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domingo, 27 de marzo de 2016

La casa de barro que se desposó con el olvido


En una casa como esta
yo si tuve esa dicha
De nacer y de vivir

De tomarguarapo y chicha.

La cocina era de paja
El perol en fogonero.
Y con leña de arrayán
Aprendí a ser cocinero.

Es mi orgullo ser veleño,
pero nací en Guavata
De allá eran mis abuelos,
mi padre y y mama.


(Estas coplas escribió,  Ignacio Hernández.  Cómo no incluirlas, si me  dejaron con el sabor a barro en las entrañas¡¡¿)

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Casa de adobe.
Esta casa abandonada hace mas de 25 años es de todos y es de nadie. Quienes la construyeron, el señor murió en 1928 y la esposa en 1957. La heredera murió en 1964 y los herederos la vendieron años después a Tobías González (http://naurotorres.blogspot.com.co/2014/12/tobias-fue-un-campesino-santandereano.html) en donde vivió los últimos años junto con Rafaela Velandia. La casa fue levantada en un lote de unos tres mil metros y los últimos herederos no hicieron juicio de sucesión, razón por la cual ninguno de los 40 herederos le pone mano a la casa que fue en su tiempo una posada y guarapería. Hoy el viento y la lluvia la viene demoliendo. La casa esta en medio del trayecto entre los corregimientos de Providencia y Quebrada Negra en Puente Nacional. En esta casa, en la pieza de adobe que esta a la derecha con una ventana de madera, quien escribe esta historia nació un 15 de septiembre de un año cualquiera de la década del cincuenta del pasado siglo. (foto de Nauro Torres 2016).




Era una casa de hadas en medio del bosque protegida con cimientos de piedra blanca como las nubes, estaba cerca a un arroyo con aguas cristalinas en el que jugaban las guabinas y nadaban decenas de sardinas. Había sido levantada un siglo atrás al margen derecho de un camino real en el que hacían camino los viajeros para ir y regresar al mercado,  los peregrinos y familias a hacer sus pagamentos.

 El frente de la casa  era de adobe y teja de barro, miraba al oriente para contemplar cada amanecer y daba la espalda al atardecer. Como las casas vecinas, hacían ángulo recto con el camino y estaban metidas varios metros con verde  césped  en el que pastaban  equinos y asnos con los que bajaban y subían los caminantes, ya con carga o aperados para disminuir el cansancio de las largas y extenuantes jornadas entre vallados, matorrales, cultivos, montes y potreros.
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Casa las Palmas en la que Abrahán Ortiz y sus esposas levanto a la familia. Esta ubicada por el camino que une a Quebrada Negra con el Morro en Puente Nacional(Foto de Nauro Torres). Los dueños la abandonaron en la década del setenta del siglo pasado, aquí nació el curandero ( http://naurotorres.blogspot.com.co/2016/02/desiderio-ortiz-el-curandero.html). En tiempos del camino real, era un sitio obligado para descansar e hidratarse con un buen guarapo. Hoy la parcela esta a la venta.


La casa de barro, vista desde el camino, semejaba una casa de chocolate con barras de crema de leche sus paredes y tejas de cacao la cubierta. Había una ventana cuadrada que estaba abierta de día y trancada de noche por donde entraba la luz del día y el aire para ventilar él dormitorio de quien usualmente vivió allí, igual sus descendientes. Al dormitorio se accedía por una pieza mas grande que servía se sala y dormitorio para los viajeros cuando los aguaceros y la oscurana impedía ver el camino. Al lado derecho de la pieza grande había otra pieza de menor área que se usaba como bodega, guarapería y despensa, y muy pegada,   compartiendo cimiento estaba otra pieza  igual,   hacían estas tres habitaciones, escuadra con un viejo y hermoso horno levantado con el mismo material de las paredes de la casa en el que se cocinaban las almojábanas, las colaciones y se tostaba el cacao y  los granos para la mazamorra y el chucula.

Se accedía  a las habitaciones de la casa de barro por un largo corredor cuyo techo descansaba en tres vigas de arrayán talladas con zuela que mantenían el color de los años. En el corredor había un par de perezosas de pino pintadas con los hongos y el polvo que se levantaba cuando se barría dejando mas desnuda la tierra que servía de piso. En ese corredor se tejían las mantas, se remendaba la ropa, se atendía a los visitantes, se albergaba al desconocido y se hilvanaban los sueños de quienes allí habitaron. Era el espacio para caminar de un lado para otro para hacer la digestión de las comidas que preparaban en vasijas de barro.

