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domingo, 12 de junio de 2022

El paladín

Conocía los desechos, senderos, caminos y carreteras para acceder al reducido casco urbano de las ruinas de la estación del tren de Providencia. Los había transitado siendo niño para visitar abuelos maternos y tíos -comentaron quienes lo distinguieron y se enteraron de sus escondidas andanzas. Para no dejar rastros en su fuga, escogió una ruta para sumarse -desapercibido- en la clausura del evento deportivo del grupo juvenil y del bazar de la acción comunal para mejoras en la escuela del lugar. Seleccionó la ruta más corta y con penumbras para abandonar el poblado -por la abandonada ruta del tren que no regresó en 1.976-, la zona y el departamento en una flota intermunicipal para esfumarse entre las casuchas asentadas en uno de los cerros poblados de Soacha, Cundinamarca. Años despues, transitando por una de las empinadas y escarpadas calles de uno de los improvisados barrios, cayó sin resuello, por medio similar a los que usó, siendo borradas sus huellas en algún expediente judicial del pais del Sagrado Corazón.

El balón de microfútbol fue remplazado por la cerveza para calentar los ánimos de los vecinos que se juntaron con los jugadores y comunales bajo las carpas que guarecían las ollas, las escasas mesas y sillas plásticas en donde celebraban el encuentro veredal y se escuchaban opiniones y percepciones sobre el auge del conflicto armado y las propuestas del exgobernador de Antioquia, aspirante a la presidencia y los proyectos del joven alcalde recién de origen liberal que tambien fue elegido como otra opción a la enraizada en la municipalidad para administrar la cosa pública vista como un fortín político familiar.


El esbirro no tenia afán. Era calculador y relajado. Llegó al escenario del bazar en las postreras horas del día 9 de septiembre de 2001. Ya tenía identificada el objetivo. Ya había escogido el lugar y el momento de cumplir la misión por la cual había recibido otra paga. El lote donde se construyeron las seis aulas en tres bloques de un piso en 1.964 con ayuda de la Alianza para el Progreso que, entonces acogieron a más de 150 niños de seis veredas circunvecinas, solo ha tenido un portón metálico de dos hojas. Es el único acceso a la zona escolar.


El objetivo, un joven estudiante de especialización de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Tunja, creada e instituida por su admirado General Rojas Pinilla, cuando dirigió la junta militar, luego de un golpe de Estado al conservador nazi, Laureano Gómez. El militar se posesionó el 13 de junio de 1953 y fue derrocado -despues de diez dias un paro nacional-, por los partidos liberal y conservador, el 13 de mayo de 1957. El marcado, el coordinador de los grupos juveniles católicos de la parroquia Santa Bárbara, el fundador del “Movimiento Renovación puentana” con el que aspiró al concejo en 1.997 y le faltaron votos para ser elegido. Se convirtió en concejal en el 2.000 -en ese entonces el periodo era de tres años- y empezó a ejercer el 1º de enero de 2.001 siendo alcalde Yury García, el ciudadano que instauró la celebración del 8 de mayo como el día comunero para recordar la 1ª victoria comunera en 1.781 en esa localidad cuando los comuneros, sin quemar un tiro, atajaron a la guardia real española y la devolvieron a Santafé para notificar al Virrey español de las demandas de los caminantes . El nacido en la vereda Páramo,  había logrado terminar la primaria en la escuela de Quebrada Negra perteneciente a la vereda Páramo, cercana dos kilómetros de la casa de cuatro aguas en donde había nacido junto con sus diez hermanos-ocho mujeres- y obtenido el grado de bachiller técnico en la Industrial Francisco de Paula Santander asentada en la playa del rio Sarabita del casco urbano donde nació el extinto músico Lelio Olarte Pardo, muerto 61 años antes. Estaba terminando al carrera de Administración de Empresas en la UPTC, titulo que fue entregado a la esposa, luego del vil asesinato. 


El seguidor, vestía de negro con chamarra azabache. Usaba cachucha negra y un poncho de igual tonalidad. Calzaba tenis Croydon azules y llevaba consigo un bordón de algarrobo seco al calor del fogón con brincho ajado por agua y barro de los caminos abandonados por las recuas de mulas y jinetes sin zamarros y fuete. Sus ojos de búho escudriñaban en la oscuridad cualquier movimiento humano para evitar ser observado, sin perder de vista el portillo por el que tenía que salir el concejal, patrocinador del campeonato juvenil y propiciador del bazar pro-fondos escolares. Sentado una veces en los barrancos, otras caminando alrededor del campero, pensaba en su padre descolgándose a la cuarta edad que no ejerció la disciplina con la que crio a los hijos mayores del primer matrimonio décadas atrás borradas por las lluvias deslizadas a las negras aguas de la quebrada la Negra. Pensaba en los sufrimientos de su joven madre que no tenía ni idea donde estaba y en que andanzas caminaba en su mocedad incierta. Ella estaba contenta con su pobreza-pensaba- pero yo, no seré uno más de los mismos -se retaba. Una cosa es ganarse el jornal recogiendo guayaba, cortando y arrimando caña, tirando azadón, y otra, ganársela fácil apretando el gatillo. -Lo tenía muy claro. Igual de claro tenía los puntos en donde debía disparar con calma y precisión. Con tres tiros bastaba para cumplir la tarea; el resto de la carga es prevención para evitar sobresaltos, en caso de defensa-pensaba mientras acariciaba nervioso la pistola que siempre quiso tener y mostrar entre los chicos de la escuela en donde estudio a unos 30 kilómetros donde se encontraba. La misma arma que ya había estado en uso en la vía a la vereda Delicias en la que cayó otro líder del partido liberal, el joven, Mario Reinaldo gerena cuando partía de la casa de sus padres al trabajo en el casco urbano.


