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jueves, 17 de octubre de 2019

Una aproximacion historica de la Escuela Normal Superior de San Gil



“VOCES DE LA MEMORIA” 

ES UNA RECUPERACIÓN ORAL QUE PLASMA UNA APROXIMACIÓN A LA HISTORIA DE LA NORMAL DEPARTAMENTAL DE SAN GIL DESDE SU FUNDACIÓN EN 1. 957 HASTA 1.994 CUANDO SE CONVIERTE Y TRANSFORMA EN EL COLEGIO TÉCNICO DE LA PRESENTACIÓN DE SAN GIL.


LA PUBLICACIÓN ES EL RESULTADO DE LA “APROPIACIÓN DE LA HISTORIA” POR PARTE DE ALUMNOS DE LOS GRADOS DIEZ Y ONCE DE 2.017 EN EL SEMILLERO DE INVESTIGACIÓN HISTÓRICA “ANGELUS NOVIS” DE LA JORNADA DE LA MAÑANA GUIADOS POR LA INICIATIVA DEL MAGISTER FABIO SANTOS HERNANDEZ, QUIEN TRABAJO HASTA PRINCIPIOS DE 2.018 EN ESTA INSTITUCION,  CON EL APOYO PROFESIONAL DE SU ESPOSA, CAROLINA MELO RIVERA, TAMBIÉN MAGISTER EN HISTORIA


Agradezco a la hermana rectora, Gloria Arias Mendoza, que tuvo el gesto de invitarme al lanzamiento del primer  libro  de historia, en San Gil, sobre una institución educativa y su impacto  sociocultural y educativo en la región y el país, cuya investigación fue una práctica de un semillero de investigación de la misma institución, cuyas entrevistas realizaron   alumnos, a quienes tuve la fortuna de orientar en lectoescritura y ética en el escaso año escolar  que fui docente de planta de este colegio departamental.


 Fui obrero de la mies, en lo social y eclesial junto a algunas Hermanas de caridad dominicas de la Presentación de la santísima Virgen en las parroquias de la Aguada, Velez, Zapatoca y el Secretariado de Pastoral Social, Sepas de la Diócesis de Socorro y San Gil.
Fui practicante de la escuela Normal de San Gil. Y desde 1.980 estuve liderando las comunicaciones en esta jurisdicción eclesiástica desde el periódico JOSE ANTONIO y la FUNDACION EDISOCIAL desde donde fui editor de varios libros, uno de ellos, citado por los autores, en asocio con la Universidad Javeriana y otras fuentes escritas a las que acudieron los magister en historia.


Por razones que, no estoy interesado en averiguar, fui sugerido para revisar el texto “VOCES DE LA MEMORIA” por el colega Santos Hernández, al departamento de publicaciones de UNISANGIL, quien me hizo llegar el borrador de la publicación que hoy se presenta en este recinto.
Mi sencillo aporte, fue leer el original, sugerir algunas adiciones, precisar otras, establecer el lazo conductor del texto y expresar una opinión sobre la aproximación histórica presentada por los autores y por el semillero de investigación reflejaba el impacto de la formación dada por las hermanas de la Presentación, y los testimonios allí contados mostraban el quehacer de la Escuela Normal Departamental de San Gil en el ámbito  regional.

 
 El trabajo realizado por mis ex alumnos, mediante la recopilación de testimonios de algunos docentes y algunos profesionales egresados de la Escuela Normal departamental de San Gil,  sumado a  la iniciativa de los autores y la metodología implementada en el semillero de investigaciones, me atraparon y me sumí en el texto  surgiendo  una sinergia con las bases conceptuales y la visión sobre el cómo rescatar y plasmar en letras de molde  la historia,  sumado a la contextualización  que presentan los  autores del libro con la narrativa con que  presentaron  los testimonios de las personas, allí referenciadas.


 Adición a lo anterior, fui, en 1.993 el proponente del nombre del colegio que asumía la historia de la Escuela Normal departamental de San Gil, en mi calidad de padre de familia de una de sus alumnas y docente fugaz en el 2.015   


 Y sentí tanta identidad con lo allí contado que me involucré en la historia, ofreciendo una síntesis gráfica en la caratula del libro realizada por Luis Domingo Rincón Benítez, conocido en el mundo del arte como “el maestro domingo” como cultor en Santander.  Un valor artístico que encontré en las aulas del Instituto salesiano de Contratación y trabajamos juntos cerca a una década en el periódico mensuario que dirigí en la década del ochenta.
 Toda imagen tiene una historia.  Y la caratula del maestro Domingo significa la alegría de aprender de las estudiantes de la institución y el amor por enseñar de las maestras normalistas y bachilleres pedagógicas egresadas de la Escuela Normal que, con cuya labor posterior, transformaron el entorno educativo, no solo en San Gil, sino en 34 municipios más, en seis departamentos y en un par de países a donde llegaron a laborar egresadas de la Normal.


Las mariposas y las plantas que revoletean en la caratula revelan el paso del tiempo, el volar de las educandos y las siembras que siguen haciendo por doquier donde esta presente cada egresada.
La caratula tiene un circulo color madera. Es una boca de guitarra de la cual brotan “las voces de la memoria”.


Señor rector de UNISANGIL con la visibilidad de este trabajo de historia, esta universidad, del cual fui testigo de su gestación y constitución, logró plasmar en esta publicación “el sentido de pertenencia de la comunidad educativa de lo que se conoció como escuela Normal departamental de San Gil y su incidencia y significación en los procesos formativos y educativos en el territorio.


“No hay peor agonía que llevar con nosotros una historia que no ha sido contada”.  Dijo maya Angelou. Poeta, cantante y escritora de memorias de origen estadounidense de raza negra.


Las 32 columnas   y paredes de tapia de “la vetusta vieja casona del costado sur del parque La Libertad” como la describe el historiador Rito Rueda en el libro “Presencia de un pueblo”, publicación que recibí de sus manos con la siguiente dedicación: “para mi muy dilecto amigo, Don Nauro Torres, periodista de garra y de alcances enormes, alma y nervio de la trinchera intelectual de Santander y gestor del periódico JOSE ANTONIO de San Gil. Para este intelectual que admiro, dedico estas páginas sobre la ciudad que aprecio y recuerdo”. Bogotá, noviembre de 1.983. Está casona,o fue sede del gobierno del Estado de Galán y sede de la primera universidad guanentina.


 Es una casa vieja, muy vieja y como todo lo viejo, lleno de historia y recuerdos”, escribió la primera hermana rectora en el libro, Los Anales de la Normal de San Gil, en 1.957. Esta descripción refleja el estado de abandono y suciedad de lo que seria la sede de la institución, al recibirse en arriendo por la gestión del obispo de la Diócesis de Socorro y San Gil, y el párroco de la catedral, monseñores Pedro José Rivera y Quijano, ambos de esta Diócesis, verdaderos proponentes, gestores del parto que dio a luz a la escuela Normal que, en 38 años entregó al país 744 maestras y 1.933 bachilleres.


