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martes, 27 de agosto de 2019

Plácido Montenegro Castro "El llanero boyaco"

Maestro de día,  maestro de noche

En las vegas del río Orotoy, en la vereda que lleva el mismo nombre, en el hoy municipio de Acacias, Meta, en un amanecer llanero, nació un varón en una familia colona  proveniente de Sutatenza, Boyacá que  había llegado a la región en 1.936. Fue el quinto de una  docena, de los cuales, ocho fueron propicios para trabajar en la finca con el machete, con el rejo, con las mulas y el azadón.

Placido, el llanero.

Por lo apacible y tranquilo que era el guambito, el padre, quien siempre determinaba los nombres de los varones, le mandaron quitar el pecado original bautizándolo como “Placido”. Había nacido el 24 de septiembre de 1.948 en pleno surgimiento de la segunda violencia partidista en Colombia.  En esa región de los llanos orientales  surgieron, y otros llegaron  a sumarse,  un año después, las guerrillas liberales liderados por Guadalupe Salcedo y Omar Aljure con el apoyo financiero de Carlos Lleras Restrepo para enfrentar a los “Chulavitas”, paridos bajo el gobierno de Ospina Pérez, luego del bogotazo, y que por cinco años, sembraron terror en zonas liberales desplazando a los labriegos mas a las montañas, y en otras partes de Colombia, fueron los conservadores  los desplazados por la chusma liberal.


Plácido Montenegro, 1.972.

Hijo de padres colonos

Nació en la finca Morotoy, en ese entonces, estaba a cuatro horas de camino a caballo desde el incipiente poblado de Acacías que se había constituido en 1.920 sobre la recién vía al llano como punta de colonización fundado por un liberal  con el nombre de Boyacá, población adscrita a San Martín.  A principios de 1.950 los conservadores se apropiaron de la región de Acacias, y  la familia Montenegro Castro, de origen liberal, para proteger la vida,   se vieron obligados a vender la parcela en $ 12.000.oo y se desplazaron a boca de monte, en la vereda Irete donde iba la colonización en la región de Granada.  Compraron un terreno baldío  ondulado de 150 hectareas que debió a hacerse a hacha y machete. Para intentar dar la educación primaria a la tracalada de chinos, con $ 500.oo compraron en el naciente caserío de Granada, la única casa con techo de teja de barro y anden de cemento. Recuerda el chivato de meros dos años que el dinero alcanzó para comprar una vaca de leche, y de los amigos del partido, fueron recibiendo ganado al aumento en la medida que surgían pastadas sobre las cenizas de los montes arrasados por las hachas.

Primera comunión de Placido Montenegro.

Trabajando primero para ir a estudiar luego.

Plácido  fue del primer grupo de niños que dieron origen a la escuela pública de Granada y formó parte del primer quinto de primaria  en 1.959 de la historia educativa de Granada. Desde sus once años y hasta los 17 debió dedicarse a los oficios varios del conuco, alternando con el ordeño y la separación de los terneros, la limpieza de potreros con peinilla. En 1.966, mediante beca nacional ofrecida a los mejores estudiantes de los quinto de primaria, la familia lo apoyó y envió a estudiar a la Escuela Industrial de Facatativá hasta obtener, junto con otros 19 compañeros, el titulo de expertos que,  en su mayoría, continuaron becados en la ENSIN de Zipaquirá para titularse él, en 1.972, como técnico en Electricidad.

Maestro por oportunidad, maestro por vocación

A los pocos días de graduarse, gracias a un inspector nacional que le había conocido  como alumno,  fue nombrado profesor de electricidad en Garagoa, Boyacá, y en 1.974, a principios, fue trasladado con el mismo cargo al Instituto Técnico Central de Bogotá. A la par, inició estudios nocturnos, licenciándose en 1.979 en la Universidad Gran Colombia en  matemáticas y física y, posteriormente cursó una especialización en pedagogía de las matemáticas. En jornada contraria y en la nocturna, desde 1.980, se convirtió en docente del IMPAO, sumándose a la iniciativa para modificar el nombre y la misión de la institución, surgiendo la Universidad de los Libertadores en la que trabajó por 42 años; adicionalmente, dado el éxito profesional como maestro, ejerció por 15 años en la universidad Buenaventura, en Bogotá en la formación de docentes. Luego de 42 años al servicio de la educación técnica en el Instituto técnico Piloto de la capital, se pensionó en el 2.004 y desde entonces, se ha dedicado a viajar, a disfrutar la vida, luego de ese lapso con tres jornadas laborales diarias.
Placido Montenegro con Hector Gonzalez, 1.972

Trabajo, trabajo, trabajo

El acertado nombre del padre, ademas de tranquilidad para afrontar jornadas de 14 y 16 horas diarias en aulas de secundaria y universidad, el llanero nació afortunado, como el alcaraván, esa ave viajera que siempre busca el alimento en  los mismos parajes de la geografía nacional. No valieron los matiné en Armonías zipaquireñas, ni las fiestas en el instituto donde estudiaba, ni las tentaciones ofrecidas por los compañeros del curso. Plácido, el tranquilo, se casó con la niña que parceló su corazón cuando cursaba la básica secundaria en Facativá.  Martha Otálora ha sido su eterno amor, de cuya unión, hay dos hijas. La oftalmológica pediatra, Martha Beatriz, y el publicista Carlos. Tienen dos nietas que se han convertido en el oxigeno de Plácido para la pareja de padres.

El novio eterno

La llanura, los caños, el río, los peces, las garzas, los micos, los caballos, los becerros, las mamonas y las sarabiadas están en el imaginario de los niños llaneros. En la entrevista, el profesor de la triple jornada recuerda con alegría los juegos de la época infantil: el trompo, las canicas, los mararayes, la coca; y a sus primeros maestros que le brindaron afecto, sin recibir paga alguna del municipio o del Estado. De la vida de estudiante en Zipaquirá, evoca con sonrisas los chicos de tejo y billar con Alvaro Helvez  y  Alfonso Vélez. Cuenta entre las satisfacciones profesionales, el haber gestionado para el Instituto Técnico Piloto, un laboratorio de electricidad mejor que el que usó en el Técnico Central. En las universidades, cita que logró convertir a las matemáticas en una área agradable para los estudiantes; y en las especializaciones a los maestros, suscitó el trato digno y justo con los estudiantes  para generar sinergias que redunden en el desarrollo de los talentos individuales. Destaca las satisfacciones en el hogar: la eterna vida de pareja, el amor incondicional a los hijos y nietas y el cultivo de la amistad en la familia. En los años dorados, goza contemplando a la familia, viajando y restaurando las amistades distantes por asuntos de trabajo.