El concejal, un empleado del Banco Popular de la oficina de Puente Nacional, padre de dos niñas y un varón, revisó su Victorinox fieldForce portado en la mano izquierda. Marcaba las nueve pm. Es tarde -pensó- es hora de regresar a casa -decidió- la familia lo estaría aguardando. Empezó a despedirse de cada uno de los conocidos con quienes compartía unas cervezas. Lo hizo con un abrazo, un cruce de manos y un agradecimiento por confiar en él como vocero de la región en el Concejo Municipal y líder del "Movimiento de renovación puentana". No aceptó que lo acompañasen hasta el carro. Se encontraba en sus cabales. Las docena de cervezas no le habían hecho efecto, pues había contrarrestado el alcohol con un suculento piquete con gallina y carne asada en el mismo lugar donde estaba departiendo con seguidores de la “Movimiento Renovación puentana”.

Salió sin preocupación. Solo pensando en manejar despacio de regreso al poblado. En su mano derecha portaba una bolsa plástica, y en ella, un suculento piquete abrigado en hojas de plátano para sus pequeños y adorable esposa a quien enamoró siendo niña y la desposó 9 años despues de un noviazgo juvenil. A la mano izquierda, pasó el presente y con la derecha buscó la llave en el bolsillo. Se dirigió al automotor cobijado por la oscuridad. Desde ella, le sorprendieron tres fogonazos que se apagaron en su tórax. Intentó trancarse en el chasis del carro, pero se desplomó sin poderlo evitar. Cayó como una guayaba bajada con un garrotazo. Sintió intenso dolor. Su respiración se agitó. Le escaseaba el aire. Quiso gritar, pero la voz se esfumó dentro de sí. Pensando en ella, quiso avisarle con un beso que la amenaza se había cumplido, pero sus pensamientos se esfumaron sintiéndose amado por la única chica que amó y con la que está eternamente.


Los disparos esparcieron a los asustados. Los curiosos salieron a verificar que había ocurrido; entre ellos, quienes departieron con él la ultima hora de su vida como líder juvenil. Lo encontraron en el piso sangrando y sin conocimiento, pero con respiración. Con premura consiguieron una camioneta y lo trasladaron con afán al hospital Integrado San Antonio de la localidad. Su novia eterna, guarecía a los hijos a una cuadra del centro hospitalario. Un joven del grupo juvenil de Providencia, golpeó la puerta con insistencia. La profe, dormida, soñaba auxiliando a un alumno herido nadando en un charco de sangre. Se levantó presurosa. Abrió la puerta. La noticia la embriagó en llanto, dolor y desespero. Se vistió en un santiamén y salió presurosa al hospital. La enfermera que atendía al herido le informó que no había algodón, ni jeringas, ni un bisturí para prestar atención médica. Ni la ambulancia tenía gasolina para el traslado a Vélez.  Ella regresó a la casa por dinero, luego corrió tres cuadras abajo a la droguería de Gabriel Murillo, el boticario amigo de todos en la región y disponible a cualquier hora, quien se solidarizó con la profe,  y agregó al pedido, medicamentos para atender al herido. La profe de Muralla -escuela donde laboraba- regresó en un santiamén al centro hospitalario. El adalid había muerto.

Fue el promotor inicial de las cabalgatas en Puente Nacional. En este registro lo acompañan hacia Santa Sofía, los caballistas: Arístides Contreras(q.e.p.d.), Agapito Castro, Miguel Sanchez(q.e.p.d.), y 4 jóvenes de Jarantivá. A la derecha, Rafael Pineda Gómez acompañados por tres mujeres amantes de los caballos.

La victima, hizo honor al nombre de su padre, Juan, quien fue un líder religioso y comunal, misericordioso y servicial, adoptado por un par de ancianos campesinos de la vereda Montes que le conservaron el apellido. El apellido Pineda. El caído, hermano de ocho damas recordadas en la comarca como las bellas blancas por su piel y cabello pardo. Cinco de ellas con profesión, pedagogía. Hoy, Juan, ronda un siglo de vida. Las nuevas generaciones no saben que él fue un promotor de los rosarios a la Virgen en cada hogar para recaudar dinero para levantar el templo de Quebrada Negra y la construcción de la escuela del mismo lugar donde el adalid cursó las primeras letras.


El líder social, gozó de una madre amorosa, trabajadora; partera y sobandera, horneadora de las mejores almojábanas de la comarca, quien asumió el hogar, mientras el marido, Juan, se fue a Venezuela a trabajar sin descanso para lograr educar con el bachillerato a seis de los hijos, comprando una casa esquinera en la vía del acceso antiguo a Puente Nacional paralela al rio Suárez, en la que Teresa organizó la panadería y cuidó de sus hijos, alternando su labor con los servicios en la parroquia como apóstol seglar.


En la casa de adobe con teja de barro posada en una planada a menos de cien metros del lecho de la quebrada Jarantivá, sombreada por un par de pinos, signo de los Pineda que allí vivieron, se deteriora lentamente arrugada por los vientos de agosto y mojada por las lluvias de abril y mayo que hinchen la quebrada que surte de agua a más de mil familias puentanas, sin que a la fecha, ningún burgomaestre se empeñe en comprar los dos predios en donde brotan humedales que conservan el origen de esta fuente hídrica que nutre a la quebrada Aguablanca para embellecer la cañada en la que asentaron el histórico Hotel Agua Blanca, construido en la dictadura del general Rojas Pinilla en la década del  cincuenta del siglo XX.