En esta vetusta y vieja casa, las hermanas de La Presentación continuaron su labor formativa y educativa con la población mujeril desde finales de 1.884 cuando llegaron a la ciudad provenientes de Francia. Y fue precisamente esta comunidad religiosa quien, al interior, generó la metamorfosis de esta institución al pasar de formar a las mujeres de la alcurnia y hacendados de la provincia, mediante el colegio privado que llevaba el mismo nombre de la institución en la que nos encontramos, a liderar, junto con las comunidades religiosas: salesianas de María Auxiliadora en Guadalupe, y Hermanas Franciscanas en Puente Nacional, la implementación de la formación pedagógicas de las mujeres que, con sacrificio, estudio y practicas extenuantes, sacaron del analfabetismo a los habitantes del sur de Santander sembrando en ellos, los valores religiosos, la moral y las buenas costumbres recomendadas por la urbanidad de Carreño.



¿Cuál es la incidencia que ha podido tener la Escuela Normal Superior de San Gil en el desarrollo socio cultural y educativo del municipio entre 1.957 y 1.994? se preguntaron los magister investigadores.


La pregunta buscaba rescatar el pasado de la institución como memoria social para colaborar en la identidad colectiva compartida con los miembros de la comunidad educativa en esos 38 años y sus efectos en los años posteriores de en el territorio.


Los investigadores tenían la premisa que este trabajo sería una aproximación histórica, pero el libro “Voces de la memoria” permite descubrir el enriquecimiento de la historia con una visión global desde el nacimiento de las normales en el país,  y sus funciones en las políticas del Ministerio de educación, además, una descripción del papel de la Iglesia en la educación en el pasado siglo que aplicó el principio de María Montessori que decía. “La primera idea que un niño debe aprender es la diferencia entre el bien y el mal.


Leyendo el original encontré estos testimonios que revelan las incidencias de la Escuela Normal y sus hermanas religiosas.


a.     Con la Escuela Normal en San Gil, Inició “una nueva era de progreso intelectual escribió la primera rectora, hermana Julia Teresa. Y las cosechas posteriores desde 1.961 hasta 1.994, así lo demostraron.


b.     Fue la institución el “centro de gravedad” para alcanzar la dignidad como hijos de Dios propagando las enseñanzas de Jesús y mostrando con el ejemplo un comportamiento ético basado en la rectitud, la responsabilidad, el trabajo honesto fomentando una espiritualidad de interioridades. Cuenta el libro que acotó la hermana rectora actual.


c.      Varios de las profesoras entrevistadas y que se formaron en los espacios de la vieja casona, al igual que Ana Frank, “no vieron la miseria y el abandono de los años en la construcción, sino que expresaron lo bello que aprendieron en ella e irradiaron a sus educandos”.


d.      El primer profesor nombrado por el departamento para el bachillerato nocturno que funciono en la Normal, el licenciado Jorge Ortiz, cita taxativamente que fue esta institución quien facilitó que numerosos adultos residenciados en la perla del Fonce, mejoraran su formación académica para obtener el titulo de bachilleres. Cuenta esta publicación.
e.     Aunque la publicación no cita el numero de egresadas que acogieron la vida religiosa, en los años transcurridos, conocí varias en la acción pastoral social y educativa.


f.       Si bien las egresadas de la de la escuela Normal fueron testigos de la transformación de la ciudad como de interés industrial, contribuyeron a la transformación a un puerto seco para el comercio regional y epicentro de la oferta de servicios financieros y de transporte.


g.     Fueron las maestras de la escuela normal, y las egresadas en ejercicio docente quienes silenciosamente extirparon el analfabetismo en el territorio en donde ejercieron, y contribuyeron a conocer y difundir el sistema de economía solidaria que propagó la Diócesis de Socorro y San Gil desde 1.960 en toda la jurisdicción eclesiástica.


h.     Varias de las egresadas de la Escuela Normal, fueron maestras enamoradas de la profesión, hasta tal punto que constituyeron colegios privados con los cuales siguieron el ejemplo de las hermanas de la Presentación: Formar las nuevas generaciones.


Finalmente, adhiero a las felicitaciones de varios miembros de la comunidad educativa de esta institución a los colegas Santos Hernández y Melo Rivera gestores de esta publicación. Con este trabajo de recuperación oral de la memoria histórica, nos han enseñado que, como docentes, debemos seguir dejando huellas, no solo en los educandos, sino en las instituciones en las que debemos trabajar.


Aplaudo a los 9 docentes que colaboraron en la redacción, corrección y propuesta de caratula que están mencionados en el original del texto. Fue un trabajo que muestra la cosecha.

Felicito a los 7 estudiantes del grado 11º de 2.017 que se apropiaron de la investigación y dejaron plasmada la labor con las entrevistas a las egresadas citadas en el libro.

Valoro las colaboraciones de los 5 alumnos de grado décimo de 2.017 fueron un equipo de colaboración tanto a los alumnos del grado once, como de los investigadores.


Agradezco a la especialista Lida Sánchez Mora, del departamento de comunicaciones de UNISANGIL por acoger mi nombre para expresar la opinión que dio origen estas palabras, esta noche en este recinto.


Dijo Indira Gandhi, “Para liberarse la mujer debe sentirse libre, no para rivalizar con los hombres, sino libres en sus capacidades y personalidad”.


La pakistaní Malala Yousafzai, invita a que “debemos decirles a nuestros jóvenes que sus voces son importantes”.  Y nosotros como docentes, asumir que “los niños deben ser educados sobre el cómo pensar, no a cerca de lo que deben pensar”.  

San Gil, octubre 17 de 2.019. 

jueves, 12 de septiembre de 2019

TEODOBALDO RICO HERNANDEZ, "El vaquero Rector"


Le pusieron nombre de un personaje secundario  de Romeo y Julieta, la obra insigne de Chakespeare. Por haber nacido en medio de dos hermanas, tuvo que cuidarlas de niño hasta que lo llevaron al Banco, Magdalena a cursar tercero primaria.  Aprendió a ordeñar desde los 9 años, oficio que hizo, mientras estuvo en la finca, desde las cuatro hasta los ocho de la mañana todos los días. Jugó con las majadas de las vacas por lo grandes y fáciles de rodar. Enlazar becerros fue uno de sus hobbys de infante. Encorralar las vacas y apartar los terneros, traer la leña y atrapar las aves para el almuerzo fueron oficios diarios. En la vereda Hato Viejo del corregimiento de Guamal, Magdalena, en ese entonces, no había escuela. La señora mas letrada, recibía después de los oficios del hogar, los fines de semana, a los niños de los vecinos para enseñarles a leer en la cartilla “Alegría de Leer” y con las cuatro operaciones que le enseñó el padre, Teodobaldo Rico Hernandez llegó a hacer 3o. primaria al Colegio San Pio X al puerto en el que el General que no tenia quien le escribiera, e iba todos los días a esperar la pensión prometida por el gobierno por haber luchado en la Guerra de los Mil días.

De la vereda a la burocracia.

Pantaleón Rico Ospina pudo dar educación básica a los 9 hijos con el desclime de las vacas y la venta de los becerros. Murió tranquilo el 25 de mayo de 2.007. Ofelia Hernández Maya se fue a acompañarlo dos años después el día que supuestamente  nació el Niño Dios. Siete varones tuvieron la misión de perpetuar el apellido, uno de ellos ya se fue tras los padres. Alvaro, uno de los hijos mayores, logró que lo nombraran profesor de matemáticas en la ENSIN, convirtiéndose en el tutor de Teodobaldo que cursó todo el bachillerato técnico en la misma institución. El profesor Alvaro Rico Hernandez, murió en agosto y fue despedido con honores en Guamal, Meta, municipio de donde debió salir  por la violencia.   Empezó con la especialidad electricidad, pero las fases, los cables, los probadores, las redes, las cambió por los moldes, los tipos, las lineas, interlineas y lingotes, la gasolina, los trapos y la tinta en el taller de Artes Gráficas. Fue alumno de tipografía del profesor Hincapié y de teoría de Germán Arias, un tolimense oriundo de Espinal.