El profesor Montenegro con la esposa e hijas.

Los compañeros recordados

Cuenta Plácido que los años compartidos y vividos en Zipaquirá, en el internado, en los talleres y en las aulas, están en su diario, sin escribir, con los folios mas recordados en la agenda de su existencia. De los compañeros de estudio, recuerda a su paisano Feliz Encizo, quien fue un punto de apoyo en los estudios y lecturas literarias, área que disfrutaba leyendo y escribiendo el también maestro de San Martín, Meta. Evocó en nombre de Luis Alberto Correa, oriundo de Facatativá, quien fuera novio de Mercedes Amaya, hija de Celmira de Amaya, cuyo padre, Marcos, falleció arrollado por un tren en la red vial que pasaba por el barrio Algarra. Tiene especial afecto por Rafael Alvarez, posteriormente acudiente de uno de los hijos que estudió en el Instituto técnico Piloto de Bogotá, y facilitador para ingresar al mismo colegio a los hijos de los trabajadores de las empresas de Rafael. Mencionó a Hector Gonzalez, profesor de la Industrial de Barichara, compañero de la Escuela en Facatativá y Zipaquirá y ahora compañero de viajes. Y, a Raul Sanchez, por haber compartido espacios educativos en la ENSIN y en la Universidad Gran Colombia.

La vida, una cocción de sabores y sinsabores

La vida es una cocción de sabores y sinsabores. La muerte de los padres y suegros le apachurró el corazón y las lagrimas no se congelaron rápido en cada episodio de descencarnar. La tristeza lo embargó al ver retornar a un hermano, otrora reconocido empresario en Venezuela, con las manos vacías a como partió para empezar de nuevo luego de 40 años de vida laboral en el recién viacrucis que vive el pueblo venezolano como efecto del impacto de socialismo del siglo XXI que repartió la miseria, empobreció el aparato productivo y la burocracia convirtió las arcas del Estado en botín de reparto, cual español colonizador venido a américa.

Juntos para siempre

Plácido lo es todo para Martha, y ella para él. Es un modelo para los retoños y nietas y es un amigo para quienes fueron sus amistades en el colegio, en la universidad, en el trabajo y en la familia. 

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Junto con Jose Antonio Ospina, concertaron buscar y convocar a los egresados de la ENSIN 1.972 para citarlos a un encuentro en un punto intermedio del país, pues estamos dispersos en los cuatro puntos cardinales. La reunión será en Ibagué.

Ecoposada La Margarita, Puente Nacional, agosto 5 de 2.019
#nauro torres.
























sábado, 17 de agosto de 2019

MARIO SEGUNDO PELUFFO "El carmelano pastuso"

El maestro de las ciencias exactas

Nació en la sufrida región colombiana marcada en el mapa  de la violencia como Montes de Maria, en donde ocurrieron 57 masacres y más de 1.500 familias fueron desplazadas en el primer decenio del presente siglo. Fue el 12 de febrero de 1.953.  El mismo día que Francisco Orellana descubre el río Amazonas en 1.542. El mismo día que en 1.879 se inauguró en Nueva York el madison Square Garden. En Colombia, se reabrió el periódico Espectador en 1.891 censurado un año antes, y China adopta el calendario gregoriano en 1.912 y los Viet cong, en Vietnam libera a los primeros soldados gringos.

ORIGEN CAMPESINO

Le quitaron el pecado original en El Carmen de Bolívar en el mismo año que nació.   . Dio sus primeros pasos debajo de un palo de aguacate y convirtió la sombra del árbol en el teatro de sus aprendizajes infantiles, en el comedor de sus angustias, en la hamaca de sus sueños y en el espacio para las contemplaciones. Su madre no lo entretenía con un sonajero. Lo hacia con melodiosas canciones animadas por cañas de millo, acordeones, gaitas, tamboras y clarinetes. Ya volantón, jugando en la calle  fisgoneaba en las tardes en las tertulias de los viejos que jugaban dominó y tomaban ron blanco mientras se fresquiaban  bajo el follaje inmenso de  un zamán.


Proviene  de una familia numerosa en el campo donde se requería mano de obra barata, y tener hijos se competía, en cantidad con los felinos.  Tuvo “16 hermanos, 8 mujeres, 7 hombres, y “yo”, narra  a carcajadas, al otro lado del lugar donde me encontraba cuando le entrevisté. Por ser el menor, le registraron con los nombres del padre, un guayacán que murió de pie en 1.985. Y como era la costumbre a principios del siglo XX, los varones pagaban la dote y se casaban con niñas muy tiernas e inocentes. Silvia Ferrer lo hizo a los 14 años, y desde esa edad, veló por la camada y aprendió los oficios de la casa desde el 2 de febrero de 1.929 cuando nació escuchando  de niña los horrores de la masacre de las bananeras ocurrida en 1.928 en tierras donde nació el único nobel colombiano con sabor caribeño, cuyas obras debimos leer en el aula de clase mientras cursábamos el bachillerato técnico.


El rostro de Mario se le recuerda porque tenía los dientes salidos por chupar dedo; usaba un peinado con linea 3/4 a la izquierda y capul que se extendía sobre el lado izquierdo de esa cabeza armónica que caía sobre la frente en forma de artesa. Tenia tez cobriza y se creía mas blanco que Pedro Guzmán. Al mirarle a la cara, se podía inferir la predicción por los números. Tenia el rostro forma triangular, nariz aplanada, sonrisa exagonal, cejas de borrador y ojos en el centro de paralelogramos. Con los años a la espalda, el rostro de todos, ha cambiado a tal punto que toca hacer un acto de fe y escuchar la voz de quienes fueron los compañeros de internado y aula para identificarlos plenamente. Como el caso de Peluffo,  vive desde 1.973 en Pasto ya tiene tez blanca, y las formas geométricas que tenia en el rostro sin acné, ahora son cabuyas en el bolsillo.