En el lapso que fue eliminado el adalid -por usar la palabra dicha y pensar diferente a los incrustados en el poder local-, cayeron en iguales circunstancias y motivo, los hermanos: Siervo Tulio y Samuel Gamboa Supelano en Sabaneta - vereda Montes- y Mario Reinaldo Gerena, en la vereda Delicias del mismo municipio de la guabina y el tiple.  En el libro. “Tras las huellas del maestro”, el sacerdote Benjamín Pelayo, promotor de la pastoral juvenil diocesana, en ese entonces, narra que por igual causa -usar la palabra ducha- cayeron bajo las balas defensoras del estatus quo: Jacinto Quiroga en la vereda Guayabal de Bolívar; una familia fue asesinada en la vereda Alto Nogales de Sucre, salvándose tres niñas que estaban en el aljibe trayendo agua para el consumo doméstico. Las niñas fueron acogidas por Ben posta, organización no gubernamental que les brindó estudios universitarios. El mismo sacerdote, y el hoy, sacerdote Fredy Gamboa natural de  Providencia y que ejercían su misión pastoral en la parroquia de Puente Nacional, debieron abandonar la Diócesis para salvaguardar sus vidas. Mientras transitaba entre Puente Nacional y Barbosa, Pelayo fue advertido con una llamada telefónica, que lo estaban sesteando para eliminarlo del camino de la doctrina social de la Iglesia.  No tuvo la misma suerte el misionero secular José Antonio Beltrán-un gigante en miniatura-, ultimado y martirizado en la vereda Cucuchonal del municipio de San Ignacio el 2 de octubre de 1.991 bajo las balas de una célula de las Farc, por asistir litúrgicamente a campesinos de veredas patrulladas por los tiznados de San Bosco de Laverde, en igual servicio pastoral a los habitantes de veredas controladas por la misma guerrilla. 32 años despues, el padre Beltrán es considerado un mártir de la paz y se está aunando información para declararlo beato de la paz.


Varios jóvenes campesinos veredales, familias campesinas y profesionales simpatizantes del movimiento de "Renovación Puentana", debieron abandonar la municipalidad para preservar sus vidas. Entre los profesionales, la abogada y ex-personera,  María Luz Rozo González, oriunda de la vereda Páramo y su esposo, construyeron patrimonio y se desarrollaron exitosamente en una ciudad capital fuera de Santander. 


Según a JEP desde 2.016 luego de firmar los acuerdos de paz en Colombia, a la fecha, se han asesinado 904 lideres sociales, personas que usaron “la palabra dicha” en sus comunidades. Las estadísticas registran que en Colombia se han asesinado a 163 personas cuyo medio de trabajo fue “la palabra escrita”. 163 periodistas que usaron la palabra para denunciar. En menos de 70 años, he leído en la prensa, el sacrificio de más de un millar de adalides cuya única espada fue la palabra: “La palabra dicha” y “La palabra escrita”.

Un artesano de la palabra refiriéndose a ella, un mes antes del martirio del padre Beltrán, escribió: “Ella es vida o muerte; es materia o espíritu; es verdad o mentira; es propia o ajena; es rica y pobre. Se puede prestar o vender; es todo y es parte; es libre, pero puede encadenarse; es arma o escudo; es bella o inmunda; es Dios o demonio… ¡Es la palabra¡”.


   San Gil, junio 13 de 2022

Nauro Torres Quintero


A LA MEMORIA DE RAFAEL PINEDA GÓMEZ


Con las palabras entrecortadas que produce este vil asesinato, presento este saludo en nombre de la comunidad universitaria Upetecista de la facultad seccional Chiquinquirá que siempre fue su casa, su lugar, su campo de encuentro con la vida y la palabra.


A su familia y a sus compañeros de trabajo, al pueblo de Puente Nacional que lo vio crecer, estudiar y defender las causas justas, estas palabras solo alcanzan a llevar una pequeña parte de nuestro afecto.

No alcanza el dolor para lamentar la perdida de Rafael, el estudiante, el hombre que con su serenidad y responsabilidad universitaria convocó a la comunidad académica  cuando se hizo necesario  contribuyendo para que ésta recobrara  su unidad institucional y el orden que reconoce la legitimidad del reconocimiento volviera a su lugar, al justo lugar en donde solo puede habitar el debate y la palabra.


 No alcanzará el dolor, ya lo sabemos para encontrar respuesta que colocaron los asesinos  en sus armas. No nos alcanzará el dolor para lamentar la partida inesperada de Rafael, menos las balas en complicidad con las mismas oligarquías que Gaitán condenara hace 80 años, siguen llevando su barbarie a los campos y veredas  donde la voz de los que luchan se levantan en justicia. 

No nos alcanzará el dolor ni la tristeza. siquiera para ultrajar al asesino, en cambio nos sobrará alegría para recordar a Rafael, al mejor estudiante graduado en nuestra universidad en el nuevo siglo, al compañero que convirtió la solidaridad en afecto e hizo del conocimiento, y la palabra, su herramienta de trabajo cotidiano para el ejercicio de la politica y el apoyo de la construcción de ciudadanos libres. 

Rafael se ha quedado con nosotros, está en el corazón de todos los hombres  y mujeres que hacemos parte de esta universidad como profesores, estudiantes y trabajadores, pero tambien está en el mío propio, acorazado con palabras. 

