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sábado, 6 de noviembre de 2021

El pago de oleo


A la partera o comadrona, quien recibía la criatura al nacer, se le reconocía también como mamá, por haber facilitado el nacimiento del crio. Dias después, en las manos del nacido se les colocaban unos mitones tejidos en lana por la misma madre para que no se aruñase con las uñas.

Si era mujer, se seleccionaba otra, entre la más cercanas a la madre. Si era varón, el amigo más allegado padre. Tenía la tarea cariñosa de cortarle por primera vez las uñas a la criatura. Desde ese momento se establecía un parentesco social muy cercano. Y a quien cortaba las primeras uñas, desde entonces, se le reconocía como madrina o padrino de uñas hasta la sepultura.



Los esposos escogían, con antelación al nacimiento, a los padrinos de bautizo, con quienes se concertaba el compadrazgo. Generalmente no eran de la misma familia, sino amigos cercanos. Si la madre tenía dificultades en el parto o el niño nacía muerto o con deficiencias en la salud, los padrinos lo bautizaban con agua para borrarle el pegado original.

Al crio se le bautizaba, una vez la madre cumpliese la dieta, luego de cuarenta dias de cuidados por parte de los miembros de la familia, y en especial, de una fémina contratada para ese menester.

El ajuar para el bautismo lo aportaban los padrinos. Era blanco como signo de la pureza de la criatura legitima. Al ser esta hija de pareja casada por la Iglesia. La ropa del bebé era confeccionada por la madre desde la confirmación del embarazo; otras allegadas, vecinas, se unían a la tarea de tejer los ajuares para los seis primeros meses del retoño familiar. A la partera, por experiencia de observación del tamaño de la barriga o posición de la criatura en el vientre de la madre, atinaba a pronosticar el sexo de nuevo integrante de la familia. Con ese pronóstico, tejían los vestidos, gorros y mitones. Si era varón, el azul era el indicado. Si era niña, el rosado era el fijo. Si había dudas, los ajuares eran blanco o amarillos.

El ajuar para el bautismo, lo escogían y asumían los padrinos. Los servicios religiosos los pagaban los padres, así como las viandas y bebidas, ya consumidas por el camino o en el pueblo.

Luego del bautismo, dias después, sin avisar, los padres procedían a pagar el óleo. A reconocer con una atención particular en la misma casa de los padrinos, el honor de haber mandado cristianizar al nuevo miembro de la familia.

Los padres del bautizado junto con los demás miembros de la familia visitaban en el hogar a los padrinos. Ocurría con preferencia después de las cinco de la tarde cuando cesaban los trabajos en la finca. Luego del saludo fraternal y alegre, los padres entregaban a los padrinos un canasto nuevo tejido en caña o bejuco, y en él, un bojote envuelto en paño de algodón blanco decorado con flores verdes. Dentro, guarecido con hojas de plátano pasadas por el calor del fogón, estaba el piquete para la familia de los padrinos. El cocido estaba compuesto de una gallina sin expresar, si eran menos de seis los homenajeados; si eran menos de doce, iban dos gallinas acompañadas de yuca, papa, plátano, arracacha, jites, bore, malanga y batata.

Acompañaba el canasto, un calabazo de chica con quince dias de fermentación, y uno más pequeño con guarrús o masato de maíz para los niños.

Ya en la mesa o en el potrero, la madrina de la criatura agradecía el pagamento y procedía a destapar el bojote, partir la gallina y ofrecer y convocar a su familia a ingerir las suculentas viandas.



A su vez, los padres del crio destapaban su propio piquete y compartían la cena las dos familias, al son de un par de músicos de cuerda que amenizaban el pago de óleo. Cada esposo disponía de un calazo pequeño, y en él, iba el ají con sal y cominos para deleitar acompañando la comida, los varones.

En Jarantivá, vereda donde nací, se olvidaron estas costumbres en el primer decenio del siglo XXI.

 

Puente Nacional, Ecoposada la Margarita, junio 26 de 2.021

lunes, 25 de octubre de 2021

Homenaje lírico a lideres sociales del Sur de Santander.

 

113. ¡Aleluya ¡ ¡Aleluya¡

11/2021

Una brizna es la existencia humana;

con un suspiro dejamos de existir.

 

Una paradoja es la vida humana;

nacemos para morir.

