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lunes, 29 de julio de 2013

Asumamos una conducta positiva y constructiva


ASUMAMOS EL HABITO DE UNA CONDUCTA CONSTRUCTIVA Y ENCONTRAREMOS LA FELICIDAD.

A largo plazo, la principal causa de felicidad es una conducta constructiva. Esto significa abstenerse de actuar, hablar o pensar bajo la influencia de emociones perturbadoras tales como el deseo, apego, codicia, aversión, enojo, ingenuidad y demás, sin preocupación por el efecto a corto plazo de nuestro comportamiento en nosotros mismos y en otros.
La conducta destructiva, como la principal causa de infelicidad, es no abstenerse de ese tipo de comportamiento, sino más bien dedicarse a él
Por ejemplo, con un deseo anhelante, exageramos las buenas cualidades de un objeto en un almacén e, ignorando las consecuencias legales, lo robamos.
 Con enojo, exageramos las cualidades negativas de algo que nuestra pareja ha dicho e ignorando el efecto que tendrá sobre nuestra relación, le gritamos y le decimos palabras crueles.
Actuar, hablar y pensar mientras nos abstenemos de estar bajo la influencia de las emociones perturbadoras construye el hábito de abstenerse de estar bajo tal influencia en el futuro.
 Como resultado, si una emoción perturbadora surge en el futuro, no actuaremos en base a ella y, finalmente, la fuerza de las emociones perturbadoras se debilitará y finalmente la emoción perturbadora difícilmente surgirá. Por otro lado, cuanto más actuemos en base a las emociones perturbadoras, más surgirán en el futuro y más fuertes serán.
Como hemos visto, cuando experimentamos un objeto con felicidad, lo experimentamos sin las emociones perturbadoras de ingenuidad, deseo, apego, codicia, aversión, o enojo. Nuestra experiencia del objeto está basada en aceptar su naturaleza real tal y como es, sin exagerar o negar sus buenos o malos puntos.
Esta forma de experimentar las cosas, entonces, proviene del hábito de la conducta constructiva con la que actuamos, hablamos y pensamos de la misma manera basada en aceptar la naturaleza real de lo que la gente o cosas o situaciones son, sin exagerar o negar sus buenos o malos puntos.
Nuestra forma de experimentar objetos o pensamientos, con felicidad o infelicidad, no está determinada, entonces, por el objeto o pensamiento en sí mismo. Como hemos visto, si con nuestra conducta previa a largo plazo hemos construido el hábito de abstenernos de exagerar o negar los aspectos positivos o negativos de estas cosas, podemos experimentar incluso el dolor de tener una endodoncia con un estado mental feliz.
Volviendo a la definición de felicidad, experimentamos el procedimiento de una forma satisfactoria, basándonos en creer que es de beneficio para nosotros.
Aunque podríamos haber construido el hábito de abstenernos de actuar, hablar o pensar bajo la influencia de emociones perturbadoras y así construir el potencial para experimentar los objetos y pensamientos con felicidad, aún así son necesarias ciertas circunstancias para que ese potencial madure en una experiencia de felicidad. Como hemos visto, el objeto de nuestra experiencia no necesariamente determina si lo experimentaremos con felicidad o infelicidad.
Más bien, el experimentar un objeto con felicidad depende más plenamente de nuestra actitud de aceptar la verdadera realidad de lo que el objeto es, sin importar lo que el objeto pueda ser: la dolorosa sensación física de la endodoncia o la visión del ser amado. Así pues, nuestra actitud, nuestro estado mental, es crucial para el momento en el que sentimos felicidad o infelicidad, sin importar qué objeto estemos viendo, oyendo, oliendo, saboreando, sintiendo físicamente o pensando.
También hemos visto que cuando aceptamos la realidad de lo que algo es y no somos ingenuos sobre ello, entonces no exageramos o negamos sus buenas o malas cualidades y así no experimentamos el objeto con deseo, codicia o apego, o con aversión o enojo. Por tanto, lo que ayuda a provocar la maduración de la felicidad en cualquier momento es estar libre de ingenuidad.
En cualquier momento dado de infelicidad, nuestra ingenuidad no está necesariamente limitada a ser ingenua acerca del objeto que experimentamos. La ingenuidad tiene una gama mucho más amplia. Puede estar también enfocada en nosotros mismos.
Cuando experimentamos un problema con gran infelicidad, entonces con ingenuidad tendemos a estar fijados solamente en nosotros mismos y podríamos incluso pensar que somos los únicos que hemos experimentado este problema.
Tomemos el ejemplo de perder nuestro trabajo. La realidad es que hay millones de personas alrededor del mundo que han perdido sus trabajos y están ahora desempleadas. Podemos pensar sobre nuestra situación sin ser ingenuos sobre la impermanencia, por ejemplo.