Rafael, fue un hombre de lucha y valentía, por eso, para ustedes y nosotros, la solidaridad y el afecto será las eternas compañeras para entregarle, ahora y siempre, el mejor homenaje a Rafael; el de ustedes. el nuestro, aquel que para todos, alcanzaba la mirada hasta la más leve injusticia. 

En nombre de la comunidad universitaria Upetecista que siempre llevó muy adentro, defendió, asumió y respetó, queremos ofrendar a su memoria, desde hoy, a nombre de nuestra sala principal de actos culturales, como una señal que contribuya  a perpetuar su compañía, y en esa forma serena y tranquila de habitar entre nosotros.

Con el afecto de siempre recordamos nuevamente que los hombres que luchan no mueren, porque de ellos nace la idea de que para la vida miles de vidas y para la vida, la dignidad.  

"Pedimos castigo, clamó entre versos, Neruda, pedimos castigo y aun basta a la impunidad"

Manuel H. Restrepo Domínguez 
Decano UPTC- Chiquinquirá
Septiembre 10 de 2.001.

 

miércoles, 8 de junio de 2022

El capitán capotera

 

Nació el día y hora que empezó el bogotazo en una bahía camino al morro en el seno de una familia que alternaba la siembra de papa con la ganadería de leche y la atención a los campesinos que trepaban o descendían por el camino que unió a Puente nacional con Saboyá.

 Para cursar la primaria, caminaba cada día 10 kilómetros. Fue el segundo en una familia con 6 hijos que perdieron al padre, siendo niños. En cien años, fue el único del territorio que cursó la carrera militar y alcanzó el grato de capitán. Fue llamado a calificar servicio por no tener vara en la jerarquía militar.

Remplazó el sable por la macheta; el fusil por el azadón; la munición, por las semillas; el bastón de mando, por el rejo; la cachucha militar, por el sombrero de fieltro; las botas militares, por  La macha;   la alimentación en los casinos, por la caserita; las fiestas sociales, por las reuniones de la Junta Comunal; la ciudad, por el campo; el morral militar, por una capotera; la ostentación militar, por la vida apacible del campo.

Era flaco como un garabato; alto como un vástago de plátano tocaimero; Tenía nariz de estribo español; y hablaba mojando las palabras como notas de un saxofón. A pie trepaba a las carreritas y bajaba con afán: A caballo tomaba el camino como si fuese el desfile militar. Y en carro, saludaba a quienes encontraba a su paso como si fuese rey de carnaval.

Perteneció al batallón de ingenieros del Ejército Nacional. Su ejercicio militar se reflejó en las carreteras, puentes y alcantarillas que contribuyó a abrir y construir para conectar a los marginados campesinos con los cascos urbanos municipales. Siendo teniente efectivo fue comandante de reclutamiento, facilitando la libreta militar a quienes hablaban con la sencillez de un nacido en el campo.


Finca la Esperanza, vereda Páramo. Esta a la vera del camino indígena por el que treparon los comuneros en 1.781 rumbo a Zipaquirá. Aquí nació y murió el militar. 

En uso de buen retiro, regresó a vereda Páramo, donde nació. Acompañó a Zenaida, la madre y veló por sus hermanos menores. Retomó las costumbres productivas del padre que perdió siendo volantón; implementó la división de potreros para aumentar la carga bobina y amplió el área de pastos para mejorar el ingreso de la pensión con los ocasionales ingresos por ganadería y papicultura.

 Se juntó en la acción comunal veredal y contra viento y marea, abrió carretera con su propio peculio hasta predios lindantes a los del terreno de sus ancestros conectando la región con la vía a Peña Blanca y la carretera central para facilitar la movilidad con la capital del pais por Robles.

Con el contacto de Alberto Segura, lograron del alcalde Yuri García, de origen liberal, una góndola de las usadas por el tren de oriente, sobre la cual, el capitán calculó y dirigió la construcción de puente sobre la quebrada Jarantivá facilitando la conexión con otras veredas y Boyacá, por el paraje sabanetas.

Los vecinos del camino, al mirarlo descapotando, terraplenando y cuneteando para la carretera, corrían las cercas de alambre imaginando que los carros treparían como vacas en manga. Y el capitán, en el mantenimiento de la carreteable, levantaba los estacones, hasta que los propietarios, comprendieron la pertinencia de la vía para el transporte automotor rural cuando fueron las mujeres las que empezaron a salir a los convites comunales.

Con los años, la vía fue conectada con la 45A. Más luego, usada por empresas de gas y petróleo y en medio de conexión con Boyacá y Bogotá.

Pedro fue su nombradía y Alarcón su impronta de cuna. Nunca tuvo carro, pero los vecinos, y otrora enemigos de la carretera, son los únicos con automotores años despues.

Al capitán lo recuerdan en el territorio porque el uniforme y las armas no le quitaron la sencillez y don de gentes. Ni el uniforme, ni las armas usó para ejercer dominio del otro. Ya a pie, ya en carro, el capitán Alarcón siempre terció su capotera, ya con el mercado, ya con las pertenencias.

El capitán, se infartó una oscura y lluviosa noche de abril, en la misma fecha que nació. Sus hermanos gestionaron para que algún locomotor viniese por él para llevarlo al hospital más cercano. Ningún vecino se ofreció a prestar el servicio. Murió sobre las tres de la madrugada en la habitación que lo acogió en su existencia campesina.


 La capotera, hoy solo usada en tierras guajiras. 

 Los campesinos no lo recuerdan por el trazado de la vía y cálculo del puente sobre la quebrada Jarantivá, ni por su aporte pecuniario para trazar la carretera, pero sí, como el capitán capotera, un militar que murió en el 2.008 con la tristeza que muere un soldado que sirvió a su patria y se fue con su honorabilidad y patriotismo al pais del olvido.

