Brotó en
1.951 en el calor de una familia onzagueña en una de las faldas de la vereda
Macanal, sector los ciotes, hoy Gaviotas y creció acariciada por el afecto de sus hermanos,
quienes jugaron con la majada bovina, a buscar leña y hacer colaciones con
greda amarilla, sin descuidar las obligaciones que todo niño cumple en el hogar,
de ayudar con las tareas en una finca ganadera: Por el empeño de los padres y entereza
personal, cursó los primeros años en la vereda, luego pasó al colegio de Onzaga y por lazos familiares, cursó la Normal en
la San Andrés, provincia de García Rovira. Ingresó en agosto de 1973 al
magisterio santandereano, luego de trabajar unos meses en Becerril, Cesar,
posteriormente en su tierra natal alternando su labor pedagógica con cursos de
literato social en el Instituto del Páramo bajo la tutela del extinto sacerdote
Ramón González Parra, y juntos abrieron un comedor escolar para entregar
alimentos suplementarios a los niños de su amado San Gil.
Se vinculó
al proceso educativo infantil en la Perla de Fonce en1.977 como profesora
directora de la Escuela Kennedy del barrio Fátima y en esta escuela implementó
junto con Caritas/Sepas el comedor infantil que, aún brinda el servicio de
comedor a estudiantes de primaria y secundaria en la ciudad. Su garra de líder
femenina, de talentosa mujer santandereana, de una maestra enamorada de su
profesión y el nutrido número de niños asistentes a la escuela y al comedor
infantil, la instó a usó sus relaciones sociales y con el empeño del alcalde, Rafael
Medina (q.e.p.d.) consiguieron los recursos y construyeron la sede de lo que
hoy se conoce como el Colegio Luis Camacho Rueda, en honor al insigne médico y
cafetero que murió sirviendo a la región desde la política que, en ese entonces
estaba al servicio de la población, en mayor grado sin pensar en la tajada. Fue
su rectora hasta el 2006, año que fue designada como rectora del Colegio
Guanentá hasta su retiro del magisterio santandereano convirtiéndose en la primera
mujer en ostentar este cargo en la institución santanderina sangileña.
Quienes la conocieron y se relacionaron con ella, le recuerdan como una mujer sencilla, honorable, servicial, visionaria, y ejecutiva; sin miramientos para gestionar recursos para los colegios en los que ejerció la rectoría las 24 horas del día.
“Mi chinito, como está?” “Mi chinita qué se le ofrece”, “Tenemos estas necesidades en el colegio, toca poner la totuma”, “Aquí, al colegio, se viene es a estudiar y soñar en ser alguien en la vida”. “Tranquila, señora; los profesores darán el ejemplo y guía que el padre de la creatura no le dio; váyase tranquila a buscar la vida para que su chinit@, estudie” Fueron afirmaciones que escuché en su oficina y corredores del LUCARU, espacio educativo en el que me recibió en 2004 y en el que estuve como docente hasta finales de 2013.
Aurelia, mi
compañera, la vida nos juntaron, desde el día de la posesión como maestros de
primaria el 10 de agosto de 1973, En el Instituto de Liderato Social de Páramo,
en un curso de liderato social para maestros en 1975 bajo la guía del Sacerdote
Ramón González Parra; en el diseño e implementación de la especialidad
ambiental en el LUCARU y en la organización de la biblioteca pública en la
institución.
Reveló ser
una madre ejemplar; una novia y esposa amorosa con sus dos amores. El primero,
un celoso conductor, envidioso de sus logros, y el segundo, un experimentado
ingeniero quien la dignificó como mujer y esposa abrigándola día y noche con
cobijas de afecto y respeto marital hasta verle expirar secándola con lagrimas
de amor, esa fuerza intrínseca que brota del alma de los enamorados
y se convierte en un mar de lagrimas al mirar sufrir al ser amado transformándose en plegaria y suplica a Dios para que intervenga para que cese el sufrimiento
de la diosa del corazón humano. Ingeniero Gonzalo Gómez, desde mi blog mis conmiseraciones.