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La casa del ultimo tejedor.
Esta casa abandonada hace varios décadas fue sede del ultimo tejedor de lana que hubo en la comarca. Esta construida en una loma con una vista de 180 grados desde se divisan los cuatro poblados de igual numero de municipios en los que la guayaba, la guabina y el tiple se mezclan en manos de los habitantes para hacer de la vida campesina, un placer con tranquilidad. (foto de Nauro Torres 2016).

El dormitorio principal tenía en sus esquinas una tabla cuadrada atravesada y entreverada con los adobes que servían de repisas. En una de ellas, estaba siempre el cuadro de la Virgen de Chiquinquirá al que todos los primeros viernes y domingos, se le veneraba con una veladora que la prendían con cerillos de uso religioso exclusivo. Las velas y las veladoras mas apetecidas por su pureza eran las que se fabricaban con cebo de res. Hubo en la habitación dos camas de pino, una semidoble y una sencilla pintadas con tapón, y en ellas, esteras; de junco una, y la otra, con vástago seco de plátano. Las dos, siempre tenían unas cobijas de lana teñidas con colores naturales antes de ser tejidas por manos de vecinos que fueron los últimos tejedores  que murieron llevándose el arte de hilar y teñir  lana, costumbre muisca. 

La casa quedó sola en julio de 1964 cuando la ultima hada madrina murió de vieja en una cama del hospital San José de la capital. Esta hada provenía de una familia de hadas  que estuvieron en el mundo para hacer felices a los humanos. Los antiguos la recuerdan como Ernestina Gómez, quien murió siendo señorita.

El tiempo borró el nombre de esta hada madrina, así como el viento y las manos de los hombres barraron la casa de barro. Los niños que la conocieron la recuerdan con lagrimas de felicidad, pero esos niños hoy con el montón de años que alcanzó a tener esa hada madrina, la recuerdan con nostalgia.

María Cristina Martínez vivió su niñez con el hada madrina, y desde entonces hasta hace un par de años, regresó al camino y a la montaña donde estaba la casa de barro.

No encontró el camino, había sido convertido en carretera. No regresó en tren, éste ya no estaba en los recuerdos de los nuevos habitantes de la región. No encontró la casa de barro, había sido borrada por el viento y la mano de los hombres, así como desapareció el cimiento de piedra color nube que rodeaba la casa. Había sido saqueada a hurtadillas para ser convertida en cimiento de una casa levantada en bloque cocido. No encontró el naranjo grey para los remedios. No encontró la mata centenaria de coca, su follaje que en otrora era utilizado solamente para calmar las dolencias, fue raptado en las noches por manos juveniles con fines económicos hasta dejarla sin vida.

No encontró las vasijas de barro, perdiéndose con ellas, el olor a mazamorra de maíz. No encontró los garabatos en donde se colgaban los canastos de caña de castilla para guardar el pan y los amasijos. Ya los árboles con sus gajos no formaban garabatos, y las matas de caña de castilla habían desaparecido de la región. No encontró las esteras, pues el junco como los humedales tampoco estaban ni en los recuerdos de quienes vivían cerca. No encontró el tendal con varas en donde se ponían las vasijas y la loza después de lavada. En lenguaje de los niños de la escuela mas cercana ya no estaba esta palabra. No encontró la fogonera erigida sobre  4 orquetas de arrayán y cuatro durmientes de la misma madera, y sobre ellos, varas de juco tapadas con greda amarilla mezclada con ceniza y miel de caña. Tampoco encontró las tres piedras que formaban el fogón en el que se preparaban los alimentos en ollas y chorotes de barro. No encontró la piedra donde se molía el maíz golpeándose con otra piedra de forma redonda o de balón de fútbol americano. No encontró el arroyo donde jugaban las guabinas.  No encontró el guayabo donde se alimentaban los azulejos. No encontró la mata de jite-chachafruto-  que cargaba el gigante frijol para los almuerzos ocasionales. No encontró las hiervas aromáticas, ni el horno de barro donde se tostaban las esperanzas; tampoco la ventana cuadrada que daba luz al dormitorio principal.

Los pastos enterraron las cementaras, las peinillas asesinaron a los arboles, y el ganado empezó desde entonces a apretar la tierra, y  los campesinos se volvieron citadinos, las casas se abandonaron.

Floreció la pobreza, pues los pocos habitantes que quedan en la región olvidaron amar la tierra cultivándola, y en vez de prosperar, la ganadería en los minifundios, es un signo de pobreza y miseria. Pobreza porque el litro de leche se vende menos de una sexta parte de un dólar; miseria porque la producción anual por hectárea no alcanza los cien dólares.