 Recordemos que todos los fenómenos que surgen de causas y circunstancias serán afectados por más causas y circunstancias, y finalmente terminarán. Eso puede ser muy útil. Pero incluso más efectivo es expandir las posibilidades de nuestros pensamientos hasta incluir, no sólo a nosotros mismos, sino también a todos los que tienen el problema de haber perdido su trabajo, si esto les ha ocurrido a ellos.
 Necesitamos pensar, “este no es sólo un problema mío; es el problema de una enorme cantidad de personas. Yo no soy el único que necesita una solución; todos los demás necesitan también una solución. Todos necesitan superar tal problema y la infelicidad”. Esa es, de hecho, la realidad.
Con esta forma de pensar, que es sin ingenuidad, desarrollamos compasión (snying-rje, sct. karuna) por otros, más que regodearnos en la autocompasión. Nuestra mente ya no está tan estrechamente centrada sólo en nosotros mismos, sino que está mucho más abierta a pensar en todos los demás que están en una situación similar.
Con el deseo de ayudarles a superar sus problemas también, nuestros propios problemas individuales disminuyen en importancia y desarrollamos valor y fortaleza para tratar con ellos de una manera objetiva. Nosotros de ninguna manera queremos perder nuestro trabajo, pero con ecuanimidad aceptamos la realidad de la situación y, pensando en otros, podríamos incluso estar felices al pensar que ahora tenemos la oportunidad de intentar ayudar a otros.
La compasión, entonces, es uno de los factores claves para provocar que nuestros potenciales experimenten un objeto o una situación con felicidad. ¿Pero cómo funciona eso?
La compasión es el deseo de que otros estén libres de su sufrimiento y de las causas de su sufrimiento, igual que lo deseamos para nosotros mismos.
Pero cuando nos enfocamos en el sufrimiento e infelicidad de otros, naturalmente sentimos tristeza por ello, no felicidad. O podríamos haber bloqueado nuestros sentimientos y no sentir nada. En cualquiera de los dos casos, no sentimos felicidad por su sufrimiento. Entonces, ¿cómo es que la compasión trae un estado de felicidad a la mente?
Para entender esto, necesitamos diferenciar entre sensaciones agitadoras (zang-zing) y no agitadoras (zang-zing med-pa). Aquí, estoy usando estos términos, no con sus definiciones estrictas, sino en una forma más coloquial, menos técnica.
La diferencia es si la sensación de felicidad, infelicidad, o neutra está mezclada con la ingenuidad y la confusión sobre la sensación en sí misma. Recordemos que cuando diferenciamos felicidad de infelicidad en general, la variable era si éramos o no ingenuos sobre el objeto que estábamos experimentando.
Aquí, aunque no exageremos o neguemos las cualidades de un objeto que experimentamos con infelicidad, por ejemplo, aún así podríamos convertir esta sensación de infelicidad en algún tipo de “cosa” sólida, verdaderamente existente, como una pesada y oscura nube que cuelga sobre nuestra cabeza.
 Entonces exageramos las cualidades negativas de esa sensación y la imaginamos, por ejemplo, como “una horrible depresión” y nos sentimos atrapados en ella. En este caso, la ingenuidad no acepta la sensación de infelicidad por lo que es.
Después de todo, una sensación de infelicidad es algo que cambia momento a momento, de acuerdo a como varía su intensidad: no es un algún tipo de objeto monolítico sólido que existe realmente en sí mismo, sin ser afectado por nada más.
Podemos aplicar un análisis similar a cuando experimentamos no sentir nada al pensar en el sufrimiento de otros. En este caso, cuando exageramos la cualidad negativa de sentir tristeza o infelicidad, tememos sentirla y entonces la bloqueamos. Entonces experimentamos una sensación neutra, ni infeliz ni feliz. Pero después también exageramos esa sensación neutra, imaginándola ser algo sólido, como una gran “nada” sólida que está sentada dentro de nosotros, evitándonos sentir algo sinceramente.
Para desarrollar la compasión, es importante no negar que las situaciones difíciles de otros son tristes, como puede serlo la nuestra, tal como perder nuestro trabajo. Sería insano tener miedo a sentir esa tristeza o bloquearla o reprimirla.
Necesitamos sentir esa tristeza, pero en una forma no agitadora, para ser capaces de empatizar con el sufrimiento de otros, desarrollar el profundo y sincero deseo de que los otros se liberen de él, y tomar alguna responsabilidad para tratar de ayudarles a superarlo. En resumen, el consejo budista es, “no hagas un “cosa” sólida de la sensación de tristeza; no es para tanto”.



