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viernes, 15 de enero de 2016

BAHIA DE HA-LONG, UN PARAISO VIETNAMITA

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Cuentan los mayores que los habitantes de esta región lluviosa del sudeste de  Asia, luchaban contra los invasores chinos, y el emperador Jade, imploró ayuda a su Dios, quien envió una familia de dragones a ayudar a los locales para vencer a los intrusos ambiciosos en expandir su territorio imperial. La familia de dragones usaba como municiones las perlas y el jade. Los dragones se posicionaron de esas tierras codiciadas por los chinos y en sus movimientos guerreros con sus largas colas  hundieron en partes la tierra que fue esposada por el agua y las joyas al chocar con las embarcaciones chinas,  se convirtieron en mas de 2.000 islas e islotes en una extensión igual a 1.500 kilómetros cuadrados convirtiéndose en murallas de jade en las que se estrellaron las naves invasoras terminando derrotadas y en el fondo del mar. Con esta leyenda escuchada de un mayor en esas tierras maravillosas, se narra la formación del golfo Tonkin ubicado en la provincia de Quang Ninh al nordeste de Vietnam, mas conocido hoy en Colombia, como la bahía de ha-long precisamente porque allí fue la primera meta del realyty de caracol tv y porque de ese paraje guardo gratos recuerdos de mi periplo por Asia.


Atardecer en la bahía

Por su exuberancia, por su formación rocosa irregular, por los contrastes entre lo plano y lo abrupto, lo bello y lo misterioso, lo pictórico y lo natural, lo raro e intrigante, Bahía de Ha-long es un contraste natural colorido, razones suficientes para reconocer el significado de su nombre que en la lengua nativa significa “el dragón descendente”.
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En aguas de Ha-long nos deleitamos de la exuberancia natural.
La bahía de ha-long está a 170 kilómetros de Hanoi, la capital del pais, distancia que se hace en dos horas en un servicio particular de lujo al nivel del controvertido servicio Uber. El viaje a la bahía, para quienes lo hacen por placer, por curiosidad, es un gusto inevitable por la bella y sencilla razón que en el 1994 fue declarada por la UNESCO, patrimonio de la humanidad y en el 2011 como una de las maravillas del mundo.
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Zarpando en lancha para tomar el barco que nos haría el recorrido por la bahía y en el  que se pernoctaría deleitando platos de mariscos a precios de un un almuerzo ejecutivo colombiano.

Como latino nacido en la década del cincuenta y estudiante en la siguiente, la lucha librada por el pueblo vietnamita, inicialmente contra los chinos, luego contra los franceses y luego contra los E.U.,  la valentía de ese pueblo distante de Colombia al otro lado del mundo, era para mí, motivo de admiración y respeto gracias a las publicaciones  que llegaban a los colegios y universidades publicas por los vasos comunicantes de la izquierda nacional.

Nunca soñé conocer las bellezas de este paraíso del nordeste asiático, pues en mi memoria estaban las imágenes de la lucha que libraban los nativos desde finales del siglo XIX para liberarse del yugo colonial que, al ser impuesto, generó toda una conciencia nacional para revalidar la lengua, el folclor, y el patrimonio de la Nación, y prevalecían esos sentimientos  tercermundistas que un país pobre, pero digno, había derrotado a los imperios de los recientes siglos.

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Los ingresos por el turismo crecen año a año, y el país, viene mejorando vías, puertos y conservando centros vacacionales, así como playas en las que se han implementado fabricas de confecciones y marroquinería en las que confeccionan piezas en pocas horas a los turistas como copias de las reconocidas marcas mundiales.
En las oportunidades de viajar ya había conocido a los franceses en un fugaz viaje a París proveniente de Alemania a donde había asistido a una feria internacional de las Artes gráficas; al observar a los franceses encontré que gozaban de estatura, y en mi labor como maestro y agente social, también había conocido a americanos de pies grandes y tamaño para bajar naranjas, y aunque los provenientes de estos dos imperios, despreciaban a los hombres de baja estatura que se sientan como los micos y comen arroz con palitos, fueron precisamente, ellos, los vietnamitas quienes los derrotaron, inicialmente en la selva y en los sembradíos de arroz, y luego en las ciudades logrando la independencia total.