Como la casa de barro, son numerosas las que existen abandonadas en los campos de Colombia. La ganadería se incrementa en la proporción que desaparecen las labranzas y los montes. Y mientras tanto, proliferan las viviendas amontonadas en las pendientes y cimas de las montañas que rodean las ciudades, en las que hay niños que crecen  en cajas de cartón y adultos que no tienen tiempo ni para los recuerdos de una niñez feliz y placentera.

Así como la viruela, la peste negra,  la contaminación y el apetito por acumular capital y propiedades, impajaritablemente nos llega la vejez. Para los allegados, seremos trapo viejo, una carga y un estorbo.Para borrarnos como las casas de barro, un virus lo gestaran para suministrar a los ancianos y desaparecernos como las cenizas de una hoguera en una loma después de hacer la candelada del 7 de diciembre que anunciaba la pura y limpia.
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Cada amanecer surge una nueva esperanza.  Esta casa levantada en adobe en 1954 por una pareja de jóvenes campesinos recién casados se mantiene pintada y decorada por manos de una anciana de 85 años que enfrenta con amor la soledad que comparte con la manada de toches y guacharacas que cada mañana y al atardecer llegan a la clavellina a buscar gusanos y coquitos irrumpiendo el silencio con sus cánticos que acompañan a Custodia Quintero de Torres que se mantiene vigilante viendo pasar las horas sentada en una silla de pino que alguna vez, su esposo que murió un agosto de 2012, construyó con sus manos para ir moldeando el cuerpo para la posición horizontal que tomaremos todos cuando aligerada la maleta, regresemos a la vida de donde provenimos. La casa prevalece dispuesta a acoger a los caminantes que hacen camino por el camino que une a Providencia con Quebrada Negra. ( Foto de Nauro Torres 2016).

La Margarita, marzo 2 de 2016.
NAURO TORRES Q. 




   


30 comentarios:

  1. Que historia tan original y propia de la cultura Santanderina.
    Me retrocedió en el tiempo y me ubique en el camino Real que de Barichara le permitió a los arrieros llegar a Bucaramanga; pasando por la Loma del caucho, por el traigo, Agua blanca donde hoy está el pueblo de Villanueva, sigue por el alto de Martha, la vereda el poso; y se bajaban por morro azul hasta cruzar el río chicamocha y entrar a Jordan Sube, capital de la arrieria a comienzos del siglo xx.
    Paso obligado de los arrieros para llegar a Bucaramanga.

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  2. Su apreciación le dio un valor cultural a la historia. Y ella, me permitió reconocer que desde la tierra se puede hacer narrativa con olor a tierra. A tierra santandereana, y en ellas vestigios de una cultura de la arriería.

    Si bien usted conoce el camino real San Gil-Barichara-Bucaramanga, yo caminé de niño, la continuidad de ese camino que pasaba por Guadalupe, San Benito, Puente real, Saboyá, Zipaquirá, Bogotá, aprendiendo la arrieria.

    Su comentario anima a continuar escribiendo. Gracias.

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  3. CARMENZA POVEDA ZIPAQUIRÁ

    Con tu relato real, me trasporte a la época de mi niñez cuando de cuando en vez mi mamá me dejaba ir donde mi abuela por una semana o un poco más cuando estaba de vacaciones.

    recuerdo muy bien lo que tu relatas en la casa barro, le fogón, como guardaban el pan y los amasijo, los colores vivos de la casa, los jardines, el río que cruzaba cerca de la casa que estaba ubicada en una loma.....

    Todo era muy paradisíaco, comí alimentos hechos en vasijas de barro como el arroz con mantequilla auténtica. Las sopas eran sensacionales.

    En sí, todo era increíble, lo de la chucula era poderosa.... Mi mamá también nos hacía y me tocaba ayudarle en todo esos menesteres.....

    Épocas muy lindas e irrepetibles.....

    Genial relato y claramente todo esto no volverá.

    Ya la mayoría de habitantes del campo estas más hacia lo rápido, la tecnología, la comodidad de muchos aparatos industriales etc....

    Bellos recuerdos..... Gracias.

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    1. Apreciada compañera Carmenza.

      Grato confirmar que al leer la casa de barro que se desposó con el olvido, hizo reminiscencia de su niñez en el campo.

      Es una narrativa a la añoranza. Es una recuperación para la memoria histórica de lo que fue una casa de campo.

      Al leerte, encontré que también fuiste feliz junto a tus abuelos y padres. Lo que prueba que el ser pobre, también es fuente de felicidad, y que el tener, no lo es todo. Pues cuando solo teníamos el día y la noche y el amor de nuestros seres queridos, fuimos muy felices.