Jarantivá, Junio 8 de 2.022

martes, 24 de mayo de 2022

Pactaré, pactaré: Poema de Nauro Torres Quintero

209

24/05/2022

Puedo pactar

con la luna, una noche sin estrellas,

con el sol, un día sin rayos solares,

con el mar, una noche sin olas,

con la tierra, amaneceres sin auroras,

con el viento, brisas sin rostros.

 

                                                          fotografía del maestro Domingó

Puedo pactar:

con los indígenas del amazonas,

con "los nadie" de Colombia,

con los desplazados de sus ranchos,

con los guerrilleros amnistiados,

con las mujeres del burdel.

 

Pero no nunca pactaré:

con flecheros del ser,

con piratas del ciberespacio,

con infanticidas y feminicidas,

con mosén que se escuda en Dios 

para doblegar al otro,

con arcabuceros de la otredad.

 

Nunca me reconciliaré :

con fusileros de sus hermanos,

con e cocidas, feminicidas e infanticidas,

con aprovechados de los dineros públicos,

con desmemoriados de los falsos positivos,

con despojadores de las tierras campesinas,

con los tierreros que estafan 

desplazados en la ciudad,

con los que desprecian a los nadie,

con los que usan la violencia para gobernar,

con los que siembran injusticias para gobernar.

 

Pacto con los seres de buena voluntad:

con las personas que siembran equidad,

fraternidad, igualdad, justicia y solidaridad;

pactos con los humanos que siembran hermandad.   

lunes, 23 de mayo de 2022

El retrato de la tatarabuela

 

El viejo relator de historias murió a los 88 años en una cama de hospital extrañando su estera de papelón, a su perro capitán, al camino por donde anduvo sin descanso y sin final. Murió en la capital a donde lo llevaron buscando una cura de un mal que no tenía cura porque el cáncer viajaba cauteloso en cada gota de sangre que irrigó sus brazos atenazados y sus piernas de can acosado por los años.

No murió en el lugar que siempre quiso morir. Una pieza de adobe y techo de caña atada con cuan sobre unas tablas de pino acerradas con su serrucho cuatro manos, herencia del abuelo que nunca conoció y del padre que solo recordaba vagamente, pues solo tenía 4 años cuando lo dejó junto a su hermano, el mayor cuando despuntaba los 24 años.



Por años añoró tener una fotografía de su padre, Miguel, para imaginar el rostro de quien lo engendró. Ya era volantón cuando murió su abuela, Ana Rosa Gómez. Al fiado logró que su prima, Trinidad, le hiciera una fotografía al rostro de los restos mortales de su abuela paterna, Ana Rosa.

El retrato lo mandó enmarcar en madera de zapan. Inicialmente lo colgó en la pieza que fue su refugio de joven, recamara marital y la pieza en donde parió por primera vez su enamorada, Custodia; una boyacense de rostro angelical, pelo cuchumbeado y un genio irascible.

El rostro de la muerte fue el retrato principal en la sala de su casa que construyó adobe por adobe con su eterna novia en la que pasa el mayor tiempo su Custodia que rondó los 90 años para reencontrarse con su viejo, el viejo relator de historias.

Las mujeres viven más años que los varones; pero Custodia dobló el promedio nacional. Fueron 15 años de viudez solitaria masticando los recuerdos de su viejo, sus espacios, sus construcciones materiales e imaginarias.

El rostro de Ana Rosa yaciendo en un ataúd es la fotografía de la muerte. El pelo ya no lo es; semeja un ovillo de fique sin cardar. Los surcos de la piel esconden la vanidad del existir. Los parparos apagados esconden la miseria humana. Las pestañas de la vieja revelan lo banal de la belleza facial. Las fosas nasales semejan, los misterios de la vida. El angulado ataúd en el que reposa el rostro de la tatarabuela recuerda al observador lo limitado que somos en el universo. Hoy somos, mañana no seremos.

Eco posada La margarita, diciembre de 2.021

jueves, 19 de mayo de 2022

Aquel hombre

 

Al regresar del mercado proveniente de Aratoca, aquel hombre, fornido, de dos metros de alto, con rostro de calabazo y arrugas prematuras hilvanadas por la rigidez del escaso balbuceo del lenguaje, lento y escondido, que emanaba a tirones desde la garganta y la nariz, sintió por tercera vez, muy cerca de él, la pelona.


En el tierrero del pórtico, bajo la enramada de nacuma que sombreaba el rancho de cuatro paredes de bareque, yacía tirado un engendro rodeado y vestido con una ronda de hormigas. Junto a él, estaba inanimada, tumbada y escurrida en sangre, su Juanita; la niña que tomó por esposa siete meses antes en la fiesta de la Pura y limpia, el 8 de diciembre de 1.953 en el incipiente poblado integrado por desplazados de la violencia bipartidista, despues de ocurrido el bogotazo por la muerte de Jorge Eliecer Gaitán, joven político que se apersonó de los ideales del liberalismo y murió bajo las balas de un sicario con afinidades del gobierno godo empotrado en el poder.

 
Aquel hombre, con sombrero de jipa blanca, camisa de nieve en algodón y pantalón atezado, calzado con chocatos de suela de bovino y nívea capellada tejida y combinada con hilo negro, se desboronó cayendo de bruces confirmando la respiración de los dos cuerpos que yacían apareados por el dolor y la inconciencia bañados con sangre negruzca como las hormigas que pululaban en el nacido examine.


