: Poema de Nauro Torres Quintero

 

"La cara es el espejo de la mente. 

Y los ojos sin hablar confiesan los secretos del corazón".

San Jerónimo.

NAURO TORRES 

2.020

D.R.A.

Dos luceros brillaron en el bosque;

su resplandor, alteró mi inocencia,

y escondí mis miradas en la timidez.

 

¡Sus castaños ojos lindos,

los cerré al morir ¡


Centellearon esos ojos, otra vez,

en el sendero que salía al camino;

para evitar las preguntas de sus miradas,

las mías se escondieron en el falso del potrero;

y mis pies, cual duende, se despeñaron

de piedra en piedra en el camino real.

 

¡Sus castaños ojos lindos,

los cerré al morir ¡

 

En el recreo de la escuela, los evitaba;

al regreso a casa, las niñas, partían primero;

yo, retornaba pensando en ella

con la esperanza de ver relumbrar sus ojos, otra vez.

 

¡Sus castaños ojos lindos,

los cerré al morir ¡

 

Su piel blanca descollaba el diamante de su rostro;

su lacio cabello largo y negro, la protegía;

sus pestañas atezadas escudaban

sus monumentales vistas;

fanales marroncitos inquietaban mis nervios.

 

¡Sus castaños ojos lindos,

los cerré al morir ¡

 

Frente a frente nos encontramos, sin pensar;

me vi pintado en sus ciclopes iris marroncitos;

el verde del follaje y el rojo del ocaso estaban fusionados;

el violeta de las flores y el amarillo del sol lucían amalgamados;

el azul del cielo y el naranja del amanecer

pintaron sus ojos jóvenes del marrón

que se apropiaron de mí, desde entonces,

para mirarme siempre en ellos

y contemplar desde el espejo de su alma,

su esencia misma.

 

¡Sus castaños ojos lindos,

los cerré al morir!

Sus miradas, sus caricias y palabras

fueron las buenas noches, por años compartidos;

en cada amanecer, sus ojos, atisbaban los míos,

mirando juntos, la belleza del convivir.

 

Juntos contemplamos el milagro de la vida

y los dos velamos el dormir y el despertar

de los frutos del amor.

 

Los vimos aprender a caminar

y los contemplamos planear, cual gaviotas;

en el inmenso mar, tras el horizonte

que cada uno fue construyendo en su andar existencial.

 

¡Sus castaños ojos lindos,

                                         los cerré al morir!

 

El 28 simboliza: el equilibrio, la armonía,

el servicio a los demás, la empatía,

La adaptabilidad, el propósito de la vida,

 la misión del alma, el logro, el conocimiento

y la sabiduría interna.

 

27 años vivimos fusionados;

y en un anochecer, marrón y tétrico

del noviembre del 2.000,

sus castaños ojos lindos,

¡los cerré al morir ¡ 

martes, 2 de febrero de 2021

Hortelanos de la paz, artesanos “del otro”: Poema de Nauro Torres Quintero

"No es posible mantener la paz usando la fuerza;

solo puede conseguirse mediante la comprensión"

Albert Einstein 

                

Por Nauro Torres

2.020

D.R.A. 

Las praderas, zarzales, montes, y ojos de agua;

 los animales y aves eran para todos, y de ninguno.

 

La palabra, el trueque y los senderos,

nos congregaban;

las flechas, las cerbatanas y las trampas

eran herramientas de caza en la familia.

 

Las lagunas, ojos de agua,

páramos y bosques

representaban nuestros dioses;

a ellos rendíamos tributo y respeto.


A nuestros caciques y sacerdotes

les ofrendábamos en oro y esmeraldas, joyas;

exclusivas para uso ceremonial.

 

A los visitantes los recibíamos con regocijo,

eran siempre bienvenidos;

Si había comida para unos, había para todos, comida.

 

Por yanaconas avasallados y amenazados

les mostraron nuestras rancherías y cacicazgos;

 aparecieron por el rio opón,

otros por el camino que unía a Colombia con Venezuela.

 

En retribución a la hospitalidad

Galeano y Alfinger, impusieron su rey, su religión,

demandando nuestras tierras y mujeres.

 

Los caciques Saboyá, Tisquizoque, Chancón y Guanentá

junto con miles valientes

ofrendaron sus vidas por la libertad

entre 1.536 y un siglo más.

 

En 1.781, los descendientes de guanes y muiscas

se levantaron contra el absolutismo y aristocracia española.

 

Por días y noches caminaron

a Zipaquirá en más de veinte mil;

el ungido de la mitra y el báculo,

capituló con los comuneros.

