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martes, 2 de febrero de 2021

Hortelanos de la paz, artesanos “del otro”: Poema de Nauro Torres Quintero

"No es posible mantener la paz usando la fuerza;

solo puede conseguirse mediante la comprensión"

Albert Einstein 

                

Por Nauro Torres

2.020

D.R.A. 

Las praderas, zarzales, montes, y ojos de agua;

 los animales y aves eran para todos, y de ninguno.

 

La palabra, el trueque y los senderos,

nos congregaban;

las flechas, las cerbatanas y las trampas

eran herramientas de caza en la familia.

 

Las lagunas, ojos de agua,

páramos y bosques

representaban nuestros dioses;

a ellos rendíamos tributo y respeto.


A nuestros caciques y sacerdotes

les ofrendábamos en oro y esmeraldas, joyas;

exclusivas para uso ceremonial.

 

A los visitantes los recibíamos con regocijo,

eran siempre bienvenidos;

Si había comida para unos, había para todos, comida.

 

Por yanaconas avasallados y amenazados

les mostraron nuestras rancherías y cacicazgos;

 aparecieron por el rio opón,

otros por el camino que unía a Colombia con Venezuela.

 

En retribución a la hospitalidad

Galeano y Alfinger, impusieron su rey, su religión,

demandando nuestras tierras y mujeres.

 

Los caciques Saboyá, Tisquizoque, Chancón y Guanentá

junto con miles valientes

ofrendaron sus vidas por la libertad

entre 1.536 y un siglo más.

 

En 1.781, los descendientes de guanes y muiscas

se levantaron contra el absolutismo y aristocracia española.

 

Por días y noches caminaron

a Zipaquirá en más de veinte mil;

el ungido de la mitra y el báculo,

capituló con los comuneros.

 

El obispo fue nombrado virrey

y usando el poder sobre los adoctrinados

desplegó persecución, muerte,

apropiación de bienes, destierro,

maldijo a la descendencia

y sembró sal en sus viviendas.

 

Al que no creyó en las bondades del prelado,

con yanaconas, apresó;

y fusiló en Santafé;

Galán el comunero, su cuerpo 

 fue incinerado sin cabeza y extremidades;

a éstas mandó exhibirlas

en pueblos comuneros

donde se habían levantado

 contra el rey y el mal gobierno.

 

Transcurrieron 29 años y los descendientes del común

se levantaron otra vez;

en cada población amedrantada se conformaron guerrillas;

 tenían como estrategia, retrasar los refuerzos

      al ejército español de Barreiro.

 

Bolívar y Santander liberaron a América

del imperio español;

pero los criollos asumieron mañas dominantes

y han gobernado desde 1.819 con guerras internas

y persecución a quienes piensen diferente.


 

201 años después, Colombia adolece de paz;

ochenta años en armas, desplazados y agredidos

 se levantaron para hacerse escuchar;

pero el régimen con las armas

la vida va apagando sin piedad.

 

Mas de un siglo cumplimos los colombianos

desplazándonos de un extremo a otro

escondiéndose en la selva

para volver a empezar.

 

Primero fueron mis ancestros,

luego mis bisabuelos y abuelos,

luego mis padres y tíos

escondiéndose en los pliegues de las montañas

para descuajar selva y surgir otra vez

sembrando comida y paz.

 


 

Para poder ir a la escuela tuve que ir a la ciudad,

mis hijos para especializare

al extranjero fueron a dar,

por oportunidad laboral,

en cada país enraizaron;

pero llegaron persecuciones

y al país regresaron para volver a comenzar.

 

Las utopías se reencarnan

y seguimos soñando mas

que el don más precioso

es la vida y el respeto a los demás.

 

Aun seguimos trabajando

para trenzar la paz hilando con esperanza la justicia social;

hilando solidaridad,

tratamos con hermandad para urdir los acuerdos de paz

y lograr al fin, vivir en comunidad con equidad.

extirpando el egoísmo y la individualidad.

