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sábado, 25 de marzo de 2017

El espanto vestido de novia


Estaba en la alborada de sus dieciocho años. Cada día transcurrido era un eterno amanecer, y sus noches, ocasión para transportarse al huerto de las hadas y sentirse contemplada por duendes amorosos y tiernos.

Fluía su belleza en su esbelto cuerpo de gacela guiado por unos ojos verdes, que al alba y en el ocaso, se tornaban verde esmeralda, y en el esplendor del día alternaban verde tropical, protegidos por pobladas cejas arqueadas que armonizaban sus ingenuas miradas, cual follaje, que obligaba, a varón que la contemplase, a fijarse en los labios pomarrosa delineados por la diosa venus que servían de alacena a remilgada nariz que florecía cual clavel en la jardinera de su rostro.



Valeria fue el nombre de pila que sus padres propusieron en el bautismo, y el cura, que administraba la pila del agua bendita, no objetó el nombre al contemplar la niña vestida cual azucena en brazos de la madre. 

Fue la cabeza de la progenie de una joven familia cuyo mástil  mayor ganaba el sustento operando maquinas tejedoras de tela para costales de fique, en los que se empaca aún, el café colombiano que sale de los puertos nacionales, mientras la joven madre, además de las responsabilidades de la casa, tejía y bordaba a mano, blusas, tendidos y camisas de uso exclusivo de las señoras distinguidas de la Perla del Fonce que dedicaban algunos fines de semana a brindar caridad y compañía esporádica a enfermos en caridad en el hospital local.

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La mayor de la familia recibía los cuidados a  rosas en ramillete en jarrón puesto en  la mesa de la sala. Era el amor consentido de Damián, el tejedor industrial. Era la niña de los ojos de la bordadora de blusas señoriales. Era la reina de la Virgen del Carmen de los vecinos asentados en  las cuadras que encausaron la quebrada la Magdalena para recolectar dinero en  bazares  pro-construcción del templo de Cristo Resucitado, la futura parroquia que administraría, con los años, el cementerio.


Por sus encantos físicos, sus modales, el gusto por la escritura y los libros, los padres hicieron el esfuerzo en mandarla a estudiar al colegio de las monjas de la Presentación de la Villa  para que se relacionase con niños provenientes de familias de reconocidos apellidos mochuelanos propietarios de colinas y riveras de las cintas azules del río y quebradas que se descuelgan serpenteando  cual musgo al Fonce.


Valeria cursó el bachillerato sin notorios reconocimientos académicos, pero con pomposa fiesta de quince años en el Club Campestre de la ciudad, pagada por cuotas y con intereses por el padre asociado a una cooperativa, de tantas que florecieron en los albores del cooperativismo en la región Guanentina  y comunera de Santander en Colombia, en las décadas sesenta y setenta del siglo pasado, y que hoy, forman el acerbo de la economía solidaria con reconocimiento internacional por el papel en el impacto de la economía regional.


La fiesta empezó a las siete de la noche un viernes de noviembre. Los padres de Valeria, en la escalera al salón principal, recibieron a los invitados y los fueron acomodando en las mesas previamente marcadas con los nombres y apellidos de los invitados.


A manteles blancos con carpetas rosadas y en sillas de madera revestidas con nieve y corbatín  rosado, se sentaron doncellas contemporáneas y volantones mozos estudiantes y egresados del egregio colegio San José de Guanentá, algunos acompañados por los padres que animaban a los sucesores a mantener o entablar nuevas amistades en ambos géneros.


Los oferentes invitaron a los mozos a engalanar la recepción portando una rosada rosa para dar comienzo a la presentación en sociedad de la quinceañera. 

Valeria apareció por la escalera, primorosa y bella, de gancho con Damián, quien estrenó el mejor paso, orgulloso de su hija, quien irradiaba felicidad en su expresión facial. 

Fueron recibidos con intensos y extensos aplausos mientras desfilaba oronda junto con el padre hasta la silla principesca en la que se acomodó la quinceañera dando comienzo a la ceremonia. Costumbre social en la que el padre le cambia los zapatos de niña por unas zapatillas de señorita; y la madre, le entrega una joya de mujer que simboliza la entrada de la niña a la pubertad. Luego sonó el vals, y Valeria lo empezó bailando con Damián, luego con los primos, y finalmente, con los demás invitados preseleccionados para la primera pieza bailable, terminando en vals con Demetrio, el chico que conoció desde niña en la básica, que estudió en el Colegio Nacional Guanentá y sus padres lo educaron posteriormente en la Escuela Militar General Santander.


Valeria terminó el bachillerato académico, y la empresa donde trabajaba Damián, la patrocinó para estudiar en el SENA, en Bucaramanga. 

Demetrio y Valeria se hicieron novios por misivas  que iban y venían cada semana por el correo nacional. Se veían y visitaban en vacaciones. Los escasos besos, los apretones de mano, las miradas furtivas fueron carbones que soplaron los contenidos de  las cartas escritas a mano con letra script por los enamorados. Él, interno en la escuela militar; y ella, en la casa de una tía materna que la cuidaba más que la madre.


Transcurría el bisiesto 1960, calendario que recuerda en Liverpool, ciudad inglesa,  la conformación  de la banda los Beatles, año eminente para  la construcción  del muro de Berlín en Alemania: Ese año, la semana santa cayó en abril, y los novios a la distancia, tenían la oportunidad de encontrarse por una corta semana, ya en las celebraciones religiosas, ya en la casa de la novia, ya en en bambi, cafetería frente a la capilla a San Vicente de Paúl. 

Demetrio pensaba en Valeria, día y noche. La soñaba rosando su piel con su piel, la sentía a su lado, ya de día, ya de noche. Su cara de muñeca la veía en las gotas de agua en la ducha, la imaginaba en las frías noches santafereñas calentando su cuerpo. 

Ella, vivía sin vivir en el aquí. Ella, en cada línea de los cuadernos en los que tomaba apuntes en clase, encontraba el perfume, los labios y las manos de Demetrio. Ella, soñaba día y noche viéndose casada y esposa de un militar en ascenso periódico por su desempeño profesional. Fue precisamente en esa semana santa del bisiesto que Demetrio le propuso matrimonio, y Valeria aceptó con condición y complacencia de Damían y Gloria, la madre.


En un almuerzo para matar la vigilia al diablo, organizado por los padres del novio, el sábado santo, Demetrio uniformado y formal, solicitó la mano de Valeria, quien acudió a la invitación con su familia. El compromiso se selló acomodando un anillo de oro de 24 quilates y una incrustación de esmeralda en el dedo anular izquierdo de la futura comprometida en medio de melodías colombianas de un trío que acudió al almuerzo para amenizar el compromiso.


Damían, decidió que la fiesta de bodas tenía que ser más pomposa que la realizada con motivo de los 15 años de Valeria, pues en esta segunda, debía florecer la etiqueta propia de compromiso con un militar. 

Gloria asumió el consentimiento del marido, y los dos acudieron al hogar de los padres de los novios para proponer el protocolo, el menú, las invitaciones, la bebida, la comida y la parranda para el casorio. Los padres de Demetrio escucharon la propuesta, mejoraron el menú, recomendaron el lugar, la Iglesia, el cura y el grupo musical. Y los cuatro, concertaron asumir los gastos de la fiesta, por partes iguales. El matrimonio se pactó, una vez ocurrido el ascenso a teniente, ceremonia que debía ocurrir en enero de 1963.