 

El obispo fue nombrado virrey

y usando el poder sobre los adoctrinados

desplegó persecución, muerte,

apropiación de bienes, destierro,

maldijo a la descendencia

y sembró sal en sus viviendas.

 

Al que no creyó en las bondades del prelado,

con yanaconas, apresó;

y fusiló en Santafé;

Galán el comunero, su cuerpo 

 fue incinerado sin cabeza y extremidades;

a éstas mandó exhibirlas

en pueblos comuneros

donde se habían levantado

 contra el rey y el mal gobierno.

 

Transcurrieron 29 años y los descendientes del común

se levantaron otra vez;

en cada población amedrantada se conformaron guerrillas;

 tenían como estrategia, retrasar los refuerzos

      al ejército español de Barreiro.

 

Bolívar y Santander liberaron a América

del imperio español;

pero los criollos asumieron mañas dominantes

y han gobernado desde 1.819 con guerras internas

y persecución a quienes piensen diferente.


 

201 años después, Colombia adolece de paz;

ochenta años en armas, desplazados y agredidos

 se levantaron para hacerse escuchar;

pero el régimen con las armas

la vida va apagando sin piedad.

 

Mas de un siglo cumplimos los colombianos

desplazándonos de un extremo a otro

escondiéndose en la selva

para volver a empezar.

 

Primero fueron mis ancestros,

luego mis bisabuelos y abuelos,

luego mis padres y tíos

escondiéndose en los pliegues de las montañas

para descuajar selva y surgir otra vez

sembrando comida y paz.

 


 

Para poder ir a la escuela tuve que ir a la ciudad,

mis hijos para especializare

al extranjero fueron a dar,

por oportunidad laboral,

en cada país enraizaron;

pero llegaron persecuciones

y al país regresaron para volver a comenzar.

 

Las utopías se reencarnan

y seguimos soñando mas

que el don más precioso

es la vida y el respeto a los demás.

 

Aun seguimos trabajando

para trenzar la paz hilando con esperanza la justicia social;

hilando solidaridad,

tratamos con hermandad para urdir los acuerdos de paz

y lograr al fin, vivir en comunidad con equidad.

extirpando el egoísmo y la individualidad.

 

Usando un lenguaje conciliador,

respetando al otro, sin violentar;

 empeñados estamos muchos

en enlazarnos con iguales para tejer hermandad

y soñar por fin vestir con la ansiada libertad.

 

 

 

 

 

 

 

martes, 15 de diciembre de 2020

Las hogueras y velitas


Desde el 5 de diciembre de cada año, los varones empezaban a juntar leña seca en potreros, cafetales y bosques. Se destroncaban los tallos de los arboles gorgojados por los años, y los niñ@s recogían chamiza seca. La energía calorífica natural se arrimaba en el montículo de tierra mas alto cercano a la vivienda. El padre de familia, desde el mediodía del 7 de diciembre sacaba el tiempo para trabar los palos secos cruzándolos sobre si mismo formando un cuadrado sobre el cual se armaban pares hasta lograr una altura igual o mayor a la persona mas alta de la familia.


Entre los palos cruzados armónicamente sobre si mismos como un castillo mágico, los hijos de la familia, sin distingos de edad, iban anidando: chamiza, helecho seco, paja seca y hojarasca entre los leños semejando un coito consumado por las brasas que luego saldrían en humo convertido en oración al Todo Poderoso como signo de agradecimiento por el año transcurrido con trabajo y salud.

En la cocina de leña, la madre de familia y la hija mayor preparaban las viandas que se consumirían a la luz de la candelada y en la fiesta de “la santa pura y limpia”, la fiesta de guarda a la virgen de la Concepción, tradición sembrada por los doctrineros, monjes franciscanos que cumplieron su misión evangélica en la época de la conquista española en las tierras que fueron dominio del cacique Saboyá hoy provincia de Vélez, Ricaurte y Occidente de Boyacá.

Nosotros los niños rogábamos que el sol se ocultara rápido en el poniente y la montaña que se lo tragaba se pusiese roja mientras nos cobijaba la oscuridad. La lobreguez no nos causaba miedo; al contrario, la mirábamos con alegría y jubilo, pues insistíamos a nuestro padre que prendiese la hoguera para iniciar las vísperas. 

Conocíamos la luz que producía la candileja nutrida con petróleo, la del fogón y la de las rocerías, previas a las siembras, mas no la luz generada por la hidroeléctrica de Puente Guillermo construida por alemanes nazis que en la década del cuarenta del siglo pasado llegaron a Puente Nacional a esconderse. Esta luz la podíamos contemplar en las noches claras desde una de las cimas que rondan este pueblo cuna de la guabina santandereana.