 

Usando un lenguaje conciliador,

respetando al otro, sin violentar;

 empeñados estamos muchos

en enlazarnos con iguales para tejer hermandad

y soñar por fin vestir con la ansiada libertad.

 

 

 

 

 

 

 

martes, 15 de diciembre de 2020

Las hogueras y velitas


Desde el 5 de diciembre de cada año, los varones empezaban a juntar leña seca en potreros, cafetales y bosques. Se destroncaban los tallos de los arboles gorgojados por los años, y los niñ@s recogían chamiza seca. La energía calorífica natural se arrimaba en el montículo de tierra mas alto cercano a la vivienda. El padre de familia, desde el mediodía del 7 de diciembre sacaba el tiempo para trabar los palos secos cruzándolos sobre si mismo formando un cuadrado sobre el cual se armaban pares hasta lograr una altura igual o mayor a la persona mas alta de la familia.


Entre los palos cruzados armónicamente sobre si mismos como un castillo mágico, los hijos de la familia, sin distingos de edad, iban anidando: chamiza, helecho seco, paja seca y hojarasca entre los leños semejando un coito consumado por las brasas que luego saldrían en humo convertido en oración al Todo Poderoso como signo de agradecimiento por el año transcurrido con trabajo y salud.

En la cocina de leña, la madre de familia y la hija mayor preparaban las viandas que se consumirían a la luz de la candelada y en la fiesta de “la santa pura y limpia”, la fiesta de guarda a la virgen de la Concepción, tradición sembrada por los doctrineros, monjes franciscanos que cumplieron su misión evangélica en la época de la conquista española en las tierras que fueron dominio del cacique Saboyá hoy provincia de Vélez, Ricaurte y Occidente de Boyacá.

Nosotros los niños rogábamos que el sol se ocultara rápido en el poniente y la montaña que se lo tragaba se pusiese roja mientras nos cobijaba la oscuridad. La lobreguez no nos causaba miedo; al contrario, la mirábamos con alegría y jubilo, pues insistíamos a nuestro padre que prendiese la hoguera para iniciar las vísperas. 

Conocíamos la luz que producía la candileja nutrida con petróleo, la del fogón y la de las rocerías, previas a las siembras, mas no la luz generada por la hidroeléctrica de Puente Guillermo construida por alemanes nazis que en la década del cuarenta del siglo pasado llegaron a Puente Nacional a esconderse. Esta luz la podíamos contemplar en las noches claras desde una de las cimas que rondan este pueblo cuna de la guabina santandereana.

Antes de las siete de la noche los campos se convertían en pesebres. En cada hogar ardía un arrume de leña seca y cada familia rezaba con jubilo junto a la fogata santa con la cual se empezaban las fiestas navideñas.

En 1.968 electrificaron la vereda Jarantivá. Y tras ella, desaparecieron las lámparas Coleman, las candilejas y candelabros, las espermas de cebo y las candeladas de los siete de diciembre empezaron a extinguirse en el seno de las familias campesinas.

La fiesta de la santa y pura y la hoguera familiar en honor a la Virgen de la Concepción, fue reemplazada por la noche de las velitas, ya no de cebo sino de cera. Cada miembro de la familia recibe una docena de velitas que a la par prenden los miembros de la familia en el corredor de la casa cumpliendo el rito de ofrecer una vela por las intenciones de los ancestros, los mayores y demás miembros de la familia sin descuidar las intenciones personales.


Eco Posada La Margarita, diciembre 7 de 2.019.


martes, 24 de noviembre de 2020

La mosca Nicasia

 

Al mirarla distante y de frente semejaba un bulto de vasijas de barro arrumadas entre una mochila de fique; Al contemplarla distante y por el dorso se veía andar mesurado y lentamente un montón de ollas de barro encarradas de mayor a menor volumen. Al verla de perfil semejaba una canguro cargando en el lomo un bojote de leña larga.