Perder a la esposa en el ocaso existencial es alistar la cera, el pabilo y las
cerillas para la futura partida, inevitable en nuestro peregrinar mundano. Que
los besos, caricias, ejercicios y viajes broten en cada amanecer para conservar
los gratos recuerdos que acompañan al ser amado, cuando se nos adelanta una
parte de uno mismo, mientras continuamos transitando por el camino sin regreso
por el que viajamos cada uno.
Es usual
que algunos crean que numerosos maestros ejercen la profesión, sin premura y
preocupaciones. Y les asiste la razón. Los maestros cargan con las preocupaciones
que acompañan a los niños y se esfuerzan por disminuirlas en su impacto en el
desarrollo efectivo y emocional. Pero el desempeñar el rol de rector demanda
mas responsabilidades y preocupaciones. La de los padres de familia, las de los
estudiantes, las de los profesores, las necesidades de la institución, y sus
propias preocupaciones. En ese ir y venir en el mundo silencioso en el que
viven los maestros, se olvidan de si mismos, y cuando se percatan, las enfermedades
que se anidaron en el caminar mundano, se manifiestan, y el maestro minimiza sus
malestares y problemas personales. Cuando las dolencias se hacen mas evidentes,
ya es tarde. Aurelia Quintero Quintero, en menos de noventa días, su salud se deterioró, y el 12 de junio de 2023 desencarnó. Su alma regresó a su origen con los fulgentes
rayos solares, mientras su legado de maestra y rectora continúa floreciendo
entre quienes fuimos sus compañeros y estudiantes en su prodiga y centelleante
vida de maestra. Su forma de ser y de actuar prevalece en quienes fuimos
tocados por su halo y su entrega sin distingos a la educación publica de la
juventud sangileña que guarda en sus haberes éticos, el legado de Aurelia
Quintero Quintero, la maestra proveniente de Onzaga que llegó a San Gil a
sembrar la formación, capacitación a nivel primaria y secundaria, incluso sembrando
paz con el bachillerato nocturno por la paz en la década del noventa del siglo
pasado.
Eduardo
Quintero, un curtido campesino trabajador y Josefina Quintero, están de plácemes
en el mas allá, disfrutando la compañía de su hija, la rectora. Igualmente, sus
otros cinco hermanos que partieron para allanarle el camino. Mis respetos y mis
más sentidas condolencias a mi recordada Leydy Cáceres Quintero, hija de la
rectora onzagueña. A sus hermanos: Julio
Ernesto, Héctor Fidel, Luis Alberto y Julieta.
Esté 14 de
junio del presente año, en la catedral de San Gil, sacerdotes amigos y capellanes
de los colegios en los que ejerció, dan cristiana sepultura a la onzagueña que
ofrendó su vida por la educación de las generaciones de sangileños desde la década
del setenta del siglo XX.
Poema a Aurelia, mi rectora
Naciste con
la brisa que emana del Almorzadero,
creciste con
las auroras de las sierras del Chicamocha,
pululaste con
los céfiros del rio Onzaga,
en talego
de tela portaste tus cuadernos
para ir a la escuela veredal.
Brillaste
como la luna
en almas
infantiles,
acariciaste
a jovenes
en mañaneros
rayos del astro.
Fuiste
hidratación en inciertos
corazones churumbeles,
guía en
sufridas madres solteras,
compañía de personas abatidas,
templanza ejemplar
a maestros,
ejecutiva
incansable, educadora.
Sembraste esperanzas
en niños
con destinos dudosos,
guiaste a
jovenes perdidos
en el
abandono familiar,
fuiste barbacana
a inciertas
madres cabeza
de familia.
Las brisas
del Fonce
ondearan tus
siembras,
las ceibas
que sembraste
irrigan descernimiento
en quienes
acogieron tu sombra.
Tus
carcajadas las borrará
la muerte
que apagará la vela
que dejaste
prendida
en quienes
tuvieron la fortuna
de dejarse
tocar por tu halo
de educadora,
compañera y maestra.
San Gi, junio 13 de 2023
Nauro Torres Quintero
Artesano de la palabra colombiano.