Antes de las siete de la noche los campos se convertían en pesebres. En cada hogar ardía un arrume de leña seca y cada familia rezaba con jubilo junto a la fogata santa con la cual se empezaban las fiestas navideñas.

En 1.968 electrificaron la vereda Jarantivá. Y tras ella, desaparecieron las lámparas Coleman, las candilejas y candelabros, las espermas de cebo y las candeladas de los siete de diciembre empezaron a extinguirse en el seno de las familias campesinas.

La fiesta de la santa y pura y la hoguera familiar en honor a la Virgen de la Concepción, fue reemplazada por la noche de las velitas, ya no de cebo sino de cera. Cada miembro de la familia recibe una docena de velitas que a la par prenden los miembros de la familia en el corredor de la casa cumpliendo el rito de ofrecer una vela por las intenciones de los ancestros, los mayores y demás miembros de la familia sin descuidar las intenciones personales.


Eco Posada La Margarita, diciembre 7 de 2.019.


martes, 24 de noviembre de 2020

La mosca Nicasia

 

Al mirarla distante y de frente semejaba un bulto de vasijas de barro arrumadas entre una mochila de fique; Al contemplarla distante y por el dorso se veía andar mesurado y lentamente un montón de ollas de barro encarradas de mayor a menor volumen. Al verla de perfil semejaba una canguro cargando en el lomo un bojote de leña larga.

                
 
  Festival de cargueros en Ráquira.

De cerca era una mujer de estatura media, tez blanca, ojos cafés, nariz remilgada y rostro con una belleza natural propia de las damas del reino. Usaba sombrero de fieltro con ala corta; debajo de él, descolgaba un pañolón negro tejido con hilo negro brillante que cubría el delantal negro con flores blancas de abotonar a la espalda que junto con la falda de algodón color azabache iba hasta los tobillos, mientras el pañolón solo cubría la humanidad hasta las rodillas. Asegurando el pañolón, guarecido por el sombrero, sobre la frente caía un pretal tejido en fique cuyas dos puntas abrazaban la mochila y soportaban el peso de la carga de ollas facilitando el equilibrio de la carguera para no caer en el camino real de las ollas y la miel. De la mano derecha pendía un canasto tejido en chin, y en él, entre paja seca posaba una canastada de huevos rojos de gallina casada. En la mano izquierda el gemelo canasto, rebosado de arepas, quesos y amasijos de maíz debidamente envueltos en paños de algodón colorido. Los senos de la caminante silenciosa estaban escondidos bajo una blusa de seda rosada que se ahogaba bajo una atravesada manta de hilo que unía a la criatura con la madre en una unidad armónica que pocos imaginaban que en el regazo adherido llevaba al menor de los hijos que alimentaba ocasionalmente con leche materna. Y arriando, iba un manso jumento cargado igual con vasijas de barro para intercambiar en el mercado por yuca, plátano, miel, panela, naranjas y pomarrosas, tal como lo hacían los antepasados indígenas muiscas que los cronistas españoles que acompañaron a Gonzalo Jiménez de Quesada denominaron, moscas por la cantidad que encontraron poblando a la provincia de Vélez y las sabanas cundiboyacenses.

Como Nicasia, otras decenas de mujeres moscas bajaban desde Ráquira hasta Puente Nacional cada domingo por el camino de las ollas y la miel formando una procesión como mi padre se imaginaba viendo a las benditas almas acompañándolo por el mismo camino cuando regresaba del mercado, beodo, ya a pie o a caballo.

Los muiscas eran matriarcales; era la madre quien trasmitía la línea de sangre a la descendencia. Era quien hacia la labranza e intercambiaba los productos; y desde entonces son ellas quienes hacen el mercado y venden las verduras en las plazas, actividad que aun se puede apreciar en las plazas de Vélez, Moniquirá y Chiquinquirá.

Los blancos, aristócratas y encomenderos en la época de la colonia se referían a los indígenas como perezosos y holgazanes, No reconocieron que para los nativos de estas tierras el trabajo no era una mercancía; el descanso, la diversión, la parranda y las obligaciones religiosas tenían prelación sobre el tener para acumular y el trabajar para otros.

 

Puente Nacional, Ecoposada La Margarita, noviembre 1º de 2.020.

martes, 17 de noviembre de 2020

De la cuna a la cama doble

Me regalaba dulces que mis padres no me podían comprar. Me obsequiaba tenis que yo soñaba en usar, en vez de chancletas. Le daba a mi madre dinero para que me comprara vestidos, jardineras y ropa interior para ir al colegio. Me trataba con dulzura y cariño que mi padre me negaba o no podía ofrecerme. Algunas veces, notaba que teníamos hambre y dinero le suministraba a mi madre sin que ella lo solicitara. A mis hermanos, ocasionalmente los auxiliaba económicamente.