NIÑO TRABAJADOR Y ESTUDIOSO

Mario Segundo le apellidaban en el rancho de la familia. Simplemente Mario lo identificaban  en la droguería del pueblo donde fue, como sus hermanos, mensajero. Los cantos de vaquería, las parrandas vallenatas, las coplas, las chirimías, y el consentimiento por ser el “benjamín” del hogar,  Peluffo Ferrer, le facilitaron convertirse en  un niño prodigio, como muchos que nacen en las veredas colombianas, y que pocos maestros logran identificar, guiar, apoyar y buscar espacios para el desarrollo de las potencialidades para convertirlos  en “buenos estudiantes o buenos deportistas como es el caso del zipaquireño Egan Bernal, recién ganador del Tour de Francia 2.o19.

MAS CONDECORADO QUE EL CORONEL QUE NO TUVO QUIEN LE ESCRIBIERA.

Si Mario Peluffo guardase las distinciones y diplomas recibidos mientras fue estudiante, por la extensión, cubriría una vega del río grande de Colombia, sobrarían para techar tantos ranchos como hogares para sus  15 hermanos. Desde el desarrollo intelectual, el coeficiente, la capacidad de comprensión y analisis, fue un ejemplo para quienes fuimos compañeros de pupitre, de fiestas y de tragos en los años: 1.970, 1.971, 1.972.

CRECIO ENTRE PARRANDAS Y PARTIDAS DE DOMINÓ

Inició el bachillerato técnico en la Escuela Industrial de la ciudad inmortalizada por Lucho Bermúdez con la canción: “Carmen de Bolívar” (https://www.youtube.com/watch?v=qF7BYTnYPZA), tierra de cantadores, verseadores, copleros y acordioneros; de habitantes tejedores, ganaderos, agricultores y tabacaleros.

BECADO EN LA ENSIN

Al culminar el 4o. de bachillerato le titularon como “experto” en mecánica industrial de su pueblo natal y lo prepararon para trabajar  y ganarse el pan; pero le notificaron que continuaría con la beca que se había ganado al terminar la primaria, pero que, para continuar con ese beneficio estatal, debía trasladarse al interior del país a continuar los estudios en la Escuela Normal Industrial de Zipaquirá-ENSIN-, a la que llegó en un enero de 1.970 junto con el paisano y mancorna de la disciplina estudiantil, Pedro Guzmán Buelvas, actual médico general en Puente Nacional, Santander.

Con Pedro Miguel tomaron  el bus hasta la capital de Bolívar, y desde Cartagena, viajaron en avión hasta Bogotá, gracias a la donación del pasaje por el patrón, dueño de la droguería donde trabajaba en vacaciones.

DE ZIPAQUIRA A TUNJA, Y LUEGO A SAN JUAN DE PASTO. 

En Zipaquirá cursó desde el grado 9o. hasta el 12o. Inició en 1.973 estudios de ingeniería metalúrgica en la UPTC de Tunja, pero los usuales paros en universidades públicas, lo obligaron a declinar sus estudios, yéndose a Bogotá a buscar trabajo; convencido que conseguiría en el MEN, pues ya había tenido noticias de que le estaban buscando. Esa mañana que llegó al Ministerio, se encontró la lotería en el loby, estaba el rector de la ENSIN, Luis Antonio Helvez, quien nos entregó el 22 de diciembre de 1.972 el cartón de bachiller técnico. Jelvez lo presentó en la dirección de la educación técnica, y con un memorando dirigido al alcalde de Pasto, salió Mario Peluffo,  para que lo posesionase como profesor de dibujo técnico, responsabilidad que asumió en septiembre del mismo año y que ejecutó hasta 2.003, año en que fue pensionado por enfermedad general visual.

Un carmelano acostumbrado a caminar descalzo o con chancletas y vestir con  poca ropa, se aclimató rápido a la altura de la capital salinera de Colombia. Cambió la franela por la camisa de manga larga, la pantaloneta por el jeam, el sombrero voltiao por la brisa fría de los andes colombianos. Y al llegar a Tunja, cambió el suéter de lana por la ruana y el sombrero, y al arribar a San Juan de Pasto, remplazó el sombrero  por el chullo cuidando la cabeza mientras se calentaba frecuentemente con el “hervido” nariñense. 

PESCADO CON NASA

A Mario, en su época estudiantil, no se le recuerda atracción fija por una congénere. Invertía sus energías en comprender y explicar  matemáticas y  física, cuya paga exigía, se hiciera con guaro para mojar la palabra. Sin embargo, quienes nacimos en la década del cincuenta, alimentados con carne magra de cabros, ovejos y gallos viejos, desde la edad para la circuncisión, la libido mantenía alta, si no se invertía el tiempo en oficios físicos y psicológicos agobiantes, el catre y el colchón hacia la amortiguación. 

En honor al segundo nombre, Mario postergó el casamiento oficial hasta 1.985 con una pastusita que lo atrapó con nasa acariciando su espalda con un smith esson 38 corto para evitar el pleito por daños y perjuicios causados por 12 años, con un eterno amor, difícil de escriturar ante un cura.

Adiela Ordoñez, una trabajadora social, con la paciencia de Job, se ganó el corazón de Peluffo. Fueron padres de dos hijos varones: Uno se convirtió en psicólogo y lleva el nombre del padre pero no es el segundo;  labora en educación especial en un colegio privado de San Juan de Pasto, y Diego , matemático desde el biberón, tiene un postdoctorado que ejerce como investigador y profesor universitario en Ibarra, Ecuador.




Mario Segundo Peluffo y José Antonio Montenegro 2019.