Ejerciendo como subteniente del ejercito, Demetrio estuvo en dos brigadas, y en ellas, patrulló en municipios recién declarados con presencia bandolera en tierras del Valle de Cauca. En su labor de salvaguarda, conoció otras niñas de la sociedad en Buga y Anserma. La responsabilidad de mando ocupó su tiempo y pobló sus pensamientos. Las cartas de amor disminuyeron, la frecuencia y el lenguaje idílico empezó a desteñirse en pocos renglones perdidos en los blancos de los otros, sin texto; pero su orgullo de militar y los recuerdos del primer amor, mantuvieron el compromiso que se afianzaba con el concurso de la prometida y los padres de los novios.


El vestido de novia para la boda, como el ajuar para la noche nupcial, fue cuidadosamente escogido por la prometida y la bordadora de blusas. El primero, fue ordenado confeccionarse en reconocidas modistas de apellido Castillo en la Villa de San Gil; y la seductora ropa interior, palo de rosa, fue buscado con esmero en la ciudad bonita, Bucaramanga. 

La casa de la confección junto con la novia escogieron un traje almendra de una sola pieza con straples con cierre de corsé, asimétrico y halagador para enaltecer la figura de gacela novia que, imaginado el peinado de la diosa romana, sería una reencarnación de venus.


Todo estaba listo: el ajuar de novia, la capilla contratada, el corista, el cura, el lugar de la recepción, las tarjetas de invitación previamente entregadas, los músicos, los recuerdos y el viaje de bodas. La música, la cena, la decoración y el carruaje tirado por alazán de raza árabe. 

Las conversaciones de los novios en el ultimo mes se mantuvieron los fines de semana con citación previa a la oficina de teléfonos. Demetrio esperaba el ascenso a teniente, reconocimiento militar que se efectuó en la misma escuela donde se graduó como oficial, pero ese mismo día fue notificado de un traslado a una base militar   en el Urabá antioqueño, al oeste del país.


El día del matrimonio con su parafernalia, llegó con un amanecer con nubarrones. La novia, por los nervios, tomó un desayuno frugal para estar con tiempo anticipado en el salón de belleza, lugar en  que manos femeninas exaltarían las líneas armónicas faciales de la novia quien regresó a casa, una hora antes.  

En casa de Gloria, había oscuras noticias provenientes de uno de los progenitores de Demetrio. El novio no había llegado a casa esa noche, previa a la boda. Se había esfumado en la despedida de soltero que le organizaron los compañeros de colegio con milongas contratadas donde Jorge Mora recién llegadas de la capital norte santandereana.


Valeria esperó y esperó. 

Llegó el jinete con el carruaje tirado por el caballo alazán y se plantó frente a la casa de la novia. 

Los curiosos de la calle de la Magdalena se sumaban y amontonaban sobre los andenes a la espera que la novia pasara trepada, cual amazonas en coche con estructura de madera con hierro forjado. Pasaron los minutos, y el novio no apareció en casa, señal para que los padres calmaran los nervios y tranquilizaran a Valeria.


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La novia se embargó en llanto. Se encerró en la habitación y decidió no hablar con nadie. Tampoco tomar agua y algún alimento. La decepción y la rabia se tomaron a la familia de Damián. La preocupación y la vergüenza, a la familia del novio. 

Llegó la noche, sin la fiesta, sin luna y sin miel; y después de ella, el amanecer con más dolor, más lagrimas y más heridas que fueron lacerando rápidamente la autoestima de la abandonada novia. 

El primer día después  del desplante, fue lluvioso y frío en la ciudad señorial de antaño. La novia se levantó de madrugada a tomar agua en la cocina, y en el cuarto de san alejo, buscó y encontró lo que había visto que su padre había colocado en una alacena un par de semanas antes de la pactada boda. 

Regresó a la habitación sigilosamente y se encerró de nuevo a revolcarse en su desdicha, a bañarse con lagrimas y a nadar en sus preguntas sin respuestas. 

Concluyó que el amor existe en los libros de las hadas, y ellas no acudieron a secar su llanto, a extirpar su dolor, a borrar su ira, y en especial, a calmar su angustia existencial; esa angustia que crecía en sus pensamientos al imaginar las burlas de los invitados a la boda. 

¡La decisión estaba tomada¡. 

¡Había que borrar lo que le atara al pasado¡. 

Había que evitar las preguntas en la calle, en el SENA, y las demás que le hicieran los mismos que estarían riéndose aún de la huida de Demetrio, que tampoco llamó ni escribió para dar una explicación. ¡Explicación que Valeria no estaba dispuesta a pedir, ni a oír¡. 

El gallo de la casa vecina iba para el tercer canto en esa madrugada del segundo día de la boda fallida, también fría como pared de tumba abandonada.


Valeria amaneció invadida de valor. No iba a echar atrás la decisión tomada esa misma noche, que debió ser la segunda en brazos de Demetrio, la segunda nadando en miel de un matrimonio anhelado; la primera de la primera semana como esposa feliz. El valor que sentía, la instó a convertir esa madrugada en la primera de su nuevo estado. 

En él, se imaginó saliendo como un suspiro apresurado de su cuerpo. Se vio vestida de novia en un ataúd de cedro con flores blancas hermosamente dispuestas en coronas llorando al cielo. Se vio rodeada de sus amigas y amigos  llorándole, los mismos que se burlaron por el desplante sufrido. 

Vio a Demetrio empañado en lagrimas abrazando arrepentido, su ataúd. Vio a las centenares de personas que acompañaron a Damián y a Gloria en su dolor. Y vio amontonarse a los vecinos de la calle de la Magdalena, unos curiosos, otros llorando mientras sus familiares cargaban el féretro a la capilla donde se realizarían sus honras fúnebres. 

Con ese valor que dominada su mente y su corazón tomó con calma y rapidez  el vaso con agua, en el cual, previamente había echado el polvo total del sobre sin abrir que Damián había escondido en la lacena del cuarto de los chécheres: un sobre con estricnina.

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Desde entonces en las noches de noviembre y diciembre, cuentan los trasnochadores y borrachos que ascienden por las calles que se funden en la carrera once sin dejar rastro sobre el río Fonce para aparecer de nuevo trepando a la montaña, al otro lado del caudal, que por la calle de la Magdalena, ven subir lenta y levitando hacia el cementerio un vestido de novia color almendra que entra  por la puerta lateral del campo santo acompañado de un llanto lastimero y triste que se esfuma con las brisas que acarician las tumbas abandonadas y sin flores del cementerio sangileño que le fue negado a los restos de Valeria por no enfrentar el destino que debió asumir para darse otra oportunidad.


San Gil, marzo 22 de 2017.