La sencillez, el calor humano, el respeto y admiración por los otros, la disponibilidad de ayudar a los desconocidos, aflora en los vietnamitas y no brilla en los nacidos en las potencias colonialistas.  

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Las bellezas naturales se pueden mostrar en fotografías que acompañan esta crónica redactada con motivo del realyty que Caracol empezó a transmitir en enero de 2016, pero en imágenes no puedo mostrar el arte y las costumbres de algunas de las 54 etnias que suman mas de noventa millones de vietnamitas, sin embargo describiré levemente la riqueza humana de los pobladores de este país premiado por su belleza natural por el Creador.

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En los barcos se ofrece buenos licores y comidas a la carta, así como espacios para la contemplación, el descanso y la parranda, y por el lugar en el que se desplazan los navíos, hacen de la estadía un recuerdo en yate.


Las técnicas artesanales, las  para labrar la tierra, dominar el agua, conservar los alimentos y el medio ambiente, han pasado de generación en generación como se puede apreciar en los artículos hechos a mano que tienen una calidad y una belleza particular. Los trabajos en bambú, plata, madera, cerámicas y porcelana los convierten en el contexto mundial en piezas únicas. La literatura es rica en narración oral, en leyendas, mitos y canciones populares en las que se entremezclan influencias chinas e indias, en especial, en los asuntos pictóricos y de religiosidad.
 
Las expresiones teatrales son coloridas, mezclan la danza, la música, el mimo y la declamación, siendo un atractivo el teatro de marionetas en el agua que se presenta en la capital en las que narran sencillas historias que agradan a niños, jóvenes y adultos.


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La mano de obra femenina es reconocida y se observa en todos los renglones. La fotografía muestra el contraste ente asiáticos que se protegen del sol y los occidentales que omiten el impacto de los rayos solares.
La indumentaria de las etnias son otro atractivo para los foráneos. Son tan diversas como las etnias convirtiéndose en una identidad nacional. Los vestidos usan telas en lino, algodón o seda; son tan coloridos como los paisajes y tan diversos en su uso según la edad y la ocasión para lucirlos.

 
Los vietnamitas son un pueblo tranquilo, pacifico y respetuoso; para ellos es muy importante su presencia, no la presentación. Por ese anhelo no se enfadan, no gritan, no alegan con las manos; porque al hacerlo, creen que pierden su presencia en el ahora, razón suficiente para mostrarse respetuosos ante cualquier problema, así se tenga la razón.  Es costumbre no tocar la cabeza de las personas porque reconocen que es la parte mas importante del ser humano. Saludar y despedirse de los  los mayores,  los monjes y visitantes inclinando la cabeza en señal de respeto juntando las manos sobre el pecho como hacen los católicos cuando entran el oración y quitarse el sombrero son costumbres que impactan a quienes visitan el pais.

Al entrar a los templos o a una casa, es costumbre despojarse de los zapatos e ir con ropa larga poco insinuante o ligera. Son faltas de educación tocar la cabeza al otro, sentarse en el almohadón donde las personas reclinan la cabeza para descansar, extender las piernas hacia los demás, colocar los pies sobre la meza y no responder a los saludos con las mismas flexiones.
 
Es costumbre protegerse del sol. Las mujeres usan sombrillas, y quienes usan motocicleta, siempre llevan tapabocas, mientras que los varones que trabajan en el campo, usan sombreros, camisas con manga larga y guantes.

