DIEZ MINUTOS
EN UNA CELDA
Despertar la sensibilidad en los niños y los
jóvenes es una tarea de padres y maestros. El recurso más barato y más efectivo
es el afecto, pero es el que esta sociedad más niega a quienes empiezan la
existencia. Las causas son diversas. La más evidente es el maltrato físico y psicológico que surge como réplica del recibido siendo niño o joven.
Los mercaderistas hablan del marketing
experiencial cuando el cliente puede ver y experimentar el producto a comprar.
En los niños el resultado es más ventas. En pedagogía le llaman educación
vivencial. Los dos pretenden despertar en el cliente (ya sea potencial comprador
o alumno) los sentimientos y la sensibilidad para que hagan o sientan algo para
que se aprenda con la experiencia.
Como docente de la lengua materna me esfuerzo
en que los chicos, además de hablar y escribir correctamente, se enamoren de la
lectura, pero en especial, que se arriesguen a expresar los sentimientos y se
dejen cuestionar por la realidad.
En un pasado año escolar, y como una manera
de sensibilizar a los jóvenes sobre las desventajas de delinquir, el Colegio
donde laboro se insertó en el programa “delinquir no paga”. El programa
consistía en llevar a los alumnos a estar una jornada dentro de una cárcel.
Además de conferencias, los asistentes escuchaban charlas y testimonios de los
presos en las cuales demostraban en carne propia las consecuencias de dejarse
influenciar por las malas compañías en alguna etapa de sus vidas.
En la jornada hubo un momento en que cada
alumno fue encerrado por diez minutos en una celda, tiempo en el cual muchos
mostraron claustrofobia, vomito, sudor y depresión, pero otros usaron ese
tiempo para sentirse y encontrar en su ser y en su cuerpo dichas sensaciones.
En esta ocasión comparto un ejemplo escrito
por una alumna que hoy estudia música en Bucaramanga. Lo que van a leer es el
resultado de un ejercicio de redacción de una descripción mediante un monólogo.
UNA CELDA,
MAS QUE UN CASTIGO, UNA COMPAÑÍA.
Por Laurita Velasco del grado 11-1/2011
Me he encontrado horrorizada ante la mirada
macabra de los dioses del vicio, del
hurto, del homicidio, del abuso, de estafas, dioses de muerte y miles de formas inimaginables logradas, creadas y
usadas por la mente ociosa, ambiciosa y loca del ser humano.
Varias maneras de huir, de escapar,
cantidades bastas de consejos, pero ninguno de ellos se percató de que su libertad
pendía solo de un hilo, que con el tiempo, que con tan solo algunos momentos más
de ambición, lujuria, placer y crueldad les encadenaría su libertad por unos años
desperdiciados de su vida en los que vivirían tras las rejas como un animal en cautiverio.
Fueron tan solo 10 minutos. Diez minutos en
los que me atreví a estar en los zapatos de estos hombres crueles, que al final del día dejaron de ser
crueles para mí, pues cambié de repente mi opinión porque, aunque delincuentes,
también tienen un corazón lleno de angustia y soledad.
Diez minutos bajo las sabanas frías de
aquellos lugares, donde por catorce horas de inmensa penumbra, reposan los que
alguna vez podían ver el cielo sin ninguna restricción, pero… lo confieso; estos
zapatos me quedaron grandes, y me seguirán quedando porque en un lugar, donde
hasta los trinos de los pájaros se pierden , donde el agua, no se ve caer más
que en el retrete, donde el sol se oculta forzado, antes de que el atardecer se
duerma; mi cuerpo no aguantaría un lugar sin un acorde, aunque sea triste,
aunque sea incompleto.
Será posible, vivir con una vida tan monótona?
En la que el reloj humano que cada individuo llevamos dentro, pero que nunca
queda quieto, se detenga inmediatamente, bajo los barrotes y corredores sobrios
de este espantoso lugar; permitiendo así que todos los días, a las mismas
horas, bajo el mismo techo, con el mismo deseo; no se vuelvan más que el pan de
cada día que nunca podrán comer.
Y nada puede doler más que el pensamiento de una familia, que muchas
veces ya destrozada, sufre con ellos, porque aunque sus huesos no se encuentren
bajo el mismo techo , sus pensamientos, almas y corazones , no hacen más que
reclamar a gritos el deseo de libertad que nunca muere en una celda , su única compañera, fría
algunas veces, pálida otras, sonrojada, confidente de lagrima, de risas, de
aventuras, adornada de diferentes
colores, ordenada a un gusto cambiante; con cartas, letreros y calendarios ...
calendarios que no hacen más que servir de máquina de tortura para las mentes
de aquellos que decidieron escoger una vida…una vida…. sin vida .
En algunas celdas vi perfumes, en otras en
cambio, sus sabanas no soportan mas el mugre viviente que se esconde en ellas,
aparatos electrónicos que maquinan cada día, tratando de trasmitir algo que
detenga la desesperación. Órdenes y desordenes... sitios de aislamientos, donde
los dientes rechinan y las miradas se esconden bajo sentimientos de culpa.
Nada más basta entender, en que se ha
convertido el mundo para darse cuenta de que nadie, esta ileso a encontrarse en
un lugar, donde su rostro se destruye sin piedad.
Por eso, suplicando en la agonía y con el alma en la mano estos hombres, que
para mí antes eran crueles, pero al pasar la mañana agotadora, pensé que quizás alguna vez fueron como Yo.
No desean más que pagar la pena, que puede
ser de ellos, como no, pero si les pertenece, los ahoga cada día, con el deseo inminente,
de libertad.maestroemprendimienton9@gmail.com