 


domingo, 19 de marzo de 2017

“Las viudas” invisibles

Al morir el esposo, ella fue declarada socialmente muerta. Sus hijos fueron repartidos entre los cuñados, y las propiedades del marido, tomadas por los mismos. Su larga cabellera terminó en el fuego y su cabeza mantendrá rapada hasta que se convierta en el estado del esposo: muerta. Para la familia de ella, ella es una paria, una victima de los dioses, una fastidiosa y una vergüenza, una mujer sin derechos a la propiedad y formar parte de ella; para las mujeres, es un espejo no deseado, y para algunos cuñados, la anhelaron como concubina y se reveló a esa condición; y para los demás varones, simplemente es una abandonada que merece caridad  sexual a escondidas.

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Adhikari fue casada a los 12 años con un esposo convenido, mayor de ella, cincuenta años. Antes de cumplir los 17 años, envolvía su juvenil figura femenina en un sari de particular colorido cuya enagua ocultaba la armonía de su efímero cuerpo acicalado con la blusa de la misma seda que dejaba entrever sus femeninos brazos que lucían escampados bajo la tercera parte del sari que recataba su larga y suelta cabellera que se precipitaba hasta las curvas de las caderas, y en ella, salía como un rayo de luna, el rostro de una niña que aún no conocía instantes de felicidad, pero mantenía maquillada como la diosa Krishna convirtiendo  su rostro octagonal en una erótica figura que atraía las miradas de los varones, sin derecho a contemplarla a los ojos cuya  estática mirada escudriñaba la soledad de un horizonte sin amanecer soleado. 

Diez hermanos y una hermana mas integraron su borrada familia. A juntas, el padre les consiguió un esposo en los primeros años de vida pagando una dote en miles de rupias. Adhikari antes de cumplir los 17 años fue madre de dos varones, y luego de cumplirlos, quedó viuda. Los hijos le fueron arrebatados por los cuñados; la que fue su casa y su huerto, pasó a los hermanos del difunto marido. Fue desterrada del hogar que formó siendo niña. Su familia la desechó como vaca para la carranga. Para la mujer india, el cabello pertenece al esposo, por esa razón, quienes fueron su familia de cuna, la rasuraron y desde entonces se mantiene así, hoy que cumple 96 años. Y desde entonces, su ajado y esquelético cuerpo se esconde bajo un sari totalmente blanco, color reservado a la mujer que tiene la condición de viuda.  La viudez, en varios estados de la India, es aceptada como otra muerte que las esposas deben purgar en vida.

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 Adhikari, una vez despojada de su condición de esposa y de sus derechos, abandonó la granja, y por un  día con una noche sin amanecer, viajó en tren hasta Vrindavan, la población que desde siglos anteriores esta poblada por viudas que suman mas de diez mil provenientes de recónditos lugares del país para vivir de la mendicidad, amontonadas unas junto a otras, cantando todo el día, bhajans,- cantos devocionales al dios hindú, Krishna, quien nació en este lugar-  esperando su propia muerte que  las anima con la esperanza de no reencarnar, jamás.

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  La exclusión social de las viudas, a quienes se les sindica de la muerte del esposo, surgió desde 1987, pues en tiempos anteriores, cuando el cabeza de la familia, moría, la viuda o viudas, - el esposo tiene derecho a tener varias esposas-, en el momento de la cremación del difunto, se inmolaban por amor, lanzándose a la hoguera ante la vista de todos los deudos y presentes, costumbre abolida por los ingleses en el ocaso de la colonia.

Las mujeres con la condición de viudas deben guardar luto de por vida y guardar respeto a los recuerdos del esposo. No se les esta permitido visitar a los hijos, ni a la familia, pues son despreciadas por los mismos; tampoco pueden consumir exquisiteces y alimentos con sazón, carne y algunos vegetales con el fin de extirpar la libido y enterrar la esperanza de ser poseída o poseer algún varón, quienes al verlas vestidas de blanco y su cabeza rapada, se alejan de ellas y las desprecian por considerarlas malditas, muertas en vida y dolientes eternamente menoscabadas.

El devenir de un nutrido numero de viudas de Vrindavan, es el mismo desde el amanecer hasta el ocaso. Las mas afortunadas en recaudar limosnas, viven en grupo en viejas casas que rentan para pasar la noche. Otras, según los ingresos del día, pagan una habitación para guarecerse del frío, y las mas ancianas y menos convincentes solicitando socorro cargan  estera durmiendo en corredores en casas cercanas a los templos que abundan en la ciudad de unos sesenta mil habitantes. Desde muy temprano deambulan por las mismas calles en búsqueda de bebidas calientes que ofrecen algunas organizaciones no gubernamentales que subsisten con donaciones de turistas y mochileros europeos que descubrieron este fenómeno social que convirtió a las viudas en invisibles, y, aunque el Estado ha legislado reconociendo los derechos sucesorios, las costumbres, la intimidación, el desalojo, desaapropiación y la exclusión social, prevalecen sobre la ley.

 

23 de junio día internacional de las viudas

 

Históricamente fue la mujer botín de guerra, sumado que en algunas culturas  son las  mas vulneradas en su derechos; vergüenza humana que obligó a la ONU a designar el 23 de junio, desde el 2011, como el día internacional de las viudas, por ser ellas, las victimas de tradiciones culturales abusivas, las empujadas a estados de pobreza e indigencia, las dolientes de las guerras con sevicia para asesinar a los varones, y las potencialmente victimas en términos de derechos humanos.

En India, Bosnia, Herzegovina y Uganda, el anhelo de las organizaciones que protegen a la mujer, sueñan que de sus diccionarios y lenguas, desaparezca el termino “ viudas” por la connotación que en esas culturas tiene ese estado civil que  sindica a la mujer-viuda como inútiles y desfavorables, aislándolas y convirtiéndolas en invisibles.

Las viudas bosnias de la guerra 

La guerra en Bosnia y Herzegovina dejó siete mil varones bosnios musulmanes masacrados- hermanos, hijos y esposos-, cuyos restos fueron dispersos, y sus viudas, llevan dos décadas buscando y sepultando a pedazos a sus amados esposos. La guerra que duró tres años, en una sola semana, del 11 al 19 de julio de 1995, fueron asesinados los varones de la ciudad de Srebrenica y sus alrededores.

 

Mirsada Uzunovic y su pequeño hijo, fueron testigos cuando Ekren –el esposo y padre-  abandonó despavorido el hogar y corrió por el bosque cercano en donde fue cazado con otros centenares bosnios. Una década después, ella recibió una llamada  del centro de identificación forense que le anunciaba que habían encontrado restos de Ekren. Ella no comento a su hijo, tampoco a los vecinos y compañeras del calvario. Su silencio se prolongó por tres meses, tiempo en el cual, poco durmió soñando despierta contemplando los recuerdos gratos de él, y llorando una y otra vez la ausencia definitiva del esposo, cuya muerte produjo que de su boca disminuyeran las palabras y los ojos fuesen manantiales de lágrimas sin consuelo para acallar los gritos de la ignominia.