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Por recomendación política consiguió la beca en el bachillerato. Con la misma estrategia obtuvo el primer trabajo en la Imprenta Nacional. Por sus estudios, lo enviaron al SENA a estudiar Lulo y Linotipo, convirtiéndose en digitador veloz.

El Lulo fue una maquina para hacer títulos en plomo. El  linotipo fue una maquina de origen alemán de estructura pesada, alta con tantos brazos y teclas como letras, signos y números de 1 a 9 sumaban la lengua castellana. El linotipista era una persona culta; dominaba léxico, composición, ortografía, redacción y justificación para armonizar la presentación de los textos en el marco y paginas de los moldes a usar para la impresión. La materia prima era el plomo; entraba a la maquina en estado solido, en el horno se convertía el liquido y mediante una mezcla con el medio ambiente, de la maquina brotaban lingotes con las lineas del texto o las rayas para los cuadros que terminaban como moldes puestos en cama fija que, al movimiento de las maquinas tipográficas, la cama móvil presionaba  la hoja de papel que entra armónicamente entre las dos camas para salir o sacarse impresa por una cara. El linotipo fue un mejoramiento que superó la composición manual de los moldes tipográficos, pero en su operación producía un ruido agudo y persistente que terminaba afectando el oído de los operarios que trabajan en las noches para hacer posible los diarios cada día.

Estudio trabajando.

Por el exceso trabajo nocturno, Teodobaldo debió buscar otro trabajo para lograr terminar la carrera nocturna en filología e idiomas. Por recomendación politica ingresó como mecanógrafo a la Registraduria Nacional de Colombia. Allí lo formaron como dactilocopista. Por sus relaciones en la burocracia gubernamental, le solicitaron gestionar, de un dia para otro,  un duplicado de una cédula requerida para estudios en el exterior de un funcionario del MEN. Gestión que hizo con diligencia y fue invitado a almorzar para entregar el documento a la persona que viajaría a estudiar a Sao Pablo en una delegación del Estado. Quien requería el documento era, en ese entonces, el director de educación media del MEN. Agradecido por la gestión inmediata, el funcionario indagó sobre la vida del dactiloscopista tan eficaz. Teodobaldo le contó que hacia seis meses se había licenciado, y como respuesta, días después,  recibió la oferta de una rectoria en un instituto de educación social, ya en la Plata, Zitaquirá o El Peñón, Magdalena. Teodobaldo que nació con la habilidad de descubrir cuando puede ganar la partida, muy cortes le agradeció la oferta, pero la condicionó a que fuese cerca a la capital. El funcionario acogió la solicitud, y mas luego, fue notificado mediante telegrama que había sido nombrado como coordinador de talleres del ITIS en Espinal, Tolima desde el 4 de diciembre de 1.981, cargo que desempeñó hasta el 11 de julio de 2.016.

Entre lo publico y lo privado

A la par con el trabajo oficial se desempeñó como rector en el Colegio cooperativo. En 1.998, mediante licencia no remunerada fue secretario de educación municipal por un año. Por 8 meses, fue rector en el 2.006 en el ITIS de la misma localidad. En 2.013 fue nombrado por seis meses rector en un colegio agrícola en Ortega, Huila Y en el mismo año asume la rectoria del colegio en el Alto de Rompe en donde ejerce hasta 2.015, regresando al espinal a una vereda donde fue notificado del retiro forzoso. Pero a diferencia del Coronel Aureliano Buendia, Teodobaldo sigue frente al cañón laboral. Ejerce como rector  de un colegio privado en CAJASUR.


A diferencia de los hijos de los egresados de la ENSIN, los graduados en 1.972 adquirieron nupcias en la misma década que se graduaron. Rico lo hizo en 1.976 con Raquel Mondragón Medina con quien fueron padres de dos varones y convivieron un cuarto de siglo. Uno es ingeniero eléctrico y trabaja en E.U. Y el otro, ingeniero de sistemas tiene una empresa de servicios en Colombia usando drones. Años después, Raquel enfermó y fue tratada en la capital del país en donde se radicó junto con los hijos. Las extenuantes jornadas laborales, el calor del Espinal, el exceso del consumo de pescado acorralaron a Teodobaldo para mitigar la soledad, estableciendo una relación paralela, de la cual hay dos nuevos retoños. Una niña que estudia psicología y un chico que trabaja en una caja de compensación en el mismo lugar del trabajo actual del progenitor. Y en honor al apellido y a su mocedad, Teodobaldo convive actualmente con la segunda compañera en el pueblo  testigo de su desarrollo profesional como maestro y directivo.

Al referirse a Zipaquirá, afloran los recuerdos en el internado; las escapadas de la vigilancia del profesor Valderrama y las exigencias del profesor Silva. Yudy Silva fue la niña que le parceló el corazón cuando cursaba el 4o. de bachillerato y la motivación para las voladas por la tapia en las jornadas de matiné, y antes del sermón nocturno de cada día antes de apagar la luz en el dormitorio. Pero tantas veces va el cántaro al agua que al fin se rompe; fue sancionado con no regresar al internado el siguiente año. Y como a quien a un buen árbol se arrima, el hermano profesor abogó por él, tranzando entre profesores un castigo físico al alumno infractor, consistente en hacer cuclillas desde la entrada al internado hasta el fondo donde estaban los baños. Tarea que Teodobaldo se esforzó en hacer desde las 9 hasta la media noche, sin que los demás internos se percataran del castigo al enamorado.


Junto con otros compañeros de internado, desde el lunes esperaban el sábado y el domingo, días en que las niñas del servicio de la ciudad y capital, usaban el descanso dominical para visitar la mina de sal, ir a misa a la catedral, y rumbear al matiné de Armonías zipaquireñas. Desde tempranas horas, en el parque Villaveces, cual pescadores, perfumados con alhucema y el pelo brillante con fijador masculino, usando pantalón de terlenka de bota ancha y camisa manga larga de colores y cuello abierto bajo los sacos de lana virgen o ruanas,  los internos de la ENSIN aprontaban lo piropos, las miradas furtivas y el riesgo para conquistar parroquianas que caían extasiadas al ser pretendidas por los futuros maestros técnicos del país.


Junto con otros, cuyos apelativos son secreto, los internos provenientes de la costa, el llano, el Tolima, Caquetá, formaron un clan para extraer “comiso” y abrir baúles en los atardeceres de los domingos, cuando los internos de los poblados cercanos, regresaban cargados de viandas, frutas y panecillos y dejaban a buen recaudo en sus baúles de madera y candados baratos, -mientras se iban a dar la vuelta al parque-, abiertos con facilidad por algún estudiante de metalisteria amante de la percusión y la parranda en donde se fabricaban las llaves maestras para extraer y colmar, en algo el hambre que se sufría en la juventud estando lejos del hotel mama.