                
 
  Festival de cargueros en Ráquira.

De cerca era una mujer de estatura media, tez blanca, ojos cafés, nariz remilgada y rostro con una belleza natural propia de las damas del reino. Usaba sombrero de fieltro con ala corta; debajo de él, descolgaba un pañolón negro tejido con hilo negro brillante que cubría el delantal negro con flores blancas de abotonar a la espalda que junto con la falda de algodón color azabache iba hasta los tobillos, mientras el pañolón solo cubría la humanidad hasta las rodillas. Asegurando el pañolón, guarecido por el sombrero, sobre la frente caía un pretal tejido en fique cuyas dos puntas abrazaban la mochila y soportaban el peso de la carga de ollas facilitando el equilibrio de la carguera para no caer en el camino real de las ollas y la miel. De la mano derecha pendía un canasto tejido en chin, y en él, entre paja seca posaba una canastada de huevos rojos de gallina casada. En la mano izquierda el gemelo canasto, rebosado de arepas, quesos y amasijos de maíz debidamente envueltos en paños de algodón colorido. Los senos de la caminante silenciosa estaban escondidos bajo una blusa de seda rosada que se ahogaba bajo una atravesada manta de hilo que unía a la criatura con la madre en una unidad armónica que pocos imaginaban que en el regazo adherido llevaba al menor de los hijos que alimentaba ocasionalmente con leche materna. Y arriando, iba un manso jumento cargado igual con vasijas de barro para intercambiar en el mercado por yuca, plátano, miel, panela, naranjas y pomarrosas, tal como lo hacían los antepasados indígenas muiscas que los cronistas españoles que acompañaron a Gonzalo Jiménez de Quesada denominaron, moscas por la cantidad que encontraron poblando a la provincia de Vélez y las sabanas cundiboyacenses.

Como Nicasia, otras decenas de mujeres moscas bajaban desde Ráquira hasta Puente Nacional cada domingo por el camino de las ollas y la miel formando una procesión como mi padre se imaginaba viendo a las benditas almas acompañándolo por el mismo camino cuando regresaba del mercado, beodo, ya a pie o a caballo.

Los muiscas eran matriarcales; era la madre quien trasmitía la línea de sangre a la descendencia. Era quien hacia la labranza e intercambiaba los productos; y desde entonces son ellas quienes hacen el mercado y venden las verduras en las plazas, actividad que aun se puede apreciar en las plazas de Vélez, Moniquirá y Chiquinquirá.

Los blancos, aristócratas y encomenderos en la época de la colonia se referían a los indígenas como perezosos y holgazanes, No reconocieron que para los nativos de estas tierras el trabajo no era una mercancía; el descanso, la diversión, la parranda y las obligaciones religiosas tenían prelación sobre el tener para acumular y el trabajar para otros.

 

Puente Nacional, Ecoposada La Margarita, noviembre 1º de 2.020.

martes, 17 de noviembre de 2020

De la cuna a la cama doble

Me regalaba dulces que mis padres no me podían comprar. Me obsequiaba tenis que yo soñaba en usar, en vez de chancletas. Le daba a mi madre dinero para que me comprara vestidos, jardineras y ropa interior para ir al colegio. Me trataba con dulzura y cariño que mi padre me negaba o no podía ofrecerme. Algunas veces, notaba que teníamos hambre y dinero le suministraba a mi madre sin que ella lo solicitara. A mis hermanos, ocasionalmente los auxiliaba económicamente.

Carlos se fue metiendo en nuestras vidas, y mas en la mía, sin darnos cuenta. Era mayor que yo, veinte años.

Era muy bien hablado, instruido y respetuoso. Mientras ocurría mi niñez y pubertad no le vi trabajar ni supe donde lo hacía. Él decía que era trabajador social y la pasaba viajando en asuntos de negocios, reuniones con sindicatos y obreros de industrias.