 

                                                                              del maestro Domingó 2.021

Hoy creemos que somos el ombligo del mundo

y no somos, ni punto, en la línea de tiempo.

 

En el peregrinar mundano

para un mejor estar, atesoramos y acumulamos.

 

Nacemos sin nada

y fenecemos sin nada.

 

Morimos para trascender.

Cristianos, muiscas y guanes

Creemos en la resurrección.

 

 

¡Aleluya¡¡Aleluya ¡

 

Quienes nos llevan la delantera, resucitaron;

ellos, un legado, nos dejaron.

 

Quienes nos llevan la delantera, resucitaron;

ellos, un legado, nos dejaron.

 

El obispo de la pastoral social,

monseñor Ciro Alfonso Gómez,

la labranza social preparó.

 

El párroco de la promoción social,

Floresmiro López,

sus enseñanzas, en San Vicente, transfirió.

 

El arzobispo de las causas campesinas,

Gustavo Martínez Frías,

en Vélez, Pamplona e Ipiales

sus siembras, cosechó.

 

Los misioneros vicentinos:

Cesar Flaminio Rosas y Efraín Adame,

la causa de los pobres, nos heredaron.

 

 

La franciscana de María Auxiliadora,

hermana Rosvita Mayer,

a servir al hermano, sin miramientos, nos legó.

 

 

 

El sacerdote defensor de los aparceros de Charalá.

el socorrano, Guillermo Suárez

a ponernos los alpargates del pobre, nos aleccionó.

 

El vicario de la catequesis de la Diócesis

de Socorro y San Gil, Ernesto Serrano,

una nueva imagen de parroquia, nos enseñó.

 

El mártir del Opón,

el sacerdote José Antonio Beltrán,

caído bajo las balas de las Farc,

la otredad nos predicó.

 

El fundador del El Camino, misionero educador,

Jaime Mitchell, sacerdote americano,

la formación del marginado, nos delegó.

 

 

El fundador de comuneros 81,

el sacerdote Jorge Velandia,

a la lucha popular, nos convocó.

 

El carismático sacerdote del grupo “SAL” y “Hablemos”,

Laureano Sarmiento,

Su ejemplo, nos dejó.

 

El bellezano, Excelino Forero,

caído bajo las balas oficiales

sirviendo a los tabacaleros

en García Rovira, Santander,

su testimonio nos animó.

 

El gambitero, Froilán Buitrago

acribillado ante su familia

por balas del mismo origen

en su casa en Zapatoca,

el camino agropecuario nos mostró.


El joven, Rafael Pineda Gómez

acribillado en Providencia, Puente Nacional,

luego de una jornada deportiva juvenil

con balas cegadoras del grito social.

 

A la maestra de la promoción de la mujer,

 la mogotana, Martha Lucia Gómez,

arquetipo femenino, defensora humanos.

 

Elías Sanabria, el parcelero,

campesino sin igual,

en Charalá, ejemplo, nos dejó.

 

Oscar Sierra, trabajador social,

en la Belleza, sus restos heredó.

Lucinia Muñoz, y Miguel Gamboa,

egresados del liderato social,

los recordamos con amor.

 

Los lideres sociales:

El socorrano Isaac Pérez,

Elemín Castro del El Hato,

Daniel Pereira de Mogotes,

Hilda García de Guadalupe

y la charaleña; Elsa Peña,

sus valores, a los conocidos, legaron.

 

El sanjoaquinero, Luis Eduardo Torres,

gestor del crecimiento de COMULDESA;

el caldense, Roberto Osorio,

cooperativista sin igual;

 el campesino, Abelardo Martínez

sindicalista agrario de Charalá;

la batalladora cívica, Yadira Silva,

de San Gil, defensora popular;

el cooperativista, musico y locutor,

Horacio Millán Pelayo;

seis víctimas del COVID 19,

y el periodista Pedro Esaú Mendieta,

sus vidas no fueron en vano.

 

El poeta de Moravia, el cooperólogo,

el escritor bellezano, el maestro de Sitio Nuevo,

mi amigo de la juventud, adultes y vejez,

en un santiamén, un cáncer lo lapidó,

pero sus letras, nos quedaron.

