Poema 405.
23/03/2025
DRA: NTQ
Charalá es meseta, colina, es río,
es montaña,
Charalá es grito libertario, es
poesia, es palma,
Charalá es oro, es fuego, es grito,
es alma,
Charalá es pueblo que nunca calla.
¡Oh, fuego en la
sangre de un pueblo rebelde!
¡Oh, voz de la tierra que ruge y no muere!
¡Oh, grito que rompe el yugo y la sombra!
¡Oh, manos que labran la patria y la forjan!
¡Oh, Galán Zorro! Que
alzaste tu puño de trueno,
rompiste cadenas con furia y con celo,
sembraste en la historia la flor de la lucha,
dejaste en los montes tu estampa de bruma.
¡Oh, Elena Rosillo!
Tu llama encendida
ardió en las hogueras de un alba aguerrida.
No pudo el verdugo callar tu estandarte,
ni el filo del sable torcer tu baluarte.
¡Oh, Antonia Santos!
Guerrera incansable,
corazón de acero, voluntad indomable.
Tu sangre en la tierra se alzó como un río,
dejando en los cielos un rojo rocío.
¡Oh, Acevedo y Gómez!
En plazas y calles
tu voz encendía pasiones y ayes.
Patriota de furia, de verbo encendido,
sellaste el destino con eco infinito.
¡Oh, Fernando Santos
Plata! En la sierra bravía
forjaste guerrillas de audaz rebeldía.
En Coromoro alzaste la espada,
donde la patria jamás fue callada.
¡Oh, pueblo valiente
que nunca se rinde!
¡Oh, nombres que brillan y nunca se extinguen!
Que el viento repita su gesta inmortal,
que el eco los lleve hasta la eternidad.
Charalá, canto claro,
corazón de cristal y corriente,
corren cauces, cortan cerros,
cielos cubren colores candentes.
Las Lajas, lágrima
líquida,
luz labrada en la laja lisa,
láminas leves de luna lenta,
lienzo líquido en la brisa.
Esmeralda, espejo
eterno,
esencia esmeril en espuma estrellada,
emana en ecos, en éter escondes
el ébano y el éxtasis enredada.
El Zaque zumba en
zafiros,
zarcillos zigzaguean su sombra,
zarpan en zénit los zancos de roca,
zambullen sueños en zarza y zozobra.
El Gallo, grito
granate,
garganta gris de gema y greda,
gira el guijarro, gotea el guaipe,
gélido gualdo, gloria que queda.
El Negro, noche
nodriza,
navega en nubes de nácar y niebla,
nace en negrura, nutre nostalgias,
nítido en notas de náyades tiernas.
Los Aviones abren
alados
arcos azules, aires absortos,
aves aguardan, agitan auroras,
asombro ámbar, agua en abrazos.
Remolinos ruedan y
ríen,
roban reflejos de ríos radiantes,
ruge la roca, revuelven raíces,
rumor rubí, redoble errante.
Bajo el cielo de
fuego y memoria,
se alza el Samán, centinela del tiempo,
tronco de titán que en sombras tutela
las gestas forjadas en sangre y en viento.
Templo sagrado,
Nuestra Señora de Monguí,
arca de piedra, eco de rezos,
faro divino en la cima del alba,
voz de los siglos, pilar de los cielos.
Camino de Héroes,
senda sagrada,
huella de acero en la piel de la historia,
escalón del destino, aliento de guerra,
eco de huestes que forjan victoria.
Puente de Pienta,
brazo del río,
lazo de rocas, umbral de titanes,
sus piedras susurran con voz milenaria
la gloria en las aguas, la furia en los aires.
Oh, Batalla del
Pienta, llama sagrada,
tormenta de lanzas, rugido de espadas,
donde la patria en un grito de furia
fue aurora y estigma, fue sangre y palabra.
Aquel cuatro de
agosto, la tierra tembló,
con el trueno del pueblo en su último aliento,
cayeron los héroes, más nunca vencidos,
y en su sacrificio nació un firmamento.
Charalá, cuna del
canto que el tiplista desgrana,
donde las cuerdas vibran con brisa sabana.
En su mesa, un festín que la historia bendice:
cazuela de pizco, sabor que enaltece,
Génovas doradas,
dulzura del alba,
ayaco en la olla, fragancia que embalsama.
Mantecados que endulzan la voz del sendero,
con chicha de bore y maíz, ¡ritual verdadero!
Charalá, estandarte
de honor infinito,
tierra de escudos y canto de gloria,
sigues erguida con llama en el pecho,
sigues escrita en la eterna memoria.