Transcurría 1.970, año en el que le robaron las elecciones al general ® Rojas Pinilla. Estaba cursando noveno grado. No había cumplido los catorce años, ni me había llegado la menstruación por primera vez, pero soñaba con Carlos y anhelaba sus bondades y detalles; en especial, las galguerías que me ofrecía ocasionalmente.


Me propuso que si podíamos ser novios. Por curiosidad, le dije que sí. Meses después, él hablo con mi madre solicitando mi mano para casarnos. Y ella, mi madre, tal vez para ahorrarse un comensal menos en casa y menos gastos en el colegio, accedió a la petición.

Él dijo que lo habían trasladado a barranquilla. Y como mi madre ya había consentido el matrimonio, yo me fui con él a esa ciudad. Allí nos casó un cura amigo. Y al año, ya tenia mi primera muñeca. Una muñeca, pero de verdad.

Vivíamos en una pieza. Yo me dediqué a muñequear mientras Carlos trabajaba. Nunca supe en qué. Y nunca le insistí en saber cómo cuando le conocí en Bucaramanga. Me importaba que trajera dinero para el mercado y nos prodigara el vestido y lo necesario para cuidar a María Paz.

Carlos tenia mucha experiencia, en todo. Me enseñó de todo. Desde cocinar hasta vestirme. Desde bañarme hasta ponerme bonita. Me instruyó como ser una buena novia, ama de casa, una esposa, y una apasionada amante.

Un año después llegó mi segunda muñeca, sin estarla esperando. Le registramos como Vanesa. Él me insistía en que debía cuidarme, y yo pensaba, él es el mayor; es quien debe cuidarme. Después me hizo saber que debía cuidarme en quedar nuevamente embarazada. Y así lo hice cuando ya teníamos dos bellas alcancías.

Diez años después, Carlos no regresó una noche a la casa. Pasaron varias semanas para enterarme que estaba en Ecuador. Había huido a escondidas porque las fuerzas militares del Estado lo estaban buscando. Fue entonces cuando supe que era un cuadro del M-19.

No tuve otra opción que seguir sus pasos, pues el movimiento me continuó ayudando con los gastos de las niñas, que las confié a mi madre. Recibí formación política y militar y estuve en el monte varios años, ya en Santander y en Cauca.  Vi morir a compañeras y compañeros como yo que luchábamos por un sueño de ver a Colombia regida por una autentica democracia cuyo gobierno actuara en pro de todos.

Ha transcurrido medio siglo. Mis hijas crecieron en el exilio. Y yo, ya amnistiada conseguí un trabajo estable; terminé el bachillerato, me profesionalicé y ejercí como madre cabeza de familia.

Fue con los años que comprendí que no tuve adolescencia, menos juventud. Me maduré a golpes y fui madre, tal vez igual, o tal vez, peor que mi madre. No hubo un ser humano que me explicase que una niña crece durmiendo en una cuna y luego de hacer la primera comunión, si los padres están empeñados en formar a una mujer, tiene el derecho de dormir en una cama sencilla y sola. Pero una es víctima de sus decisiones. Yo pasé de la cuna a la cama doble. Y hoy, 50 años después comprendo que no viví las mejores etapas de la vida de una mujer: la preadolescencia y la adolescencia. No me preparé para ser esposa; menos madre. Y en la vida, uno recoge lo que siembra. No todo en la vida es sexo y diversión. Ambos, con los años dejan de ser importantes. Lo son mas los recuerdos gratos, y lo son menos. los sinsabores y desatinos.

 

Puente Nacional, Ecoposada La Margarita, noviembre 02 de 2.020

NAURO WALDO TORRES QUINTERO

T.P. 4650 DEL MEN

miércoles, 11 de noviembre de 2020

Mi abuelo, el comunero


Mi nono me contó que estas tierras santandereanas del Sur de Santander estuvieron pobladas por indígenas Muiscas y Guanes. Los primeros en la provincia de Vélez, Boyacá y Cundinamarca; los segundos entre los ríos Suarez, Chicamocha y Oro en los departamentos Norte y Sur de Santander.