 

 


Hoy, a la sombra del legado del socorrano, Laureano Sarmiento;

en el aniversario de su resurrección;

el poeta y escritor Nauro Torres Quintero,

hijo de Puente Nacional,   

maestro del liderato social,

agente de la pastoral social,

comunicador de las causas sociales;

rinde homenaje a los hermanos idos,

recordando a los presentes

el legado que nos heredaron con su resurrección.

 

miércoles, 20 de octubre de 2021

Instantes: un poema de Nauro Torres Quintero

 

# 67

07/2021

D:R:A

Tus labios los recuerdo, cual chupeta,

producían adicción;

tus redondos ojos pardos, instaban a la ensoñación;

tu rostro juvenil entre mis manos,

suscitaba ternura y contemplación;

el lamer tu cuello, encendía tu pasión,

el succionar tus alveolos atizaba tu pasión.

 

De tu desnuda humanidad brotaban

tus tiernos senos izaban

cual volcanes en erupción;

 en mí, provocaban pasión,

 obnubilaban mi corazón.


 

Recuerdo tu desabrigado cuerpo,

 cual delfín rosado

por mi piel nadando.

 

evoco tus lunares escondidos,

 achocolatados y dormidos

deseosos de ser contemplados.

 

Tus torneadas piernas rememoro

insinuantes al misterio;

arcano húmedo añoro.

 

Pensando en mí, te enamoraste de otro;

añorando mis caricias te casaste con otro;

cual sarta de calendarios

precipitaronse los años, uno tras otro;

y en festivos, momentos escasos,

 brotan en la pradera, remembranzas,

cual fugaces corrientes de aire fresco

calentando la soledad, usuales compañeras

en noches de desvelo y evocación.

 



Una suma de instantes es la vida,

un baúl con recuerdos bajo llave

una página borrosa del cuaderno,

escrita con el lápiz de la nostalgia

y la pluma de la añoranza;

así se torna el existir,

 escasa suma de instantes placenteros

intrincados en repetir.

jueves, 16 de septiembre de 2021

Mujer y compañera: Un poema de Nauro Torres Quintero

 

Poema 096

09/2021

 D.R.A.


Busco una mujer

que sea mi compañera

en las buenas y en las malas

en la juventud, la adultez y la vejez.

 


 Busco una mujer que sea una fuente de ternura,

con ojos, cual lucero en mis noches de nostalgia,

que sus labios, sean un dulce pecado,

que su sonrisa sea restauradora,

que tenga oídos sordos al odio,

una lengua conciliadora,

una cabellera generosa para jugar con ella,

una mente pensante y creativa;

unos hombros equilibrados para soportar el sufrimiento

unos senos voluptuosos para amamantar a los hijos,

una cadera recatada para deleitarme en ella,

unas piernas insinuantes al misterio,

unos pies caminantes y plantados en el entorno.

 

Busco una compañera que tenga un esponjoso corazón,

que de su boca destile afecto y amor,

que sus palabras sean salmos de comprensión.

 

Busco una compañera que sea sensata al opinar,

  que sea solidaria y asuma la otredad,

que sea autónoma e independiente,

realista e imaginativa, creativa y furtiva;

que sea maestra del autocuidado;

que le aflore el buen humor en las alegrías y dificultades.

 

Busco una compañera abnegada,

adaptable a las circunstancias y al entorno,

ambiciosa de la unidad familiar,

amistosa con los amigos y enemigos,

enardecida por su ser y apasionada por el hacer.

 

Busco una mujer, atenta;

amante del aprender y empeñada en desaprender;

disciplinada en sus quehaceres,

asertiva en sus determinaciones,

bondadosa en sus relaciones,

benevolente con el prójimo,

coherente en su ser, en su hacer y en su estar,

colaboradora conmigo y con los demás,

consciente de mi amor desde mi ser y desde mi estar.

 

Busco una compañera confiada en la misericordia de Dios,

constante en sus determinaciones,

diligente en los compromisos,

curiosa para aprender y para transformar

discreta al hablar y en el pensar;

eficaz en su actuar,

empática conmigo y con el prójimo,

exigente consigo misma y con los demás,

generosa consigo mismo y con los otros,

grata con Dios, con la vida y con la humanidad.

 

Busco una mujer, humilde, honesta y honrada,

que dé prioridad a la felicidad,

que disfrute conmigo contemplando la luna;

que guste de mis caricias y las de la brisa,

que disfrute el sol, la lluvia, el frio y el calor,

que goce la lectura y permita ser acariciada

por mis versos y sea fuente de mi inspiración poética y existencial.