      Luego de leerte, recordé que el dolor no ha hecho olvidar que en la sencillez fuimos parte del paisaje. Esos paisajes que has dejado en cuadros en tus creaciones.

      Pero lo que mas me alegra es que cada vez escribes con mas soltura, con mas sentimiento y con mas detalle.

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  4. Que buenas historias Nauro.

    Ahora ni siquiera se oye cantar: "casa viejas que el viento bronceo.. ..."

    Y ni siquiera podemos despertar la memoria de historias viejas que la cultura de este tiempo del olvido.

    La generación de ahora no sabe de jis y de pizarra y se traumatizan con una cariñosa palmada de la mama, ya traumatizados.

    Dios quiera y nosotros puseemos para que esta generación del 2020. para algunos bueno seria desde 2019, entren purificados después de la pandemia a tomar las rienda de un mundo mejor que ya no vimos.

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    1. Mi apreciado y recordado compañero de juventud, Helidoro Caceres.

      Pareciese que todo tiempo fue mejor. Intento dejar en mis relatos, pedazos de historias de un pasado que también fue presente y el que fuimos protagonistas y contempladores de una belleza que hoy solo es un recuerdo.

      Comparto su esperanza. Ojalá que los que logren vivir, sean mejores personas despues que pase la pandemia.

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  5. Martha Ruiz Rueda

    Me recordó mi infancia, en la casa de campo donde nací... Muy parecida a la casa de ésta ilustración. Gracias.

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  6. Pedro A. Mateus M.

    Ah...que buena reminiscencia de la vieja casa de teja de barro paredes de adobe y un amplio corredor al estilo español...

    allí junto al fogón de tres piedras nos consintieron las abuelas...mientras preparaban el menú...arreglaban el jardín ...ordeñaban las vacas y nos contaban esos cuentos fantásticos de brujas y espantos...

    Hoy hay una que otra a la orilla del camino...pero como en la hermosa canción que las evoca...ya no vive nadie en ella...pero quizá sea un desahogo decir con el poeta antioqueño...siquiera se murieron los abuelos.

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    1. ...si quiera se murieron los abuelos... Triste su cierre del comentario; pero es tan real que la nostalgia me invadió en esta tarde lluviosa. Ayer fuimos hojas blancas de cuaderno, hoy hojas amarillas de algún libro que algún día fue usado, y hasta leído.

      Con los años, uno recuerda con alegría la infancia en medio de la sencillez y el calor humano de la casa donde se nació y dimos los primeros pasos.

      Esa masamorra en olla de barro cocinada en fogón de tres piedras mientras se asaba una mazorca, es un deleite inolvidable

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  7. Jose Delgado. Chicago. E.U.

    Me encanta ese genuino estilo de escribir, es el idioma de mis padres y mis raíces!!!

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    1. Gracias amigo lector santandereano residenciado en Chicago. E.U. Reconforta saber que le ha evocado gratos recuerdos de sus años mosos.

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  8. Anais Romero. E. U.

    Lindo y verdadero relato

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    1. Un saludo Anais.
      De niña viviste en una de estas casas. Y en otras corriste por la floresta contemplando la sencillez de tus abuelos.

      Este relato tiene ese fin. Describir una epoca en que siendo niños, sin tener solo la noche y el dia, eramos muy felices.

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    2. DE ANAIS ROMERO

      Nauro Torres . Si querido Nauro, así fue tan hermosa nuestra niñez.

      Yo era muy feliz salir de vacaciones de la escuela para ir al campo.

      Nunca nunca se extraño lo material.

      Abrazos siga escribiendo y cuidense. 👏👏👍👍🇨🇴

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  9. Gloris Gamba. Puente Nacional

    La casa de mis abuelo

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    1. Hola Gloris. No una, sino dos casas de tu abuelo, el ultimo tejedor de Jarantivá.

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  10. Gabino Quintero Garcia
    }
    Lo único que encontró fue la Tama donde se colaba la chicha y la Zaranda de cañecastilla donde subían las cuajadas.

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    1. Mi apreciado jugador de basket, cordial saludo.

      Gabino, en la vereda Jarantivá de Puente Nacional se usaba en ese entonces, el sernidor, en vez de la tama. Pero se olvidó. Razon tiene, no se encontró la zaranda, ya de bejuco para mecer al chino, ya de bejuco para reposar la paila con la leche caliente para sacar la mantequilla. Y claro, recordando, la zaranda para madurar las cuajadas.

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  11. Arturo Romero Marín

    Las vivencias de ayer que hoy son historia

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    1. Y nosotros, parte de ella. Igual nos ocurrirá como la piedra de moler, la casa de barro y el chorote para traer el agua. O mejor, la mucura.