Dijo el nono que los primeros conquistadores en tierra firme treparon por el rio Carare y Opón, y los otros, por tierra desde las lejanas tierras de Venezuela. 



Gonzalo Jiménez de Quesada y Martin Galeano y unos 167 españoles de los 800 que se embarcaron junto con un cura, centenares de cargueros, indios de servicio semiesclavizados llamados naborías que iban abriendo trocha y traían las provisiones,  60 caballos y numerosos perros mastines de presa, guiados por yanaconas arribaron y treparon por la desembocadura del rio Carare, y luego, el rio Opón, en tierras bermejas, y por este último, buscaron el origen de esta fuente hídrica, avanzando hasta aguas navegables en tierras hoy del municipio de San Ignacio. Allí amarraron sus canoas y balsas de vela y remo. Treparon por el camino indígena de la sal que los condujo al cacicazgo de los Chipataes, en donde el sacerdote Bartolomé de las Casas, celebró la primera misa en los Andes Americanos. Los indígenas los recibieron con obsequios, como es la costumbre aun en esta región. Les brindaron alhajas en oro y esmeraldas, usadas en ese entonces como presentes a los jeques, príncipes y sacerdotes de la etnia Muisca.



Los españoles respondieron a las atenciones de los indígenas, sometiéndolos, avasallándolos y esclavizando a otros para que los guiasen contra su voluntad, por caminos usados por los nativos para el intercambio comercial entre comunidades indígenas de diferentes cacicazgos y etnias, pero con la ambición de encontrar el cacique revestido en oro y esmeraldas.


Los hispanos, traían en su sangre la ambición por el oro, y la creencia en un Dios único, guerrero con un delegado terrenal: un papa y un rey con poderes absolutos; se creian superiores a los recién encontrados en las montañas de Santander, y luego en la sabana cundiboyacense.


Con la espada de acero, arcabuces, fornidos caballos, perros feroces entrenados para cazar osos y la cruz guindada por un cura, ambos predicando la obediencia absoluta a un rey lejano, depusieron a las autoridades y dioses indígenas, e impusieron sus creencias.


A cada cacicazgo al que arribaban actuaron de igual manera, fundando ciudades donde estaban los ranchos y viviendas en tierra de las sedes de los cacicazgos. Así ocurrió con Hunza, hoy Tunja,}; con Bacatá, hoy Bogotá; con Caly, hoy Cali; con Pubene, hoy Popayán; pero en otros poblados, si los españoles lograban pronunciar el nombre, las refundaron con el mismo apelativo indígena, por ejemplo: Zipaquirá, Zipacón, Facatativá, Chía, Guavatá, Chipatá, y Jarantivá, vereda de mis ancestros en Puente Nacional.


Mi abuelo, en sus noches antes de irse a dormir, en el corredor de la casa de adobe en donde nacieron sus padres, me contó que el abuso e intentos de dominación de otras tribus, y lo quebrado de nuestras tierras, así como la variedad de climas, nos convirtieron en indomables.


Los caciques muiscas: Saboyá y Tisquizoque, hoy provincia de Vélez enfrentaron por treinta años a los españoles. Saboyá fue apresado dos veces, y en ambas ocasiones, se les voló y terminó uniéndose a los tisquizoques. El cacique Guanentá y el cacique Chanchón, ambos Guanes, murieron defendiendo sus tierras, sus súbditos y a las mujeres; en tierras hoy de las provincias comunera y guanentina, Santander.