 

Gracias mujer, gracias, compañera por existir

Gracias por ser inspiración, fuente de vida y amor.

jueves, 29 de julio de 2021

Labán, el codicioso


Fue el hijo mayor de una trio, hijos de unos padres casados en segundas nupcias. Eccehomo, el padre delegó en él, la güianza y cuidado de los hermanos menores Abel e Irene, a quienes castigaba sin motivos ni razones.

A la escuela fueron los tres. Debian caminar unos cuatro kilómetros cada día. Labán, cazaba pleitos porque los otros niños no procedían como él lo determinara.

Terminaron la primaria, y los dos menores, a la capital partieron en búsqueda de oportunidades. Abel, logró un empleo en una empresa de vigilancia, formó familia y engendró tres hijos con una dama muy trabajadora. Irene, empezó a trabajar en una empresa farmacéutica como empacadora. Igual conformó familia con un joven trabajador de origen campesino.

Eccehomo murió de viejo a los 85 años. Su segunda esposa, Mercedes, diez años después, se fue tras él.

Labán continuo en la finca disfrutando de los reítos de la venta de las crías y venta de leche sin entregar cuentas a los hermanos residenciados en la capital por asuntos laborales.

Los fines de semana mostraba sus habilidades en el juego del turmequé con moñonas y embocinadas sucesivas en cualquier chico de tejo. A las galleras acudía chalaneando en el caballo rocinante canoso por los años que sirvió por 15 años a Eccehomo.

Las Farc hicieron presencia en el territorio anunciando su estadía con visitas ocasionales a las parcelas de los labriegos, quienes, en su natural espontaneidad, ofrecían alguna bebida o vianda a los intrusos. La parcela de Labán por estar a la vera de un sendero veredal, en varias ocasiones fue visitada por la guerrilla y atendida con una limonada.

Un jueves cualquiera del mes octavo de 1.983, un comando del ejército colombiano se enfrentó con la cuadrilla guerrillera que estaba haciendo el censo campesino. Hubo muertos y heridos en los alzados en armas, mientras que a las fuerzas estatales, les favoreció la sorpresa y la iniciativa.

Pocos meses después, la civil rondó por algunas parcelas campesinas sindicando a unos como colaboradores de la guerrilla. Alfonso Gómez, un solitario labriego resultó muerto en su rancho. Dicen que en una de sus huertas apareció un morral verde con objetos personales de un miembro de las FARC.

Labán fue sacado de su casa, sindicado de colaborador de la guerrilla. Se lo llevaron por delante como un ternero manso. En una planicie, le anunciaron que lo iban a soltar. Le dijeron que se fuera adelante a paso rápido para que no se dejara alcanzar del pelotón militar.

Ramiro, su medio hermano materno, bajaba por el mismo camino y se percató que le iban a aplicar la ley de fuga. Solicitó a un soldado le condujese al comandante del piquete militar. Le informó que Labán era uno de sus hermanos menores. Que no tenía nada que ver con los facinerosos. Que solo había ofrecido una bebida que no se le niega a nadie. El comandante, escuchó atentamente mientras revisaba los papeles de identificación que había entregado Ramiro mientras solicitaba piedad por Labán. El militar comprobó que Ramiro era reservista y le devolvió a su hermano con la condición de que se presentase en el puesto de comando en los Robles, con varias recomendaciones de buena conducta a favor de Labán.


A Labán no le hicieron cargos, muy usuales sin pruebas por las fuerzas regulares del Estado en zonas de guerrilla. Para evitar la suerte de su vecino, Alfonso Gómez, partió para la capital en búsqueda de acogida por sus hermanos menores.

Regresó a la vereda dos años después. Montó una cantina en Providencia, poblado que otrora fuera estación del tren. La música de carrilera, las rancheras animaban las tomatas de fines de semana en la casa de la loma que había sobrevivido al incendio de 1.948 causado por los godos para correr a los liberales.

Una noche de jóvenes borrachos, discusiones hubo entre ellos con disparos al aire. Labán logró cerrar la tienda con un par de labriegos en disputa. Un tiro desde la calle atravesó la puerta de pino y hacer carambola con la frente de Labán fracturándole el cráneo e hiriéndole de muerte.