domingo, 21 de julio de 2013

Los celos son una manifestacion de la violencia. Lea la ultima entrega sobre la violencia intrafamiliar.




Entrega (3)

PREVENCIÓN E INTERVENCIÓN EN LA DINÁMICA DE LA VIOLENCIA INTRAFAMILIAR. 

La amenaza de ejercer violencia y su ejercicio al interior de la familia son conductas aprendidas y reforzadas por la violencia en los medios y en la sociedad y por la estructura tradicional de dominación en la familia. Con frecuencia aquellos que ejercen la violencia fueron víctimas u observadores de ella en sus familias de origen. 

Desde un punto de vista sistémico las complejas conductas disfuncionales que hay tras la denominada "violencia intrafamiliar" son manifestaciones de desórdenes o implicaciones sistémicas que tienen su origen en dos tipos de eventos en la historia familiar de los perpetradores y de las víctimas:
  • Eventos acaecidos en la familia de origen de uno o de ambos miembros de la pareja que han quedado inconclusos. Ellos pueden haber tenido como protagonistas de injusticias, actos de violencia y/o culpabilidad no asumida, a personas de otras generaciones. Sus consecuencias se vienen repitiendo y seguirán repitiéndose a lo largo de muchas generaciones si los hechos acaecidos no son reconocidos y concluidos apropiadamente en el contexto del alma familiar. 
  • Eventos que han afectado el equilibrio en la relación de pareja o actos graves en los que se ha implicado uno o ambos y no han asumido responsablemente sus consecuencias o sus culpas. En estos casos la violencia intrafamiliar es una manifestación de desórdenes asociados a otras conductas disfuncionales, como por ejemplo el incesto, los celos, el alcoholismo, destinos familiares difíciles tales como la discapacidad de un hijo, la homosexualidad no asumida...
Un nuevo método psicoterapéutico, creado por el alemán Bert Relingar, nos ha permitido observar estos eventos cargados de altos niveles de energía afectiva que han sido bloqueados y cómo se expresan a través de sentimientos o emociones sustitutas que resultan incomprensibles incluso para quién las manifiesta, y no se pueden resolver sin una mirada al sistema completo en que se ejercieron. 

Así, por ejemplo, si el dolor por actos de violencia perpetrados contra uno por un ser querido no es reconocido y sentido, éste nos lleva paradójicamente a la ceguera ante las propias conductas violentas; por el mismo mecanismo, la negación de una culpa no reconocida de otros miembros del sistema familiar y que no ha sido compensada apropiadamente, se expresa a través de actuar un papel de víctima o de victimario de un descendiente a pesar de que éste no tuvo ninguna responsabilidad en los hechos negados o silenciados. 

En el enfoque ante la violencia se considera que las causas de esta conducta se hallan en el ámbito de la historia de los afectados y que su curación depende del reconocimiento de la necesidad de poner en orden algo en la psiquis o alma de la familia de origen y/o actual de uno o de ambos integrantes de la pareja.
 