Un nutrido número de los varones murieron batallando contra los hispanos; la gran mayoría, por las enfermedades que trajeron los blancos con barba y armadura; otros, de tristeza por los confinamientos que implementaron para apropiarse de las tierras; y otros, en las minas de oro; pero a las mujeres, como los españoles que llegaron en los tres primeros viajes de Colón, no traían, las usaron como concubinas unas, otras como amantes, otras como esposas; y se cruzaron los ADN en el transcurso del mayor genocidio ocurrido hasta ahora, en la humanidad.


Mis ancestros son el resultado de ese cruce, afirmaba mi abuelo.  Y como la sangre la pone en uno, la madre, nosotros siempre hemos sido intolerantes con las injusticias.


En 1.781 los descendientes de estas dos etnias, ya mezcladas, se levantaron, inicialmente en tierras guanes, y luego se unieron las sangres muiscas y conformaron lo que se conoce aún, como los comuneros. Contra la fidelidad y obediencia absoluta al rey borbón Carlos III y por el abuso en la implementación de altos impuestos ordenados por la corona española para recaudar fondos para sostener la guerra contra los ingleses; el abuso de los delegados del rey obligó a los habitantes de los pueblos, a levantarse contra la tiranía española demandando justicia social e iguales derechos a los blancos, criollos, mestizos y esclavos.


El descontento empezó en Mogotes, luego San Gil, Puente Real de Vélez, Tunja, Leiva, Sogamoso, Santa Rosa, Chiquinquirá y Socorro; y como si fuese una peregrinación, decía mi abuelo, marcharon armados varios miles, hasta formar un ejército de unos veinte mil con la única intención de tomarse a Santafé e instaurar un gobierno popular.

Como ya les había contado, mis ancestros brotaron en Puente real de Vélez, hoy Puente Nacional. En este lugar, liderados por Joseph Antonio Galán lograron derrotar militar y moralmente a la comisión armada del virrey español enviada para enfrentarlos y detenerlos.


Los comuneros continuaron hacia Bogotá, pero en Mortiño los recibió el arzobispo Caballero y Góngora quien encontró aliados a los comandantes criollos, comerciantes y aristócratas socorranos con quienes firmaron el 7 de junio de 1.781 unos acuerdos conocidos como las fallidas “Capitulaciones de Zipaquirá”.


Antes de la firma, los comuneros ya estaban divididos: Los firmantes, fieles a la consigna “Viva el Rey, abajo el mal gobierno” de Manuela Beltrán el 16 de marzo de 1.781 en el Socorro, solo deseaban que les disminuyeran los tributos, mejoraran el gobierno, reconociendo fidelidad al Rey y obediencia al Papa.  

Los comuneros, en menor número regresaron bajo el mando del regidor y terrateniente Juan Francisco Berbeo y Salvador Plata, quien afirmó que lo obligaron “con lanzas en el pecho”.  Éstos dos, el 18 de abril de 1.781, habían firmado una protesta notarial para poder exhibir, en su debido momento, documentos que los eximieran de toda culpabilidad en los concerniente a la fidelidad al Rey; pero el grueso de los comuneros integrado por mestizos, indígenas y esclavos desconfiaron de los oficios del prelado y los comerciantes y aristócratas socorranos. Y, en vez de retornar por el mismo camino, se explayaron por Cundinamarca, Tolima y Boyacá sembrando el descontento para suscitar la transformación del orden institucional de la colonia y contra el absolutismo y fidelidad al Rey, liderados por el charaleño Joseph Antonio Galán desde el 9 del mismo mes y año.


Al regresar Galán a Santander, sus compañeros de conducción comunera y con peculio de Salvador Plata ofrecieron financiar la expedición contra el capitán charaleño, deteniéndolo y apresándolo el 13 de octubre de 1.781 en Chaguanete entre Mogotes y Onzaga, empezando a cumplirse “La misión religiosa de purga terrorista” ordenada por el Virrey Flórez, quien había repudiado el acuerdo estando en Cartagena. Allí, pidió el regreso a España, y en su remplazo, el Rey nombró a Juan de Torrezar Diaz Pimienta.