El traslado temporal del internado a una casona cercana al teatro Éxtasis y frente a la Normal esta en los recuerdos de los internos becados de la ENSIN en 1.971. Aprovecharon el traslado y los internos establecieron las ubicaciones de los catres, y en ellos, se distribuyeron estratégicamente los mas burleteros o mamagallistas. Luego de apagar las luces, el director de internos, caminaba silencioso y con oído de tísico por los pasillos de las filas de catres, y cuando llegaba a un extremo, al otro extremo de largo salón, voces del ultratumba retumbaban en las paredes dejando un eco….”pate chicle”.  El profesor de internos, volvía sobre sus pasos con la intención de identificar a los graciosos. Pero pasaron noches de junio, julio y agosto sin que el sacrificado profesor lograse pescar a autor de las voces de burla.


En el mismo lugar, varios entrevistados recuerdan las lluvias de zapatos que ocurrían los fines de semana pasadas las nueve de la noche. Quien dejara los zapatos por fuera del baúl y del armario, debía buscarlos muy temprano en la calle a donde eran botados por quienes le caían sobre la humanidad mientras descasaban. Varios dueños, en diferentes mementos, no encontraron un zapato y debieron ir en tenis a clase y ganarse un llamado de atención en la presentación personal.


Cada entrevistado cita momentos gratos vividos en el trascurrir existencial. Teodobaldo recuerda la restauración del colegio Alto de Rome que logró hacer como rector con el apoyo de la municipalidad y la misma comunidad. Logró para el colegio una sala de computo con pcs portátiles, construcción de campos deportivos y un kiosko desde se podía apreciar el nevado del Ruiz los 360 alumnos provenientes de las veredas cercanas.

Como todo profesional actual, para mantenerse vigente profesionalmente, esta estudiando otra especialización sobre educación incluyente para comprender, orientar la formación de niños con discapacidades.


Fuimos inmigrantes arriesgados por lograr ser bachilleres técnicos. Y en la ciudad que nos acogió, cada quien logró conquistar una corazon femenino que, ademas de amor y colmar la soledad, unas se convirtieron en mecenas. Consuelo Galeano fue la zipaquireña  que le ayudó a superar las deficiencias académicas, le enseñó el mundo de las caricias y remplazó la ausencia familiar con amor desinteresado brindado por los progenitores de la benefactora afectiva, magia que se rompió cuando Alvaro, el profesor de Matemáticas, enamoró y raptó a la hermana de Consuelo, y con ella, terminó de docente en Puerto Carreño, mientras Teodobaldo perdió la entrada a la casa Galeano, las chocolatadas y los espacios para pasar los domingos en las tardes.

Teodobaldo se ha caracterizado por vivir feliz haciendo lo que le gusta hacer, mandar. Pero como toda persona hemos vivido momentos tristes, dolorosos, incluso finales. Tuvo muerte súbita por 5 minutos por hipertensión arterial causada por auto medicarse contra el ácido úrico. Compañeros lo revivieron y por 22 días estuvo en cuidados intensivos, en Bogotá, en donde le dieron de alta regresando a espinal sufriendo otra recaída siendo trasladado a cuidados intensivos en Ibague por 25 días mas,  ganando la primera batalla contra la pelona, luego de seis meses aprendiendo a caminar nuevamente.  Cuenta que estuvo en el túnel, y una mujer vestida de blanco, mientras flotaba, lo agarró de la mano y no lo dejó ir. Y los compañeros que le ayudaron en la segunda recaída, por revivirlo, le rompieron una costilla, pero le salvaron la vida.


Es en el dolor en donde nos encontramos y vemos nuestras limitaciones. la muerte de los padres, del hermano mayor, y recientemente del Alvaro, nuestro profesor de calculo, ha apachurrado el corazón e impregnado los cachetes con lagrimas.

Cada quien recuerda a los amigos. Teodobaldo recuerda a Luis Carlos Reina, otro tipógrafo con quien se volaban del internado para ir al matiné en armonías zipaquireñas. Cita a Luis Carlos Miller, el caqueteño que le pasaba a tintas las planchas de dibujo. A Luis Maria Rodrigues, natural de Chocontá, quien los fines de semana iba a casa y regresaba al internado cargado de mecato que compartía con algunos compañeros en el internado. El, fue profesor en el ITIS de Florencia y una bala le cegó la vida. Describe a el  “camajá”, el negro Abel Robles, el del paso bailarín y los dientes con recipientes para guardar comida, natural de Barrancabermeja junto con Alam Muñoz.

Recordamos a Teodobaldo por el gusto por el atletismo. entrenaba por la vereda san José con Rafael Baracaldo, quien brilló en esa época en el atletismo nacional. Y él desea que se recordado por el amor a sus esposas y por sus hijos por ser un padre excepcional; por los amigos, por la lealtad, y en los trabajos por la persistencia en el cumplimiento de metas. 


Ecoposada la Margarita. Puente Nacional, septiembre 02 de 2.019.
#nauro torres.  



martes, 3 de septiembre de 2019

"El medico que salvó una partera": PEDRO GUZMAN BUELVAS



Mi madre, con 88 años vive sola en el campo. Dice que de la casa, la sacan con las patas pa´lante el día que se muera.

Celina Buelvas, nació el 12 de enero de 1.928. Empezaba 1.952, un año bisiesto. El 5 y 6 de diciembre del mismo año en Ciénaga, Magdalena, unos tres mil  campesinos entre varones, mujeres y niños cayeron bajo las ametralladoras guindadas en las esquinas de la plaza operadas por  300 soldados colombianos que recibían ordenes de proteger los intereses de la empresa gringa, Unitet Fruit Company que se había apoderado de miles de hectáreas para la siembra del banano y había reclutado obreros de diferentes partes del país. Los trabajadores con sus familias estaban en la plaza del pueblo en una huelga general reclamando, entre otros, los siguientes derechos: Seguro colectivo obligatorio, reparación por accidentes de trabajo, habitaciones higiénicas, descanso dominical, pago semanal, cesación de prestamos por medio de vales y mejor servicio hospitalario. Los saldados recibieron la orden de disparar por tres veces. Sobre la cantidad de victimas, unos cuentan de tres mil, para las cifras oficiales, fueron entre 15 y 20. los sobrevivientes narraron que los muertos los treparon al tren del banano y los botaron al mar.

En una distante finca  de la tierra bautizada con el nombre de la Virgen de los conductores, una humilde familia empezaba a celebrar el nacimiento de un nuevo heredero de la miseria. Fue un día ardiente del verano  de febrero. El calendario gregoriano tenía marcado el 16 de julio como la fiesta de la Virgen del Carmen estatuida desde 1.251.
           .
Vivió de milagro por la destreza de la partera.

La morena Celina estaba ya sobre los 270 días de embarazo; rompió fuente estando lavando los trastos y poniéndolos a secar en el tendal del rancho en la finca Sabaneta escondida en el corregimiento Bajo Grande del municipio del Carmen de Bolívar. Ya había entrado la noche que aparece por el lado opuesto que se oculta el sol. Israel, dos años menor, montó la burra y se perdió en la noche rumbo al rancho de  miciá  Mercedes Suarez, la partera de la región. La comadrona, acudió en un santiamen mientras el dueño del predio rural, asustado, con el gañote seco y la lengua pegada al paladar,  atinaba a hablar menos sin  preguntar, pero si, a orar en silencio a San Miguel, su arcángel custodio.