También es preciso dar herramientas para el manejo de conflictos a quienes ejercen la violencia, proveer a las víctimas de habilidades para confrontar en forma apropiada a quienes los hacen objeto de su violencia y fijar límites y aprender a mantener el delicado equilibrio entre dar y recibir de lo bueno y lo malo en el intercambio conyugal. 

El trabajo con grupos en que participan miembros de familias, afectadas en diversos grados por el fenómeno de la violencia intrafamiliar, debe estar libre de juicios morales o éticos. Es necesario mirar a los individuos, incluidos a los perpetradores de la violencia, como a niños que obedecen los estándares válidos en su familia de origen. Si se desviaran de ellos, se sentirían culpables y no aceptados ya en su familia de origen. Es aún más difícil cuando esos estándares operan no sólo en la propia familia sino en otras del grupo de referencia de los concernidos. Entonces la presión por seguir esos estándares es aún mayor. Con este trasfondo se puede mirar a las familias de las víctimas y los perpetradores de una manera más relajada y con el ánimo de comprenderlas. Así ambos pueden tener un lugar en el corazón del terapeuta y del grupo. 

También es preciso estar consciente de que la gente está identificada con perpetradores, entre sus antecesores, que fueron condenados sin reconocer que estaban implicados sistémicamente. Aquí cabe realizar ejercicios en que los perpetradores ya fallecidos y sus víctimas encuentran paz al unirse en un pesar común, lo que facilita la ocurrencia de cambios significativos en las familias. 

Es posible observar algunos signos en determinadas etapas de nuestra relación de pareja. 

En el noviazgo
Últimamente son frecuentes las noticias de mujeres heridas o golpeadas, inclusive muertas, por sus esposos. Las que han buscado ayuda han reconocido que desde la época de sus noviazgos aparecían detalles que al pasarlos por alto no les permitieron darse cuenta de lo que vendría después.
 
Cuando uno se enamora suele ver todo "color de rosa". La figura de la otra persona aparece ante nuestros ojos como perfecta. Si le vemos algún pequeño defecto, corremos inmediatamente a buscar una justificación o lo vemos como un asunto pasajero. 

El excesivo control de nuestros actos 

Si él, por ejemplo, llama constantemente al trabajo o a la casa para saber qué está haciendo ella, se toma como un signo de amor y de preocupación hacia la mujer amada. Si se enoja porque llegamos 10 minutos tarde a la cita, lo atribuimos a un exceso de responsabilidad y puntualidad. 

Muchas veces no es hasta que se ha establecido el matrimonio que comenzamos a darnos cuenta quién es realmente la persona que tenemos al lado y nuestra primera sensación es la de habernos casado con un extraño al que hay que dar cuenta de todo, cumplir horarios severamente estrictos y que socava poco a poco nuestra capacidad de decidir y autoestima. 

Algunas frases comunes a las que generalmente no prestamos atención son: ¿a dónde vas?, ¿con quién?, ¿por qué?, ¿vas con esa ropa tan provocativa?, ¿a qué hora regresas?, ¿lo saben tus padres? ¿Esa amiga yo la conozco?, ¿dónde vive? Y otras que nos parecen puro interés amatorio pero que luego se convierten en motivos de gran ansiedad por si casualidad la hora que dijimos se va a extender o si hubo improvisaciones de último momento que luego él no va a comprender y les va a otorgar otros significados. 

El afecto para ellos no es compartible 

La primera etapa pudiera decirse que transcurre fundamentalmente en ese tipo de control posesivo. Es importante observar cómo reaccionan ante el amor que podemos sentir hacia otras personas. A ellos les molesta en demasía el cariño hacia familiares, amigos e hijos. Los celos de este tipo prácticamente aparecen en todos los hombres violentos. Es por eso que el nacimiento de los hijos desemboca muchas veces en episodios violentos. Ellos sienten que ya no tienen todo el cariño, que el bebé se lleva la mayor parte, que están desatendidos y por lo general, son incapaces de manejar adecuadamente la situación. 