Al llegar al nuevo reino de Granada, Diaz Pimienta fue agasajado en los pueblos de paso desde Cartagena hasta Santafé.  Murió indigestado tres dias después de su llegada a la sede del virreinato. De la manga de su mortaja apareció un papel designando Virrey al arzobispo Caballero y Góngora. El prelado, junto con una decena de religiosos se empeñaron en la tarea de apaciguar a los comuneros condenando al infierno a quienes participaron en la revuelta comunera.  El Virrey arzobispo permaneció en el Socorro desde el 14 de julio hasta el 3 de diciembre de 1.781, sellando la alianza con los aristócratas y comerciantes socorranos, quienes, para continuar usufructuando las prebendas oficiales, pactan el señalamiento y entrega de los demás capitanes comuneros.


El 30 de enero de 1.782, por decisión unánime de los cinco jueces de la Alta Corte Judicial del virreinato español, sin iniciar el proceso penal contra José Antonio Galán, sin interposición de denuncia penal oral o escrita de algún adversario que se hiciera parte, se condena mediante sentencia por los siguientes delitos: “invadir poblaciones, interceptar la correspondencia de oficio y publica, acuadrillar y capitanear gentes, sublevar pueblos, saquear las administraciones de aguardiente, tabaco y naipes, nombrar capitanes a los sediciosos y rebeldes, faltar al sagrado respeto a la justicia, resistir a dos partidas (cuadrillas) desarmarlos y hacerlos prisioneros, repetir los saqueos, atropellar alcaldes de las poblaciones, sacar y repartir los efectos, dejar nombrados capitanes, insultar al gobernador de Mariquita,  atropellar a los hacendados y aristócratas, retornar a Mogotes, hacer terror y escándalos en los pueblos, hacerse ver como invulnerable, suscitar y promover hechos y dichos sediciosos para una nueva rebelión, escribir cartas a los corresponsales, comunicar sus proyectos, abultar el numero de malvados secuaces y pueblos rebeldes, esparcir noticias de conmoción, emprender fuga, poner resistencia a la justicia, levantar tropas, cometer asombrosos excesos contra el Rey, desertar el regimiento de Cartagena, y ser un monstruo de maldad y objeto de abominación,”(…)


El fin de las penas decididas por el alto tribunal, tanto para José Antonio Galán, como para los tres colectivos populares que cobija la sentencia, estuvieron dirigidas a torturar, matar, decapitar, exhibir cabezas, descuartizar cuerpos, decomisar y confiscar bienes, declarar infames las descendencias de los inculpados, a desterrar a 200 kms. a la redonda dentro del virreinato y expatriar a dos de los hermanos del prócer para el continente de África”.


Luego de la detención del capitán comunero, fue conducido desde Mogotes al Socorro y de allí a la cárcel de Santafé donde el 30 de enero de 1.782 le profirieron la sentencia.


Mi nono preparándose para terminar su relato, con lagrimas escurriendo por las arrugas y con su mirada perdida en el dolor de los recuerdos de sus antepasados, enumeraba las 21 crueldades que le aplicaron al valiente Galán por atreverse a poner en duda la fidelidad al rey y a desconocer su poder absoluto, anhelar justicia e igualdad social y un gobierno con la participación del pueblo.

1.      “Que sea sacado de la cárcel,”

2.      “arrastrado,”

3.      “y llevado al lugar del suplicio,”

4.      “donde sea puesto en la horca hasta que naturalmente muera,”

5.      “bajado,” (de la horca)

6.      “se le corte la cabeza,”

7.      “se divida su cuerpo en cuatro partes y”

8.      “pasado el resto por las llamas (para lo que se encenderá una hoguera delante del patíbulo,”

9.      Su cabeza será conducida a Guaduas teatro de escandalosos insultos:”

10.  “la mano derecha puesta en la plaza del Socorro,”

11.  “la izquierda en la villa de San Gil;”