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  12. LUIS MARTINEZ CHARALA

    Compañero buen día

    Acabo de transportarme en el tiempo a mi remota infancia con casas de ese estilo y cocinas de leña como la descrita con garabatos y colgandejos para, esconder el pan y la carne para, que el gato no la alcanzara, quizá lo único que no había era el palo de coca, inusual por estas tierras, tampoco teníamos "arrollos", solo había un pequeño arroyo de donde se traía el agua a la casa, mis recuerdos no se "barraron" a lo sumo se han empezado a borrar por el paso de los años... Grato y placentero leerte.
    Buen dia

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    1. Su comentario me arrolló en el pasado y me hizo caer en cuenta que la "em-barré". Gracias hermano.

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  13. Profesora Ines. Providencia.

    Hermosa descripción. Recuerdo a la Señora Custodia su valores, educación, amabilidad,colaboración, sentido de pertenencia a la Institución educativa Providencia y su religiosidad.
    Dios la bendiga y la conserve por muchos años más

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  14. Profe, cordial saludo, Grato confirmar que sigues leyendome. Gracias por lo que hace por los niños de mi escuela.

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  15. DEL PINTOR Y RESTAURADOR SANGILEÑO, CARLOS GONZALEZ

    Gracias NAURITO por los elogios.

    La primera restauración la hice usando conocí a LUIS RONCANCIO, un San José y el Niño, obsequio de las Monjas del hogar de Ancianos de su tierra natal. Año 1979.

    Excelentes crónicas sobre las casa viejas y abandonadas!!

    Loas a su Señora Madre Doña CUSTODIA (honor que hace su nombre) QUINTERO de TORRES, por mantener vivo el patrimonio Familiar, y A Ud. por ser el conservaciónista del legado con el nombre de la MARGARITA.

    Y cómo dice la canción : Las casas viejas se cayeron ya!! Y ésto, por el desdén y el desapego de los herederos!

    Buen día. Abrazos.

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  16. Mi honorable paisano, pintor, músico y restaurador:

    Mis desnutridos elogios no tienen el colorido, ni la perspectiva de sus obras de arte.

    Luis Roncancio, nuestro amigo de antaño. Fue un apoyo a cada uno desde diferentes perspectivas. A él, le hice una historia. Ojalá la haya leído. Igual a su amigo el maestro Naranjo.

    Pues imitando su dedicación al arte, desde 2.012 he venido hilando y tejiendo historias, cada vez mejor tupidas y descriptivas intentando provocar en el lector reminiscencias del campo.

    Carlitos, es una campesina curiosa y berraca. Tiene 89 años cumplidos. Esta lucida y vive sola en la finca. Cuando uno no la llama, ella lo hace. Tiene su casa decorada con artesanías, fotografías y cosas viejas como yo. Un pintor se extasiaria pintando ese paisaje.

    Por lo visto, en silencio ha leido otras de mis historias. Si es verdad, su amiga Margarita dejó un legado que esta revelado en las amistades que dejó y en sus hijos. Su pupilo, Cristian se regresó en 2015 y desde entonces haciendo empresa en tecnología.

    Es curioso¡ hay herederos ambiciosos. Otros desinteresados, y otros agalludos.

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  17. [9:35, 24/7/2020] Yazmin Angarita: Que escrito tan cierto

    [9:36, 24/7/2020] Yazmin Angarita: Que locura en un mundo donde la vida es algo insignificante ❣️

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  18. Hermes Miguel Garcia Ruiz

    Que bonito relato de las casas de barro con sus corredores amplios y largos donde en los diciembres se hacían las parrandas al son de música de tiple y guitarra y para alternar el tocadiscos con con su elepé de guilermo Buitrago y José Barros,por esos corredores enamoró y bailó mi juventud al calor de un fogon de 3 piedras y a la luz de una lampara de gasolina después de un par de guarapos.

    Y en las noches tranquilas contemplar las estrellas escuchar la radio hasta que morfeo lo invitaba a buscar la estera y cobija de lana .

    Gracias profesor por hacernos recordar la casa de adobe.

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  19. Iguales las casas. Iguales recuerdos. La lampara de gasolina era un lujo. Igual en tocadiscos. En noches semanales, solo la candileja y el candelero. Buitraguito y José Barrios, luego llegaron los hispanos y los diplomaticos.

    Recordar es vivir. Con este relato desperté gratos recuerdos en los lectores nacidos en épocas pretéritas.

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Gilberto Elías Becerra Reyes nació, vivió y murió pensando en los otros.

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