RECUERDOS EN LA ENSIN
Imitando al abuelo, sin estar bajo la sombra del aguacate, relata historias de la niñez y la mocedad. De la vida compartida en el internado en la ENSIN afloraron gratos recuerdos. Relato algunos;  la excursión del curso 5o. a la Costa Caribe bajo la tutela de la profesora de matemáticas, Ligia Quevedo; las fiestas pro-excursión amenizadas por los Graduados y los Hispanos. Con la voz del  Loco Quintero, los primeros;  recuerdo las canciones; ( https://www.youtube.com/watch?v=ZCGuh3P87xU), “Sirvame un aguardientosqui”, y la “ballena de Jonas” (https://www.youtube.com/watch?v=ZCGuh3P87xU): Del cantante, Rodolfo Icardi. Aviva  la memoria la melodía de la melancolía, “cariñito” que Mario cantaba a su dulcinea…nunca me abandones cariñito… ( https://www.youtube.com/watch?v=IiHZ3XHvDx8). Recuerda, cómo se henchía su autoestima cuando en cada clausura y graduación era distinguido cómo el mejor del curso, en todo. En alguna ocasión un compañero hizo gestiones ante la Licorera de Bolívar para que le enviasen Ron Caña para distinguir al apreciado hijo carmelano que gozaba explicando física y matemáticas.

Las experiencias, las amistades y los momentos compartidos con los compañeros internos, brotaron hablando con Mario, calificando esos tres años, como gratificantes y placenteros en los que hicimos familia y como tales, convivíamos.

Cita con agradecimiento las invitaciones en vacaciones de medio año que le hicieron algunos compañeros. La estadía en Madrid, Cundinamarca, en casa de los padres de Hector Gonzalez, apodado el “burro”; la estadía en otras vacaciones en Libano, Tolima en la familia de Luis Fernando López, “el chulo”.

En el sendero de la existencia, cada quien vive momentos diversos. Para Mario, uno de ellos, fue la muerte del padrino de bautismo. En esa época cuando nacimos, los padrinos eran escogidos con mesura y esperanza por nuestros padres. Esa elección tenia como fin, encontrar un segundo padre, pues los padrinos, eran para nosotros,, tan importantes como nuestros progenitores, ya que asumian iguales obligaciones.


Del internado y en las aulas de clase surgen los recuerdos con los amigos de fiestas, clases, conquistas y tareas. “El burro” Gonzalez, el amigo madrileño. Lázaro Pinto, el compañero de la especialidad. Jorge Eliecer Pinto, el vallenato que es actualmente ferretero en Valledupar. A “Nerón”, Jaime Castro. Al otro Castro Miguel, fue docente en el ITIS de Puente Nacional. A Luis Carlos Iglesias quien fue “bebido” en el matrimonio el día del grado de todos. A el zipa y panadero Alfredo Rodrigues, cuyos padres fueron propietarios del establecimiento “La frella”. Y ya, trabajando en Pasto, estrechó amistad con José Rufino Navas, graduado en 1.971, profesor de electricidad. A mi me recuerda por “lo pingo y atravesao”, por los pantalones bota campana y las chamarras de tela, el peinado de medio lado y el olor a colonia barata.

Es natural que si entre los egresados de la ENSIN en 1.972, Mario Peluffo es de grata recordación, sus estudiantes de dibujo y ciencias exactas le recuerdan por los consejos que a la par con la instrucción, irrigaba a los muchachos, sin mirar a quien.

HACER LO MAS GUSTA Y PRODUCE SATISFACCION

Un maestro es recordado por sus alumnos, si logra identificar los talentos de sus estudiantes entre el mar de información que traen la áreas, muchas veces,  estéril para enfrentar el mundo real. Es sencillo descubrir que es lo que hacen y disfrutan haciendo los chicos, y empujarlos por esos senderos de búsqueda de identidad y desarrollo de los talentos. Peluffo es un ejemplo. Gozaba explicando los operaciones matemáticas  que a muchos de nosotros nos costaba enfocarnos en los procesos para encontrar la respuesta exacta.

Mario es maestro desde niño. Para él, el mundo de los números y las fórmulas, era pan comido. Ya en Pasto creó una academia de matemáticas que tuvo origen en las clases a domicilio que guiaba en la jornada contraria a la laboral. ESTUDIO FÁCIL,  es la marca de la academia en la que guía y asesora tareas a estudiantes  de la educación primaria, básica, media, técnica y universitaria desde 1.986. Por esta sencilla razón se licenció en matemáticas y física en la universidad pública de Pasto y ha dedicado la vida a la enseñanza de las ciencias exactas.

San Gil, julio 29 de 2.019
#NAURO TORRES.






viernes, 2 de agosto de 2019

"el cartagueño de la sonrisa amable", OSCAR LEMUS LOPEZ



Nació en “la ciudad del sol más alegre de Colombia”, también conocida como la Villa de Robledo fundada en 1.540 a la que llegaron pequeños asentamientos de españoles animados por Jorge Robledo, un 15 de junio de 1.950 siendo el segundo en una familia valluna con 10 hijos, convirtiéndose en el primogénito al morir el hermano. La familia Lemus López, ante el recrudecimiento de la violencia bajo el gobierno de Laureano Gómez, y el surgimiento de las guerrillas liberales en los llanos orientales, decide abandonar Cartago desplazándose a Belén de los Andaquies, otrora tierras de los indígenas andakíes, diezmados en la época de la explotación del canelo, la quina y el caucho. Luego llegaron las etnias embera katios, los naza y los misak.



Oscar Lemus y la familia actual.

Tuvo 6 hermanas. Perdió a la progenitora, Rosa Emilia López en 1.999, y al padre, Carlos, en 2.007. Contrajo nupcias con una colega de la licenciatura, Luz Dary Serna, el 15 de julio de 1.975, y de esa unión nacieron 5 varones y una mujer.

Oscar tenia 7 años cuando sus padres compraron una tierra apta para la agricultura y posteriormente la venden para comprar una de mayor extensión apta para la ganadería. Hace la primaria en la vereda ganando beca para iniciar el bachillerato en la Escuela Industrial de Florencia donde cursó hasta 4º. Y junto con otros tres caquetenses, llegan a Zipaquirá a continuar estudios, gracias a una beca anunciada por el rector de la escuela Industrial de donde provenían. Él, en mecánica industrial. En esa travesía desde el Sur hasta los Andes la hizo en compañía de José Antonio Ospina y Jorge Segura.

En ese entonces, ir a estudiar lejos, era de persistentes y con resultados académicos satisfactorios. Oscar se graduó en 1.972 y en enero del siguiente año le vincularon como profesor “todero” empezando con el inglés, bajo la modalidad de “educación contratada” para zonas de misión bajo la regencia del Vicariato de Florencia, siendo nacionalizado en 1.980. Se retiró en el 2.015 luego de prestar servicio docente en más de un decenio de colegios en los que se desempeñó en lenguas, pues se licenció en Lingüística.  Actualmente vive en Neiva.
             La primera familia de Oscar Lemus. 