Registro de la juventud como estudiante en la ENSIN

La morocha Mercedes era corpulenta, alta y dicharachera. Reconocida en el territorio por curar, sobar y ayudar a dar a luz a chinos que como gallinas finas, se reproducían para ayudar en las parcelas, unos; y otras, serían cocineras. Había aprendido el don de sus ancestros. La busabuela, abuela y madre  prestaban el servicio de acompañar, auxiliar y atender a las parturientas en la comarca. Las parteras, aun son necesarias en los rincones colombianos en los que los hospitales están a días y horas en lancha, o a pie, de los hogares de la gente trabajadora que labora en las montañas del país.

Acomodó a Celina  sobre el cuero que hacía de colchón en el catre de cedro en cuyo marco, cuidadosamente habían tratado, secado y tejido con cuero de bovino que, al tocarlo con un palo, sonaba cual tambora. La palpó. Se persignó y entre dientes dijo una oración con fe, anunciando luego que la criatura venia de culo y séria un parto muy doloroso lento y peligroso para el angelito que pedía pista  en la puerta del horno.

Israel le aprontó a la mano de Mercedes una botella de ron caña con alcohol. La partera se desinfectó las manos y elementos usados para facilitar el parto. Celina  estaba en  el trabajo de parto; Mercedes usando sus manos  fue ayudando a acomodar la criatura para ir sacando con calma y destreza, primero los pies, las piernas, las manos, los brazos, y finalmente, la cabeza. Cortó  y amarró con destreza el cordón umbilical  El chino venía de nalgas y  estaba  amoratado.  Algunos lo dieron por muerto, mientras los hombres jartaban ron caña.  Mercedes, con la criatura envuelta en un cobertor caminaba con ella, en el rancho, haciendo con sus pasos una cruz, mientras le soplaba la mollera. Había nacido con piel tostada y a la sombra; rezaba jaculatorias a sus dioses africanos y a las deidades que los evangelizadores habían inculcado a sus mayores. Dos horas después del parto, el chino abrió los ojos y tocio frunciendo las cejas.

La alegría familiar  fue compartida con un sancocho de gallina  preparado por una comadre ese lunes de luna llena y ventarrón. La familia estaba contenta; había nacido el segundo varón en los  Guzmán Buelvas. Israel, celebraba y chicaneaba al tener otro hijo macho. Continuó celebrando con otra botella de ron. La tomó con sus manos callosas; la destapó ante la mirada de los vecinos que empezaban a llegar a congratularse con el nacimiento. 

Se echó el primer trago.

¡ mierda¡. Gritó avisando a los presentes.

–¡Esta joda es agua¡

y mirando inquisidoramente a Mercedes, balbuceó:

-¡No joda negra, tu no te desinfecta`te las manos para recibir al chino¡ El alcohol es el que me empecé a jarta´c.

-¡Se va a morir de una infección, ya la vieja, o el chino¡ vaticinó.

Los padres de la naciente criatura acordaron solicitarle el favor  al amigo, Pedro Fernandez y la señora Gilma, la esposa,  que mandaran cristianizar el churumbel en la fiesta de la Virgen del Carmen el siguiente 16 de julio.  Ya  estaban de acuerdo en los apelativos. Tendría el nombre del abuelo paterno y sería presentado a la Virgen bajo la protección del Arcángel San Miguel.

Desde entonces, se le conoce como Pedro Miguel Guzmán Buelvas.

En la vida, el tiempo mas feliz es la niñez.


Entre la casa y el corral, la huerta y el caño, el patio bajo el zapote, Pedro empezó a caminar luego de entrenarle sentado en un caminador elaborado con saco de fique acomodado en un bejuco tejido cual calzón que pendía de  una de las bigas de la casa de bareque. Dar de comer a las gallinas, corretear los patos, buscar los huevos de las gallinas sabaneras, traer el agua, correr por los potreros cual adán desbocado,  construir carros de cartón y tapas de cerveza y jugar con ellos en el patio, fueron actividades que lo entretenían bajo la protección de Celina y las enseñanzas de Israel y los padrinos que ocasionalmente visitaban a los Guzmán con sendos presentes para el ahijado. Con los años, recuerdos de ellos, no prevalecen. Fueron personas mayores que no le brindaron apoyo y guía. Murieron unos años después.

Como cualquier niño del campo, en ese entonces, usó zapatos de piel y pantalones invisibles. Una gallina copetona le hizo el milagro de que le pusieran pantaloneta. Estaba dando maíz a las aves de corral, la copetona le picoteo el pipí dejandoselo como un boom boom. En la costa colombiana es  señal que el chivato esta creciendo y hay que vestirle con pantalones.

El perfume de la maestra 

Ella vestía jardineras de colorines. En esos años de la década media del siglo pasado, la mujer no vestía como los varones. Era de tez blanca, pelo lacio, ojos claros, manos suaves y voz encantadora. Pedro estaba muy pendiente de esperarle en el camino que terminaba en la casa de adobe y teja de zinc pintado de rojo que los lugareños habían construido comunalmente para educar a los hijos. Usaba un suave y agradable perfume que Pedro recuerda cada vez que aprecia las rosas.  Irene se llamaba. Fue su primera maestra. A ella, le fueron entregados los primeros regalos, eran las onces del niño admirador.



Es el tercero de seis hermanos. Cuatro de ellas, mujeres. Terminó la primaria en un colegio privado en el pueblo. Cursó la básica secundaria en la Escuela Industrial del Carmen de Bolívar. Los profesores le escogieron electricidad  como  especialidad. Semanas después, Israel enterado del oficio que le enseñarían en la escuela técnica, luego de empujarse unos rones en la despensa de un compadre, con machete al cinto se fue a la institución anunciando su presencia  trinando el machete  contra el anden. Iba a exigir que le sacaran al crío de ese taller. No quería ver a Pedro en el piso amoratado a como estuvo cuando nació. Días antes, el pueblo estuvo de luto. Un carmelano había muerto al intentar colgar de la red eléctrica un cable para tomar a hurtadillas el fluido eléctrico para el rancho. El director del taller de electricidad, quien debió atender al padre preocupado y ofuscado, cortesmente y con mesura dio las explicaciones de los cuidados e importancia de esa especialidad para el desarrollo del país. Sería el motor del crecimiento económico de numerosos colombianos emprendedores. Israel aceptó las explicaciones y regresó a la finca mas tranquilo y orgulloso de su muchacho que estudiaría para no quedarse en el pueblo. Fue tan buen electricista que le dieron el titulo de experto dos veces. Y en ese oficio empezó a atrabajar el 23 de diciembre de 1.972, un día después de haberse graduado como bachiller técnico, en la planta de soda de Betania, cerca al ciudad donde cursó en bachillerato técnico.



Pedro Miguel y Nauro Torres en  2019 en el consultorio

 LA ENSIN Y LA OFERTA DE BECAS A LOS MEJORES ESTUDIANTES

Zipaquirá a mediados del siglo XX se había convertido en zona industrial nacional. Estaban asentadas empresas insignes colombianas como Peldar, Malterias Unidas, Salinas de Colombia, planta del Acueducto de Bogotá, Purina, y varias empresas petroleoquímicas. El gobierno liberal de Carlos Lleras Restrepo se caracterizó por impulsar el desarrollo del país a partir de la educación, tarea encomendada al MEN que a finales de la década del sesenta implementó la formación de maestros para las áreas técnicas de las escuelas e institutos industriales encargados de formar la mano de obra para la industria que requería el país. La escuela industrial nacional de la localidad la transformó en Escuela Normal y por una década formó a jóvenes de las diversas escuelas técnicas dispersas en la geografía nacional que hubiesen ocupado los dos primeros lugares en el grado 4o. a quienes les ofrecía una beca que incluía estadía y costos educativos.