En las calles de Hanoi observe que a los pobladores les agrada consumir huevos empollados los cuales ingieren succionando como si fuesen mamones. El consumo de insectos, patos, pescado, carne de perro y gato es usual en varias etnias, costumbre heredada de la guerra por la hambruna que se vivió,  así como los vegetales y la sopas que acompañan siempre con arroz. Las sopas de los vietnamitas son similares a las que preparan los tailandeses y camboyanos. Difieren de las colombianas en la forma de consumirlas. Mientras nosotros las tomamos con cuchara, las de ellos no se consumen, sino que en ellas se preparan los vegetales y carnes con bastantes hierbas aromáticas, los cuales se sacan con los palitos y se depositan sobre el arroz que siempre estará en una taza de tamaño pequeño y que se consume acercando la vasija a los labios y se come con los palitos que en manos asiáticas, se manejan con destreza y nobleza.


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El cultivo de perlas se aprecia en los 1.500 kilómetros de la bahía de Ha-long.






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Numerosas familias viven en sus casas-botes y derivan el sustento de la venta de perlas o del cultivo de peces


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Expresiones pictóricas vietnamitas se aprecian en galerías que abundan en las rutas turísticas .
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La mujer vietnamita considera el trabajo una expresión de dignidad, y por ende, no viven a la despensa del varón.
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Dos modelos de yates a disposición de los turistas.

Barcas operadas por mujeres; en unas ofrecen bebidas, en otras, artesanías, y el otras, viajes cortos a las orillas o cuevas que abundan con sus misterios en esta maravilla del mundo.
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Los integrantes de la familia Torres que visitamos a Vietnam, Tailandia, Camboya y China en el 2013.

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Las maravillas bajo rocas y en las rocas son otro atractivo que tienen las islas y los islotes que como murallas protegen y embellecen el paraje.
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Islotes de diversas formas y tamaños sobresalen como faros naturales sobre las aguas cristalinas de la bahía que ya ha sido violada por compañía petroleras.

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Los yates disponen de chef que ofrecen al gusto los desayunos o cenas a los turistas.

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El paisaje que fusiona la selva con las aguas ponen en blanco las mentes de quienes viajan por estos lares, aun no conocidos como polos turísticos masivos, sino como atractivos  exuberantes que atraen a turistas amantes de la soledad, la novedad, la rareza y el silencio que gozan con los viajes a bajo costo por la re-valuación del dolar frente a la moneda nacional.
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En los yates hay espacios para descansar, meditar y jugar.
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Una muestra de uno de los platos a disposición de quienes gozan de la comida del mar a un precio de una hamburguesa colombiana.

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Las perlas, joya apreciada por las damas, se cultivan y ofrecen a bajos precios en el periplo por la bahía de ha-long
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La fotografía muestra los diversos tamaños de las campanas que tienen los templos budistas que en vez de producir un tañer similar a las nuestras, el sonido que producen es profundo y ronco que invitan a la meditación y a la contemplación.


Parajes pintados por el Creador.



Vietnam es un país con tantos atractivos turísticos insólitos y con nacionales tan atentos y serviciales, que estando en el país, la tristeza acompaña la partida, mas cuando los costos, incluidos los de viaje y estadía, son inferiores a una semana en Cartagena, la perla de Caribe y los aprendizajes al inter-actuar con los vietnamitas prevalecen en el tiempo al comprobar el tesón de un pueblo que por décadas vivió en guerra, y luego de ellas, tomó la decisión política de convertirse en uno de los tigres asiáticos convirtiéndose en uno de los mayores productores de café, de pescado y en un país maquilador de empresas americanas y japonesas disminuyendo la pobreza en menos de tres décadas.

miércoles, 14 de octubre de 2015

Juan Rivera, el pintor de la cara triste y ajada.