En breve entrevista con Lemus sobre la estadía en Zipaquirá, afloraron los recuerdos de lugares y circunstancias vividas en los años de internado en la ENSIN. La casa extensa de paredes gruesas y frías con ventanas y puertas de madera y duchas de donde caía el agua helada y semisolida al bañarse en las mañanas.  Esa vieja casona, fue el dormitorio de pocos por pocos dias  y para otros, por tres años.

La capital salinera esta a 2.650 metros sobre el nivel; estar en ella, recién llegado proveniente de tierras bajas, demandaba horas de descanso y adaptación porque era usual el “mal de altura” a quienes venían de tierras calientes raceras al nivel del más. En las madrugadas, el agua era tan fría y penetrante que calaba los huesos y producía dolor de cabeza al bañarse. Los internos aprendieron a bañarse las axilas, los pies y los rostros como hacen los gatos, si se bañan. De esa casona vieja y misteriosa los internos fueron trasladados al nuevo internado cerca a los comedores, otrora talleres de la empresa salinera. Y en ese traslado, el recordado catre de metal con malla que se doblaba con facilidad para cargarlo, como una tabla, terminó mojado con agua que tenía algún químico que dejó oxidado el camastro de rodachines.

Quienes vivimos de estudiantes internos junto con mas jóvenes, en ese entonces, se dormía en piltras con estructura de tubo y malla flexible. Catres que se quedaron con los primeros sueños eróticos de los estudiantes y amortiguaron las eyaculaciones de coitos soñados, y desvelos causados por los resultados académicos.
                          Oscar Lemus con la esposa actual

La cara de buena gente del caqueteño fue motivo para que la compañera Carmenza Poveda, esa niña con ojos de tomate chonto y tez de arepa de maíz cariseca de la especialidad de dibujo  que se casó estando estudiando, facilitara que la familia le arrendase una habitación en 1.971, año en el que se acabó el internado y a los becados les pagaban el auxilio del Estado, en efectivo, mes vencido, lo que facilitó que entre paisanos se organizasen para convivir en apartamentos o casas.

Los caqueteños andaban en manada. Ospina con su carita lampiña y caminadito de ganso era el mas exitoso en las conquistas en el Liceo. Jorge Segura, el ejemplar hermano indígena, se bebía hasta las tapas. Era de una personalidad misteriosa, un caminado de conejo y una cara aplanada que irradiaba suspenso. Lemus con su hablado valluno y su peinado de Elvis Presley con rostro de canelo era bien hablado y diplomático con las féminas.

Al preguntárselo a Oscar por los amigos que recuerda, disparó con una punto 30. A los hermanos Guarnizo, por lo rebuscadores e incorruptibles y por los dedos llagados por el trabajo que hacían en la planta de soda; a Mario Peluffo, por el intercambio de copas de aguardiente por clases de cálculo; a Pedro Guzmán, a quien apodaban, “vulvas”; a los dos, por las charlas sobre chicas, a cambio de aclaraciones sobre las tareas de inglés. Al suscrito porque vivía de ilusiones.

Jorge Segura, luego de graduarse, trabajó en Avianca varios años de donde lo despidieron. Luego se vieron en Florencia ejerciendo otra forma de ganarse la vida, vendiendo ilusiones haciendo amarres amorosos, curando lo incurable y estableciendo contacto con los espíritus inhalando la harina de lo hoja sagrada de los Incas.

Tres cuartas partes de la vida la invirtió en el magisterio, el cual alternaba con el ajedrez, la lectura y en la administración de algunos negocios que fue heredando a los hijos, y otros, fue cerrando por rentabilidad. Por diez años estuvo con el transporte urbano usando buses, pero los colectivos, los taxis y las motos, lo sacaron del negocio. Incursionó en el comercio, acopiando queso y enviando a la capital del país, pero la heterogeneidad del producto, lo obligó a salir del mercado. Con los hijos, se dedicó a registrar sucesos sociales y complacer a los clientes con álbumes fotográficos, pero la humedad tan alta de Florencia, generó hongos que acabaron con los lentes de la cámara costosa que tenia al servicio. Finalmente introdujo en la ciudad las comidas rápidas; por la novedad, aseo y sabor acreditó COLPINCHOS, negocio que luego dejó a un hijo, y alrededor del cual, surgió la zona de comidas rápidas en Florencia.

Y, al igual a quienes ejercimos en zonas de conflicto armado, y en especial, a Oscar por ejercer en zonas rurales, el sobrevivir, fue de prudentes. Se repitió en él, lo vivido por sus padres. Oscar fue amenazado en cinco ocasiones, ya por la guerrilla, ya por los paracos. Estos últimos, con un testaferro, le pagaron lo que  ofrecieron por la finca en la que había forjado los sueños en el retiro laboral y en la que había invertido en una mansión para vivir con alguna comodidad. El predio esta en la vereda en la que las AUC convirtieron en zona de operaciones, ajustamientos y desapariciones.

Somos un país de desplazados. Quienes crecimos en las zonas marginales, vimos como nuestras familias que fueron victimas de la violencia, y todos, tenemos algún familiar que vivió el horror de la guerra no declarada; sin embargo, ¿se pregunta por qué un nutrido número de colombianos apoyan y votan por quienes fueron los verdugos?

Oscar Lemus, fue un maestro por oportunidad, mas no por elección, confiesa. Sin embargo, considera que es recordado por sus alumnos por haber despertado en ellos, el gusto por la lectura, por ser un maestro exigente e intransigente en cuanto a las obligaciones académicas, pero un buen ser humano.

POSDATA: Si este relato fue de su agrado, agradezco dejar un comentario, ya sobre el escritor como sobre el personaje. Y si fue compañero de él, adicione anécdotas que enriquezcan la historia. Gracias.