 En un acto publico que se celebra el 11 de cada mes, en la ciudad de Potocari, a unos kilómetros de Srebrinica, Mirsada Uzunovic recibió una parte del cráneo del esposo, en el 2003 que, junto con 600 féretros mas, fueron sepultados, luego que fueron identificados y dado a conocer al mundo la forma como fueron masacrados estos bosnios varones, unos hijos, otros hermanos y los demás, esposos. Cuatro años después, recibió la segunda llamada en la que le anunciaban que habían identificado los huesos de las cadera y el fémur de su esposo; pero esta vez, ella se rehusó a realizarle un segundo funeral, por considerar que aun no había suficiente de  Ekrem, un hombre alto, blanco de ojos verdes, fornido y amado por su familia y amigos, cuyos restos junto con centenares mas, terminaron en tumbas masivas, y que los líderes serbios de Bosnia, preocupados que encontraran esas tumbas, ordenaron que se desenterraran los cadáveres y vueltos a enterrar, dispersándolos por toda la campiña; y al hacerlo, destrozaron los cadáveres que, una vez identificados, sus pedazos, los van confiando en la medida que los van encontrando,  y dando a los deudos para ser enterrados en un cementerio tendido en una de las laderas de la ciudad que tendrá la marca de la violencia religiosa y étnica de ese país, otrora comunista.

 

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Cuando se celebraron los 20 años de este genocidio masculino había 6241 tumbas listas. En esa efemérides de la vergüenza humana, 136 féretros verdes cubiertos con bandera del mismo color, sagrado para los musulmanes. Uno de ellos estaba identificado con el 59, y en él, los restantes restos de  Ekrem Uzunovic.

Fue una cálida mañana, sin nubes y menos frío. Mirsada Uzunovic buscó entre el sin numero de tumbas, la marcada con el nombre de su esposo. Ésta estaba abierta. Y en ella, junto con su hijo depositaron el resto de huesos sumados, la cubrieron, con ayuda de solidarios brazos, con la tierra negra de la ignominia, y cerca al destino final de uno de los espejos de la vergüenza humana, su hijo colocó una silla, y en ella, la viuda se sentó  a recibir las condolencias murmuradas de conocidos, extraños y curiosos, cuyo saludo fue interrumpido por el imán que llamó a los presentes a una oración por los caídos, plegaria a la que miles de personas se inclinaron simultáneamente en esa ladera que muestra lo inútil de las guerras.

Las viudas de Uganda, objeto sucesorio

Tumushabe Clare y sus seis hijos fueron testigos de la muerte del esposo y padre por un agudo dolor de cabeza que no fue tratado oportunamente en el hospital del pueblo. Luego del funeral, estando embarazada, fue convocada a una reunión con los miembros importantes del clan del fallecido. Le informaron que los  hijos, desde ese momento, ya no le pertenecían, sino a ellos; le ordenaron mantener sus manos alejadas de todas las cosechas sembradas en la parcela familiar, puesto que ya no era suya, y le notificaron, que el hermano mayor de su esposo, 20 años mayor que ella, se mudaría de inmediato a la casa del difunto a tomar posesión, y que la tomaría como  la tercera esposa.

El terreno, alrededor de una hectárea que el esposo había heredado del padre, al igual que el café, la yuca y demás cultivos de la parcela, junto con la viuda y sus hijos, por tradición debería pasar a la familia política, pero ella, una mujer sumisa hasta entonces, se atravesó a la costumbre, y en vez de aceptar el despojo, alegó que tenía evidencias que su difunto marido había dejado un testamento que la reconocía como única dueña para seguir cultivando y prodigar la comida para sus seis hijos y la que venía en camino.

Los hermanos del difunto, tercos en mantener la costumbre, delegaron a uno de los menores a hacer el desalojo con una acción violenta en la que la viuda resultó herida, mas no muerta como era la intención de quien le informó que ese día se convertiría en compañía del hermano fallecido, y que éste no vendría en su auxilio. La viuda no se quedó callada y lo denunció en el tribunal cercano.

La agresión física a la viuda sirvió para que se investigara la causa que la originó, y el agresor que la hirió con una panga, recibió su castigo encerrado por un año, mientras la familia política de la viuda se corroe de ira, y el investigador del caso que demostró el intento de robo de la propiedad, logró protección para la viuda y sus hijos, quienes, como el veinte por ciento de los  39 millones de Ugandeses viven en el campo en parcelas pequeñas que siembran para cosechar los alimentos y tener leña para cocinar.

La Constitución del país esta redactada en un ingles florido, y en ella se reconocen los derechos de los herederos, pero la difusión de la misma entre los campesinos, hasta ahora lo vienen haciendo jóvenes ugandeses que lograron estudiar y están vinculados a organizaciones no gubernamentales para la defensa de la mujer que están financiadas con ayudas internacionales.

Las privaciones, la ausencia del esposo en el hogar, el trauma, el aislamiento y la privación financiera que acompañan a las viudas en algunos distritos de India y en Uganda, además del estigma de la mala suerte, las consideran a las viudas, malditas. 

La Fundación Loomba que proporciona apoyo internacional a las viudas, calcula que hay actualmente 259 millones de viudas en el mundo, las cuales, no reciben apoyo ni solidaridad, ni reconocimiento como un problema social derivado de las costumbres ancestrales de los clanes que las convierten en un objeto sexual en Uganda, y en India, en una pordiosera muerta en vida, en estas culturas las viudas son personas invisibles para la sociedad.

 

San Gil, marzo 19 de 2017

NAURO TORRES Q. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

martes, 21 de febrero de 2017

A mi profe no le gusto mi escuela

A mi profe no le gustó mi escuela por estar en medio de una hermosa vega del rio Opón, por estar rodeada de colinas ocultas por árboles frondosos, gruesos y altos en los que juegan los micos aulladores, cantan  las guacharacas, se esconden las manadas de cafuches, cazan las culebras y hacen sus madrigueras los tinajos y armadillos. A mi profe no le gustó mi escuela por estar levantada por los mismos padres de familia en medio de una hacienda en la que pastan novillos de engorde y tener cerca un bosque de solera, una madera apetecida para construir muebles que embellece la playa del río en el que pescamos en verano cada año.

 Estudio de caso: Huerto escolar y finca de café | UNICEF Honduras

Mi profe llegó a mi escuela después de dos intentos por lograrlo, y se regresó tres días después para nunca mas volver. Era un jueves de una semana de octubre del año en el que el gobierno de Colombia, firmó unos acuerdos de paz con un grupo alzado en armas desde que nació mi abuelito Serafín, quien me ha contado de la violencia que sembraron y los jóvenes que reclutaron sin contemplación en las veredas de Velez, Landazuri y Cimitarra en Santander. 

Ese ultimo día de mi profe, o sea el tercero de ella en mi escuela, ella, nos esperaba en el improvisado patio de la casa de material, -la única que existe en la vereda con algunas comodidades para vivir- nos recibió con amor anunciándonos que nos quería mucho y que nosotros debíamos corresponderle porque se encontraba sola  y triste. En ese momento arribaba a las orillas del río Opón, la Toyota, que cada día, llueva o truene, llega como el único automotor, a recoger la leche que las señoras o los niños que no alcanzaron a hacer el quinto de primaria, transportan en bestias desde sus finquitas en canecas azules plásticas que  cargan sobre un jais de tubo o amarradas a la cabeza de la silla de montar en las bestias que son el único medio para movilizarnos con alguna rapidez o para trasladar el cacao, el plátano, la yuca, el maíz y el mercado de tienda..