El oficio del ofrecimiento llegó en noviembre de 1.969. El profesor de la especialidad Esteban Sierra, comentó a los dos mejores del curso.  El rector Rodolfo Lindarte Bustamante les notificó de la beca en  la clausura del año lectivo, junto con los diplomas de reconocimientos académicos y comportamiento, a los jóvenes, Mario Segundo Peluffo y Pedro Miguel Guzmán Buelvas, con  un oficio que los convertía  en  merecedores para continuar estudios técnicos en la ENSIN.

Becados y en avión para la capital.

Tras si, dejo los recuerdos y partió para el interior del país en compañía de Mario Peluffo, otro becado. Viajaron a Cartagena donde tomaron avión para Bogotá. Con tristeza  dejó a su hermano -que nunca le presto el jumento para otros menesteres, sino para cargar la leña-, y a sus hermanas y padres.  Ya no tendría que quedarse mudo cuando tronara porque en las capitales, Dios no manda los truenos y la lengua no se la cortaría con los dientes como esperaba que no ocurriera mientras vivió en el Carmen. Dejó el periódico mural del colegio en el que cada lunes colgaba recortes de prensa con fotos y noticias deportivas, y escribía otras a mano mientras los demás jóvenes jugaban futboll.


Cual Juan tenorio, abundan los gratos recuerdos de ellas.
Recuerdos en la ENSIN

El tono  verde de las sabanas del altiplano, la gigante ciudad de la capital del país, el frío y la ropa de lana y paño, El arroz con lentejas y papas saladas, el agua helada de las duchas, el amor a Flor, la zipaquireñita que vivió en el barrio Concepción para la salida a Pacho, que le buscaba en el portón del internado cada vez que podía viniendo de regreso del trabajo en la gran ciudad; el conocer los catres y aprender a tender y colgar la ropa, la rígida disciplina del internado, las aventuras vividas en el trayecto entre el internado y los talleres, y  el paro de 1.972; el segundo amor arrebatado en franca lid por Jorge Segura; -de ella, tiene presente que tenia una caries en una de las persianas frontales en la que guardaba comida para los hambrientos internos-; el señorío de la señora Elvia Garzón, directora del MORER al que vinculaba jóvenes del internado para alfabetizar a los presos y desarrollar el ser social de los estudiantes que por voluntad propia acudían a la casa de la filantropa, en cuyo espacio afloraron el gusto por la declamación, el teatro, el canto y la narración que hacia de las fiestas de las Mercedes, un grato día para los reclusos de la cárcel municipal, y para los estudiantes, la oportunidad de mostrar habilidades estéticas y pedagógicas; fue monitor en contabilidad y comercio escogido por el coordinador académico, Carlos Caicedo. El uso del debe-haber-saldo- en la ecuación de un balance, fue pan comido para el protegido del arcángel San Miguel.   Son recuerdos que afloran al evocar los tiempos en la ENSIN.


En la vida estudiantil, hay amigos que prevalecen en los recuerdos. Mario Segundo Peluffo, el paisano y competidor académico, es recordado por lo patán y espontaneo; inventó el “pelufómetro”. Tenía los pies tan grandes que era el encargado de hormar los zapatos de los internos. En una de tantas borracheras, sin un zapato quedó. Se acomodaba las prendas que otros ya no usaban. Nauro Torres por creerse de la jai lingh y por el peinado ondulado de medio lado cual Oscar Golden. El caminado arrastrado de Norberto, el nono de la promoción 72. Por la ingenuidad de Marcos Guarnizo el electricista; trabajó con él en la planta de soda, luego en Peldar: Se enamoró. Dió estudio a la esposa, y en la universidad se la parcelaron. Félix Enciso Velasquez, el orador y compositor juvenil. Fue quien le ganó en composición póstuma con el panegírico que hizo al compañero interno que un fin de semana se fue a casa y murió ahogado en la laguna de Fuquene.

Pedro Miguel no fue una deportista como otros tantos de la promoción. Era atleta y jugaba ajedrez. Participó en competencias del juego ciencia en Nemocón y Zipaquirá. En San Gil fue el campeón, derrotó al profesor Raul Remolina, colega del Colegio Guanentá. 

El titulo de bachiller era lo máximo en ese entonces.

En ese entonces, el ser bachiller equivalía hoy a una especialización. Se conseguía trabajo con relativa facilidad. Todos los egresados 1.972 salieron con el empeño de trabajar para obtener ingresos para cubrir las necesidades básicas y enviar dinero al hogar para aliviar las deudas y las necesidades básicas familiares.

Pedro Miguel, junto con los demás técnicos electricistas ingresaron a trabajar a la planta de soda en Betania. Él, trabajó dos meses y con los $ 1.300,oo mensuales que recibió de salario, pagó la libreta militar, compró un par de pintas, y giró dinero a Celina. En la jornada de reclutamiento Pedro Miguel fue diagnosticado con “frotis pericardiaco”. Ademas de la pena y el haber pagado porque lo viera el medico empeloto, el bachiller quedó atónito con el diagnóstico. Tenía el corazón grande y  pegado a las costillas y los años de vida estaban contados si no lograba conseguir un  donante. Ya tenía la libreta militar gracias a que pudo pagarla y a un diagnóstico que justificó el “no apto para el servicio militar”. Ese día los calzoncillos se le mancharon, primero por la vergüenza y segundo por el diagnostico médico.

Profesor por necesidad, oficio fugaz

A finales de enero de 1.973, a la casa paterna le llegó un telegrama. Había  sido nombrado profesor de electricidad del Colegio Guanentá de San Gil. Los demás colegas de la especialidad, para probarlo, lo asignaron para los grados décimo y once. Tenía 21 años. En este colegio nacional estuvo algunos años ejerciendo como docente, profesión a la que llegó por necesidad personal y familiar. Necesitaba cubrir los gastos personales y enviar dinero a Celina. Pasó en la UIS en medicina junto con dos discípulos, estudios que terminó a principios de la década del ochenta, gracias a una mecenas que, por amor, lo sostuvo hasta el final.


En el consultorio, los pacientes y colegas le celebraron un cumpleaños vegetariano.
Entre aventuras y anecdotas, sabanas y camillas

Entre camillas y sabanas, corredores y caminos, trochas y avenidas, veredas y municipios veleños, ha trascurrido la vida de este profesional que, de carmelano le queda el hablado coteño. 38 años en la provincia mas folclórica y musical de Colombia lo convirtieron en un puentano mas.   A la tierra del compositor Lelio Olarte llegó a hacer “el ruralito”. Fueron dos meses en el hospital atendiendo toda clase de urgencias. Solo logró salir una vez a Bogotá a cumplir una furtiva cita de amor con una bella mujer ajena. La provincia estaba una invernada y la ampliación del vía a Bogotá estaba en construcción. Graduado como médico, solicitó a la Secretaria de salud de Santander lo nombrase en donde hubiese vacante. Estaba Cimitarra y Sucre. En la primera población un político nombró a un recomendado y al carmelano lo nombraron al lugar en donde otros no habían aceptado.

