El viejo relator de historias murió a los 88 años
en una cama de hospital extrañando su estera de papelón, a su perro capitán, al
camino por donde anduvo sin descanso y sin final. Murió en la capital a donde
lo llevaron buscando una cura de un mal que no tenía cura porque el cáncer
viajaba cauteloso en cada gota de sangre que irrigó sus brazos atenazados y sus
piernas de can acosado por los años.
No murió en el lugar que siempre quiso morir. Una
pieza de adobe y techo de caña atada con cuan sobre unas tablas de pino
acerradas con su serrucho cuatro manos, herencia del abuelo que nunca conoció y
del padre que solo recordaba vagamente, pues solo tenía 4 años cuando lo dejó
junto a su hermano, el mayor cuando despuntaba los 24 años.
Por años añoró tener una fotografía de su padre,
Miguel, para imaginar el rostro de quien lo engendró. Ya era volantón cuando
murió su abuela, Ana Rosa Gómez. Al fiado logró que su prima, Trinidad, le
hiciera una fotografía al rostro de los restos mortales de su abuela paterna, Ana
Rosa.
El retrato lo mandó enmarcar en madera de zapan.
Inicialmente lo colgó en la pieza que fue su refugio de joven, recamara marital
y la pieza en donde parió por primera vez su enamorada, Custodia; una boyacense
de rostro angelical, pelo cuchumbeado y un genio irascible.
El rostro de la muerte fue el retrato principal en
la sala de su casa que construyó adobe por adobe con su eterna novia en la que
pasa el mayor tiempo su Custodia que rondó los 90 años para reencontrarse con
su viejo, el viejo relator de historias.
Las mujeres viven más años que los varones; pero
Custodia dobló el promedio nacional. Fueron 15 años de viudez solitaria
masticando los recuerdos de su viejo, sus espacios, sus construcciones
materiales e imaginarias.
El rostro de Ana Rosa yaciendo en un ataúd es la
fotografía de la muerte. El pelo ya no lo es; semeja un ovillo de fique sin
cardar. Los surcos de la piel esconden la vanidad del existir. Los parparos
apagados esconden la miseria humana. Las pestañas de la vieja revelan lo banal
de la belleza facial. Las fosas nasales semejan, los misterios de la vida. El
angulado ataúd en el que reposa el rostro de la tatarabuela recuerda al
observador lo limitado que somos en el universo. Hoy somos, mañana no seremos.
Eco posada La margarita, diciembre de 2.021
Que relato tan exsuverante gracias mi querido amigo por sus relatos y escritos Dios te bendiga grandemente bendecido jornada
ResponderEliminarCada vez que encuentro un comentario de un lector de mis historias sin contar, ello, me insta a no parar de escribir. Tu comentario da mayor sentido al gusto por tejer historias. Y de verdad, te agradezco, tu apoyo y tu apreciacion.
EliminarPrecioso relato
ResponderEliminarComo me agraviaría saber, quien lo aprecia, asi. Un abrazo colombiano. Me animas a continuar compartiendo y dando sentido a mis historias sin contar
EliminarDon Nauro cordial saludo: "Hoy somos, mañana no seremos". Muy cierto. Le agregaría: Si dejé amigos, seremos por otro tiempo más...Siga cosechando exitos
ResponderEliminarinevitable realidad para todos , sin distingos de ninguna índole nos llega el final
ResponderEliminarInexorablemente, si. Gracias por dejar su huella en mi blog. Bienvenido a él. Anima y empuja a continuar hilvanando relatos.
EliminarEl profe Nauro. "busacando una cura pal mal que no tiene cura". Siempre hay un viejo contador de historias, esperando un lector que se entretenga en el anaquel de los recuerdos. Muy bien...
ResponderEliminarQuienes escribirnos por placer, o por hacer algo desde la ludica, buscamos cura donde no hay curas. Buscando menjurjes que no curan. Sin embargo, nacemos y muchas veces olvidamos que vamos al campo de donde no se regresa.
EliminarContinuare pescando lectores, cada vez mas pródigos.
Como siempre Don Nauro Torres, sus historias atrapan, trasportan la mente y la imaginación al tejido de esta vivencia.
ResponderEliminarNauro buenos días. Muy buen relato, logras crear en la imaginación el milagro de las palabras. Como recomendación: no uses extranjerismos, el español lo tiene todo y ojo con la ortografía. Corregir: párpados.
ResponderEliminarEl contar con una lectora de la tierra de mi madre, hace de mis sancochos, un manjar particular.
EliminarPero contar con una escritora que revisa, aconseja y opina, es mas valioso que ganarse el baloto. Claro, para quienes escribimos, que nos lo compramos....
Siempre acojo tus recomendaciones. revisaré.
Corregiré. Gracias.
Dios nos bendiga amiga.