San Gil, julio 27 de 2.019
#NAURO TORRES

jueves, 1 de agosto de 2019

" El nono", NORBERTO CUBIDES SALAS



Él, es la mezcla del agua de panela y la mazamorra. Es el cocinado de yuca con papas. El plátano y la alverja verde. Nació en la cresta de la cordillera que es lindero entre los departamentos de Santander y Boyacá. En los amaneceres, el sol boyacense le acariciaba los cachetes, y en el ocaso, el sol lo arrullaba mientras se despedía por el occidente santandereano. Si el guambito miraba al sur, contemplaba el alto de mazamorral, y si se explayaba con la mirada al norte, sus ojos se obnubilaban con los paisajes veleños que, en las noches, los poblados acantonados en él brillaban como guacas melodiosas de guabinas y torbellinos.
Norberto Cubides Salas, bachiller motorista, oriundo de Puente Nacional, Santander.

El, es una historia caminante. Sabe de nosotros, como Pedro Guzmán de todos. Nació un año antes de estallar la violencia entre “cachiporros y godos” cuya mecha se prendió el 9 de abril de 1.948 con el asesinato de Gaitán. Fue recibido por una partera en la estribación santandereana “del Alto del Mazamorral”, reconocido como patrimonio material colombiano, pues allí, el 21 de febrero de 1.902 ocurrió la “batalla del mazamorral” de la “guerra civil de Los Mil días” que enfrentó al partido liberal con el gobierno nacional apoyado a hurtadillas por los conservadores. La guerra civil ocurrió entre el 17 de octubre de 1.899 y el 22 de noviembre de 1.902 entre un ejército gubernamental anarquiquico y unos civiles mal armados liderados por el Barichara Aquileo Parra, nombre que lleva el ITIS de esta población, declarada “el pueblito más lindo de Colombia” ubicado a 20 minutos de la capital turística de Santander, otrora la villa de San Gil y la Nueva Baeza.

Es hijo de la boyacense María de Carmen Salas, hija de un cultivador de caña de azúcar del municipio San José de Pare, quien fue conquistada por un jornalero santandereano que, cada año, por la misma época, llegaba a la finca de los Salas a pelar caña, cuyo nombre fue Norberto Efraín Cubides Malagón, quien formó familia en las fértiles tierras de Urumal en el sector “mochilero” de la cordillera que separa los dos departamentos por cuya cresta existió en camino indígena reconocido como “el camino de la miel”, pues por él, trepaban sendas recuas de mulas cargadas de miel en zurrones rumbo a los municipios fríos cercanos al valle de Leiva en Boyacá, y de regreso, bajaba los cereales, granos y tubérculos de tierra fría para las tierras cálidas del mismo departamento.

Norberto Efraín, nació en 1.914 y murió en 1.998. María del Carmen, nació el 17 de julio de 1.917 y partió en 1.982 un 13 del mismo mes que fue alegría al nacer en el seno de sus padres.

“El nono” vio la luz del día en Santander y lo ungieron con agua bendita, para borrar el pecado original, en Santa Sofia, Boyacá, lugar al que nos llevaban nuestros padres al culto católico porque por haber nacido en tierras pobladas por godos que se quedaron con las tierras cercanas al maza morral, luego de la guerra civil de Los Mil Días, no podían bajar a Puente Nacional, tan liberal como el Socorro en donde empezó la masonería en Colombia, por el estallido de la segunda violencia más fratricida en Colombia, que vivimos de niños, muchos como desplazados como lo pude contar José Antonio Ospina u Oscar Lemus, cuyos padres huyeron al Caquetá en la década del cincuenta del siglo XX.

Norberto Cubides, le conocí en la estación del tren de Providencia, en Puente Nacional. Fue un medio día de enero del año upa. Le vi llegar por el camino real del Urumal en un caballo moro con todos los atuendos de hijo de hacendado, en equino, brioso y con paso trotón. Y cual Quijote sin Sancho Panza, ató a su rocinante al botalón que servía de cruz a las reses que cada martes y sábado sacrificaban para expender la carne, los peseros: Salvador Lancheros, el solterón y mujeriego Patrocinio Gamba y Teodolindo Velandia, un vecino de la mocedad del padre del personaje de esta crónica.

Él, tomó el tren que se descolgaba cual serpiente serpeando por las montañas cundiboyacenses a tierras agrestes y bravas, como sus habitantes, conocidas como “el Gran Santander”. Y yo, había arribado a la misma estación, despeñándome con cuidado por “el camino real de las ollas” trazado por nuestros hermanos antepasados, los Muiscas que cada tiempo bajaban desde Zipaquirá a intercambiar la sal, las papas y granos con los  indígenas Guanes y Caribes que entregaban, a cambio, algodón, pescado seco, yuca, naranja y plátano en el sitio conocido, en ese entonces, como Sorocotá sobre el río Saravita. En la época de la Colonia, los españoles liderados por Gonzalo Jiménez de Quesada treparon desde Santa Marta por el río grande de Colombia tomando el río Opón en su desembocadura para llegar al altiplano, fundar Vélez, Tunja y Bogotá.

Los invasores, con entrañas asesinas aventureras ambiciosas y dominantes, sufrieron la pérdida de 720 hombres, arribando unos 80 al hoy, Chipatá, y allí un cura dominico, celebró la primera misa ocurrida en los Andes Americanos en 1.536. Unos de los tenientes de Jiménez, perdió su caballo al atravesar el río Saravita, y con rabia, empezó a llamarlo el rio “Suarez” que era el apellido del lugarteniente y cofundador con Galeano, de Vélez, y Cite y otras capitales ya citadas. Igual hicieron con la tarabita sobre el rio, cambiaron el nombre Sorocotá por el de Puente Real, posteriormente en la colonia le bautizaron con Puente Nacional.

Norberto, ese día de enero,  bajaba al casco urbano para estudiar motores en la Escuela Industrial de Puente Nacional, y yo, tomaba el tren de la sabana a estudiar en la Escuela Industrial San José de Mosquera, artes gráficas. Nos reconocimos en 1.971 en la ENSIN, y por el tiempo que compartimos en esa institución, conservamos una grata amistad que, yo mancillé por una embarrada- ya no la recuerdo- con ocasión del reclutamiento para obtener la libreta militar.