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Sus mas de veinte mil cuadros pintados al oleo están colgados en aposentos de santandereanos y extranjeros. No fueron adquiridos en galería alguna, ni con promotores de arte, ni en exposiciones; quienes los compraron los tranzaron en las calles de San Gil, ya un medio  día o un atardecer, y su costo? unos cuantos dólares que el pintor recibió con agradecimiento al contar con recursos para comprar el sustento diario familiar.
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Así como sus cuadros gozan de diversos formatos, los precios oscilan según la necesidad de quien pinta todos los días entre dos y cuatro oleos con  motivos idénticos tomados de la observación o la imaginación; pero sus  bodegones lúgubres plasman elementos de uso que solo se esconden en las contadas guaraperías que gracias a  las dueñas, desaparecerán con sus dueñas.
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Propiedad de Nauro Torres

Los ollas, los ures, las vasijas viejas , los potes, las fogoneras de antaño y las frutas tropicales identifican al pintor de las guaraperías. Un ser humano de cara triste, traje café y barba ajada que al medio día y al atardecer baja desde el barrio mas pequeño y mas corto de San Gil que se construyó a la vera de un camino que trepa por detrás de los tanques que surten con agua la ciudad.
    Propiedad de David Suárez.

El pintor de la cara triste y barba ajada fue maestro de sí mismo cuando se descubrió que tenía habilidad para copiar y pintar con lápiz o lapicero en cuadernos, y para disimular la pobreza y  agraciarse con los compañeros de la escuela, pintaba lo que sus compañeros no intentaban, ni en la vereda en Barichara o en el estado de  Tachira-Venezuela- o en el mismo San Gil.
    Propiedad de David Suárez.

A los quince años empezó a usar las temperas y las acuarelas y hasta los dieciocho fue ayudante de construcción, oficio que interrumpió para prestar el servicio militar, retomándolo hasta los veinte tres años, edad en la vendió por primera vez quince cuadros en tres dólares, que fueron adquiridos por Pepita Torres, Blanca de Mantilla y Martha García, quienes se convirtieron en las promotoras boca a boca del pintor de la cara triste y barba ajada, quien antes de cumplir los 25 años recibió el único galardón que ha recibido consistente en un diploma que lo distingue como el ganador del primer concurso de pintura, HUELLAS DE SANTANDER organizado por el periódico JOSE ANTONIO con la anuencia de los pintores Augusto Ardila y Luis Roncancio.
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La venta de los primeros cuadros y el ser reconocido como el primer ganador del concurso HUELAS DE SANTANDER lo animaron a cambiar la carretilla y el cemento por los lienzos y los temperas, y desde entonces, deriva  con la pintura el sustento diario de la familia con ocho integrantes.

Los colores oscuros que priman en sus cuadros esconden el dolor de un padre que perdió a sus dos hijos varones por parálisis cerebral, la tristeza de un hijo que perdió a los padres antes de que cumplieran 62 años, la angustia de un padre y un abuelo que tiene en cada amanecer la angustia de traer el dinero para la comidita diaria para dos nietos, dos hijas y una esposa abnegada que lo ha acompañado desde siempre.
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Juan Rivera pinta en un  caballete que lo ha acompañado en los 32 años que lleva en el oficio. Lo hace desde sentado en un remedo de silla deseosa de estar en el basurero usando unas gafas culo de botella que por su vejez ayudan a desmejorar los trazos y esconder los detalles que en otrora hacían de sus obras una novedad, hoy repetitiva.
A los 55 años el pintor que tranza sus obras en la calle, en las cafeterías o los establecimientos comerciales, anhela seguir pintando obras por demanda para no sentirse presionado por el diario que debe llevar a casa sin descanso y sin ayuda familiar.
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Juan Rivera no es un pintor cotizado pero sus cuadros decoran numerosos hogares y oficinas de la ciudad y son un souvenir para quienes visitan la región provenientes del viejo continente. Es una persona que implora todos los días a Dios que le regale larga vida con vista y tacto para seguir pintando para comprar la comidita diaria que requieren la esposa y sus dos hijas y sus nietos y pagar los servicios públicos, así no alcance sino para un par de pintas al año. Es una persona que anhela no ser ni un hure, ni un chucho, tampoco una olla o una estufa de carbón para ser parte del olvido de quienes le aman o distinguen.