Desean todo nuestro tiempo, pensamientos y devociones para estar seguros de nuestro afecto. Por lo general son personas con baja autoestima que necesitan constantemente una reafirmación de nuestros sentimientos. 

¿Conociste bien a su familia de origen? 

Es muy importante conocer a la familia del futuro esposo y cómo transcurrió su infancia. Los hombres violentos en su mayoría proceden de hogares donde eran comunes las discusiones, insultos, desvalorizaciones, roturas de objetos, golpes, etc. No todas las personas que tuvieron un hogar así son violentas, pero existen muchas posibilidades de que repitan el modelo familiar cuando establezcan sus propias familias. 

La violencia no siempre tiene que ver con los golpes. Las descalificaciones, desvalorizaciones e insultos son síntomas que indican la presencia del fenómeno. Frases comunes son: "Así no se hace eso", "Déjame a mí que tú no sabes", "Eres muy lenta", "Cállate, no seas tarada", "¿qué decís?, si de esto tú no sabes", etc. 



Otras formas de violencia tienen que ver con lo económico. En estos casos, el hombre mantiene el control del dinero, supervisa en qué cosa se gastó algo por mínimo que sea y la mujer tiene que pedir, a veces, hasta para compras muy pequeñas, como leche, bizcochos, etc. 

Cualquier tipo de manifestación de violencia puede convertirse en otra.
 A medida que avanza la relación, de los insultos se puede pasar a romper objetos, de eso a los golpes y si no hay una detención del problema se puede llegar hasta la muerte.

martes, 16 de julio de 2013

La violencia intrafamiliar esta en todos los estratos. Identifique los mitos, y desmitifique-los.



Entrega (2)
La violencia esta en todos los estratos sociales.

MITOS A CERCA DE LA VIOLENCIA INTRAFAMILIAR.

Poco se habla de la violencia intrafamiliar, fenómeno social que carcome esta sociedad del conocimiento. Invito a los lectores a conocer los mitos que han surgido ante la negación de esta acción violenta que crece en los hogares y se nota más en la calle. Una vez conocidos los mitos, la tarea es desmitificarlos, tomar conciencia de ellos, y cambiar de actitud, no solo ante los mitos, sino, de hacer una reflexión para evitar en nuestro quehacer, ejercer la violencia sicológica.

la sicóloga chilena en su artículo da a conocer los siguientes mitos, cuya tarea es desmitificarlos.


1.    El problema de la violencia familiar está muy exagerado.
El maltrato es la causa más común de lesiones o daño en la mujer, más aún que los accidentes automovilísticos, violaciones o robos combinados.

Las secuelas de la violencia doméstica producen altísimos costos al estado y a la sociedad en general. La violencia física es la causa de un cuarto de todos los intentos de suicidio realizados por la mujer.

El 50% de los hogares padece de alguna forma de violencia. Debido a la proyección estadística de la violencia Intrafamiliar se irá incrementando con el paso del tiempo si no hacemos algo para detenerla.

2.    Hombres y mujeres han peleado siempre; es natural.

En cada familia o relación existen conflictos ocasionales o más o menos permanentes, pero no hay necesidad de resolverlos mediante la violencia. El maltrato es un crimen de abuso, poder y control. El golpeador habitualmente piensa que tiene el derecho de controlar a su pareja y/o niños por cualquier medio, aún a través de los golpes. La violencia no es una manera aceptable ni justificable para solucionar problemas, aun cuando sólo sea ocasionalmente.

3.    La violencia intrafamiliar es un problema de las clases sociales bajas y de las poblaciones marginales.

La violencia intrafamiliar se produce en todas las clases sociales, sin distinción de factores sociales, raciales, económicos, educativos o religiosos. Las mujeres maltratadas de menores recursos económicos son más visibles debido a que buscan ayuda en las entidades estatales y figuran en las estadísticas.

Suelen tener menores inhibiciones para hablar de este problema, al que consideran "normal". Las mujeres con mayores recursos buscan apoyo en el ámbito privado y no figuran en las estadísticas. Cuanto mayor es el nivel social y educativo de la víctima, sus dificultades para develar el problema son mayores, por diversas razones. Sin embargo, debemos tener en cuenta que la carencia de recursos económicos y educativos son un factor de riesgo, ya que implican un mayor aislamiento social.