El “nono” nos gana en sabiduría, en experiencia y nos lleva varias narices al estar un piso más alto. Por las iniciativas empresariales, por la diversidad de estudios realizados y por las experiencias afectivas vividas, Norberto semeja un Yogur griego. Es bachiller técnico en motores. Fue nombrado como profesor de dibujo en marzo de 1.973 en su pueblo natal en donde ejerció por dos años, solicitando luego, traslado a una capital para estudiar, a la vez. Llegó a la ciudad blanca desde el día de mis cumpleaños en 1.974 hasta 2.013  se desempeñó como profesor de dibujo en la secundaria y en diseño industrial en universidad privada.

En los 39 años vividos en Popayán, recibió el CAP del Sena en Administración. Se licenció en sociales en la UNICAUCA. Profundizó en pedagogía en la USTA y se convirtió en psicólogo social en la UNAD recientemente, profesión que ejerce actualmente en la capital del país y la ciudad que lo acogió en ese lapso laboral como pedagogo.

Norberto es el tercero en la familia con 4 hijos. Por ser el único varón, ya imaginan las prelaciones que tuvo. No le conocí novia en Zipaquirá, -bueno no lo recuerdo-. Ese relato que lo hagan otros- pero si, muchas pescadoras; pero él, dueño de la red, no les dio a probar su pescado. Por su donaire, origen, estatura y ojos negros escondidos y vivarachos, fue exquisito en enlazar féminas. Y como cazador de palomas, fijó sus ojos azabaches en las niñas más bonitas de mi vereda. Si me hubiese descuidado, me hubiese dejado como “el ternero… mamando”.
Norberto, de pie, en medio de sus primeras mujeres: Marleny, la paisana y las hijas del amor entre paisanos.

Enamoró a una niña bien dotada en la guardia como en la retaguardia. Gozaba de unos carnosos labios, cual merengue; una cabellera negra que contrastaba con la Crin del caballo moro. Tenía una sonrisa angelical, y a la vez, provocativa como el batidillo que las tías le llevaban de presente desde San José de Pare. Gozaba de un caminar tan fino y pegadito, cual fino equino colombiano sobre tablas en una feria de exposición. Ella, fue mancorna de mi Margarita. Pertenecía a una familia minifundista, cuya madre derivaba el sustento amasando y horneando arepas de maíz, mientras el viejo era armero. Eran tan crocantes y sabrosas las arepas que, al recordarlas, se me salen las babas. Fue la primera de esa familia en estudiar Normal, y una manera de asegurar la enlazada, Norberto logró que la nombrase el MEN en el ITIS de Popayán. Marleny era su nombre. Y aunque no ha muerto, para Norberto, sí. Convivieron 17 años, y ella, lo premió con dos hijas radicadas actualmente en Miami, una de ellas le dio el placer de ser abuelo a nuestro “nono”. Y como no nacimos para estar solos, no hay segundo intento malo, hasta no vivirlo y evaluarlo. Se volvió a organizar con otra profesora sellando la unión con una hija, regresando luego a la independencia para vivir actualmente en la capital de país con sus hermanas.

En la agenda de sus recuerdos, tiene registrados varios nombres de compañeros con los cuales formamos la gallada,  que he bautizado para estas crónicas, como “los celmiros”. De Rafael Álvarez le recuerda por su porte, el bigote y su habilidad para envolver a las niñas bonitas, en especial, por la conquista que atrapó en una fiesta en Nemocón, y como prueba del amor que recibió a borbollones el empresario del hoy, acogió como detalle una ruana que sirvió de colchón cualquier domingo acompañada con un anillo de 21 quilates que, meses más terminó empeñado en un local de la Jiménez en Bogotá. Desde entonces comprendimos que, en asuntos del amor, si es sincero, intenta ser  puro. La persona generosa resultó ser un travestí; quienes le acompañaron a la mencionada fiesta, aún recuerdan con sarcasmo un flechazo de cupido. Cualquiera de la promoción 72, recuerda a Raúl Sánchez por la mezcla revelada en su lenguaje, jocoso y serio; por lo estudioso y responsable en el estudio. Al dúo de las ciencias exactas -Léase Pedro Guzmán y Mario Peluffo- los recuerda con particular admiración por las habilidades matemáticas y sencillez en explicar a los compañeros la química y el cálculo a cambio de un perico. -Aclaro, un café con leche, o una copita de aguardiente-. Y evito citar a “carracas” en sus escondidos gustos por “el porro” que, nunca confundieron los becados del Carmen de Bolívar, región cuyos habitantes se deleitan bailando porro, vallenato o fandango.
Norberto con la hermana Anta Victoria y Diana Carolina, la hija menor.

En el camino de la vida, la muerte nos insta a reflexionar y aterrizar para reconocer para que hemos nacido, y que, de la pelona, no hay escape. Citó Cubides en la entrevista a Jaime Vera el oficial novio de Nayibe, esa chica buena gente que nos hacia los trabajos a máquina con las normas Icontec, con los insumos a cargo del erario municipal. Tenía Nayibe dotación vertical con torneadas columnas que se fundían en una cadera proporcionada en la que guardaba muy bien el cofre del amor. Tenía un rostro geométricamente armonioso y una cabellera semicrespa que alborotaba la libido de los costeños, activaba las glándulas salivales de los llaneros, despertaba las glándulas sexuales de los de faca, obnubilaba a los caqueteños y motivaba el señorío de los santandereanos, mientras los tolimenses, al verla, imagiban un suculento tamal tolimenese.  El compañero Vera se infartó al intentar alcanzar, a la carrera, al ladrón de una cadena hurtada del cuello de la esposa, un sábado de 2.011, momentos antes de partir al club de tejo liderado por el nono. Tenía 48 años, llevaba 5 años de casado y dejó un niño de 4 años.
Norberto Cubides Salas, cariñosamente le decíamos “el abuelo”, y sin temor a equivocarme, todos le recordaran por lo “buena papa” que, aun es. Ustedes perdonaran lo extensa de esta crónica, pero como el tipo nació en el “mochilero”, yo tenía “enmochilada” esta historia en homenaje a mi compañero y vecino de la juventud que, luego de 47 años, volveré a ver próximamente.


POSTADA: Si usted formó parte de la promoción, favor dejar un comentario a continuación, o adicionar algun hecho relevante vivido con Norberto Cubides. Su opinión prevalecerá en el tiempo y será leida por cibernautas que gustan dejar huellas en internet.