Ella, mi profe, ese día estaba vestida de blusa blanca con manga corta con un yin pre-lavado desteñido tirando a azul; tenía el pelo recogido y usaba unos tenis también azules.   Al ver la lechera, ella pensó en su hogar, en sus hijas, en su tierra y unas lagrimas aparecieron en sus tostadas mejillas, y sin  comprender, ella me ordenó ir hasta el carro a solicitarle a Cesar, -el chofer de la lechera- que la esperara. –Yo pensé que iba a solicitar un favor o a encargar algo del pueblo que esta a tres horas, en la misma lechera-.

Mientras yo observaba desde el bosque de solera en donde el carro acababa de cargar la leche de las fincas vecinas, mis compañeros de escuela, salieron en procesión con mi profesora. En romería hacia la Toyota encabezada por mi profesora. Ella llevaba colgando del hombro derecho un bolso de tela con flores impresas; el mismo bolso, tal vez, con el mismo contenido que traía el día lunes cuando arribo a la escuela a la misma hora en que había decidido abandonaba.

Los demás niños de la escuela, al igual que yo, no alcanzamos a comprender lo que estaba pensando y decidiendo la profesora, pues estábamos muy felices de regresar a la escuela, luego de dos meses sin maestra; la que había llegado a principio del año, concursó y fue nombrada cerca a la capital del departamento.



Mi profesora, abrazó llorando a quienes encontró cerca y se despidió justificando su partida de la escuela porque  ella venía de la capital de Valle de Upar, nunca había estado en el campo, tenía una familia amaba y extrañaba y tenia miedo de vivir sola en la habitación de la escuela porque la batería de baño era la misma de los niños, debía bañarse a la intemperie, la cama es cuatro tablas sobres unos bloques, no había fluido eléctrico y la casa mas cercana estaba a unos cien metros.

Las setenta y dos horas que estuvo mi profesora en la escuela fueron suficientes para regresarse a Bucaramanga. 

Ella nos contó el primer día que estuvo en la escuela que la Secretaría de Educación de Santander le había dado la oportunidad de trabajar en el departamento, y ella, había escogido una escuela del municipio de Vélez con el nombre “Puerto Rico” que, en el mapa, aparecía muy cerca al casco urbano. Luego de cinco horas de viaje desde Bucaramanga había llegado a Vélez, y ese mismo día se presentó al jefe de núcleo escolar, quien, luego de contestarle el saludo, le recriminó por presentarse tres días después de posesionarse como empleada oficial de libre remoción. En esa oficina fue informada  que para llegar a la escuela escogida tenía que viajar a la vereda del mismo nombre, la vereda Puerto Rico.

Para arribar a la escuela, debía tomar desde Vélez una buseta hibrida, es decir, una buseta con estructura de madera y motor de camión armadas en San Gil y aptas para transitar por las trochas de la provincia de Vélez, atravesar el municipio de Landazuri y llegar a Cimitarra a abordar otra buseta de similares características, a las doce del día, y luego de tres horas de viaje, llegar a un punto conocido como la Tienda, y de allí, caminar dos horas largas hasta la escuela de la vereda Puerto Rico del municipio de Vélez.

Mi profe hizo el primer  recorrido, pero cuando llegó a Cimitarra, ya la buseta había partido a la vereda. Como mi profe llegaba con poca plata, tomó la decisión de regresarse a Bucaramanga para intentarlo una segunda vez, al otro día. 

Mi profe tenía interés en trabajar, pero en el segundo intento, regresó a Cimitarra, otra vez después de las doce del día. Mi profe lloró nuevamente al ver su suerte, o mejor, el descuido. En la agencia de Cotransricaurte, buscó ayuda, y allí le pusieron en contacto con el presidente de la Junta Comunal que ocasionalmente acababa de llegar al casco urbano. Jorge Medina, el joven dirigente, le ofreció apoyo económico para cenar o hospedarse, y le informó como llegar a la escuela en camioneta

Una camioneta que recoge leche en la vereda, parte de Cimitarra a las tres de la mañana. Mi profe, estaba lista desde las dos de la mañana, y de esa manera llegó al lugar del trabajo y conoció nuestra escuela, pero no le gusto a mi profe mi escuela. 

No quiero nunca irme a la ciudad, quienes viven allí, no conocen ni disfrutan la belleza del campo, pero quienes vivimos en las montañas de Colombia, pocas oportunidades tenemos de estudiar para ser maestros, pues en nuestro caso, en la provincia de Vélez no hay escuela normal cercana, y son contados con los dedos de las manos los maestros que llegan a las escuelas dispersas en las montañas del Opón, que se amañen y se estén un par de años en la escuela a donde llegan por necesidad de trabajar.

NOTA: las ilustraciones que acompañan este texto, son de propiedad del diseñador gráfico, Luis Domingo Rincón: Domingó, publicadas con su consentimiento.


Puente Nacional, finca la Margarita, enero 8 de 2017.


viernes, 10 de febrero de 2017

Marco Aurelio , el persistente

Víctor Hugo desde la concepción empezó a recibir el afecto, las atenciones, los cuidados de un hijo deseado por unos padres de clase media. Sus padres empezaron a alistar el ajuar desde que tenía dos meses de gestación. Nació por medio de cesárea para que la madre no perdiese los atributos físicos, y, desde el primer grito, contó con una nodriza hasta los doce años. Desde niño hasta que logró profesionalizarse, fue colmado por sus padres con los juguetes y atuendos que cada uno de ellos carecieron en su niñez. Este primogénito no tuvo necesidad de aprender a defenderse solo, y aunque consiguió un trabajo estable no ascendió dentro de la empresa y  ha vivido sus primeros cuarenta años con sus padres, y, aunque ha tenidos novias, no ha estado en pareja formalmente. Víctor Hugo, no supo de carencias; los padres le suplen sus necesidades y caprichos.

Adalberto Ortiz fue el hijo menor de una familia adinerada por descendencia. Estudió pero no se profesionalizó y ocasionalmente pinta para pasar el tiempo. Igual que Víctor Hugo fue colmado en sus necesidades por sus padres hasta que ellos murieron dejando a favor del pintor y  hermanos, -que lograron viajar por el mundo y tener profesiones liberales-, varias fincas cafeteras, casas y locales comerciales, enseres que venían por herencia desde los abuelos y conservados por la madre de Adalberto y el esposo que también había nacido en  ostentosa cuna de reconocida familia citadina. Transcurrió un siglo. La riqueza de los abuelos fue conservada por los hijos; la siguiente generación disfrutaron del dinero atesorado por los tatarabuelos, abuelos y padres, y los nietos nacieron sin necesidades, pero al crecer y convertirse en adultos, vivieron de los apellidos y con premuras económicas, citando en reuniones sociales la abundancia de sus antepasados y la “buena vida” que tuvieron en la niñez pero con carencias en la vejez, de las cuales, se avergüenzan.

Los nombres de las personas tienen un origen caprichoso, según los padres, otros creen que fue planeado por la misma persona antes de nacer, así como el camino de la vida. Pero cada nombre tiene un significado y representa un valor en cualquier cultura.