Corrió al rancho de los jechos paternos a pedir auxilio.


En un santiamén, más vecinos se juntaron al convite. Ellos, aprontaron un guando con sacos de fique, previamente tejidos por la mujer de cada rancho, y trasladaron a Juana al puesto de salud del poblado que brindaba la primera atención en salud. Y ellas, las mayoras, recogieron con lágrimas al sietemesino envolviéndolo en la bandera de la Virgen de la salud, y, en silenciosa procesión, mientras balbuceaban las cinco partes del rosario, lo trasladaron al destino final con la bendición del astro rey, único testigo del fruto del primer coito, abonando los lirios que se multiplicaron en el jardín del rancho de los padres de aquel hombre.


-      ¡Pérfidas hormigas¡ 

- ¡las pringaré con agua caliente en sus nidos y las desapareceré de mi casa¡


-      - ¿Dónde está mi hijo? 

- ¿Dónde?


Gritaba y preguntaba Juana, tirada y dormida en una camilla en el puesto de salud de Villanueva, Santander.


Aquel hombre y su padre, junto con un tío y una tía, en el corredor de la casa de tapia pisada que acogía a la enfermera, escuchaba sin pronunciar palabra y sin poner atención a los familiares que comentaban o inquirían.


 Lloraba, ¡lloraba¡ pero sus lágrimas las consumían sus ojos perdidos en las cuevas de sus pobladas pestañas que mojaban el arrepentimiento por haberla dejado sola ese día. El domingo, día del mercado de los empaques de fique en Aratoca. O se vendían los costales paperos, o no había manteca, ni sal, ni el pirincho para el piquete, ni la choco-suela para la mazamorra de la semana por comenzar.


Mientras caminaba sobre sus mismos pasos, de un lado al otro, en la mente de aquel hombre brotaron recuerdos tristes, alegres, dolorosos, y unos, felices.


Recordó que su tía Filomena le había contado que nació sietemesino; que logró vivir, gracias a las plegarias a la Virgen del Carmen, pues venía con el cordón umbilical enredado en el cuello. Sus padres, guardaban ese secreto. Recapituló la escena que de niño tuvo que vivir junto a su padre y un par de cosecheros de tabaco que transitaban el camino hacia Barichara a la misa mayor de un domingo, cuando fueron asaltados a tiros por desconocidos, dejando tres heridos, uno de ellos, su padre que recibió en la pierna un impacto que iba directo a la humidad del infante. Recreó la escena en la que conoció a Juana.


Había conocido a Concha un día, despues de misa en Villanueva. Ese domingo se hicieron novios. -Eso creyó aquel hombre-. Al siguiente festivo, decidió poner la cara en el rancho de los padres de Concha. Arribó a la media mañana. Ella no estaba en casa. Fue al pueblo a cumplir una diligencia ordenada por sus padres. Regresó antes del mediodía acompañada del novio que tenía.


De regreso, estando en la talanquera, observó a aquel hombre sentado en un taburete en el corredor del rancho. Junto con el novio, extraviaron y entraron por el corral de los chivos y accedieron sigilosamente a la cocina.


La niña Juana despuntaba los 13 años. Estaba en el tendal fregando los trastos. Concha cariñosamente le solicitó que saliera al corredor y acompañara a aquel hombre que permanecía expectante solitario en el pórtico. Obediente a la orden de la tía Concha, Juana abandonó el oficio. Salió. Saludó a aquel hombre mayor, con rostro de calabazo, llevándole un guándolo.


Cinco meses despues, ese hombre desposó a Juana. Concha y su novió asistieron al matrimonio. Ella se ganó el ramo de cirios rifado por la novia. La tía de Juana se casó pocos años despues con el primer novio que tuvo en la escuela y estaba trabajando en Barranquilla.


Decenas de años despues, uno de los hijos vivos, de los 14 que parió Juana, quiso saber las razones que le asistieron para casarse muy niña con un hombre mayor.


Juana, poco hablaba de asuntos de familia. Sin embargo, esa tarde, gracias al hijo que había logrado estudiar con méritos propios, decidió responderle a Manuel. El cuarto Manuel en sus cuentas maternas.


-      Mijo, en ese tiempo, en el campo, las cosas se hacían con afanes. Dependíamos de las fases de la luna y de las cosechas sembradas en los tiempos acostumbrados. Aquel hombre, ya tenía gracia con mis padres, y decir no, era contradecir a mis mayores.


-      ¿Madre, y una vez casados, se quedaron a vivir con los abuelos?


-      ¡No mijo¡ ¡El que se casa, quiere casa¡ 


-      Con el apoyo de mis padres y suegros, ahí, en hato Viejo, nos fuimos para la finca Capachora y armamos rancho aparte. Él, a sembrar tabaco y comida, y yo, a darle al oficio del tejido de sacos. Como regalo de bodas, mis padres me entregaron un telar para hilar fique y hacer costales paperos; oficio que ya conocía, porque en la casa, como en todas las casas de Villanueva, es la mujer la que tiene que proveer lo que se compra en la tienda con el producto de la venta de los empaques que ejecuta el hombre por costumbre y peso para transportar. 


-      Madre, sabemos que tuvo 14 hijos, pero solo vivimos, 9. ¡Qué pasó con los otros? ¿Por qué murieron?