Fue socorrido oportunamente y trasladado a Bogotá por su medio hermano Ramiro y vecinos comunales. Meses después regresó a la finca usando un gorro para disimular la cavidad que le dejó el tiro.

Años después, corrió del derecho herencial que tenía Ramiro para pernoctar en la casa paterna. Diez años luego de la muerte accidental de Abel, y la ausencia de Irene por asuntos laborales y de familia, Labán reclamó legalmente la posesión de la parcela, desconociendo los derechos de los descendientes de sus hermanos.

Ramiro vive en el terruño que compró con su trabajo y evita tener líos de linderos con su medio hermano, quien ha ido vendiendo la tierra por pedazos para cubrir los gastos de la vejez abandonado por sus hijos y la esposa que decidió regresar a la casa paterna por el maltrato frecuente de Labán que envejece mientras pasa los dias sentado en la vieja silla de madera que usó su padre desde la juventud.


Puente Nacional, julio 29 de 2.021

viernes, 23 de julio de 2021

El chino de los tres nombres


Sus postreros años los rumió María de Jesús sentada en un tolete cuadrado y rectangular de eucalipto cortado a lo largo con serrucho trocero, y con hachuela, labradas sus cuatro caras cuadradas. La entera banca dormitaba paralela al camino real, echada sobre el piso de tierra del corredor principal de la guarapería en ele con paredes guarecidas por ajadas tejas de barro cocinado a finales del siglo XIX en uno de los dos chircales que hubo en vereda la Jarantivá en Puente Nacional.

La ventera tenía sus secretos para fermentar las bebidas derivadas de la miel de caña dulce que se cosechaba en las parcelas alinderadas al camino real de la miel y de la sal y se extraía en uno de seis los trapiches que hubo en Jarantivá.

En un porrón de barro yacía la chicha de arracacha; en otro, la de maíz; en otro, la de ibias. En una olla del mismo material, con dos orejas, estaba el guarapo para restablecer las fuerzas; en otra, el para la sed; y en otra, el guarrús para las damas y los niños, todas bebidas para quienes, cada ocho dias transitaban en ambas direcciones por el pendiente camino desde los 1.300 metros hasta los 2.700 metros sobre el nivel del mar desde Puente Nacional hasta Sutamarchan en Boyacá. En la pieza del rincón estaba la guarapería, en la del medio, la despensa, y en la de la esquina, la cocina de leña haciendo ángulo con el horno para el pan, las almojábanas y los amasijos que se amasaban cada sábado para la venta del domingo y el lunes de cada semana. En el lado de la escuadra de la casa había tres habitaciones; una servía de sala y dormitorio para los reinosos comerciantes y las otras dos, aposentos para los miembros de la familia.


María de Jesús enviudó muy joven. Tendría unos 19 años: Miguel, el esposo murió al colmar los 24 calendarios. Nunca se supo que mal lo arrimó al cementerio. Dos chinos le quedaron para criar con el producto de las ventas de bebidas y el pan, y un patrimonio representado en dos pedazos de tierra; uno en clima templado y otro en clima medio, más la chichería y un par de mulas que con los años fueron convertidas en salchichón por decisión de un tío que nunca les entregó cuentas a los hijos de la ventera del uso y venta de los mulares.

Roberto una vez tuvo cedula se fue del lado de la ventera robándose a una de las hijas de otra ventera vecina. Y Agustín, el segundo hijo al cumplir los 15 años fue reclutado a la fuerza para convertirlo en chulavita para defender los intereses de Laureano Gómez, un presidente colombiano afín a las ideas de Adolfo Hitler en cuya dictadura alemana estuvo como embajador de Colombia, y por intermedio de él, llegaron furtivos nazis a Colombia desde 1.946.

Cuatro años estuvo Agustín en la Policía Nacional y regresó a la chichería con chino y mujer para acompañar a María de Jesús y empezar a administrar los bienes que abandonó el hermano mayor, Roberto, quien se fue en viaje amoroso a las tierras de Caldas a iniciar vida marital con su Aurora, una linda campesina con rostro angelical que lo soporto con la paciencia del santo Job hasta la muerte ocurrida en Villavicencio en 2.006.

María Custodia se llamaba la esposa del Agustín, y al primer crio que le echaron el agua bendita lo identificaron con tres nombres, como fue usual en ese entonces, dizque para rezarle a tres santos en alguna emergencia en salud.