#naurotorres
San Gil, julio 23 de 2019.

JOSE ANTONIO OSPINA

EL PROPONENTE DEL ENCUENTRO ENSIN 72.

Muchos le temen al número 13, como al 66. Al primero porque representa la carga negativa y conserva un agüero, aunque para los mayas, el 13 era sagrado; y el 66 significa el del amor incondicional, pero si le agregas otro seis, es el numero de la bestia.

Transcurría 1.952, año bisiesto, y en el seno de una familia de origen tolimense desplazada después del Bogotazo a Montañitas, Caquetá, la cigüeña – en ese entonces, esta ave procedente de parís, tenía oficio- trae el 13 de febrero, al único hijo macho de una familia con 4 hermanas más.
El chino Ospina en la flor de la niñez por una de las calles de Zipaquirá. Resalta la melena crespa y poblada, su caminado bailarín y su mirada pescadora con cejas recogidas de joven serio y atractivo. 

José Antonio fue el tercero en la camada de la familia Ospina Ortiz. Juan Ospina Barrero, el padre, quien se desempeñó como “pesero”, oficio con el cual, levantó y dio hasta el bachillerato a sus hijos, murió a los 84 años en 1.984, y la progenitora, de nombre bíblico, Eloísa, murió de 66 años, dos años después. La soledad y la perdida de Juan agudizaron el cáncer que padecía.

Al chico, como era tradición, le bautizaron con compuesto nombre: JOSE ANTONIO. El primer nombre para que no olvidase al putativo padre que aceptó ser el padre de Jesús y para que fuera ejemplo de santo varón. Y Antonio para conservar el nombre de alguno de sus ancestros que, según los griegos, significa, valiente.

Como toda familia colombiana desplazada por los liberales, o conservadores, el varón tenía el privilegio de estudiar cursando hasta titularse como experto en metalistería en la Escuela Industrial de Florencia. Por nacer en zona de colonización y por sus resultados académicos, fue becado para continuar estudios técnicos en la ENSIN y a Zipaquirá llegó en 1.970, titulándose tres años después como técnico metalista.

Al empezar el año lectivo en 1.973, como alumno agradecido, visitó al rector del ITIS en Florencia, quien lo postuló al MEN para copar la vacante que existía para el taller de metalistería; y allí, por el amor a su departamento y al trabajo, ha laborado por 46 años, y aspira cumplir medio siglo en el mismo oficio de la maestranza. Desde que se acabó la especialidad, es el profesor de tecnología, luego de estudiar zootecnia, profesión que usó para dar asesoría a ganaderos.

Ospina Ruiz es un varón parco en el amor. Contrajo nupcias en 1.976 con Lucia Ferro con quien convivió hasta 1.993, luego de 17 años de experimentar incompatibilidad de caracteres. José Antonio, se restauró y de su costilla sacaron una segunda esposa con quien convive desde 2.003. Una mujer 13 años más joven y con la profesión para consentirlo y velar por el, en los años dorados.

Proveniente de la Amazonía colombiana en cuyos paisajes el día nace antes y se duerme mas temprano para contemplar el ocaso del sol, el compañero José Antonio, recuerda con agrado el frío de la mañana, la neblina y las caricias de la llovizna propia del altiplano cundiboyacense cuando estudiaba en Zipaquirá. Por eso buscó las caricias de una mujer que le humectara el rostro al amanecer y lo arrunchará al anochecer que, fundidos en un solo cuerpo se bañasen de sudor cada día en la temperatura caliente de la capital caquetuna.

En el cuaderno de los recuerdos tiene fijados los nombres de sus compañeros del juego de billar: a Luis Fernando López, “el chulo”, natural del Líbano Tolima. Al “sapo” Quesada, sobrino del coordinador del área técnica de apellido Villamizar. El del “gordo” Castro, de origen bogotano. Al pereirano James León, radicado en Cali y que tiene su propia empresa.
De derecha a izquierda: Jorge Eliecer Pinto, El profesor Malagón, Mario Pelufo, James Cárdenas, Jorge Pinto González, El profesor de internos, Silva; y Eduardo Paris.
Como todo maestro, en su misión, usa métodos y estrategias para dejar huellas en sus educandos. Ospina ha constatado que sus exalumnos lo recuerdan por ser humano tranquilo, comprensivo y acogedor, cualidades que le han permitido aguantar sumados ya 67 calendarios.

Para aguantar tanto tiempo en el aula, Ospina ve la vida como un helado e imagina siempre estar abrazado de la enfermera de su vida.
Y como otros maestros pensionados y trabajando aun, aprovecha las vacaciones para viajar. En uno de sus viajes por la república de los “manitos”, en el Tour viajaba una familia natural de San Martín, Meta. Por Félix Enciso sabía que Plácido Montenegro trabajaba en esa ciudad llanera. Juan Antonio, le preguntó por este docente a la familia sanmartinera que conoció en el tour. Esta le informó que un profesor de nombre Plácido tenía en arriendo una vivienda de su propiedad. El tolimense nacido en Alvarado, dejó en un papel su número de contacto, y en el 2018, Montenegro le contactó, y telefónicamente se pactaron proponer  organizar el encuentro ENSIN 72, tarea que empezó a principios de julio y en el que esta empeñado en realizar en diciembre del presente año. Con paciencia, pero seguro y con la participación de los integrantes, viene uniendo con los recuerdos a los egresados mediante un grupo de Wassap al que me he unido sumando contactados para presentarlos en mi blog narrando anécdotas de sus vidas y reconociendo su labor pedagógica y empresarial en Colombia en el trienio final del siglo XX.
Mario Segundo Pelufo y Jose Antonio Ospina, ambos profesores, se encuentran ocasionalmente. El primero trabajo en Pasto.

Postata: Luego de informarse, será grato para el personaje leer un comentario al final del blog o enterarse de algún recuerdo que usted tenga para colgar en esta historia que ya forma parte del mar de información que hay en la red.


#naurotorres
San Gil, julio

El parasitismo del plagio intelectual

  El apropiarse de los méritos de otro u otros, el copiar y usar palabras e ideas de otros y sustentarlas o escribirlas como propias y usa...