Juana, bajó la cabeza. No miró al hijo preguntón. Las lágrimas brotaron sin quejidos y se escurrieron por las arrugas del rostro tostado por la vida de trabajos y silencios. Inicialmente pensó en no responder las preguntas. Pero sabía que, si no lo hacía, vendrían más preguntas. Y el curioso era Manuel, el hijo que decidió abandonar el mocho e invertir el producto de la venta de unas cargas de tabaco e irse a cursar el quinto de primaria, lejos de la parroquia, gracias al apoyo de un párroco amante de la promoción campesina. Luego el bachillerato técnico agropecuario; mas tarde como capataz en una empresa de palma de aceite, se tituló de ingeniero agrónomo.


Mientras caminaban a la huerta para sacar unas yucas para el piquete, Juana se explayó en cada pregunta que hacía Manuel.


-      Mijo, las razones por las cuales perdí a cinco hijos, no las conozco aún. Lo cierto es que, ni aquel hombre, ni yo, sabíamos que había quedado embarazada recién casados. Él, se fue para Aratoca muy temprano a vender la tarea de la semana, y yo, quedé sola en el rancho. Cómo a la hora, en mi soledad, sentí un dolor de barriga muy fuerte. Fui al tendal. Tomé agua. Me calmé un poco.  Los dolores bajos regresaron.

 -¡Sentí mucho miedo¡


-      Caminaba alrededor del rancho con una mano teniéndome la panza, y la otra, recargándome contra la pared del rancho. Respiraba profundo para intentar dominar el dolor. Noté que estaba sangrando. Entré al rancho y me tiré en la estera. Me quité la ropa interior con dificultad; pero el dolor aumentaba. Por instinto empecé a pujar y apareció la cabeza de un bebé entre mis piernas lavadas de sangre y se rodó a la tierra. Quise arrullarlo, darle pecho, pero, pero, perdí la noción del tiempo y del espacio.


Los recuerdos inundaron los ánimos de Juana. Las lagrimas se fusionaron con el calor. Las hojas de yuca intentaron convertirse en pañuelos. La nostalgia húmeda contagió a Manuel. Lloró solo imaginando la escena, y luego sollozó solidariamente con la madre, para ahogar la culpabilidad por provocar el retorno de los sufrimientos de Juana, quien, por años, no quiso traer a la memoria lo ocurrido ese domingo en el rancho donde levantó a la prole.


- Desperté muy confundida, horas despues en una cama bien tendida. Estaba adolorida y oliendo a alcohol y con una manguera en la parte superior de la mano izquierda conectada a una bolsa con suero. Estaba sola.


-¡Grité¡ ¡Pedí ayuda¡


Una joven mujer revestida de blanco se acercó a preguntar el ¿ por qué gritaba?


 -  ¿Dónde está mi hijo? ¿Donde? - Pregunté.


-  Ella indiferente me devolvió la pregunta. ¿Cuál hijo?  ¡La trajeron sola¡


- Me puse más triste. Lloraba sin calmarme. Luego me dormí nuevamente. Desperté, horas más tarde. Y frente a mí, estaba aquel hombre; su padre, mirándome con compasión y tristeza. Me cogió de la mano. Lo apreté inquiriéndolo por mi bebé. Él, solo se dobló sobre mi frente; me dio un beso y me dijo al oído:
-      El niño ya no está con nosotros. Despues le cuento lo ocurrido. Por ahora, descanse. Me ordenó abandonando la habitación.


Tres dias despues, regresó con un caballo aperado ayuntado al de él. Cogimos camino de regreso al rancho. Ya fuera del pueblo, intenté varias veces que su padre me contara qué había pasado con mi bebé.    

   
Ya en el rancho de regreso, una vez nos bajamos de los caballos, tomamos guándolo, reiteré las mismas preguntas. Él, con calma, dijo, me está obligando a contarle.  


- Al niño lo mataron las hormigas. Cuando regresé ya no respiraba. Usted, sí. Contó aquel hombre con la voz entrecortada, pero con el rostro rígido y sin doblegarse.


- Desde entonces nos pusimos de acuerdo y lo bautizamos Manuel, he hicimos una promesa: Si teníamos otro varoncito, le pondríamos el mismo nombre: Manuel.


 - Por otras razones, tal vez, perdí cuatro Manueles más. Pero usted vivió, mijo. Dijo con consuelo Juana, recordándole que tenía 9 hermanos; ocho hembras y cinco varones muertos.


Manuel, desde niño tuvo la curiosidad de saber la razón porqué Juana se refería a su padre como aquel hombre. Y preguntó.


-      ¿Madre, por qué llama a mi padre… aquel hombre?


-      Fue su abuela materna, mijo. Ese día que su tía Concha me mandó a acompañar llevándole un guándolo a su padre; ella vaticinó: aquel hombre le causará muchos dolores y sin sabores. Y desde entonces, me refiero a él, como aquel hombre. Su abuela paterna tuvo razón.


Aquel hombre no logró evitar la pelona en su cuarta visita. Regresando del mercado un domingo en la tarde montado en su caballo relámpago, éste, alebrestado, al encontrar en el camino, una coral, se levantó de manos arrojándolo hacia atrás en el camino empedrado. Una abandonada piedra filosa fue la almohada de aquel hombre en sus últimos suspiros camino al rancho.

Sus hijos y familiares regresaron a la casa materna, cortaron decenas de cirios, y con ellos, armaron numerosas coronas que acompañaron el féretro en la enramada de su casa donde fue velado. En el cortejo fúnebre desde la vereda al cementerio parroquial, lo encabezaron infantes en silencio portando ramos de lirios, mientras las mujeres artesanas del fique, en yunta, acompañaron a Juana portando una corona de cirios. 