4.    El maltrato generalmente se produce una sola vez.. Debería ser un asunto familiar privado, no un crimen.

El incidente de maltrato rara vez es un hecho aislado. En realidad el maltrato generalmente se produce como una escalada en frecuencia e intensidad, con el agravante de tener un comienzo insidioso (la víctima no lo nota al principio). La incidencia posterior de la violencia es menor cuando el golpeador es denunciado o arrestado, que cuando la policía separa a las partes o actúa como mediadora. Las mujeres maltratadas se merecen la protección que, además, es su derecho, del sistema judicial y policial y necesitan de los recursos que la comunidad puede brindar. La mayor parte de las mujeres que consulta lo hace después de haber padecido un promedio de 7 años de violencia doméstica.

5.    Si la mujer maltratada realmente quisiera, podría dejar a su abusador.

Muchas mujeres dejan a sus parejas. Muchas mujeres que se divorcian por abuso eligen no hablar de la violencia. Sin embargo existen razones sociales, económicas, culturales, religiosas, legales y/o financieras que mantienen a las mujeres dentro de la relación. El miedo es otra de las razones que las hace permanecer en sus hogares. Los peores episodios de violencia suceden cuando intentan abandonar a su pareja. Los golpeadores tratan de evitar que las mujeres se vayan a través de amenazas de lastimarlas o matarlas, de lastimar o matar a sus hijos, de matarse ellos o de quedarse con la tenencia de los chicos.

Las actitudes sociales, tales como la creencia de que el éxito del matrimonio es responsabilidad de la mujer y que las mujeres lastiman a sus hijos si los privan de su padre, sin importar cómo actúe él, mantienen a muchas mujeres dentro de la relación violenta. Además, las mujeres con chicos que abandonan el hogar tienen el 50% de posibilidades de verse económicamente perjudicadas y terminar viviendo por debajo de niveles de pobreza.

6.    No existe la violación conyugal.

Por lo menos una quinta parte de las mujeres maltratadas son forzadas a mantener relaciones sexuales durante el episodio de violencia o inmediatamente después. De la misma manera son forzadas a realizar actos sexuales indeseados.

7.    El embarazo detendrá la violencia.

Frecuentemente hay un aumento de la violencia durante el embarazo y muchas veces el primer episodio de violencia física se produce durante el embarazo. Generalmente los golpes se dirigen especialmente al vientre de la mujer, produciéndole un aborto o complicaciones en el embarazo.

Muchas jóvenes inician una relación con un hombre violento al quedar embarazadas.

8.    Los chicos no se dan cuenta de que su madre es golpeada, por lo cual no son afectados.

Al menos en la mitad de los hogares en los que la madre es maltratada, también lo son los niños. También pueden ser lastimados por la violencia en contra de su madre, a través de objetos voladores, o mientras están en sus brazos. Aún cuando los niños sólo sean testigos de la violencia contra la madre, las consecuencias para su salud y su supervivencia son graves. Frecuentemente son ellos quienes instan a la madre a abandonar la relación violenta o quienes se interponen entre los padres para proteger a la madre.

9.    Los varones tienen más posibilidades de convertirse en violentos cuando crecen. Las niñas aprenden que la sociedad acepta la violencia hacia las mujeres.

Los niños que viven en hogares violentos se sienten asustados y confundidos. Están en un alto riesgo de experimentar problemas de conducta, aprendizaje, problemas físicos relacionados con el stress y problemas de adicción. Los niños aprenden mientras observan y ven que la violencia funciona (se consigue lo que se busca) especialmente si se utiliza contra alguien menos poderoso. Aprenden que está bien solucionar problemas y controlar a los demás mediante la violencia, especialmente cuando no hay ninguna intervención que frene la violencia.