Agustín conoció a María Custodia en “la alcancía” una tienda que lindó con el palacio municipal de Guateque, un municipio boyacense. El Jarantivá, un moreno simpático y buen conversador, se enamoró de la hermosa boyacense por los cachumbos que le caían cual cascadas en la espalda, por el rostro de bella campesina y por lo emprendedora y autónoma que era siendo menor de 20 años.

De un día para otro la guarapería y posada de María de Jesús resultó con dos venteras. Cada una con su tienda. Custodia le montó la competencia al frente de la casa de María de Jesús, ofreciendo bebidas y fritanga a los caminantes, entrando en diferencias con la suegra hasta dejarlas, a cada una, en una esquina en un cuadrilítero sin cuerdas.

Con los meses, Agustín le tocó hacer rancho aparte a unos 300 metros camino abajo en un lote del que compró los derechos y al que se fue bajo unas latas de zinc con Custodia y el chino de los tres nombres.

En ese entonces, no existía en alambre de púas para separar las propiedades. Las parcelas campesinas se alinderaban con cimientos de piedra o con vallados. Los vallados fueron zanjas de uno veinte de ancho y un metro de hondo, y por largo, la medianía construida a pica y pala entre los dos colindantes.

María de Jesús, de la noche a la mañana se encontró entre dos emociones: la alegría que la ventera joven le montó la competencia en el frente de su guarapería, y la presencia alegre de su primer nieto, el chino de los tres nombres.

Las abuelas se las ingenian para consentir a los nietos y ofrecerles lo que les negaron a los hijos. Y el chino de los tres nombres, de tan solo tres años, se las ingenió para ir a visitar a la abuela, en un cerrar de ojos, a escondidas de la ventera boyacense.

El vallado se convirtió en la autopista que unía a las dos tiendas, y por ella, el chino de los tres nombres, el día de mercado, cuando había más caminantes refrescándose y descansando del azaroso camino real, corría sin parar hasta la guarapería de María de Jesús, a saludarla, pero más por reclamar los cariñitos que la abuela le guardaba en cada horneada de pan y amasijos.

Acezando, el chino de los tres nombres saludaba a la abuela, quien dejaba de atender a la clientela para introducir en el brazo derecho del niño una sarta de roscones rellenos de bocadillo y sombrereados de azúcar.

Por el mismo vallado, sin descansar, el niño regresaba al rancho de los padres contento por el comiso que la abuela de daría cada ocho dias.

Un día cualquiera de un mes cualquiera del año 1.955, la ventera de los cachumbos en cascada hasta la espalda se dio cuenta que su primogénito estaba ingiriendo roscones que no eran de su horneada. Del otro brazo tomó al chino de los tres nombres y le fue quitando uno a uno la sarta de roscones y se los fue dando a límber, el perro del niño, y luego de ultimo roscón tirado al suelo, le dio soberana pela por la cola del inocente niño que lloró por el resto de día y parte de la noche hasta que las palmadas lo durmieron del dolor. Castigo merecido, dijo la ventera por recibir galguerías de la abuela desalmada.

El chino de los tres nombres, por seis dias se arrepintió por volarse a visitar a su abuela, pero en el séptimo, pudieron más las ganas por los roscones que la fuetera de la joven ventera boyacense.

El siguiente lunes de mercado, el niño se voló a visitar a la abuela convencido que recibiría la sarta de roscones en su brazo derecho. Y así, ocurrió. Pero desde esta vez y hasta que murió María de Jesús, el niño guardaba los roscones en sus propias bodegas con puertas de helecho seco.

El chino de los tres nombres había previamente tallado con palitos de champo, en las dos paredes del vallado, tres bodegas estratégicamente distribuidas para que Custodia, la madre, no le encontrara los roscones de la abuela. Las bodegas las cerró para siempre el niño, el día que murió María de Jesús y su guarapería no volvió a abrir sus puertas, para que, en ella, habitasen los olores de los productos fermentados de la caña, cultivo que desapareció en el sector, cuando murió de cirrosis, Luis González Castillo, el ultimo guarapero de Jarantivá.

 

Puente Nacional, Ecoposada La Margarita, junio 22 de 2.021.

El parasitismo del plagio intelectual

  El apropiarse de los méritos de otro u otros, el copiar y usar palabras e ideas de otros y sustentarlas o escribirlas como propias y usa...