Marco Polo fue un viajero aventurero que descubrió la ruta de la seda y estableció lazos comerciales con el oriente desde Europa. Marco Aurelio fue un emperador y filósofo romano. Quienes tienen este nombre son personas combativas, sociables, seductoras y amables. Son queridos por sus amistades, defensores de sus puntos de vista, querendones y detallistas con  la pareja. Los Marco, son personas persistentes consiguiendo lo que se proponen con esfuerzo, tesón y constancia. Son alegres, transmiten optimismo y animo para vivir, y en el transcurso de sus vidas, luchan por lograr mejores reconocimientos y ascender en el trabajo en las sociedades en las que están inmersos. Las familias se sienten orgullosos de los Marco, por lo querendones y buenas personas.

Marco Aurelio Quintero Sánchez nació el 18 de febrero de 1947, el año en el que se conoció y salió al mercado el transistor, el disco LP el cual fue el centro de las fiestas hasta 1980. Fue precisamente en ese año cuando se anunció al mundo el hallazgo de los 7 rollos del mar muerto que son manuscritos antiguos   en arameo sobre piel de animal, encontrados por beduinos en una cueva en el desierto  y pusieron en entre dicho lo narrado en el Antiguo Testamento.  Y, en ese mismo año, se dio el primer avistamiento OBNI en Hexcc, en una granja mexicana en la que se encontraron los primeros restos de un extraterrestre y de un platillo volador, ambos tomados y ocultados por las fuerzas  militares estadunidenses.      

Fue el menor de una familia campesina en la que crecieron seis hermanos. Cuando cumplía los siete años, su padre Aureliano Quintero (http://naurotorres.blogspot.com.co/2015/02/aureliano-el-criollo.html            ) falleció a los 64 años de una muerte, supuestamente accidental, al caerse de un caballo, pero la necropsia determinó que murió de un derrame cerebral.

Sin haber hecho la primera comunión, Marco Aurelio debió acompañar a la madre, Isabel,  (http://naurotorres.blogspot.com.co/2015/01/hay-una-mujer-al-principio-de-todas-las.html) en la parcela con una extensión de un par de fanegadas, que Félix, el hijo mayor de los Quintero Sánchez, cultivó hasta cuando, por los años, ya no podía usar el azadón.

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El menor de los Quintero Sánchez, mientras cursaba la primaria, en las tardes, ayudaba en la labranza y permanecía en ella, mientras Isabel vendía cebolla los domingos en Garagoa, los sábados en Tenza y los miércoles en Guateque,poblaciones de Boyacá, para ganar algún dinero para el mercado de la semana y ahorrar para la ropa. A los trece años, al terminar la primaria, Marco Aurelio empezó a  trabajar como mandadero en las droguerías del Dr. medina en Sutatenza y Guateque, oficio que hizo el primer año,  a pie, y con los ahorros compró la primera bicicleta. Un segundo trabajo lo desempeñó como ayudante en un almacén de víveres en Guateque. Consiguió un tercer trabajo como telefonista, responsabilidad que consistía en hacer y recibir  llamadas en la jornada nocturna. Por su empeño, dedicación y responsabilidad, fue nombrado por la empresa nacional de correos como mensajero entregando telegramas siendo éste su primer trabajo con un salario fijo y con prestaciones sociales, posteriormente fue ascendido a telegrafista.
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Con el incremento del ingreso mensual logró comprar, a cuotas, su primera bicicleta “Monark” color rojo, con la cual, logró convertir el ciclismo como su deporte favorito participando en la vuelta al Valle de Tenza, ocupando el segundo puesto en la clasificación final en una de sus válidas.

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Por su dedicación al trabajo y al deporte fue vinculado como mensajero de la primera oficina del Banco de Bogotá en la provincia del Valle de Tenza con sede en Guateque, lugar en el que se desempeño como mensajero, posteriormente como como cajero, y luego,  jefe de ahorros, y  once años despues fue nombrado como gerente de oficina del banco prestando sus servicios en Villeta, Guaduas, y Gachetá en Cundinamarca; posteriormente dirigió la oficina bancaria en la Plata, Huila, y,  cuarenta años ulteriores al servicio del banco del hombre mas rico de Colombia, fue pensionado por edad estando ejerciendo el cargo en Tocaima, Cundinamarca.

Marco Aurelio cumplía 27 años. Ya era independiente, y, sin cesar con la responsabilidad con su madre, Isabel, se casó con su primera y única novia, Ana Silvia  Castro Bernal, una niña de unos 17años, que un apreciado amigo, llamado Miguel Ángel, le presentó como la niña de sus ojos en un acto de premiación ciclística en el Club “Guatoc”. Ella llegaba de vacaciones, pues estudiaba en la capital del país. La distancia entre Guateque y Bogotá, puso a prueba las habilidades de Marco Aurelio en la redacción de telegramas, y por medio de Marconi y cartas, alimentó la amistad con la estudiante. Un año después, en otras vacaciones estudiantiles, el persistente, le propuso matrimonio un domingo de pascua en la tarde, en el mismo lugar donde se la presentaron, horas antes que tomara  la Flota del Valle de Tenza, para regresarse  a la capital. Con la aceptación en el hogar Castro Bernal y con el aprecio del amigo, ahora cuñado, se casaron en Guateque con recepción en el mismo club donde se conocieron, cuando ella iba a cumplir los 20 años, un 15 de junio de 1974.  Marco Aurelio y Ana Silvia fueron padres de tres hijos quienes siguieron  los pasos en el mundo de la administración.

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(Fotografía encontrada en el álbum personal de Marco Andrés, el hijo menor de la familia Quintero Castro)
Pocos creen en la predestinación, sin embargo, al confrontar fechas para esta historia, se encontraron estas coincidencias: Aureliano, el padre de Marco Aurelio, nació el 1o de marzo de 1893 y fallece el 6 de diciembre de 1954, año en el que nace la eterna novia del personaje de esta historia con quien se casó en junio de 1974.  Isabel Sánchez, quien vendió cebolla para el sustento de la familia, nace el 1o de marzo de 1905, y muere el 12 de marzo de 1982, año en el nace el ultimo hijo de Marco Aurelio.

Luego de cuarenta años de servicio a la empresa financiera, Marco Aurelio recibió la pensión de vejez, año en que su novia de siempre, victima de una artritis invasiva  la conminó a una silla de ruedas. Y desde entonces, reconociendo esta limitación de movilidad, la convirtieron, los dos, en una oportunidad para vivir con mas intensidad ese noviazgo que nació ese domingo de pascua. 

Marco Aurelio, paseó a Ana Silvia por médicos homeópatas y alopáticos buscando alivio, sin lograrlo. Decidieron regresarse al lugar donde ambos nacieron y se residenciaron desde entonces en Sutatenza, Boyacá, para cuidarse mutuamente. La tristeza que sintió Ana Silvia al verse limitada a una silla de ruedas, Marco Aurelio la transformó en una oportunidad para sembrar amor, paciencia, comprensión, amistad y fe desde cada mañana cuando la luz que proyecta la silueta del monumento al campesino que decora el parque de esa localidad donde nació la Acción Cultural Popular y se dirigieron las escuelas radiofónicas que contribuyeron a popular la educación radiofónica por las veredas dispersas en los campos de Colombia, entra por las ventanas del apartamento que como si fuese un faro permite apreciar el paisaje del valle de Tenza y escuchar el tañer de las campanas de los templos pomposos y gigantes que sobresalen en las poblaciones de Sutatenza, Guateque y Somondoco, doblando invitando a misa o a un funeral o cabo de año.