Cuando Juan Rivera ya no regrese a la zona histórica de  San Gil en las tardes a ofrecer calle abajo sus obras de arte, sus cuadros multiplicaran su valor en dolares, y entonces quienes ostentan una o varias de sus obras, se jactaran de tener en casa un oleo de Rivera a quien le recatearon el precio, sin pensar el artista necesitaba llevar comida a su hogar. 

Punte Nacional.     Ecoposada La Margarita, octubre 3 de 2015
NAURO TORRES Q. 



jueves, 1 de octubre de 2015

Al caer la tarde



Al caer la tarde te espere,
pero como otras tardes,
te esfumaste con el día.

La noche llegó con tus recuerdos,
tus recuerdos se esfumaron en penumbras,
formando en mis sueños
desde siempre, tu esbelta figura.

No estabas,
la seda de tu pelo acariciaba mi cara,
el terciopelo de tu piel cubría la mía,
tu blanco diamante perfumaba mi cuerpo,
los pétalos de azahar
de tus manos penetraban mi boca
tus labios aterciopelados
dominaron mi voluntad.


El cantar  de los toches y copetones mañaneros
despertaron mi ser.

No estabas.
El amanecer tomó las hendijas de la ventana,
y como siempre,
te esfumaste con los rayos del sol
que pintaron en el horizonte tu silueta.

No estabas en el día,
y como siempre,
te esperé al caer la tarde.




La Margarita noviembre 17 de 2015

jueves, 13 de agosto de 2015

María escondió sus pecados en una cueva.

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La violencia en Colombia no tiene sexo, ni edad, tampoco religión ni compasión. La violencia es como el lobo, dijo el poeta nicaragüense, Rubén Darío,  en el poema “El hermano lobo”:

bestia temerosa, de sangre y de robo,
las fauces de furia, los ojos de mal:
¡el lobo de Gubbio, el terrible lobo!
Rabioso, ha asolado los alrededores;
cruel, ha deshecho todos los rebaños;
devoró corderos, devoró pastores,
y son incontables sus muertos y daños.


Si, la violencia sigue devorando al colombiano del pueblo y del campo, unos por la que sufrimos hoy, y otros, por la que sufrieron ayer antes o después de nacer, es como si el colombiano naciera con la levadura del mal.

Esa guerra que cazaron los políticos de los cuarenta del siglo pasado, inició su vergonzosa bestialidad en el 46 cuando los mismos liberales radicales derrotaron en las urnas a Jorge Eliecer Gaitán, y posteriormente con su magnicidio,  los mismos liberales tomaron sus machetes y armas y se vinieron lanza en ristre contra los conservadores acusados de patrocinar la muerte del líder social ese 9 de abril conocido como el bogotazo, dividiendo los campos de Colombia entre los godos y los cachiporros.

Los segundos, nacidos en la vereda Cristales del municipio de Jesús María, Santander, Colombia, treparon las lomas desplazando a los godos que habitaban las bajas veredas del vecino municipio de Sucre; quienes se aferraron a la pobreza de sus ranchos fueron descabezados con machete, y muchos de los que huyeron por los improvisados caminos de colonización, cayeron acribillados por las balas que vomitaban a mansalva los matorrales de las lomas contra los inocentes vallados por los que huían despavoridos familias enteras con sus críos tratando de alcanzar las cimas de los montes fríos o las selvas sudorosas de las tierras calientes por colonizar a la espalda de la cordillera de los cobardes que nos divide a los santandereanos de las breñas y a los santandereanos de las fértiles tierras del Magdalena medio.


María vio morir a su padre degollado y exhibida su cabeza en un chuzo de palo en el camino que desde la vereda terminaba en el casco urbano de Jesús María trepando senda arriba tratando de alcanzar las nubes testigas silenciosas de la violencia entre hermanos originada en la década ultima del moribundo siglo XIX que pasó a la historia por tener Santander el único presidente desde la independencia.

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María vio como hombres sin pasamontañas pero con ruanas y sombreros se turnaban sobre el cuerpo indefenso y postrado de su progenitora, mientras la madre, impávida, gritaba a su pequeña hija que corriera sin descansar camino arriba a las veredas que viven en coito permanente todas las mañanas con las nubes en la cresta de la cordillera de los cobardes, que vista desde Boyacá, pareciera que es limite entre este mundo y el otro.