Los matones de cirios, se secaron en un intenso verano del año en que fue aprobada la nueva constitución de Colombia. Los descendientes de Juana, una vez muerta por las arrugas que la ahogaron con sus recuerdos, vendieron la finca tabacalera y se convirtieron en citadinos. El telar de Juana, lo consumió el gorgojo del olvido. 

Ocasionalmente los biznietos, cuando visitan la tumba de sus mayores, la adornan con flores plásticas para que acompañen sus cenizas fundidas en el color terracota de las tierras de Villanueva.
 
San Gil, mayo 4 de 2.022

jueves, 12 de mayo de 2022

Magdalena, la animera.

 

Que Dios conceda la paz eterna. Tenía sus pecados, pero fue una buena persona; decían unos. Si lo mataron, algo debía, decían otros. Era guerrillero; se lo merecía. Decían algunos simpatizantes de las AUC. Era paraco, tenía que pagar: comentaban los del otro bando. Unos y otros los raptaban o detenían en sus hogares, o en el trabajo, unos. Otros, en las regiones en disputa.

Los retenidos, raptados o desaparecidos, los acribillaban sin piedad. Los restos mortales al rio tiraban para que no los encontraran. A los más reconocidos, con una piedra al cuello hundían en las bravas aguas del Rio mayor de Colombia que se despeñaban a las planicies del martirizado Magdalena medio hasta yacer en aguas superficiales en Puerto Berrio, Antioquia, Colombia.

Humildes creyentes pescadores, respetuosos del otro, en especial, de los muertos, se daban las mañas para arrimarlos a la playa y con la suma de otros, daban cuentas a las autoridades. Ellas, ocupadas en sus menesteres no daban importancia a las solicitudes de los lugareños desposeídos.

Los pescadores, por varios años cambiaron la pesca de peces por la pesca de cuerpos que enterraron luego, como N.N.


Magdalena, una madura mujer en cuyo rostro se notan las arrugas de la tristeza, y en los ojos, las lágrimas de años añorando a sus deudos, también desaparecidos por uno de los dos bandos, o por el bando oficial; decidió acudir a la solidaridad comunitaria. Ese gesto que nace en las poblaciones abandonadas para afrontar y compartir el sufrimiento. Entre los que vivían el mismo sentir apoyaron la iniciativa de Magdalena, quien empezó a organizar un improvisado cementerio en las afueras de Puerto Berrio.

El cementerio de los desaparecidos del medio magdalena. El camposanto de los NNs en Puerto Berrio. La necrópolis del rio Magdalena tiene unos tres mil desaparecidos no identificados.

La misericordia, el dolor propio y ajeno convirtieron a Magdalena en líder social y cultural. Ella, como sus ancestros antioqueños, nació devota de las Benditas Almas del Purgatorio. Personas que murieron en pecado mortal, unas. Seres humanos que murieron en intenso dolor y sus cuerpos físicos no han tenido paz en un cementerio, otras.

Magdalena, cristiana por convicción aprendió las oraciones usuales y piadosas para implorar la liberación de las almas del purgatorio para que puedan descansar en la vida eterna en el cielo.

Los cuerpos desfigurados, los rostros de jóvenes, el olor a sangre humana, el despiadado tratamiento a los muertos dados por los victimarios, despertaron la clemencia de Magdalena, y a la vez, la convirtieron en mediadora piadosa para implorar a Dios, piedad por las almas que sufren por diversas causas y obtener, por medio de la oración y las plegarias, la liberación de los embargos materiales que las tienen atados al mundo terrenal.

Ella, empezó a desarrollar la sensibilidad psíquica y física. Lo empezó a notar cuando usualmente visitaba las tumbas de los NNs. La primera vez, se encontraba cerca de una cripta de cemento cuando se sintió abrigada por una fría brisa misteriosa. Y sin premeditarlo, pronunció un nombre y apellido de un varón, sin ser recordado previamente: Miguel Andrés Duque, balbuceó dos veces para sí misma y el anima en pena.

-      Miguelito…miguelito ya se dónde estás. Te desenterraré. Cristiana sepultura te daré. Le anunció Magdalena. Y ella, le cumplió.

Magdalena cumplió la promesa. En una tumba descansó Miguel Andrés. Y cada lunes de cada semana, flores y jaculatorias recibió el muerto aparecido.

Así como los demás rescatados de las aguas del rio que enterraban la solidaridad creciente en el dolor e iban registrando en un cuaderno, signos y señales de los restos humanos. Así se fueron sumando los creyentes de las ánimas como iban rescatando cadáveres NNs de las turbias aguas del rio grande; y en el camposanto, más cruces brotaban del suelo, sin nombres, sin familiares dolientes, pero se acrecentaban los devotos de las Benditas Almas para implorar perdón por las faltas de los desaparecidos a quienes han ido adoptando con las oraciones, ritos y procesiones por calles y callejones en los que cayeron muertos otros NNs.

Magdalena, la animera, ocasionalmente en los recorridos que hace cada lunes y todos los dias de cada noviembre, después de las tres de la mañana, hora en que se liberan del estado, las animas, recibe manifestaciones sensoriales identificando espacios en los que reposan restos de personas o en tumbas en los fueron acogidos, otros. A los primeros, logra desenterrarlos y trasladarlos al cementerio de los NNs; y a los otros, registra los nombres que brotan de la boca para luego, no olvidar y contar a quienes buscan a los desaparecidos.


Ecoposada La Margarita, abril de 2.021

Nauro Torres Quintero

 

El parasitismo del plagio intelectual

  El apropiarse de los méritos de otro u otros, el copiar y usar palabras e ideas de otros y sustentarlas o escribirlas como propias y usa...