Carlos se fue metiendo en nuestras vidas, y mas en la mía, sin darnos cuenta. Era mayor que yo, veinte años.

Era muy bien hablado, instruido y respetuoso. Mientras ocurría mi niñez y pubertad no le vi trabajar ni supe donde lo hacía. Él decía que era trabajador social y la pasaba viajando en asuntos de negocios, reuniones con sindicatos y obreros de industrias.

Transcurría 1.970, año en el que le robaron las elecciones al general ® Rojas Pinilla. Estaba cursando noveno grado. No había cumplido los catorce años, ni me había llegado la menstruación por primera vez, pero soñaba con Carlos y anhelaba sus bondades y detalles; en especial, las galguerías que me ofrecía ocasionalmente.


Me propuso que si podíamos ser novios. Por curiosidad, le dije que sí. Meses después, él hablo con mi madre solicitando mi mano para casarnos. Y ella, mi madre, tal vez para ahorrarse un comensal menos en casa y menos gastos en el colegio, accedió a la petición.

Él dijo que lo habían trasladado a barranquilla. Y como mi madre ya había consentido el matrimonio, yo me fui con él a esa ciudad. Allí nos casó un cura amigo. Y al año, ya tenia mi primera muñeca. Una muñeca, pero de verdad.

Vivíamos en una pieza. Yo me dediqué a muñequear mientras Carlos trabajaba. Nunca supe en qué. Y nunca le insistí en saber cómo cuando le conocí en Bucaramanga. Me importaba que trajera dinero para el mercado y nos prodigara el vestido y lo necesario para cuidar a María Paz.

Carlos tenia mucha experiencia, en todo. Me enseñó de todo. Desde cocinar hasta vestirme. Desde bañarme hasta ponerme bonita. Me instruyó como ser una buena novia, ama de casa, una esposa, y una apasionada amante.

Un año después llegó mi segunda muñeca, sin estarla esperando. Le registramos como Vanesa. Él me insistía en que debía cuidarme, y yo pensaba, él es el mayor; es quien debe cuidarme. Después me hizo saber que debía cuidarme en quedar nuevamente embarazada. Y así lo hice cuando ya teníamos dos bellas alcancías.

Diez años después, Carlos no regresó una noche a la casa. Pasaron varias semanas para enterarme que estaba en Ecuador. Había huido a escondidas porque las fuerzas militares del Estado lo estaban buscando. Fue entonces cuando supe que era un cuadro del M-19.

No tuve otra opción que seguir sus pasos, pues el movimiento me continuó ayudando con los gastos de las niñas, que las confié a mi madre. Recibí formación política y militar y estuve en el monte varios años, ya en Santander y en Cauca.  Vi morir a compañeras y compañeros como yo que luchábamos por un sueño de ver a Colombia regida por una autentica democracia cuyo gobierno actuara en pro de todos.

Ha transcurrido medio siglo. Mis hijas crecieron en el exilio. Y yo, ya amnistiada conseguí un trabajo estable; terminé el bachillerato, me profesionalicé y ejercí como madre cabeza de familia.

Fue con los años que comprendí que no tuve adolescencia, menos juventud. Me maduré a golpes y fui madre, tal vez igual, o tal vez, peor que mi madre. No hubo un ser humano que me explicase que una niña crece durmiendo en una cuna y luego de hacer la primera comunión, si los padres están empeñados en formar a una mujer, tiene el derecho de dormir en una cama sencilla y sola. Pero una es víctima de sus decisiones. Yo pasé de la cuna a la cama doble. Y hoy, 50 años después comprendo que no viví las mejores etapas de la vida de una mujer: la preadolescencia y la adolescencia. No me preparé para ser esposa; menos madre. Y en la vida, uno recoge lo que siembra. No todo en la vida es sexo y diversión. Ambos, con los años dejan de ser importantes. Lo son mas los recuerdos gratos, y lo son menos. los sinsabores y desatinos.

 

Puente Nacional, Ecoposada La Margarita, noviembre 02 de 2.020

NAURO WALDO TORRES QUINTERO

T.P. 4650 DEL MEN

El parasitismo del plagio intelectual

  El apropiarse de los méritos de otro u otros, el copiar y usar palabras e ideas de otros y sustentarlas o escribirlas como propias y usa...