Ella, no supo cuanto recorrió. Solo recuerda que fue parte del día en que su familia dejó de serla por culpa del color azul y rojo de los partidos políticos en disputa en el país consagrado al Corazón de Jesús, y toda la noche por una trocha desconocida hasta quedar exhausta, al amanecer, en una ladera cerca a un rancho de la vereda Cuchina 2 del municipio de Sucre, en ese entonces, el mas extenso de Santander, cuyas tierras vírgenes fueron dadas por el Estado a los comandantes y soldados  sobrevivientes de la guerra de los Mil Días como contraprestación a los servicios al pedazo de  Nación conservadora de principios del siglo XX.

 

María fue socorrida por una familia del rancho a la vera del camino que unió, cual bejuco, a las lomas frías con las tierras cálidas de las vegas del rio Cuchinero que nutre el Suarez en tierras de Puente Nacional. Brindaron comida y calor humano, mientras aprontaban la bestia que cargaría las pocas pertenencias y trastos, para coronar la cúspide de la montaña y adentrarse en ella, en búsqueda de tierras para volver a empezar la chacra y  construir el rancho distante de la violencia partidista que se acrecentaba entre los liberales y los conservadores.

 

Esta familia desplazada, compuesta por los esposos y dos guambitos, acogieron a María. La convirtieron en niñera. Los cinco, luego de aprontar el piquete, arriar una vaca parida, una oveja y un can, tomaron camino hacia la Alta Mira, cerro tutelar del que se desprenden afluentes del rio Horta y la quebrada que le canta a las ventanas de Tisquizoque que adornan el acceso al casco urbano de Florián, región de Santander que esta entre las piernas del departamento de Boyacá poblado por liberales desde su colonización.

 

Hacia la hora nona llegaron a la ranchería del destino levantada a muñeca y brazo por una familia amiga que  se había desplazado antes y que trabajaba como aparcera en la hacienda La Moravia de propiedad de los Morales, predio extenso en proceso de conformación de praderas. Los Morales venían de Sucre y tenían extensas tierras que logaron convertirlas en productivas con el sudor de numerosas familias arrendatarias que iban llegando desplazadas por la violencia partidista, y fue en esa misma hacienda donde la familia recién llegada, encontró un lugar donde erigir el rancho, hacer huertas y tener una vida distante  de los rojos.

La niña María creció poniéndose volantona y guapa, siendo reclutada por la doña de la Hacienda para los oficios domésticos. Así como le aumentó el oficio y las responsabilidades, crecieron sus corpiños y sus perniles que lucían voluptuosos y misteriosos en  armonía con una cara de tez blanca y ojos verdes con una cabellera color miel que siempre estaba escondida en una gruesa moña que servía de cabeza para el sombrero negro que usaba cuando debía ir a recoger los terneros para el ordeño de cada mañana siguiente.

Sin padres, sin hermanos, sin familiares, sumisa, trabajadora y semejante a  flor de lis por su pureza corporal y espiritual, se convirtió, sin que ella lo percatara, en un objeto deseado por el hijo del patrón y jornaleros. Un domingo, cuando los patrones se habían ido al poblado mas cercano a misa, la abandonada María, fue virginalmente poseída por el hijo intermedio de los dueños de la tierra. Ella, en su inocencia, fue despojada de sus escasas vestiduras que cubrían sus intimidades, y como si se hubiese tomado un chocolate recién bajado del fogón sintió dolor y ardor dentro de su vulva, nunca contemplada, ni por ella misma. 

El hijo intermedio de los hacendados, simuló un ternero criollo, que por su misma naturaleza, es precoz y veloz. María la huérfana, María la muchacha del servicio, viendo sus ropa interior y sus inocentes piernas untadas de sangre, se acordó del momento en que los encapuchados degollaron al padre colocando su cabeza sobre un palo a la vera del camino, y sin pensarlo, desgarró sus calzones y los quemó por ser de color azul claro como el cielo a la hora del piquete diario.