10.                     Las mujeres maltratadas son masoquistas y locas, provocan y disfrutan del maltrato.

Las mujeres no provocan ni merecen el maltrato. Merecen una vida libre de violencia. De la misma manera que sucede con la violación, se hace el intento de acusar a la víctima del comportamiento del atacante. Los golpeadores comúnmente echan la culpa de su comportamiento a frustraciones menores, al abuso de alcohol o drogas o a lo que su pareja pudo haber dicho o hecho. La violencia, sin embargo, es su propia elección. No conocen maneras no violentas de manejar su enojo.

Las reacciones de la mujer maltratada frente a la violencia son normales y necesarias para sobrevivir, dadas las circunstancias. Ella no está loca ni disfruta del maltrato. Generalmente lo que siente es miedo, impotencia, debilidad y vergüenza. Sigue ilusionada en que su pareja va a cambiar. El muestra remordimientos o promete que va a cambiar.

11.                     Los hombres que maltratan a sus mujeres están enfermos y no son responsables por sus acciones.

El maltrato es un comportamiento aprendido de las experiencias de la infancia y de los mensajes sociales justificando la violencia contra las mujeres. Los hombres que maltratan a sus mujeres o a sus hijos son, por lo general, sumamente seductores y agradables. También son excelentes vecinos y cumplidores en el trabajo. Si realmente estuvieran enfermos serían violentos no sólo dentro del hogar, sino también fuera de él. Pocos de ellos presentan alguna patología, sólo un 10% de los casos. Los golpeadores no están fuera de control y acusan a sus parejas de provocarla. Este mito permite justificar la violencia, evitando que la sociedad sancione el maltrato.

12.                     La violencia familiar es provocada por el alcohol y las drogas.

El alcohol y las drogas son factores de riesgo, ya que reducen los umbrales de inhibición, pero no producen la violencia. La combinación de modos violentos para la resolución de conflictos con adicciones o alcoholismo suele aumentar el grado de violencia y su frecuencia. Muchos golpeadores no abusan ni de las drogas ni del alcohol y muchos abusadores de drogas o alcohol no son violentos. Son dos problemas separados que deben ser tratados por separado.

13.                     Los violentos no cambian.

Los hombres que golpean pueden aprender a ser responsables de su propio comportamiento y pueden aprender modos no violentos de actuar o comunicarse. Obviamente, los cambios sólo se producirán si el violento toma conciencia de su problema y desea solucionarlo.

14.                     Una vez que se detienen los golpes, todo va a estar bien.

El abuso psíquico, emocional y sexual generalmente son anteriores a los golpes y continúan aún cuando éstos se hayan detenido. Estos comportamientos también deben cesar para poder comenzar el proceso de reparación. Las mujeres maltratadas sienten miedo, ansiedad, indefensión, ira y vergüenza. Se desarrolla una muy pobre autoestima debido a los constantes insultos y desvalorización de su pareja. Habitualmente es aislada por su pareja y ha perdido contacto con amigos y familia. Suele estar asustada de ser culpabilizada por ellos de la violencia. El soporte de amigos, familiares y la comunidad son necesarios para reconocer sus fuerzas y para creer que ella es una buena persona que merece una vida libre de violencia. La recuperación de la violencia es un proceso que puede llevar un tiempo muy largo.

La violencia emocional produce secuelas tan severas que muchas veces se diagnostican psicopatologías graves como consecuencia del maltrato.

15.                     La violencia doméstica sólo es un problema familiar.

Es un crimen contra la sociedad agravado por el vínculo, de la misma manera que lo es la violencia entre extraños,. Problemas sociales como el alcoholismo, las adicciones, la delincuencia juvenil, el suicidio y la fuga de hogar aumentan cuando hay violencia en el hogar. Las empresas pierden billones de dólares al año debido al ausentismo y la baja productividad resultante de la violencia intrafamiliar. Los costos médicos producidos por violencia intrafamiliar ascienden a millones de pesos. Las comunidades gastan millones de pesos al año en intervenciones a través de los programas de asistencia y prevención de la violencia.


El parasitismo del plagio intelectual

  El apropiarse de los méritos de otro u otros, el copiar y usar palabras e ideas de otros y sustentarlas o escribirlas como propias y usa...