12.  “el pie derecho en Charalá, lugar de su nacimiento;”

13.  “y el pie izquierdo en el lugar de Mogotes;”

14.  “declarada por infame su descendencia,”

15.  “ocupados todos sus bienes y aplicados al real fisco;”

16.  “asolada su casa”

17.  “y sembrada de sal, para que de esta manera”

18.  “se dé al olvido su infame nombre y”

19.  “acaba con tal vil persona, tan detestable memoria,”

20.  “sin que quede otra que el odio y espanto”

21.  “que inspira la fealdad del delito” (…)



Y retomando tranquilidad y esperanzas, el nono continuaba narrando que 34 años después los hijos de los comuneros que lograron escapar de la persecución, y los que fueron desterrados  a más de 200 leguas, entre ellos, el pinchotano don Pedro Santos, dio vida a más de catorce hijos con una charaleña de apellido Plata y se convirtieron en estafetas y guerrilleros que contribuyeron notablemente a detener y demorar lo refuerzos realistas que desde Venezuela iban a Santafé para enfrentar al general Bolívar al apoyar a los ejércitos del pacificador, Morillo.    

Estos grupos guerrilleros provenientes de los pueblos comuneros fueron liderados por el capitán Fernando Santos Plata y su hermana Antonia Santos. Ella, mártir de la independencia de Colombia.  Contó mi abuelo que Fernando Santos Plata estuvo en la reunión a la que asistieron los militares Francisco de Paula Santander, Simón Bolívar, y Custodio García Rovira ocurrida en Puente Real de Vélez en octubre de 1.810 en la que trazaron la estrategia de una guerra de guerrillas para atacar a batallones realistas y esconderse para hacer mas lento su marcha e impedir la integración de un ejercito mas numeroso y armado para enfrentar a los patriotas.


Mi abuelo murió en 1.928 año en que ocurrió la masacre de las bananeras narrada por Gabriel García Márquez. Mi padre que había nacido 4 años antes, me contaba la misma historia, pero adicionando que su padre había participado en la guerra de los mil dias defendiendo las ideas liberales.

 A su vez mi padre contaba que, siendo muy joven, tenia 15 años fue reclutado a la fuerza un martes en el mercado de Moniquirá cuando vendía un cerdo por orden de mi abuela. Lo reclutó a la fuerza la policía chulavita encargada de actuar como la mano negra contra los liberales que defendían las ideas de Jorge Eliecer Gaitán.


Siendo muy párvulo tenia que acompañar a mi padre, luego de retirarse de las fuerzas armadas de Colombia, al mercado de Puente Nacional. Tenia la misión de cargar en la capotera, y a unos diez pasos atrás de mi padre, el revolver y las balas para defenderse en cualquier emergencia. Y un atardecer de un miércoles marzo de 1.963 fui su guarda espalda cuando debió ir a palabrear con el bandolero Efraín González, bandolero del partido conservador, cuando supo por terceras personas que había sido sindicado, por ser reservista, de ser un sapo. Junto conmigo, guarecidos por la oscuridad, fueron varios amigos armados de mi padre para respaldarlo, por si no se lograba aclarar el malentendido convertido en chisme femenino.

Puente Nacional, Ecoposada La Margarita, noviembre 1º. De 2.020

NAURO WALDO TORRES QUINTERO

T.P. 4650 MEN

 

ALGUNAS FUENTES HISTORICAS

1.      Del infierno a la Gloria, escrito por Álvaro Santamaría Santander. 2.019

2.      José Antonio Galán, gestor de la independencia de Colombia, escrito por Myriam Sanabria de Quiroga. 2.020

3.      Historia de Colombia y sus oligarquías, escrito por Antonio Caballero. Ministerio de Cultura, 2018

 

El parasitismo del plagio intelectual

  El apropiarse de los méritos de otro u otros, el copiar y usar palabras e ideas de otros y sustentarlas o escribirlas como propias y usa...