Fue el hijo mayor de una trio, hijos de unos padres
casados en segundas nupcias. Eccehomo, el padre delegó en él, la güianza y
cuidado de los hermanos menores Abel e Irene, a quienes castigaba sin motivos ni
razones.
A la escuela fueron los tres. Debian caminar unos
cuatro kilómetros cada día. Labán, cazaba pleitos porque los otros niños no
procedían como él lo determinara.
Terminaron la primaria, y los dos menores, a la
capital partieron en búsqueda de oportunidades. Abel, logró un empleo en una
empresa de vigilancia, formó familia y engendró tres hijos con una dama muy
trabajadora. Irene, empezó a trabajar en una empresa farmacéutica como
empacadora. Igual conformó familia con un joven trabajador de origen campesino.
Eccehomo murió de viejo a los 85 años. Su segunda
esposa, Mercedes, diez años después, se fue tras él.
Labán continuo en la finca disfrutando de los
reítos de la venta de las crías y venta de leche sin entregar cuentas a los
hermanos residenciados en la capital por asuntos laborales.
Los fines de semana mostraba sus habilidades en el
juego del turmequé con moñonas y embocinadas sucesivas en cualquier chico de
tejo. A las galleras acudía chalaneando en el caballo rocinante canoso por los
años que sirvió por 15 años a Eccehomo.
Las Farc hicieron presencia en el territorio
anunciando su estadía con visitas ocasionales a las parcelas de los labriegos, quienes,
en su natural espontaneidad, ofrecían alguna bebida o vianda a los intrusos. La
parcela de Labán por estar a la vera de un sendero veredal, en varias ocasiones
fue visitada por la guerrilla y atendida con una limonada.
Un jueves cualquiera del mes octavo de 1.983, un
comando del ejército colombiano se enfrentó con la cuadrilla guerrillera que
estaba haciendo el censo campesino. Hubo muertos y heridos en los alzados en
armas, mientras que a las fuerzas estatales, les favoreció la sorpresa y la
iniciativa.
Pocos meses después, la civil rondó por algunas
parcelas campesinas sindicando a unos como colaboradores de la guerrilla.
Alfonso Gómez, un solitario labriego resultó muerto en su rancho. Dicen que en
una de sus huertas apareció un morral verde con objetos personales de un
miembro de las FARC.
Labán fue sacado de su casa, sindicado de
colaborador de la guerrilla. Se lo llevaron por delante como un ternero manso.
En una planicie, le anunciaron que lo iban a soltar. Le dijeron que se fuera
adelante a paso rápido para que no se dejara alcanzar del pelotón militar.
Ramiro, su medio hermano materno, bajaba por el
mismo camino y se percató que le iban a aplicar la ley de fuga. Solicitó a un
soldado le condujese al comandante del piquete militar. Le informó que Labán
era uno de sus hermanos menores. Que no tenía nada que ver con los facinerosos.
Que solo había ofrecido una bebida que no se le niega a nadie. El comandante,
escuchó atentamente mientras revisaba los papeles de identificación que había
entregado Ramiro mientras solicitaba piedad por Labán. El militar comprobó que
Ramiro era reservista y le devolvió a su hermano con la condición de que se
presentase en el puesto de comando en los Robles, con varias recomendaciones de
buena conducta a favor de Labán.
Regresó a la vereda dos años después. Montó una cantina
en Providencia, poblado que otrora fuera estación del tren. La música de
carrilera, las rancheras animaban las tomatas de fines de semana en la casa de
la loma que había sobrevivido al incendio de 1.948 causado por los godos para
correr a los liberales.
Una noche de jóvenes borrachos, discusiones hubo
entre ellos con disparos al aire. Labán logró cerrar la tienda con un par de
labriegos en disputa. Un tiro desde la calle atravesó la puerta de pino y hacer
carambola con la frente de Labán fracturándole el cráneo e hiriéndole de
muerte.
Fue socorrido oportunamente y trasladado a Bogotá
por su medio hermano Ramiro y vecinos comunales. Meses después regresó a la
finca usando un gorro para disimular la cavidad que le dejó el tiro.
Años después, corrió del derecho herencial que
tenía Ramiro para pernoctar en la casa paterna. Diez años luego de la muerte
accidental de Abel, y la ausencia de Irene por asuntos laborales y de familia,
Labán reclamó legalmente la posesión de la parcela, desconociendo los derechos
de los descendientes de sus hermanos.
Ramiro vive en el terruño que compró con su trabajo
y evita tener líos de linderos con su medio hermano, quien ha ido vendiendo la
tierra por pedazos para cubrir los gastos de la vejez abandonado por sus hijos
y la esposa que decidió regresar a la casa paterna por el maltrato frecuente de
Labán que envejece mientras pasa los dias sentado en la vieja silla de madera
que usó su padre desde la juventud.
Puente Nacional, julio 29 de 2.021
ResponderEliminarFelicitaciones Nauro por tu narrativa, está vez, relacionada al tema complejo del patrimonio familiar, el cual, muchos herederos desconocen que se debe distribuir, por partes iguales, entre todos los hijos, sin perjuicio de las denominadas trasmisión o representación hereditarias, en caso de que alguno o algunos de los hijos fallezca, dejando a su vez descendientes.
Hoy en día, tenemos la presencia de muchos que como Labán, dentro del seno de sus familias, han hecho dominio total de herencia, que no les corresponden legalmente.
Siempre es bueno leer tus letras Nauro, siempre se aprende algo nuevo. Felicidades y muchos más éxitos en tu vida literaria, familiar y social.
Cordial saludo amiga Mariela. Así como tu, hasta en lo se escribe, en las palabras quedan legados didácticos para que un juicioso lector, capte y acoja.
EliminarIntento recrear literariamente espejos que abundan en la realidad.
En el caso de las sucesiones, nos corresponde a los mayores, plasmar en testamento nuestra voluntad, para evitar que el esfuerzo de los años se convierta en carroña.