 

Y como entonces, corrió y corrió por las praderas hasta las peñas que enmarcaban los pastizales, buscando refugio en ellas hasta el atardecer, cuando se acordó que tenía que cumplir la tarea diaria de recoger los terneros para que las vacas, al otro día, dieran tanta leche para llenar cinco cantinas de cincuenta y cinco litros. La patrona le recriminó la tardanza acusándola de estar coqueteando con alguno de los peones de la finca.


Transcurría el primer trimestre del 49, tiempo en  que el odio entre azules y rojos se tomó los corazones de los habitantes de los poblados y campos colombianos, casándose intrigas, peleas y muertes por el simple hecho de pertenecer a uno u otro de los partidos políticos en disputa.  

Los rojos colonos de las tierras de antaño, dominio del cacique Tisquizoque, treparon las lomas buscando a los azules que se habían asentado en fértiles tierras por las que transcurría el rio Moravia, quemando a su paso oscuro y nocturno, el incipiente caserío de iniciativa de algún soldado azul desplazado de una de las Chúchinas  veredas de Sucre. Los colonos sencillos, aparceros y propietarios, hacendados y pequeños propietarios, se unieron al filo de la peinilla para defender sus vidas, sus familias, sus tierras y sus labranzas.

Los filos se convirtieron en las líneas divisorias entre los bandos en disputa, y tantos los unos, como los otros, hacían guardia de día y de noche para impedir que los unos invadieran las tierras, ahora separadas por los filos. 

Los ataques a las casas de las  familias  ocurrían en las noches, y mientras hubo incertidumbre, odio y pelea, las mujeres de uno u otro bando dormían en guaridas desplazando a los búhos, a los guaches y  murciélagos, amos de la oscuridad y el misterio que desde tiempos de Matusalén, viven en las capillas que la madre naturaleza ha venido caprichosamente tallando en el silencio del tiempo.

 

La barriga de María empezó a abombarse, así como el susto de los habitantes de las regiones campesinas habitadas por unos y por los otros. La doña de la hacienda habló con María prometiéndole  continuar con el trabajo si se iba de la casa, hecho que coincidió con las noches aciagas en que muchas madres con sus hijos dormirán en las cuevas de la Peña Bonita. 

María, al igual que otras del genero, por muchas noches, fue a dormir en las cuevas escondidas entre  las columnas finalizadas en el cenit como testigas de los cambios climáticos. Ellas, se elevan al cielo con un sombrero verde posado sobre roca caliza que, al contemplarse desde lejos semejan capas de galletas puestas armoniosamente una sobre la otra como para contar los siglos transcurridos desde la erupción.

 

El conflicto disminuyó y las mujeres volvieron a dormir con sus esposos e  hijos en sus casas de tabla y zinc; pero María convirtió una de esas cuevas en su hogar. Allí, sola, cual juagara tuvo sola su primer hijo, y como armadilla salía a trabajar en lo que se le apareciera, retornando a la anochecer con comida para su primer cachorro, que   se relacionó con los animales del bosque. Un par de años después María quedó embarazada de un peón, y en esa época,  el tener un hijo sin padre conocido, era un pecado y una vergüenza social, y esta vez, actuó como la primera, fue madre y partera a la vez.  Y esta segunda criatura, creció en el mismo entorno que el primero, y con la prohibición de María, que tanto de día como de noche no podían alejarse de la cueva.

 

La violencia partidista obligó a los campesinos de uno y otro bando a exigir a sus elegidos al congreso  la apertura de vías carreteables, las cuales construyeron sobre los caminos, y las mulas  fueron reemplazadas por camiones y los caballos por un bus viejo que hacía la línea desde la Belleza cada día hasta Barbosa, Santander.