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La descendencia de Marco Aurelio Quintero. ( Foto encontrada en facebook).
Marco Aurelio cumple setenta años y desde hace diez años, cuida, protege, guía y empuja con sus brazos la silla de ruedas en la que eternamente transporta a  su novia perpetua, quien imperecederamente  iza una sonrisa amable y acogedora  acompañada con una voz angelical, ya muy conocida en veredas y barrios del municipio en donde se creó y originó la radio Sutatenza en 1954, llevando un mensaje de amor, de paz y fe en Dios como fuente de amor.

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La descendencia de la familia de Aureliano en un encuentro anual que bautizaron “La quinterada”. ( Foto encontrada en internet).
Él, veló por Isabel hasta su muerte, ocurrida el 12 de marzo de 1982 victima de un infarto.  Luego de 28 años de muerta Isabel, logró hacer la sucesión del par de fanegadas de tierra donde crecieron los Quintero Sánchez, y repartir el derecho a cada hermano. Quiso encontrar su bicicleta Monark donde la había dejado a guardar hace cuarenta años, pero el único músico de la familia no le encontró nota y la vendió por chatarra.
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Marco Aurelio, el emprendedor. Como él, son numerosos los colombianos de origen campesino que tejieron su vida laboral y acrecentaron el patrimonio aplicando la formula sencilla del ahorro, invirtiendo el 25% de los ingresos brutos mensuales para disfrutar la vejez sin premuras económicas. Cómo él, son numerosos los esposos que convierten la tristeza y el dolor en ocasión para sembrar y aflorar amor consigo mismo con la familia y con el prójimo y usan la vejez para continuar dejando una huella en honor a la fe que profesan.



Puente Nacional, finca La Margarita, enero 9 de 2017.

domingo, 29 de enero de 2017

El satánico de sexto d


Era flaco, enjuto y alto, con nariz aguileña y greñas lacias cortadas y peinadas al estilo punk, tenía unas piernas largas como una escalera y unas  manos de adulto. Era el menor del grado sexto d. Había llegado al colegio, -junto con su hermano-, de la Escuela José Antonio Galán, ubicada en un barrio con el mismo nombre y era reconocido en la población como “zarabanda” porque lo que se perdía en la ciudad, se encontraba en esos lares. Hoy es una ciudadela en donde los pobres, con esfuerzo mutuo, lograron construir sus sencillas casas, que al contemplar el barrio, desde lejos, parece un pesebre cercano a la capital turística del departamento de Santander, pues esta distante del centro.


Ese año, en el colegio,  habían matriculado mas de ciento veinte estudiantes en el grado sexto. Y lo usual, en años anteriores, era mantener dos grados. La circunstancia obligó a la dirección del plantel a distribuir a los matriculados en tres grupos; pero, al transcurrir el primer mes de clases, los grupos eran inmanejables, por lo numerosos, por lo dispares, por las diversas costumbres, y por las diferencias académicas. por solicitud de los maestros que iban al grado sexto, se formó un cuarto grupo. Se le bautizó el  Sexto d.

Al grupo trasladaron a los chicos mas díscolos del grado  que sumaron quince. Y a este grupo, le destinaron dos directores de curso con la misión de sembrar autoridad y acompañamiento personal a cada estudiante. 

El común denominador del curso sexto d, eran chicos sin padres putativos, con madres cabeza de familia que desde  el amanecer  hasta bien tarde de la noche, trabajaban para llevar el pan a casa. La mayoría, cuidados por la abuela o por los vecinos. Algunos mostraban carencia de motricidad fina, poco ejercicio de lectura y escribían con lentitud; pero tenían otras habilidades: Unos componían versos, otros jugaban bien la pelota, otros cantaban con empeño, otros eran muy serviciales, otros generosos, y otros, eran mas montadores que los demás, pero todos, criados con dureza y sin afecto familiar.


Los directores del grado sexto d, se pusieron las cotizas de los estudiantes para comprender sus actitudes y sus sueños. Mezclando deportes, lectura y charlas, fueron empoderando a los chicos; unos lograron mejorar sustancialmente, y otros, no regresaron al colegio en el siguiente año.

Rafael y Jaime, los hermanos con padres diferentes lograron mantenerse y ser promovidos al séptimo grado. Jaime era el mayor y abusaba del hermano menor, Rafael. Lo regañaba, le quitaba las onces, le demeritaba, le castigaba, le escondía el morral, lo minimizaba con frecuencia, lo manoseaba.  Rafael se defendía a su manera y mostraba mejores resultados académicos en las pruebas para demostrarle al hermano,, y así mismo, que tendría una vida diferente a la de Jaime.

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Jaime era mayor, mas alto, mas grueso, mas moreno, mas malicioso, mas desconfiado, mas bilioso, mas imponente, mas guerrero, mas amedrentador; menos tolerante, menos estudioso, menos respetuoso y mas conflictivo. Jaime abandonó el colegio al iniciar el grado séptimo. Cayó en la droga como consumidor y luego,  como expendedor, y a los trece años, terminó en la correccional de Piedecuesta en donde estuvo un par de años, para convertirse, luego, en un cocinero de un restaurante de comida típica al lado de la madre.


Rafael, cursó el grado séptimo con empeño personal y con   anotaciones de sus maestros. Llevaba cuadernos, pero no escribía. No molestaba en clase, pero los compañeros lo sindicaban como el mas indisciplinado. Era el chico que mas leía y mas preguntaba en clase. Era el mas colaborador y el mas generoso del curso. Pero hacia la diferencia por su forma de ser, de vestir, incluso de actuar con los demás. Se le veía descalzurriado, sin bañarse algunas veces, sin ostentación, sin peinarse y con el uniforme sucio. 

Él, se propuso acrecentar la diferencia. se pintaba las cejas, se dejaba el pelo largo o se lo mandaba cortar y acicalar como un punk , incluso no se peinaba algunos días. 

Desde mitad de año empezó a usar sacos o chaquetas oscuras, cintas negras y hablar del diablo, de magia negra, de brujería, maleficios y sacrificios de gatos en las noches de luna llena. Los demás compañeros lo empezaron a llamar “el satánico”. Y satánico se quedó hasta que abandonó el colegio por ese señalamiento, y otros que algunos directivos y un que otro maestra@, le endilgaron.

Cuando tenia dinero para las onces, Rafael compartía con los  escasos amigos. Cuando no tenía dinero, se sentaba en un roncón del patio a leer o escuchar música. Un viernes, una ultima semana del mes, era tradicional la izada de bandera en el colegio. Acto que se hacia después del descanso mas largo de la mañana. Ese día Rafael junto con otros compañeros jugó en el patio a la pelota, y llegó a la tienda escolar, ya al final del recreo y compró una coca cola dos litros con seis vasos. Iba a empezar a repartir entre sus compañeros de partido de pelota, cuando sonó el timbre, y la profesora de disciplina, solicitó a los estudiantes, pasar a la gradería al acto de izada de la bandera. 