En honor al venezolano, José Francisco de Sucre y Alcalá, el gran mariscal de Ayacucho, por decisión de la duma departamental de Santander, el 3 de agosto de 1.892 se creo el municipio de Sucre. Empezó la vida jurídica en las tierras altas y planas del hoy corregimiento de la Granja por solicitud de Gonzalo Sánchez, pero la casa municipal fue incendiada una noche por habitantes del mismo municipio que trasladaron la documentación a la vereda de Cúchina, de cuyos parajes varones conservadores armaron “el batallón de chuchineros” que enfrentó a los cachiporros en la guerra de los mil días.

Guzman Buelvas, en plena juventud se entregó con vida y alma al trabajo. Diagnosticaba, hacía cirugías, prestaba primeros auxilios y recorría los 600 kilómetros cuadrados de la municipalidad, unas veces en carro, otras a pie y lo mas común, a caballo. Por la fidelidad al principio hipocrático, auxilió a guerrilleros, campesinos y citadinos con igual diligencia. Por formarse como medico integral, hizo cirugías complejas salvando vidas, unió trompas y recetó anticonceptivos para regular la población. De sus acciones hablan los pobladores de Puente Nacional, Sucre, Jesús Maria, Florian, Bolívar, Guavatá que han sido pacientes.

Recordar es vivir. Y vivir es disfrutar la vida como se va presentando. Pedro no fue la ultima palabra en su hogar; tampoco en la escuela, menos en las relaciones furtivas que  aparecieron  por doquier. En la ENSIN alcanzó a sumar un amor en cada punto cardinal de Zipaquirá.  Pero si lo es, en  el hospital. Es reconocido como una autoridad medica,  aunque en asuntos de faldas es un marinero que registra en la agenda existencial las anclas al mar olvidando cada vez que son elevadas para partir a otro puerto. De niño, cuando le purgaban con quinopodio, debía ir con frecuencia al matorral, y las gallinas tras si, se peleaban las lombrices que arrojaba el purgado. Ya con pelos en el pecho, las féminas hacían fila tras él, como las aves de corral.

En Zipaquirá probó el pistilo de una Flor, perdiendo en un santiamén,  la pureza del estambre, -sin el beneplácito de Carlos Silva-. Ella, pagó el hotel. La segunda conquista tenia el nombre hebreo que significa “señora”. Estuvo enamorado por tercera vez. Ejerciendo la docencia, una tunjana le parceló totalmente el estambre, y ella, por las gracias y frecuencias  con que lo hacía, lo apalancó financieramente para terminar la medicina en la décima universidad ranqueada en Colombia. Lo visitaba, según el alboroto de las hormonas. Un hotel reconocido, un almuerzo en pezcocentro y las energías recargadas con los mariscos quedaban exprimidas de regreso a la UIS. Otra tuvo nombre galés que significa “mujer alegre” y en la historia hay homónimas de pintora y actriz gringa; ya era madre y esposa. De profesión afín. Tenía cuerpo de palmera, tez de zapote, piel aterciopelada, labios carmesí, mirada sensual, pasión de felino y riesgo acróbata. El escenario, una habitación del Quiratama en Bogotá. Había tanta conexión entre los amantes que una noche era una corta eternidad. Fueron nueve eyaculaciones en las cortas horas de la jornada tibia y húmeda. La noche fue tan embriagante que en la ciudad de los parques; si no había dinero, solo para el periódico El Tiempo, como pareja acudían a inmobiliarias cercanas interesados en un apartamento. Pedían las llaves para conocer el inmueble y como cualquier gallo kiko fornicaban sin descanso sin leer el diario extendido en el piso.

Solterito y a la orden

No es un varón de compromisos nupciales. Es padre de dos hijos varones, uno abogado y otro administrador hotelero. Y como un colibrí, vuela de flor en flor, sin pensar en la soledad de la vejez.

Estaba recién graduado de médico. Tomó unos días de descanso regresando al pueblo en donde ya vivían los padres. Les tocó vender la finca. Encontró a Celina enferma. La trasladó a Bucaramanga y la puso bajo observación de algunos de sus maestros. Le ordenaron exámenes. Éstos revelaron  un linfoma difuso. En palabras sencillas, un tumor en un ganglio. Pedro Miguel recibió el diagnóstico como el agua fría de las mañanas en la ducha de la ENSIN. Los colegas afirmaron que ya no había nada que hacer. La madre, quien siempre confió que su hijo médico la curaría de toda enfermedad, murió en los brazos del uno de los mejores bachilleres de 1.972. Falleció el 4 de septiembre de 1.979. Tenía 54 años. Israel, el padre, fue tras ella dos años después, el 11 de agosto de 1.981. El hermano mayor, años mas tarde falleció de leucosis. .  Desde entonces como ser humano y medico asumió que la muerte es una compañera de la vida, y los médicos, una vez conocidos los diagnósticos, deben velar porque los pacientes lleven una vida tranquila, sin olvidar que en la vida solo tenemos algo seguro: la muerte. Pedro Miguel nació y vive con una estrella. Los nonatos hoy, si la madre no se le opera para sacar al bebé, éste muere.


Ecoposada La Margarita. Puente Nacional, agosto 7 de 2019.
Otra historia sin contar.
#Nauro Torres 












martes, 27 de agosto de 2019

Plácido Montenegro Castro "El llanero boyaco"

Maestro de día,  maestro de noche

En las vegas del río Orotoy, en la vereda que lleva el mismo nombre, en el hoy municipio de Acacias, Meta, en un amanecer llanero, nació un varón en una familia colona  proveniente de Sutatenza, Boyacá que  había llegado a la región en 1.936. Fue el quinto de una  docena, de los cuales, ocho fueron propicios para trabajar en la finca con el machete, con el rejo, con las mulas y el azadón.

Placido, el llanero.

Por lo apacible y tranquilo que era el guambito, el padre, quien siempre determinaba los nombres de los varones, le mandaron quitar el pecado original bautizándolo como “Placido”. Había nacido el 24 de septiembre de 1.948 en pleno surgimiento de la segunda violencia partidista en Colombia.  En esa región de los llanos orientales  surgieron, y otros llegaron  a sumarse,  un año después, las guerrillas liberales liderados por Guadalupe Salcedo y Omar Aljure con el apoyo financiero de Carlos Lleras Restrepo para enfrentar a los “Chulavitas”, paridos bajo el gobierno de Ospina Pérez, luego del bogotazo, y que por cinco años, sembraron terror en zonas liberales desplazando a los labriegos mas a las montañas, y en otras partes de Colombia, fueron los conservadores  los desplazados por la chusma liberal.


Plácido Montenegro, 1.972.

Hijo de padres colonos

Nació en la finca Morotoy, en ese entonces, estaba a cuatro horas de camino a caballo desde el incipiente poblado de Acacías que se había constituido en 1.920 sobre la recién vía al llano como punta de colonización fundado por un liberal  con el nombre de Boyacá, población adscrita a San Martín.  A principios de 1.950 los conservadores se apropiaron de la región de Acacias, y  la familia Montenegro Castro, de origen liberal, para proteger la vida,   se vieron obligados a vender la parcela en $ 12.000.oo y se desplazaron a boca de monte, en la vereda Irete donde iba la colonización en la región de Granada.  Compraron un terreno baldío  ondulado de 150 hectareas que debió a hacerse a hacha y machete. Para intentar dar la educación primaria a la tracalada de chinos, con $ 500.oo compraron en el naciente caserío de Granada, la única casa con techo de teja de barro y anden de cemento. Recuerda el chivato de meros dos años que el dinero alcanzó para comprar una vaca de leche, y de los amigos del partido, fueron recibiendo ganado al aumento en la medida que surgían pastadas sobre las cenizas de los montes arrasados por las hachas.