Jacobo y Guarrús se hicieron niños, y como todo niño curioso, donde oían ruido allí acudían a constatar que lo originaba. Un atardecer Jacobo no regreso a la cueva, y en la noche, María preguntó a su hijo menor sobre la suerte del hermano mayor, pero como el niño solo balbuceaba, indicó a la madre el sendero por el que había partido Jacobo. Al día siguiente María puso al hijo menor a buscar por el sendero al  hermano mayor, pero no lo encontró.  De regreso a la cueva, Guarrús caminó por las laderas y  encontró una trocha ancha, pelada de pasto pero poblada de piedras pequeñas y tierra; era tan ancha y tan larga que salía de una cúspide de la montaña y se descolgaba paralela al rio Moravia, que tomó la decisión de caminar por ella de arriba hacia abajo como bajándose de un árbol.


Jacobo había hecho la misma ruta, sin que Guarrús lo supiera. Jacobo fue alcanzado por el destartalado bus que hacia todos los días el recorrido de diez horas entre los poblados de Barbosa y La Belleza, y el dueño del bus, al ver al niño solo y  viniendo la noche, recogió al niño y lo dejó a su suerte en el casco urbano del pueblo escondido levantado con hacha y azadón. A Guarrús lo recogió el camionero del pueblo que tenía un Ford 54 color verde con el cual hacía tres recorridos dobles cada semana con ganado o madera hasta Jesús María. El segundo hijo de María también fue abandonado a su suerte en el mismo poblado.


Algunas señoras caritativas del pueblo,  al ver al niño Jacobo, alto y esbelto, callado y obediente, lo vestían con ropas de paño, camisa blanca y zapatos negros; y una que otra matrona, algunas veces le ponían corbata roja, recordando a quien lo viera, que era alto, mudo, esbelto y liberal, convirtiéndolo en espantapájaros de burla  de los niños de la escuela como del colegio con nombre de santo italiano con apellido Bosco. Jacobo  se hizo joven, adulto y viejo en las calles improvisadas del casco urbano del pueblo fundado por liberales y desarrollado por conservadores. Guarrús tiene una estatura menor que Jacobo, goza de una tez trigueña que brilla a la luz por los ojos verdes protegidos por una cejas pobladas que armonizan el rostro del niño, el joven y el viejo, que al igual que Jacobo, desde que llegaron como pasajeros sin tiquete de regreso, fueron convertidos por los pobladores en los bobos del pueblo. A Jacobo y Guarrús los conocí por treinta meses siendo maestro en la década del setenta en ese lugar. Cuarenta años después regresé encontrando la metamorfosis que habían logrado los habitantes en menos de cincuenta años de ser municipio. No encontré a Jacobo, ni supe de su suerte, pero buscando entre calles encontré a Guarrús, quien fue mi invitado a desayunar en la casa de mercado de un domingo de la tercera semana de mayo de 2015.

SAM_5308 Guarrús, el hijo de María. mayo 15 de 2015

Así como es  común  en Colombia el nombre María, de la suerte de la protagonista de esta historia nadie me supo decir, igual que tantas Marías que en barrios de pueblos y ciudades las dejan embarazadas muy niñas, abandonadas a su suerte olvidada, pero abusadas en silencio por supuestos varones que engendran a niños  condenándolos al desamor y al desarraigo social empujándolos al ostracismo y a la burla mordaz e inclemente de seres que olvidan, o no saben, que somos, en buena parte el resultado del entorno social.

 

Cada bobo del pueblo y cada desechable de la ciudad, son personas que tienen su historia oscura y silenciosa tejida bajo  las cobijas o el techo de una casa que nunca fue un hogar. Si hubiese humanos sensibles dispuestos a escudriñar y escuchar, en vez de burla o indiferencia, brindaran amor, las formas de violencia disminuirían bajo el cielo azul de las tierras colombianas.

La Margarita, julio 7 de 2015.

El parasitismo del plagio intelectual

  El apropiarse de los méritos de otro u otros, el copiar y usar palabras e ideas de otros y sustentarlas o escribirlas como propias y usa...