Los estudiantes acudieron al llamado de los docentes y se fueron acomodando en las graderías de la cancha. El acto empezó rápidamente, para no perder tiempo de clase -dijo la rectora-, quien empezó el acto, con un sermón usual sobre el comportamiento.

 Mientras hablaba la autoridad estudiantil, Rafael y sus compañeros del partido  de pelota, se fueron ubicando en la ultima gradería de la cancha de basquetbol en la que se jugaba microfútbol. Silenciosamente Rafael empezó a distribuir la gaseosa dos litros entre sus compañeros, y otros, le pidieron un poco de liquido, accediendo a darlo en poca cantidad para que rindiese la dos mil centímetros.

La rectora del colegio, desde la cancha, y mientras hablaba a la comunidad estudiantil, observó lo que estaba haciendo Rafael. Y ella, que aún no comprendía como “el satánico” sacaba nota sobresaliente en Religión, sintiéndose irrespetada mientras hablaba,  lo sindicó  públicamente de estar distribuyendo un estupefaciente mezclado en  la gaseosa. Rafael, había callado en los años anteriores ante señalamientos por indisciplina y mal comportamiento, no solo de los compañeros, sino de algunos maestr@s y directivos. Pero ese día, estalló en llanto. Un llanto con ira, pues tampoco no se sentía culpable. -Y quienes no gustaban de él, en forma soterrada le dijeron que -el diablo no llora-. 

Sin terminar el acto, Rafael abandonó el colegio con su bolso y los cuadernos, y en la mano, la botella dos litros con un poco de coca cola. Se fue al hospital, y en urgencias, solicitó un examen de toxicomanía personal, y en un laboratorio privado pagó un examen del contenido que aun había en la botella plástica; y con los resultados, regresó al colegio al otro día, solicitando  a la rectora que lo recibiese en el despacho. Luego de diez minutos, lo mandó seguir.

Rafael, ese día, llevaba el cabello con gel. No llevaba las uñas de los dedos meñiques pintadas de negro, tampoco la chaqueta negra, ni colgado los aretes; usaba unos zapatos lustrados y la camisa azul de uniforme. Entró a la oficina de la dirección del colegio con la cabeza en alto y mirándola a los ojos. La saludó con respeto, y ella, que lo había mandado entrar, sin dejar la actividad que la entretenía, levantó la cabeza, lo miró recriminándolo, y sin preguntarle la razón de su visita, lo emparejó con señalamientos de estar contagiando a los demás, en el colegio. Rafael, la dejó hablar. Igual hacia con su hermano Jaime, o con la madre, cuando le echaban en cara, todo lo que le daban, o le negaban. Cuando vio que dejó de endilgarle lo que ya sabía él  que decían algunos otros de él, pidió la palabra y le informó que el motivo de su visita era entregarle los resultados de un examen de toxicomanía que se había mandado a hacer ayer en la mañana, y el resultado del análisis del poco de gaseosa que había en la botella en la que supuestamente, ella, había creído que tenía mezclada alguna droga psicoactiva.

 El, Rafael, le informó que los resultados demostraban que él no había actuado como tal, y solicitó que se retractase y  públicamente se le restituyera el honor. Hecho que no sucedió porque en ese colegio, las palabras y decisiones de la directora, no se discuten,  no se consensúan, no se reversan. Se cumplen.  

Rafael se sentía diferente a los demás con ese apodo, “ el satánico”. Y para justificar el apodo, empezó a gustar de los libros y lecturas relacionados con el mas allá, viviendo en el mas acá. 

Al profesor de español, al que consideraba su amigo y confidente, le puso la tarea de conseguirle libros sobre la magia negra y la magia blanca, incluso con empeño le solicito le consiguiera la biblia negra. Y para dar crédito a quienes le llamaban “el satánico”, sus usuales conversaciones con los compañeros, tenían algo que ver con el poder del mal. Pero, a la vez,  se devoraba leyendo y contaba a su manera los libros que le recomendaba el profesor de español, mientras controvertía a la profesora de religión sobre el origen de las religiones, y a la de sociales, sobre el origen de la cultura, el hombre y el descubrimiento de América. 

Afirmaba que había tantas religiones como siglos ha tenido la humanidad. Contaba que en Egipto surgieron las religiones de esta era, que la evolución del hombre se fue dando en épocas diferentes en cada continente como resultado de una alteración genética de extraterrestres. Que Cristóbal Colón no había descubierto nada, pues el hombre había llegado a América por el estrecho de Bering, y que los que llegaron primero fueron los cananeos, luego los vikingos. Que los españoles no conquistaron ningún país, los arrasaron con las enfermedades, los abusos y los caballos. Que los gringos invadieron a Irak, Líbano y Siria por intereses económicos, y que la economía china usaría los desechos industriales para hacer alimentos que la gente consumiría, por lo baratos en el mercado.


La profesora de religión, una joven mujer, madre y padre a la vez. Amorosa, comprensiva y colaboradora de la parroquia, junto con el párroco, organizó desde ese año, un concurso de biblia que hacía en cada octubre. El concurso informativo estaba compuesto de preguntas sobre los libros de la Biblia, los profetas, los evangelistas, los mandamientos, los sacramentos y las parábolas de Jesús. El primer concurso se hizo en una izada de bandera con la presencia del sacerdote de la parroquia.  De cada grado del bachillerato participaron internamente todos, pero ante el colegio, solo los ganadores de cada curso. Rafael participó solo en el grado octavo, no hubo mas concursantes. Las preguntas, como las respuestas, fueron orales. La profesora hizo la tanda de preguntas, y quien no contestara alguna, quedaba por fuera de concurso.

Rafael fue contestando con tranquilidad a cada pregunta, y sin que nadie lo creyera, Rafael, “el satánico” ganó el concurso de biblia en el colegio, ese año, al menos públicamente, porque el premio se lo dejaron pendiente bajo la sospecha que don lucifer  le había ayudado y correspondía a la coordinación y a la profesora dilucidar la sospecha.


Rafael, abandonó el colegio a mitad de año cuando cursaba el grado décimo. Argumentó que lo hizo porque el colegio no ofrecía caminos ni respuestas a sus inquietudes. Quiso cambiar de colegio, pero por la pinta, no lo recibieron.  Se regaló al ejercito en donde terminó el bachillerato. Allí se enamoró del teatro y el circo. Obtuvo su libreta militar y regresó a San Gil vinculándose al instituto de Cultura y Turismo y a la escuela de teatro de la localidad.  Modificó su forma de pensar y de enfrentar la vida. Trabaja como instructor de deportes de aventura, como mesero y guía, como saltimbanqui    y goza de viajar conociendo Colombia,   y lee para vivir. 

POS DATA: Las ilustraciones que acompañan la historia son de Luis Domingo Rincón: “Domingo”. Están en internet, y fueron usadas con el permiso de autor.


San Gil, enero 16 de 2017
NAURO TORRES Q. 








El parasitismo del plagio intelectual

  El apropiarse de los méritos de otro u otros, el copiar y usar palabras e ideas de otros y sustentarlas o escribirlas como propias y usa...