Primera comunión de Placido Montenegro.

Trabajando primero para ir a estudiar luego.

Plácido  fue del primer grupo de niños que dieron origen a la escuela pública de Granada y formó parte del primer quinto de primaria  en 1.959 de la historia educativa de Granada. Desde sus once años y hasta los 17 debió dedicarse a los oficios varios del conuco, alternando con el ordeño y la separación de los terneros, la limpieza de potreros con peinilla. En 1.966, mediante beca nacional ofrecida a los mejores estudiantes de los quinto de primaria, la familia lo apoyó y envió a estudiar a la Escuela Industrial de Facatativá hasta obtener, junto con otros 19 compañeros, el titulo de expertos que,  en su mayoría, continuaron becados en la ENSIN de Zipaquirá para titularse él, en 1.972, como técnico en Electricidad.

Maestro por oportunidad, maestro por vocación

A los pocos días de graduarse, gracias a un inspector nacional que le había conocido  como alumno,  fue nombrado profesor de electricidad en Garagoa, Boyacá, y en 1.974, a principios, fue trasladado con el mismo cargo al Instituto Técnico Central de Bogotá. A la par, inició estudios nocturnos, licenciándose en 1.979 en la Universidad Gran Colombia en  matemáticas y física y, posteriormente cursó una especialización en pedagogía de las matemáticas. En jornada contraria y en la nocturna, desde 1.980, se convirtió en docente del IMPAO, sumándose a la iniciativa para modificar el nombre y la misión de la institución, surgiendo la Universidad de los Libertadores en la que trabajó por 42 años; adicionalmente, dado el éxito profesional como maestro, ejerció por 15 años en la universidad Buenaventura, en Bogotá en la formación de docentes. Luego de 42 años al servicio de la educación técnica en el Instituto técnico Piloto de la capital, se pensionó en el 2.004 y desde entonces, se ha dedicado a viajar, a disfrutar la vida, luego de ese lapso con tres jornadas laborales diarias.
Placido Montenegro con Hector Gonzalez, 1.972

Trabajo, trabajo, trabajo

El acertado nombre del padre, ademas de tranquilidad para afrontar jornadas de 14 y 16 horas diarias en aulas de secundaria y universidad, el llanero nació afortunado, como el alcaraván, esa ave viajera que siempre busca el alimento en  los mismos parajes de la geografía nacional. No valieron los matiné en Armonías zipaquireñas, ni las fiestas en el instituto donde estudiaba, ni las tentaciones ofrecidas por los compañeros del curso. Plácido, el tranquilo, se casó con la niña que parceló su corazón cuando cursaba la básica secundaria en Facativá.  Martha Otálora ha sido su eterno amor, de cuya unión, hay dos hijas. La oftalmológica pediatra, Martha Beatriz, y el publicista Carlos. Tienen dos nietas que se han convertido en el oxigeno de Plácido para la pareja de padres.

El novio eterno

La llanura, los caños, el río, los peces, las garzas, los micos, los caballos, los becerros, las mamonas y las sarabiadas están en el imaginario de los niños llaneros. En la entrevista, el profesor de la triple jornada recuerda con alegría los juegos de la época infantil: el trompo, las canicas, los mararayes, la coca; y a sus primeros maestros que le brindaron afecto, sin recibir paga alguna del municipio o del Estado. De la vida de estudiante en Zipaquirá, evoca con sonrisas los chicos de tejo y billar con Alvaro Helvez  y  Alfonso Vélez. Cuenta entre las satisfacciones profesionales, el haber gestionado para el Instituto Técnico Piloto, un laboratorio de electricidad mejor que el que usó en el Técnico Central. En las universidades, cita que logró convertir a las matemáticas en una área agradable para los estudiantes; y en las especializaciones a los maestros, suscitó el trato digno y justo con los estudiantes  para generar sinergias que redunden en el desarrollo de los talentos individuales. Destaca las satisfacciones en el hogar: la eterna vida de pareja, el amor incondicional a los hijos y nietas y el cultivo de la amistad en la familia. En los años dorados, goza contemplando a la familia, viajando y restaurando las amistades distantes por asuntos de trabajo.


El profesor Montenegro con la esposa e hijas.

Los compañeros recordados

Cuenta Plácido que los años compartidos y vividos en Zipaquirá, en el internado, en los talleres y en las aulas, están en su diario, sin escribir, con los folios mas recordados en la agenda de su existencia. De los compañeros de estudio, recuerda a su paisano Feliz Encizo, quien fue un punto de apoyo en los estudios y lecturas literarias, área que disfrutaba leyendo y escribiendo el también maestro de San Martín, Meta. Evocó en nombre de Luis Alberto Correa, oriundo de Facatativá, quien fuera novio de Mercedes Amaya, hija de Celmira de Amaya, cuyo padre, Marcos, falleció arrollado por un tren en la red vial que pasaba por el barrio Algarra. Tiene especial afecto por Rafael Alvarez, posteriormente acudiente de uno de los hijos que estudió en el Instituto técnico Piloto de Bogotá, y facilitador para ingresar al mismo colegio a los hijos de los trabajadores de las empresas de Rafael. Mencionó a Hector Gonzalez, profesor de la Industrial de Barichara, compañero de la Escuela en Facatativá y Zipaquirá y ahora compañero de viajes. Y, a Raul Sanchez, por haber compartido espacios educativos en la ENSIN y en la Universidad Gran Colombia.

La vida, una cocción de sabores y sinsabores

La vida es una cocción de sabores y sinsabores. La muerte de los padres y suegros le apachurró el corazón y las lagrimas no se congelaron rápido en cada episodio de descencarnar. La tristeza lo embargó al ver retornar a un hermano, otrora reconocido empresario en Venezuela, con las manos vacías a como partió para empezar de nuevo luego de 40 años de vida laboral en el recién viacrucis que vive el pueblo venezolano como efecto del impacto de socialismo del siglo XXI que repartió la miseria, empobreció el aparato productivo y la burocracia convirtió las arcas del Estado en botín de reparto, cual español colonizador venido a américa.

Juntos para siempre

Plácido lo es todo para Martha, y ella para él. Es un modelo para los retoños y nietas y es un amigo para quienes fueron sus amistades en el colegio, en la universidad, en el trabajo y en la familia. 

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Junto con Jose Antonio Ospina, concertaron buscar y convocar a los egresados de la ENSIN 1.972 para citarlos a un encuentro en un punto intermedio del país, pues estamos dispersos en los cuatro puntos cardinales. La reunión será en Ibagué.

Ecoposada La Margarita, Puente Nacional, agosto 5 de 2.019
#nauro torres.
























Gilberto Elías Becerra Reyes nació, vivió y murió pensando en los otros.

      ¡ Buenas noches paisano¡ ¿Dónde se topa? “ En el primer puente de noviembre estaremos con Paul en Providencia. Iré a celebrar la...